Pues todo comienza con la rehabilitación de los edificios colindantes. Yo compré el piso ya reformado y a sabiendas que las obras de los bloques de enfrente y de al lado, que tenían que remodelarse, no me iban a molestar mucho por mi horario de trabajo. El piso es una última planta, un séptimo con ventanas hacia la calle y hacía un pequeño y estrecho patio. De mi parte de bloques yo soy el único que tiene ventanas hacia ese patio y por lo tanto al edificio de enfrente.
Aclarado esto, la cosa es que un día laborable me tocan al timbre relativamente tarde, estaba preparando la cena. Se trataba de una pareja joven. Se presentaron de manera muy amable y educada como mis vecinos del bloque de al lado. La inesperada visita era para comentarme que iban a cambiar las tuberías del baño o algo así y que estuviera pendiente si había algún desperfecto en mis paredes contiguas con las de ellos, y que, si lo hubiera, que ellos se encargaban sin problemas, que perdonara las molestias y tal.
Pasaron las semanas y la verdad no caí en ese detalle hasta que una noche me despertaron los gemidos de ella. Resulta que, al cambiar el baño y el dormitorio, creo que dejaron un hueco sin aislante entre las paredes o algo así. Se escuchaba literalmente todo, tan nítido como si estuviéramos en la misma habitación. La verdad esa primera noche recuerdo que no me lo tomé muy bien, pero conforme iban pasando las semanas descubrí que aquello me ponía muchísimo. La chica era muy activa y gemía de muchas y variadas maneras, se veía que le encantaba el sexo y el que, cito textualmente: “le dieran por detrás”. El chico, por lo que se escuchaba aguantaba como todo un campeón. Además, estaban los preliminares. Frases como – “Uf, ¿ya la tienes así de gorda? – ¿Te hago una paja, me lo comes y después follamos?” … La verdad super morboso. Y como estaréis imaginando todavía no he ido a quejarme, es más, después de los primeros días, mientras les cogía el ritmo a sus “encuentros”, fui a su casa a “preguntar” que tal la obra.
Mi objetivo estaba claro: ponerle cara a la morbosa chica ya que, cuando vinieron a avisarme, no les presté mucha atención y necesitaba recordar cómo era la chica cuya voz me estaba proporcionando tantos orgasmos. Y sí, tuve suerte. Toqué el porterillo adecuado.
- Si ¿Quién es? Una voz de mujer que reconocí al instante contestó.
- Hola soy Juan vuestro vecino del bloque de al lado ¿Puedo hablar con vosotros un momento?
- Si claro, sube si no te importa.
Subí en el ascensor y al salir me estaba esperando en el descansillo. Imagino que, como en mi casa, la entrada a su piso estaba un poco escondida, al girar la esquina del rellano. Ella seguramente salió para que estuviera seguro de donde era exactamente. Yo me dirigí hacia ella, el ascensor se cerró dejando la planta casi a oscuras por medio segundo y ella agitó un poco los brazos para que el sensor de movimiento hiciera encender la luz de nuevo. Y sí, estaba como un queso. Estaba descalza, con las uñas de los pies con una monísima pedicura francesa. El pelo parecía cuidado, recién cortado, castaño claro, media melena lisa con el pelo suelto. Bastante guapa sin nada de maquillaje, con ojos marrones claro. Llevaba puesta una camiseta suelta de color rosa apagado, muy como de andar por casa y unos pantalones muy cortos, también muy sueltos y como la camiseta, parecían estar muy gastados. Su figura era delgada, pero con el culo y las caderas marcadas. La camiseta permitía ver su ombligo situado en un vientre plano, muy sexy y las piernas parecían muy suaves, perfectamente depiladas, con un color de piel blanco rosado. El pecho, claramente marcado en la desgastada camiseta, era mediano, tipo ‹‹pera››, en su sitio y con unos pezones puntiagudos que a través de la camiseta parecían de color claro. No creo que superara el metro sesenta de altura y seguramente menos de la treintena de edad. En definitiva, una preciosidad.
Me acerqué a ella y al igual que yo la miré de arriba abajo ella hizo lo mismo y se acercó a darme dos besos. Nos saludamos y hablamos con normalidad. Mientras preguntaba si ya había terminado la obra y tal no paraba de mirarla, con disimulo eso sí, mientras en mi cabeza se repasaban uno a uno los gemidos y comentarios de las últimas noches. Me invitó a pasar, me enseñó cómo había quedado después de la obra el lugar donde se la follaban casi todas las noches, es decir, el dormitorio y luego el baño. En algún momento de la conversación comentó que al parecer Sergio, su pareja, llegaría en media hora, así que le dije que no quería molestar y aunque me hubiera gustado quedarme un poco más a disfrutar de las bonitas vistas ya había cumplido mi objetivo y me marché de manera cordial.
En cuanto llegué a mi casa me puse a revisar sus redes sociales, ya que sí, tenía otro objetivo y sí, tenían puesto el nombre en el buzón, y sí de nuevo, para mis pervertidos propósitos en las fotos de sus redes sociales mostraba mucha… piel.
Con este material, de momento, tenía más que suficiente para seguir alimentando mi voyerismo ya que ellos por supuesto siguieron con sus sesiones nada silenciosas de sexo y yo por supuesto escuchando atentamente al otro lado. Incluso ha habido ocasiones en que me he cruzado de manera fortuita con ella en la entrada peatonal del garaje, mientras ella luce esa ropa de gimnasio tan pegada y sexi. Una total y descarada delicia de mujer.
Bien, pues esto es lo que pasó entre más o menos septiembre y octubre de ese año. Por supuesto esto se convirtió en rutina durante varios años más adelante, pero durante el siguiente verano a esto se le sumó una situación enormemente aún más morbosa si cabe.
Yo vivo en el sur de Andalucía, y aquí las temperaturas hacen que, si estas en tu casa, lo normal es que lleves poca ropa desde el mes de abril hasta prácticamente noviembre. ¿Qué por qué comento esto? ¿Recordáis el edifico de enfrente que estaban remodelando? Al final terminaron la obra y pese a que su estructura trasera, que es a la parte donde dan dos de mis ventanas (las únicas del edificio), y que parecían oficinas, resultó que eran viviendas. Con la mayoría de la fachada de cristal, es decir, ventanas de casi el suelo al techo de esas que son de color azul pero que, en cuanto enciendes la luz o hay la más mínima claridad, se ve todo el interior.
El caso es que yo, con mi rutina de masturbación escuchando a los vecinos, mientras hago ‹‹la espera›› suelo estar fumando en la ventana. Ya había gente viviendo en el edificio de enfrente y aunque solía estar pendiente de las ventanas de enfrente no había llegado a observar nada que llamara la atención de mi lado voyerista… hasta que una noche algo sí lo hizo:
En la ventana de enfrente, a escasos 6 o 7 metros se encendió la luz de la entrada del piso seguida de la luz de la cocina. Como ya sabía el interior se veía claramente casi en su totalidad. La vivienda parecía tener tres habitantes: un hombre de unos cuarenta o cuarenta y cinco años, un chico de unos joven años y una chica de unos treinta y pocos. Evidentemente me fijé en la mujer. Era relativamente alta, creo que superando el metro setenta. Melena de pelo rizado, morena, ojos marrones. No delgada, pero ni mucho menos rellenita. Bastante guapa. Estuve observándolos durante una media hora o así. Parecían de lo bastante normal así que dejé de prestarles atención en cuanto escuché que los que hasta entonces eran mis vecinos favoritos, entraban con las usuales risitas en el dormitorio y me preparé para el espectáculo auditivo.
No recuerdo exactamente cuantas noches seguidas tuvieron sexo la parejita de al lado, pero, sí que, por sus conversaciones, deduje que al día siguiente salían de viaje en avión y no volverían hasta pasados 15 días.
La cosa es que, acostumbrado a la rutina de esperar en mi dormitorio más o menos a la misma hora, cogí la costumbre de fumar en la ventana, aunque sabía que no habría espectáculo en unos días. En ese momento muchos de los pisos estaban vacíos, pero en el piso de enfrente sí que había movimiento… En unos días ya tenía más o menos claro los movimientos de los vecinos. Si bien es cierto que no vi nada interesante hubo un momento que, sin esperarlo en absoluto, la cosa se animó bastante. Solo recuerdo que me asomé como siempre a la ventana y la chica estaba en topless en la cocina. La verdad me sorprendió así que decidí rápidamente meterme un poco más adentro y poner la persiana y la ventana de manera que no se advirtiera mi presencia y seguí mirando.
La chica era bastante atractiva con una figura no delgada, pero ni por asomo rellenita. Llevaba un tanga negro liso, el culo en su sitio, sin marcas del biquini en la espalda. Ella estaba empezando a preparar la cena y tardó un buen rato en darse la vuelta. Tenía las tetas grandes, gordas y redondas, casi nada caídas y muy seguramente naturales. Con una aureola mediana color café con leche y los pezones estilo garbanzón apuntando al frente. La entrepierna la llevaba muy marcada. No sé cómo explicarlo, pero del tipo de chica que se pone un short ajustado y resalta su monte de venus. Las piernas muy bonitas con un tono de piel intermedio como un poco moreno. La verdad es que un cuerpo no de 10 pero, rozando el 9 seguro.
Estaba claro que ella no esperaba que nadie la pudiera ver. Hay que tener en cuenta que mi piso esta lo suficiente elevado para no darse cuenta y que mis ventanas son estrechas y alargadas y entiendo que se pueda pensar que no son de una vivienda propiamente dicha sino un tragaluz de las escaleras del bloque, pero yo la veía a escasos 7 u 8 metros. Estuve observando unos 10 minutos hasta que llegó su pareja. Su rutina parecía consistir en que él llegaba hablaban en la cocina un rato, él se metía en la ducha y salía en calzoncillos. Cenaban en el salón, ella llenaba el lavavajillas y fumaban en la cocina y se acostaban. Parecían seguir los mismos pasos durante la semana y yo decidí colocar una butaca encima de una mesa de forma que sentado, no quedaba a la vista de mis vecinos de enfrente y estaba lo suficientemente cómodo para seguir mirando a la nueva vecinita, pero recuerdo que ese mismo día que estrené mi nuevo puesto de vigilancia la chica llevaba sujetador.
