Nuestros cuerpos desnudos se mojaban bajo la ducha
Sabiendo que la tormenta se acercaba, llegue hasta el quiosco de revistas con paso rápido.
Tomé mi revista de todas las semanas y después de pagar me apresure a caminar las dos cuadras que me separaban del apartamento que rentaba en la parte bohemia de la ciudad de San Francisco.
Y fue en ese momento que lo vi.
Era un joven de unos 22, un cuerpo mediano, ni tan alto ni tan bajo.
Un tipo que diríamos común, nada de especial. Pero cuando nuestras miradas se toparon por solo un par de segundos, mi libido se encendió a mil.
No se porque, pero ver aquellos ojos almendrados y aquella sonrisa picarona me impulsaron a acercarme. Sin tener preparado un libreto, le dije:
«Se acerca la tormenta».
«Y parece que va a llover monos»- me dijo el mientras sus ojos se posaban directamente sobre los míos sin casi moverse. Tenia una taza de cartón en su mano, seguramente era te por el olor a manzanilla que despedía.
«Mejor es que nos apresuremos»- le dije mientras con mi revista recién comprada le indicaba la acera -«Vives cerca?»
«No. Andaba buscando a un amigo, pero no esta»- me dijo sin aun moverse.
Mi oportunidad!
«Pero no te puedes ir con esta lluvia»- le indique mientras algunas gotas comenzaban a caer sobre su cabello lacio.
«Puedo…?»- no le permití que concluyera la pregunta. Mi libido gritaba a todo pulmón: «aprovecha esta oportunidad!!!»
«Claro…solo vivo a un par de cuadras de aquí»- le dije mientras comenzaba a caminar rápidamente.
«Me llamo Eric»- me dije extendiendo su mano. Cuando le di la mía me pareció que estaba un poco frio, pero igual sentí aquella mano suave sin saber cuanto mas de su cuerpo podría tocar aquella tarde.
«Yo soy Fernando, pero llámame Nando»- le conteste mientras cruzábamos la calle y la lluvia se intensificaba.
Corrimos la ultima cuadra y llegamos hasta el viejo edificio de apartamentos donde vivía. Abrí rápidamente la puerta principal y ya en el lobby le sonreí.
«Nos mojamos…»- me dijo el mientras su taza de te había perdido la mitad de su contenido en la corrida.
«…si…y tu te se cayo…»- le contesto.
El se sonrió viendo que casi no le quedaba nada en la taza. Vio un basurero en el pasillo y tiro lo que le quedaba junto a la taza.
«Supongo que tendrás un poco de te…soy adicto!»- me dijo mientras en su rostro moreno se dibujaba una sonrisa que tenia un dejo de picardía.
«Si, aunque no se si tengo de manzanilla»- le dije apretando el botón del elevador.
«No importa»- me contesto mientras la puerta se abría. Del elevador salió una de mis vecinas, Matilde. Solo sonrió picaronamente mientras me saludaba.
«Hola Nando…»- y dirigiéndose a Eric- «buenas tardes, joven».
«Para donde va Matilde? Esta lloviendo a cantaros»- le dije mientras detenía la puerta.
«Unas tenemos cosas importantes que hacer…otros, seguramente también»- me dijo mientras no disimulaba su doble sentido.
Llegamos hasta mi apartamento en el quinto y ultimo nivel del edificio. Entramos mientras yo pensaba en cual seria mi próximo movimiento. No hubo necesidad, pues Eric me dio la pauta.
«Crees que me puedo quitar la camisa para que se seque un poco?»- me pregunto mientras yo me dirigía a la cocina para preparar un poco de té.
«Por favor!»- le conteste-«solo voy a poner agua para tu te en la cocina, y si no te importa me voy a dar una ducha y cambiarme…como dicen las viejitas no hay que quedarse mojado».
Cuando pase de regreso de la cocina a mi cuarto, Eric se había quitado la camisa dejando a la vista un pecho precioso con unas tetillas paraditas y unos cuantos vellos alrededor de estas.
Había puesto su camisa sobre el sofá.
Estuve tentado a tirarme encima de el, pero me contuve, no estaba seguro que el sintiera lo mismo por mi.
Entre a mi cuarto y me desnude antes de abrir la ducha.
Vi como mi pene ya estaba dura y me imagine lo que Eric estaba pensando allá afuera en la sala de mi apartamento.
Me di media vuelta para tomar el jabón cuando escuche una voz ya dentro del lavabo.
«Puedo tomar una toalla para secarme?»- dijo Eric mientras yo volvía mis ojos hacia la figura borrosa que se dibujaba al otro lado de la cortina.
