La verdad es que nunca en mi vida pensé que mis problemas se acabarían resolviendo de esta manera, y menos con todo lo que hemos pasado, pero así es la vida.

Creo que para que podáis entenderlo es mejor que comience por describiros a las otras tres protagonistas.

Comenzaré por describir a mi madre, aunque ella se niegue a admitir lo zorra que es, es una mujer tan cachonda que no sabe dónde ponerse para que algo se le meta entre las piernas.

Y claro, el hijo ha salido a la madre, tan ardiente que no sé dónde colocarme para observar sus piernas, sus tetas o su perfecto culo.

Pero claro, antes no me fijaba en estas cosas, más bien pasaba el tiempo maquinando en la forma de deshacerme de ella y de mi tía.

Pero no adelantemos acontecimientos, centrémonos en cómo es el físico de mi madre.

Es una mujer de largos y sedosos morenos cabellos, de suave y fina piel, de grandes y firmes tetas, hermosa de rostro, con un culo redondo y duro y con una figura que haría las envidias de cualquier modelo.

A esto hay que añadirle que apenas nos separan trece años de edad, por lo que para mí es una hembra sobradamente apetecible.

La otra puta es mi tía, hermana gemela de mi madre (aunque físicamente tienen poco en común).

Se llama Ana y ésta es rubia, es más bajita que mi madre pero también está de muerte, tiene una cara preciosa que parece una quinceañera, unas tetas muy grandes y duras con unos pezones rosados y puntiagudos, y un pandero que se mueve como si siempre me estuviera pidiendo a gritos que le metiera mi polla hasta los cojones.

La última, mi querida y hermosa Sandra, se parece físicamente bastante a su madre, aunque sea más delgada y tenga el cabello de color castaño rojizo.

Lo que sí ha heredado son sus esculturales líneas femeninas y sus grandes globos de carne (refiriéndome tanto a sus tetas como a su trasero).

Ahora que lo pienso siempre he tenido a esta chiquilla a punto de caramelo.

Veréis, siempre hemos estado muy unidos, ya que el único apoyo y cariño que teníamos ambos era el que nos proporcionábamos el uno al otro.

Creo que ahora sí ha llegado el momento de contaros nuestra historia, pero para que comprendáis cómo hemos llegado hasta esta situación tenemos que remontarnos atrás en el tiempo, a una época en la que ni tan siquiera había nacido.

Veréis, mi abuelo era un importantísimo y recto hombre de negocios que tenía a las dos primeras individuas mencionadas por hijas.

Era un hombre chapado a la antigua, miembro aférrimo del Opus, que quería la mejor educación para sus «puras» y «virginales» hijitas, por lo que las metió a las dos en caro y estricto colegio de monjas para inculcarles una mentalidad y disciplina católica.

Ahora que sabéis cómo era la personalidad de mi abuelo, poneos en su lugar e imaginaros cómo reaccionaría una persona con esa mentalidad cuando se entera de que sus dos «inocentes» hijitas están preñadas con apenas doce años de edad.

Y sin saber ninguna de las dos quién es el padre, no por haber sido violadas, sino por que se han tirado a tantos tíos que no saben cuál es el que las ha dejado en estado.

Por lo que pude saber hace poco incluso se montaban orgías en las cuales competían entre ellas para ver cual era la que más polvos aguantaba.

Y claro, tal pugilato exigía una cantidad considerable de machos.

Bueno, pues el pobre hombre casi se vuelve loco al caerle una noticia «bomba» como esa.

Sé que ambas recibieron una buena paliza cada una, y que luego las amenazó claramente con echarlas de casa si alguna de ellas tocaba en lo que les quedaba de vida a algún macho.

Las sacó del colegio y no volvieron a estudiar en ningún sitio.

Durante los nueve meses de embarazo de esas dos se dedicó a supervisar la obra de la que iba a ser nuestra casa: un chalet de dos plantas independientes, construido en una parcela de terreno que tenía en un monte, relativamente cerca de su casa de campo.

La verdad es que el chalet está muy bien, con todo tipo de lujos.

Tan sólo tiene un inconveniente: que la carretera más cercana está unos cuatro kilómetros andando por el bosque.

La casa más cercana es la del abuelo, a unos trescientos metros andando por un caminito de tierra.

Aquí fue donde nos hemos criado desde que nacimos mi prima y yo.

De casa al cole y del cole a casa, en el coche del abuelo.

El abuelo instaló su despacho en su casa de campo y se fue a vivir permanentemente a ella, para controlar a mi madre y a la tía, desde el cual daba las órdenes necesarias.

De vez en cuando se marchaba a la nave industrial para comprobar la buena marcha de la fábrica, pero la mayor parte del tiempo la pasaba en la casa.

Y claro, imaginaos cómo se comportarían esas dos con nosotros cuando habían perdido su estatus social, la libertad, el dinero, el respeto y la confianza de su padre «por nuestra culpa».

Ésa era una frase que a mi prima y a mí nos repetían constantemente esas zorras, que si no hubiésemos nacido ellas no se encontrarían en esa situación.

Sandra y yo nos criamos con gritos, insultos, humillaciones, bofetadas y demás por parte de nuestras progenitoras.

Y Sandra aún lo pasó peor que yo, ya que yo al menos tenía algo de protección por parte del abuelo cuando se enteraba de lo que pasaba, pero ella ni eso.

