Capítulo 3
- Cuarentena, explosión de sentimientos I
- Cuarentena, explosión de sentimientos II
- Cuarentena, explosión de sentimientos III
Buenas noches, mi nombre es Alejo y para mis amigos y amigas soy El Negro.
Este relato cuenta la historia de una de las nuevas familias modernas, las denominadas “integradas”. La relación de Renata y Lucho y la intervención de Berta (madre de Renata y pareja de Raúl, el padre de Lucho).
Berta despertó temprano, tendida en la cama, desnuda y viendo a su lado a Lucho que descansaba tan desnudo como ella. Recordó las palabras que había pronunciado en la noche, cuando las sensaciones y la excitación le ganaron a la razón: “Si esto será así, quiero que esta noche hagas conmigo lo que quieras, pero solo por hoy, no habrá otra vez”.
Era obvio que lo hecho en la noche era fruto de una mezcla de sentimientos, necesidad e instintos básicos, razonó la psicóloga. También afloraba la madre: ¿cómo miraría a su hija a los ojos después de confirmar en carne propia las confesiones que le había hecho (Lucho era experimentado en proporcionar placer?) y finalmente estaba la infidelidad: por primera vez desde que estaba en pareja con Raúl, había sucumbido a la tentación y no sentía tanta culpa como hubiera imaginado.
Se cubrió con las sabanas mientras intentaba razonar sobre esos tres temas, y por más que daba vueltas a la situación, solo se conformaba con justificarse a partir de los dichos de su hija: necesidad, instintos y reacciones propias que el encierro y la soledad generaban.
Se giró y observó detenidamente al joven, tenía la clásica erección matutina típica de los hombres. Si bien no era un miembro de grandes dimensiones, bien utilizado era satisfactorio y vaya que el chico sabía cómo utilizarlo. Notaba que su cuerpo empezaba a reaccionar a la imagen por lo que abandonó la cama, antes que su voluntad flaqueara. Se calzó una bata para cubrir la desnudez y se encaminó hacia la cocina, en silencio, tratando de no despertarlo.
Se sirvió un café, tomo el celular y envió un mensaje a Raúl, como si eso bloqueara sus pensamientos. Recibió como respuesta una video llamada, donde su pareja le contó que estaba con muchas molestias y todo hacía suponer que tenía una recaída que lo mantendría en el hospital por varios días más que lo previsto. Le comentó que Nuria (la joven rubia que estaba a cargo de su cuidado) no se había despegado de la habitación, monitoreando su evolución, giró el teléfono y enfocó a la joven que descansaba en un sillón de la habitación. Le recordó que en aproximadamente una hora más recibiría el nuevo parte médico, por lo que le sugirió que mudase su ropa, ya que pretendía tenerla en línea cuando el médico le informase de su salud. Se despidieron y cortó la comunicación.
Ella terminó el café, dejó la taza en la mesada, fue a su cuarto tomó ropa del placard y se encaminó a la ducha. Ya vestida, volvió a la habitación y despertó a Lucho, avisando de la llamada que tendría y que pretendía que estuviese presente para escuchar el parte.
Lucho: Buenos días Berta, ya me pongo presentable.
Se puso de pie, sin ocultar su desnudez, caminó hacia la salida y al pasar le dio un beso corto en los labios. “Tranquilo Lucho, después de la llamada hablaremos” dijo apartándolo.
Fue al living de la casa, se acomodó en el sillón amplio, dispuso su teléfono para recibir la llamada y esperó al joven, quien apareció pasados unos 20 minutos, le comentó rápidamente la charla previa con Raúl y quedaron a la espera. Un rato después llegaba la solicitud de conexión, tomó a Lucho de la mano y se dispusieron a escuchar la explicación médica. Prestaron atención a los detalles brindados que fueron rematados con una solicitud por parte de los facultativos: “Dado que Raúl no tiene familiares aquí, le pediremos que firme y envíe una autorización para que la Srta. Nuria pueda aprobar estudios que así lo requieran. Es una formalidad”.
