Madre amantísima… y ahora Hilda

Desde la vez de la masajista sueca, (que cuando me acuerdo me vengo), de vez en cuando invitamos a mujeres que quieran coger con Mario, mi hijo.

Yo soy la perfecta anfitriona, acerco tragos, dulces, toallitas y preparo el baño para los tres.

Lo hago porque lo adoro, él nunca me presiona…. y si me porto bien, mi hijo me recompensa como solo él sabe hacerlo…. y nos encanta y emociona el poder tener con nosotros a mujeres para que Mario les haga el amor, mientras yo los observo, les echo porras y me excito increíblemente.

A veces yo las busco, a veces Mario las consigue y a veces caen solitas. Le encanta hacerte gozar como nadie. Es creativo, cariñoso, tierno y divertido, pero es un verga suelta incontrolable.

Mario me ha llevado a niveles de satisfacción que muy pocas mujeres han logrado, incluyendo a mis amigas.

De hecho tres de ellas se estimularon tanto con mi relato, que cayeron solitas y no he perdido a ninguna. Si acaso somos más amigas aún.

A veces las cosas se presentan de tal forma que sería un pecado desperdiciarlas, como aquella vez en que pasaba yo por enfrente de los teléfonos de un hotel en Reforma, al que habíamos ido a una convención y estaba esta señora, muy guapa, hablando con el marido muy disgustada, le decía, «pero quedaste de llegar y me estás dejando plantada» y esas cosas normales de los matrimonios.

Entré al tocador y ella entró unos segundos después, en plena lágrima. Le pregunté qué le pasaba y me dijo que era de Costa Rica, y que había quedado de verse en México con su marido que venía de Miami, para pasar unos días en México, pero que él a última hora le había mandado mensaje para que le llamara a Miami y le dijo que iba a llegar tarde un par de días. «seguro que está con la puta de la secretaria, en pleno jodiendo como conejos». Yo traté de calmarla pero me dijo que su frustración es que ya venía mentalizada a una encerrona con él y que ahora se quedaba caliente y sin macho.

Se me prendió el foco y le dije, «mira no quiero que te sientas sola, yo estoy con mi hijo y con mucho gusto te invitamos a tomar la copa y si quieres después vamos a bailar y cenar, para que no te vayas totalmente en blanco». Ella dijo; ¿sales a bailar con tu hijo? Y lo le dije que lo hacía con frecuencia porque mi marido es muy aburrido y con mi hijo estaba segura (y que lo digas, jaja) y ella estaba tan y tan encabronada que aceptó ahí mismo.

Les juro amigos que en ese instante por poco me vengo del gusto ahí parada enfrente a ella. El caso es que llegamos juntas a la mesa y Mario, como el caballero que es, se levantó y los presenté «Hilda se quedó sin marido por un par de días y está muy triste, la invité a sentarse con nosotros, ok?». A Mario le brillaron los ojos frente a aquel mujerón, que lo que sea de cada quién, estaba que se caía de buena.

Total, tomamos la copa y nos fuimos conociendo un poco, los detalles son irrelevantes y como a la hora les dije, ok, cenamos? Y nos fuimos a comer algo.

Ya para ese momento Mario la desnudaba con la mirada y ella se dio cuenta y no pareció importarle. Mario y yo nos levantamos bailar y me dijo que estaba listo para ella, que quería que me desapareciera unos 10 minutos. Regresamos a la mesa y dije que tenía que hacer una llamada para asegurarme que mi otro hijo, ya estaba en casa.

Mario se quedó con ella y me tarde unos 15 minutos, pero los estaba observando sin que me vieran, siguiendo las instrucciones de Mario.

Los vi como se levantaron a bailar y Mario estaba inspirado. Conoce Costa Rica y se pusieron a platicar muy de cerca y de pronto ya estaban bailando de cachetito. Me calenté tanto que los últimos 5 minutos los pasé en el baño, masturbándome.