Además de tener esa mentalidad retrógrada era muy machista y aprobaba el que la trataran a palos.

Cuando le comentaba que le pegaban a Sandra, el abuelo respondía «Es una mujer, algo haría para merecérselo».

Entre ella y yo nació una gran complicidad debido al mal trato que recibíamos, ya que nos apoyábamos y defendíamos mutuamente. Así fue como nos enamoramos el uno del otro.

Crecimos soñando que nos fugábamos, que las echábamos de casa, que las eliminábamos y las enterrábamos en el jardín… teníamos fantasías de todo tipo en las que conseguíamos vengarnos y ser libres, viviendo luego juntos como una pareja normal.

Y así fue nuestra vida hasta que cumplimos los trece años.

Cuando cumplí los trece años hacía algún tiempo que no me aplicaban castigos corporales, yo estaba ya muy desarrollado físicamente y seguro que las muy putas tenían miedo a que se los devolvieran.

Claro está que lo que sí que continuaba era la «guerra psicológica«, pero lo que no me esperaba es que hasta eso iba a cambiar, gracias a un golpe de suerte.

Ese mismo verano fue cuando ocurrió todo. Hacía un calor insoportable que no me permitía dormir por la noche, por lo que permanecía despierto tumbado sobre la cama, con la luz apagada y con la ventana abierta tan solo unos milímetros para que entrara algo de aire del exterior.

No era capaz de dormir y con casi todo en silencio el más mínimo ruido era bien perceptible. Se sentía las ramas de los árboles mecerse con la escasa brisa, el canto de los grillos… ¿y unas pisadas en el jardín?.

En un primer momento creí que eran imaginaciones mías, pero tras agudizar bien el oído (y ver que no me lo estaba imaginando) y pensar en lo fácil que sería robar por la noche en una casa perdida en medio del monte, totalmente aislada, como la nuestra (¿quién nos iba a oír pedir auxilio?) salí corriendo a por el teléfono inhalámbrico a oscuras.

Cuando lo cogí repare en que la cámara de vídeo estaba al lado, y se me ocurrió una idea mejor.

Pensé que si eran ladrones lo mejor era tener algo con lo que acusarlos, por lo que volví a mi habitación con ambos aparatos y preparé la videocámara, conectándola a la red eléctrica (ya que estaba sin batería), insertando una cinta y tapando el piloto rojo del frontal con un trozo de cinta aislante para que no me delatase mientras grababa.

Alguien estaba en el jardín como yo pensaba, pero no eran ladronzuelos como yo había supuesto, sino algo mucho mejor.

Tras encender la videocámara, colocarla en la modalidad nocturna y enfocar con el zoom hacia las dos siluetas que se observaban en la oscuridad me llevé la mayor alegría de mi vida.

Aunque la claridad de la imagen no era la ideal (esto ocurrió más o menos hace diez años, para que os hagáis una idea) se podía distinguir perfectamente los rostros del hombre y la mujer que se encontraban allí, y lo que estaban haciendo.

Eran la cabrona de mi tía y Don Eladio, un empleado de la empresa de mi abuelo, y no estaban precisamente jugando a las cartas.

Más bien a «esconder la salchicha», como digo yo. Grabé con todo detalle el espectáculo que me estaban dando sin que lo supieran, pero duró menos de lo que me esperaba.

Aquel tío se corrió muy rápido y el polvo apenas duró minuto y medio, pero era suficiente para vengarme al menos de una de las dos putas.

Pasé casi toda la noche en vela. En un primer momento trataba de explicarme la forma en que se habían conocido.

No duró mucho ya que no era importante para mí. Lo que sí que era importante era el hecho de que ahora tenía un instrumento de venganza por todos los años infernales que había pasado, y maquinaba en la mejor forma de jugar mis cartas.

Mi primer pensamiento fue ir corriendo junto al abuelo y enseñarle lo que había filmado. Sabía que si no le daba un infarto con las imágenes la echaría de casa inmediatamente.

Al menos me desharía de una de dos, pero luego recapacité y pensé que lo mejor era elaborar un buen plan con calma. Si había aguantado toda mi vida en esta situación esperar un poquito más no iba a cambiar nada pero me podía reportar unos beneficios mayores.

Descansé y dormí un poco durante el día, ya que esa noche tenía intención de pasarla con los ojos bien abiertos.

Cómo no, la escena se repitió. Sin embargo, al enfocar de cerca con el zoom, me quedé perplejo al observar que uno de los «jugadores» había cambiado.

El hombre era el mismo, pero la mujer no. Y la hembra no podía ser otra que la zorra de mi madre.

Apenas podía contener mi gozo ¡ahora tenía bien cogidas a las dos! Y por supuesto repitieron las mismas jugadas que con mi tía la noche anterior. Esa fue otra noche que pasé en vela.

Las horas se me hacían largas, esperando a que llegase el amanecer. Pero entonces fue cuando se me ocurrió la genialidad. Pensé «¿Qué castigo peor podría haber que el que las echasen de casa? ¡Pues el que sufran lo que yo he sufrido todos estos años!».

El camino a seguir era el más lógico: ¡el chantaje!. La única pega era el Sr. Eladio. era un hombre corpulento y atractivo que me podía crear más de un problema, así que me tenía que deshacer de él.