Berta asintió con la cabeza y se comprometió a remitir un mail con la autorización, estaba claro que el retorno de Raúl se demoraría bastante más y la imposibilidad de viajar era motivo del pedido. Lucho preguntó si había riesgo de vida y uno de los facultativos trató de explicar que si había respuesta adecuada a la medicación, no habría inconvenientes aunque quedarían algunas secuelas. Instantes después fueron hasta la habitación del paciente, entregaron el celular a Raúl para que mantuviese una breve charla con su hijo y pareja, se lo notaba agitado. Antes de cortar la llamada, pasó el teléfono a Nuria Menditegui (la cuidadora) para que brindara sus datos y así confeccionar la autorización. “Sra. Berta, tenga usted la tranquilidad que estaré al pendiente y le comunicaré cada novedad que se produzca”, dijo y cortó la llamada.
Berta y Lucho continuaban tomados de la mano, se miraron y entendieron lo delicado de la situación. Charlaron sobre la información brindada y se lamentaban de no poder acompañar a Raúl en su enfermedad. “Parece que la rubia está más que comprometida con el cuidado de papá” dijo Lucho, y Berta le explicó que Nuria había sido contratada por la empresa donde trabajaba su padre para que lo cuidase mientras durara la recuperación.
“Suerte que tiene el viejo, esa rubia es la fantasía de todo hombre, una enfermera muy bonita” dijo con una sonrisa, tratando de relajar el momento.
Fueron a la cocina, se sirvieron un café y cada tanto alguno enunciaba una frase como para evitar el silencio. “Voy a estudiar un rato, después vengo para ayudarte con el almuerzo” dijo Lucho. “No te vayas, tenemos algo importante que tratar” respondió Berta.
“Lo que sucedió anoche es algo que debimos evitar, reconozco que fui yo quien cedió y eso me hace sentir extraña” dijo Berta.
Siguió haciendo una defensa de su accionar, pero no dejaba de reconocer su momento de debilidad. Le explicó que se sintió igual que Renata, las mismas sensaciones y necesidades y sin entender por qué se entregó a sus brazos.
Lucho escuchaba atentamente y ante cada silencio de ella, en su mente rondaba la misma pregunta: ¿por qué son tan complicadas y no aceptan lo sucedido? Finalmente, tomó la palabra y trató de ser muy claro.
Lucho: Berta, pasó y punto. Nos gustó y lo disfrutamos.
Berta: ¿jamás pensaste en tu padre y mi hija?
Lucho: quizá en Rena, hasta compararte con ella.
Berta no podía entender que él lo tomara con esa naturalidad y mucho menos que la hubiese comparado con su hija, era incomprensible. Se puso de pie y abandonó la cocina, dando por concluida la conversación.
Pasó la tarde encerrada en su habitación, tratando de entender y entenderse a sí misma. El muchacho la inquietaba, pero no podía dejar de pensar en Raúl y su reacción si se enteraba de lo acontecido. Trató de dormir un rato y se ayudó con un sedante, y se rindió al sueño.
Lucho quería concentrarse en el estudio, pero no lo lograba. Las imágenes de ambas mujeres desnudas, sus performances en la cama, los gemidos de una y los gritos de la otra al llegar al orgasmo, le detonaban la cabeza.
Al llegar la noche, él preparó la cena y fue a buscarla a la habitación para que lo acompañase en la mesa. “En minutos voy” respondió Berta.
Cenaron e intercambiaron algunas palabras, hasta que él le propuso ver una película en el living, “Vendría bien para romper la monotonía” dijo Berta. Los primeros fríos del otoño se hacían notar, él prendió la calefacción y le trajo una manta para que ella se cubriese. Berta se acomodó en el sillón, se tapó con el abrigo y tomando el control remoto buscó una película. Escuadrón suicida fue la elegida. “Que parecida es la minita a la enfermera” dijo Lucho. Berta se rió de la humorada “¿Te la imaginás así vestida en el hospital?” replicó ella. “Si se me aparece así, le contagio el COVID para toda la vida, ja ja ja, qué me encierren de por vida con ella” fue la respuesta de Lucho.
Berta: hombres… es en lo único que piensan…
Lucho: si te encerraran con Richard Gere, vos pensarías lo mismo…
La película avanzaba y Berta notó que él temblaba un poco, abrió la manta y lo invitó a compartir el calor. Se pegaron uno a otro y continuaron viendo el film. Ella sentía que el sueño la vencía pero quería ver el final, se recostó un poco en el hombro de él para estar más cómoda. Dio dos o tres cabezazos casi rendida por el sueño, hasta que no resistió más y se durmió.
