Capítulo 1

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Hola, soy un hombre de 50 años, casado hace 24 años, sin hijos, viviendo un matrimonio feliz…pero que pasó a otra situación.

En septiembre de 2020 y a consecuencia de la pandemia, la hermana de mi esposa y su marido, perdieron la vida, dejando a una hija de 17 años (a la cual llamaré Sam), de la cual, mi mujer era su familiar más cercano (sin hermanos o abuelos), así que decidimos hacernos cargo de ella. Le dimos hogar, mantuvimos su escuela, y procuramos satisfacer todas sus necesidades, incluyendo apoyo psicológico.

Los años pasaron y yo siempre la vi como me imagino deben ver los padres a una hija, sabiendo que es mi sobrina política. Con el pasar del tiempo, esa niña simplona, desarrolló sus formas, hasta que ya no podía yo verla a los ojos (tetas bonitas y firmes, nalgas paraditas y no desproporcionadas, cabello castaño claro, piel ni blanca ni morena) y dio un giro a su guardarropa, blusas escotadas, tops, transparencias, faldas cortas, shorts ajustados y empezó a tener novios, los cuales llevaba a casa o se iba al cine, fiestas y todo eso que hacen las chicas cuando cumplen la mayoría de edad.

Resulta que un día, estando mi esposa de viaje de trabajo, llegué un poco más temprano a casa(quería dormir profundamente toda la noche). No vi luces encendidas y entré con cierto sigilo a la casa. Cual va siendo mi sorpresa al escuchar ruidos, murmullos y quejidos inentendibles en la sala. Me quité los zapatos y me dirigí hacia allá, imaginando lo que sucedía. Mi sobrina estaba sentada sobre su novio, en posición de amazona, con las tetas al aire y cabalgándolo como loca, me vio y le hice una señal de que permanecería callado y me dirigía mi habitación; me coloqué los auriculares y en silencio, me puse a ver una película en mi teléfono, para intentar bajar la erección que me había provocado verla así.

Transcurridos 30o 40 minutos, Sam tocó a la puerta de mi habitación, llevaba un pantalón de ejercicio holgado y una camiseta (remera) de algodón, nada sexy y me ofreció disculpas por lo ocurrido, prometiendo que no volvería a pasar, sellando esta promesa con un beso en la mejilla que tocó parte de mis labios, a lo cual le mostré empatía y le dije que solo fuera más precavida, pues mi esposa hubiera hecho un escándalo épico.

Pasaron los días y comencé a notar que tenía otro comportamiento para conmigo. Blusas cortas con cacheteros, tops y shorts muy pequeños con la excusa de que estaba haciendo ejercicio en su cuarto, camisetas de tirantes (musculosas) que mostraban una generosa porción de su canalillo entre las tetas, pero lo que ya fue el colmo y me puso a 1000, sucedió en el pasado Halloween de 2023. Con el pretexto detener demasiado trabajo, llegué a casa más tarde de lo normal, prometiendo alcanzar a mi esposa en una reunión más tarde. Sam estaba en su cuarto, preparándose para para asistir a una fiesta de disfraces y yo me di un duchazo rápido, para cambiar mi ropa por algo menos formal que el traje que uso para la oficina. Estaba en trunks (bóxer ajustados), cuando de pronto, se abre la puerta de mi habitación y veo a Sam enfundada en un disfraz de vampiresa muuuuuy ajustado con un escote en el frente y la espalda muy pronunciados, luciendo casi la mitad de sus hermosos melones, así como sus pezones duros, una abertura en una de sus piernas, que por un par de centímetros llegaba a la altura de su cadera, medias de red y era obvio que no llevaba nada debajo, zapatos de tacón altísimos (prestados por mi esposa), una peluca negra con matices rojos y unos lentes de contacto blancos, con un vampiro dibujado en el lugar de las pupilas; mi erección no tardó en hacerse notar Sam lo notó, dejando escapar una risita nerviosa, se despidió y ambos nos retiramos a nuestros respectivos compromisos. Como deben de pensar, es noche tuve una sesión de sexo tremendo con mi esposa, pensando en cómo se cogería su novio a Sam.

Pasados unos días, las cosas iban cómo de costumbre, hasta que una mañana de miércoles, Sam me pidió ayuda con su laptop (aunque sabe que yo no tengo demasiado conocimiento de la tecnología de ese tipo), porque se había “congelado”. Me llevé el equipo a la oficina y a la hora del almuerzo, me quedé solo y comencé a manipular su teléfono y me di cuenta que no tenía nada en realidad, que solo fue un pretexto para que lo husmeara, recorrí sus contactos, su whatsapp, telegram, redes sociales y todo estaba dentro de la “normalidad”, poses con sus amigas, con el novio, con su equipo de basquetbol, fiestas, etc. Pero al meterme a los archivos de imágenes, había una carpeta secreta y para abrirla, teclee la fecha de su cumpleaños y nada, la de sus difuntos padres, tampoco, la de mi esposa, menos y por no dejar, puse la mía y…BINGO! La carpeta se abrió y pude ver unas fotos que jamás imaginé ver de ella. Desnuda, en lencería, en transparencias, en la ducha, metiéndose el mango de un cepillo por la vagina y por el culo, lamiendo sus tetas, usando sus dedos…uuuuffff, terminé masturbándome en el baño y arrojando una cantidad de leche tremenda.

Cómo deben pensar, descargué las imágenes a una USB, la cual guardé muy cuidadosamente.

