Capítulo 3

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Descansamos un rato y Sam se levantó, tomó la bolsita de terciopelo y entró en el baño, escuchándose el correr del agua de la ducha. Entre tanto, yo me serví otra copa de vino y me quedé pensando en la cantidad de tiempo que había pasado sin tener sesiones de sexo como las que había tenido con ella, ya que con mi esposa era cada vez mas rutinario y soso, debido a la cantidad de trabajo, al cansancio, a los problemas cotidianos y a que mi esposa procedía de una familia más tradicionalista, aunque sigo muy enamorado de ella (¿o será la costumbre?).

Transcurrió un tiempo que me pareció eterno, cuando de pronto, escuché la voz de mi pequeña Sam que decía -apaga las luces, por favor- lo cual hice de manera normal, sin apresurarme demasiado. Cuando la habitación quedó en tota oscuridad, fue encendiendo de manera paulatina, una serie de pequeñas luces (que seguramente compró en sus andanzas por las plazas comerciales) con un control remoto; luces en varios tonos de azul, violeta, rojo y amarillo, las cuales, subían y bajaban de intensidad, sin llegar a ser cegadoras ni mucho menos.

Con pasos elegantes y pausados, salió del cuarto de baño, ataviada con un vestido negro de encaje, totalmente ceñido a su cuerpo, sus zapatillas altísimas, una gargantilla negra, ajustada a su delgado cuello…y ¡una ball gag en su boca!, sujetada a su cabeza, por debajo de un apretado chongo de cabello. Giró lentamente, para darme una visión completa de su cuerpo y su atuendo (se veía como toda una puta de película), arrojó la bolsa de terciopelo a mis manos y con un movimiento  de su cabeza, me invitó a abrirla. Al hacerlo, encontré dos pares de esposas (para manos y pies); se acercó más a mi, haciendo movimientos de cadera y piernas que desataron de nuevo la lujuria y el deseo de volver a hacerla mía.

Lentamente, retiró su vestido, quedando completamente desnuda, a excepción de sus zapatos, gargantilla y la bola en su boca, la cual retiró y me dijo con voz seductora-cógeme otra vez, hazme tu perra, me he portado mal- la tomé por la cintura y me acerqué para besarla, pero me retiró con un fuerte empujón, el cual me hizo caer en la cama, desconcertado y amagando con darme una bofetada, la cual intercepté con mi brazo, y tomándola por la muñeca, torcí el suyo sobre su espalda, dándole una fuerte nalgada, lo cual respondió con un gemido lleno de cachondería.

Entendiendo el juego, le coloqué las esposas en sus muñecas, por detrás de su espalda, dejándola indefensa, a los cual me espetó -¿eso es todo, pendejo?-, lo cual sevió contestado con una ligera bofetada (nada de extrema violencia, no somos partidarios de eso), diciéndome, -más, dame mas, hazme lo que Sonia (mi esposa)no te deja que le hagas, sé un hombre de verdad-; la jalé del cabello y le dije-abre la boca, hija de puta-, lo cual hizo de manera obediente y la coloqué la bola en la boca, bien ajustada a su cabeza.

Las luces, alcohol, la atmósfera, nos estaban poniendo de un “mood” tremendo, la sujeté por las axilas y comencé a pellizcar sus pezones, los cuales estaban erectos como pequeñas rocas, los retorcí, los lamí y mordí, mientras ella soltaba quejidos y gemidos de intenso placer.

La arrojé sobre la cama y le ordené ponerse en 4, le costó algo de trabajo, pero logró acomodar su cabeza, de manera que se apoyara para levantar su culo (ese esfuerzo fue un espectáculo alucinante). Procedí a rozar su espalda con las puntas de mis dedos, sus nalgas, sus hombros, la parte interna de sus muslos, pero sin llegar a tocar su vulva o su ano, lo cual le provocaba angustia y deseo, le dije -ahora vas a ser mía- y ella alcanzó a balbucear un NO, lo que fue acompañado de una sonora nalgada, que dejó huella en su piel, volvió a decir NO, otra nalgada y me seguí azotando sus bellas nalgas, para después, introducir dos dedos de golpe en su vagina, respingando por la sorpresa, los metí y saqué, mientras ella se retorcía de gusto. Cuando llegó su orgasmo, lanzó una cantidad generosa de jugos, los cuales hicieron blanco en mi torso y empaparon mi mano. Sam comenzó a relajarse, y le dije -todavía no puta, una zorra como tú no va a descansar, hasta que yo lo ordene-. De inmediato, levantó el culo, buscando más placer. Yo escupí en mis dedos y los coloqué en la entrada de su culo. Ella solo volteó a verme como le era posible y se movió, para evitar que los metiera(obviamente, no teníamos gel lubricante), le di vuelta sobre la cama, y asesté dos bofetadas en sus mejillas, diciendo -vas a hacer lo que te diga, pinche puta buscona-, la volvía colocar en 4, puse más saliva en mis dedos y los introduje poco a poco en su esfínter, Sam se movía, gritaba y chillaba por el invasor en su ser, pero al poco tiempo, ya se había acostumbrado y comencé a meterlos y sacarlos, provocando oleadas de placer en ella. Después de unos minutos, ella era quien se movía para introducir mis dedos en su apretado culo hasta que volvió a terminar, en un ruidoso, pero ininteligible orgasmo. Dejé que se echara boca arriba en la cama y retiré la bola, la cual estaba empapada de saliva, sudor y lágrimas. Lo único que pudo decirme fue -ERES UN CABRÓN¡-,pero la volví a abofetear, la tomé del pelo (el cual ya estaba muy desacomodado a como inició la sesión), la puse de rodillas, y le metí mi verga en la boca, haciéndola que mamara como si no hubiera mañana, empujaba su cabeza y la mantenía pegada a mí, para luego liberarla para que respirara, haciendo ruidos con su garganta, su saliva y mis jugos. Le dí unos últimos empujones, para poder terminar en su boca, lo cual hice, llenándola de semen, así como su caray un poco de su cabello. El maquillaje de sus ojos y su boca, estaba totalmente corrido, no era nada de lo que ví hacía apenas un rato y una mezcla de semen y maquillaje resbalaba lentamente por su cara. La levanté suavemente (sin librarla de las esposas) retiré sus zapatillas y la llevé al baño, para limpiar el desastre. Ella solo me dijo con voz cansada y entrecortada por la falta de aire: GRACIAS PAPITO.

Al siguiente día regresé a mi ciudad y ella se quedó un par de días más. Ya les contaré.

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