Mi hermana Lucero vino a visitar a la familia después de casi siete años de no vernos, ella vive al noroeste del país y mi nuestra familia en el centro, así es que hizo un gran esfuerzo para venir, cosa que le agradezco ya que vivimos a más de mil kilómetros de distancia, ella llevaba ya casi una semana en la ciudad y se estaba quedando conmigo, salíamos a comer a restaurantes que me gustaban y le presumía que el negocio iba más o menos bien y podía darme el gusto de cumplir casi cualquier capricho que tuviera, aunque ella era muy mesurada al pedirme cosas, a pesar de la distancia y el largo tiempo sin vernos éramos tan cercanos y nos tratábamos con tanto cariño que incluso a los lugares a dónde íbamos nos preguntaron si éramos esposos, a uno de los meseros le dijimos que sí, y solo reímos por la ocurrencia del momento, fuimos al cine, comimos juntos, pasamos por un helado, recorrimos el centro histórico y las plazas comerciales, así transcurrían los días. La tarde del último día que iba a estar en de visita, regresamos a casa Lucero se quitó los zapatos en la sala y caminó descalza a su recámara (la de invitados) se fue directo para descansar del largo día y yo me fui a la mía, ese día más tarde mientras me encontraba acostado Lucero entró a mi habitación para darme las buenas noches, Caminó hacia el pasillo al lado de mi cama y se acercó a mi cara para darme un beso y un abrazo, yo a modo de juego no la solté y la jalé con la intención de rodarla sobre de mí y que aterrizara a mi lado en la cama, Por supuesto que fue un momento gracioso y tierno. Ella reía al tiempo que se acomodaba a la izquierda de la cama quedando boca arriba y yo me encontraba al otro lado nos dividimos las almohadas pero estaban muy bajitas, en medio de risas y aún jugueteando, le arrebaté la almohada que tenía diciéndole que no estaba cómodo, y me dió varios manotazos como venganza…

“¡Ay! No sabes como me duelen tus patadas de mosca” le bromeaba al recibir la violenta muestra de afecto de mi hermanita

– Ya no te quiero…

Me decía a modo de berrinche con su ojos de perrito de la calle mientras me enseñaba la lengua. Ay, mira… Mejor cállate y acomódate para que los dos podamos descansar un rato, le respondí. Yo ofrecí mi brazo para que descansara en el, y con ternura se acercó posando en mí su cabeza y sus manitas en mi pecho, volteó me miró a los ojos y dijo:

– Feo… Eres muy malo conmigo…

Sonreí… La abracé poniendo mi barbilla en su cabeza dándole ocasionalmente besitos en la frente, yo la apretaba con ternura al tiempo que con la mano que tenía bajo su cuello acariciaba su espalda mientras la tomaba por la cintura con la otra. “Te quiero mucho Lucecita” le susurré.

– Yo también te quiero mucho Oso (mi apodo de niños)

Me buscó la mejilla para darme un beso pero por la posición en la que estábamos me lo dió alcanzando la esquina de mis labios… Wow! ¡Eso fue estremecedor! Sentí bonito, pasaron varios minutos y ninguno de los dos decíamos nada, quizá porque sería absurdo pensar que uno se pone caliente con su hermano o hermana, a lo mejor había sido por accidente pero el roce de sus labios con los míos, el estar en la misma cama abrazados y acariciándonos aunque fuera de modo fraterno, me había calentado, su rodilla buscó mis piernas y yo la atrapé entre ellas por un instante, se me paró la verga solo por la tibieza del beso que me acababa de dar y empecé a tener pensamientos incestuosos, su aroma era tan delicioso como irresistible, su cercanía me excita, para disimular la calentura a modo de juego le dí de besos en toda la cara sin pasar por su boca, en la nariz, ojos, mejillas, frente y barbilla. Y le dije ya mejor sácate de aquí… Y la empujé tratando de sacar el brazo donde se encontraba descansando, pero se dio la vuelta y ahora tenía a la vista su espalda, al pretender alejarla de mi solo logré que se aferrara a mi brazo, quedando como de cucharita, Podía ver cómo su cintura se convertía en sus caderas, exponiendo sus majestuosas nalgas, acaricié su costado y ponía mi frente en su nuca disfrutando de su olor, se hizo otro silencio solo que está vez no fue tan largo. ¿Estás cómoda? Pregunté nervioso…

– Mjuhh…

Hizo ese ruidito como afirmando. Me acerqué un poquito más y rodeé su cintura con la mano que tenía libre, sin dejar de acariciarla, con la mano en su costado bajaba y subía sin dejar de tocar tanto como pudiera sobre la ropa, sujeté con firmeza el huesito de su cadera, y ella levantó las pompas, y al no haber resistencia decidí probar suerte y acerqué la punta de mi verga en sus las nalgas

– ¿Que haces…?

No le contesté porque ni siquiera yo sabía que estaba haciendo, solo la jalé hacia mí y me puse a tallarle la verga entre las nalgas… Lucero, supongo que también estaba caliente, porque comenzó un movimiento lascivo aunque sutil, de restregar su culo en mí, metí la mano debajo de su blusa para tocar sus senos, estos eran tibios, y muy paraditos, duras al tacto por lo turgente y de piel suave, la acaricie durante unos minutos y pude notar como sus pezones se endurecían entre mis dedos, a veces ponía mi mano completa sobre ellos y cambiaba para presionar sus tetillas centré mis dedos índice y pulgar, apretándolos para que sintiera rico, la acomodé boca arriba y Lucero reaccionaba positivamente a mi mando. ¡Desnúdate el torso! Le pedí y ella accedió de buena gana y con prontitud.

