Capítulo 1
- ¡Sí me lo dices te daré un regalo! I
- ¡Si me lo dices, te daré un regalo! II
¡Sí me lo dices te daré un regalo!
Muchas veces las relaciones entre hermano y hermana no son de las mejores, lo había visto con mis amigas mientras crecía, siempre me hablaban peste de sus hermanos, los que, por ser hombres, tenían ciertos privilegios que ellas no tenían, como tener novias a temprana edad, llegar más tarde de las fiestas y otras muchas que los padres conceden a sus hijos varones y no a las chicas, que por ser mujeres, somos castigadas y oprimidas, por lo menos, de esto es lo que todas mis amigas se quejaban a menudo.
Yo personalmente no vivía ese problema, mi hermano Mauro un amor de muchacho, tranquilo, estudioso y obediente, tengo que aclarar que mi hermano es muchísimo menor que yo, él va a cumplir catorce años y yo que estoy ya en la universidad, tengo veintidós años, la diferencia de edad no la voy a comentar, solo decir que fue un descuido de mamá.
Yo soy Estela, mi nombre significa “estrella” y mamá me contó que en el tiempo que yo estaba en su vientre, soñó que un gran cometa le traería una bella hija y cuando nací no encontró nada más apropiado que llamarme Estela, pero vamos a lo de mi hermanito.
Mauro ha sido siempre el regalón de la casa, es nuestro cachorrito, tanto mamá como yo lo adoramos, es tan tierno, tan inocente, tan amoroso, es como tener un osito de peluche con vida, lo único que quieres hacerle es abrazarlo y tenerlo estrecho a ti, yo lo amaba y más que una hermana, había desarrollado un instinto protector hacia él, pero no maternal, él me inspiraba algunas ideas de cómo guiarlo por la vida, enseñarle cosas y que nadie le contara cuentos, yo me sentía con la responsabilidad de instruirlo, de prepararlo a la vida como macho, como hombre, claro está que no tenía la menor idea cómo hacerlo, pero pensaba que al ser mayor, podía iniciarlo a las cosas de la vida en forma natural, no quería que fuese cómo yo que debí aprender casi todo por mí misma.
Él era del tipo atlético, practicaba baloncesto y tenis, por lo que era muy agraciado en sus movimientos, por lo menos a mí me parecía así, también encontraba que se estaba trasformando en un apuesto jovencito, para cómo ya dije muy regalón, yo lo besaba cada vez que podía, me parecía natural esta afección hacia él y él nunca se negaba.
Mi hermano estaba acostumbrado a todo ese cariño, era mimado por mi y mi madre, además, el estaba habituado a que nosotras lo viéramos en cualquier situación, su intimidad nunca había sido un secreto y el jamás nos consideró intrusas, para él simplemente era el modo de vida que le había tocado vivir con una madre que lo adoraba y una hermosa y dulce hermana que lo protegía.
Pero la vida tiene extrañas formas de complicar las cosas y cuando el superó sus catorce años, repentinamente se produjo un cambio. Cambios que se producen a nivel físico y hormonal, todo en la más completa normalidad de la naturaleza humana.
Mi hermano se encontraba en el baño lavándose los dientes antes de irse a acostar, de costumbre lo hace sin su camisa de pijama para no salpicarla y humedecerla, esa fría noche de invierno nos preparábamos todos para irnos a dormir, a mi se me quedaron en el baño las pinzas y mi bolsito con mis cosas de belleza:
—Mauro … perdona … saco mis cosas y me voy …
—¡Ah! … Sí … acomódate …
No somos una familia pudiente, nuestro departamento es pequeño, pero funcional, el baño es estrecho, me incliné desenfadada sobre él y mis senos cubiertos por mi camisola de dormir, rozaron su espalda desnuda, quizás por el hecho de que me había puesto el pijama muy frío, mis pezones estaban endurecidos, me di cuenta de ello, pensé en no darle importancia, pero mi hermano arqueó su espalda e interrumpió el lavado de sus dientes:
—¡Oh! Mauri … perdona …
—Sí …no es nada … no te preocupes …
No le di mayor importancia al pequeño incidente, saqué mis cosas y al salir, le pregunté:
—¿Seguro que estas bien? …
—Sí, no te preocupes … estoy bien …
Antes de salir le di un beso en la mejilla y mis pechos otra vez le rozaron, pero para mí no había nada más que pensar ni agregar, todo había sido algo casual y natural:
—Buenas noches, Mauri … que duermas bien …
—Buenas noches, hermanita … que descanses …
Pero los muchachos a esa edad con todos los cambios que comienza a experimentar sus cuerpos también comienzan a cambiar, son diferentes, eso para mí era totalmente indiferente, sabía por supuesto que chicos y chicas entramos a la pubertad y nos enfrentamos con cosas nuevas y desconocidas, pero no me daba cuenta de que mi hermanito había llegado a esa edad de conflictos emocionales, donde muchas cosas comienzan a cambiar y pueden nacer equivocaciones y desacuerdos.
Mucho tiempo después, él me confeso que esa noche mis senos lo descolocaron y excitaron, antes de eso no había tenido otra estimulación igual a esa, turbado se fue a la cama, sentía en su espalda ese roce que le hacía sentir extrañas sensaciones en su estómago, luego esa sensación se hizo placentera en su bajo vientre y su verga se endureció, él lo palpaba y se recordaba lo que los chicos del colegio de su misma edad comentaban, sus manos acariciaron su pene y el placer se incrementó, hasta que unos extraños chorros salieron de su verga, mojó su pijama y dejó unas manchas en sus sabanas, fue su primera paja fantaseando con mis senos.