Cuando regresé ellos estaban bailando todavía y Mario seguía como los deje de ver; en pleno «cartoncito de cerveza», como dicen en el norte, es decir, le tenía bien sujetas las nalgas a Hilda. Mmmmm. Llegué y me pegue a los dos para medio bailar y dije, lo siento, pero me tardé discutiendo con la mucama.

Y me arrimé a los dos y seguimos bailando. Ella medio se sorprendió y quiso ir a su mesa y yo le dije, «no, espera, terminen tranquilos, se ven muy bien juntos» y me fui a sentar. Cuando regresaron a la mesa ella me pidió acompañarla al tocador y fuimos juntas.

Ya adentro me dijo, «oye, no pienses que me estoy insinuando a tu hijo yo no…..» y la paré en seco y le dije, «en primer lugar, Mario es lindo, tierno y cariñoso y un caballero, y en segundo lugar no me molesta que les guste a otras, no soy celosa y me siento muy orgullosa de él, te gusta?, te gustaría estar con él?»… ella me miró incrédula y me dijo «pero es tu hijo, que no?» «jaja,

«lo adoro y me encanta que esté feliz. los dejé un rato juntos para ver si se entendían y veo que si y me encanta que se gusten»… ella no salía de su asombro y me dijo, ok, cual es el juego? Y yo le dije, «el juego es que a Mario le gusta conquistar mujeres frente a mi y yo a veces, como ahora le ayudo, pero no te preocupes si te escandaliza siempre podemos dejarlo por la paz y olvidarlo»

Pero ella estaba ya muy caliente y deseaba un acueste como le dicen allá, un poco por la venganza con el marido, un poco por el trabajo de Mario y un poco, o un mucho, porque se dio cuenta que si se acostaba con Mario, las cosas no iban a pasar de eso, un acueste y ya. Sin consecuencias en su matrimonio.

Total, le dije «mira, tú tienes cuarto aquí, nosotros también. No necesitamos salir. Simplemente vamos a tu cuarto o al nuestro y ya veremos que pasa. Nada me daría más gusto que tú y Mario se empalmaran un buen rato. Váyanse solos a tu cuarto y yo lo espero en el mío, tranquila, ok?

Ella dijo, me voy con él a mi cuarto. Ok, si así lo quieres» y regresamos a la mesa. Le dije a Mario, te espero arriba, tómalo con calma, Hilda quiere hablar contigo. Les di un beso a cada uno, el de Mario especialmente cachondo, le apreté el brazo y me miró, entendiendo.

Subí a mi cuarto con sentimientos encontrados, principalmente porque no sabía si Mario iba a llegar en una hora, o hasta el día siguiente, pero en fin ya estoy acostumbrada. Llegué a mi cuarto y me di una ducha caliente, me perfumé y me puse lo más sexy que llevaba. Me serví una copa de vino y me senté a ver la tele.

Como dos horas después sonó el teléfono. Era Hilda. Me dijo, «chica, tu hijito te extraña, quieres venir a tomarte una copita a mi cuarto?… por poco me vengo… bueno de hecho me vine… uffffff. Le pedí hablar con Mario y me lo puso al teléfono.

Yo le pregunté si le había dicho que éramos amantes y el me dijo que sí. Le pregunté como reaccionó y me dijo: «como reaccionan todas las mujeres cuando se los digo en el momento preciso…» (el muy cabrón siempre se los dice cuando las tiene envergadas, después del cuarto o quinto orgasmo, es decir en el momento en que, cualquier mujer normal, no solamente lo acepta sino que, en algunos casos hasta se vienen otra vez en ese momento).

Le pedí a Mario que pusiera a Hilda al teléfono y le dije: «mira no quiero molestarte, la relación con Mario es muy especial y no todo el mundo lo acepta, pero si te quiero decir que si subo a tu cuarto voy a tener sexo con él.

