Capítulo 1

Capítulos de la serie:

La adicción I

Soy Maura, voy a comenzar desde el principio, no recuerdo todo detalle por detalle, pero cuando tenía unos cinco años, mamá me sorprendió a jugar con la cosita de mi perrito, un Schnauzer de color plomito claro, ella muy desencantada me llamó la atención y me dijo que eso no se debería hacer.

Mi perrito tenía en ese entonces poco más de un año, era juguetón como yo y todavía no desarrollaba sus instintos, como toda menor, a mí se me olvidó lo que me dijo mamá y cuando ya tenía como seis años, otra vez me sorprendió jugando con “Grigio” y su cosita que se había transformado en su cosota, el perro tenía ya poco más de dos años.

Mamá sin dejar de mirar la tremenda cosa que se le había salido al perro, me llevo al interior de la casa y me empezó a hablar de cigüeñas, abejitas, flores y semillitas y polinización y me dejo perpleja, era abrumador el sistema para traer niños a este mundo, volando con esos pájaros de largas patas flacas a no sé qué altura y con los niños en el pico y envueltos en un pañal y que decir de esos otros donde intervenían las abejas, las mismas que tenían lanceta y ya me habían picado una vez y me habían dejado un dedo hinchado y adolorido, quedé estupefacta, pobres bebes, pensé.

Sin haberme repuesto del horror por el que tenían que pasar los bebes, comprendí que no podía jugar con Grigio cuando mamá estaba presente, así que jugaba con él a escondidas, estaba el taller y el garaje del auto de papá, esos empezaron a ser los lugares donde yo y Grigio jugábamos, me encantaba hacerle salir su cosa y que hiciera como llover agüita caliente, salían chorritos temperados, yo apuntaba su cosita por tierra y me divertían los movimientos que hacía, como si estuviera con una perrita, yo ya lo había visto subir al lomo de una perrita y quedar como enlazados sin poder irse cada uno para su lado, no sabía en ese entonces porque sucedía aquello.

Cuando cumplí nueve años, comencé a sentir cosquillas en mi entrepierna, mi chocho mojaba mis bragas, pero no me sucedía siempre, me sucedía cuando jugaba con Grigio, un día me atreví a jugar con mi chocho y con la cosita de Grigio, él comenzó a botar agüita y yo casi me desmayé con unos temblores que comenzaban y terminaban en mi conchita, pero que recorrían todo mi cuerpecito y no los podía detener, pensé fuese algo diabólico por no hacer caso a mi madre y continuar a jugar con Grigio.

No me atreví a jugar con él por casi dos semanas, el miedo me lo impedía, y si se me fuera a aparecer el diablo, pensaba, pero eso que había sentido no podía ser maléfico porque me hacía sentir demasiado bien, muy rico ahí entre mis piernas, decidí de probar otra vez, pero me llevé mi crucifijo y unos santitos para que me protegieran.

Mamá había ido al mercado, así que tenía por lo menos un par de horas para jugar con Grigio, me lo llevé al taller que estaba más retirado de la casa, cerré la puerta con el seguro y empecé a acariciar a Grigio, mis bragas estaban ya mojadas, metí mis deditos sobre mí conchita e inicié a jugar con mi chuchita en la parte que más me sentía el cosquilleo, mi respiración se hizo afanosa y me hacía gemir esta sensación tan rica, mi mano tenía la verga gruesa y caliente de Grigio, la sentía latir con fuerza y mi chocho también se sentía más caliente, Grigio comenzó a bañar mi mano, moví mi mano sobre mi vagina un poco más rapidito y me caí de espaldas temblando toda, quizás que me había sucedido esta vez, temblaba y sentía muy rico, pero porque me sucedía esto, será alguna enfermedad, lo peor vino cuando Grigio se vino entre mis piernas con su lengua y me lengüeteó todo mi chochito y me hizo tiritar y estremecerme casi violentamente, creo que le di una patada.