Yo no tenía fuerza o poder para echarlo, y tras darle muchas vueltas sólo se me ocurrió intentar manipular al único que sí tenía algún tipo de poder sobre el individuo, o sea mi abuelo, su jefe. La única opción era, por desgracia, también la más arriesgada.

De todas maneras ¿qué era lo peor que podía pasar, que el plan saliese mal y en lugar de que estar bajo mi yugo las pusiese de patitas en la calle?.

A la mañana siguiente salí para casa del abuelo con una copia (que me dediqué a hacer, junto con unas cuantas más, el resto de la noche) de las juergas nocturnas de las dos golfas. Repasé mi plan por el camino.

Básicamente consistía en enseñar solamente a una de las dos (la seleccionada fue mi madre) en un primer momento, planteándoselo no como un polvete sino como un enamoramiento (aunque yo sabía que reaccionaría mal igual) y tratar de descargar la culpabilidad sobre él, para que ella se quedase y a él lo echase.

Si no funcionaba eso intentaría colar además que nuestra relación había mejorado muchísimo y que ahora la necesitaba conmigo. Y si eso tampoco servía para hacerlo razonar, entonces le enseñaría la cinta completa para que los echase a los tres.

Cuando vio dichas imágenes en la televisión se enfureció tanto que no pensé que la iba a echar, sino que la iba a matar. Pero poco a poco fui calmándole.

Puse en marcha mi plan tal y como lo había ideado y obtuve cierto resultado, pero no con toda la contundencia que yo esperaba, aunque no hizo falta enseñarle las escenas de mi tía.

Entonces puse en marcha mi ingenio y sutilmente encaminé la conversación hasta la idea de que sería mejor evitar un enfrentamiento directo y castigarla de forma más sutil.

No recuerdo muy bien qué argumento esgrimí, creo que algo sobre la mejora de nuestra relación y sobre una posible fuga con el dichoso Eladio. Y añadí el «qué dirían» si alguien conocido de mi abuelo (por ejemplo sus empleados) se enterasen de esto.

Eso le gustaba aún menos que el que ella se hubiese comportado (a sus ojos) como una puta al acostarse con aquel hombre.

Accedió a no decir nada, lo que me dio vía libre para el chantaje ¡Incluso me agradeció el habérselo contado! Mientras me alejaba hacia la salida él estaba cogiendo el teléfono, supongo que para trasladar al fulano a la oficina más alejada o para despedirle ¡Eso le pasa por meterse en gallinero ajeno!

Regresé a casa impaciente por comenzar mi plan. Decidí que la primera a la que se la iba a «aplicar» era a mi tía. Me la encontré tendiendo la ropa en el balcón. Mi madre había salido a buscar agua al pozo, por lo que consideré que era el momento más propicio.

¡Hola, tía! ¿Juegas conmigo a algo? Me aburro mucho.

¡Oye, vete a molestar a tu madre o a tu prima! ¿No ves que estoy ocupada?- me contestó de forma brusca.

¡Vamos, tía! No encuentro a ninguna de las dos… ¡además, yo quiero jugar contigo como jugaste con el Sr. Eladio hace dos noches!

Se paró en seco. Dejó lo que estaba haciendo y nos metimos en el interior de la casa.

¡¿Qué has dicho?!

¡Pues lo que has oído! Yo me entero de todo lo que pasa ¡qué te habías creído! ¡Si no te importa hacerlo con cualquier extraño, tampoco te va a importa hacerlo conmigo!

¡¿No se lo habrás dicho a nadie, verdad?!

Aún no… ¡pero si no haces lo que te mando al abuelo le llegará una cinta de vídeo con ciertos jueguecitos tuyos y de ese cabrón! ¿Te imaginas cuáles serían las consecuencias para ti?

Se puso pálida, con una expresión de terror en la cara.

Estaba cogida y lo sabía, al igual que sabía que no me iba a limitar simplemente a echar un polvo.

Ella era consciente de que si el abuelo se enteraba de aquello no dudaría en ponerla en la calle, o algo peor.

Si mi tía en aquel momento tuviese el conocimiento de que el abuelo ya estaba al corriente de sus actos, creo que me hubiese guillotinado. Tras unos segundos de silencio por fin contestó:

Está bien, tú ganas… ¡Pero me tienes que prometer que nadie sabrá nada, ni de esto ni de lo de Eladio, y que esa cinta desaparecerá, ¿entendido?!

Nadie sabrá nada, pero esa cinta es mi seguro ¡mientras hagas lo que te mande, no tengo ni la más mínima intención de enseñarsela a nadie!

El trato estaba cerrado, y ya no había vuelta atrás. ¡Estaba que no meaba de júbilo! ¡Tenía a mi merced a una de mis más odiadas enemigas, y encima la iba a convertir en mi esclava sexual! ¿Acaso podían ir mejor las cosas?

Nos dirigimos hacia su dormitorio. Una vez allí comenzó a quitarse la ropa. No la detuve hasta que quedó al descubierto la ropa interior.

Ahí sí que la paré. ¡La ropa interior quería quitársela yo como símbolo de mi victoria sobre ella! Y mientras lo hacía magreaba y aplastaba sus enormes globos, sobaba su culo y su coño…

Repasaba cada centímetro de su piel, notando cómo se estremecía y temblaba, quizás del placer prácticamente olvidado o quizás de temor. Y al mismo tiempo apretaba mi miembro erecto contra sus duras nalgas.

