Capítulo 2
Los días transcurren sin prisa para Astrid y Lars. El búnker se mantiene con mínimos cuidados, y los dos chicos pasan el tiempo cumpliendo la rutina que les armó Krona.
—¿Qué haces? —pregunta un día Lars al entrar en el baño.
—Me estoy rasurando la vagina, es más higiénico —responde ella sin mirarlo.
—Me gusta cómo te queda.
Ella sonríe y sigue dejando la zona sin vellos: —Al tacto te va a gustar más.
Lars nunca había tocado ahí y ese comentario lo excita profundamente, pero no dice nada. Al cabo de un rato reflexiona:
—¿Por qué yo no tengo pelos?
—Ya te van a crecer, —responde la chica dándole un beso en la mejilla mientras abre el grifo para limpiar la maquinita.
—¿y me voy a tener que rasurar también? —dice señalando con la cabeza a la pileta.
—Eso como vos quieras… …a mí me gusta, así como estás. —Astrid le pega un suave chirlo en la cola— ahora déjame que tengo que hacer número dos.
Lars, en su aburrimiento, se obsesiona con los sistemas del búnker. Pasa horas en la terminal, investigando. Hasta que finalmente encuentra un archivo escondido: “Proyecto apocalipsis”. Intenta abrirlo, pero está encriptado.
—Krona ayúdame a desencriptar este archivo.
—Lo siento, no estás autorizado para acceder a este servicio, —responde la IA.
—¿Y quién puede acceder? —Pregunta, molesto.
—La administradora Astrid.
Los hermanos se sientan frente a la terminal y observan el ícono como si se tratara de una nueva especie. Astrid solicita la desencriptación y al cabo de un rato se abre una carpeta. Lars empieza a pasearse con velocidad por cientos de archivos: fotos, planos, videos, croquis y muchos documentos de texto.
La hermana señala uno y él lo abre. Es un documento oficial del gobierno sueco que detalla investigaciones sobre una aparente invasión y la decisión de crear bunkers para preservar la raza humana. El documento está firmado por el padre de Astrid. Lo cierran sin decir nada.
Esa noche, después de comer Lars le dice a su hermana:
—Estoy cansado de tocarme solo, quiero verte mientras lo hago.
—Eso no puede ser, —responde ella.
—¿por qué no?
—Porque no.
—Esa no es una respuesta.
Insiste durante media hora, hasta que, cansada y sin argumentos, Astrid le dice: —Está bien. Lo hacemos juntos, pero si lavas los platos.
Después de las tareas domésticas ambos se sientan en el sillón. La chica se saca la ropa y se queda completamente desnuda delante de Lars. Él hace lo mismo. Ella comienza acariciándose los pezones y, con la respiración entrecortada, baja a la vagina. Al verla, él tiene una erección y se toca tratando de seguirle el ritmo. Excitada ella se para y se coloca delante del chico. Él la aprieta con sus piernas y ella aumenta la velocidad. Al ver la vagina tan cerca de su cara, Lars también aumenta la velocidad y en una explosión incontrolable tiene un orgasmo. Segundos más tarde la chica también llega al clímax y se sienta exhausta en el sillón. Luego, estira la mano y le lanza unos pañuelos que estaban en la mesa ratona.
Ambos se levantan y van a sus cuartos a dormir, sin decir palabra.
A la noche siguiente Astrid negocia nuevamente con su hermano: —Si lavas los platos, hoy también podemos hacerlo.
De nuevo terminan en el sillón, desnudos, enfrentados. Mientras se están acariciando, Lars pregunta: —¿puedo sentirla?
Astrid se maldice por haber hecho ese comentario unos días atrás. Sabe que tiene que negarse rotundamente, que es un límite que no puede traspasar. Pero… está demasiado excitada para negarse y toma la mano del muchacho y la coloca sobre su intimidad. Con la cara de quien encontró un juguete nuevo, él empieza a acariciarla hasta que encuentra el clítoris. Astrid se acomoda al lado de su hermano y apoya una pierna sobre la del chico. La vagina está completamente húmeda y los dedos se deslizan suavemente recorriendo toda esa carne hinchada plagada de deseo. La chica tampoco puede resistirse y acaricia el pene con mucha delicadeza. Ambos sincronizan los movimientos y ella va marcando el ritmo de los dos. Cuando ya no aguanta más, apura la marcha y ambos acaban casi en simultáneo. Esta vez es la mano de Astrid la que termina empapada del líquido blanco. En lugar de limpiarse, no puede contener la curiosidad se lo lleva a la boca para probarlo.
—Puaj —dice Lars.
—A mí me gusta —responde Astrid encogiéndose de hombros.
—No tengo sueño, ¿vemos una película?
—Elegí vos —dice ella y abraza a su hermano quien se deja acurrucar.
Ambos ven la película desnudos y se quedan dormidos en el sillón de la sala.
Al día siguiente Lars llama a su hermana desde la computadora.
—Mira esto —dice señalando una imagen.
—¿Qué tengo que ver? —pregunta ella sentándose a su lado.
—¿No te suena raro? No son personas.
Astrid hace zoom en la imagen y ve un grupo de figuras en una costa que están a medio camino entre un hombre y una bestia salvaje. Siguen buscando en la carpeta y encuentran varias imágenes similares. Seres negros con espinas largas, extremidades alargadas y sin una cabeza distinguible.