Me asusté mucho, no podía respirar bien, sentía como jadeos, quizás me haya contagiado alguna cosa extraña, mi computador tenía control parental, así que cada vez que yo entendía averiguar algo relacionado con lo sexual y mi perro, salía una ventana pidiendo una clave de acceso para proseguir, pero tengo que decir que todo lo que me sucedía era como pasajero, después de un par de horas ya no sentía nada de extraño, respiraba bien, no sentía jadeos ni nada de eso, así que estaba confundida de lo que me estaba sucediendo.

A los once comencé a menstruar y mamá me explicó que esto le sucedía a las mujeres casi una vez al mes y que yo ya no era una niña sino que una pequeña mujercita en desarrollo, no me hizo ninguna gracia tener que perder mi sangre así tan seguido, pero mamá me aseguro que no era nada de malo, yo había llevado mi juego de tocarme la vagina a la soledad de mi pieza, me venían esos temblores y jadeos hasta haciéndolo yo sola, sin Grigio, pero de todas maneras yo jugaba con él una o dos veces a la semana.

A los doce mis tetas comenzaron a insinuarse y a los trece, mamá me compro mi primer sujetador, que me era muy incómodo y no me ayudaba en nada porque mis tetas eran tan duras que no necesitaban nada que las sujetase.

A los catorce terminé la básica y pasé a la secundaria, ahí conocí a Alexa, éramos compañeras de curso, ella sabía más que yo, me explicó lo de los orgasmos y en su computador que no tenía control parental, me enteré de muchas cosas más, nunca le dije de lo mío con Grigio, porque no fue necesario, ella ya había averiguado algunas cosas al respecto, sin yo mencionar nada ella me explico algunas cosas de los animales, me habló de Rex, su pastor alemán me dijo que tenía una pija muy grande, yo no pude compartir lo mío y Grigio porque me daba vergüenza.

Junto a Alexa pasamos de curso y seguimos siendo compañeras, ella traía a Rex a su pieza y jugaba con él, me dijo un día si quería sentir su lengua, me dio mucho miedo y nerviosismo, me recordé de uno de los primeros orgasmos, donde Grigio me dio un par de lengüetazos que me hicieron huir despavorida al no saber que me estaba sucediendo, la sensación fue demasiado intensa que me atemorizaba volver a sentir aquello.

Con Alexa aprendí a dejarme lamer y lo practiqué con Grigio, casi me morí de placer al sentir su lengua en mi vagina y correrme mientras me lengüeteaba, a los quince años tenía que empujarlo cada vez que insistía en montarme, me divertía, pero me daba mucho miedo también, ahora mamá me permitía tener a Grigio en mi habitación, pero no podía andar suelto dentro de la casa.

Una tarde que mamá había salido de compras, tenía dos o tres horas a solas con Grigio, así que decidí probar la monta, en principio con mis bragas puestas, me parecía muy excitante sentir su lechita mojando mis bragas, me saqué mis calzoncitos, me senté al borde de la cama y Grigio sumergió su hocico en mi chuchita, bastaron unos tres minuticos y me corrí como una loca, me deslicé y quedé sentada en el choapino, Grigio intentaba seguir lamiendo mi concha, yo estaba un poco aturdida por el intenso orgasmo.

Me giré para levantarme y Grigio me salto encima, quedé arrodillada con mi torso sobre la cama, sentí sus zampas en mi cintura y los golpes de su pene en mis muslos y en la entrada de mí chocho, con su fuerza Grigio centró mi conchita y su pene entró violentamente en mí, sentí un escozor lacerante, pero no podría decir que fue doloroso, rápidamente me olvide de mis temores, me olvide de mi madre, me olvide de Alexa y su pastor alemán, olvidé al mundo por completo, lo único que quería sentir esa fuerza de la naturaleza que entraba y salía de mi concha, esa fuerza potente que me dominaba, Grigio me había agarrado muy fuerte y sus frenéticos embates me hacían gemir y dar gritos que lograba apagar con mi mano sobre mis labios, su bola forzó un poco mi conchita, pero la sentí cuando se deslizó en mi interior, la sentí cuando comenzó a inflarse y sentí que su pene volvía a crecer más grueso y más largo, la velocidad de sus golpes disminuyo y luego, algo líquido y caliente comenzó a rellenar todos los recovecos de mi sexo, me aferré del cobertor de mi cama y escondí mi boca que gritaba, mis fuertes gemidos, mis sollozos y mi risa, todo junto y mezclado, empujé mi culito hacía atrás buscando una penetración más profunda y esa cosa toco fondo en mi cérvix.

