Mi hermano Jorge, mi padre y Ana, esa mañana temprano habían ido a coger el tren para visitar a mis abuelos paternos, e iban a pasar allí el fin de semana. Yo había despertado cuando se levantó Jorge, pero luego seguí durmiendo. Al volver a despertar miré para la litera de mi hermano Juan y vi como salía un chorro de leche de su polla. Se había hecho una paja. La visión de la leche me había excitado, pero hice que estaba dormida mientras mi hermano salía de la litera y se vestía. Al irse me toqué, pero las ganas de orinar no me permitieron acabar.
Puse una bata de casa, y sin sujetador ni sostén fui a orinar, luego lavé las manos y me fui a la cocina donde estaba mi hermano desayunando Cola-cao con galletas. Me preguntó:
-¿Te importa si esta noche traigo a dormir a mi novia, Andrea?
Cogiendo una taza en la alacena, le respondí:
-No sabía que tenías novia.
-Lo tenemos en secreto. Echando el Cola-cao en la taza, le dije:
-¿Y eso?
-Es que mi novia es la prima Rosalía, y al ser familia…
No pude evitar reírme.
-No me jodas, Jorge, en esta casa, eso de ser familia lo pasamos por el forro unos, y por el chocho otras.
-Tú y mamá, sí, pero papá…
-Si yo te contase…
-Cuenta.
-No, no te voy a contar. Trae a la prima. Por mí no hay problema, pero le haces el amor en la sala, que en la habitación de mamá y de papá mancharíais la cama y yo no estoy para limpiar esas cosas.
-No es virgen, no la mancharíamos.
-¿Y tu leche y sus jugos?
-No había pensado en eso.
Había ido preparada para echar mi segundo polvo con mi hermano, pero su confesión me dio una idea. Al estar a solas llamé a mi novia, le conté lo que había pensado y me dijo que se anotaba a la aventura.
Yanet, mi novia, tenía diecinueve años, era venezolana, morena, y tenía un cuerpo de escándalo. Cuando llegó a casa llamó al timbre, me plantó un beso en la boca y me preguntó:
-¿Todo bien?
-Si, pero habla en bajito.
En bajito me preguntó:
-¿Lo emborrachaste y le diste la pastilla para dormir?
-Sí.
Al tirar para dentro me dio una cachetada en el culo.
-¿A qué hora viene tu prima?
-Ya está aquí, vino a comer con nosotros.
Cuando llegamos al salón y Janet vio a Rosalía sentada en un sillón, vestida con una blusa blanca y falda corta que mostraba parte de sus bellas piernas, que exclamó:
-¡Coño, no me habías dicho que tu prima era candidata a miss universo!
Rosalía, que era rubia, alta, de ojos azules y muy bonita, sonrió y luego se puso en pie para darle un par de besos en las mejillas. Yanet fue a su lado y le dio un beso, pero no en la mejilla, se lo dio en los labios, eso sí, sin lengua.
-¡Qué polvo tienes!
Rosalía se puso nerviosa. Le dije:
-Mi novia es así, dice todo lo que piensa.
Rosalía me dijo a mí:
-Tiene una forma de saludar y de hablar muy….
-¿Osada?
-Si, muy atrevida.
Rosalía se sentó en el sillón y arregló la falda para que no se le vieran mucho las piernas. Yanet y yo nos sentamos en un sillón de dos plazas, que estaba enfrente del de mi prima, separado por una mesa camilla que también era revistero.
-¿Qué os parece si jugamos una partida al parchís?
Yanet me dio un beso con lengua, me tocó las tetas y luego me respondió:
-Prefiero jugar contigo.
-Con Rosalía delante no podemos.
Me volvió a besar con legua y me volvió a tocar las tetas. Rosalía cogió su bolso, se puso en pie y dijo:
-Yo me voy.
No la íbamos a dejar ir.
-No hace falta que te vayas, preciosa, Andrea y yo podemos ir para una habitación, y tú puedes mirar la televisión hasta que despierte Juan.
Yendo hacia la puerta, le dijo a Yanet:
-No estaría cómoda viendo la televisión y sabiendo lo que estáis haciendo.
Me levanté del sillón, fui hasta la salida del salón, me puse enfrente de ella y le impedí el paso.
-Tú no vas a ninguna parte porque cuando se despierte mi hermano si no estás aquí y ve que en tu lugar está Yanet, me pone a parir.
-Siento causar estas molestias, pero no pensaba…
Yanet dijo desde el sillón:
-¿Te pensabas que eras tú sola la que iba a follar, bonita?
Se volvió a poner nerviosa.
-He venido aquí a comer…
No le dejó terminar la frase
-Sí, a comer una polla.
-Eres una grosera.
La cogí de la mano, y llevándola de vuelta al sillón, le dijo:
-No le hagas caso, es una mal hablada.
Yanet iba lanzada.