Pero volvamos cronológicamente a como se fueron desarrollando los hechos.
Mauro continuaba creciendo y después de algunos meses entro de lleno en la adolescencia y hacía todo lo que los chicos de su edad hacen y había incrementado su adicción a tocarse, así como esa noche en que mis senos lo trastornaron con ese roce involuntario.
El tiempo corre veloz y él había cambiado en muchos sentidos, especialmente en la manera que él me veía a mí, ese ángel dulce y hermoso que siempre estaba dispuesta a abrazarlo y besarlo, se transformó de sopetón en mujer con tetas y panocha, yo me daba cuenta que él me observaba, sobre todo cuando vestía solo mi remera y dejaba mis senos libres y estos zangoloteaban bajo mi prenda, también a veces me giraba repentinamente y encontraba sus ojos fijos en mi culo, otras cuando vestía mi lycra ajustada a mi ingle, lo sorprendía mirando mi entrepiernas, a mi no me disgustaba, lo tomaba como una cosa normal en su desarrollo de muchacho a hombre.
En los meses de vacaciones, cuando íbamos juntos a la piscina municipal, me daba cuenta de que su pene reaccionaba mirando mi bikini, después en casa iba buscando las marcas que me había dejado el sol, todo lo excitaba y apenas posible se escapaba al baño a desahogar en secreto y discreción su calentura por mí, la única cosa que me desconsolaba era que él se había puesto más introverso, más reservado, ya no era tan cariñoso ni mimoso como antes, lo veía cambiado y no me había percatado que todo estaba relacionado con su paso de niño a adolescente.
Normalmente en casa estábamos yo y él, nuestros padres trabajaban, las tardes la pasábamos estudiando, mis empeños universitarios eran más exigentes que los de él, así que no era raro que el terminase primero y lo sentía girar por la casa, esa tarde lo sentí que entro al baño y no lo escuche salir, curiosa y metiche me preocupé y me levanté a ver que le había pasado, la puerta no estaba cerrada, lo vi parado de frente a la cesta con la ropa sucia y tenía mi lycra y mis calzones que me había cambiado esta mañana, se inclinó y saco también mis sostenes amarillos, que también me había mudado con el resto de la ropa.
Miraba muy concentrado las prendas, hubiese dado lo inimaginable por saber las cosas que estaban pasando por su mente, me intrigaba y me subyugaba su interés por mi vestuario íntimo, apenas se giró un poco me di cuenta de que tenía una poderosa erección, se apoyo en la cesta y se llevó a la nariz las prendas, una a la vez, cómo tratando de oler en esos vestidos vestigios de mí aroma y esencia. No sé cómo, pero esto me estaba complaciendo, ser el objeto de la perversión juvenil de mi hermano, estaba haciendo que mi conchita comenzase a tomar vida propia, empezando por emitir mucho más fluidos de lo normal, no pude resistir la tentación y entré:
—¿Qué tal Mauri! … ¿Qué estas haciendo! …
—¡Oh! … ¡emh! … yo … yo … nada … ¡emh! … nada …
Era hermoso, emocionante y excitante encontrar a mi hermanito oliendo mis bragas concentrado, así como estaba ni cuenta se dio cuando abrí la puerta del baño y lo sorprendí, pero no era mi idea meterlo en aprietos ni avergonzarlo, se había ruborizado y su rostro lucía enrojecido, con el nerviosismo dejo caer mis prendas al suelo:
—¡Cómo que nada! … ¡Estas con esas prendas mías en tus manos! … ¿Qué pretendías? …
—¡Te lo juro! … ¡no estaba haciendo nada! …
Mi tono no era de reproche, pero él se había derrumbado en su propia vergüenza y no sabía que decir, entendía que lo habían sorprendido en algo abominable, oliendo la ropa íntima de su hermana, recogió la prendas, las deposito en la cesta y salió cabeza gacha a refugiarse en su pieza, sentí que cerraba su puerta, tuve la intención de seguirlo, pero luego pensé que ya lo había disturbado lo suficiente.
De todas maneras, tras pensarlo por largo rato, pensé que sería oportuno conversar con él y calmarlo, además, que estaba comenzando a entender el porque de sus cambios, el niño que se convierte en muchacho y yo me sentía un poquito halagada de que me tuviera como punto de referimiento de su focalización sexual incipiente, así que lo fui a ver a su cuarto:
—Mauri … ¿Estas bien? … ¿Puedo entrar un momento? …
Sentí el tono de su voz normal, dulce, me alegro el corazón sentirlo así:
—¡Sí! … sí, entra … está abierto …
Entré y lo encontré sentado en su cama con la espalda apoyada en la cabecera, miraba la televisión ignorando el programa, me senté a su lado y le miré sonriendo:
—Mauri … nada temas … no estoy enojada y no diré nada a nuestros padres … ¿vale?
