Vivió un sueño con dos calientes y eróticas francesitas

Os contaré una curiosa historia que me ocurrió el verano pasado.

Tenía yo 24 años y hacía unos tres meses que había cortado con mi novia, con la que llevaba saliendo cuatro años.

Bueno, en realidad fue ella quien cortó conmigo, pero eso aquí no importa nada.

Tenía ganas de que llegara agosto, y estaba deseoso de desconectarme del trabajo y de todo lo que había alrededor de mi vida diaria.

Mis padres habían alquilado -como en otros años- un apartamento en la playa de Daimuz (Valencia), y decidí ir a pasar unos diez o doce días con ellos.

Era la ocasión perfecta para despejar mi mente, y de paso tomar un poco el sol.

Los tres primeros días los pasé tranquilamente en la arena de la playa, leyendo un libro, jugando a voley, tomando el baño y haciéndome alguna cerveza en los chiringuitos que existen por allí.

El cuarto de los días comenzó todo.

Eran las doce del mediodía y hacía más de una hora que estaba tumbado sobre mi toalla leyendo, cuando a escasos tres metros de mí se instalaron cuatro personas.

Por lo que pude deducir, era un matrimonio francés de alrededor de 45 años cada uno, y sus dos hijas, una con unos 21 años, era rubia, con el pelo corto a lo chico, ojos azules, y delgada pero con un cuerpo muy bien formado.

La otra , unos 18 años parecía tener, era muy similar a la otra pero más bajita y con el pelo liso largo hasta las caderas.

La cuestión es que se tumbaron delante de mí, sacaron cuatro libros, y se pusieron a leer.

Yo no podía dejar de mirar de reojo, a través de mis gafas de sol, a las dos maravillas de nenas que había allí tendidas, sobre todo a la de más edad.

De pronto, al intentar mirar los libros que leían, me di cuenta de que la mayor estaba leyendo un libro erótico, a juzgar por los dibujos alusivos al sexo que había en la tapa. Más tarde, observé cómo se le habían puesto los pezones de sus tetas, que se marcaban a través de su bikini azul.

Después las dos empezaron a reir, haciéndose cosquillas y rodando por la arena, la pequeña quería cogerle el libro a la otra, ya que tenía curiosidad por leer aquello al ver cómo se estaba poniendo su hermana.

Al negarse a enseñarle el libro, le tocó los pezones a su hermana durante bastante rato, a lo que la otra no se negó, pero finalmente le apartó las manos, se levantó, guardó el libro y se metió en el agua. Sus padres estaban absortos en la lectura y no hicieron ni caso.

Yo, me levanté y me dirigí al apartamento, ya que era hora de comer.

Por la tarde, me acosté un rato antes de irme a jugar a voley, y no pude evitar el pensar en ellas, cosa que me produjo una erección brutal.

Desnudo boca arriba encima de la cama, di rienda suelta a mi imaginación y me hice una buena paja.

No ocurrió nada digno de mención hasta el día siguiente, en el que estando yo en el mismo sitio de la playa y a la misma hora que el día anterior, aparecieron las dos francesas, esta vez sin sus padres.

Se tumbaron y se pusieron a leer.

Yo continué con mi lectura hasta que de pronto, la mayor se levantó y vino hacia mí, se arrodilló a mi lado y me preguntó qué estaba leyendo.

Me puse nervioso, me incliné para sentarme y le puse mi libro en sus manos, era una de las últimas novelas de Stephen King.

Ella hizo un ademán bastante despectivo hacia el libro, lo dejó en el suelo y me dijo su nombre: Jeny. Llamó a su hermana y me la presentó, se llamaba Helen.

Sin saber qué comentarles, se me ocurrió preguntarles si les apetecía ir a tomar unos refrescos, a lo que las dos accedieron gustosamente, pero dándome a entender que iríamos a su chalet, ya que decían que sus padres no estaban durante todo el día.

La casa, bastante elegante y moderna, estaba rodeada por un alto muro y con césped por todas partes, y tenía frente a ella una bonita piscina.

Una vez allí, las dos se zambulleron en el agua y sorprendentemente lanzaron fuera las partes de arriba de sus bikinis.

La situación me estaba produciendo una enorme erección, y rápidamente me metí también en el agua.

Las dos chicas jugaban con el agua y reían sin parar, pero ninguna de las dos se me acercaba.

