¿Ustedes creen que yo me voy a quedar fuera de esto?

Yo me quedé alelado, incapaz de reaccionar. Y Guille ni les cuento, empalideció en menos que un instante. A la puerta de la habitación, Betty nos miraba, desafiante y con una sonrisa cuyo significado no alcancé a entender en ese momento; en una fracción de segundo me sentí perdido, con Betty contándole a nuestros padres, el bochorno, la vergüenza, el mundo que se me desarmaba en menos que un parpadeo.

¡Qué vergüenza, dioses, qué vergüenza sentí!!!

Y a lo visto, Guillermo no se sintió mucho mejor.

Allí estaba, Betty, mi hermana, bajo el marco de la puerta, tomándonos por sorpresa y en plena acción.

No pude darme cuenta que ella estaba casi desnuda, sus pechos erguidos como apuntándonos, apenas cubierta con una bombacha mínima y transparente; tampoco me dí cuenta de sus pezones, sus maravillosos pezones con sus areolas que se ofrecían a nuestra vista mórbidos, turgentes… dispuestos y deseosos de ser tomados.

Tal era mi vergüenza que hasta que ella inició sus siguientes movimientos no pude darme cuenta que su estado no era de enojo ni reproche sino que por el contrario, esa chica, Betty, mi querida hermana, lo que quería y necesitaba y buscaba en ese instante era integrarse a nosotros.

Avanzó tres, cuatro pasos, hasta el borde de la cama y enfrentada a donde yo estaba, se arrodilló relamiéndose y humedeciéndose los labios y sin dudarlo, tomó la base de la polla de Guille poniendo su mano casi por encima de la mía que también lo sostenía, acercó su cara, entreabrió los labios y mirándome, con sus ojos llameantes y cargados de lascivia, sin dejar de mirarme, envolvió el capullón de la polla de Guille, incitándonos con una exclamación de gusto.

Creo que ni hace falta que les cuente cómo siguió aquello; Betty comió y bebió de la polla de Guille, de la mía, nos incitó a hacerlo frente a ella, refregó su cuerpo junto a los nuestros mientras Guille tomaba posesión de mí bombeándome hasta lo más profundo de mi recto hasta llenarme con su blanca miel, se pajeó sobre la cara de Guille mientras yo lo acometía y nos entregó todo, absolutamente todo su cuerpo para que hiciéramos de ella y con ella todo lo que nos vino en mente sobrecargados de excitación y deseos como estábamos: dos machos y una hermosísima hembra descontrolados, donde parentescos y tabúes desaparecieron por entero.

Dos días y su noche entremedio donde sellamos para siempre el curso de nuestras vidas, con mi hermana entregándose a nosotros, con Guille entregándose a nosotros, conmigo entregándome a ellos.