—¡Vale! … pero te pido perdón …
Sentí mucha ternura por él al verlo así afligido, estaba avergonzado y su timidez le impedía mirarme a los ojos:
—¡Sabes, Mauri! … estos últimos tiempos te he notado extraño … ya no eres tan dulce conmigo … a veces hasta pareces que me evitas … me gustaría saber el por que … ¿Quieres decírmelo? …
Él me miró inquieto y compungido, no sabía que decirme, se veía muy avergonzado, entonces lo presioné:
—Ya te dije que no estoy enfadada … solo quiero saber que es lo que no te va … ¿Porque has cambiado? …. ¿Qué cosa está mal? … ¡Dímelo! … quizás pueda ayudarte …
—Estelita … no hay nada … es que … solo que …
—¡Dímelo! Mauri … vamos, dímelo … luego te sentirás mejor …
Plegué mi pierna y me giré hacia él, le tomé su barbilla y luego acaricié su mejilla, cosa que se que a él le gusta y funcionó:
—Es que es un poco vergonzoso …
—¡No importa … dilo y ya! … sácate ese peso de encima … ¡dilo! …
—Es que … bueno … hace unos días … yo estaba en el baño cepillándome los dientes … tu entraste a buscar algo … no recuerdo que …
—¿Y que, Mauri? … ¿Qué te sucedió? …
—Bueno … tú … tu te apoyaste con tu pecho en mi espalda … y … bueno … sentí tus bubis con tus pezones duros … y … bueno … eso, eso sucedió …
—¡Ay! ¡Mauri, por Dios! … ¿Qué tiene eso de grave? … ¿No te entiendo? …
—Bueno … yo me sentí extraño … y desde entonces cada vez que te veo me siento extraño …
—¡Ay! ¡Mauri! … que me estas confundiendo … no te entiendo … ¿Por qué te sientes extraño? …
—Es que siento algo raro aquí …
Por un momento me quedé pasmada, él estaba apuntando a su ingle, él apuntaba a su bajo vientre, ¡él señalaba su verga! … ¡Demonios!, pensé … ¿Qué hago?, me quede sin palabras, luego de un rato todo me pareció claro, yo con mi pierna plegada le estaba regalando una vista limpia y clara de mis bragas, rápidamente me compuse, ¡Cáspita!, se siente atraído por mí, se está convirtiendo en un hombre, por algún motivo comencé a sonreír, me gustaba este hecho:
—Mauri … eso es normal … a todos los chicos les sucede lo mismo … es tu edad … estas creciendo … nada más que eso … no te aflijas … disfrútalo …
Me enderecé y le di un beso en su mejilla y luego otro en su boca, él hizo su cara hacia atrás y esto me divirtió mucho, lo miré y se veía más tranquilo, no tan tensionado como antes, me sonreía:
—¡Así que me miras las tetas? … ¿Te gustan las tetas de tú hermanita? … ¿uh? …
Mauro movió su cabeza en sentido afirmativo, pero mantuvo su cabeza gacha, la timidez lo sobrepasaba, pero para mí era como un juego, un juego nuevo que me excitaba:
—¿Y que más, Mauri? … ¿no me digas que te gustan solo mis bubis? …
—¡No! … me da vergüenza … no te lo digo …
—¡Dale nomas! … si esto es solo entre tu y yo … nadie lo sabrá … ¡vamos … dímelo! …
Mauro sonreía, pero no levantaba su cabeza, este juego me estaba enardeciendo, sentí mi panocha que destilaba gotitas, Mauro me miro indeciso, entonces irreflexivamente tomé su mano y la apoyé en mi pecho derecho, sobre mi blusa:
—¿Sientes? … ¿Dime que sientes? …
Mauro trató de retirar su mano, pero suavemente yo se lo impedí, delicadamente cubrí su mano con la mía para que sintiera toda mi teta, se relajó y se dejo guiar por mi mano en la caricia a mi seno:
—¿Umh? … ¿Te gusta? …
—¡Oh! … ¡Sí! … es linda … me gusta … es blandita …
Entonces me arrodillé en su cama y tomándole la otra mano, la puse también en mi pecho, ahora sus manos copaban mis bubis completamente:
—¿Las sientes ahora? … ¿Sientes esas puntitas duritas en su extremo superior? …
—¡Sí! … son cómo de esponja durita … con tus pezones … tus pezones están duritos …
—¡Sí! … así es … están duritos … y … ¿Sabes por qué? … ¿Sabes porque se ponen así? …
—¡No! … no sé …
—Porque a veces también yo me siento “extraña” y se me ponen duritos, tal como te sucede a ti con eso …
Le señalé su pene que estaba levantando una vistosa protuberancia en sus shorts, Mauro me miraba fascinado con sus ojos vidriosos y su respiración alterada, parecía estar en un campo de juegos, juegos que él empezaba solo ahora a conocer y que yo me disponía a enseñarle:
—¿Te gusta, Mauri? …
—¡Sí! … me gusta mucho … y me siento “extraño” …
—¡Sí! … ya lo creo … apuesto que sientes cosquillitas en todo tú vientre y tu estomago se hunde como si estuviera vacío … ¿Verdad? …