Si eso te ofende, mejor me lo dices ahora y me lo mandas de regreso cuando hayas terminado con él» y ella dijo; «nunca he visto eso, pero te juro que si lo hacen no me voy a molestar, vente con confianza» (me vine otra vez en ese instante)

Salí con una gabardina encima del baby transparente y llegué al cuarto de Hilda.

Me abrió Mario sosteniendo una toallita con la mano, por si acaso pasaba alguien en ese momento y me guiño el ojo, en complicidad. Ella estaba en la cama, apenas con la sábana encima pero evidentemente desnuda.

Y me dijo » yo te quería recibir por lo menos en bata, pero tu hijo me prohibió salir de la cama y vestirme, parece que le gusta verme así, lo siento» y yo le dije, no te preocupes, lo conozco, jaja» y Mario me acercó un silloncito a la cama y nos sentamos los tres, ellos en la cama, desnudos y yo en al transparente. Mario rompió el hielo y me ofreció una copa de vino.

La acepté y pregunté «la pasaron bien?», pregunta tonta, se veían felices y muy cachondos.

Yo seguía caliente y deseaba a Mario como una loca en ese momento y pregunté es decir, cuéntenme… y me pasé a la cama, tomé el pene de Mario y mirándolo le dije «espero que no me hayas hecho quedar mal, muñeco» Hilda se atacó de la risa y Mario me tomó el baby y lo sacó de un tirón diciendo «así estamos iguales.

Y comenzó a acariciar mis tetas con una mano y las de Hilda con la otra…. Me sigo calentando….. me besó fuerte en la boca y de pronto me soltó y fue a besar a Hilda igual de fuerte, ella me miró y yo le dije con la mirada, adelante, y le respondió igual.

Mientras el la besaba y le chupaba las tetas, yo comencé a chuparle la verga, que olía a otra mujer, mujer limpia y sensual.

De pronto ambos se quedaron mirando el espectáculo de mi mamada a la verga y Mario vino, me levantó la cara, me besó suave y comenzó a chuparme las tetas. Hilda, transformada, le decía que rico papi, que rico, déjame ver cómo lo haces, déjame ver… y la dejamos mirar cómo me chupaba y mientras ella le sobaba la verga.

De pronto ella dijo, «chica, míralo como te está deseando, mira, y me mostró la verga de Mario, dura, brillante y mojada. «te ha extrañado mucho, pobrecita», tómala, tómala.

Y Mario me recostó sobre mi espalda y me penetró, como lo hace siempre que viene de cogerse a alguien, más dura si es posible y más excitado que nunca, si es posible. Me vine casi inmediatamente, no podía más.

Hilda nos miraba con ojos de plato, mientras Mario bombeaba como un loco dentro de mi vagina, para hacerme venir otra vez, y otra y otra.

Pero el muy cabrón, como de costumbre, no se venía. Le encanta hacerlas venir 10 y 12 veces antes de venirse él. (Dicen algunos psicólogos que eso es el epítome del egoísmo, el hombre que te provoca una multitud de orgasmos sin eyacular, lo hace para que las mujeres se prendan de él y lo busquen, lo quieran y le den todo, así como yo)

Al final, me besó suavemente y se salió, (que horrible siento cuando se sale, uffff) y se recostó a los pies de la cama mientras nosotras lo veíamos aún erecto y comenzó a sobarse los testículos y la verga, como para motivarnos, (como si lo necesitáramos, jaja).

Comenzó a sobar los pies de Hilda muy suave y luego comenzó a mordisquearlos. Hilda me volteó a ver como diciendo, ¿le sigo?.

No es lo mismo habérselo cogido en mi ausencia que estar en la misma cama conmigo, su propia madre, pero ella estaba fuera de control, tal como lo había yo previsto. A pesar de todo lo que le había dicho, yo podría reaccionar negativamente en el momento de la verdad.