«Claro!»- le conteste mientras notaba como mi pene se endurecía a un mas al saber que allí estaba yo desnudo a solo un par de pasos del objeto de mi atracción -«no prefieres darte una ducha…?»
Silencio. Silencio por un par de segundos de duda.
«Creí que nunca lo dirías»- me contesto Eric mientras tembloroso abría la cortina. Ya estaba desnudo y mostraba una verga deliciosamente morena que comenzaba en un matorral de vellos. Sus huevos colgaban plácidamente en su bolsa que casi pegaba con una piernas musculosas y pobladas por vellos. El se puso frente a mi mientras también observaba mi cuerpo.
«Que rico te ves»- me dijo tocando levemente mi pecho- «quisiera comerte todo».
«Pues, porque no lo haces?»- le dije mientras el tomaba el jabón de mi mano y lo ponía de regreso en su recipiente. Me dio un beso suave y largo en la boca. Sentí como su lengua buscaba la mía y como sus labios se paseaban sobre los míos. Luego bajo por el cuello haciendo que mis tetillas -y las otras terminales nerviosas de mi cuerpo- se duplicaran en placer. Al oído me dijo:
«Me encanta jugar con mi lengua…me encanta saborear»
«Saborea todo lo que quieras»- le conteste mientras me entregaba a aquel placer sensual.
Eric bajo con su lengua por todo mi pecho y mi abdomen hasta llegar a mi verga. La chupo solo por un par de minutos, luego bajo hasta mis huevos y los saboreo de una manera que me hizo sentir que había sido transportado al paraíso de la sensualidad.
Me dio media vuelta mientras el agua de la ducha me daba ahora en la espalda. Me lamio las nalgas y luego las abrió delicadamente hasta introducir su lengua en mi agujero.
«Que rico, que rico»- le dije en medio de mis movimientos acompasados.
«Levanta esta pierna»- me dijo tomándome la izquierda y colocándola en la barra parala toalla. Se puso debajo de mi y jugaba con su lengua entre mi culo y mis bolas. Me abrí lo mas que el espacio de la ducha permitía mientras Eric se ponía de cuclillas y me lamia todo allá abajo. De vez en cuando también tocaba mi verga y la estimulaba con su mano. Luego de algunos minutos en aquella posición el se incorporó y bajo mi pierna poniéndose frente a mi. Me volvió a besar con pasión y al oído me dijo:
«Quiero que me cojas».
«Pero primero te voy a chupar esa verga deliciosa que tenes»- le dije poniéndome de cuclillas mientras miraba aquel pedazo de carne morena que se había expandido y extendido dejando ver venas que potenciaban su erección.
Me la trague de una sola vez mientras Eric extendía sus brazos y se estiraba en dirección a la ducha. Toda el agua le caía sobre sus hombros y bajaba rápidamente hasta confundirse con mi saliva.
Chupé aquella verga carnosa y caliente por unos minutos, luego, como el lo había hecho antes, le di media vuelta dejando ver un par de nalgas firmes y redondas con unos cuantos vellos que hacían verlo aun mas varonil. Las mordisquee y las abrí para lubricar su culo con el agua que caía.
Tomé el jabón y comencé a frotarlo en su raya. Introduje una punta de este en su culo y acto seguido me pare, le abrí lo suficiente para que mi verga entrara sin mayor dificultad.
El suspiro de placer mientras mi verga se apresuraba a realizar su danza espasmódica dentro de su culo. Lo monte con todas mis ganas mientras le pajeaba su verga con una de mis manos.
El daba leves gritos de placer mientras yo sentía como mi verga desaparecía en sus intestinos.
El utilizaba una mano para detenerse en la pared mientras la otra la colocaba en mis nalgas tratando de buscar mi orificio.
Le ayude y aunque con dificultad por la posición logro meterme la punta de su dedo índice en mi esfínter mientras mis movimientos dentro de el se volvían mas y mas apresurados.
«Tómame, soy tuyo!»- me gritaba ante el sonido monótono del agua cayendo sobre nuestros cuerpos desnudos.
Y lo hice por espacio de diez minutos.
Lo tome y lo cogí con todas mis fuerzas. El termino viniéndose sobre la pared húmeda y yo dentro de el mientras los dos nos contorneábamos por el éxtasis alcanzado.
Se dio media vuelta y me beso suavemente, cansado como yo estaba, pero con una sinceridad absoluta en sus labios carnosos.
«Seguirá lloviendo afuera?»- me pregunto mientras nos abrazábamos.
«Ojala que si…ojala que si…»