Parecía que hacía las mismas tareas que de costumbre así que esperé a ver si decidía quitárselo. Pero no lo hizo, y el motivo lo supe sólo un poco más tarde. El hijo de su pareja estaba en casa.
Yo este detalle ya lo sabía por un par de interacciones que tuvimos en una reunión de vecinos cuando ella le dijo a su pareja algo así como que llamara a la madre de su hijo para equis asunto o algo así y que el piso era de ella porque él no podía firmar para un asunto de la comunidad o algo por el estilo. Una vez explicado esto voy a suponer que, en ese momento, ella no estaba con el pecho al aire como suele estar por ese motivo.
Los días pasaron, los vecinos de al lado volvieron con su programa de sexo nocturno y yo por supuesto como su fiel oyente, pero sentado en mi butaca atento a la vecina de enfrente que la mayoría de días decidía alegrarme la vista con su bonito cuerpo. Todo un lujo para mi lado voyeur. Y la cosa sólo acababa de empezar…
Bien, después de unos meses con mi paraíso voyeur montado, hubo un detalle que me llamó poderosamente la atención. Como ya he comentado es normal en la época estival ir con poca ropa por la casa, y mucho más aquí en el sur por las altas temperaturas del verano. El detalle en cuestión era el enorme paquete que se gastaba el joven. La verdad yo no me había fijado antes, ya sea porque solía llevar calzonas un poco más anchas o porque hasta ese momento no me había fijado en él. El joven es bastante delgado, calculo que metro sesenta, sin musculatura definida, lo que se dice por aquí canijo. Moreno, pelo corto y de piel bastante blanca, pero lo que más llamaba la atención, y con mucha diferencia, era el exagerado bulto en los calzoncillos blancos tipo slip que llevaba. Le estuve prestando atención toda la tarde. No podía creer que con en ese cuerpo tan… fino y esa edad pudiera tener un bulto tan exageradamente grande y como averigüé más adelante todavía no estaba duro. Yo imagino que por las vacaciones de verano estaba ahí puesto que estuvo algunos más días seguidos de lo normal.
El caso es que en ese mes hubo un cambio de rutina. La pareja de la chica parecía que tenía una especie de turno de tarde noche porque, solía salir sobre las 7 de la tarde y yo no estaba despierto para saber sobre qué hora llegaba, pero más tarde de las 3 de la madrugada seguro. Ese fue el primer cambio. El segundo es que ella volvía a estar en topless incluso cuando el joven estaba en casa. Yo no lo pillé al principio, pero recuerdo un día que ella estaba en topless, el joven y su pareja en calzoncillos, hicieron rutinas normales y justo al día siguiente parecía que el día se iba a desarrollar igual pero mientras el joven estaba en el salón, la chica y su pareja parecía que hablaban de ello en la cocina (quizás sea mi imaginación calenturienta) pero cuando el padre del chico fue a cambiarse y ponerse el uniforme para salir a trabajar, la chica se puso de manera muy inusual una camiseta. Hasta ese día la chica nuca había usado camiseta, pero el detalle es que cuando el padre del chico salió del piso con el uniforme ella se quitó la camiseta poniéndola acto seguido en la lavadora y volviendo a estar con sus maravillosas tetas al aire.
Esta serie de acontecimientos siguió los días siguientes, es decir, si el joven o el padre estaban en casa ella no llevaba parte de arriba, pero si estaban los tres, llevaba sujetador o un top deportivo de esos de gimnasio que están ahora tan de moda.
Luego está el tercer detalle. Los calzoncillos del joven. El chico, en sólo unos días, pasó de llevar calzonas de futbol o bóxer a llevar siempre calzoncillos de colores claros y ajustados. Si bien es cierto que esa época del año contra menos ropa mejor empecé a creer que todo esto era intencional. Creo que el joven se dio cuenta de que lo que tenía entre las piernas era excepcional y digamos que por lo menos la chica o le hizo un comentario o una mirada, algo, no estoy seguro, pero esto sólo fue el principio. (Creo que esto también formaba parte de mi caliente imaginación).
Yo simplemente observaba los acontecimientos. Por un lado, seguía escuchando los gemidos de mi vecina de al lado y por otro, no perdía detalle de lo que se desarrollaba en el piso de enfrente.
Al poco tiempo logré ver una nueva “escena”. La chica estaba en el salón viendo la televisión como ella se solía poner, en un lado del sofá con una o ambas piernas sobre el sofá y el chico tumbado en un sofá más pequeño con las piernas abiertas. No sabría explicar bien la postura y posición de los dos, pero el caso es que ella, estoy casi seguro, no podía ver lo que estaba haciendo el joven. Él estaba con una conocida consola portátil y unos cascos. Ella viendo la tele y él jugando a la consola, hasta aquí parecía todo normal. Pero cuando me fijo bien y como el chico tenía las piernas abiertas y en la dirección en la que estaba sentado, lo vi claramente: tenía el calzoncillo echado hacia un lado, con la polla y los huevos fuera y totalmente erecto. Se estaba acariciando el glande con un movimiento circular con la palma de la mano mientras la empujaba hacia abajo y dejaba que saltara hacia arriba como un resorte y chocara con su ombligo. Más que una masturbación propiamente dicha era como jugando con ella. No puedo asegurarlo, pero diría que miraba a la chica de reojo. No sé si para evitar que lo viera o porque le estaba mirando las tetas. Estuvo al menos 10 minutos haciendo eso hasta que la chica en un corte de publicidad se levanta para ir supongo que al baño. El chico se encogió en el sofá de manera disimulada y se colocó un cojín entre las piernas, la impresión que me dio fue que ella no se dio cuenta. El chaval dejó la consola en la mesa cercana y esperó que la chica volviera y se sentara de nuevo. Entonces se levantó y fue a la cocina por un camino que no pasaba directamente delante de ella, bordeando la mesa del comedor. Todavía llevaba el palo fuera, tieso y con el calzoncillo de un lado metido por la ingle. Puedo asegurar que era impresionante, no menos 19 cm y grueso, al menos 3 dedos de grosor. Muy blanca, con un glande totalmente descubierto en forma de seta, también muy grueso, color rosa claro y una forma de plátano que estando de pie le apuntaba a la barbilla con un ángulo de erección de casi 180 grados. Apenas tenía vello púbico y los testículos recogidos, con el escroto que parecía arrugado, no muy caídos, relativamente grandes, pero en proporción con tremendo rabo. El chico intentó ponerse bien el calzoncillo, pero si antes estaba apretado, ya directamente era imposible que eso entrara de nuevo en él. Intentó ponerla hacia un lado, pero no pudo así que seguidamente, se fue dirección a su cuarto. Se tumbó de lado encogido en la cama durante unos 5 minutos. Se levantó y seguía totalmente erecto y sin poderla volver a meter en calzoncillo así que finalmente cogió lo que creo que era una camiseta, se dirigió a la cocina, encendió el calentador y se metió en el cuarto de baño. Yo la verdad quedé impactado con el tamaño de ese miembro en comparación con el cuerpo y la edad del joven. Al cabo de un rato salió de la ducha ya con otros calzoncillos puestos, lo que hizo pensar que la camiseta era solo para taparse mientras iba a encender el termo. El resto del día continuó con relativa normalidad, aunque al día siguiente se volvió a repetir básicamente la misma escena, aunque esa vez pude ver cómo se desarrollaba desde el principio.
El chico ya estaba sentado en la misma posición con unos calzoncillos similares a los del día anterior, con su consola portátil y los cascos. La chica estaba en la cocina apoyada en la encimera fumando, de espaldas al fregadero donde depositaba la ceniza. El padre del chico estaba en el baño, terminando de prepararse para salir al trabajo. Salió y se dirigió a la cocina donde estuvo hablando con la chica unos minutos mientras se calzaba, se besaron y a modo de despedida él le dio una palmada en uno de los cachetes de ese espectacular y casi desnudo culo y se marchó. No pasaron ni dos minutos y la chica, aún en la cocina, se desabrochó el sujetador color verde oscuro que llevaba a juego con el tanga y lo metió en una red que estaba en la lavadora junto con más prendas, supongo que, del estilo, y la volvió a meter en la lavadora quedando de nuevo desnuda de cintura para arriba. La verdad, como esta vez lo hizo mirando hacia afuera pude ver lo poco que se caían esas gordas y redondas tetas al desabrochar el sujetador. La chica se fue al baño durante unos segundos y volvió secándose el sudor de debajo de las tetas con una toalla que también metió en la lavadora y entrecerró la puerta de ésta. Se fue al salón y se sentó a ver la televisión. El joven no tardó mucho en hacer un movimiento disimulado colocándose de nuevo el slip hacia un lado y empezar con el mismo movimiento del día anterior. Esta vez estoy casi seguro que no solo la vigilaba, sino que le la miraba a ella y sus buenas cualidades. Esperé al corte de publicidad, pero en esta ocasión ella no se levantó hasta que terminó el programa que estaba viendo y cuando lo hizo el chico puso disimuladamente la consola en su regazo y encogió las piernas. Al parecer la chica le había preguntado algo, puesto que estaban hablando, pero la chica no le dirigió la mirada mientras conversaban ya que ella iba hablando hacia la cocina con la intención de preparar la cena. Una vez la chica estaba en la cocina y ya ocupada con los preparativos de la cena el chico, todavía erecto ocupó el lugar de la chica en el sofá con unos movimientos un poco raros y se acomodó en él. Yo podía ver como éste seguía acariciando su miembro ya en el nuevo lugar mientras veía la tele hasta que, unos 20 minutos después, cuando creo que terminó lo que estaba viendo apagó la televisión y empezó a mirar hacia la cocina por encima del respaldo del sofá. De nuevo, pero esta vez tumbado en el sofá, parece que intentó sin éxito intentar meterla en el slip, así que se dirigió con el pene erecto y pegado al ombligo, hacia el pasillo camino del baño pidiéndole a la chica, que no lo podía ver desde su posición, que encendiera el calentador y se metió en el baño.
