Capítulo 2
- Cuando mi prima duerme I: Bragas y disimulo
- Cuando mi prima duerme II: Manoseándola Descaradamente
- La desconocida mina de la piscina (Mi prima parte 2.5)
Continuación de la primera parte. Si no la has leído, te recomiendo que lo hagas 😉
Mi prima Cristina tiene dos años menos que yo, desde pequeña siempre fue delgada (y hasta la fecha lo es). Es muy linda aunque al principio no lo notase, cabello castaño medianamente largo, tez muy clara, ojos marrones, de estatura bajita. Copa B y unas nalguitas medianas pero paraditas y respingonas.
En esta historia yo tenía alrededor de 15
Continuación:
Con el pasar de las semanas, seguí la religiosa rutina de buscar secretamente en el cesto de la ropa sucia para tomar las bragas de Cristina, olerlas, lamerlas y masturbarme con ellas obsesivamente.
De vez en cuando había una mancha cuando ella tenía su periodo, otras bragas más viejas estaban decoloradas y la tela más delgada por el contacto con su cuerpo a través de los años por lo que los jugos vaginales, sus olores, colores y sabores eran mucho más puros y claros cuando era así. Lejos de disgustarme, eso las hacía las mejores piezas y me calentaban mucho más.
Nunca me atreví a robarle más de la braga que tomé la primera vez, ya que temía que mis tíos se dieran cuenta, consideraba que por sus problemas económicos, cualquier gasto extra no pasaría desapercibido y tener que comprarle ropa interior nueva a Cristina de manera rutinaria seguro terminaría dándoles pistas de lo que sucedía. Además, mi madre me descubrió la primera vez que las tomé ya que el miedo de ser descubierto me hizo actuar sospechosamente…
… Me descubrió con las manos en la masa cuando las traía conmigo de regreso a casa y las lancé fuera de la casa sin que me viera hacerlo cuando aceleró el paso para encararme, pero aún así, obviamente encontró la prenda sin mucha dificultad, me preguntó por qué estaban unas bragas en el suelo y puse una de las peores excusas que he recitado en mi vida, diciendo que había actuado sospechosamente por que había llevado una de sus tarjetas de crédito que me dio para emergencias cuando me dijo que sólo la llevara cuando la pudiese necesitar o cuando fuese por mi cuenta a alguna parte, que no sabía nada acerca de las panties y que temía que me regañara por tener el plástico conmigo cuando me lo prohibió.
Estoy seguro que ella sabía la verdad, es imposible que la ropa interior de una niña estuviese en nuestra entrada solo porque sí, justo cuando volvemos de una casa en dónde hay una nena a la que le queda dicha prenda, cuando ningún vecino tiene hijas y encima cuando dicha ropa ni siquiera tenía polvo o indicios de haber estado a la intemperie, claramente no llevaba ahí ni un día, pero dijo creérme y creo que eventualmente se forzó a creérselo ella misma y olvidarse del asunto, creo que no quería ver a su hijo como un pervertido en potencia.
Varios sucesos similares ocurrieron a lo largo de mi vida en dónde lo que sucedió era más que obvio, pero mi madre eligió ignorar el sentido común para protegerse de la verdad, la realidad de que su hijo se había convertido en un monstruo debido a la represión sexual que presentaba y el ejemplo que se le dio, un monstruo en camino a ser como su padre y abuelo.
A pesar de que sentí culpa por ser descubierto en un mal acto, no me detuvo en lo absoluto, el tener acceso prácticamente ilimitado a su colección de ropa interior cada fin de semana seguía siendo un premio que mi pene agradecía y mi mente anhelaba a pesar de que no podía llevarme más de sus calzones a casa.
Y lo mejor para mí, después de darme gusto con la tela que estuvo en contacto con su vulva, podía cargarla de la misma manera en la que lo hice inicialmente por el trato que hicimos, una de las mejores inversiones de mi vida y la excitación que sus bragas me causaban me hizo empeorar mi trato con ella mucho más rápido.
Al principio solo la cargaba y le daba vueltas de la misma manera en la que inicié, en donde lo único que podía suceder era un poco de contacto con sus pechos por encima de su polera o corpiño, pasar mis manos sobre su abdomen y el resto de su torso por los lados de manera disimulada, pero caliente por haber desbloqueado el acceso a su ropa interior como algo de lo más prohibido que había hecho hasta ese momento, me dio valor para intentar un poco más con el resto de los “castigos” que me debía.
En lugar de castigarla con mareos cuando la cargaba, dejé la parte de “castigo” de lado y comencé a hacer cosas más inmorales. En lugar de levantarla tomándola por la cintura con mis manos, opté por ir más abajo y tomar su culito como apoyo.
Las primeras veces sus nalguitas solo tenían contacto con mis antebrazos, cargándola a manera de bebé y haciendo mención de ello burlonamente, que ella era tan pequeña y ligera que era una bebé, así que la iba a cargar como uno. Seguía dando excusas para mi comportamiento y cada vez me importaba menos que tan válidas eran.
