Flor se removió inquieta en la cama mientras en la pantalla del televisor un hombre moreno se aferraba a los enormes senos de una rubia que cerraba los ojos y emitía suspiros cada vez más fuertes.
Estaba viendo una cinta de video porno que había encontrado entre las cosas de su esposo, el cual estaba en uno de sus acostumbrados turnos que lo mantenían cinco días fuera de casa.
De un tiempo a esta parte, Flor sentía que la precariedad con que su esposo la atendía sexualmente estaba minando su espíritu y sólo encontraba un paliativo en los masajes solitarios que se prodigaba en las frecuentes noches de soledad las que la ausencia de su esposo la sometía.
De los 18 años de casados, solamente los diez primeros podían calificarse como felices, con un marido trabajando en la misma ciudad, durmiendo en su casa todas las noches y ella siendo atendida en lo sexual normalmente, aunque la fogosidad de los primeros años fue dando paso una calma que finalmente se tornó en indiferencia. Hacia 8 años que su esposo trabajaba en esa compañía minera que lo tenía viajando a la montaña y pasando dos días en la casa por cada cinco días de ausencia. Y ello ayudó a que la indiferencia de Manuel para con ella se hiciera más evidente.
La relación de ellos había empezado a enfriarse debido a la frialdad de Manuel en la cama, la que se traducía en una falta cada vez mayor de actividad sexual, lo que Flor resentía y le tenía en estado de permanente insatisfacción. Y a su edad, que ahora se empinaba a los 37 años, esa situación era explosiva y sus deseos de satisfacer sus ansias sexuales cada vez eran mayores, con todas las implicaciones que ello tenía.
Flor nunca había pensado en engañar a Manuel, ya que ella era una mujer de su casa y no se atrevía a exponerse a las habladurías de la gente ni a que su reputación fuera puesta en dudas, aunque la idea de poner los cuernos a su esposo cada vez le atraía más. Por eso se había refugiado cada vez más en las fantasías sexuales que las películas o libros pornográficos le proporcionaban, lo que le permitía desahogar en parte sus apetitos mediante masturbaciones cada vez más frecuentes.
Pero esta noche se sentía particularmente deseosa de sexo, ya que hacía tres días que Manuel había partido y seis desde la última vez que el, cargado de aliento a alcohol, la dio vuelta y sin decirle nada le metió la verga y empezó a sacarla y meterla hasta acabar, para después darse vuelta y empezar a dormir, sin preocuparse para nada del estado de excitación en que la dejaba. Esa manera de poseerla la dejaba más insatisfecha aun, ya que, aunque él pensaba solamente en su satisfacción personal, ella estaba tan sensible al deseo que aun esta forma casi brutal de tener sexo de su esposo le ponía caliente. Pero, como venía sucediendo permanentemente los últimos años, debía contentarse con seguir acumulando insatisfacciones sexuales y deseos de tener un acto sexual que la llevara al clímax.
Y esta noche esos deseos se multiplicaron mientras veía las imágenes del video, en que la rubia era penetrada por atrás por un instrumento como el que ella nunca había visto. Y la cara de satisfacción de la mujer con sus ojos cerrados de placer mientras habría sus labios y paseaba su lengua por la comisura de sus labios húmedos, emitía quejidos de placer y movía sus nalgas al compás de la entrada y salida del instrumento de su pareja, le hacía pensar en su insatisfacción y aumentaba más aun sus deseos de poder sentir alguna vez una verga dentro suyo como esa mujer lo hacía.
Sin apartar la vista de la pantalla, con la frente perlada de sudor, llevó su mano sobre su bikini blanco y empezó a masajear por encima de su paquetito, que había adquirido dimensiones respetables debido a lo grueso de sus labios vaginales, medio húmedos de deseo. Y mientras se masajeaba sentía sus pelos púbicos que se asomaban por el costado del bikini, lo que la excitó más aún.
Ella, una hembra hermosa, de un cuerpo soberbio, con unos senos plenos, parados y duros y un culo que sabía llamaba la atención de los hombres cuando pasaba delante de ellos, estaba ahí sola, viendo una película porno y comenzando una masturbación a falta de una verga de verdad, que sabía no tendría en una noche en que sus deseos la tenían casi histérica.
El toqueteo sobre su calzoncito la puso más caliente a medida que apretaba su mano sobre el bultito que formaba su coño bajo el bikini, al punto que se decidió por meter toda su mano bajo el calzón y acariciar su chuchita caliente con dos de sus dedos, los que pasaba entre sus labios vaginales de arriba a abajo, metiéndolos poco a poco en su vagina, con la intención de alcanzar su clítoris. Cuando finalmente logró tocar su pedazo de carne, sintió que el cuerpo se le doblaba de placer e intensificó su masaje para así alcanzar el clímax que buscaba, aunque fuera con sus propios medios y no con la herramienta que ella deseaba, como la del hombre en la pantalla.
