Muy excitado con un cock ring. acudo al bar donde descubrí otra opción sexual reencontrándome con x, el protagonista de mi primer relato.
Soy consciente de lo complicado que es hacer realidad una fantasía, por eso no me quejo de las leves consecuencias: moratones, laceraciones, magulladuras y dolor al sentarme.
Aún es pronto para iniciar mi actividad, acostumbro a levantarme siempre a la misma hora y dudo si leer un poco, pero no estoy de humor, enciendo la radio.
Como un cuarentón gay consigue correrse al mismo tiempo que un joven hetero al que adora.
Amanecía el jueves, era el gran día. K iba a alcanzar su mayoría de edad y yo iba lograr lo que buscaba.
Lo eche en el depósito del consolador y me dediqué a chuparlo, en mi habitual entrenamiento (quería hacerlo todos los días y así practicar), pero esta vez pensaba que era la polla de I en vez de la de K. A los pocos minutos presioné la pera y me tragué esa eyaculación.
Cuando dejó encima de la mesa la botella la llevé para la casa, la destapé y olí, era un olor acre, ácido estaba templado y exhalaba un aroma intenso, la guardé en la nevera, pensé si me atrevería a beberla (para analizar bastaba con unas gotas y la razón de pedírsela es que la orina me excitaba desde muy joven debido a un incidente que algunos de mis lectores conocen a través del correo electrónico).
Me empalmé y descapullé totalmente. Las besé en la puntera y lamí sus suelas. Sus calcetines sucios y sudados fueron lamidos con respeto. Olí y lamí los sobacos de la camiseta empapándome con su aroma. Dejé el slip para el final lo lamí, besé y olisqueé. No pude aguantarme y allí mismo me masturbé, mientras me miraba en el espejo deseando que K hiciera lo mismo más tarde. Me limpié y salí a ver a mi adorable trabajador.
Los he contratado en varias ocasiones y saben que no me importa pagar una buena cuenta si cumplen mis deseos al pie de la letra. El encargo podía sonar raro pero era sencillo de realizar. Tenían que desmontar el espejo del cuarto de baño del pabellón de la piscina y hacer un agujero de 30 X 40 (los acompañaría un empleado mío para abrirles). La pared sobre la que estaba ese espejo daba a un cuarto almacén.
El efecto combinado de todo su peso sobre mi bota, de esa mano fuertemente asida a mi nuca, de su proximidad a mi, de sus labios en mi oreja, insultando y amenazando con gran chulería y esa rodilla huesuda frotándome sin ningún reparo en la entrepierna me había producido dos orgasmos de película que había recreado en casa logrando unas pajas gloriosas.).
La legislación en España no considera delito el consumo de cannabis (el cultivo y la venta, sí) pero sanciona administrativamente el consumo público, con multas que van de 300 a 3000 euros y si es un menor se le lleva a comisaría y se avisa a sus padres o tutores legales porque tienen que hacerse cargo de la multa.
Me imaginaba que era K el que lo hacía. Cogí los dos calcetines y los puse sobre la almohada, me tumbé hacia abajo posando la nariz y la boca sobre ellos y las dos zapas en mis manos sujetando mi polla. Inicie un movimiento como si me pajeara entre las tetas de una puta, cosa que había hecho en varias ocasiones, pero esta vez entre las dos zapas mientras olía y besaba los aromas del macho que me volvía loco.
Claro que ir al servicio, hacerse una paja y luego echármela en el cubata era muy superior a todo lo que me había hecho hasta ahora (pisarme, ahumarme, tratarme de cerdita y de criada, mancharme con barro, hacerme pisar mierda, sacarme cervezas tabaco y dinero, llenarme el cubata de esgarros) no era poco pero de ahí a hacerme tragar su semen había un abismo. Intenté picarlo, si lo conseguía y él iba al servicio, yo esperaría a que volviera y me iria a jugar a la tragaperras el tiempo que necesitase en echarme su leche en mi cubata.
Aproveché para mirar para mi bota y ver una deportiva Nike inmaculadamente blanca con la marca en amarillo, me encantaba y mi polla debió llegar al límite de sus 17 cm. K empezó con su ritual de ahumarme, fingía interesarse por charlar conmigo para echarme todo el humo que podía en los ojos la nariz y la boca. Tosí y me froté los ojos en un par de ocasiones.
En un último toque de chulería me dijo ¡eres una cerdita! mientras entraba en el baño. Yo quería contestarle, pararle los pies, (eso era lo último que deseaba, mi fuente de fantasías para masturbaciones eran esos pies) para que eso no me quedara de mote, pero me excito un niñato tan chulo calificándome de cerdo y en femenino.
Heterosexual de treinta y pico años, se corre de husto jugando a las cartas con un niñato que le apoya inocentemente su deportiva en la entrepierna.