Grigio me tenía ensartada con su lanza de carne y me volvía loca, me tenía caliente, me hacía sentir putita lujuriosa, me había convertido en su perra salvaje, mi chocho le pertenecía totalmente, nada al mundo me podía desistir de ser poseída una y otra vez por mí dueño, por mí macho, Grigio lengüeteaba mis cabellos y mis brazos, me daba amor, me tironeaba para meterme su pene más adentro, me hacía gozar a cada instante, mi cuerpo le respondía con espasmos y convulsiones, mi chocho se contraía en torno a su verga esplendorosa y caliente, mi chocho húmedo y estrecho le pertenecía.

La bola de Grigio sellaba las paredes de mi concha, mi cavidad vaginal había sido forzada al máximo, sentí que de mi vulva inflamada escapaban algunos chorritos de semen, la presión de su bola empezó a decrecer de a poco, un enésimo orgasmo me golpeo de pies a cabeza, alargó mis rodillas y me mantuve aferrada a la colcha de la cama resistiendo las espasmódicas olas orgásmicas que me estremecían, sentí el esfuerzo de mí concha por retener ese prodigio de pene en mí interior, pero Grigio tironeo un par de veces y se zafó del apriete de mí boquete vaginal, con un estruendoso sonido resbaló fuera de mí chochito.

Mi imaginación me hacía sentir que todos esos espermas que habían quedado en el interior de mi vulva ahora nadaban hacía mis óvulos y me preñarían con perritos similares a Grigio, fantaseaba con lo improbable, muchos cachorritos colgando de mis tetas, muchos bebitos peludos saliendo de mi vagina para alcanzar mis pezones y alimentarse, me emocioné y lloré un poco desconsolada porque jamás sucedería aquello.

Mientras Grigio me limpiaba la vagina con su hábil lengua, descanse mis tetas aplastadas y me medio giré para darle palmaditas en su cabeza, me dolían mis pezones, mi mirada estaba fija en la enorme pija que segundos antes había colmado mi vagina, ese pene grueso, grande y largo, aparecía muy apetitoso, me incliné bajo su vientre y me comí ese pedazo de carne que palpitaba y desparramaba las últimas gotas de semen, mi pequeña boca hizo el esfuerzo y engulló toda esa polla hasta que la sentí deslizarse por mí estrecha garganta.

Todo ese semen se fue derecho a mi estómago, después de todas estas maravillosas sensaciones, me prometí de follar a diario con Grigio y comerme y tragarme toda su lechita, ya sea con mi almejita o mi boca, volví a pensar en los millones de espermatozoos caninos que luchaban por alcanzar mi ovulo fértil, me toqué la barriga y creí sentir sus colitas natatorias deslizándose por mi canal vaginal.

Al día siguiente anduve distraída, no todos los días una chica pierde su virginidad con su mascota, mi vagina perdió semen durante toda la noche, tuve que cambiarme las bragas tres veces, espero que mamá no se dé cuenta de este aumento de bragas a lavar, en el colegio no sentí cuando mis profesores se dirigieron a mi durante las clases, me amonestaron por despistada, mientras me dirigía al colegio iba mirando a los perros que encontrábamos e imaginaba sus pijas rojas, calientes que expulsaban chorros de semen, me sonreía sola y sentía vibraciones en mi piel al recordar el grueso pene de Grigio.

Tenía un secreto, nadie sospechaba que me había corrido con mi mascota, toqué mi vientre y volví a imaginar esos cientos de miles nadando todavía hacía mi ovulo, volví a sonreír … ¡MAURA RODRIGUEZ! … la profesora de inglés me llamaba la atención otra vez, me había desconectado del mundo, había solo sensaciones alrededor de mí, ya no era un ser humano era una perrita, ¿para qué puede necesitar Ingles una perrita?, mis labios sonreían y no lograba escuchar las palabras que mi profesora me estaba diciendo.