Minutos después, la película terminó y Lucho le dijo suave al oído “Vamos a la cama”, la abrazó y la ayudó a levantarse, tomándola por la cintura la guió a la habitación, la sentó en el lecho, le quitó el calzado, desprendió la bata y la retiró por los hombros, corrió las sabanas y frazadas, la reclinó en la cama, levantó las piernas y la cobijó.
Estaba por apagar la luz del velador cuando ella entreabrió los ojos y le agradeció el gesto. “¿Querés hacerme compañía?” murmuró Berta.
Él rodeo la cama, se quitó la ropa y se metió bajo las sábanas. El contacto de su cuerpo frío provocó un temblor en Berta, que se aproximó a él y lo abrazó para darle calor.
“No te aproveches, solo disfrutá del momento” le dijo mientras volvía a cerrar los ojos. Estuvieron un buen rato así, hasta que el cuerpo de él cobró temperatura, ella se giró y le dio la espalda, acomodó la cabeza en la almohada. Él se pegó a ella desde atrás y cruzó un brazo por sobre el vientre, pero no pasó de eso, se durmieron ambos.
Con el amanecer, ella despertó sintiendo el calor del cuerpo del joven y la típica erección matutina encajada entre los cachetes de su culito. Se dio cuenta que no había segundas intenciones cuando sintió la respiración acompasada clásica del dormido. Solo su rajita que notaba algo más, pues se humedecía al sentirlo. Se quedó quietecita disfrutando la situación, mientras trataba de recordar cuanto tiempo había pasado para despertarse con esa excitación creciente y algo que se metiera entre sus piernas.
Berta tomó la mano de él que reposaba en su vientre y la guió hacía abajo, manipuló el dedo mayor y lo ubicó en su raja húmeda. Suspiró cuando sintió el contacto, separó la tanga hacia un lado y abrió un poco las piernas para que la verga de él se colara entre ellas. Ese movimiento despertó a Lucho, pero simuló seguir dormido para que ella hiciera lo que deseaba sin culparlo luego de aprovecharse.
Ella arqueaba su cuerpo para que el roce de la verga le diera la temperatura necesaria a su concha, mojara bien sus labios y con movimiento preciso, la llevó a su interior, soltó un suspiro profundo y apretó firmemente la mano del joven contra su vulva. Él ya no podía disimular más, internó el dedo hasta llegar al clítoris y simultáneamente empujó desde atrás para ensartarla: “buenos días putita, que hermosa manera de despertarme…” dijo mientras empezaba a moverse lentamente.
Berta: cállate y seguí moviéndote.
La fue girando lentamente hasta montarla, dejándola de cara al colchón. “Levantá la cola que quiero ponerte en 4 patitas” dijo mientras ella hacía el esfuerzo por complacerlo, fue levantándose y poniendo el culito en pompa. Él se fue ubicando atrás de ella, afirmándose en sus rodillas, con mucho trabajo para no salir de su interior, hasta acomodarse totalmente.
Retiró las sabanas y frazadas, aprovechando el calor que brotaba de la calefacción central. No se molestó en retirarle la tanga que se enroscaba en la cintura, era un obstáculo más, que ayudaba al roce y la excitación. El bombeo era lento pero muy placentero.
Berta: dámela toda, métela hasta el fondo…
Lucho: si mi diosa, tan adentro como pueda
Así estuvieron por un buen rato, prolongando los movimientos, gozando, ella entre gemidos y él bufando con cada embestida. Los dedos de ella trababan los de él entre sus piernas, colaborando con la excitación.
Berta: sácame la tanga, me molesta
Él se retiró unos segundos, tirando de los bordes la bajó hasta liberar las nalgas y volvió a embestir, clavándola a fondo.
Berta: los dedos al culo, ayúdame a acabar…
Sintió la cálida saliva caer en su hoyito el dedo invadirla nuevamente. Los movimientos de penetración vaginal se acompasaban con el dedo que dilataba lentísimamente el culo. Lucho vió como aquel agujero prieto se ensanchaba poco a poco y juntó dos dedos y los fue metiendo. Un gemido agudo, placentero escapó de la boca de Berta: “sí, asi me gusta, dame más” pedía casi a gritos. El joven entendió que era una oportunidad única, estiró su mano derecha a la mesa de luz, tomó un pote de crema que allí había, dejó caer un chorro frío en el culito y aceleró el movimiento.