En cuanto se quedó tal y como vino al mundo la senté en la cama de un empujón, quedando a la altura de mi bragueta. Me desabroché el pantalón y al bajarme el calzoncillo mi polla salió fuera con tanta furia que la golpeó en la mejilla.

¡Mámamela, putona! ¡Métetela en tu puta garganta, zorra!

No dijo nada. Tan solo la cogió con su mano con una expresión de resignación y se la acercó a la boca. Sus labios comenzaron a acariciarme la polla, y yo empecé a recorrer un mar de placeres. Empezó recorriéndola con la lengua, desde el perineo hasta la punta del glande, mientras que con la otra mano me sobaba los cojones. La caricia se prolongó un buen rato, hasta que la agarré por los pelos y se la metí de golpe hasta las amígdalas.

– ¡Dije que te la tragases toda, puta! ¡Ahora te voy a joder por la boca hasta hartarme! ¡Te vas a tragar mi leche sin desperdiciar una sola gota, y cuidado con los dientes, ¿entendido, zorra?!

Realicé tales embestidas que notaba como mi glande se aplastaba contra lo más profundo de su garganta, de forma frenética, ¡nunca había sentido nada igual, tan maravilloso!

Me la estaba follando por la boca, y mientras lo hacía de su garganta solamente salían gemidos ahogados, intentando suplicarme que parase. De sus ojos salía un río de lágrimas.

Aceleré mis movimientos hasta el límite de mis fuerzas, con lo que mi cipote se lió a vibrar y escupió largos chorreones de leche que no le quedó más remedio que tragarse. Se la dejé dentro durante unos minutos y luego la saqué. Al hacerlo ella cayó a un lado de la cama, tosiendo.

Estaba tan excitado que mi polla no perdió dureza. Todo lo contrario, ahora que me había vaciado, la follada podía podía prolongarse todo lo que deseara. ¡Y es que quería meterme en sus tres agujeritos!

Abrí sus piernas con mis manos, las separé y me metí entre ellas. Se resistía, me suplicaba, pero no podía evitar que metiese mi polla dentro de su coño.

Estaba muy cerrado y sin lubricar, lo que me excitó aún más. A base de fuerza bruta y con la saliva de la mamada, logré meter la cabeza de mi pollón en su coño.

Pegó tal alarido de dolor que casi me deja sordo, pero que me animó mucho a seguir. Seguí presionando sobre aquella cerrada gruta y conseguí introducirla lentamente hasta que toqué fondo.

Aún me quedaba un trozo de polla fuera.

Ella me clavaba las uñas en los hombros, suplicándome en vano que no siguiese.

Comencé el bombeo dentro del vientre de mi tía. A los pocos minutos aquel coño empezó a lubricarse, supongo que por el rozamiento con el clítoris, y comenzó a distendirse permitiendo que la follada fuese más fuerte y rápida.

Los gritos de dolor de mi tía se transformaron en auténticos aullidos de placer. Seguía suplicándome, pero esta vez pidiendo que no parase.

Me rodeaba con sus brazos y sus piernas y se movía frenéticamente.

Su conejo espasmeó de forma violenta en cinco ocasiones, la última simultáneamente con mi corrida. Mi leche salió disparada y llenó todos los recovecos del coño; salió tal volumen de esperma de mi polla que rezumó al exterior, resbalando hacia el culo.

Cuando recobramos el aliento, acertó a preguntarme:

Yo… nunca había sentido algo así… ni tan intenso, ni tan prolongado… ¿cómo es posible que haya gozado más con un chaval de trece años que con un tío de cuarenta años?

Pues es bien simple, tía: soy más joven, más apuesto, con más vigor y con una polla mucho más grande, gorda y resistente que la del fulano ése. Y estoy seguro que te ha dado morbo que haya sido tu sobrino el que te ha dado tanto placer ¡con lo puta que eres no me extrañaría nada!

¡Cabrón! ¡Yo no soy una puta!

¡Cómo que no, cacho puta! ¡Si no lo eras antes lo eres desde ahora! ¡Las putas se venden por dinero o por favores, ¿y qué acabas de hacer si no es venderte por un favor?!

Y, cuando se dio cuenta de que le estaba diciendo una verdad como un templo, rompió a llorar. Me lavé en el cuarto de baño y una vez vestido me limité a comentar:

Deseaba romperte ese bonito culo de puta que tienes y así llenarte por tus tres agujeritos, pero estoy demasiado cansado. ¡Aún así no te preocupes, que mañana será otro día!

Y tras soltar estas palabras salí de la habitación, con los llantos de mi ahora esclava como despedida ¡música para mis oídos! Me sentía algo cansado y desde luego más que en forma para joderla por atrás, pero me marché con esa excusa pensando en otra presa, ya que si con ésta había funcionado con la otra no iba a ser menos.

Descansé el resto del día y dormí parte de la tarde, reponiendo fuerzas tanto por el sueño atrasado como por el agotamiento de los dos polvos que le había echado a mi tía. Quería estar al cien por cien para la noche.

La verdad es que no me quedaban más ganas de jueguecitos, así que le entré directamente.