Esta misma rutina se extendió durante varios días, parecía que el chico le había “cogido el truco” aunque en una de estas ocasiones creí que la chica lo estaba viendo, pero si lo hizo no pareció reaccionar o disimuló muy bien pero claro, vamos a tener en cuenta, de nuevo, el factor de mi ya muy calenturienta imaginación…
Como iba diciendo, esta escena se repitió durante un par de semanas, hasta que noté la ausencia del chico durante unos días. Bien, pues resulta que después sucede lo siguiente:
Era fin de semana y el piso de enfrente se quedó a oscuras durante unos días. Imagino que fueron a la playa o camping, porque ella la noche anterior preparó en la cocina varias bolsas y una nevera de esas azules portátiles, siempre con las tetas al aire. El caso es que regresaron unos días más tarde. Yo la verdad esperaba su regreso en un cambio de quincena o un domingo, pero recuerdo que regresaron un día entre semana. Yo al ver la luz en reflejada el techo, me extrañé, así que decidí asomarme y ¡¡¡premio!!! La chica estaba totalmente desnuda. Parecía que se habían quemado un poco con el sol puesto que estaban bastante colorados, tanto el padre del chico como la chica y, es más, por la ausencia de marcas y la rojez de su escote y monte de venus, podría asegurar que, al menos la chica, había tomado el Sol totalmente desnuda. Ella estaba preparando ropa para lavar e iba de su dormitorio a la cocina llevando de poco en poco la ropa hacia cerca de la lavadora. Yo no tuve una vista clara de ella de frente hasta que sonó el porterillo electrónico. Ella lo cogió y mientras el hombre se ponía algo de ropa para abrir la puerta ella se encendió un cigarro y cerró la puerta de la cocina, colocándose de frente, hacia mí, mientras fumaba. Lo llevaba muy bien arreglado, con un pequeño triángulo tupido de vellos muy cortos encima de la vulva y unas ingles muy bien depiladas. Los labios parecían de tipo hamburguesa y una figura que marcaba muy bien sus bonitas ingles. Entre eso y sus fantásticas tetas una total delicia de chica al natural.
Desde mi posición no puedo ver la entradilla de la casa, pero rápidamente observé que era el pedido de una conocida marca de pizzas a domicilio. El hombre cerró la puerta de la vivienda y abrió la puerta de la cocina donde estaba la chica desnuda. Seguidamente llevó las dos cajas de pizza a la encimera de la cocina y terminó de ayudar a su pareja a separar la ropa y a poner la lavadora. La chica se dirigió a él indicando que esa ropa también la metiera en la lavadora y él se desnudó y lo hizo poniendo en marcha la lavadora. La verdad el hombre no estaba mal. Piel ligeramente morena, también enrojecida por el sol. Algo de musculatura superior, aunque sólo un poco de tripita. No muy peludo en pecho o espalda y un tren inferior relativamente definido. Se notaba que él si había usado el bañador pues de cintura para abajo no estaba tan moreno y nada colorado. El pubis lo tenía rapado, bastante arreglado. El pene lo tenía totalmente flácido y cubierto por el prepucio, relativamente pequeño, calculo que unos 5 o 6 cm de longitud y algo menos de dos dedos de grosor y unos testículos sin apenas vello, pero curiosamente redondos, nada caídos y, supongo que, de tamaño medio. Podemos decir que el hijo supera ampliamente y por mucho en tamaño al padre.
La pareja estuvo cenando, desnudos, y de manera tranquila en la cocina. Ella sentada en un taburete alto, con las piernas cruzadas y él sentado en la encimera. Cuando terminaron recogieron las cajas de pizza, sendos vasos y demás. El hombre encendió un cigarrillo mientras la chica pasaba la bayeta por la encimera y él de espaldas a ella le dio una cachetada en el culo que ella respondió de manera casi inmediata dándole en el hombro con la bayeta mientras los dos se sonreían. La chica salió de la cocina y volvió con un paquete de tabaco y un mechero en la mano. Seguidamente se encendió un cigarro. El hombre estaba mirando hacia afuera, apoyado en la encimera y a su lado la chica mirando hacia el fregadero también inclinada sobre la encimera, pero mirando hacia la pared. Estaban hablando y en un momento, con total naturalidad, la chica se cambió el cigarro de mano y la dirigió hasta el vientre del hombre no tardando ni dos segundos en encontrar su pene y testículos y empezar a sopesarlos. Estuvieron al menos un minuto manteniendo esta posición y hablando con naturalidad. La chica apagó su cigarro debajo del grifo del fregadero y soltó durante un momento el pene para deshacerse de la colilla mojada en el cubo de la basura. A pesar del masaje anterior el pene no parecía haber reaccionado. Entonces la chica metió las manos debajo del chorro de agua, cerró el grifo y sin secárselas dirigió sendas manos al paquete del hombre mientras lo miraba de forma tímida a la cara. Con una mano le acariciaba los testículos y con la otra descubrió el glande intentando masturbar el aun flácido pene con los dedos pulgar e índice. El pene ahora sí parecía que empezó a reaccionar. Después de unos segundos la chica volvió a mojarse las manos y siguió con su tarea de despertar al amiguito de su pareja, esta vez con una mano en la base del pene con el fin de que el prepucio no volviera a cubrir el glande y con la otra masturbándolo suavemente mientras se besaban. En aproximadamente 2 minutos parecía que aquello estaba listo. La chica lo soltó momentáneamente para ir a la nevera. He de decir que con una erección al 100% rozaría los 11 o 12 cm como mucho de largo y de un grosor medio, de unos 2 dedos. El glande no estaba totalmente descubierto pero la forma de banana, el mismo color rosado de éste y el grado de erección casi apuntando a la cara de la chica me hizo recordar el pollón del hijo y pensar en la genética.
La chica sacó de la nevera una botella de color blanco y celeste que reconocí al instante. Se trataba de una muy conocida marca de crema para después del sol. Abrió la botella y primero echó en las manos de su pareja una buena cantidad de crema para inmediatamente echarse ella en las suyas y empezaron a, literalmente, embadurnarse mutuamente de crema mientras se magreaban y se besaban de pie. Después de un par de minutos el hombre se colocó detrás de la chica, se echó crema de nuevo en las manos, hincó una rodilla en el suelo y empezó a masajear las piernas de la chica, de los pies a las caderas, de manera erótica, con calma, pero con cierta rapidez en sus movimientos. No tardó mucho en volver a ponerse de pie detrás de la chica, volvió a echarse un poco de crema en las manos y continuó por los hombros bajando primero a las caderas por los brazos y empezando a acariciar la parte interna de sus muslos e ingles. Él la guio para él apoyarse de espaldas en la encimera y atraer el culo de la chica hacia él. Con una mano le masajeaba lentamente las tetas y terminaba pellizcando el pezón para inmediatamente hacer lo mismo con el otro pecho pasando por ese magnífico canalillo. La otra mano ya estaba acariciando su vulva y buscando su clítoris. La chica lo estaba disfrutando y no tardó mucho en correrse. Le empezaron a temblar las caderas mientras intentaba juntar las rodillas entre visibles espasmos y arremetidas de su culo hacia atrás contra el hombre. Éste no parecía querer detenerse, incluso aumentó un poco el ritmo mientras la chica gemía con los ojos cerrados hasta que no pudo más y con su mano y sus muslos detuvo firmemente la mano del hombre mostrando una cara de alivio y una sonrisa digna de un buen orgasmo. La chica se giró y pasando sus manos por el interior de sus propios muslos e ingles, las dirigió al pene, el cual empezó a masajear, poniendo de nuevo especial atención en que el glande no se cubriera con el prepucio para así masajearlo mientras él apretaba, de frente, los senos de la chica y se besaban con la boca abierta lamiéndose mutuamente las lenguas. No tardaron en cambiar de postura ya que la mujer se separó del hombre y se inclinó en la encimera sugiriendo la penetración desde atrás. Su petición no tardó en ser respondida. Por la cara que puso la chica entró a la primera. Él la cogió por las caderas y empezó con las arremetidas. Primero con un ritmo lento pasando a uno totalmente frenético en apenas 20 segundos. No tardó mucho en correrse y además no lo hizo dentro. En 2, quizás 3 minutos la sacó, giró a la chica para besarse mientras se masturbaba frente a ella durante unos 15 o 20 segundos y comenzó a salpicar de leche el vientre de la chica mientras de su boca salía un gemido casi agónico interrumpido por los espasmos propios del orgasmo masculino. Desde mi posición estoy casi seguro que soltó una buena carga de esperma y aunque la mayoría fue a parar al vientre de la chica, se derramó en una amplia zona de la cocina. Cuando el hombre finalmente dejó de tocarse el miembro, la chica, que seguía frente a él y que no perdía detalle ni del miembro ni de la cara de su pareja mientras terminaba de eyacular. Lo tomó primero con ambas manos y luego con una mientras éste perdía toda su rigidez y tamaño, acariciándolo lentamente y usando las ultimas gotas de semen como lubricante. Finalmente se besaron hasta que el asunto volvió totalmente a su pequeño tamaño y ella se fue a la ducha mientras el hombre limpiaba la zona.