Ella gritaba su placer, se retorcía de gusto y ofrecía su culo como un trofeo. Él no dudó, retiró la verga de la concha y la enfiló al culo, donde resbaló fácilmente y se introdujo con facilidad.
Berta abrió los ojos al máximo, sintió que ya no era un dedo sino una verga la que perforaba su esfínter: ¿cuánto tiempo había pasado desde la última vez que aquello había sucedido? Tiró su cuerpo hacia atrás y lo recibió a tope, se ayudó con una mano frotando furiosamente su clítoris mientras el invasor se amoldaba a su estrechez.
Berta: ¡¡¡rómpeme el culo!!! Llenalo de leche…
Eso incentivó a Lucho que la cabalgó furiosamente, le aplicó cachetazos en las nalgas y embistió una y otra vez hasta descargarse totalmente. Ella sintió uno, dos, mil chorros en sus intestinos, no soportó más y acabó dando un grito que pudo escucharse desde la calle.
Cayeron rendidos, satisfechos y abotonados. La penetración duró mientras la dureza de él se mantuvo, con la disminución de tamaño llegó el relax. Ella lo despidió de su interior con esfuerzo, feliz y agotada por tanta acción. El ano le latía, el esfínter palpitaba y dejaba escapar los restos del semen de él.
Se quedó quieta, tratando de reponerse mientras el joven acariciaba sus curvas. “Me encantó encularte, fue increíble, nunca antes había penetrado el culo de una mujer y creo que desde hoy será mi mayor objetivo” dijo Lucho mientras le dejaba besos en el cuello.
Berta: déjame sola, necesito entender lo que hice, por favor.
Él salió de la habitación, fue al baño y se duchó. Desnudo entró al cuarto, justo en el momento en que su celular empezaba a sonar: Renata lo invitaba a una video llamada. Tomó el teléfono, abrió la conexión y se mostró tal cual estaba, Renata se sorprendió y alabó la visión, lo que menos imaginaba era que él venía de unas tres horas de sexo salvaje con su madre. “Cómo extraño esa verga… Menos mal que solo faltan dos días para volver a disfrutarla” comentó mientras le enseñaba la concha recién depilada (aún enrojecida por el tratamiento) “Esta señorita te extraña horrores, no sabés como chorrea noche a noche”. Mantuvieron una charla por unos 20 minutos, en los cuales él no logró endurecerla para que Renata completara una masturbación que calmara su calentura. “Demasiado estudio te está dejando flojito Luchi, el sábado voy a darte un tratamiento intensivo para que te recuperes” dijo antes de cortar la llamada.
Ahora Lucho estaba entre la espada y la pared: ¿a quién debía atender: Berta (una fiera) o Renata (una gata en celo)? ¿Habría una posibilidad de que fueran ambas? ¿Cómo lo lograría? Cayó en la cama y prácticamente se desmayó de tanto cansancio.
Los siguientes dos días fueron muy fríos entre Berta y Lucho: ella trataba de escapar a su presencia y él no sabía cómo afrontar la situación.
En medio de ello, Nuria informó que Raúl debía permanecer en el hospital hasta el lunes, para luego mudarse a un departamento, aislado de otras personas, ya que su condición pulmonar no era de las mejores. El domingo Raúl los saludó a ambos, estaba feliz de verlos tan unidos y les resaltaba continuamente los cuidados que le prodigaba Nuria.
El lunes llegó y con ello el retorno de Renata a la casa. Berta estaba inquieta por lo vivido con Lucho, saber que había sido infiel a su pareja y traicionado a su hija. Renata se reunió con su madre para saber de los avances de las charlas con Lucho, mientras él estudiaba en su cuarto.
A Renata le llamó la atención que ya no había puertas cerradas de uno y otro lado, sumado a que él vestía tan liviano como ellas, sin reparos.
Renata: ma, ¿la pasaste bien con Lucho?
Berta: si, normal.
Renata: má, no me mientas…
Berta llamó a Lucho al living, y se ubicó frente a ambos. “Chicos, quiero que mantengan la calma. Sé que se necesitan, pero respeten la casa” les dijo. “Mamá, ya sabés de nosotros y no podés negarnos la posibilidad de relacionarnos” le respondió su hija. La mirada de Berta a Lucho era fulminante: “¿Nada que decir Lucho? dijo Berta. “Negociemos” dijo él.