-Y tú una pelotillera, si no comieras tan bien la papaya ya hubiera buscado otra.
Me senté al lado de Rosalía, que tenía las piernas tan juntas que parecía que se las habían atado.
-Relájate, mujer que las lesbianas no comemos a nadie.
Yanet iba a poner de nuevo nerviosa a Rosalía.
-No comemos a ninguna que esté buena y no se deje.
Rosalía me dijo:
-Deja que me vaya.
-No puedo, pero no te preocupes que no muerde.
Yanet parecía que había comido lengua.
-No la engañes, a ti te muerdo las tetas.
Rosalía no sabía donde meterse.
-Tengo la boca seca.
-Voy a por agua a la nevera.
-Y yo voy contigo.
Yanet se rio con ganas.
-La gatita no se quiere quedar a solas con el monstruo de las galletas.
Fuimos a la nevera y le di una botella de agua, de las pequeñas, en la que previamente le había echado un potente afrodisiaco y cogí otra botella de agua para mí. Se bebió la mitad del contenido de la botella de agua de un tirón, yo me bebí la otra mitad de la mía, y le dije:
-Yo también tenía sed.
Pusimos las botellas sobre la mesa. Rosalía me dijo:
-Sabes, creo que voy a despertar a Juan. Tu amiga me da miedo.
-No creo que se despierte hasta la noche, bebió demasiado, y por Yanet no te preocupes, esa perra ladra mucho, pero muerde poco. Por cierto. ¿Has venido a pasar la noche con mi hermano o solo a comer?
Me miró con cara de extrañada.
-¡¿Te dijo que iba a pasar la noche con él?!
No quise descubrir las ideas de mi hermano.
-No, pero lo supuse.
-Pues has supuesto mal.
-¿Tampoco eres su novia?
-Eso sí, pero no lo debía saber nadie.
-Los hermanos nos contamos cosas que no le contamos a nadie más.
-Sí, eso es verdad.
Bebimos el resto del agua y tiramos las botellas a la basura, y le dije:
-Creo que lo mejor es que juguemos a parchís
-Pero tu amiga va a seguir metiéndose conmigo.
-Ella es así, mucho bla, bla, bla, pero no hace nada. ¿Cojo el parchís?
-¿Y si tu amiga no quiere jugar, o si se pone muy pesada?
-Le doy puerta y jugamos tú y yo.
Regresamos al salón. Yanet tenía una revista en las manos y la ojeaba. Fui a un cajón del mueble y cogí el parchís, los dados y los cubiletes. Al poner el parchís y los dados y los cubiletes encima de él, me dijo Yanet:
-Es una pena que tu prima no fuera otra para jugar a la oca con ella.
Rosalía le empezó a plantar cara.
-Sé jugar a la oca, y casi siempre gano.
Me senté al lado de Rosalía, y le dije:
-A la oca que dice ella no te gustaría jugar, tiene reglas diferentes.
-¿Como de diferentes?
-Son reglas para calentar y luego echar un polvo.
-Algo así me olía
Yanet no podía quedarse margen de la conversación.
-¿Quieres saberlas?
-No voy a jugar a ese juego, pero no está por demás aprender cosas nuevas, dímelas
-Te cuento. Quien cae en la oca dice: » De oca a oca y quitó una prenda porque me toca. Quien cae en el puente, dice: «De puente a puente y dejo que me metan mano porque estoy caliente.» Quién cae en el pozo, dice: «Pozo, pozo, lléname de gozo.» Las que están jugando con ella la besan y le meten mano. Quien cae en la cárcel dice: «Aquí nadie me puede tocar, así que a otra le toca tirar.» Quien cae en la calavera, dice: «He muerto, llevarme al huerto.» Las que están jugando, la hacen morir de placer, o sea, la hacen acabar. Y si alguna llega al jardín de la oca hay que hacer lo que la ganadora ordene.
Rosalía, apretando las piernas, le preguntó:
-Esas reglas parecen hechas para lesbianas. ¿Quién las hizo?
-Yo.
-Me lo imaginaba. ¿Alguien llegó al jardín de la oca?
-De momento no.
Mi prima volvió a arreglar la falda y frotó las piernas.
Yanet me preguntó:
-¿Tienes tónicas, ron y limón?
-Sí, el ron está en el mueble bar y lo otro en la nevera.
-¿Os apetecen unos gin-tonics bien fríos?
Estaba en mi casa e invitaba con lo mío… En fin, que con el calor que estaba sintiendo algo frío me vendría de maravilla.
-A mí, sí. ¿Y a ti Rosalía?
-A mí también.
-Pues hazlos, Andrea.
Además de burra salí apaleada. Fui a por los vasos a la cocina y Rosalía me acompañó para coger las latas de tónica, un cuchillo y el limón. En la cocina me dijo Rosalía:
-¿Me has echado algo en el agua, Andrea?