Una vez recogida la cocina el hombre entró en el baño y pasados unos minutos salió la chica con sólo una toalla en la cabeza. Tomó directamente agua de una botella del frigorífico y se encendió un cigarrillo del paquete de tabaco que aún seguía en la cocina. Acercó el taburete que había usado para sentarse en la cena a la encimera y se sentó con las piernas cruzadas de manera que el fregadero le quedara de manera cómoda para tirar la ceniza. Terminó el cigarrillo y se colocó la toalla del pelo sobre los hombros. Se dirigió a su dormitorio donde pude averiguar, por lo que me permiten ver las paredes esa zona de la casa, que se estaba cepillando el pelo. Posteriormente se dirigió a la cocina volvió a beber de la botella de agua del frigorífico, pero antes de llenarla de nuevo con agua del grifo, apareció su pareja para beber de la misma botella, llenarla y devolverla a la nevera. Parecía, por su pelo, que el hombre también había pasado por la ducha y volvió estando desnudo y de nuevo, totalmente erecto. La chica ya se había fijado en esto mientras él bebía pues arqueó las cejas en un sutil gesto de asombro. Cuando ya él cerró la puerta de del frigorífico, la chica dirigió de nuevo su mirada hacia su miembro y, haciendo el gesto de levantar el brazo con el puño cerrado hacia su propia barbilla, esbozó una pícara sonrisa a su pareja mientras intercambiaban miradas. Agitó unas tres veces el puño y seguidamente, sin quitar esa sonrisita pícara, abrió la mano y señalando con la palma abierta al pene alcancé a escuchar claramente que le preguntó con sorna ‹‹ ¿Y ahora qué hacemos? ››. Los dos se sonrieron mutuamente durante uno o dos segundos. Él, tomando esta vez la iniciativa, se lamió los dedos exceptuando el pulgar, y mientras se acercaba, la chica, de manera instintiva y mordiéndose el labio, descruzó las piernas dejándolas todo lo abiertas que su postura sentada en el taburete le permitió en ese momento, sin dejar de mirar la mano humedecida de su pareja. Él empezó a tocarla, diría que, sin llegar a penetrarla, y empezaron de nuevo a lamerse las lenguas. Esto no duró ni un minuto, pues la chica se levantó del taburete y se dirigieron de la mano al sofá pequeño del salón, el que mira directamente hacia mi posición. La chica puso bien la sabana que cubría el sofá e insinuó al hombre con la mirada que se sentara. Ella seguidamente se puso en cuclillas encima y empezó a subir y a bajar mientras que con una mano sujetaba la polla para enfilar la penetración. Esta postura no duró mucho puesto que el miembro se salió varias veces y la chica optó por ponerse de rodillas retrasando las piernas de una en una sin sacarla. La chica se movía muy bien, rozándose de arriba abajo, a muy buen ritmo. Apenas paró para recogerse el pelo con una gomilla de la muñeca. Él acompañaba el movimiento de la chica con las manos en las caderas y en el culo hasta que no más de 3 o 4 minutos después parece que la chica logró correrse. Se puso erguida, mirando hacia el techo y apoyando las manos en sus muslos y los hombros relajados. Bajó el ritmo de forma drástica y empezó de nuevo a besar al hombre. Unos instantes después se levantó y se sentó al lado de éste. Él seguía en casi la misma posición, echado hacia atrás, todavía con el miembro totalmente rígido y mirando hacia arriba. La chica abierta de piernas, se pasó la mano por la vulva y seguidamente llevó esos jugos recogidos con la mano a la polla del hombre y empezó a masturbarlo con un ritmo alto. Él no tardó casi nada en levantar un poco la mano que tenía en el reposabrazos, advirtiendo que se iba a venir, lo que hizo que la chica pasara una rodilla por encima de una de las piernas de su hombre, preparara un trozo de la sábana que cubría el sofá para que recibiera la inminente carga y empezara a mirar tanto la cara de él como a su polla, como si no quisiera perder detalle de ninguno de los dos mientras volvía a poner esa sonrisa pícara y se mordía el labio. No tardó en correrse. Por la distancia entre la pareja y yo, no puedo asegurar si la sábana le sirvió de algo a la chica, pero por los gestos y la mezcla de sonrisas pícaras y de asombro de ella, fue una abundante corrida. Ella bajo el ritmo muy lentamente, mientras observaba los espasmos y la cara de él, sin dejar de morderse el labio. Él incluso agarró la mano de ésta, pero no impidió que la chica siguiera jugando con ella hasta que ya una vez perdida la totalidad de su erección casi desapareciera el miembro entre sus dedos. Finalmente, el hombre se levantó, la besó en la frente y se dirigió al baño. Ella quitó la sabana del sofá y doblándola un poco la llevó a la cocina colocándosela en un hombro. Una vez allí se encendió de nuevo un cigarrillo. Tras un par de caladas empezó a secarse todo el cuerpo con ella, de los pies a la cara incluyendo la zona púbica y luego de la espalda al culo, como si de una toalla de baño se tratara, la hizo una bola y la dejó encima del taburete que seguía en la cocina. Bebió agua, apagó el cigarrillo en el fregadero y se sentó en el otro sofá del salón. El salió del baño, esta vez con unas calzonas e hizo lo mismo que la chica: se fumó un cigarro, bebió agua y apagando todas las luces se sentaron en el salón a ver la televisión para luego acostarse.
Lo bueno es que, apenas terminó el espectáculo visual empezaron mis vecinos de al lado el auditivo y acabé perdiendo la cuenta de las veces que yo terminé aquella noche.
Con esta serie de sucesos en mente se me ocurrió un método de “video vigilancia”. Pensé que, con una cámara de alta resolución y un trípode, conectado a la televisión, podría al menos estar al tanto, de manera más cómoda, de las aventuras de mis vecinos, pero no resultó viable por el enfoque de la cámara y que la luz de ésta me podría delatar muy fácilmente, así que finalmente decidí usar sólo unos prismáticos con muy poco aumento con un sencillo trípode que logré encontrar por internet y volver a colocar la butaca encima de la mesa.
Esta “vigilancia” se extendió de manera indefinida, casi todas la tardes y noches que el trabajo y la vida social me permitían. Durante ese verano logré presenciar algunas escenas más de mis vecinos de enfrente dándome cuenta de algo. Parece que, dentro de su monotonía sexual, la chica casi siempre era la que tomaba la iniciativa. Primero hacía que el hombre se corriera, normalmente masturbándolo y casi siempre con un poco de sexo oral y luego, en la ‹‹segunda ronda››, con ella encima y, pese a lo visto la primera vez que logré verlos, lo normal es que el hombre se corriera dentro. No suelen tardar mucho, unos 15 minutos de media entre las dos ‹‹rondas››, todo lo contrario, a la parejita de la “radiofrecuencia” que se pasaban jadeando 40 o 50 minutos de media.
Con todo esto terminé pasando un muy entretenido verano, aunque lo más morboso y sorprendente llegaría unos meses más tarde…
Como ya he comentado antes, donde resido, el buen tiempo suele llegar incluso antes de la primavera y ese año no fue la excepción. A primeros de marzo mi vecina de enfrente ya empezó a salir de la ducha sólo con el tanga puesto, dejándome ver de nuevo sus fabulosas cualidades y un regalito extra en forma de tatuajes. En la paletilla izquierda llevaba ahora la silueta de un ave rapaz, diría un águila o un halcón, no muy grande, de buen gusto y mucho detalle. También se tatuó una frase o cita alrededor de la parte superior del muslo derecho. La verdad le quedaban bastante bien. Yo por mi parte volví a montar mi ‹‹puesto de vigilancia voyeur-veraniego››. Parecía que la chica estaba yendo al gimnasio, cosa que averigüé más tarde por sus rutinas, nueva vestimenta y porque ahora tenía un cuerpo un poco más definido y sexy si cabe.
Ambas rutinas no parecían haber cambiado mucho. Lo único destacable por el momento era que los vecinos habían incluido en su repertorio de sonidos sexuales muchas más palmadas en el culo que de costumbre y que el hijo de la pareja de mi vecina pasaba bastantes más días seguidos que antes con la pareja. Creo que este detalle es relevante porque lo más importante de esta ‹‹nueva temporada estival›› lo tiene a él como protagonista…
La chica por su parte llegaba poco antes de que el padre del chico se fuera a trabajar. A judgar por su atuendo venía del gimnasio y lo más común era que él se terminará de alistar para ir al trabajo en la cocina mientras los dos hablaban unos minutos. Cuando él se marchaba la chica se duchaba en unos 15 o 20 minutos y salía ya en tanga, incluso algunas veces totalmente desnuda, cosa que me sorprendió pues el joven estaba en casa. Luego llenaba la lavadora con la ropa y toallas que traía cargando desde el baño y algo de ropa que sacaba de una bolsa de plástico del macuto que llevaba al gimnasio.
Lo más común es que el chico estuviera en el salón, ella lo llamara para ir a la cocina (reitero lo de algunas veces totalmente desnuda) y una vez él llegaba a la puerta de la cocina, ella le pidiera que se duchara, supongo que, para terminar de llenar la lavadora. Estas interacciones con ella totalmente desnuda empezaron a ser más frecuentes conforme el buen tiempo se establecía y la media de temperatura iba aumentando.
En este punto, yo como espectador, empecé a plantearme muchas cosas e imagino, que los lectores también, así que, creo que debería de aclarar algo: Por sucesos, interacciones y ciertas conversaciones que logré oír a medias, que se desarrollaron y que a lo mejor no he descrito, y que, por el bien del contexto del relato, tengo que decir que creo, que la chica en su convicción de estar en su (y subrayo su) casa como ella quiere, terminó planteando los siguientes sucesos. Que no he visto maldad o premeditación, simplemente personas que se dejaron llevar por la tentación y que lamento que mi poca experiencia como narrador llegue a transmitir otra cosa. Una vez aclarado este punto continuo.
El chico, durante estas nuevas interacciones, por supuesto se mostraba tímido, pero conforme iban pasando los días empezó a ser más atrevido, me explico. Cuando la chica salía de la ducha, él empezaba a realizar una serie de movimientos en el sofá para observarla, y cuando ella le avisaba de que era el momento para ducharse empezó a entrar en la cocina mientras ella estaba y beber agua, por ejemplo, antes de pasar al baño. No tardó mucho en empezar a esperarla en cocina. Unos instantes después de que la chica entrara a ducharse, él se dirigía a la cocina, preparaba de manera apresurada algo de merendar en la encimera, pero no comía. Esperaba a que la chica saliera del baño para empezar a comer y así esperarla y mirarla con disimulo. Este ‹‹disimulo›› cada vez era más evidente. El chico, que solía estar en slips y camiseta, empezó a quitarse la camiseta y a colocarla en su regazo para disimular la erección, e incluso creo que intentar colocársela, mientras comía y cuando terminaba y limpiaba la encimera, lo hacía con movimientos para disimular las miradas. Luego se dirigía al baño utilizando la camiseta para ocultar su paquete. Por su parte, de momento la chica actuaba con aparente normalidad.