Anduve en una nube todo el día, lo único que me llamaba la atención era uno que otro perro que cruzábamos en la calle mientras volvía a casa, presentía que me esperaba Grigio, mi vagina se humedecía cada vez más durante el trayecto a casa, mi cuerpo apuraba el paso inconscientemente, mi amo y señor me reclamaba, mi chocho se lo debía entregar a él, tenía un par de días más de ovulación, sus semillas debían ser depositadas en mi fértil vientre.

Recordé que mamá me había advertido que se retrasaría, así que los últimos metros los hice de carrera, entre a casa y Grigio estaba en el patio y al parecer me esperaba, me lo lleve a mi cuarto y me quité mis bragas humedecidas, me recosté en el suelo y abrí mis piernas para él, su fría nariz me sobresaltó al primer contacto, pero luego comenzó a devorarme, abrí aún más mi conchita con mis dedos, sus placenteros lamidos y sus pelos del hocico no hacían más que excitarme, sus lengüetazos se centraron en mi clítoris y mi vientre se llenó de mariposas, un hormigueo en mis muslos y cosquillitas en mi pelvis, no pude resistir más y exploté en un esplendoroso orgasmo, alcé mi pelvis ofreciendo toda mi vagina a mi amante, su lengua me hizo revolcarme en el suelo, hasta que no pude soportar más y alejé mi sexo de su lengua.

Grigio se quedó mirándome un poco desconcertado, entendí que él quería follarme, como pude me enderecé y acomodé el choapino bajo mis rodillas, Grigio vino detrás de mí y lengüeteo mi sensible almejita, luego salto sobre mi espalda, traté de colocarme en la misma posición del día anterior, bajé mi vientre, abrí al máximo mis rodillas y expuse mi panochita desnuda a mi perro, a él le tomo solo un par de golpes para alinearse con mi chochito y la punta de su pene me hizo chillar, luego empujó y me tiró hacia él encajándome su entera bola, chillé por segunda vez, de ahí él comenzó su frenética follada haciéndome gritar en repetidamente y también gemir, mi uniforme de escolar me protegía de sus uñas pero mis zapatones me tenían un poco incomoda, mi chuchita se estaba estirando al máximo, su pene no paraba de crecer y su bola estaba cerrando todos los espacios de salida de mi vagina.

Me sentía llena de placer como también llena de su verga magnifica, Grigio se había detenido y empezó a bombear sus espermatozoos dentro de mí, un aluvión de seres microscópicos invadiendo mí chuchita fértil, todos versándose en el interior de mi vulva y cerca de mi cérvix, mi ovulo está ahí que espera de ser inseminado, creo sentir el tropel que se mueve en mi interior, todo ese líquido caliente me conmociona y me enloquece, me corro una y otra vez, mi cuerpo vestido de colegiala se estremecía y convulsionaba sintiendo la descomunal descarga de semen de Grigio, mis orgasmos no cesaban mis pequeños pechos me dolían y mis pezones me escocían.

Un dulce abandono se apoderó de mi cuerpo, mis orgasmos disminuían dejándome apagada, la verga de Grigio latía en mí concha y todavía me procuraba placer sentirme así tan llena, dominada y poseída, la exquisita polla que me causaba temblores y gemidos, aunque si Grigio restaba inmóvil, mis manos sostenían sus patas traseras, él se impacientó un poco y cuando le solté sus patas, paso una de ellas sobre mis nalgas y nos quedamos culo con culo.

Grigio continuaba a bombear semen en mí, unos latidos casi imperceptibles me hacían sentir que él seguía depositando sus semillas en mi útero, luego ya no sentí nada más, solo mis temblores y el placer infinito de su enorme pene, mis paredes sintieron la disminución de la presión de su bola, algunos chorritos de líquido escaparon de mi conchita y mojaron mis muslos y mi faldita en torno a mi cintura, ruidosamente su bola fue expulsada de mi vagina, luego su pene resbalo lentamente fuera de mí, mi amo y señor se fue detrás de mí a limpiarme con su lengua, gemidos de placer y lascivia escaparon de mis labios.

