Tiro por la culata – Versión femenina

Llegaba fin de año y como era habitual para esas fiestas Rafael, me invitaba a un asado que se realizaría en las instalaciones de su empresa.

Pensé que lo mejor era ver primero sus papeles, lo que no me iba a llevar mucho tiempo porque tengo la contabilidad al día, y después disfrutar del almuerzo.

Como me retrasé y llegué más tarde de lo que tenía previsto quedé con él en revisar los libros luego del almuerzo, pero no fue una decisión acertada.

En la reunión, que fue amenizada por uno de los operarios que cantó acompañado por su guitarra, se comió un exquisito asado y se bebió en forma abundante, sobre todo Rafael.

Mientras el resto de la gente continuaba con los brindis, le sugerí al empresario concurrir a la oficina para abocarme a las tareas previstas.

Apenas llegamos me convidó con whisky pero me rehusé. El se sirvió otro trago y ya iban….

Mientras efectuaba cálculos y trasladaba cifras a las planillas, lo observaba de reojo y tuve la intuición de que algo iba a suceder por la forma en que me miraba.

Sabía que Rafael era bastante picaflor y que tenía ganas de relacionarse de otra forma que no fuera la de contadora/cliente conmigo porque ya una vez se había querido tirar un lance de salir juntos y lo había rechazado elegantemente.

La esposa de otro empresario, al que le llevo también la contabilidad, me había comentado una vez en confianza que había escuchado una conversación de este hombre con su marido en la que le decía que no pararía hasta poseerme.

Me lo dijo, según comentó, porque me veía como una buena persona, honesta y muy feliz con mi marido y quería que estuviera alerta.

De pronto, empezó la odisea para mí. Se me acercó por detrás y apoyándome su miembro sobre la nuca me acarició la cara y deslizó una de sus manos hacia mis pechos acariciándomelos suavemente.

Sorprendida, me quise apartar pero no pude porque él ejerció toda su fuerza y no me dejó mover. Con rapidez el hombre se bajó el cierre del pantalón y sacó a relucir su erguido miembro que puso cerca de mi cara pidiéndome que se lo chupara.

Me negué rotundamente y empecé a ponerme muy nerviosa por la situación. Rafael insistía y cada vez me acercaba más su verga. Me sentía muy incómoda.

Él ya casi me rogaba que lo hiciera, me decía que estaba muy caliente conmigo, que era una hembra espectacular y siempre había fantaseado con que yo se la chupara.

Que nadie se enteraría y que nunca más me pediría nada por el estilo.

Que se conformaría con que se la besara un poquito, nada más. Que eso lo haría muy feliz y estaría agradecido de por vida conmigo.

Que sabía que no era una cualquiera, que estaba casada y respetaba a mi marido pero que no podía aguantar más la situación y hasta sollozó un poco.

No sabía cómo reaccionar. No quería que me el respecto de ese modo.

No quería acceder a sus requerimientos sexuales, pero tampoco quería perderlo como cliente porque era de los importantes que tenía en el estudio y que pagaba sus buenos honorarios.

Esto último puede resultar un tanto materialista de mi parte pero era un buen ingreso el que perdería si no lo tenía más como cliente.

No soy una cualquiera que vende su cuerpo al mejor postor como podría suponerse.

No quería engañar a mi marido, a quien quiero mucho, pero tampoco podía arriesgar a perder otra contabilidad (en los últimos tiempos se le habían caído por diversas razones dos buenos clientes) y arriesgar por consiguiente el futuro de mi hogar.

Mis honorarios complementan bastante al sueldo de mi marido y por ello podemos vivir decorosamente.

Pensé rápidamente que podía arriesgarme y acceder al pedido del empresario ya que ello no saldría de esas cuatro paredes y que además como éste estaba bastante borracho podría llegar después a olvidarse de lo ocurrido.

Así que tomé valor, dejé lo que estaba haciendo, me di vuelta y tomé suavemente con mis manos el miembro de Rafael.