Días más tarde pude ver a la pareja de la chica poner un ventilador de esos de suelo en la cocina. La idea, además de utilizarlo de la manera más común, era utilizarlo para terminar de secarse después de la ducha, en la cocina, y o bien tender la toalla en el pequeño lavadero o meterla en la lavadora o cesto de la ropa. Al primero que observé hacer esto fue al padre del chico. Salía en calzoncillos con el uniforme en un brazo y la toalla en el otro, se terminaba de secar y vestir en la cocina frente al potente ventilador mientras, como era ya habitual, hablaba unos minutos con la chica antes de marcharse. La chica empezó a replicar este comportamiento un par de días después. Voy a llamarlo la casualidad de que el chico sí estaba ese día en casa y que empezaba una de esas relativamente frecuentes olas de calor. El caso es que el chico estaba como de costumbre en la cocina esperándola para empezar a merendar. Ella salió de la ducha con la toalla de baño puesta alrededor del cuerpo y el peine en la mano. Entró a la cocina y le pidió al chico que cambiara de lugar el taburete para poder tener espacio frente al ventilador. Él lo hizo (creo que sin premeditación) quedando en una posición donde él la podía mirar de perfil mientras la chica se secaba y se cepillaba el pelo. El chico, por la cara que puso no se lo esperaba para nada. La chica sin pudor alguno encendió el ventilador y empezó a secarse con toda la tranquilidad del mundo. La expresión del chico era todo un poema. La chica tardó unos 3 o 4 minutos en terminar y de nuevo con toda la tranquilidad del mundo, le preguntó al chico que si giraba el ventilador hacia él y luego le ofreció la toalla para que la utilizara después de ducharse, habiendo hecho previamente la acción de tocarla para comprobar que estaba seca. Él la agarró y la colocó en su regazo mientras (y estoy seguro) que miraba directamente a la desnuda entrepierna de la chica. Este suceso se repitió todas las tardes durante un par de semanas y la mayoría de veces con la chica totalmente desnuda y siguiendo después con la rutina de sentarse los dos en el salón como ya he comentado anteriormente.
Pasados estos días noté la ausencia del chico durante 3 o 4 días seguidos. Las rutinas del padre y su pareja no cambiaron, es decir, seguían utilizando el ventilador de la cocina para secarse de la misma manera. Como ya he dicho la chica llevaba el pubis con un pequeño y tupido triangulo de vellos cortos y el resto muy bien depilado. Puedo asegurar, gracias a mis prismáticos de poco aumento, que nunca la he visto descuidarse lo más mínimo el vello púbico. Dicho esto, el chico estaba de nuevo en la casa esperando, al igual que yo, el espectáculo diario en la cocina y la chica no sólo no decepcionó, sino que superó de nuevo las expectativas: Esta vez salió totalmente desnuda, con la toalla sobre los hombros y para nuestra sorpresa, la del chico y la mía propia, lo llevaba totalmente depilado. El pequeño triángulo había desaparecido por completo literalmente de un día para otro. El chico, al igual que yo, no podía dejar de mirar esa bellísima, preciosa y perfectamente depilada entrepierna, incluso cambió disimuladamente un poco de sitio el taburete y se inclinaba hacia un lado para poder observar desde un mejor ángulo y, esta vez sí, la chica se dio cuenta de esto. Pero por el momento su reacción sólo fue la de sonreír, como si le hiciera gracia. No dejó de sonreír hasta que, bajo la atenta mirada del joven, terminó de secarse y cepillarse el pelo y, sin decir una palabra, cruzó un par de miradas con el chico asegurándose de que su entrepierna era su foco de atención. Le entregó, como de costumbre, la toalla al chico y se dirigió al salón. La reacción del chico, una vez la chica se había sentado en el sofá, fue la de llevarse la mano a la boca poniendo cara de asombro y agitando la otra. Acto seguido, puso la camiseta y la toalla que tenía en su regazo en la encimera junto al plato que, por el calentón esta vez, no había tocado, y dejó salir el miembro totalmente erecto y pegado al abdomen. Se puso la toalla en la cintura y se dirigió al baño. Por supuesto yo tampoco salía de mi asombro.
El resto de la tarde transcurrió con relativa normalidad hasta después de la cena. Lo normal es que ya una vez la chica terminaba de recoger la cocina se fumara un cigarro mientras ojeaba el móvil mientras el chico se iba a su cuarto a jugar a la consola, pero esa noche el joven se dirigió a la cocina.
Llevaba esos calzoncillos tipo slip que apenas podían contener el enorme paquete que tenía.
– “¿Todavía hay barra de helado?” Preguntó de manera tímida al entrar.
La chica sólo asintió con la cabeza mientras seguía mirando su móvil. El chico se preparó helado en un plato y comenzó a comer en la encimera, de pie, y mirando de arriba abajo sin perder detalle del cuerpo desnudo de ella. La chica le preguntó algo que no pude llegar a oír y él respondió de manera afirmativa mientras seguía comiendo y mirándola. Pasaron unos segundos y ella, de manera inesperada, levantó la vista del móvil y volvió la mirada al chico. El intentó disimular dirigiendo la mirada al plato y entonces ella se fijó durante unos 10 segundos en el exagerado bulto de los calzoncillos del chico. Sonrió de manera pícara con la boca entre abierta durante unos segundos más, como pensando lo que iba a decir, y cuando parecía que ya lo había decidido, apoyó la espalda y los antebrazos en la encimera y sin dejar de mirar al bulto del chico se lo soltó con tono de sorna:
– “¿Entonces que pasa?, te ha gustado mi nuevo look, ¿no?”
El chico la miró con cara de no haberla entendido mientras la chica lo miraba divertida durante unos segundos. Al no obtener repuesta por parte de él la chica se incorporó de la encimera y colocándose un poco más cerca y frente a él le preguntó de manera más pausada y con el mismo tono de sorna y expresión divertida:
– “Te pregunto, que si entonces, te ha gustado mi nuevo look”
La chica, mientras decía esto, se señaló a sí misma con la palma de la mano, moviéndola como si de un capote de torero se tratase, desde su pecho hasta sus muslos. El chico bajó la mirada al plato totalmente avergonzado incapaz de responder. La chica seguía mirándolo de manera divertida y cambió a un tono comprensivo. No llegué a escuchar de manera exacta lo que seguidamente le dijo, pero lo pude interpretar como un “si no hace falta que lo digas, si ya lo estoy viendo” por sus gestos y el movimiento de señalar con la mano en dirección al miembro del chico.
– “No, no, de verdad, si estoy normal, de verdad” Respondió rápidamente el chico mostrándose avergonzado, negando con la cabeza y llevando de manera instintiva la mano contraria a la cuchara a su miembro.
– “Hijo puta el niño, que no dice con ese paquetón. Anda no te la pellizques más que vas a dar de sí los calzoncillos. Si no pasa nada anda, si yo no me enfado ni voy a decir nada.”
Mientras la chica le decía esto en tono jocoso y conciliador, se acercó a él y terminando la frase le tocó el hombro con una mano y lo despeinó de manera cariñosa con la otra y, dirigiéndose al salón, intentó dar por terminada la conversación. Pero al ver esto el chico se volvió hacia ella y sin dejar de tocársela por encima del calzoncillo le dijo casi desesperado de la vergüenza:
– “Que no, de verdad. Que está blanda todavía. En serio”
Yo la verdad pensaba que se la iba a enseñar en ese momento. Entonces la chica se volvió de manera tranquila hacia él y, mirando y señalando con la palma de la mano directamente a la mano y el calzoncillo del chico, dijo en tono divertido y tranquilizador algo que no escuché del todo, pero seguro que muy similar a: “Pues anda que menudo pollón que tiene el nene. Anda que no te preocupes que no digo nada. Vete a tu cuarto anda. De verdad”.
La cosa esa noche quedó ahí para ellos. Yo estaba con el corazón a mil. No podía creer dónde me estaba llevando este ‹‹gran hermano vecinal›› y es que, en ese momento, supe que esto, o había terminado ahora, o iba a continuar hasta un muy excitante y morboso final.
Yo por mi parte estuve todo el día siguiente pensando en el ‹‹nuevo capítulo››, no podía quitármelo de la cabeza. Recuerdo que llegué de trabajar e inmediatamente me desnudé y me senté en mi ‹‹butaca vip›› a sabiendas que el espectáculo tardaría bastante en empezar. Pero ese día no hubo espectáculo. El chico no se atrevió a ir a la cocina y la chica llevaba un tanga puesto. El chico se ausentó durante 3 o 4 días y cuando ya casi me había concienciado de que esto no iba a ir a más, me di cuenta que el chaval había vuelto y que estaba en casa, en la cocina, en slip, sin camiseta y de nuevo esperando a merendar mientras la chica se secaba.
La chica salió en tanga con la toalla en la mano, pero al ver al chico sentado en el taburete, de espaldas en la cocina se paró en seco y dio media vuelta dirigiéndose a su dormitorio. Yo pensé que iba a evitar al chico y se iba a secar en su dormitorio o en el baño, pero nada más lejos. Hizo una serie de movimientos, agarró una lata azul marino de crema de una conocida marca, se colocó la toalla en los hombros y haciendo un gesto con la cabeza de “vamos allá” se dirigió a la cocina a comenzar su rutina de secado. Cuando me di cuenta que ya no llevaba el tanga y estaba totalmente desnuda caí en que los movimientos en el dormitorio se debían a que se lo estaba quitando. Eso me dejó claro que la mujer estaba dispuesta a seguir siendo objeto de las miradas del chico. La escena se desarrolló como de costumbre bajo la atenta mirada del chaval, con el añadido del espectáculo de la crema. La chica no se cortó un pelo y se aplicó crema por todo el cuerpo. No de manera sensual pero sí con relativa calma y sin olvidar sus preciosos y magníficos senos, su entrenado culo de gimnasio y su depilada entrepierna. El chico no paraba de mirarla, con mucho menos disimulo que en las ocasiones anteriores. En su expresión se podía notar el gesto con la boca de soplar “uf”. Yo no me había fijado en el detalle que esta vez el chico no tenía camiseta en el regazo. Me di cuenta de ello cuando la chica, como era habitual, le ofreció la toalla, pero el chico esta vez no se la puso en el regazo. Se la colocó en el hombro y se levantó de su asiento para colgarla del pomo de la puerta del pasillo al baño y se volvió a sentar, y sí, estaba muy erecto. En el poco tiempo que se mantuvo de pie, tanto yo como la chica lo notamos… como para no verlo. La tenía aprisionada hacia un lado y apuntando hacia su hombro, dejando un enorme hueco entre la parte superior del slip y el delgado bajo vientre del chico. Claramente la prenda no podía tapar ese enorme y durísimo pollón. Las tornas se habían cambiado puesto que era ahora la chica la que miraba la entrepierna del chaval mientras éste, sin levantar la mirada del plato del sándwich que estaba comiendo, intentaba disimular que ahora él era el objeto de las miradas. Pasado más o menos un instante, fue la chica la que salió de la cocina una vez cogió el peine y la lata de crema con una mano y se dirigió a su dormitorio. Se tapaba la boca con una mano con un gesto entre risa y asombro, y con la otra intentaba abanicarse con el peine y la lata de crema. Una vez en su dormitorio colocó lo que traía en la mano y se mantuvo con la mano apoyada en el marco de la puerta del dormitorio durante unos instantes, como pensando su próximo movimiento.