Yo le sonreí y me pasé al silloncito junto a la cama y le dije suavemente, «desde aquí veo mejor y ustedes tienen el campo libre» y comencé a acariciar mi coño que ya se estaba mojando otra vez (este cabrón de Mario siempre me tiene húmeda)

Mario comenzó a chuparle los dedos de los pies, mordisqueándolos, yo la veía como cerraba los ojos y comenzó a ronronear al principio sin abrir la boca y luego empezó a dar unos gemidos muy cachondos.

El siguió lengüeteando sus piernas, chupando la parte trasera de las rodillas, (cosa que me enciende como una caldera a presión cuando me lo hace).

De vez en cuando levantaba la mirada para encontrar la mía y yo le sonreía, -adelante mi vida, cógetela a gusto, ándale,- y él que no necesita más estímulo, seguía ascendiendo hacia los muslos de Hilda, besándolos por todos lados, hasta que llegó a la entrepierna.

Ahí se detuvo, abrió las piernas de Hilda y se quedó mirando, mientras muy suavemente le acariciaba el vello púbico… Hilda abrió los ojos y se le quedó mirando, mientras él me miraba a mí, con esa sonrisa que bien conozco.

Era la señal para que yo hablara… «Hilda, ¿quieres que te bese, quieres que te chupe, quieres que meta la lengua?, dímelo, ¿quieres que te haga venir chupando tu clítoris?, ¿quieres, quieres, lo deseas, lo quieres?…. Hilda me miró con la mirada más cachonda que he visto en mucho tiempo (a pesar de que Mario se ha cogido a unas 15 mujeres en mi presencia) y me dijo: «Tú qué crees chica, me muero porque lo haga» y yo miré a Mario y le sonreí diciendo: «Mario, no la hagas esperar, ¿no ves que se está muriendo de las ganas?.

El me miró, la miró a ella y literalmente se zambulló en aquella espesura castaña de Hilda. Fue tal la sorpresa que ella gritó contenida y agarraba la sábana, como para no caerse de la cama.

Mario comenzó a mordisquear su clítoris y a veces tragándolo todo, como si la fuera a voltear de adentro para afuera… Hilda bramaba como una loca y pegaba con las manos abiertas en la cama, era un espectáculo hermoso, mi hijo y amante llevando a otra mujer al éxtasis mientras yo me sobaba mi «rajita» (como decía la españolita que se cogió en Bruselas).

Hilda comenzó a venirse una y otra y otra vez. De pronto, apartó la cabeza de Mario. le cogió de los cabellos, se medio sentó y lo miró tan intensamente que de pronto sentí que ya no le importaba (si acaso), que yo estuviera ahí, eran ella y él, solos en el mundo.

Hilda dijo con voz ronca: «para, por favor para, me da miedo seguirme viniendo, siento que me voy a desmayar, te juro que nunca me había venido tantas veces en tan poco tiempo, qué es lo me estás haciendo, ¡me vas a matar negrito!»

El la miró, entre halagado, frustrado, caliente, comprensivo y exigente, todo en una sola mirada y le dijo: «conmigo siempre puedes una vez más y otra y otra, conmigo siempre puedes, ¿entiendes?, conmigo no te vas a negar nunca».

Ella le dijo: «no me niego ni me negaré contigo, pero nunca había experimentado esto, por favor no te pongas bravo, déjame un minuto para entender lo que le está pasando a mi cuerpo, por favor, te lo pido». El me miró y en ese momento ella recordó que yo estaba ahí.

Su momento mágico no terminó, por el contrario, se expandió a los tres. Ella volteó a verme y me dijo «por favor dile que no se ponga bravo, lo quiero todo de él, pero estoy sorprendida de mi misma, él no tiene la culpa, por favor, ¿tu me entiendes, no?»

Me levanté del silloncito y me pasé a la cama. Los tomé de las manos a los dos y le dije a Mario: «mi vida, dale un minuto para ajustarse, por favor» Me levanté y fui a servir vino para los tres. Regresé a la cama, les di sus copas. Hubo un momento de silencio pesado, Hilda seguramente estaba pensando que lo había arruinado y que ahí se terminaba todo.