Os he visto joder a ti y a D. Eladio – le comenté nada más terminar de cenar. En un primer momento lo negó todo, pero enseguida afloró esa personalidad de puta que tiene.

¿Qué dices? ¿Es que estás borracho o qué?

Borracha debías estar tú para follar con un «pichacorta» como ése ¡no te hagas la idiota, que lo tengo todo grabado en vídeo! Dime, ¿qué crees que pensará el abuelo?

¡No, hijo! ¡No me hagas esto, mi niño!

Era la primera vez en toda mi vida que me decía una sola palabra cariñosa. ¡Me jodió mucho que fuese tan puta o tan subnormal como para intentar algo tan rastrero a estas alturas!

Así vas mal…

Entonces tendré que intentar convencerte de otra forma ¿no?

Caliente, caliente…

Y con voz claramente insinuante, mientras se ponía «cómoda», me decía:

¿Y de qué forma podría yo intentar convencerte, «cariño»?

Ese camino está mejor.

Ya no le dejé decir nada más, simplemente la agarré por el pelo y metí mi lengua en su boca. La tenía bien aprisionada, y cada vez apretaba mis labios contra los suyos con más fuerza. Así estuve un rato, saboreando mi mayor triunfo hasta que me separé repentinamente de ella.

¡Ahora vamos a tu dormitorio, putilla!

Me miró de forma lasciva, sonrió y se dirigió a la habitación, contoneando las caderas de tal manera que se me puso dura de golpe.

Dame un minuto y entra, semental.

Al abrir la puerta la imagen que vi quedará para siempre grabada en mi retina. Estaba tumbada sobre la cama, con las piernas abiertas y tocándose el coño con una mano. Veía su cuerpo escultural, bellísimo, en todo su esplendor, tal y como vino al mundo.

Me puse de lo más cachondo en menos de un segundo.

¡Vamos cariño, ven! ¡Tu mamita te va a dar gusto!

Me desnudé y me acerqué a ella. Sin decir nada y con una sonrisa de oreja a oreja me agarró la polla, que estaba durísima, y agachando la cabeza se la metió de golpe en la boca.

De nuevo me invadían oleadas de placer. Lamía y relamía, acariciaba y mimaba mi picha con su lengua y con sus labios, al mismo tiempo decía cosas como «qué bien sabe, mi amor» o «es la polla más grande que nunca había visto», y cosas por el estilo. No sé cuanto tiempo estuvimos así, pero me iba a correr y quería hacerlo en otro lugar. Se la saqué de la boca y la agarré de los pelos.

¡Vas a hacer lo que yo te mande, so puta, no lo que te apetezca!

Claro que sí, mi hombre. Haré todo lo que me pidas, tan solo ordénamelo.

¡Pues arrodíllate en el suelo y apoya el vientre en la cama, que te vas a enterar!

Así lo hizo. Apoyó la cabeza sobre la almohada mientras con una mano se sobaba los pezones y con la otra separaba los labios de su coño. Pero se equivocó al hacer esto último, ya que mi intención era hacer con ella lo que me quedó pendiente con mi tía, aunque a esa puta desde luego también se lo iba a hacer.

Me coloqué tras sus posaderas, mientras ella me decía frases cariñosas y lascivas. Agarré mi polla y apunté directamente hacia el ojete.

Con la otra mano la sujetaba de las caderas para evitar que intentase escapar.

Y sin esperar ni un segundo la empujé con todas mis fuerzas contra aquel minúsculo agujero.

Todo su cuerpo se tensó súbitamente y de su garganta salió un chillido desgarrador. Se agarraba a las sábanas, al colchón, al cabecero de la cama, a lo que fuese con tal de escapar. Pero no era posible, la tenía cogida y bien cogida.

Seguí presionando brutalmente de la misma forma que había hecho con mi tía por el coño y conseguí que entrase el glande, gracias a la saliva de las lamidas que me había hecho antes. Gritaba, lloraba y suplicaba que la sacase, ante lo cual me limité a contestar:

¿Acaso no ibas a obedecerme, puta? ¡Pues toma, te doy por el culo!

Seguí perforando en aquel estrecho y marrón canal lentamente. Costaba moverse dentro de su agujero culero ya que no tenía lubricación alguna. La poca movilidad que tenía era por la saliva y aún así…

Una vez metida del todo, lo cual tuve que hacer con varias embestidas a lo bestia, comencé el bombeo.

Me apretaba la polla como si me la estuviese escurriendo, lo que me daba un placer increíble. Con la mano que me quedaba libre me dediqué a sobarla por las tetas y el coño, y después introduje en su agujero delantero dos dedos.

También me costó bastante meterlos, tuvieron que entrar a presión. Y una vez metidos puede comprobar varias veces (creo recordar que fueron cuatro) cómo se corría, aprisionándolos con fuerza.

Sin embargo seguía chillando de dolor, por lo que pensé que a ésta también le iba la marcha violenta. Tras más o menos una media hora de encularla concienzudamente me vino el placer y la inundé de mi semen por las tripas.

Me separé de ella y caímos ambos rendidos sobre la cama. Tras unos segundos que nos permitieron recuperar el aliento a los dos me levanté y me lavé la polla en el aseo. Cuando volví estaba aún secándose las lágrimas de las mejillas, pero se forzó a sí misma a sonreírme y me dijo:

Te ha gustado ¿verdad mi amor? ¿Verdad que te ha gustado dar por el culo a tu mamita? Me ha gustado mucho el que me regaras las tripas, cariño. ¿Verdad que tu mamita se ha portado muy bien con su cariño?