Por su parte el chico terminó su merienda y recogió su plato y la encimera. Miró hacia la puerta de la cocina para comprobar que la chica no lo veía y, bajando y colocando el tenso elástico de los slips bajo sus testículos, dejó estos al aire y, mirando hacia el techo con cara de alivio dejó que su tremendo miembro saltara como un resorte. Vuelvo a decir que esa longitud y grosor no eran propios de ese cuerpo. La punta le tocaba el ombligo ya que, su arco en forma de ‹‹banana›› y el empuje hacia arriba del slip hacían que éste estuviera en esta posición tan vertical. Se asomó al pasillo y recogió la toalla que antes había colgado en el pomo de la puerta y de manera inmediata se la colocó en la cintura y se dirigió al baño.
El resto de la tarde noche transcurrió con relativa normalidad y recuerdo que el chico se ausentó de nuevo un par de días. Además, ese fin de semana el piso se mantuvo a oscuras, supongo que salieron de viaje.
Recuerdo que volvieron la noche de un día entresemana. Yo estaba disfrutando del extra de gemidos de mis vecinos y al encenderse la luz los vi llegar con maletas y macutos. Entraron los tres: la mujer, el joven y el padre de éste. Era relativamente tarde y no hubo nada destacable en sus movimientos pues se fueron relativamente rápido a dormir.
Al día siguiente se repitió la misma escena: la chica, la crema, la toalla, el chico, los slips por debajo de los testículos… y esto continuó repitiéndose durante más de una semana. A la chica se le notaba en la cara que estas ‹‹meriendas›› le encantaban y dejó de utilizar el tanga directamente. Al chico se le veía como más decidido al levantarse y dejar la toalla ya que en las últimas ocasiones se atrevía a llevar la toalla hasta el baño dejando que su ‹‹espectadora particular›› tuviera más tiempo de visionado y él, por su parte, no se cortaba un pelo en mirar fijamente a la chica mientras se secaba, se ponía crema y se cepillaba el pelo.
Yo ya estaba convencido que ninguno de los dos se iba a atrever a más. Ni el chico por su… podemos llamarlo mentalidad, ni la chica por su… podemos llamarlo posición. Pero estaba muy equivocado y el siguiente paso lo dio quien menos esperaba:
Después de 7 u 8 días con estas ‹‹meriendas›› esa tarde parecía que estaban hablando con mucha naturalidad, cosa que me pareció extraña pues durante esos momentos los dos permanecían en completo silencio. No pude escuchar nada de su conversación y nada me hizo sospechar de lo que iba a acontecer justo después. Cuando el chico salió de la ducha se dirigió hacia la cocina. Llevaba la toalla liada a la cintura y empezó a secarse delante del ventilador totalmente desnudo. Yo lo veía casi de frente y creo que esa era la primera vez que lograba ver tremendo miembro en estado de flacidez y puedo asegurar, de nuevo, que esa polla no era normal para el cuerpo y la edad del chico. La tenía relativamente blanca, con el prepucio que no llegaba a cubrir la totalidad de un capullo en forma de seta bastante gordo. Calculo que unos 17 o 18 cm de largo y muy grueso. Diría que el vello púbico lo llevaba muy recortado y unos testículos redondeados, nada caídos. Yo no podía dejar de mirar cómo le colgaba la polla y se bamboleaba con los movimientos al secarse.
El chico terminó de secarse con prisas mientras no paraba de mirar con nerviosismo hacia la puerta de la cocina y colocó, lo que más tarde averigüé que eran los calzoncillos, en el pequeño respaldo del taburete. Estuvo esperando de pie, con la toalla en la mano, sin dejar de mirar hacia la puerta, algo así como un par de minutos. Creo que esperaba que la chica entrara, pero ella no se había percatado de ello pues estaba ya en el salón viendo la televisión. Entonces creo que decidió buscar algo con lo que hacer ruido para llamar la atención de la chica y lo consiguió, puesto que vi como ella se asomaba por encima del respaldo del sofá e intentaba mirar hacia la cocina.
– “¡¡Me estoy secando en el ventilador!!”. Gritó el chico desde la cocina mirando hacia la puerta.
La chica se levantó del sofá y se dirigió hacia la cocina, sin prisa, pero con un gesto que evidenciaba su extrañeza.
– “Que me estoy secando en el ventilador” aclaró en voz alta el chico una vez la chica había cruzado el umbral de la puerta de la cocina.
Lamentablemente el resto de la conversación no logré oírla. Pero, por sus gestos, los dos parecían entender que las tornas se habían cambiado. La chica, desnuda, se sentó en el taburete, pero seguidamente se levantó cogió una botella de zumo de la nevera y volvió a sentarse mientras sonreía de manera peculiar, como pensando que ahora sería ella la que iba a disfrutar espectáculo. El chico, aunque ya se había secado, lo hizo de nuevo, pero se notaba que estaba teniendo cuidado de no mostrarle el pene de manera directa a su espectadora. La chica, que no le quitaba ojo no tardó en cambiar su divertida expresión por una de total asombro, incluso se llevó la mano para tapar su boca hasta en dos ocasiones. Imagino que ese tremendo pollón colgando, al igual que yo, no se lo esperaba. El chico terminó de secarse y fue cuando cayó en la cuenta que los calzoncillos estaban en el respaldo del asiento de su asombrada espectadora, así que se puso la toalla en la cintura, rodeó a la chica que no dejaba de mirarlo con cara de diversión y asombro, y desde una distancia, vamos a decir segura, cogió la prenda y se dirigió al baño. El chico tardó un instante y salió con los slips puestos y se dirigió a sentarse en su sofá del salón. La cara de la chica, que permanecía sentada en la cocina era un poema. Encendió un cigarro, lo dejó en el cenicero de la ventana y fue al salón por su móvil para volver a fumar en la cocina. Mientras fumaba, mezclaba expresiones de asombro, risa, preocupación, nerviosismo… En definitiva, creo que lo que había visto la había dejado tan descolocada que no sabía que cara poner.
Esa misma noche, después de la cena, mientras la chica fumaba con su móvil en la cocina, el chico entró para beber agua de la botella del frigorífico y comer un cono helado. La chica no paraba de lanzar miradas disimuladas al chaval mientras se comía el helado. Parece que ella trataba de decirle que se pusiera en el fregadero para no manchar la encimera y finalmente lo hizo. Entonces empezaron a conversar. Lamentablemente no pude escuchar casi nada de su conversación, pero durante ésta, los gestos, algunas palabras sueltas y las interacciones de ambos me llevaron a deducir que estaban hablando de manera amable y distendida sobre lo ocurrido esa tarde. Recuerdo perfectamente algunas de las palabras y expresiones como “en bolas”, “no me importa que tú también estés como quieras”, “no se lo voy a decir a nadie”, “eres joven pero seguro que entiendes el concepto de la intimidad en mi casa, y que también es la tuya”, “no me vas decir nada si yo también voy así”. La conversación terminó con una suave cachetada en la espalda del chico mientras se dirigía a su habitación.
Después de esa noche cambiaron sus rutinas. Ahora era el chico el que se duchaba primero. Cuando el padre salía para su, aparentemente perenne turno de tarde noche, la chica empezaba a preparar la lavadora. Llamaba al chaval, que se desvestía totalmente en la cocina delante la chica y separaba la ropa según las instrucciones de ésta. Se iba a la ducha saliendo totalmente desnudo, toalla en mano y se dirigía a secarse en el ventilador también delante de la chica. Cuando terminaba le dejaba la toalla a la chica y se sentaba a merendar sin nada de ropa. Entonces llegaba el turno de la ducha de la chica, que también se desnudaba en la cocina, entraba al baño y repetía lo se secarse y ponerse crema delante del ventilador y del chico. Metía la toalla en la lavadora, la ponía en marcha y se dirigía al salón. Durante este nuevo orden de escenas el chico aprovechaba para ponerse dura la polla ya que, mientras estaba sentado esperando a la chica, se la acariciaba jugando con ella hasta que la chica salía de la ducha, quedando totalmente erecto para cuando volviera para secarse. Esto por supuesto no pasaba desapercibido para ella y siempre le decía algo como “madre mía, como te descuides me vas romper la luz de la cocina” o algún otro comentario de tipo jocoso que, lamentablemente la mayoría de veces no alcanzaba a oír.
Para este punto, en mi opinión, la chica se mostraba muy cómoda y el chico, víctima de las hormonas, cada vez más atrevido. Él, en sólo unos días, pasó a estar en todo momento erecto, pues muy rara vez se la veía, aunque fuera a media asta. Incluso no tardó en empezar a acompañar a la chica en la cocina mientras ésta hacía la cena. Él se situaba a un lado del área de ‹‹trabajo›› de la cocina, apoyando la espalda en la encimera, con los brazos cruzados mientras conversaba de manera aparentemente normal con la chica. Por supuesto totalmente erecto y tocándosela de manera que la hacía saltar como un resorte hacia arriba cuando la chica estaba de espaldas. Para ellos parecía como una especie de juego ya que cuando ella lo veía tocarse le hacía comentarios divertidos del tipo “no te la toques más que no vamos a caber en la cocina”. Yo la verdad que cuando lo pensaba en frío me parecía totalmente surrealista pero cada tarde que veía que ellos pasaban juntos haciendo estas cosas me devolvían a la morbosa realidad.
Con esto llegó la segunda quincena de julio y por motivos que no vienen al caso me ausenté de la cuidad durante dos semanas. Durante este periodo tuve tiempo de reflexionar sobre todo el tema y llegué a la conclusión de que, sin ninguna duda, tenía que tomármelo como ser un mero espectador de un ‹‹gran hermano›› y simplemente disfrutar del espectáculo.
Con esto en mente volví a mi casa y aunque comprobé que el piso de mis vecinos estaba a oscuras decidí montar la butaca en la mesa y esperar por si volvían o si mi programa erótico de radio preferido empezaba, pero esa noche y varias de las siguientes siguieron a oscuras y en silencio y por otros motivos volví a ausentarme poco más de una semana.