—¡Sí! … y tú … ¿cómo lo sabes? …
—Lo sé … porque soy más grande que tú … ahora espera …
Sus ojos parecían salírseles de sus orbitas cuando vio que me quité la blusa y el sostén, su mirada lambía cada centímetro de mi piel albina, su excitación era mi excitación, me sentía estimulada a mostrarle más:
—¿Que te parecen? … ¿Te gustan así desnudas? …
Mauro había enmudecido, su rostro estaba enrojecido, no atinaba a moverse, así que le volví a tomar sus manos y a colocarlas en mis bubis:
—¡Tócalas! … sientes la diferencia …
Ahora él siguió autónomamente los movimientos que le había enseñado y comenzó a magrear mis tetas ávidamente, le faltaba habilidad y un poco de delicadez, pero me estaba gustando como mi hermano sobajeaba mis pechos y aplastaba mis pezones:
—¡Que bien lo haces, cariño! … ¡Buen toque! … ¿Te gustan? …
—¡Sí! … me gustan mucho …
El dialogo sobraba, lo importante eran los gemidos, las caricias, los gestos, las miradas y ese calor cómplice que se estaba creando entre mi hermano y yo:
—¡Bésalas! … ¡Trata de besarlas! … ¡Bésame y lámeme los pezones! … ¡Cómetelas todas! …
Mauro se había relajado y dejado atrás su timidez, ahora estaba sobre mi comiéndose mis bubis con gusto. Me parecía de estar en el paraíso con mi hermano devorándome las tetas, un rato una y luego la otra, no aguanté más, tomé su cabeza y lo tiré hacia arriba para besarlo, tuve que batallar con sus dientes, pero mi lengua inundo su boca y él respondió a mi beso, le sonreí mirándole a los ojos:
—¿Te ha gustado? …
Se lambía sus labios y no me contestaba, me di cuenta de que no sabía que contestarme, era inverosímil, pero esta era una experiencia nueva para él, desconocida, no sabía si lo había hecho bien o si lo había hecho mal, lo entendí al vuelo:
——¡Vamos! … que lo has hecho bien … ¡A mi me ha gustado! …
Lo hice recostar y lo besé con pasión, él envolvió mi cintura con sus fuertes brazos y me atrajo hacia él, me sentí toda una mujer con su hombre, con su macho:
—¿Sabes que eres un amor, hermanito? … ¡eres mi amor! …
—Tú también … eres tan linda … me gustas mucho …
—¡Que bien! … ¡Que tierno! … te mereces otro beso … un besote grande …
Me acomodé y comencé a mojar sus labios con mi lengua, probaba a entrar y luego salía, haciendo círculos en sus labios degustando su boca que pasivamente e invitante recibía mis caricias:
—¡Ahora Mauri … haz cómo yo! …
Comencé a devorar su boca y un segundo después él estaba devorando la mía con besos ardientes que me hacían sentir maripositas en mi vientre y puntaditas en mis pezones, fueron besos de amantes consumados, unos largos, fogosos y maravillosos besos:
—¡Que bien Mauri! … ¡Pero que bien! … ¡Me has hecho endurecer mis pezones! …
La mirada de mi hermano era éxtasis puro, estaba en el edén y a decir verdad yo también lo estaba, mis bragas estaban empapadas:
—¡Mauri! … ahora dime … de que otras cosas estabas hablando … anda, dime …
Le azoté su rostro con mis bubis para obligarlos a hablar, lo estaba incitando:
—¡No! … ahora no … se ha hecho tarde y tengo que ir al baño …
—¿Al baño? … ¿Y porque va a ir al baño, chico? …
Sus ojos se movieron de derecha a izquierda, para arriba, para abajo y no le salía palabra alguna, me di cuenta rápidamente de que se trataba:
—¡Oh! ¡Sí! … el baño … sí … ve al baño Mauri, que luego iré yo … ¡Ah! Mauri … ninguna palabra de esto a nadie … ¿me entendiste? … a nadie … ¡Ay! si lo llegaran a saber papá y mamá …
—¡Lo sé! … ¡Lo sé! …
Mauro desapareció raudamente hacia el baño, yo me toqué mis bragas y noté que debía cambiarlas, luego iré yo también al baño, ¡Dios mío! … ¡Estoy toda mojada!
Nuestros padres regresaron a la hora habitual y nos sentamos a cenar todos juntos, yo sentía sus miradas sobre mí y de vez en cuando le devolvía su mirada con una sonrisa cómplice, era nuestro gran secreto y pasaba desapercibido a todos.
Los días siguientes nada sucedió, mi hermano estaba un poco asustadizo, su timidez de adolescente me enardecía a buscarlo, mis bragas se mojaban a pensarlo, mis pechos me dolían y querían sentir sus manos, esas caricias y pellizcos exquisitos que solo él me prodigaba, llegamos casi juntos a casa y nos sentamos a almorzar lo que había dejado mamá, yo le serví y él lavo los platos, yo me fui a estudiar, estaba preparando unos exámenes y no me podía distraer mucho.