Comenzó a sollozar, sus ojos se mojaron y se volteó para que no la viéramos. Mario se arrodilló en el piso, del lado de ella y comenzó a acariciar su cabello, a besarla suavemente, diciendo: «perdóname, no quise hacerte daño, solo quería darte placer».

Ella balbuceaba y finalmente le dijo: «es mi culpa, no soy tan mujer como pensé, por favor no te enojes». El continuó besándola dulcemente y le dijo: «eres la mujer más linda que conozco, no te preocupes, cálmate, tienes la boca seca cariño».

Acto seguido tomó un sorbo de vino y fue a besarla en la boca. Ella lo aceptó, sin saber que Mario le daría el vino de su boca.

Cuando se lo dio, percibí claramente el estremecimiento de ella. Lo separó y lo miró de cerca, todavía con los ojos húmedos y él comenzó a besarlos y a chupar sus lágrimas, y fue a dárselas en la boca. Fue demasiado para ella, temblaba toda y estiró su mano hacia mí. Yo la tomé con un apretón de entendimiento. Esto la hizo sentirse segura y tomó a Mario por la nuca y lo comenzó a besar apasionadamente.

Mario se subió a la cama y le abrió las piernas. Yo solté su mano, pero ella me la pidió otra vez, sosteniendo la suya con la palma hacia arriba, mientras Mario se disponía a penetrarla.

Me dijo: «no me dejes sola». En su voz había todavía un poco de miedo, pero al mismo tiempo una pasión contenida. Mario la penetró suavemente mientras ella lo miraba en una mezcla de temor, deseo, perdón y decisión.

Al penetrarla toda, ella abrió los ojos como de plato y al recibirlo su expresión cambió a placidez, por el gusto de tenerlo dentro de ella.

Pero no duró mucho, ya que inmediatamente esa mirada cambió a una de deseo casi animal y comenzó a ronronear y luego a gemir y luego a gritar: «dame, dame, dame negro, dame todo lo que tienes, dame» y comenzó a venirse una y otra vez y otra.

Yo para ese momento ya estaba a punto de venirme también y solo bastó que me masturbara unos cuantos segundos, con mi mano libre, que empecé a venirme, tratando de seguir su ritmo.

Obviamente, por más que quise no pude lograr más de dos orgasmos, mientras ella lograba por lo menos cuatro y a cada uno me apretaba la mano y casi me rasguñaba.

Al cuarto o quinto orgasmo, Mario se detuvo. Yo sabía por qué. No quería venirse todavía y estaba a punto.

Ella lo miró dulcemente y le dijo: «ya ves que no me niego contigo, cariño» El la besó en la boca con dulzura pero con pasión y muy despacio se salió, húmedo de los jugos de ella y se recostó, nuevamente a los pies de la cama.

Ella volteó y se dio cuenta que todavía tenía mi mano fuertemente asida. Aflojó sin soltar y me dijo, mientras apretaba suavemente al ritmo de su voz: «gracias por darme tu mano, al principio fue por miedo, pero después fue por compartirlo contigo aunque haya sido solo aquí (viendo mi mano) y la soltó.

Yo me levanté, di vuelta a la cama y fui a besarlo casi mordiéndolo.

El me tomó por la cintura y me rodó a la cama, me abrió las piernas, me las dobló sobre mi pecho y me penetró violentamente por el culo. Busque la mano de Hilda y la tomó.

Me vine una vez más, largo, casi doloroso orgasmo, bramando y gimiendo.

Mario se quedó dentro de mi pero no se movía. Todos calmados. Yo la miré y le dije: «también lo compartí ahora contigo». Ella me miró de forma muy especial, no entendí la mirada, pero no me ofendió. Fue muy dulce. Mario de salió de mí y se recostó.

Para este momento, la cama y nosotros éramos un verdadero revoltijo. Ella se levantó y fue cuando la pude ver completa.