No respondí nada. Sabía por dónde iban los tiros, pero me divertía verla sufrir y humillarse de esa manera.

¿Verdad que mi niño va a ser bueno ahora con su mami, como ella lo es con él? ¿Verdad que me vas a dar esa cinta? Si lo haces, mami hará siempre lo que el niño quiera, pero tienes que ser bueno con mamá.

Resultó tan patético que no pude evitar el soltar una carcajada profunda y sentida. Al verme se dio por aludida, pero aún así añadí:

¡Claro que sí, «mamita», te daré una copia para que nunca olvides quién manda aquí ahora! No siento que no te haya salido bien, «mami». ¡Pero mira que eres puta, coño!

Al ver que no había conseguido ablandarme con el numerito de «la mamá complaciente» intentó el de «la mamá cabreada», «la mamá indefensa» y «la mamá suplicante», sin obtener resultado alguno. La dejé continuar hasta el final, viendo cómo su desesperación se acentuaba cada vez más, hasta quedar totalmente derrotada.

Este día no lo olvidarás, puta; Es el día en que yo tomo el control, el día en que comienza tu tormento y mi venganza. ¡Lamentarás todas las penurias que me hiciste pasar, te devolveré todas las hostias que me regalaste, te humillaré, te joderé y te daré por el culo como tú me hiciste a mí, pero yo lo haré de verdad!

Me metí en su cama tal y como estaba. Abrí la sábana de su lado y la miré. No me hizo falta decir nada, se metió en la cama. Salí de la cama y busqué en el bolsillo de mi pantalón un par de cintas de tela. Con cada cinta até fuertemente sus manos al cabecero de la cama.

Después la agarré por los pelos con una mano mientras con la otra retorcía con furia uno de sus pezones. Enseguida se la metí en el coño, ya que aún no se me había bajado de todo, y dejé caer todo mi peso sobre ella.

Desde ahora y hasta que te mueras vas a dormir así, atada y conmigo a tu lado. ¡Cuando me salga de los cojones te la meteré por el agujero que más me plazca, te violaré de madrugada, haré que te despiertes asfixiándote con mi cipote perforando tu garganta o chillando en medio de la noche con mi polla reventando tu coño o tu culo… lamentarás haber nacido, puta!

Y tras vislumbrarle su futuro apagué la luz. Dormí sobre su cuerpo, dormí como nunca lo había hecho, tanto por el agotamiento de tanto follar como por la satisfacción y la felicidad que me había traído mi sádica venganza. Creo que ella no durmió tan bien… no sé por qué será (¡je, je, je…!).

Desde luego cumplí mis promesas como buen Amo de putas esclavas que soy y las jodí a ambas, sin que ninguna de las dos supiese que me tiraba también a la otra. Eso sí, me follaba a mi madre más que a mi tía, ya que con mi prima de por medio había que tener mucho cuidado de no ser pillados.

Durante todo este tiempo el abuelo no dijo nada sobre lo que sabía de lo de Eladio, o por lo menos no dijo nada claramente. Las colaba sutilmente, como insinuando que lo sabía, para luego actuar como si no supiese nada. Ellas quedaban totalmente acojonadas ante la duda, y él disfrutaba con su sufrimiento. Pero cumplió, nunca supieron con certeza si realmente sabía algo o eran imaginaciones suyas.

Poco antes de cumplir los diecinueve años mi prima comenzó a mostrarse especialmente cariñosa conmigo sin motivo aparente.

Yo estaba algo mosca, a pesar de lo unidos que Sandra y yo estábamos (supongo que es normal después de todos los años malos que pasé). Supuse que querría algo de mí, pero no imaginé que fuese al revés, que ella me quería dar algo a mí, en concreto el día de mi cumpleaños.

Cuando me levanté por la mañana el citado día me encontré que alguien había pasado una nota por debajo de la puerta de la calle, metida en un sobre con mi nombre. Aunque no estaba firmada era la letra de Sandra. Ella sabía que la reconocería.

El abuelo llevaba dos días de viaje por temas relacionados con su empresa y la nota me citaba en la casa de éste a media mañana. Al llegar me encontré otra nota pegada en la puerta que me decía más o menos «Tu regalo está en la habitación pequeña. Espero que te guste. Besos.».

Me dirigí al cuarto y al abrir la puerta lo que no me esperaba era encontrarla a ella en pelotas con las piernas abiertas y sobando sus tetas y su coño. Tan solo me dijo «¿Te gusta tu regalo, cariño? ¡Soy tuya para siempre, mi amor!».

La besé y la abracé con ternura, quería que con ella fuese distinto que con las otras dos putas. A esta le iba a dar mi amor, si ella lo aceptaba.

Me he «tragado» un par de esas pelis que os gustan a los tíos. Nunca he hecho nada de esto pero intentaré hacerlo lo mejor posible.

Comenzó a quitarme la ropa lentamente, y mientras lo hacía pasaba sus manos sobre mi pecho, sobre mi abdomen, hasta llegar a mi polla, que ya se encontraba dura como el hierro. Se arrodilló y me la besó suavemente, recorriéndola con sus labios mientras que con la mano que le quedaba libre me acariciaba los huevos.