Se incorporó un poco para obedecer a mi pedido, yo me levanté de la cama para quitarme la playera y el pantalón, solo para volver a recostarme a su lado, qué maravilla era tener a mi hermana semidesnuda a mi disposición sus firmes pechos eran una invitación a pecar y yo no lo iba a desperdiciar. Ansioso; acerqué mi boca hasta sus aureolas y quedé prensado al instante, no podía parar de chupar, de lamer, de tocar… Lucero solo echaba la cabeza hacia atrás en señal de excitación después de unos instantes dedicándome a sus tetas, bajé la mano hasta llegar al resorte del pantalón, le dije déjame desnudarte por completo, Lucero asentía y con su ayuda levantando las caderas lo bajamos hasta las rodillas y lo aventamos al piso abrí sus piernas y lo primero que hice fue empezar a masturbarla, comencé por encima de piel, sobre su monte de Venus, haciendo movimientos circulares que parecían gustarle a mi hermanita, paseaba en ocasiones mis dedos medio y anular sobre sus labios vaginales solo para humedecerlos y así la masturbación sería más placentera, ella era una fuente; estaba empapada, le deseaba para mí placer y el suyo, ella gemía muy rico, sus ruiditos de excitación eran muy sexys y me ponían a mil, se me endurecía la pija solo de escucharla, tras unos minutos ella se vino en mi mano, podía sentir como se contraía su vulvita, lo que quería ahora era probarla y ya nada me lo iba a impedir, acerqué mi lengua a su clítoris y como poseído se la metí, desesperado por conocer el sabor y reconocer las texturas de ese delicioso sexo, las muestras de placer no se hicieron esperar sus manos me sujetaron el cabello al tiempo que sus caderas empujaban su coño hacia mi cara con desesperación, se notaba que mi hábil lengua y labios habían encontrado el punto exacto donde la podía hacer sentir placer, así es que insisto y repito una y otra vez las mamadas, succionó su clítoris y paso mi lengua por toda la pucha, ella se retuerce cada vez de manera más violenta, me pide más al tiempo que me empuja y al mismo tiempo me vuelve a jalar hacia su sexo,

– Me quiero venir, estoy a mil…!!!! Que rico por favor ya métemela, ya cógeme

Obedecí de inmediato, me urgía poner mi verga dentro de ella, aunque dudo por un instante, los instintos me hicieron tomar sus piernas y echarlas hacia atrás abriéndolas tanto como se pudiera, tenía expuesto su rosado coño y sin avisar puse la punta de mi pito en su vulva y se la metí de una sola, sus ojos se abrieron como platos y podía sentir perfectamente las contracciones de su vaina queriendo devorar mi verga, de hecho eso es exactamente lo que estaba haciendo, me rogaba por sexo y a mí me encantaba estar adentro, el bombeo se hizo más intenso e intercalada las metidas de pito con un dedeó en su clítoris, me acerque a besarla sin dejar de cogérmela, mi dura verga entraba y salía una y otra vez, podía disfrutar de su cuerpo y sentir su piel, quería ver ese maravilloso culo, así es que la puse boca abajo y jale sus caderas para que quedara ensartada ella solita como perra… Luce… Te la voy a meter por el culo

– No por favor, me va a doler

Ni siquiera le di tiempo para negarse, yo estaba a mil y mi fierro duro como acero y se la metí sin problemas

– Aahhhhggggsssjshdodsgg me duele, me duele mucho, por favor noooo sácamela

Mi respuesta fue más violenta, la jalé para escuchar sus nalgas rebotando en mis piernas y perfectamente podía ver su ano dilatándose por mi gruesa polla… al cabo de unos minutos empezó a pedirme más y a disfrutar

– Ahhh no me la saques, que rico Oso, no pensé que se sintiera tan bien tener una pija en el culo… Hazme más, métemela mucho hermano

Lucero, me voy a venir, estoy sintiendo riquísimo…

– Que rico escuchar eso… es delicioso… tú dime, dónde me los quieres echar, pídeme lo que quieras, me quieres preñar? Te quieres venir en mi culo que acabas de estrenar? Quieres que me los trague? Qué quieres mi amor?

Te voy a llenar el culo y quiero ver cómo escurre por tus muslos

– Sí por favor, échame los adentro, no te contengas

Me vengoooooo….!!! Que delicia mi amor… No quisiera sacarle la verga, preferiría estar en tus adentros para siempre…

Un instante después los espasmos de su esfínter expulsaron mi miembro y podría empezar a disfrutar de la espectacular vista de sus redondas nalgas mientras por el ano le escurrían los restos de mi semen por las piernas, tal como lo quería ver…

Lucero regresó a su casa con sus niños, pero nos seguimos escribiendo de manera muy amorosa. Ahora solo tendré que esperar otros seis meses por su regreso pero sé que cuando suceda, volveremos a coger como los hermanos amantes que ahora somos…