La velocidad de sus dedos en su gruta aumentó en intensidad, empezando a humedecerse su vulva ante el fin que ella vislumbraba próximo y cuando empezó a sentir que un escalofrío bajaba desde su pecho, pasando por su barriguita para situarse finalmente a la altura de su coñito… Sintió que la puerta de la casa se abría ruidosamente y escucho la voz de su hijo Raúl hablando entrecortadamente a otras personas. Sintió cerrarse la puerta, a lo que siguió el silencio, mientras escuchaba partir un auto.
Rápidamente sacó su mano de su escondite, se levantó apresuradamente, se puso una bata que apenas alcanzo a cubrirla y se levantó a ver lo que sucedía.
Ella suponía que su hijo, de apenas 16 años, iba a llegar de amanecida de la fiesta de término de curso a la que había asistido, por lo que se preocupó de que este hubiera llegado a medianoche y, más aun, en forma tan ruidosa. Bajó apresuradamente la escalera y lo encontró afirmado a la puerta, en evidente estado de ebriedad. Supuso que Arturo, el amigo de su hijo con el cual había asistido a la fiesta, había venido a dejarlo. «pobre Raúl, si el nunca antes había bebido» Flor se indignó con los amigos de su hijo, que tan irresponsablemente se comportaron con un joven tan sano y tranquilo como era Raúl. «ya hablare con ellos, van a ver».
Pasó uno de los brazos de su hijo sobre su hombro y lo llevó casi a rastras a su dormitorio, que afortunadamente estaba en el primer piso. Llegaron a la cama e intentó acostarlo, pero Raúl no soltó el brazo que tenía apretado sobre su hombro y los dos se fueron de bruces sobre la cama, ella encima de él. Su hijo estaba totalmente borracho y no tenía noción de la realidad, por lo que no podría ayudarle a salir de esta incomoda situación. Intento sacar su brazo que había quedado aprisionado por la cabeza de su hijo contra la almohada, mientras el brazo de este se mantenía apretado a su hombro, pero el movimiento que hizo para apartarse hizo que uno de sus senos se moviera contra el rostro del joven, el cual se apodero de él y empezó de chuparlo por encima de la bata. Ella quedo paralizada de la impresión e intentó nuevamente levantarse, pero se encontraba totalmente atrapada, mientras el muchacho continuaba mamando su seno por encima del género, en tanto que su otra mano se metía entre los pliegues de su bata hasta llegar a su calzón, abarcando con su mano todo el paquete que cubría el diminuto bikini, el que apretó sin miramientos.
La sorpresa de la situación la dejó paralizada. Estaba atrapada entre los brazos de su hijo, mientras este le chupaba un seno y apretaba su sexo por debajo de la bata, mientras ella intentaba separarse, sin lograrlo.
¡Qué situación!
Su hijo estaba completamente inconsciente y actuaba como cualquier borracho en su estado, dejándose llevar por sus instintos y sin conciencia de lo que estaba pasando, actuando como un animal, nublado por el alcohol ingerido. Y de pronto se vio a sí misma no haciendo nada por quitar el brazo de su hijo que la mantenía sujeta a él y se sorprendió llevando una de sus propias manos al paquete entre sus piernas donde su hijo había depositado la suya, tomándola pero no haciendo esfuerzo por sacarla, en tanto apretaba su seno a la boca de él, que continuaba con su mamada.
Entonces miró a su hijo a la cara y tuvo conciencia de que estaba a punto de dejarse llevar por el deseo sexual, olvidando con quien estaba. Respiro hondo y poniendo todas sus fuerzas en lo que hacía, se soltó de él y cubierta de sudor se sentó a su lado para recuperar el aliento.
«¿cómo es posible que me haya dejado llevar así, como si deseara que me chupara los senos y me acariciara el sexo?».
Claro que lo deseaba, no podía negarlo. Aun sentía en su seno la sensación de la succión que sobre el había hecho Raúl y en su sexo aun permanecía el calor de su mano, apretándolo.
No puede ser, es anti natural, se dijo asimismo y sacudió su frente, aun con algunas gotas de sudor, para no seguir sintiendo en su seno el recuerdo de la chupada ni en su sexo la excitación que le produjo la mano de Raúl.