La propuesta era sencilla: Berta iba de compras y los dejaba solos dos días a la semana, otros días iba é y ella quedaba sola y finalmente otros dos día iba Rena, mientras Berta y Lucho quedaban en la casa. La idea sonaba bien, pero Renata no entendía que ellos quisieran quedarse solos por esas dos a tres horas que demoraban las compras.
Renata: ¿ustedes dos solos? ¿entiendo bien?
Lucho: claro, todos respetamos esos momentos a solas con el otro ¿por?
Renata se rió de su propia duda: ¿su madre enroscada con Lucho? Ni loca. “Si están de acuerdo, yo también” dijo Renata imaginando una hora y media a puro sexo. Lucho pensaba cómo haría para satisfacerlas a ambas y Berta cómo haría para no flaquear mientras estaba sola con Lucho. El séptimo día era un descanso asegurado para el semental del trío aunque Berta evitaba rendirse a sus emociones.
Los tres retomaron sus actividades, tratando de no interferir en el arreglo de partes.
30 de Mayo, día de descubrimientos y confesiones.
La clásica video llamada diaria fue desencadenante de una hecatombe familiar. Berta tenía sospechas de que algo pasaba en Madrid, las charlas con Raúl se habían vuelto frías y Nuria aparecía en todas las comunicaciones, se lo veía de buen semblante pero no hacía referencias a retornar al país. Los tres (Berta, Renata y Lucho) se sentaron en el living esperado la hora de la llamada frente al celular.
Apenas se inició, apareció la imagen de Raúl, podía verse de fondo el pasillo que conectaba las habitaciones y el baño del departamento de Madrid. Era una charla animada, donde Raúl comentaba su mejoría de salud, como se estaba integrando a la empresa mediante teletrabajo, el calor que comenzaba a azotar la ciudad y otras tantas cosas. Un detalle no pasó desapercibido a los tres integrantes de la casa, a espaldas de Raúl pudo verse a Nuria salir de una de las habitaciones rumbo a otra, solo cubierta por un toallón. Los ojos de Lucho se abrieron al máximo, la boca de Renata se transformó en una O gigante y Berta enrojeció al instante.
Berta: Raúl ¿cuál es tu cuarto?
Raúl se giró y señaló el más cercano. Exactamente el mismo desde el que había salido Nuria.
Lucho: ¿estás seguro viejo?
Raúl: más vale, hace casi un mes y medio que vivo acá ¿Por?
Renata: acaba de salir Nuria casi en pelotas de ahí.
Raúl se puso de todos los colores posibles. Volvió a girarse hacia la puerta del cuarto y Nuria salía de otro para pasar al baño, dando la espalda a la cámara del celular, con el toallón enroscado a su cuerpo, dejando a la vista piernas y algo más.
Berta: Raúl ¿te estás comiendo a Nuria? Anda en pelotas por el departamento.
Raúl: yo… no es lo que piensan…
Berta:¡¡¡ pedazo de hijo de puta, nosotros acá encerrados, preocupados por vos y te cogés a la enfermera!!!
Raúl: no digas eso, no es así
Renata: ¿no? ¿Y que hace en pelotas en el departamento? ¿Mucho calor?
Raúl: pará Renata, escúchame…
Lucho: al menos disimulá un poco, no podés hacer esto.
Raúl había quedado al descubierto, un descuido lo había dejado en evidencia.
Berta: mañana tendrás el pedido de separación en tu correo. Buena suerte.
Cortó la llamada y se enfrentó a los jóvenes. “Vamos a hablar a calzón quitado, los tres” dijo Berta.
“Esto que acaba de suceder los libera a ambos para la relación que mantienen, sea cual sea, ya no hay lazo familiar que los una. Lucho, no voy a dejarte en la calle pese a lo que pasó con Raúl” comenzó su monólogo Berta, para seguir con más detalles: “Apenas se pueda, dejaremos juntos ésta casa y nos mudaremos a otro lugar donde seamos desconocidos y nadie juzgue lo que sucede entre ustedes.”
Las novedades fueron recibidas con cierta alegría pese al momento vivido durante la llamada por parte de los jóvenes, pero aún faltaba más.
Berta: Rena, jamás hemos tenido secretos desde que me separé de tu padre y hoy no será la excepción.