Al regresar a casa, le devolví su computadora, le dije que en el departamento de sistemas lo habían desbloqueado y se puso muy nerviosa, caminaba de un lado a otro, veía su lap una y otra vez, no cenó y se fue a su cuarto a dormir. Yo estaba entre excitado y divertido con esa situación.

A la hora de irnos a dormir, me quedé en un pequeño estudio que tenemos, para imprimir unos documentos que necesitaría la mañana siguiente y en eso, sonó mi whatsapp…era un mensaje de Sam, (como yo esperaba). Estaba preocupada por la seguridad de su información y le pedí que me alcanzara. Llegó con un vaso de agua, con un top holgado y unos cacheteros de encaje, le pedí su teléfono y le pregunté que información le preocupaba, solo balbuceó al tiempo que yo abría su carpeta “especial”, le dije: “¿por esta info?”, ssss-s-s-si, me contestó, y le respondí que estuviera tranquila, que yo estuve en sistemas todo el tiempo, suspiró aliviada elevando sus hermosas tetas y recompuso su actitud. Cuando se iba de regreso le pregunté -¿Por qué mi cumpleaños?- y me dijo “porque te quiero…y quiero”.

Pasado el año nuevo 2024 y ya libres de compromisos, me tocó a mi salir por trabajo al norte del país y ella en secreto, me pidió que la llevara, poniéndome en una situación complicada para explicarle a mi esposa, pero Sam, ya tenía bien trazado el plan, le dijo a mi mujer que iba a salir con sus amigas a una casa en un lugar de playa que habían alquilado por unos días, ya que seguían de vacaciones en la universidad, pero con el dinero que heredó de sus padres, compró un boleto de avión al mismo destino al que yo iba, reservé habitación para dos en un hotel diferente al que usaba la empresa, ella llegó por la mañana y me envió mensaje que solo decía: “LISTA”.

Al llegar yo por la tarde, me dirigía la habitación con recelo, pero con una excitación totalmente diferente a otras.

Al abrir la puerta, luces tenues, música suave y solo escuché que me decía –“toma un baño y ponte cómodo”, lo cual hice en pocos minutos y con la verga tan parada que dolía y babeando.

Salí enfundado en calzoncillos y me senté en una butaca junto a una mesita, en la cual había dos copas de vino tinto servidas. Sam entró del balcón, enfundada en el vestido que usó en la fiesta de Halloween, con la diferencia que esta ocasión, usaba medias negras, liguero y una tanga diminuta negra transparente, que no ocultaba su chocho totalmente depilado (en las fotos lo tenía con vello abundante), me preguntó -Te gusta?- lo único que hice fue balbucear un SI rotundo, se acercó a mí, contoneándose al ritmo de la música y nos dimos un beso largo, húmedo y lleno de lujuria; se había roto el respeto familiar. Abrí el escote del vestido y le chupé y mordí sus pezones, a lo cual respondió con grititos de placer y diciendo “no tan fuerte”, lo cual no me importó y seguí hasta que se separó y se despojó de su vestido.

Subió un pie al descansabrazos de la butaca y recorrí su pierna con mis manos y mi boca hasta llegar a su vulva, la cual ya estaba inundada de sus jugos. Literalmente, la arrojé en la cama y le quité su tanga, procediendo a devorarle su coño con deleite, ella solo decía “tranquilo, más despacio” y le contesté: “cállate pendeja, me has tenido a pajas durante todo este tiempo y es momento de que pagues por eso”, lo cual la excitó de manera extrema.

La puse en 4 y procedí a lamerle los labios y el culo, el cual se dilataba y contraía al ritmo de sus gemidos, los cuales iban aumentando en intensidad, le di varios cachetazos y le metí la verga en su panocha, comencé a bombear con la mayor intensidad de la que fui capaz, y entonces, dijo algo que me puso como loco: “duro PAPI, cógeme como la puta que soy” (papi y mami nos decía a mi esposa y a mi, en el entorno familiar). Eso bastó para aumentar la cogida, nalguearla una y otra vez, dejando sus nalgas rojas y sus ojos con lágrimas.

De un momento a otro, le saqué la verga de la vagina, escupí su culo y poco a poco se la metí por atrás, sintiendo como se abría el esfínter de su ano y ella me decía “despacio papito, me duele mucho”, me quedé quieto unos momentos y cuando ella se empezó a mover, se la clavé hasta el fondo, ahogando ella un grito de dolor con la frazada de la cama y le dije “eso mereces por andar de puta con otros y dejarme pajeando todo este tiempo, zorra!”

Cuando sentí que iba a explotar dentro de su culo, saqué mi verga, la jalé del cabello y se la metí por la boca hasta el fondo, escuchando sus sonidos guturales de ahogo y sofocación, sacándola de cuando en cuando, para que tomara aire, su cara, barnizada de sudor, saliva, sus ojos con el maquillaje corrido, enrojecidos y con lágrimas de placer. Yo tenía una mezcla de placer, excitación, poder, satisfacción, recompensa, junto con un poco de culpa (la cual desapareció después).

Cuando sentí que iba a terminar, lo hice dentro de su boca, provocando arcadas y salida de semen por sus comisuras, se lo limpió y la mandé a lavarse la cara, mientras yo bebía una copa de vino de un solo trago.

Se metió en la cama, se acurrucó junto a mí, acariciando mi verga, dándome besitos inocentes y me susurró un-“gracias papito”-.

Lo que sucedió los otros dos días, se los cuento después.

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