Se lo acaricié un poco y después me lo metí en la boca sin hacer ningún movimiento especial y tratando de pensar en cualquier otra cosa.

El hombre que estaba excitadísimo me sujetó la cabeza con sus manos y empezó a bombear como si quisiera cogerme por la boca. Fue una sensación muy fea, nunca me había sucedido algo así y me sentí ultrajada.

Rafael sin inmutarse seguía metiéndomela de tal manera que sus testículos pegaban contra mi pera y acabó rápidamente sin darme tiempo a sacarla cuando empezó a eyacular.

Me sentía horrible y lo odiaba por ello. Cuando pude retirarla todavía estaba chorreando y cayeron algunas gotas de semen sobre mi blusa.

Pensé que todo había terminado. Quería pasar al baño a higienizarme porque me sentía sucia, muy sucia, pero nada de eso sucedió.

Me dijo que quería cogerme y no lo podía creer pero tomé noción de que hablaba en serio cuando me levantó bruscamente del sillón en el que estaba sentada y me recostó boca abajo sobre el escritorio, tirando previamente al piso todos los papeles.

Rafael era muy corpulento y prácticamente me tenía inmovilizada e imposibilitada de oponer resistencia.

Estaba tan indignada y a punto de largarme a llorar. Nunca me había pasado nada igual. Prácticamente me estaba violando.

Pensé que se había puesto tan loco que hasta podía lastimarme y le pedí por favor que me dejar ir, que no iba a contar nada de lo sucedido, que me respetara como mujer y pensara con qué cara podría mirar luego a su marido a quien quería tanto.

Que pensara también en su mujer y en su hija si estuvieran pasando una situación similar.

No se inmutó y lo que hizo fue levantarme la pollera y bajarme la bombacha. Me vi perdida y por el estado en que se encontraba traté de no oponerle resistencia. Le tuve miedo en ese instante.

Pensé que como recién había eyaculado y no era muy joven que digamos y estaba muy borracho no podría penetrarme bien y con ello se terminaría todo.

¡Cuán equivocada estaba!. Rafael, tenía un vigor impresionante y pronto estaba recuperado y con la verga dura nuevamente dispuesta a todo.

Me introdujo la pija suavemente en la concha y comenzó a moverse acompasadamente.

Me decía un montón de cosas que trataba de no oír y lo único que atiné a decirle fue que acabara porque no se había puesto preservativo y no quería encontrarme con ninguna sorpresa.

El desgraciado sabía cómo hacer el amor. Me besaba en la nuca y en las orejas y fue llevando a una situación que no quería. Me estaba haciendo gozar llevándome a un éxtasis impresionante. No se apuraba y me hacía sentir plenamente toda su pija.

Por más que me resistiera a expresar mis sentimientos no podía ocultar la llegada de un orgasmos. Él se dio cuenta y aceleró sus movimientos y alcanzó a sacarla un instante antes de correrse desparramando su leche sobre mi culo al tiempo que me estremecía toda.

El muy sinvergüenza había acabado simultáneamente conmigo, cosa que muy pocos hombres logran, incluso mi marido, que coge muy bien pero siempre llega antes.

Después de ello me dejó salir y fui al baño a higienizarse. Cuando regresé para tomar mis cosas y marcharme del lugar me encontré con una desagradable sorpresa.

No solo no me pidió disculpas por lo sucedido sino que prendió el televisor que tenía en la oficina al tiempo que ponía «play» en la videograbadora, y pude observar con mucha bronca mi actuación en el video más propia de una película porno que de mi capacidad profesional.

El muy cretino me había filmado y prometía mandarle copia a mi esposo si de vez en cuando (me dijo una vez por semana) no tenían relaciones con él.

Me puse a llorar desconsoladamente.

Había accedido a sus bajos instintos suponiendo que esa tarde acababa todo y me salió el tiro por la culata.

Quedaba totalmente en manos de ese individuo y no sabía cómo seguiría esta historia.