Después de una hora y algo, como no le sentía girar por la casa, le fui a ver a su cuarto, llame a la puerta, afuera se había desatado un temporal de lluvia primaveral, llovía a cantaros, pero la temperatura restaba agradable, no sentí respuesta y volví a llamar:
—Mauri … ¿Estas ahí? …
—¡Sí! … entra … está abierto …
—¡Ay! tesoro … estás aquí … me hiciste preocuparme porque no te sentía … ¿Qué haces? …
—Nada … estoy mirando la lluvia … me encanta ver llover …
—¿No te sientes solito? …
—¡No! … estoy bien …
—A mi me asusta el mal tiempo … me atemorizan los rayos y truenos … ¿Te puedo hacer compañía? …
—Si quieres … quédate …
Me acurruqué junto a él y me di cuenta de que su pene estaba erecto:
—¿Qué te sucede? … ¿no me digas que la lluvia te provoca este efecto? …
—¿Por qué quieres siempre saberlo todo? …
—¡Ay! Mauri … pero que modos … no te estoy interrogando … soy tu hermana y me preocupo por ti …
—¿De verdad quieres saberlo? …
—Sí Mauri, mío … dime …
—Por ti … porque no dejo de pensar en lo del otro día …
—Pero Mauri … tu no me contéstate … no me dijiste que otra cosa te gustaba de mi … y yo quiero saber … anda … dímelo ahora …
Me acerqué a él y lo abracé haciéndole sentir mis senos, luego besé sus labios, tomé sus manos y las puse alrededor de mi cintura, poco a poco él me fue estrechando:
—¡Ya poh Mauri! … dímelo … si me lo dices te daré un premio …
—¡Es que no es tan fácil poh! … me da vergüenza …
Yo veía su turbamiento, estaba en una lucha interna para vencer su timidez, no estaba seguro de lo que podía decir ni como tenía que decirlo:
—Mauri … no tengas vergüenza … estamos solos tu y yo … ya te mostré mis bubis porque te gustaban … dime que más te gusta y veré si te lo muestro también … no te estoy engañando ni mofándome de ti … ¿Qué te gustaría ver ahora? …
Repentinamente se le iluminaron sus ojos, una vez más había acertado y él confiaba en mí, había ternura y excitación en su mirada, yo sabía que lo estaba provocando, pero era un juego que me incitaba a seguir:
—Bueno … tus bubis fue lo primero que me gustó … pero también había otros detalles que me encantaban de ti …
—¿Y que sería eso, Mauri? …
—Tus pantalones de Lycra …
—¿Qué tienen mis pantalones, Mauri? …
—Marcan tus formas …
—¿Qué quieres decir? … ¿Cuáles formas? …
—Por detrás se ven tus glúteos redondos, firmes, paraditos y cuando caminas se mueven en una forma que me hace soñar … a veces se pierde entre tus nalgas, es muy lindo… también por delante …
—¿Por delante? … ¿Qué me ves por delante? …
—Se ve tu vientre plano … y es extraño, pero a ti no se te ve bien tu conchita … tienes liso … no es como a la mamá, que se le entierra entre la protuberancia de su concha …
—¡Uy! … ¿también miras a nuestra madre? …
—¡Viste! … te dije que me daría vergüenza …
—¡No! ¡Mauri! … no debes tener vergüenza … ahora te explicaré algunas cositas … escucha … nuestra madre es mucho más mayor que yo … además, me ha tenido a mi y años más tarde te tuvo a ti … su chocho es más grande … mi conchita es pequeña, por eso no se marca bien … ¿Y que más Mauri? …
—¡No! … ¡Nada! … nada más …
—¿Y mi culo? … ¿Te gusta mi culo? …
Toda esta conversación, quizás con un poco de ingenuidad e inocencia me estaba haciendo excitar, me encantaba la candidez de mi hermanito, sentirlo confundido, verlo enrojecer, escucharlo tartamudear algunas respuestas, mis bragas comenzaron a bañarse una vez más, me levanté delante del espejo y me miré mis nalgas, le encontré razón mis nalgas eran duras, redondas y firmes, me abrí el botón de mis jeans, bajé el cierre y me bajé el pantalón a mitad de mis muslos, me giré hacia Mauro:
—¿Qué te gusta de mi culo? …
Mauro estaba hipnotizado mirando mis nalgas cubiertas a mala pena por mi minúsculo tanga y eso era exactamente la reacción que yo esperaba, me gustaba verlo embobado con mi cuerpo:
—Me gusta cuando caminas … tienes una cadencia especial … tu culo se mueve uniformemente … como que tus nalgas estuviesen sincronizadas … se alzan … una vez una y luego la otra … con un ritmo cadencioso … una harmoniosa orquesta dirigida por tus caderas …
—¡Uh! … que lindo que eres … ¿Cómo haces para ver todas esas cosas en mí? …
—¡Porque me gustas! … eres hermosa, Estela … muy hermosa …
—¡Gracias Mauri! … eres tan poético para definirme … ¡Entonces! … te gustan mis tetas y mi culo … ven … ven y quítame la blusa …
El bulto de Mauro en sus shorts se había acrecentado, se paró acomodándose su pene hacia un lado en forma discreta, pero no pasó desapercibido para mí, se acercó tímidamente y titubeante, frente a mi comenzó a desabrochar un poco torpemente los botones de mi blusa, quizás por la excitación y el ansia por volver a ver mis tetas, tragaba saliva como si se le hubiese secado la boca, como se demoraba mucho en desabrochar mis botones tuve que ayudarle:
—¡Déjamelo a mí! …
Me terminé de desabrochar la blusa y abrí el gancho de mis sostenes que cerraba por delante, mis tetas libres terminaron de abrir el sujetador:
—¿Te gustan mis gemelas? …
—¡Sí! … son esplendidas …