-¿Por qué me preguntas eso?
-Es que siento mucho calor y un hormigueo ahí abajo.
Sabía lo que se sentía, por eso le dije:
-A mí me pasa lo mismo, aún va a ser que el agua estaba mala.
-¿También sientes calor y hormigueo ahí abajo?
-Abajo, arriba y en todas las partes.
Le di un beso con lengua, y Rosalía se derritió entre mis brazos, pero me dijo:
-No vuelvas a hacer eso
Le dio otro beso con lengua.
-Te dije que no volvieras a besarme. No quiero engañar a tu hermano, además, tu novia está en el salón.
Le eché las manos al culo, la apreté contra mí y la volví a besar con lengua. Yanet entró en la cocina, vio el beso y se hizo la ofendida.
-¡Qué descaro! ¡¿Cómo te atreves a comerle la boca a mi novia?!
-Me estaba besando ella a mí, yo no quería.
Yanet le hablo con sorna.
-Ya vi como forcejeabas con ella.
Salí en ayuda de mi prima.
-Tiene razón, fui yo la que quise seducirla.
-¡Me la suda! Ella se dejaba y sabía que somos pareja.
-Sudar te la voy a hacer sudar yo a ti.
-No, se la voy a hacer sudar yo ella. Se fue hacia Andrea, le echó una mano al cuello, con la otra la cogió por el cabello, tiró hacia atrás y le lamió la nuez y la parte de abajo de la barbilla. Janet me dijo:
-¡Haz algo, prima!
Le metí la mano dentro de las bragas.
-Eso no.
-La besé en la boca, luego le lamí el cuello y Janet la besó en la boca.
-Dejarme o chilló pidiendo auxilio.
Janet se puso detrás de ella con la espalda apoyada en la pared y le tapó la boca con una mano. Yo le desabotoné la blusa, le levanté las copas del sujetador, y magreando sus bellas tetas, lamí y chupé sus areolas color carne y sus pequeños pezones. Rosalía forcejeó al principio, pero después, cuando le quite la falda y saqué las bragas, bajó los brazos. Vi su chocho, que estaba mojado y que tenía una pequeña mata de vello rubio, y le dije:
-Estás empapada.
Lamí el chocho de abajo a arriba y luego, con la lengua cubierta de jugos, le lamí y le chupé el clítoris. Yanet le magreó las tetas con la mano que tenía libre, luego le giró la cara, le quitó la mano de la boca la besó con lengua y le magreó las tetas con las dos manos. Nada, no me aguantó nada, ni dos minutos llevaba lamiendo su coño y lamiendo y chupando su clítoris, cuando su pelvis me dio un zurriagazo en la boca, luego su cuerpo comenzó a convulsionarse y acabó en mi boca.
Al terminar de disfrutar, Janet la aparto, se bajó las bragas, me echó las manos a la cara y me llevó la boca a su chocho peludo. Aplasté mi lengua contra su chocho y ella lo frotó contra mi lengua moviendo la pelvis de abajo a arriba, de arriba a abajo y alrededor, la movió cada vez más aprisa hasta que acabó. No me pude tragar sus jugos porque su cuerpo se fue deslizando hacia abajo por la pared hasta que quedó sentada en el piso. Rosalía, que también se había sentado para ver como se la comía a Janet, me dijo:
-Estabais compinchas. Me drogasteis para aprovecharos de mí, y tú de drogada nada, mentirosa. No se lo negué.
-El fin justifica los medios. Ahora me toca a mí.
-Conmigo no cuentes.
Tenía a una que no daba ni tenía y a otra que no quería, y eso después de darle placer a las dos. Le eché las manos a los pelos a Rosalía, puse cara de enfadada, y le dije:
-O me comes el chocho, o le digo a mi hermano cuando despierte que te liaste conmigo y con Janet mientras él dormía.
-Capaz serías.
-Muy capaz.
Janet, ya recuperada, salió al quite.
-Yo te comeré el culo.
¡Esa es mi morena!
Le puse el chocho en la cara Rosalía. Janet, me separó las nalgas me lamio la raja del culo y al pasar por el agujero metía y sacaba la lengua de él. Como Rosalía no sacaba la lengua, agarrándole la cabeza, froté mi coño empapado contra la nariz de Rosalía.
-Quieras o o quieras, voy a a acabar en tu boca.
Poco después, me puse tensa y dije;
-¡Acabo!
Rosalía me echó las manos a la cintura, sacó la lengua y lamió mi coño con lujuria.
Al acabar de gozar, Rosalía ya había perdido cualquier atisbo de recato, se puso en pie, y nos dijo:
-Os voy a aprender a jugar a la oca.
Al rato nos sentamos a jugar a la oca. Jesús salió de su habitación, Janet, al verlo, dijo:
-De oca a oca y tiro porque me toca,
Quique.