Me levanté aturdida y me senté al borde de mi cama observando la gigantesca verga que había colmado mi coño y que ahora Grigio estaba limpiando concienzudamente, me hizo tiritar sabrosamente, de seguro que la quiero dentro de mí una y mil veces, pensé.

Me desvestí, tenía que poner todo en orden antes que llegara mamá, Grigio estaba con su polla dentro de su forro, el semen de Grigio escurría por mis muslos y piernas, necesito lavarme y de prisa, mamá regresará de un momento a otro, totalmente desnuda tomé mi bata de baño y me fui a la ducha, en el baño me miré al espejo y mi rostro lucía enrojecido, todavía jadeaba un poco, pero mis ojos brillaban con una nueva luz, suspire muy fuerte y sentí que aún estaba caliente y necesitaba más polla, más amor, más Grigio.

Me metí bajo el agua y con la ducha teléfono lave mis muslos, abrí los labios de mi conchita que hasta ayer no podía meter más que un dedito y ahora entraban tres sin dificultad, mi amorcito había ensanchado mi vagina a sus dimensiones, me calentó tanto ese pensamiento que cerré mis ojos y comencé a jugar con mi vulva fresca follada, pero todavía con deseos, me masturbe hasta que termine sentada en el suelo y refregando mi coño desesperadamente, luego me abandone al orgasmo dulce y tranquilizador de desahogo, descansé unos minutos y me levanté a terminar mi ducha.

Justo cuando atravesaba el pasillo hacía mi dormitorio, mamá abrió la puerta principal y la saludé ― ¡hola! mami ― dije agitando una mano ― ¡hola! hija … vístete y ven a comer un helado ― me respondió sonriendo ― ¡uy! mami que rico … ahorita vengo― entre a mi cuarto y escondí mis bragas empapadas, Grigio estaba durmiendo relajado., rápidamente me vestí y me fui donde mamá

Entrando a la cocina, mamá me sirvió un tazón de helado de vainilla con un chorrito de chocolate encima ― ¡ay! Mami, justo lo que se necesitaba para este caluroso día ― le dije ― sí … comete el heladito y ve a hacer tus tareas … luego te llamaré para comer ― me dijo mi amada madre, así que luego de degustar el delicioso helado me regresé a mi cuarto, Grigio levantó su cabeza apenas me vio, la puntita de su pene asomaba de su forro, no sé cómo se me ocurrió, pensé que podría ser muy sabroso meter una cucharadita de helado en su pene y saborearlo como un chupete helado, me sonreí para mis adentros y mis bragas recién cambiadas recibieron mi excitación en forma de gotitas calientes.

De algún modo logré concentrarme lo suficiente para terminar mis obligaciones escolásticas, justo cuando me estaba levantando para jugar con mi juguete nuevito, el pene de Grigio, mamá me llamo para ir a comer ― ¿has terminado con tus tareas? ― preguntó mi madre querida ― no mamá … tengo que hacer un resumen y necesito estar un poco tranquila ― mentí ― ¡ah! no te preocupes porque me llegó una citación de la municipalidad y tengo que asistir esta tarde … vas a estar sola y tranquila así que aprovecha de hacer lo que tengas que hacer ― dijo mi madre, unos cachitos asomaron bajo mi cintillo y me sonreí pensando en lo que tenía que hacer.

Mamá se despidió con un beso en la mejilla recomendándome de cuidar de la casa y portarme bien, la miré hasta que desapareció de mi visual y cerré la puerta, me fui de carrerita a mi cuarto, mis bañadas bragas volaron por los aires, me desnudé completamente y vi a Grigio que alzando sus orejas me miraba atentamente, acomodé mi choapino y me senté, Grigio al verme con mis piernas abiertas no necesito ninguna invitación, se acercó con su cabeza gacha y su lengua fuera.