Qué cuero de mujer, para que es más que la verdad. Mario debería estar muy complacido. Ella fue al baño y cerró la puerta. Mario me sonrió y yo a él. Estaba contento y yo también. Hasta ahora, todo sobre ruedas, todos complacidos, felices y muy, muy cogidos…hablamos poco. Más bien nos acariciamos cachondamente.

¿A los pocos minutos escuchamos la regadera. Ella salió y dijo: «ustedes son mis huéspedes, ¿Quién se quiere bañar primero?». Yo me levanté y dije «yo primero, ¿me bañas Mario?. El se levantó y fue a bañarme. Fue muy cachondo como siempre que nos bañamos. Me acarició, me hizo venirme ahí de pie, a base de meterme el dedo en la vagina. Mmmmm.

Al terminar, salí del baño y le dije a ella: «Mario quiere bañarte, ¿quieres?» . Ella me dijo: «¿este cabrón no descansa nunca? Y riendo a carcajadas se encaminó a ser bañada por Mario. Los dejé solos y como a los diez minutos, salieron juntos, Mario estaba bañado también. Seguramente la baño a ella y luego ella a él.

Ella fue al teléfono y pidió algo de comer. Camarones, carnes frías, más vino, helado y café. Mientras esperábamos, conversamos sobre nosotros. Muy civilizado.

Después de comer, desnudos a insistencia de Mario, ella preguntó tímidamente: «esa última vez entre ustedes, te penetró por atrás, ¿no?.

Yo me le quedé viendo y le dije: «bueno, tú misma lo viste» (¿estaba ciega?). Y me dijo: «no estoy ciega, pero es que yo nunca lo he hecho, por eso lo menciono. Una amiga mía me ha dicho que su marido se lo hace.

El mío me lo ha pedido, pero yo no me he atrevido». Yo vi como Mario reaccionó y si ya estaba erecto, (que parece ser su estado natural desde su nacimiento), parece que se endureció más.

Yo le dije: «pues te has perdido de algo maravilloso, Mario me inició hace varios años, pensé que iba a ser muy doloroso, pero Mario me preparó muy cuidadosamente y no dolió nada, te aseguro, ¿te gustaría tratar?, hay veces siento que se me acaba la respiración cuando Mario me penetra el culo. Ella se estremeció visiblemente. Se veía en conflicto interno entre querer, atreverse, temer, desear, ufff .

Mario se levantó y desde atrás comenzó a acariciarle y medio masajearle el cuello, poniendo su verga en su espalda, dejándole «gotitas de amor» como le llamamos. Le puso la verga en el cuello, al alcance de su boca, ella la tomó, sin dejar de verme fijamente, la acarició, y la besuqueó por un lado.

Finalmente, se volteó en la silla y la tomó completa. Se la tragó, como quien dice y comenzó a chuparla, desde la punta hasta la base. Se veía como se calentaba y respiraba con fuerza. Mario la levantó y, tomada por la cintura, la llevó a la cama. La acostó boca arriba y comenzó a chupar su coño, mientras le ofrecía su verga en la boca.

Se empalmaron en un 69 digno de una foto. Ella bombeaba la verga de Mario hasta el fondo, con la vista fija en sus testículos.

Mario me miró y si hablar en voz alta, articuló las palabras: «dame el aceite». Fui al baño y no encontré aceite, pero encontré un frasco de crema de manos y cuando se la di, ya abierto, lo puso en la cama e incrementó el ritmo sobre el coño.

Ella comenzó a venirse que era lo que él quería, para «encarrerala». Después del segundo orgasmo, Mario cuidadosamente la hizo doblar las piernas, de tal forma de poder alcanzar su culo.

Muy despacio fue bajando de su coño a la entrepierna a ese espacio entre los dos orificios que él llama «el puente hacia el huerto trasero», mientras con la barbilla seguía masajeando su clítoris.

Con mucha cautela, pasó un par de veces la punta de la lengua por el culo de Hilda, para ver cómo reaccionaba.