El tener su culito apoyado en mí me volvía loco y decirle “eres una bebé” pero pensando “quiero que seas solo mía”, arruyándola como una infante manteniendo su cuerpo contra el mío, con lo único en mi mente siendo como su cuerpo y el mío estaban completamente pegados el uno al otro, el como sus nalgas se sentían como el mismo cielo y sus nubes apoyadas en mi antebrazo, Cada vez que era hora de devolverla al suelo, dejó de preocuparme mi erección y en lugar de ocultarla y separarme de ella para que no la sintiese, hacía lo posible para que pasara por tantas partes de su cuerpo como pudiese, desde sus piernas hasta su abdomen, a veces pasando por su vulva o culito por un microsegundo cuando la posición en la que la levantaba lo permitía.
Esas ocasiones ella seguía riendo por el juego sin saber lo caliente que me ponía, pero conforme más notorio me volvía, lentamente podía notar como comenzaba a caer en cuenta de lo que estaba pasando.
En las últimas ocasiones en las que sucedió, ya no me importaba y cambiaba de posición varias veces mientras la cargaba, en lugar de solo poner su culito en mi antebrazo ya la sujetaba por ahí con mis manos y se lo apretaba fuertemente varias veces, al principio con una mano pero después ya tomando una nalga en cada una, a veces sujetándola solo por sus nalgas y a veces el morbo me llevaba a sujetarla por la parte anterior de sus muslos en donde mi índice estaba en contacto directo con su vagina. Tenía todo en donde podía desear de esa forma, mis pulgares apoyados en su nalguitas, mis índices sintiendo el calor de su vagina y el resto de mis dedos enrollando y apretando la parte interna de su muslo.
Cuando cambiaba de posición, ya colocaba una de mis manos entre sus nalgas mientras nos movíamos y más allá, posaba mis dedos enmedio de su trasero por unos segundos, dejando más de un dedo en su rajita, moviéndome rítmicamente un poco, excusándome por el movimiento natural de cambiar de posición o un tonto bailecito mientras mi mano se posaba en sus partes privadas, esa excusa me ponía loco ya que me permitían masturbarla levemente mientras la cargaba.
También solía posicionarla frente a mí, cargándola como si le estuviese dando un abrazo pero a la altura perfecta en la que su vagina estaba en contacto directo con mi erección y saltando un poco para frotarme con ella mientras sentía sus ricas tetas en mi estómago.
En más de una ocasión en uno de esos cambios de posición incluso llegué a darle toda la vuelta a su cuerpo para que quedáramos como un 69 donde su cara estaba cerca de mi pene duro que solo se ponía más y mas porque mi rostro estaba muy cerca de a su vagina y/o culito. Había pasado horas oliendo sus bragas y ya sabía perfectamente cómo olían sus partes, así que cuando mi olfato detectaba el mismo olor, pero fresco, calentito y vivo, me daban ganas de cada vez más.
Una de esas veces en las que la puse en 69 accidentalmente le bajé el pantalón cuando la dejé de cargar y le vi la mitad de sus nalguitas. No fue planeado ni tuve la intención, pero era la primera vez que veía parte de su culito y jamás olvidaré lo precioso que es y lo mucho que me calentó en el momento por la sorpresa. Ese tesoro era lo que guardaban las panties que olía cada vez que podía.
Cuando llegué a ese punto de acosarla y manosearla, solo pensando en mi satisfacción sin importarme como lo tomase ella, tratándola como mi juguete sexual, ya no reía como las primeras veces que lo veía a manera de juego, A pesar de que aún disimulaba, ya tenía una idea de lo que estaba haciendo.
La sobreprotección de mis tíos y el tabú que se tenía en nuestra familia acerca del sexo y acoso hicieron qué, si bien tenía idea de lo que estaba pasando, no tenía experiencia con ello, no tenía herramientas para tener una opinión formada al respecto para decidir si estaba bien o mal, si quería o no, y por supuesto, todo esto prevenía que ella tomara acción alguna.
Mi intento por hacer que me dejara cargarla más veces por más dulces, fracasó. Lo único que sí tenía valor de hacer era el no “formalizar” el acuerdo nuevamente, se notaba algo incómoda pero más que nada, confundida.
Si bien se rehusaba a formalizar un acuerdo, no se animaba a detenerme si lo seguía haciendo de vez en cuando así que no me detuve completamente, ya había roto el sello y ya la veía como mía, aunque ya no lo podía hacer tan descarado o tantas veces porque si comenzaba a generar una opinión negativa al respecto podría terminar explotando, cuando tenía suficientes ganas buscaba una manera de cargarla para darme placer en una de las maneras y posiciones en las que les conté y por supuesto seguía pescando sus bragas cada fin de semana para tener el sabor de su sexo en mi boca.
En retrospectiva, ahí fue cuando comencé a notar como a pesar de poner un frente duro para muchas cosas, en realidad era una perrita sumisa que no sabía decir que no, perfecta para cualquier depredador, perfecta para mí y aunque me fui con cuidado por un rato para satisfacerme, al final lo llevé hasta otros extremos que en mi vida me habría creído capaz de hacer.
Continuará…
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