Renata: ¿de qué hablás mamá?
Berta: prométeme que no vas a enojarte ni hacer una escena.
Renata: dale ma, no más rodeos por favor
Berta tomó aire, la miró a los ojos y descargó lo que le faltaba exponer: “en tu ausencia, cuando fuiste a casa de tu padre, pude comprobar todo lo que me dijiste de Lucho: es un excelente y afectuoso amante”.
El rostro de Renata demostró su sorpresa, le costaba articular palabras, los miró a ambos y cuando pudo emitió una pregunta: “Mamá, ¿te encamaste con él? Sabías que había algo entre nosotros y te lo cogiste”.
Berta asintió con la cabeza y respondió a su hija: Me pasó lo mismo que a vos, me venció la necesidad, lo seduje y lo llevé a mi cama” aseguró.
Lucho era un espectador de lujo entre las mujeres, no daba fe de lo que sucedía a su alrededor: la madre confesando a su hija que habían compartido amante.
Renata clavó la mirada en el joven “¿No tenés nada que decir?” cuestionó a lo que él atino a responder “Fue sexo, placentero, pero solo sexo”.
Berta tomó de la mano a uno y otro: “Chicos, no discutan, no es momento, vayan a mi habitación, hablen y solucionen el tema, necesito hablar con mi abogado para iniciar la separación”.
Se pusieron de pie y se encaminaron al cuarto, entraron y cerraron la puerta para tener privacidad y no interrumpir la conversación de Berta.
Renata: no sé qué decirte, si enojarme, si putearte, si darte una cachetada, no sé qué hacer.
Lucho: Rena, no fue una traición, fue una reacción irracional.
Renata: pero es mi madre con la que cogiste. Sería tan irracional como que cogiéramos ahora, ¿cierto?
Lucho extendió su mano y con el revés le acarició el rostro a la joven, de modo cariñoso. Ella tomó la mano y lo acercó, apoyó la cabeza en el pecho de él y lo abrazó: “decime que no me comparaste con ella, que pensabas en mí mientras te la movías”.
“Para nada Rena, además hice con ella cosas que no hicimos nosotros, me dio lecciones para aplicarlas con vos” dijo Lucho. “Entonces ¿fue una más en tu lista? Interrogó Renata. “No sé si tan así, no niego que hubo algo especial” remató él.
La charla dejaba en claro que Renata seguiría siendo su amante, de otro modo no hubiese accedido a la conversación y que si él lo pedía o lo sugería, terminarían en la cama pero no era el momento. Sólo una sesión de besos cerró el momento.
Salieron de la habitación tomados de la mano, fueron al encuentro de Berta que aún estaba al teléfono. Al verlos apuró y completó la llamada, dejó el celular sobre la mesa del living.
“Me alegro que hayan llegado a un acuerdo. Ya está todo encaminado legalmente. Tengo una propuesta que hacerles” dijo Berta.
Renata: ¿cuál mamá?
Berta: ocupen la habitación matrimonial, yo me mudo a la tuya.
Lucho: pero y las cosas que hay ahí ¿dónde las ponemos?
Berta: en tu habitación Lucho.
Minutos más tarde, iniciaban la mudanza interna que finalizó al anochecer. Los tres estaban rendidos, tras una cena liviana y una ducha reparadora se dedicaron a descansar.
La mañana siguiente demostró que había cambios en la casa. Las puertas de las habitaciones abiertas, sin nada que esconder, las mujeres livianas de ropas (¿qué podían esconder, si se habían desnudado ante Lucho?), el muchacho se había sumado al estilo de las mujeres: sólo se cubría con un bóxer y una remera. Los primeros movimientos fueron en la habitación de Berta, despertó algo más temprano que la pareja y tan solo vestida con una remera amplia y su clásica tanga, se encaminó al aseo. Ducha rápida, cambio de ropa interior, otra remera clara, sin brassier y descalza, se dirigió a la cocina, previo pasar por la habitación de la pareja.
El hilo dental de Renata dejaba casi todo su cuerpo a la vista, no había nada en la parte superior, mientras Lucho solo llevaba el bóxer negro que ya había visto más de una vez, con la infaltable erección matinal. Dudó en entrar a despertarlos, y así observarlos más de cerca. Era una tentación importante, la acción con Lucho la había dejado con ganas de más, pero estaba Renata a su lado: ¿qué pensaría su hija si entraba al cuarto a verlos casi desnudos? Meneó la cabeza y siguió a la cocina a preparar el desayuno.