Su nariz fría hizo contacto con mi barriguita, luego su lengua golpeó mi clítoris directamente haciéndome abrir la boca y gemir ― ¡oh! perrito … tu sí que sabes cómo hacerlo ― le dije abriendo los labios de mi coño ardiente y húmedo ― lo sé bebe que te gusta mi coño dulce y sabroso ― mis caderas comenzaban a rotar de propia voluntad, Grigio se ha obsesionado con mi coño, para él también es algo nuevo y seguramente lo excita mi olor y sabor, está aprendiendo y yo con él, porque ha sido quien tomo mi virginidad y se ha transformado en mi macho y yo soy su hembra, su perrita humana.

Grigio hace maravillas con su lengua y su pene me vuelve loca, ahora que mamá no está, tengo un ratico con mi amante, él me hace correrme como una perrita caliente y yo ansío estar arrodillada y pegada a este perro poderoso, puse una rodilla en tierra y comencé a acariciar su peludo forro, sentí la puntita emerger lentamente de su funda, Grigio me dio un lengüetazo en el rostro, me hizo aumentar la presión a su pija esplendorosa que continuaba a crecer desde su cuna.

Mi adorado perrito comenzó a hacer esos movimientos riquitos que hacen ellos, me estaba follando la mano, gotitas me comenzaron a mojar mis dedos ― creo que estás listo querubín ven a dársela a tú perrita … ven ― le dije, inmediatamente el saltó sobre mi espalda, sentí sus golpes muy cerca de mi chochito, me tenía aprisionada fuertemente con sus zampas alrededor de mi cinturita, su cabeza estaba cerca a la mía y podía escuchar sus jadeos cerca de mí oreja, la puntita de su pene abrió con fuerza mi vagina y su pene entró con fuerza, Grigio comenzó con fuerza a meter todo su pene dentro de mí, me corrí como loca cuando su bola entro y salió repetidamente de mi chocho, era como un placentero dolor, como una dulce tortura, como que sientes que te hace daño, pero quieres más y ya no te puedes detener.

Estaba gimiendo y chillando por las sensaciones que me causaba su bola, casi sollozaba por la fuerza e ímpetu con que me dominaba y me hacía su perra, me sentía entregada a él, no podía oponer resistencia a su verga, trataba de abrir más mis rodillas para que me penetrara más, Grigio casi detuvo sus movimientos y comenzó un ligero palpitar, a cada latido un chorro de su lefa se descargaba en mi estrecha vagina, ese líquido llenaba todos mis pliegues y recovecos, me saturaba, me parecía que me iba hacer explotar con tanto semen.

Estuve acariciando mi clítoris y apurando mis orgasmos, me toqué mi pancita y estaba hinchada y llenita de ese líquido caliente que hacía que me corriera en modo demencial, sus sedosas pelotas rozaban mis labios vaginales ― ¡oh! sí mi perrito … dame toda tu lechita ― le dije mientras mantenía aferradas sus patas traseras firmemente.

Cuando sentí que su pene se había achicado bastante, solté sus patitas y el comenzó a tironear mi estrecha conchita, haciéndome gritar y me arrastro un par de metros con él, luego su pija saltó expulsada fuere de mi coño junto a su bola haciendo un sonido ruidoso y obsceno.

El piso de mi dormitorio se bañó de semen canino y un aroma intenso de chocho recién follado lleno los espacios de mi cuarto, inmediatamente me arrebujé con mi bata y me fui a buscar algo para limpiar el desorden.

Miré el enorme pene que me hacía tan feliz, Grigio estaba echadito limpiando su maravillosa verga ― eres un perrito guarro y cachondo ― le dije acariciando su cabeza, me miró por un instante con sus dulces ojitos y luego continuó a acicalar su portentoso miembro.

Mamá regresaría muy pronto así que por ahora tenía que ordenar el todo y esconder evidencias que pudiesen delatar mis amoríos con Grigio, que de seguro continuaran.

Continúa la serie