Recuerdo que volví mi casa sobre las 5 pm. Me asomé a comprobar si había algún tipo de movimiento en el piso de enfrente y como no parecía haberlo decidí poner al día la ropa, comida de la nevera y demás tareas domésticas después de mi ausencia. Se me hizo tarde y cuando había suficiente oscuridad como para encender la luz volví a comprobar si algunos de mis vecinos habían vuelto y sí, había luz en el piso de enfrente. Volví a poner la butaca encima de la mesa y coloqué el trípode y los prismáticos en su lugar. Me acomodé y…
El chaval estaba de pie, encima de una toalla, apoyado con la espalda en la encimera, desnudo y con su enorme miembro erecto, apuntando hacia el techo. Yo pensé que estaba, como de costumbre, esperando a la chica, aunque era un poco tarde para la rutina de secado que venían haciendo estos días atrás. Entonces la chica, sólo vistiendo un tanga, entró a la cocina y sacó de la parte de debajo de la nevera una botella de una conocida marca de aceite corporal y lo puso sobre la encimera. En ese momento me fijé en algo. La polla del chico se estaba moviendo de arriba abajo, como teniendo pequeños espasmos. En ese momento no sabía si era el chico por voluntad quien la hacía moverse o eran como los espasmos previos a la eyaculación. Él, con las manos apoyadas en la encimera no paraba de mirársela, seguir los movimientos de la chica y dirigir la mirada al techo con una expresión entre placer e impaciencia en su rostro. Yo en ese momento no entendí bien la situación, pero el desarrollo de la escena, aunque me lo aclaró todo, me dejó igual o peor de descolocado.
La chica sacó un bol de metal con hielo y agua también de la parte de debajo de la nevera. Sumergió la botella de aceite corporal con las manos unos instantes y roció con aceite el miembro del chico y sus propias manos dejando caer el excedente sobre la toalla del suelo. Cerró la botella, la dejó en el bol y empezó a masajear el tremendo pollón del chaval. Con una mano subía y bajaba lentamente masturbando el largo tronco y a la vez, con la palma y los dedos de la otra, realizaba movimientos circulares en el enorme glande. Ni que decir tiene que me quedé de piedra. No daba crédito a lo que estaban viendo mis ojos. Recuerdo que me puse nerviosísimo y el corazón me latía tan rápido y tan fuerte que bajé de la butaca y fui a la cocina por un refresco de cola, pero en cuanto me recompuse un poco pensé en lo que ya había reflexionado sobre el asunto y decidí volver a mi particular palco VIP. Y allí seguían.
La chica seguía masturbando ese tremendo pollón. Ella estaba sentada en el taburete, rodeando al chico, que seguía en la misma posición, con las piernas desde un lado. Abrazaba con un brazo su cintura y con las dos manos masajeándolo de la misma manera. El chico se la miraba y luego levantaba la cabeza con un gesto de placer y sacando los labios hacia afuera. La chica seguía sin perder detalle de la polla ni de las expresiones del chico. Esto duró no más de dos minutos. El chico inclinó la cabeza hacia arriba y dejó la boca abierta mientras la chica aceleró un poco el ritmo durante unos segundos y la soltó de un momento a otro dejando que el miembro empezara a convulsionar de arriba abajo de manera violenta, durante unos 30 o 40 segundos, sin perder detalle de los espasmos de ésta. El chaval no eyaculó, pero tenía una expresión como si lo hubiera hecho. Parecía muy relajado y miraba a la chica mientras acariciaba la espalda de ésta. Una vez habían terminado los espasmos el pene quedó colgando en menos de un minuto y la chica que no perdía detalle del miembro mientras éste se iba cayendo sonreía de manera lasciva mientras se mordía el labio inferior. Yo pensaba que ya habían acabado, pero sin dejar la misma posición y mientras hablaban y se sonreían la chica volvió a agarrar el totalmente flácido y colgante falo y comenzó a masturbarlo de nuevo mientras con la otra mano le acariciaba los testículos y apoyaba la cabeza sobre el pecho del chaval. No pasó ni un minuto y el chico estaba de nuevo totalmente erecto. Yo no sabía que pensar de esa asombrosa capacidad de recuperación y rapidez de erección. La chica empezó de nuevo. El chico volvió a echar una generosa cantidad de aceite corporal sobre su miembro y las manos de su experta masajista e introdujo de nuevo la botella en el bol pasando seguidamente la mano por el hombro y el cuello de la chica mientras ésta seguía masturbándolo. La cara de ese chaval era la de estar en el mismísimo paraíso y yo, por mi parte, no dejaba de alucinar con este panorama.
Después de tres, cuatro minutos como mucho, el chico volvió a tener otro de esos orgasmos y la chica volvió a soltarla mientras el impresionante pene temblaba violentamente. El gesto de satisfacción de la chica evidenciaba que ver esto de cerca le encantaba y las caras de placer del chaval eran indescriptibles. El pene volvió a su enorme estado de flacidez a la misma velocidad que antes y exactamente como antes la chica volvió a ponerlo duro y volvieron a repetir la paja.
Después de esa ¡Dos veces más! Esto no era normal se viera por donde se viera. En esa ocasión creí haber contado un total de cinco veces. Yo estaba tan nervioso que tuve que salir a la calle a tomar el aire. Tenía el corazón tan acelerado que pensaba que se me iba a salir por la boca. Incluso recuerdo que al salir tomé dirección al ambulatorio porque en ese momento no sabía ni como me encontraba. Al poco logré calmarme. Pueden llamarme exagerado, pero en ese momento, esa escena, no me la esperaba y creo que me dejó en estado de shock.
Después de un día, tras asimilarlo y reflexionar sobre ello, creo que mi curiosidad guion voyerismo tomaron el control y volví a sentarme en la butaca expectante y muy excitado. El padre del chico salió a la hora de costumbre y el chico, como siempre se desnudó en la cocina y pasó a la ducha, pero esta vez después de secarse solo en el ventilador de la cocina, se dirigió a su cuarto a vestirse. La chica hizo lo mismo y salieron dejando el piso a oscuras. Por suerte para mí, al poco tiempo mis vecinos de al lado empezaron con su maravillosa frecuencia de sonidos sexuales y unos minutos después de terminar se volvió a encender la luz del piso de enfrente anunciando la llegada de la chica y el chaval. Recuerdo que empecé a ponerme nervioso de nuevo, pero a la vez también de nuevo, muy excitado.
Los dos se dirigieron a sus respectivos dormitorios y se reunieron totalmente desnudos en la cocina. La chica extendió una toalla exactamente igual que el día anterior. Se colocaron de la misma manera he hicieron exactamente lo mismo. Conté seis pajas totalmente seguidas. No pararon en al menos 40 minutos. Las primeras fueron relativamente rápidas, pero conforme el chaval iba teniendo orgasmos le costaba más terminar. Puedo asegurar que el chaval no eyaculaba en ninguna ocasión y en la última le temblaba todo el cuerpo y su grito de placer pude escucharlo incluso con su ventana cerrada. La chica intentó la séptima, pero el chico tenía tantas convulsiones cuando la chica le acariciaba el pene que pararon en ese momento. Yo pensaba que ya habían acabado cuando guardaron el bol con el aceite y recogieron la toalla del suelo, pero ahora le tocaba a la chica…
Yo pensaba que la chica iba a sacar algo de beber de la nevera ya que habían guardado el bol en el congelador, pero ella sacó de la nevera un objeto con el tamaño y la forma de una pera, pero de color amarillo fluorescente y se lo dio al chaval. Colocó la toalla doblándola con esmero en asiento del taburete, y acercó éste a la encimera. Se sentó y, utilizando la encimera como respaldo y abriendo las piernas, colocó los pies en el reposa pies del taburete quedando sus piernas en forma de rombo. Dirigió la mirada al joven y éste, que se notaba que no era la primera vez que lo hacía, puso primero la mano libre en el depilado y brillante monte de venus y con sus dedos estiró la piel y separó los labios vaginales dejando el clítoris lo más expuesto posible y mientras, con la otra mano, pasaba el objeto por éste. La chica moría de gusto. De vez en cuando ella guiaba la mano de su ‹‹joven aprendiz›› hasta que lo miraba y asentía con la cabeza indicando que ese era el punto exacto mientras ponía una cara de placer increíblemente morbosa y se acariciaba sus magníficos, voluptuosos y redondos pechos desde la parte más cercana a la axila hasta sopesarlos y terminar por pellizcarse los pezones color café con leche mientras tiraba hacia arriba de ellos.
Pasados unos 5 o 6 minutos la chica empezó a estremecerse intentando, con la ayuda de un brazo, incorporarse en el taburete. Mordía su labio inferior con lujuria mientras inclinaba la cabeza hacia el techo e intentaba devolver la mirada al chico, que seguía con su tarea, y también expectante a los gestos de placer de ella. Finalmente, agarrando de manera firme el brazo del chico, detuvo el movimiento circular de éste mientras con la otra se apartaba el pelo de la cara y sonreía con total satisfacción manteniendo la mirada al chico y terminando de recomponerse.
Una vez incorporada en el asiento abrazó durante unos instantes el torso imberbe del chico y lo besó en el pecho. Seguidamente acarició brevemente el miembro del chico que se encontraba morcillón, reaccionando el chico con un breve espasmo. La chica se incorporó, y sonriente, le pidió al chico la pera fluorescente que puso en el fregadero, utilizó la toalla del asiento del taburete para secarse el sudor de todo el cuerpo y meterla en el cesto de la ropa. El chico fue al baño y mientras, ella lavó en el fregadero el juguete, lo secó con papel de cocina y lo metió de nuevo en la parte inferior de la nevera. Encendió un cigarrillo, se asomó momentáneamente al pasillo del baño y abrió las ventanas del piso. En cuanto el chico salió de la ducha, entró ella. Como de costumbre se secaron en el ventilador mientras parecían tener una conversación de lo más natural y el chico se dirigió, con el pene en estado total de flacidez a su dormitorio y ella al sofá del del salón a ver televisión apagando las luces.
Yo por mi parte empecé a hacerme preguntas como ¿De qué iba todo esto? ¿Era una especie de acuerdo? ¿Eran conscientes de lo que estaban haciendo? ¿La tentación era tan grande como las hormonas de la juventud y ese tremendo falo? ¿Cómo había sido el salto de confianza durante tres semanas y pico? ¿No era suficiente placer que metía los “juguetes” en la nevera?… No sabía que pensar, pero vuelvo a repetir que me había concienciado de simplemente dedicarme a observar, y así lo hice.