Retrocedí dos pasos para permitirle observar mi desnudez y la excitación se veía en sus ojos, me puse de perfil para mostrarle la redondez de mis nalgas y el relieve de mis senos, abriendo su boca se paso la lengua por sus labios, como queriendo saborear el momento de lascivia y lujuria que se presentaba ante sus jóvenes ojos, lo miré con deseos acariciándome una nalga y apretando mi pezón, abrí mi boca y me lamí los labios tal como lo había hecho él:
—¿De veras que te excitas cuando me miras? …
—¡Sí! … no puedo apartar mis ojos de ti … te miro cuando tú no te das cuenta … a escondidas …
—¡Sabes que esos son los cumplidos más hermosos que haya recibido! … creo que te has ganado un premio …
¡Vamos! … quítate la camiseta y acuéstate en la cama …
Mauro obedeció sin decir palabra, a torso desnudo se acostó en su cama, lo monte a horcajadas y comencé a trazar imaginarias líneas con mis pezones sobre sus pectorales y su vientre, deposité un beso en sus labios y restregando mis tetas en su pecho comencé a devorar su boca, él respondía efusivamente mi beso, me saque mis jeans y baje sus shorts, me encontré con un pene enorme que latía con vida propia, luego lo volví a montar y volví a besarlo con apasionada lujuria, mis nalgas y la hendidura de mi coño rozaba su lustroso glande, al improviso sentí unos chorros que bañaban mis glúteos:
—¡Nooo! … ¡Por favor no! … ¿Qué te sucede? …
Él se había corrido espontáneamente, sin que nadie lo tocara, había sido demasiada la excitación para él:
—Perdón … no sé como pasó … ¡umpf! … no sé …
—¡Oh! Mauro … cariño … no te preocupes … no es nada …
Mis nalgas y muslos estaban llenos de su semen tibio y pegajoso, tomé su camiseta y me limpié como pude:
—¡Perdóname! … pero no pude … me la pusiste justo ahí … ahora voy al baño para lavarme …
Se levantó de la cama y se fue al baño, yo me quedé sobre su cama limpiándome su esperma, no pude resistir recoger un poco con mis dedos y saborear el esperma virgen de mi hermano, sabía una delicia:
—¡Guau! Hermanita … eres dinamita …
—Y a ti … ¡Que te pasó! … si ya las habías visto … las habías tocado … las habías sentido … ¿Cómo que te excitaste tanto? …
—Es que eres muy hermosa … siempre linda y sexy … es como si estuviese en un sueño …
—Pero no lo estás y te has corrido solo … ¡es que no puedo creerlo! …
Mauro agacho su cabeza, creo que lo estaba presionando demasiado, así que rápidamente cambié de discurso, con un tono más provocativo y juguetón seguí preguntando:
—Entonces … mis tetas y mi culo … además, me miras adelante … ¿Qué ves? …
—Nada … nada en particular … pero se dibuja algo un poquito protuberante … hinchada …
—¿En frente? … ¿Mi barriga! … ¿Tengo barriga! … ¿Me estás diciendo gorda! …
—¡No! … no tu barriga … más abajito …
—¿Mi almejita? … ¡pensé que me encontrabas gorda! …
—¡No! … no veo nada de eso … pero me imagino lo que tu tienes ahí … no sé … me atrae … me gusta …
—¡Uy! Mauro … eres un cochinito …
—¿Por qué? …
—Porque me acabas de confesar que me has estado mirando el coño a escondidas … el coño de tu hermana … soy tu hermana, cerdito …
—¡No Estela! … ¡No! … dije que veo el relieve de tu cosita y el resto lo imagino … jamás he visto un coño …
—¿Sabes por que no se delinea bien? … ¿Lo sabes? …
—¡No! … no lo sé … ¿Por qué? …
—Pues por qué mi chocho es pequeñito, plano y cerradito … no se nota nada … y dime … ¿Qué otras cosas miras de mí? …
—Pues … ¡emh! … creo que nada más … solo imagino cosas …
Mauro estaba sentado en la cama, me coloque detrás de él apretando mis tetas en su espalda, bese su cuello y mordí su lóbulo, le pasé mi lengua por la oreja mientras mis pezones se volvían a endurecer:
—¿Quieres dejar de imaginar? … ¿Quieres ver todas esas cosas que me has mirado? …
—¿Sabes que me encerrare en el baño todos los días por ti? …
Nunca pensé en una respuesta mas hermosa que esa, era como una declaración de amor, me subyugaba ser la fuente de inspiración y excitación de mi hermano, me paré sobre la cama y lo hice arrodillarse delante a mí, él estaba como hechizado mirando mi almejita cubierta solo por mi tanga:
—¡Quítamela! …
Mauro se mordía sus labios y gozaba del momento, nunca había visto una vagina y ahora estaba yo de pie delante a él ofreciéndole la mía, sentí sus manos en mis caderas, luego sus dedos se metieron en la banda elástica de mi tanga y comenzó a hacerla descender hasta mis tobillos, delicadamente levanté un pie primero y después el otro para que terminara la tarea, sus ojos estaban pegados en los rizos negros de mi conchita, no reaccionaba embobado con mi sexo:
—¿Qué te pasa? … ¿Te has bloqueado? …
Me giré y puse mis nalgas cerca de su nariz, Mauro restaba inmóvil, totalmente hechizado, me incliné y lo miré por entre mis piernas, mi coño estaba alineado con sus ojos, mis rizos negros estaban humedecidos por los fluidos que rezumaban desde mi panocha ardiente:
—¿Entonces? … ¿Has visto todo? … ¿Te has perdido algún detalle? …
Mauro ni siquiera pestañeaba, me volví a girar para estar frente a él:
—Solo se ve por encimita … no es que se vea tan bien …
—¡Ay niño por dios! … ¿Qué más quieres ver? …
Tomé la lampara de velador le saque la pantalla y encendiendo la luz me la acerque a mi panocha, con dos dedos me abrí mis labios mayores:
—Y ahora … ¿Puedes ver bien?