Al principio, ella no hizo nada, pero al momento en que él la comenzó a tocar en el culo con sus dedos, le dijo: «no estoy lista, no sé si lo quiero», y trató de incorporarse, pero Mario, suavemente la retuvo y comenzó a besarle el culo y a penetrarla con la lengua. No había dolor.

Mario metió el dedo en la crema y comenzó a ponérsela por las orillas. Después, con el dedo lleno de crema, comenzó a abrir le culo con mucha suavidad, tratando de que resbalara con facilidad.

Ella se dio cuenta y nuevamente trató de incorporarse, pero en ese momento, Mario ya tenía un dedo dentro y ella, al sentirlo, se tranquilizó, yo creo que al fin dijo, bueno, si ya entró y siento rico, dejémoslo…jaja. Mario siguió entrando y saliendo su dedo del culo de Hilda, hasta que lo sintió suficientemente abierto, la penetró con segundo dedo y ella volvió a reaccionar, y de la misma forma, se dejó hacer nuevamente.

Yo me estaba viniendo literalmente, mientras admiraba ese cuadro y me puse enfrente de Mario y me masturbé hasta venirme mientras mi hijo me miraba con una sonrisa en los ojos.

Luego, Mario hizo algo que a mí me vuelve loca, y lo sabe, por eso lo hizo, para decirme, «mira lo que te estoy haciendo». Metió el dedo índice en el coño de Hilda y el dedo anular en su culo.

Es como si te sacaran el aire del cuerpo. ohhhhhh.uffffff. Vi cómo ella abrió desmesuradamente los ojos, en sorpresa y placer. No pude menos que venirme en ese momento.

El caso es que Mario le dice: «ya estás lista, ¿lo quieres?. Ella lo miró y me miró y dijo: «si me duele no lo hagas, por favor no me lastimes, chiquito». Pero se le veía caliente y deseosa, recién venida, quería más verga y estaba dispuesta a tomarla por donde fuera.

Mario levantó las piernas de Hilda y las puso sobre sus hombros, cubrió de crema su verga y la colocó en la puerta del culo de Hilda.

Ella por su parte todavía miraba y Mario tomó la decisión correcta, le metió la verga en el coño en esa posición y la hizo venirse, a pesar de su sorpresa, ya que lo esperaba por atrás.

Cuando ella dio indicios de segundo orgasmo, Mario se salió del coño.

Y caso en el mismo movimiento apuntó su verga al culo de Hilda… y comenzó a penetrarla muy despacio.

Fue un momento eléctrico. Yo estaba a punto de gritar que le metiera la verga hasta que le reventara el culo, estaba enardecida. El estaba el gloria el muy cabrón, encantado de romper un culo en mi presencia.

Me miraba el coño mientras yo me lo masturbaba y ella no sabía que esperar pero se convulsionaba por el orgasmo que sentía venir.

Mario nos miró a las dos y arremetió, no sin cuidado, hacia su culo. En medio de la construcción de un orgasmo, Hilda no tenía defensa.

Mario la penetró suavemente, hasta el fondo y se detuvo para ver si no la estaba lastimado. (es un caballero el hijo de puta) y en ese instante, Hilda se vino como si fuera una aplanadora.

Mario aguantó las convulsiones sin salirse y cuando ella terminó y volvió a respirar lo miró en una mezcla de reclamo y bienvenida a su virginidad anal, hasta ese momento. Mario le sonrió y comenzó a moverse dentro de ella, dentro de su culo, mientras yo me venía como si fuera una catarata.

Siguió moviéndose hasta que Hilda comenzó a gemir bajito y luego más fuerte hasta que estaba al borde del orgasmo y dijo: «rómpeme el culo negro, tómame por las nalgas, dame tu crema en mi mierda, ven cabrón, ven, dame toda tu verga en mi culo» (o algo parecido ya que yo no estaba poniendo tanta atención, ya que estaba muy ocupada en mis propios orgasmos).