Esto se repitió básicamente casi a diario si el chico estaba en su casa, incluso cuando la chica usaba tampones. Me seguía sorprendiendo de la capacidad del chico de tener orgasmo tras orgasmo (un mínimo de cuatro y un máximo de siete) de forma tan seguida con esa capacidad de recuperación de la erección. Y a la chica no le faltaba el sexo con su pareja pues, aunque casi no podía verlo, por la claridad durante el día que hacían el efecto espejo tintado de las ventanas, pero intuía que follaba dos o tres veces por semana con el padre del chico. Y yo por supuesto disfrutando de las entretenidas vistas.
Con esta rutina terminó el buen tiempo y, como el invierno anterior colocaron las cortinas y las tenían cerradas a partir de cierta hora de la noche. Una lástima pues estaba enganchado a este porno culebrón. Pero los años pasan como nubes y de nuevo llegó el buen tiempo y la ‹‹tercera temporada››…
Yo ya estaba totalmente acostumbrado al “ruido de los vecinos” que de momento saciaba mi apetito voyeur, pero al llegar el fin de semana del cambio de hora caí en la cuenta que casi me había olvidado de los vecinos de enfrente y me asomé a ver qué tal y sí, habían recogido ya las cortinas y mi vecina ya andaba con las tetazas al aire así que, de nuevo, monté mi puesto voyeur. Parecía que el chico no estaba y tanto la chica como el padre del chico llevaban más o menos las mismas rutinas y costumbres sexuales. El joven tardó un par de semanas en volver al piso y de momento sólo lo hacía algunos fines de semana (imagino que por cosas de su otra casa y todo eso).
El primer fin de semana completo que logré verlo allí no decepcionó. La chica estaba en la cocina vestida con ropa de gimnasio, una especie de mono azul fluorescente muy ajustado, que marcaba perfectamente todo su cuerpo. Se preparó un cigarrillo de liar y poco antes de terminar de fumárselo entraron padre e hijo en la vivienda. El chico se fue a su habitación y el padre a prepararse y salir al trabajo a la hora de costumbre. Unos instantes después la chica fue al dormitorio del chaval, hablaron durante unos instantes y se dirigieron a la cocina. Una vez allí el chico se quitó la camiseta que llevaba y la puso encima del cesto de la ropa. Llevaba unas calzonas blancas que evidenciaban su total erección. La chica no tardó en arrodillarse y, no sin esfuerzo para dar de sí el elástico, liberar el pollón en forma de plátano que saltó cabeceando de arriba abajo unos instantes. Sé que me repito, pero, aunque el chico era evidente que había crecido algo, ese enorme pedazo de carne era lo que más resaltaba de ese cuerpo. La chica, con las dos manos juntas, no llegaba a abarcar del todo el tronco y por supuesto el enorme glande quedaba fuera de su alcance. La chica que seguía arrodillada colocó una mano en la base del pene para ponerlo en una dirección un poco más horizontal y con la otra masturbaba suavemente el resto del troco y el glande mientras sonreía satisfecha de tenerlo en sus manos. El chico, mientras la chica se desnudaba por completo, se dirigió al baño y trajo consigo dos toallas. Una era para el suelo y otra para la silla de la cocina. El anterior taburete parecía haber sido sustituido por una silla alta con respaldo y regulable en altura. Una vez la chica se reincorporó del suelo, se desnudó y ya había sacado el mismo bol metálico de hielo, con la botella de aceite y colocado las toallas, se sentó en la silla y bajó la altura de ésta hasta el nivel más bajo posible quedando la cabeza de ella a la altura del hombro del chaval. Él se acercó dando un paso lateral colocándose al lado de la chica y pasándole el brazo por detrás de la cabeza empezó a acariciarle el hombro. La chica, como ya hacía el verano anterior, roció de manera generosa el miembro del joven y sus manos de aceite, prestando atención a que el excedente callera en la toalla del suelo. Pasó la botella al chico para volverla a meter en el bol y rodeando su cadera con un brazo empezó su suave masaje masturbatorio con ambas manos. Pasaba sus manos por toda la zona púbica, que por cierto el chico parecía haberse depilado en su totalidad, y terminaba rodeando el glande haciendo un movimiento rotatorio con los dedos pulgar e índice en la parte más ancha de éste. A los dos esto parecía encantarles pues era el movimiento más repetido durante los masajes. A penas 3 o 4 minutos haciendo esto bastaron para que la chica, a petición del chaval, acelerara el ritmo y pasara a un movimiento de sube y baja con ambas manos para instantes después soltarla de inmediato al salir disparado el primer chorro de esperma. Era la primera vez que lo veía eyacular. El pollón del chaval se agitaba de manera violenta de arriba abajo soltando borbotones de abundante esperma mientras se inclinaba hacia delante. La chica, durante los 20 o 30 segundos que estuvo palpitando y soltando leche esa polla, no perdió detalle de ella y en cuanto hubo terminado de chorrear volvió a agarrarla de manera lenta y suave unos instantes mientras acompañaba la perdida de inclinación y dureza del miembro.
La chica, que seguía abrazada a la cintura del chico mientras pasaba su aún resbaladiza mano alrededor de la zona genital de él, no tardó ni un minuto en mirar al chico para pedirle de nuevo la botella de aceite y volver a empapar con ayuda de una mano el ya flácido pene y empezar con la “recuperación”. En un minuto estaba tenso y de nuevo mirando al techo. La chica repitió de nuevo el placentero masaje y, de nuevo, hizo eso de soltarla y mirar con satisfacción y lujuria cómo esa polla volvía a escupir leche más allá de la toalla en el suelo. Esa tarde lo hizo seis veces. La diferencia es que durante las dos últimas pajas no soltaba el miembro, pues bajaba de manera paulatina el ritmo mientras el chico se estremecía de placer y quedaba morcillona para soltarla durante un par de minutos mientras acariciaba el pecho del chico y le quedaba totalmente flácida. Luego, lo intentaba de nuevo durante un par de minutos, y si se volvía a poner dura volver a masturbarlo de nuevo hasta el final. En definitiva, hasta que él quedaba totalmente vacío y satisfecho. Seguidamente, como en la ‹‹temporada anterior›› le tocaba el turno a la chica.
La chica adoptó la misma posición, pero antes subió la altura de la silla y reclinándose en el respaldo, abrió las piernas colocando los pies a los lados en las barras que la silla tenía para ello. Parecía más cómoda que en anterior taburete lo cual me hizo gracia al pensar en la frase “buena inversión”. También parecía haber invertido en unos nuevos juguetes a juego. Yo o no había reparado en ello, o la vista no me permitió ver hasta ese momento, que la chica llevaba un tipo de consolador de esos que sobresalen como una fina vara o tentáculo de plástico de la vagina, de unos 15 cm hacia el ombligo y que creo que estimulan o vibran. A parte el juguete en forma de pera para el clítoris, pero del mismo color rosa fluorescente del tentáculo, que el chico sacó del bol para empezar con el turno de la chica. Como anteriormente, parecía que le realizaba el mismo ‹‹trabajo›› con la pera en el clítoris, solo que ahora él chaval pasaba la mano de manera erótica del cuello a las piernas, pasando por el canalillo mientras la chica no paraba de masajearse sus buenísimas tetas. En cuatro o cinco minutos la chica estaba rozando el cielo. Miraba hacia atrás levantando las caderas hasta casi ponerse de manera oblicua en la silla y empezaron a temblarle las piernas. El chico apartó el juguete de su clítoris y empezó a sólo prestarle atención a la cara de placer de la chica que soltando uno de sus empitonados pezones empezó a acariciar, primero el rostro y luego el pecho del chico. Una vez terminado su placentero orgasmo, la chica parece que dio permiso al chaval para continuar aplicándole de nuevo placer con el juguete. La chica volvió a disfrutar durante unos 7 u 8 minutos más hasta que de nuevo llegó al orgasmo y deteniendo de manera firme la mano del chico y cruzando la mirada con éste, le asintió con la cabeza pareciendo gesticular las palabras “vale, vale”. La chica se incorporó con cierto esfuerzo en la silla y abrazó durante más o menos un minuto el brazo del chaval mientras le daba algunos besos en el hombro.
Una vez terminada la sesión de placer recogieron todo con, sobre todo la chica, una pícara sonrisa en los labios. Posteriormente mientras la chica fumaba se duchó el chaval y volvió a la cocina desnudo y esperó que la chica se duchase sentado en el taburete y empezó a merendar. La chica volvió, también desnuda, y ambos se fueron al salón hasta la hora de la cena.
La primera en volver a la cocina fue la chica y empezó con los preparativos de la cena. Un rato después entró el chaval, con la polla bastante morcillona, y se colocó apartado de la zona de paso y empezaron a conversar con total naturalidad mientras el chico se sopesaba la polla por el glande y haciéndola golpear la palma de la otra mano como si fuera una porra. La chica mientras estaba ocupada con la comida del fuego lo miraba y sonreía haciéndole gestos que interpreté como que no creía que todavía tuviera ganas de ‹‹otra ronda››. Finalmente, la chica, una vez apartada del fuego de la comida, se lavó y secó las manos y le realizó otra paja al chaval. Tardó como 10 minutos en hacerlo terminar en la toalla que previamente había sacado de nuevo del cesto de la ropa, quedando totalmente flácida en apenas unos segundos. “Madre mía H…, hoy te vas cenar bien servidito” logré escuchar a la chica mientras sonreía y terminaba de secar el ya dormido pollón del chico. Posteriormente sirvieron la cena y ella se fue al salón y el chico a su cuarto.
Sé qué pensarán que un hombre no puede aguantar tantos orgasmos seguidos y yo, pensaba lo mismo. Es más, pensaba que, al no eyacular aún, tenía mucho que ver con el extraordinario rendimiento del chaval, pero prometo que no es una exageración ni de potencia ni de tamaño. Esta ‹‹relación››, si es que se puede llamar así, continúa hasta día de hoy, durante semanas completas provocándole 5, 6, 7 y 8 corridas diarias al chaval. Sé que es cierto que de momento no he observado sexo oral ni penetración y aunque puedo imaginar los motivos, como pueden ser tabúes que aún tienen que romper, tamaño, etc.
Continuará. O no, ya veremos…