—¡Oh! ¡Sí! … ¿puedo tocarte? … por favor …
—Sí, mi amor … ¡tócame donde quieras! …
Sentí sus manos recorrer mi vellos púbicos, deslizarse entre mis piernas y tocarme el orificio del culo, recorrer la rajita de mi vagina, luego se aferró a mis nalgas y comenzó a lamer mi vientre y poco a poco fue descendiendo, sentía que me olía y luego me probaba con su lengua, cuando sentí que olfateaba mi chocho para luego abrir mis labios vaginales con su lengua, me golpeo como una descarga eléctrica, le gustaba el olor y el sabor de mi conchita, porque se quedó lamiendo por mucho rato, me separé de él y me recosté abriendo mis muslos y también mi conchita:
—¿Es esto lo que querías ver? …
Mauro tenía sus ojos brillantes con una luz que iluminaba mi alma, quería que sus adorables ojos pudieran acariciar toda mi piel desnuda, quería que mi hermano me viera toda entera:
—¡Sí! … es muy bella … es aromática y plana … también sabe bien … ¿Puedo seguir chupándola? … ¿Quieres? …
—¡Sí Mauro! … sí … mira como está toda mojadita para ti …
Mauro no se hizo repetir la invitación, se hundió entre mis piernas, estaba sintiendo el sublime gusto de mi almejita, hizo de aparte mis manos y con sus propias manos comenzó a hacerse cargo de mi conchita, haciéndome gemir y tremar de placer, pero lo vi un poco incomodo, quizás sea por la posición en que estábamos, acaricie sus cabellos:
—Sí Mauro … ¿Qué quieres? …
—Quiero que te acuestes más al medio de la cama … estoy que me caigo …
—Cómo tú quieras, cariño …
Me acomodé más al centro y él volvió a meterse entre mis muslos, eché mi cabeza hacía atrás y me perdí en el placer de sentir la lengua de mi hermanito que escarbaba todas las sinuosidades de mi concha, estirando cada rugosidad y cada pliegue, haciendo que me empapara completamente, las gotas de fluidos brillaban como diamantes alrededor de esa cueva del placer.
Mis tetas subían y bajaban harmoniosamente y rítmicamente con mi afanosa respiración, en el ápice de mi orgasmo me hizo rebufar y boquear por aire, mi boca se secó y mis espasmos me obligaron a arquear mi espalda y a chillar para placar la lujuria que exprimía todo mi ser, casi me hizo morir, la agonía de placer duró un momento infinito, mi encharcada vagina tiritaba, haciendo que esos temblorcillos se extendieran por todas mis extremidades, agarré sus cabellos y los tire para restregar su rostro contra mi clítoris, por un par de minutos quedé turulata jadeando y convulsionando bajo el hechizo de su lengua, mis negros rizos estaban empapados y los fluidos de mi concha mojaron sus sabanas.
Mi concha lo atraía como un imán, se quedo observándome, besando mis muslos y acariciando mi pelvis delicadamente con sus dedos, no podía ocultar mi goce, mi hermano me había hecho disfrutar un poderoso orgasmo, cuando me levantó las piernas hasta casi tocas mis tetas, me sorprendió, pero luego cuando su ofidia lengua se enterró en el orificio de mi culo, me hizo estremecer y el placer recomenzó a diseminarse por mis poros, sus dedos suavemente tocaban mi delicado clítoris y su lengua atacaba una y otra vez mi rosado culo y perineo, basta decir que cuando metió sus deditos de mi trasero, sentí un profundo placer que me arrastro a otra serie de convulsiones exquisitas, no sé si fue un nuevo orgasmo o una prolongación del primero.
Me quedé sin fuerzas, como una muñeca de trapo, sin voluntad de nada, con mis piernas plegadas y mis muslos abiertos obscenamente:
—¡No te muevas! … ¡Quédate así! …
Mauro me hablaba y yo percibía su dulce voz como si estuviese a distancia, sentía el calor de su cuerpo, estaba extasiada, su mirada recorría mi humanidad y yo gozaba de exponerme a la lascivia de sus ojos juveniles, a esa curiosidad, a ese deseo de descubrir cosas, su pene magnifico sobresalía de entre sus musculosos muslos, había gotitas de semen en su glande:
—¡Pero que rico estás, hermanito! … acércate … quiero sentirte …
Él se monto a horcajadas en mi pecho, sus cojones con una pelusilla incipiente estaban en la base de mis tetas, su verga dura se alzaba insolente en el aire, con mis dos manos me hice cargo de su erección, sonreí maliciosamente viendo esas venas gordas y azulinas que recorrían el largo de su pija gruesa y palpitante, me gustaba tocar ese miembro joven de mi hermano, me excitaba terriblemente, Mauro gemía con sus ojos cerrados, repté un poco sobre mi espalda y acomodando una almohada, me engullí esa asta caliente.