«no, no, basta»
Se levantó, pasó su mano sobre la frente como queriendo alejar de su mente sus pensamientos lujuriosos y empezó a acomodar a su hijo en la cama, para que pudiera dormir bien. Le sacó los zapatos e intento hacer lo mismo con sus pantalones, para poner en su lugar su pijama. Al bajar su pantalón quedó frente a sus ojos la verga de su hijo tapada solamente por el slip y con una erección comparable a la del hombre que había visto antes en el video porno. Quedó como hipnotizada ante la herramienta de su hijo, que continuaba durmiendo completamente borracho. Intento pensar en otra cosa, apartar la imagen de ese tremendo palo de su mente, pero no podía separar la vista del bulto que Raúl tenía entre sus piernas.
Casi como en sueño, empezó a sacar el slip para poder ponerle el pijama a su hijo, aun sabiendo que ello no era necesario. Pero no era ella la que descubría a la vista ese enorme pedazo de carne sino una Flor dominada por el deseo. Una Flor que luchaba contra sus normas morales aunque sabía que la pelea ya estaba perdida.
«no, no. No debo hacerlo, no, no debo»
Se decía a sí misma, pero se escuchaba como si fuera otra persona la que hablaba y continuaba bajando lentamente el slip de su hijo como en un sueño, hasta dejar su verga al aire.
Quedó con los ojos y la boca abierta contemplando esa enorme lanza que esperaba enterrarse en alguna parte, que sabía bien era su gruta.
Ante la vista del instrumento de su hijo, hinchado de sangre, de un grosor como el de su puño, cubierto de venas que sobresalían y completamente tieso, como el que viera en el video porno cuando penetraba las partes íntimas de la mujer, Flor perdió todo control sobre sus pensamientos y con movimiento rápido se sacó el bikini y se subió sobre la cama, subió su bata, y abrió sus piernas de manera que quedara cada una de ellas a un costado del joven, sin tocarlo y dándole la espalda, como guardando un resto de pudor y así no ver su cara cuando fuera penetrada. Se situó por encima de la verga del muchacho y empezó a bajar muy lentamente sobre ella hasta que sintió como su cosa se tragaba poco a poco el instrumento de su hijo. Y Flor continuo bajando su cuerpo para meterse el instrumento, pero sin llegar a tocar la barriga de Raúl, por temor a despertarlo. Se movía hacia abajo en silencio, suavemente y lentamente. Aunque sabía que de esa forma no podría meterse toda la verga de Raúl en su coño como era su deseo, el pedazo que sintió dentro de su raja fue suficiente para que tuviera un orgasmo, que tuvo que ser callado, sin ningún gesto ni grito, solamente apretando los labios para no gritar de placer y despertar a su hijo amante. Sus líquidos se derramaron sobre la verga de Raúl y terminaron sus los pelos púbicos.
Cuidadosamente, salió de la posición en que estaba sobre su hijo, se bajó de la cama y miro la verga de Raúl, aun parada y llena de su líquido vaginal. Con su calzón intento secar suavemente la lanza aun tiesa y al hacerlo no resistió la tentación de pasarle la lengua suavemente por el costado y por sus bolas, hasta dejar todo lo más limpio que posible, dadas las circunstancias.
Lo tapó y fue a su dormitorio, donde pasó el resto de la noche en vela entre dos sentimientos: por una parte le atormentaba por lo que había hecho a su hijo, pero también estaba excitada por lo que había experimentado cuando era penetrada. La sensación de sentir la verga de su hijo entrando poco a poco en su interior, mientras ella apretaba sus labios para reprimir los gritos de placer que pugnaban por salir de su garganta, sin poder aferrarse a nada ni a nadie. No podía apartar de su mente la felicidad que sintió cuando su entraña era penetrada por la herramienta de su hijo, produciéndole un goce que nunca había sentido con su esposo. La sensación que le producía el pensar en cómo era penetrada por el instrumento de su hijo mientras ella se balanceaba en el aire, sin apoyo alguno, la excito al punto de iniciar una masturbación que la llevo al orgasmo en pocos instantes, derramando abundante liquido sobre la sabana, como pocas veces lo había hecho.
Una vez logrado el orgasmo, Flor empezó a pensar en la posibilidad de disfrutar a su hijo, para lo cual se dedicó el resto de la noche a idear formas para lograr su objetivo.
Ya no le parecía exagerado pensar en disfrutar de la verga de Raúl, que ya había tenido en su interior. Si bien la primera vez él no supo que había poseído a su propia madre, ella pensaba que habían dado el primer paso de un camino que podrían recorrer juntos por los senderos del placer.
Flor estaba sumida en un frenesí de deseo y sólo pensaba en la forma de llevar a cabo sus planes: lograr que Raúl la penetrara nuevamente.
Con ese pensamiento terminó por rendirse al sueño, cuando el día ya despuntaba.
Y cuando despertó y sintió que su hijo estaba ya levantado, bajó rápidamente de su cama y se dirigió donde él con el firme propósito de dar inicio a sus planes.