El perfume de las tostadas y el café recién hecho, despertó a Lucho. Se vio junto a Renata (virtualmente desnuda) y creyó interesante aprovechar el momento: una buena erección, una mujer desnuda al lado y saber que Berta podría escuchar todo sede donde estaba. Giró y se acomodó a la altura justa de los pechos de Renata, se acercó lentamente y comenzó a chupar los pezones de manera delicada, hubo un ronroneo de placer de parte de ella que tomó como aprobación y decidió ir a más. Ya mordisqueaba los pezones de manera alternativa y pasaba sus dedos por sobre la tela de la diminuta prenda. La concha de Renata no demoró nada en empaparse, abrió levemente las piernas y le dejó el espacio suficiente para caricias más atrevidas y profundas que no tardaron nada en llegar.
El aroma a sexo empezó a invadir la pieza, y los gemidos a brotar de la boca de ella. Segundos más tarde, ya la montaba y se frotaba por sobre la fina tela, la desplazó hacia un lado, liberó la verga y directamente la clavó a fondo.
El gemido fue intenso y difícil de disimular, los primeros movimientos fueron lentos, pero a medida que la humedad de ella era más intensa las penetraciones también. “Cogeme mi macho, lléname de verga y leche” dijo ella instándolo a terminar la faena de manera rápida e intensa. Él aceptó la propuesta y en cuestión de minutos descargaba todo el contenido de sus huevos en la concha ardiente. Tan enfrascados estaban en su lucha que no recordaron que la puerta estaba abierta: desde el marco de la misma, Berta miraba con deleite como se consumaba el momento, y en un acta reflejo llevó su mano a la entrepierna para darse placer y compartir el momento. Los tres terminaron casi simultáneamente, Berta partió a la cocina (aun chorreando entre sus piernas) y los jóvenes completaron el momento con una sesión de besos y caricias.
Habrían pasado unos 20 minutos cuando la pareja entró a la cocina, Berta estaba sentada a la mesa, con la tanga mojadísima. Los vio tan felices que no pudo menos que regocijarse.
“Chicos voy a pedirles un favor, cuando tengan sexo, cierren la puerta por favor” les dijo sin ánimo de reproche, solo como una sugerencia.
Renata recogió el guante e hizo una jugada extraña pero concreta: “No me dirás que estuviste espiando y te dieron ganitas…” dijo sonriendo. “Rena, no es algo que deba contestarte” respondió Berta. “Vamos ma, seamos abiertos. Ya sé que se encamaron, que la pasaron bien y lo disfrutaron” dijo muy seria. “Bueno, pero de ahí a más, es otra cosa” musitó Berta poniéndose tan roja como un tomate. “A honestidad brutal era la idea ¿no? Decime, ¿te gustaría volver a estar con él?” descargó Renata.
Lucho no salía de su asombro, su pareja le ofrecía a su madre compartirlo. O era broma o una muy mala jugada. “¿Lo aceptarías Renata” alcanzó a decir.
“Obvio, si lo nuestro es solo sexo, ¿cómo podría negarme a eso? Cuando rotemos por las compras, tendrán su tiempo. Nos tendrás a ambas y no habrá infidelidades” dijo muy tranquila.
Berta estaba en shock, su hija le ofrecía a su amante servido en bandeja. “No se hagan los estrechos, a vos te calienta ma y él aprende cosas que después hace conmigo. ¿Cómo pensas aguantarte lo que dure este encierro? ¿A pura paja?” cerró Renata. El tema era complejo, pero podrían resolverlo como adultos si querían. “Vamos, desayunen y después mientras voy a hacer las compras se sacan las ganas” terminó su exposición.
Se miraron los tres, no podían entender como la más joven del trío los estaba incitando a ir a más. “Lo único que les pido es que se cuiden y cojan, solo coger nada de involucrarse, ¿ok?” se puso de pie y fue a cambiarse para salir de compras. Estaba a punto de salir cuando Lucho le cerró el paso: “Renata, ¿estás muy segura de lo que dijiste?” le dijo. “Totalmente, no son cuernos, son deseos e instintos, como yo lo veo” respondió. Tomó su tapabocas, la bolsa de las compras, su cartera y sentenció antes de salir: “No pierdan tiempo”.