Mauro comenzó a follar mi boca, me provocaba arcadas cuando su glande tocaba mi paladar y se adentraba en mi garganta, pero de a poco aprendí a controlarlas, él duró solo un par de minutos, casi me ahogué cuando su primer chorro obturó mi garganta, me hizo toser y escupir su semen, se vino en mi boca, en mi cara y embadurnó partes de mis tetas:
—Perdóname hermanita … no me di cuenta … fue de repente … no pude resistir …
Su semen sabía de miel, pero no era todo lo que yo quería, me limpié como pude y me puse a lo perrito, quería que él me acariciase mi sensible culo:
—¿Te gusta si me meto así? … ¿Dime que ves? … ¡dímelo! …
—¡Uy! Sí que me gusta … me encanta …
—Sí … pero dime que ves …
—Lo veo todo … se ve rico … eres muy linda …
—¡Ay! pero descríbelo … ¡dime todas las cosas que ves en mí! … te daré un regalo si me lo dices …
—Veo un espectacular culo … tus nalgas son perfectas, suaves y lisas … también tienes un agujero de color rosáceo, aterciopelado … eres maravillosa …
—¡Ah Sí! … ¿Y que más? … continua … mi coño … ¿Logras ver mi coño? … ahora está un poquito abierto … ¿Lo ves? …
—¡Sí Estela! … lo veo muy bien … tu coño es un poquito obscuro y rosadito por dentro … es muy pequeño … tiene muchos pelitos rizados a su alrededor … se ve que está mojado … tus muslos también están mojados, hermanita …
—¿Y que sientes cuando lo ves? … ¿Qué quisieras hacerme? …
—Me gustaría lamerte y besarte todo …
—¡Hazlo! … devórame hermanito … cómete mi coño y mi culo … cómeme …
Y lo hizo el muy cabrón, comencé a masturbarme porque me estaba volviendo loca, me abría las nalgas e insertaba su lengua en mi paraíso, era un goce demencial que él también disfrutaba, Mauro luego se metió de espalda entre mis muslos y se dedico a mi conchita, yo me asenté sobre su cara casi ahogándolo con el mar de fluidos que emanaba mi panocha:
—¡Uy! ¡Que rico, hermanito! … chúpame más arriba … ahí encimita … ahí en mi clítoris … me vas a hacer que me corra … ¡aaahhh! … ¡ssssiiii! …
Mientras continuaba a masturbarme como loca, le agarré su mano y guie dos de sus dedos al hoyito de mi culo, Mauro entendió y muy pronto sentí que traspasaba el anillo de mi esfínter, casi me desmayo y me corro ahí mismo, sus falanges perforaban mi ano en un mete y saca frenético, eso bastó a hacerme explotar y derretirme en un orgasmo digno del mejor video porno, me desplomé a su lado convulsionando, sollozando y gimiendo por unos extensos minutos:
Me tomó un poco de tiempo recuperarme, Mauro miraba el cielo muy tranquilo con sus mejillas húmedas sonrosadas, parecía un niño, me acurruqué junto a él y le besé sus mejillas:
—¿Mauro? … ¿Estás bien? …
—¡Sí! … estoy bien … ¡no sé si estoy en un sueño o todo es realidad! …
—¡Es la realidad Mauro! … ¡lo has hecho muy bien! … ¡te daré un premio! … ¡te lo mereces! …
—¿Qué premio! … ¿Cuál sería el premio? …
—¡Siéntate en la almohada y apóyate en el respaldo y abre tus muslos! …
Mi obediente hermanito hizo como le indiqué, yo me puse entremedio de sus piernas y le miraba su pene magnifico, me acomodé boca abajo, lo miré sonriendo y él me devolvió la sonrisa:
—¡Chico! … ¡Pero que bien estas! … tu cosita está durita …
Envolví su pene con una mano y lo empecé a pajear, Mauro me miraba con adoración, sus ojos recorrían todo mi ser, desde mis tetas hasta detenerse en mis glúteos que subían y bajaban mientras se lo chupaba con ardor, también mis piernas se movían alternadamente:
—¿Te gusta cómo te lo chupo? … ¿Sientes rico? …
Le abro más las piernas y comienzo a acariciar su culito, su orificio era obscuro y rugoso, y muy pero muy apretado, me ensalivé un dedo y poco a poco se lo fui metiendo, Mauro me miró con asombro, pero no dijo nada, yo le sonreí y seguí metiendo mi dedo en su ano, lo vi que echo para atrás su cabeza:
—¿Te gusta Mauro? … ¿Te gusta que tu hermanita te folle el culo? …
—¡Ooohhh! Estela … me gusta … no creo que dure mucho si lo sigues haciendo … ¡ssiii! …
Me gustó sentirlo expresar sus sensaciones sin vergüenza ni pudor alguno, me excitaba también a mí, no dije nada pero continué a coger su culito con mi dedo y estaba tratando de meterle uno más, le abrí sus nalgas y le bese su culo lamiéndolo con mucha saliva, después volví a ensalivarme dos dedos y se los metí delicadamente, volví a repetir todo y le metí tres dedos, lo sentí gemir y poco a poco mis dedos vencieron su esfínter y se deslizaban dentro de su culo con cierta facilidad, entonces comencé a mamar su verga:
—¡Ooohhh Estela! … ¡aaahhh! …
Sus glúteos comenzaron a contraerse y sus movimientos estaban follando mi boca, aferró mis cabellos y me metía su verga con fuerza, casi me ahogaba, de pronto sentí su lechita que se vertía en mi garganta, rápidamente me arrellané afirmada a sus muslos y me dedique a beber todos sus chorritos, uno de esos me encegueció cuando aterrizó en mi parpado izquierdo, diligentemente Mauro me limpio con su remera:
—¿Cómo estás, mi amor? …
—¡Ay, Estela! … creí que me moría … que rico que lo haces …
—¡Gracias, bebé! … ¡era un regalo para ti! …
Nos quedamos apagados, desnudos, durante muchos minutos conversamos de nosotros, de nuestros sentimientos, de nuestro secreto incestuoso y que debería quedar solo entre nosotros, la mano de Mauro estaba sobre mi vientre y jugabas con el borde de mis enmarañados vellos púbicos, estaban pegajosos y como almidonados, pero a él no le importaba, todo mi ser era bello para él y continuaba a mirarme con ojos de pasión, jamás me habían amado tanto.
No nos atrevimos a copular, pero sé que más luego que tarde su pene invadirá mi conchita invicta, no soy virgen porque me he metido de todo, me desvirgue con un tubo de desodorante, pero mis carnes no han conocido otra carne, ansío poder sentirlo a él dentro de mí, ni él ni yo sabemos cuándo, pero estamos seguros de que sucederá …
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