Lamió hasta llegar al glande, en el cual se recreó largo rato, y posteriormente se la engulló toda. Se notaba que lo estaba haciendo todo de memoria, pero no estuvo nada mal para ser su primera vez.

La detuve, hice que se incorporara y la besé con dulzura. Bajé hasta sus enormes y duras tetas, y comencé a mamarlas con suavidad y delicadeza. No pudo evitar el comenzar a suspirar y gemir del placer que sentía en sus pezones, y su coño empezó a volverse caldoso.

Como he dicho con ella quería que fuera distinto, quería que gozara al máximo y sufriera lo mínimo, por lo que me decidí ha hacer algo que nunca había hecho con las otras dos; le iba a mamar el coño. Restregué mi mano por su coño durante unos minutos de forma lenta y suave. Busqué el clítoris y con la yema de los dedos lo magreé, consiguiendo que su chocho se encharcase totalmente.

¡Ay… pero qué me estás haciendo mi amor… para… aahh… para, por favor… que me desmayo…!

No hice ni el más mínimo caso y seguí llenándola de placer. Metí la puntita del dedo índice dentro del coño, con cuidado de no hacerle daño, y comencé los lengüeteos en el clítoris. Y en ese mismo instante le sobrevino su primer orgasmo. Temblaba y sudaba a mares. Dejé el pezón y la virginal gruta y volví a su cara. Se me comió a besos y me dijo lo feliz que la estaba haciendo.

¡Hazme lo que desees… quiero que me folles el coño y el culo… que me bañes con tu leche… que me rompas por todos sitios… te quiero, quiero ser tuya ahora!

Realicé sus deseos con la máxima delicadeza de la que fui capaz. La desvirgué por el coño y por el culo, y no fue un impedimento para ella el tragarse mi leche tras haber tenido mi cipote dentro de su trasero. Fue un polvo de esos que hacen época. Durante un largo rato estuvimos tumbados desnudos, abrazados el uno al otro. Luego me confesó:

Sé que te follas a mi madre. Hace un par de años os ví, pero no os disteis cuenta de mi presencia. Vi cómo se la metías por el culo de golpe, cómo la jodías hasta correrte dentro.

Me cabreé mucho, pensé que me habías traicionado, pero cuando recapacité, cuando recordé cómo esa perra lloraba del dolor, cómo se humillaba ante ti… no pude evitar sentirme bien.

No sé porqué no se rebela, supongo que la has estado chantajeando, pero no me importa. ¡Yo no voy a ser un obstáculo; te amo y quiero ser tuya, pero quiero que sigas haciéndola sufrir!

En vista de lo sucedido a mí también me dio un arrebato de sinceridad, aunque no tan fuerte como a ella. Añadí que mi madre estaba en la misma situación que la suya, y acerca del chantaje le expliqué la versión censurada, en la cual no se nombra para nada lo que hablamos el abuelo y yo pero sí las corredurías de esas dos, la existencia de una cinta de vídeo y la amenaza de destaparlo todo.

Todo esto debe quedar en el más estricto secreto. Si el abuelo se enterase de algo de esto, ahora estaríamos todos jodidos – añadí.

No te preocupes, sabes que sé guardar un secreto mi amor.

Desde aquel día también jodía con mi hermosa prima. Así que sus agujeros se acostumbraron a las dimensiones de mi cipote comenzamos a joder de forma asidua, a escondidas, sin no por eso dejar de follar con mi tía y con mi madre.

Cuando pasaron unos meses empezó a pedirme que la jodiese a la fuerza, que la violara y que la insultara mientras lo hacía, que la mordiera en las tetas… Yo sabía casi con certeza que tenía miedo de que me cansase de ella, ya que tenía a tres mujeres con las que echar un polvo y que disfrutaba mucho sacudiendo a las otras dos mientras me las tiraba. Traté de hacerle entender porqué quería que con ella las cosas fuesen distintas a cómo eran con su madre y la mía, pero podía más con ella el miedo que la razón.

Cuando la jodía con amor y delicadeza se echaba a llorar, diciéndome que acabaría cansándome de ella porque a los tíos nos gustaba violar a la fuerza a las mujeres, por lo que por desgracia acabé por tratar a las tres igual, debido a lo cual mi amor por ella se diluyó quedando tan sólo una ternura hacia ella aunque en la actualidad mi prima goza de unos privilegios que ya os contaré.

Para mí fue un fracaso muy grande, ya que con ella solo deseaba tener una relación de pareja normal, sin violencia y con todo el amor que nos pudiésemos dar, como soñábamos cuando éramos niños.

Al pasar de los veintiún años el abuelo enfermó gravemente y pronto murió. Estaba bastante acojonado, ya que no sabía a qué me podía atener ahora. Todo dependía de lo que hubiese dejado en el testamento.

El día que nos reunimos las partes interesadas el notario procedió a la lectura del testamento, en el cual tan solo nos dejaba unos sobres a nuestro nombre, uno para mi tía, otro para mi madre y un último para mí. Cada sobre contenía en su interior una nota. No sé que ponía en la de las dos fulanas, pero me quedé frito al leer la mía.