Cuando finalmente Hilda se vino y terminaron sus convulsiones, que nuevamente Mario aguantó sin salirse, nos miró, plena, satisfecha, sorprendida de sí misma y, en cierta forma, avergonzada de haber hecho algo que, para la mayoría de las mujeres no es normal.

Yo, por mi parte, todavía quería más, pero no era momento de detenernos para que Mario se lavara, (soy valiente, pero no pendeja para dejar que Mario me la meta llena de mierda de otra, jaja), y le dije a Mario: «tráela a la orilla de la cama» y Mario la fue jalando, por los muslos, sin salirse, hasta que apenas su espalda descansaba en la cama y su culo volaba, de tal forma que Mario podía estar de pie, y al mismo tiempo tenerla penetrada.

De esa forma, yo pude pegar mi coño a las nalgas de Mario y mis tetas a su espalda, mientras él bombeaba nuevamente al culo de Hilda y yo les decía a los dos: «vamos a venirnos juntos, vamos a movernos juntos y sentía las nalgas de Mario en mi coño y fui hablando y gimiendo hasta que mi voz marcó el ritmo de Mario y de Hilda, hasta que los tres, al mismo, tiempo, como un momento mágico, como transportados al espacio, como si estuviéramos volando en plena nube, nos vinimos, un largo, largo, intenso y desbocado orgasmo.

Gritos, voces roncas, «dámelo, tómalo, dáselo, cógetela, cógeme, jódeme, fóllame, sácale la vida, dale la vida, siénteme vida, te siento amor, qué rico culo, que ricas nalgas, que placer, que placer, que placer… ohhhhhhhhhhhhhh.

Todos quietos por un momento, saboreando el placer fugaz y pensando en el placer futuro… mmmmm

Al final hubo un momento, en cierto sentido, cómico. Siendo la primera vez por el culo, Hilda no sabía qué sucedería cuando Mario se saliera y su mirada lo decía todo como si fuera un anuncio de neón.

A mí me ha pasado, a veces, que cuando se sale, viene seguida de… bueno de… tú sabes, de lo que está dentro del culo, vamos. Habría sido un verdadero ridículo que le sucediera a Hilda en ese momento.

Mario me miró y me dijo, sin palabras, «papel, por favor».

Yo fui al baño y traje papel. Mario lo puso debajo de su verga y cuando salió, lo colocó suavemente en el culo de Hilda y la ayudó a levantarse. Hilda, como de rayo, se metió al baño.

A los pocos minutos, salió del baño, con una sonrisa contrita, mitad gusto, mitad vergüenza, mitad disculpa, mitad humor.

Y dijo: «no sé que decirles, estoy tan contenta, pero al mismo tiempo ya no seré la misma de ahora en adelante, y no los voy a tener cerca» y rompió a llorar.

Mario, que ya se había hecho una ligera asepsia, la tomó de la mano, la llevó a la cama, la abrazó y la besó, tratando de tranquilizarla.

Yo me senté, enfrente (en el pinche silloncito de hace rato), a ver cómo Mario la calmaba y le aseguraba que había sido una experiencia maravillosa y que la recordaría siempre como algo muy dulce.

Finalmente se calmó y con la mirada, Mario me dijo que era hora de irnos. Se levantó, fue al baño y a los dos minutos salió.

Nos despedimos de Hilda con abrazos, besos y mucho sentimiento. Realmente había sido lindo.

Ya íbamos en el pasillo y ella llamó a Mario.

El me dijo que lo esperara en el elevador. Regresó y a los 30 segundos me alcanzó, le pregunté que quería Hilda y me dijo que simplemente despedirse de él solitos con un gran beso.

Le dio su dirección en San José y le dijo que le llamara. Bueno, podrá esperar sentada, aunque quien sabe….

Mario viaja mucho…. Las putas convenciones y las putas mujeres que se encuentra lo mantienen en «movimiento perpetuo»…jaja