—Krona, ¿qué estamos viendo? —pregunta Astrid.
La IA tarda en responder.
—¿Krona? —pregunta Lars.
Al cabo de un rato se escucha la voz de Krona: —Estuve revisando todos mis archivos. Esas imágenes se tomaron en la costa de Norrbotten. Las criaturas no aparecen en ningún registro oficial pero su descripción coincide con varios posteos realizados los últimos días antes del bombardeo.
Ambos se miran, intrigados.
Astrid pregunta: —Krona, revisa el archivo que desencriptaste y busca referencias a estas criaturas en los documentos de texto.
Silencio.
—Hay dos documentos que hacen referencia a una posible invasión de criaturas de origen desconocido. El primero es de índole científico y tiene datos recogidos durante incursiones militares en una zona en cuarentena. El segundo documento menciona que, en caso de que la estrategia de contención fracase deberán bombardear la mitad del territorio sueco.
—¿Quién firma ese documento? —pregunta Lars.
—Tu madre —responde la IA.
Durante el almuerzo siguen conversando sobre el hallazgo.
Astrid dice: —Es lógico, Lars. Tu madre era la responsable de seguridad de toda Suecia, obviamente que si alguien tuviera que tomar la decisión hubiera sido ella.
—¿Mandó a aniquilar a toda la población? —pregunta Lars con una piedra en el estómago.
—No tiene sentido construir búnkers para 10 personas y que solo hayamos llegado nosotros. Algo se les fue de las manos o se salió de control.
Lars apura su vaso de agua y pregunta: —¿Qué cosa?
—A lo mejor las bombas no fueron nuestras, otros países decidieron hacerse cargo y no les dieron tiempo a evacuar a la población, —reflexiona la chica.
—Es terrible.
Lars y Astrid se quedan sentados en el living. Ninguno tiene ganas de seguir con la rutina diaria. Finalmente, Astrid resopla y se levanta.
—Vamos —ordena caminando hacia su cuarto.
Lars la sigue y cuando entran pregunta: —¿Qué?
—Tenemos que distraernos. No podemos hacer nada y quiero explorar algo nuevo.
Antes de que Lars pueda responder ella le saca la remera y le baja los pantalones. Se arrodilla delante del muchacho y empieza a acariciar el miembro para producirle una erección. Cuando el pene está en su punto más alto, la chica lo toma de la cola y lo acerca. Con suaves besos humedece el miembro excitado del muchacho. Luego empieza a jugar con su lengua descorriendo el prepucio, saboreando. Le llama la atención que el flujo del chico tenga exactamente el mismo sabor que el suyo… “debe ser por la comida” piensa, y sigue con su tarea. Lars gime. Ella sigue como si no hubiera oído, y ahora mezcla los movimientos oscilantes de la lengua con presiones espasmódicas de los labios.
—Astrid —gime el chico al ver que sus piernas no le responden.
Ella lo sujeta de la cola y sigue con sus impiadosos movimientos bucales. La lengua siente el gusto del líquido preseminal, y aumenta la intensidad de los movimientos, mientras hunde instintivamente los dedos entre los glúteos de Lars y le clava las uñas. No pasa mucho hasta que el muchacho eyacula con violencia dentro de la boca de su hermana. Ella traga el líquido y se sienta en la cama. Lars se sienta a su lado e instintivamente le da un beso tímido en la boca. Ella aparta la cara, pero luego, arrepentida le devuelve el beso, esta vez con pasión. La lengua entra en la boca de Lars y éste siente el sabor de su propio semen.
Se siguen besando hasta que, completamente excitada, la chica se desnuda y se tira en la cama. Lars sigue besándola y luego empieza a recorrerle el cuerpo con los labios y la lengua. Se desliza con cariño sobre los pechos de ella. Le besa el vientre y luego sigue bajando hasta encontrarse con su sexo. Sin saber qué hacer apoya los labios sobre la vagina y se queda quieto.
—La lengua, Lars, mete la lengua y juega con mi clítoris. Como hiciste con los dedos, —enseña Astrid entre gemidos.
Obediente, el chico pasa la lengua sobre los labios vaginales abriéndolos. Con movimientos rápidos y aleatorios lame el clítoris y desliza la lengua hasta la entrada de la vagina. Al escuchar el gemido de la mujer repite el mismo recorrido, recibiendo una contorsión como respuesta. Siente el olor intenso y penetrante de la vagina y completamente excitado vuelve a moverse, pero esta vez más rápido, una y otra vez, hasta que las piernas de Astrid se estiran y endurecen. Pero él no para, y ella tiembla descontrolada. El movimiento continúa y la chica grita en un orgasmo exquisito.
Lars sigue besando unos instantes más hasta que Astrid le toma la cabeza para que se detenga. Ambos se quedan acostados en la cama, abrazados, con las piernas entrelazaas. Se besan suave y profundamente, dejando que sus lenguas se exploren, hasta quedarse dormidos. Esa noche no cenan.
Todavía el ciclo de luz indica que es de noche. Unos golpes sordos se escuchan más arriba. Luces rojas inundan todo el búnker y una alarma los obliga a levantarse.
—Maldita sea, y ¿ahora qué pasó? —dice Astrid encaminándose a la sala.