Según ese papel apenas unos meses después de nuestro famoso encuentro se decidió a poner todas las propiedades a mi nombre, así como la fábrica, las cuentas corrientes y demás.

Según ponía en la nota lo había hecho para que yo «pudiese seguir velando por el honor de mi madre y de mi tía, ya que al carecer ellas de ninguna fuente de ingresos o de propiedad alguna era fácil coaccionarlas», añadiendo que lamentaba dejarme a mí esta responsabilidad, pero que era la única persona decente que quedaba en la familia, que era el único en que de verdad podía confiar.

En verdad murió sin saber nada de lo que ocurría en la casa. No sé si esto fue legal, ya que actualmente según la ley al menos un tercio de la herencia es obligatoriamente para los hijos, pero las propiedades ahora estaban todas a mi nombre, así como el dinero y la empresa, y desde luego ellas no tenían dinero para recurrirlo con un abogado.

He hablado con un abogado hace poco porque es un tema que me preocupa, y me ha tranquilizado explicándome que los plazos para recurrir el testamento caducaron hace ya mucho tiempo.

Volviendo al momento anterior, cuando miré a mi madre y a su hermana estaban pálidas de horror. Les debía decir de todo menos bonitas. Se dieron cuenta de que las observaba y al ver la expresión de felicidad en mi rostro casi caen desmayadas.

Al llegar a casa les mandé que recogieran sus cosas, ya que nos mudábamos los cuatro a la vivienda de mi abuelo. Una vez allí llamé a mi madre y a mi tía, y en presencia de mi sonriente prima les puse las cosas en su sitio:

Creo que sabéis de sobra a quién pertenece ahora todo esto, hasta incluso la ropa que vestís. Quiero que me contestéis, ¿pensabais que no me estaba follando a la otra o sabíais que os jodía a ambas?

Al ver la expresión de ambos rostros supe claramente que les acababa de soltar una bomba. Sandra simplemente dijo:

¡Y no sois las únicas a quien se ha tirado, perras!

Sabiendo que tenía mi permiso bajó la cremallera de mis pantalones y sacó mi polla a través de la bragueta, se arrodilló y comenzó una suave mamada, delante de su madre y de la mía, las cuales no fueron capaces de articular palabra.

Ahora las tres sabían cuál era la situación en realidad. Las obligué a preparar la habitación más grande de la casa tal y como yo les indiqué, juntando las dos camas de matrimonio de la casa (la de mi abuelo y la de la habitación de los invitados) en una sola.

Después me encargué de fijarlas bien, para que no se separasen, ya que ahí íbamos a dormir los cuatro. Desde luego ése no fue el único cambio que se produjo en la casa.

Prohibí el uso de ropa interior y cualquier tipo de ropa que no fuese de puta (aunque rara vez dejo que se vistan y las obligo a ir en pelotas todo el día por la casa). También las obligué a llevar el rostro maquillado siempre, aunque sin cargarlo excesivamente ya que no me gusta.

Follo con cualquiera de las tres delante de las otras dos cuando me apetece y por el agujero que me apetece. Me gusta mucho joderlas al bañarnos, ya que el cabrón del abuelo tenía un jacuzzi enorme instalado en el cuarto de baño principal de la casa, comunicado con el interior de nuestra habitación por una puerta.

Dormimos los cuatro juntos y no perdí la costumbre de violar a alguna de madrugada, con la diferencia de que ahora tengo por la noche nueve agujeros en los que meterla en lugar de tres.

Como comenté antes a Sandra le di un pequeño privilegio: una de las veces que fui a revisar el funcionamiento de la fábrica, a la vuelta paré en un sex-shop y compré unas bragas con dos consoladores (uno por dentro y otro como si fuese la polla de un tío) para mi prima.

De vez en cuando se las dejo poner para que sepa el gustazo que da el violar a cualquiera de esas dos putas. Aunque alguna vez se lo tiene hecho a mi madre la mayoría de las veces se lo hace a la suya.

La rompe por todos sitios y se ve que disfruta mientras lo hace. A veces ocupa un agujero y yo el otro, para que la esclava sufra el doble mientras mi prima y yo gozamos simultáneamente de su cuerpo.

Esto me hizo ver cómo Sandra disfrutaba mandando a las putillas, por lo que se me ha pasado toda la ternura por mi prima y de vez en cuando la sacudo a ella también y la violo le sacudo con furia, no sea que piense que puede quitarme el mando. Y ella bien que obedece. Bueno, más que obedecer incluso me parece que le encanta.

Y así hasta la fecha de hoy, entrando en el 2002, en la que con 23 años no podría estar más a gusto y tranquilo.

Si alguien está en la misma situación que estaba yo, espero que mi relato le inspire para vengarse. Pero cuidado, no pretendo hacer apología de la violación ni mucho menos, así como del incesto.

Mis circunstancias personales me han llevado a esta situación, y no me refiero a que el pueda se vengue de su madre follándosela o violándola. ¡Ojalá yo hubiera podido tener una familia normal, que me diera afecto y no palizas! ¡Incluso estos años hubieran sido distintos si Sandra no hubiera cambiado su dulzura por la actitud de puta sumisa que tiene ahora!

Hasta es posible que hubiese dejado en paz a mi madre y a mi tía.

Este relato es totalmente verídico, pero el que se halle en circunstancias similares espero que las resuelva de otras maneras.