La puerta se cerró y se quedaron solos. Ninguno se animaba a dar el primer paso, ¿qué hacer? ¿Renata tendría razón? ¿era tan así?
Pasaron unos 10 minutos y seguían como estatuas, la puerta volvió a abrirse y Renata entró nuevamente: “¿Todavía están ahí? Vamos para la pieza, vamos…”
Los tomó a ambos de la mano y se los llevó a la cama matrimonial. “Dale Lucho, empezá a trabajártela y vos Berta, sacate todo y prepárate para una buena revolcada”, viendo que no hacían nada, le bajó el bóxer a él, le sacó la bata a ella y los empujó rumbo al lecho. “vamos che, que no se diga, gente grande…” El desparpajo de Rena era terrible, los dejaba en blanco. Rena tomó la verga de Lucho y la comenzó a sacudir para darle buen tamaño, cuando lo logró le tironeo la tanga a Berta y se la bajó a los tobillos. “Está casi a punto Lucho, dale ¿Qué esperás?” dijo instándolo a empezar la tarea. Berta estaba petrificada, no podía creer lo que sucedía.
Entonces sucedió lo inesperado para ambos: Renata se aproximó a su madre y empezó a magrearle las tetas y tratar de besarla, Lucho quedo tieso: su amante estaba avanzando a su madre y lo invitaba con una de sus manos a ayudarla. Berta cayó en la cama, sin reacción. Cuando Rena metió dos dedos en la concha de su madre, Lucho pareció despertar, besó a Berta, le comió la boca desesperadamente. Ella cerró los ojos y se dejó hacer, sentía la verga de Lucho frotarse contra los labios de la vagina, los besos de Rena en sus pechos y perdió totalmente los estribos.
Apretó a Rena contra sus tetas, y abriendo las piernas totalmente le dejó el espacio necesario a Lucho para penetrarla, cosa que hizo al segundo.
Un trío inesperado pero satisfactorio, a Rena se le escapaban las tetas de su madre de la boca mientras Lucho embestía sin piedad la concha. Minutos de locura, primer regada de leche en la concha de Berta. Lucho cayó en la cama, vaya uno a saber en qué momento Renata se desnudó y le puso su concha caliente en la boca, Berta lo montó y comenzó a cabalgarlo. “Chupamela hasta acabar mi macho” decía Renata, “Movete y lléname de leche” pedía Berta, Lucho un esclavo de ambas trataba de cumplirles. El momento era mágico: madre e hija disfrutando de su amante. El momento más candente llegó cuandotras acabar, Berta se bajó de él y comenzó a comerle la verga como si no hubiese mañana. “Esa es mi mami, chupala hasta que no le quede leche en los huevos” le dijo segundo antes de que su orgasmo explotara y la leche de Lucho inundara la boca de Berta. Lucho quedó destruido, las mujeres satisfechas a más no poder.
Tras minutos de relajación, los tres tomaron conciencia de lo hecho. Renata sonreía, Berta se reponía del esfuerzo y Lucho no cabía en sí mismo después de la orgía familiar.
“Ojalá esto sea el primer paso, que se repita” dijo Renata, “Jamás te hubiese imaginado tan puta Renata” dijo Berta, “No má, bisexual, cojo con hombres y mujeres desde los 17, era mi fantasía hacerlo con otro tipo y con vos, estas muy fuerte” le respondió. Lucho la herramienta que llevó a cumplir la fantasía estaba extasiado, cogía con madre e hija sin necesidad de ocultarlo y todo gracias a su padre.
Las noches, las tardes y hasta la mañanas se volvieron una orgía continua, cuando el encierro de la cuarentena concluyó, se fueron a vivir a un pequeño pueblo del interior. Los tres tienen sus carreras terminadas, viven de ello y al día de hoy siguen viviendo en esa promiscuidad placentera: Renata dio a luz un hijo, y piensan que si todo sigue como hasta ahora, será el integrante de un cuarteto sexual, que deberá ayudar a su padre a satisfacer a las dos mujeres de la casa.
¿Raúl? Solo y quebrado en Francia, Nuria encontró otra escala para ascender en la empresa.
Espero sus comentarios, y más que nada sus opiniones…
Saludos,
Alejo Sallago – alejo_sallago@yahoo.com.ar