Capítulo 4

Nuestro siguiente encontronazo fue, de nuevo, en casa, varias semanas después. Era un viernes por la noche, rozando la medianoche y estábamos en casa los tres. Habíamos puesto una película. Mi madrastra y yo estábamos estirados juntos en el sofá. Mi padre estaba en su sillón. Hacía ya un rato que se había dormido.

Mientras él roncaba como un lirón, Alana y yo mirábamos la película. Ella iba con su pijama corto, enseñando sus largas piernas. Iba con la misma camiseta de aguacates que tanto había babeado el día de nuestra primera mamada. Sólo con recordarlo me daban espasmos en mi entrepierna.

—¿No tienes hambre? – me preguntó de súbito mi madrastra, entre susurros.

—Un poco sí. – reconocí yo, también en voz baja.

—Yo también. Me apetecen muchísimo unos gofres. – añadió ella.

—Pues hazlos.

—No me apetece nada hacerlos… hazlos tú porfa… – Alana me miró haciendo sus morritos sexis. Me derretían. Pero me daba muchísima pereza ponerme a cocinar.

—Ni hablar. Prefiero pasar hambre antes que ponerme ahora a hacer nada. – dijo murmurando.

Ella no contestó. Giró la cabeza y continuó viendo la película. Tras unos minutos, noté cómo su mano se posaba en mi muslo y lo acariciaba con suavidad, estirando sus dedos por mi pierna. Yo me tensé al instante. Mi padre estaba a dos metros. Lo cierto es que estaba roncando, pero podría despertarse en cualquier instante.

Poco a poco fue descendiendo su mano por mi ingle, rozándome con las uñas por el recorrido y abriéndose paso por una de las mangas del calzoncillo. Yo di un respingo. Está loca. Ella sonrió, mientras sus ojos iban de la pantalla a mi padre y de mi padre a mí. Pasó de la ingle a mis testículos. Los cogió suave pero firmemente. Yo suspiré intentando hacer el menos ruido posible. Sin darme tiempo para asimilar nada, su mano subió hasta mi pene y lo rodeó. Empezó a masturbarme muy despacio.

—¿Qué coño haces? – dije con un hilo de aire.

—Si hago que te corras, ¿harás unos gofres? – preguntó, acercándose a mi cara. Sus senos se apretaron contra mi brazo.

—Nos va a pillar. – estaba tenso como la cuerda de un piano. No podía apartar la mirada de mi padre, que seguía roncando.

—Eso es un sí, o un no. – respondió Alana, echándome su aliento mentolado mientras apretaba mi tronco.

—Un… sí. – cedí. No podía escapar de ella. Me sonrió.

—Ya me lo imaginaba. Vamos a ser muy silenciosos. Shhhh. – me dijo mientras con la otra mano hacía un gesto de silencio.

En ese momento se acercó todavía más y me comió la boca. Su lengua se enroscó en la mía de una forma que me quitó el hipo. Apenas pude contener un gemido de excitación. Su mano aceleró su movimiento percutor y mi pene creció en pocos segundos hasta su máxima extensión.

—Hoy no te la voy a chupar… – Me susurró al oído. A continuación, posó sus labios en mi cuello y me lamió. Un escalofrío recorría mis venas. Siguió bajando hasta encontrar mi polla, recién liberada del calzoncillo. Le dio un silencioso beso a la punta y volvió a mis labios.

Poco a poco su mano fue elevando el ritmo. Mi respiración también se aceleró. Mi padre seguía dando resoplidos tranquilizadores. A cada instante sus labios buscaban los míos y su lengua bailaba con la mía. El riesgo de la situación me estaba llevando al límite mucho más rápido de lo que podía imaginar.

—Avísame cuando estés cerca de explotar. – me dijo, de nuevo, en la intimidad de mi oído. – ¿Te gusta que tu madre te ordeñe aquí mismo?

—Joder me voy a ir en nada… – dije con un murmullo.

Alana me cogió la mano con su brazo libre, y poco a poco la atrajo hacía sí. No me creía lo que estaba pasando. Llevó mi mano a su ombligo y la hundió por dentro de su pijama sexy. Ella arqueaba ligeramente la espalda mientras no paraba de machacármela con habilidad. Yo estaba sin aliento. Mi dedos encontraron su hendidura, húmeda, esperándolos. Me guio hasta su clítoris y allí comenzó a hacer movimientos en circular con mi mano. Era como su títere. A los pocos segundos, su mano liberó la mía. Ya voy sin ruedas, me dije absurdamente. Seguí con el movimiento que me había mostrado, hasta que decidí bajar un poco más e introducir lentamente mi dedo anular en su cueva del amor. Ella exhaló lentamente, mientras mi dedo entraba y repetía el movimiento circular, esta vez dentro. Sus fluidos empezaban a empapar mi mano. Introduje con cuidado un segundo dedo. Ella reaccionó arqueando más la espalda, empujando ligeramente hacia mi mano, y soltando un gemido rumoroso. Por suerte, mi padre no lo oyó.

—Déjame probarme. – cuchicheó de pronto.

Yo saqué lentamente la mano de su coño y la llevé a sus labios. Ella se introdujo los dos dedos en la boca. Su lengua los masajeaba, recorría toda su extensión. Sus ojos me miraban y me hipnotizaban. Y su mano seguía trabajando mi rabo. Aquello era demasiado. Su maravillosa lengua revoloteaba por mis dos dedos y sus labios apretaban mis nudillos.

—Me voy a correr. – le dije lo más bajo que pude dado el nivel de excitación.

Alana sacó mis dedos de su boca, dejando a su paso un hilo de saliva que los unió unos breves momentos más. Acto seguido se agachó sobre mi polla y se la hundió en la boca. Mis chorros de semen brotaron al instante, llenándole la cavidad bucal de leche caliente. Una de sus manos tapó mi boca en cuanto solté el primer gruñido. No fue suficiente para despertar a mi padre, que seguía resoplando en la butaca. Mi pene seguía dando espasmos y escupiendo lefa sin parar mientras los labios de mi madrastra apretaban el tronco. Tras varios disparos, me quedé seco. Alana dio un suspiro que amagaba una risa traviesa, se incorporó y me enseñó el resultado de su esfuerzo. Abrió la boca y me mostró toda la corrida, que se mezclaba indistintamente con su saliva y recorría toda su lengua. Removió su lengua y con ella todo el jugo blanco del interior. Se lo colocó en los labios, hizo morritos amagando con escupirlo. Luego se lo tragó, me mostró su boca vacía y sacó la lengua. Soltó una risita sexy a bajo volumen.

—Muy rico. Qué lechero eres… – Me dijo a la oreja. Noté ligeramente el olor a mi semen en su aliento. – ¿Vas a hacer los gofres, guapo? – Y se puso a ver la tele de nuevo.