Capítulo 2
Los días restantes pasaron tan lentos como caracol con reumas, hasta que finalmente, llegó el ansiado viernes. Al llegar de la oficina, me puse a acomodar mi material, en una maleta, cámaras, tripié, cargadores, memorias, alguna pequeña fuente de luz y Betty hizo lo propio, ropa, maquillaje y demás cosas que pensaba utilizar, además de trajes de baño, para disfrutar de la piscina en el cuarto.
Al siguiente día, nos levantamos temprano, dimos los toques finales, nos subimos al auto y enfilamos hacia el hotel, deteniéndonos en un lugarcito en la carretera para comer algo y hacer un poco de tiempo, ya que el “check in” se realizaba hasta las 13:00 horas.
Cuando llegamos al lugar, fui a recepción para solicitar mi tarjeta-llave, la recepcionista se nos quedó mirando con extrañeza y mirada inquisidora ya que la diferencia de edades es notoria, Betty con un rostro juvenil y mirada de niña buena y yo que ya tengo canas y un rostro de hombre maduro. Pensé para mis adentros “debe creer que soy su sugar daddy…y solo soy su daddy) jajajaja.
Nada más de entrar en la habitación, Betty me preguntó, “pá, ¿puedo ir un rato a la alberca?”, a lo cual accedí; entró volando al baño y se cambió rauda y veloz su ropa por un traje de baño de una sola pieza y salió como torbellino. Mientras, yo acomodaba mi equipaje, equipo y echaba un vistazo a la habitación. Una cama King size, mesita, frigobar con agua, jugos y cervezas, un jacuzzi no demasiado grande y una terraza con vista a los jardines de la propiedad.
Me puse un traje de baño, un polo, sombrero, gafas oscuras y también bajé a la zona de la alberca.
Cuando busqué a mi pequeña, no la encontré por ningún lado y comencé a preguntarme por donde andaría, cuando de pronto, ¡sale de golpe del agua y me dice “aquí estoy!”, la condenada se había sumergido, pegada a una de las paredes para hacerme una broma. Aliviado, busqué unos camastros con una sombrilla para recostarme, mientras ella nadaba un poco.
Después de unos minutos, salió de la alberca y caminó hacia donde estaba, lo que no había podido ver, debido a su veloz salida de la habitación, lo pude contemplar en todo su esplendor: piernas largas y fuertes de un tono de piel hermoso, una silueta bellísima, un par de tetas regulares, firmes y con un canalillo espectacular, con sus pezones erectos que parecía que intentaban romper la tela del bañador azul índigo, lo cual provocó que mi verga iniciara un lento pero imparable camino a la erección.
Me pidió aplicarle crema bronceadora en su piel y le dije que nó, que eso iba a provocar marcas de bronceado y no era bueno para estas primeras fotos y le apliqué una generosa cantidad de bloqueador solar, primero en su espalda, luego en sus brazos y al final, en sus piernas, yo estaba sudando (y no por el calor del lugar) al sentir su piel, su respiración e intentando ocultar el bulto entre mis piernas (no tengo un pene monumental, como muchos presumen, pero un pene parado, es un pene parado) y me dice “ponme también en las pompas”, metiendo su bañador entre las nalgas y dejándome ver sus redondas, firmes y bellas nalgas. Lo intenté hacer de la manera mas natural que pude, aunque mis manos temblaban por estar acariciando esas deliciosas redondeces.
Al terminar, se tumbó en el camastro junto a mi y abrió sus piernas, instándome a que le aplicara bloqueador en esa zona (la muy cabrona estaba jugando muy bien sus cartas) y me dijo “cuando quieras, me tomas las fotos”.
Llevé mi mano a su panocha (había visto que algunos pelillos sobresalían de su atuendo) y le dije “creo que vas a tener que hacer algo con esto, va a ser mas estético que traer una selva entre tus piernas” y los dos nos carcajeamos, liberando un poco la tensión. Pedimos un par de sándwiches para comer y cuando llegaron me dijo “me voy al cuarto, dame 20 minutos y me alcanzas”, tomó su sándwich y se fue.
De pronto, se acercó una mujer, aproximadamente de mi edad, bien conservada, muy propia y me lanzó un “que tierna nena, ¿es su hija?” con una sonrisa burlona, a lo cual le contesté que si y me dice “se nota, tienen los mismos ojos” cuando, como ya dije, ella tiene los ojos de color verde y los míos son de color marrón. “Vieja infeliz, me las va a pagar”, pensé.
Terminé mi tercera cerveza y recibí un mensaje en mi teléfono, decía “ya pasaron más de 40 minutos, te estoy esperando”.
Subí por las escaleras, de manera deliberadamente lenta y toqué a la puerta de la habitación, Betty me abrió en unos segundos y cerró la puerta rápidamente detrás de mí. Las cortinas estaban cerradas y las luces apagadas, casi en penumbra.
Caminé a encenderlas y escucho la voz de mi nena que me dice “no, yo las enciendo”, iniciando con una leve lucecilla proveniente de algún aparato que yo no recordaba haber llevado. Betty se coloca frente a la luz y abre la toalla que rodeaba su cuerpo y me muestra un depilado con un triángulo de vello recortado, que dejaba al descubierto sus labios y su hermosa piel.
“Excelente!”, fue lo único que atiné a decir y mi verga ya no resistió y se levantó como mástil de barco. Encendió las luces y me preguntó que ropa debía usar, a lo cual le dije que lo que ella quisiera. Se volvió a meter al baño y salió enfundada en una combinación de mini falda de jean, medias, negras, zapatillas altas, bra blanco, sus anteojos, una chamarra (chaqueta) de jean negro y maquillaje discreto, pero sensual.
Sentí que la mandíbula se me caía, ver a mi nena vestida así, como toda una zorra y dispuesta a hacerse fotografías eróticas me dejó muy sorprendido. Fue ella quien rompió ese momento incómodo y me preguntó “¿empezamos?”, a lo cual solo atiné decir “si”.
De la terraza metió una silla ejecutiva (que más tarde supe, la pidió prestada a un tipo en recepción). Se sentó y se soltó posando como si lo hubiera hecho antes, abrió la chaqueta, dejando ver su bra blanco, se movió, giró la silla mientras yo disparaba la cámara sin dejar ángulo sin cubrir y obviamente, excitándome a cada segundo.
Previsoramente, había llevado una botella de whisky y agua mineral, ella pidió hielos y con eso pude ir refrescando mi garganta que se secaba de la impresión (ustedes entenderán, no era fácil soportar ese momento). De pronto, el sostén salió volando y cubrió sus senos con sus manos, haciendo aún más delirante la sesión.
Ella también bebió un vaso de whisky con agua mineral y ya estábamos desinhibidos, soltó sus senos y me dejó ver y fotografiar sus pezones medianos, de color claro y sumamente antojables. A mi ya no me importó y le pregunté “¿hasta donde quieres llegar?” y me dijo por repuesta “hasta donde PODAMOS!”.
Siguió despojándose de su ropa, primero la falda, quedando en medias, zapatillas y una diminuta tanga que apenas cubría su pubis.