De pronto, las dos salieron del agua corriendo y se metieron en la casa por unas puertas grandes de cristal que daban a la piscina.

Me quedé solo y boquiabierto.

Al rato, al ver que no salían, decidí ir a buscarlas. Entré en la casa todo mojado y no me fue difícil seguir las huellas de sus pies también mojados hasta una escalera de madera.

Subí por ella, atravesé un estrecho pasillo enmoquetado y encaré una habitación sin puerta (no había ninguna puerta dentro de la casa).

Lo que ví me dejó boquiabierto. Allí dentro, había un colchón japonés de esos que descansan directamente en el suelo, y sobre él estaban las dos hermanas totalmente desnudas y haciendo un perfecto 69. Sudaban de lo lindo y jadeaban sin parar.

Mi polla hacía enormes esfuerzos por salirse del bañador. No sabía qué hacer, así que simplemente observé.

A los dos minutos, la más pequeña, Helen, se levantó, vino hacia mí, se arrodilló, sacó mi tranca y se la metió en la boca, propinándome una mamada espectacular. ¡Cómo sabía!, con la lengua recorría toda la polla de arriba abajo, se detenía en el glande, propinándole pequeños mordisquitos y besitos, la cogía con la mano y la sacudía, se la volvía a tragar.

Era de locura. Mientras tanto Jeny se masturbaba sola, tumbada sobre su espalda y totalmente espatarrada metía sus dedos y se acariciaba el clítoris de una forma súper sensual. Me di cuenta de que las dos tenían su flor afeitada, increíble.

Al poco rato, Jeny dejó de acariciarse y me hizo seña para que me acercara a ella. Aparté a Helen, fui hacia su hermana y me arrodillé para lamerle su almejita.

Era una delicia. La chica gemía como una loca. Era el momento de intentar penetrarla. Me puse encima, acaricié con mi glande su clítoris, y comencé a introducirla poco a poco.

Cuando estuvo toda dentro, inicié un movimiento de bombeo que hizo que me abrazara y me arañara la espalda.

Noté que se corría, y como a mí me faltaba poco, la saqué y ella se incorporó rápidamente y me la mamó hasta llegar al final, tragándose todo mi semen. Nos tumbamos boca arriba en el colchón.

Se me había olvidado Helen. La busqué con la mirada y la encontré al otro lado de la habitación, sentada en un sillón y masturbándose.

Me levanté y fui hacia ella. Le di un beso en la mejilla, me arrodillé y le abrí las piernas, hice que las pusiera sobre mis hombros, y besé y chupé su almejita, metiéndole la lengua.

Se volvía loca de placer. Yo me estaba poniendo en forma otra vez. La levanté en volandas y la lleva al colchón tumbándola. Me puse encima suyo y se la metí poco a poco.

Como era normal por ser más jovencita, ésta tenía el coño más estrechó, lo que me proporcionaba bastante más gusto. Helen hizo un gesto para que diéramos la vuelta y accedí.

Ahora era yo el que estaba boca arriba y ella sentada encima de mí con la tranca metida y subiendo y bajando. Yo al mismo tiempo le acariciaba sus tetas, pequeñas pero duras.

Su hermana Jeny me estaba chupando los huevos y le metía un dedito en el culo a Helen. Helen se corrió con unos espasmos terribles.

Después se sacó mi polla y las dos hermanas comenzaron a mamármela. Iba de una boca a otra, se la tragaba una, se la tragaba la otra, se peleaban, me metían un dedo en el culo, reían, hasta que finalmente una de las veces en que Helen se la metió le aguanté la cabeza con mis manos hasta correrme en su boca y su garganta.

Se bebió toda mi leche.

Después le dió un morreo a su hermana, como compartiendo lo que acababa de degustar.

Luego las dos se acostaron a mi lado y nos dormimos.

Cuando desperté eran las siete de la tarde y ellas ya no estaban.

Las busqué por la casa y no las encontré.

Cogí mi camiseta, mis zapatillas y mi libro y me fui.

Ya no las he vuelto a ver.

No aparecieron nunca más por la playa, y cuando yo me acercaba al chalet nunca encontraba a nadie.

Todo me pareció un sueño, pero no.

Fue totalmente real.

No puedo dejar de masturbarme pensando en ese día.

Fue alucinante.