Obligué a una chica de 18 años a aflorar su verdadera personalidad

Más que una confesión, es una declaración de cómo pude dominar a una magnífica, exuberante y malcriada chiquilla.

Sé que quizá suene a fantasía, pero lo cierto es que me jacto de haber vivido, esa singular experiencia.

Todo comenzó una tarde de domingo, me encontraba en el estacionamiento de una plaza comercial.

Había ido al centro de revelado de fotos y para matar la hora de espera, en que estarían las fotos, me fui al estacionamiento en donde había dejado el carro, a matar el tiempo.

Pensaba en la inmortalidad del cangrejo cuando vi pasar a una chava con un apretado pantalón entallado oscilando sus redondas nalgas; la vi pasar frente a mí acompañada de un niño, que supuse era su hermanito.

Pasó frente a mi auto y la vi alejarse bamboleando su rico par de melones que tiene por tetas, que danzaban al ella caminar.

«¡Qué buenota estás hija de la verga!»-, me dije al verla.

Caminó entro los carros y se detuvo en un teléfono público, hurgó entre sus bolsillos y extrajo una tarjeta telefónica.

De inmediato me fui tras ella, me acerqué cautelosamente, como fingiendo esperar mi turno para hablar.

Ella hablaba con alguien, y mientras, el chiquillo se había ido a mirar a la sala de juegos infantiles que se encuentra anexa al conjunto comercial.

Mientras esta chica hablaba, se empinó de tal forma que apoyó los brazos en la caseta telefónica y su redondo trasero quedó apuntando a mi hinchada verga.

«Las mamadotas que te daría ese rico culo hija de la chingada si te tuviera en mi cama. Te mamaría la cuca hasta hacerte derramar en mi boca. Te empinaría para abrirte tus putas nalgotas y te clavaría los dedos en ese rico culote que tienes de golfa. Lentamente te jalaría los vellos del pubis hasta hacerte retorcer de placer. Estás hecha una verdadera puta hija de la chingada»-

Como adivinando mis pensamientos, la chica volteó y me miró de reojo.

Con un gesto de fastidio, recompuso su postura y se irguió para no causar más calentura a mi paradísima tranca.

Pero a los pocos minutos, volvió a quedarse igual, empinadita y sin recato, creo que enfrascada en su conversación.

«¡Pero que culo te cargas perra! Me dan ganas de nalguearte una y otra vez, puta. Que clase de nalgas te cargas hija de la verga. ¡Y que clase de pechuga tienes cabrona!… Mira nada más lo que te espera hija de tu reputa madre»-, y me sobé la verga por encima del pantalón. Ella ni cuenta se daba.

Poco a poco fui acercando el bulto de mi tranca a su trasero, obvio, en un momento ella se echó para atrás, prendida a los ademanes que hacía al hablar, como queriendo ilustrar algo de lo que decía a través del teléfono.

Al sentir el piquete de verga que le di en las nalgas, de inmediato recompuso su figura y me volteó a ver con una mirada que quería pulverizarme.

Oiga, allá hay otro teléfono-, me dijo tapando la bocina para no ser escuchada.

Sí, pero no sirve-, le dije.

Ay, pues busque otro ¿no?-

Tárdese lo que guste que yo espero-, agregué.

Idiota… -, la oí murmurar en voz baja mientras le decía a la persona que le hablaba por teléfono: -«Luego te llamo»-

Colgó y caminó a buscar al niño, no dejé de admirar esas ricas nalgotas que me imaginé estar saboreando con ricas mordiditas.

Ella volteó a verme y pude leer en sus labios «Baboso», pero no dejó de bambolear las nalgas a cada paso que daba. Como mi intención no era hacer ninguna llamada, hice que hablaba e inmediatamente colgué.

Volví a mi carro y me recosté, aún faltaba tiempo para recibir mis fotos.

Así que me imaginé teniéndola en mi cama, la forma cómo me la cogería hasta por las orejas.

Me sobé la verga por encima del pantalón y la tenía paradísima y con ganas de clavarse en un caliente agujero, sobre todo, entre las nalgas de la putona que había visto en el teléfono.

Me enderecé en el asiento y volví a mirar al teléfono, seguía sólo. Me recosté otra vez y me imaginé empujándola al interior de mi casa.

Me imaginé que la sometía ya en el interior e inmediatamente la tomé del pelo y me encaré con ella. Según yo, le decía:

Hoy vas a saber quién es tu padrote hija de la verga-

Por favor, no me hagas nada-

De rodillas perra-

Me la imaginé levantando el rostro y atrayéndola del cabello para restregarle todo el bulto de la verga en la cara, mientras ella me agarraba de las piernas.

«-Uf, me la pusiste bien parada cabrona-»

Volví la vista al teléfono y di un brinco al volver a verla otra vez, de inmediato me desplacé hasta ahí, y volví a pararme atrás de ella, como si esperara mi turno para llamar.

Enfrascada en su conversación y haciendo mil ademanes mientras hablaba, ni siquiera se percató de mí.

Me recreaba la vista en ese redondo culo y me lo imaginaba bien pegado a la verga cuando yo la tuviera enculada.

No sé si alguien más le ha pasado, pero no me pude resistir a tocar suavemente la superficie de esas redondas nalgas, lo hice mirando para todos lados y al ver que ese era el momento propicio, extendí la mano y sin pensarlo dos veces abarqué toda esa redonda nalga y la apreté; ella se encontraba ensimismada en su plática, pero al sentir el apretón que le di en la nalga, brincó como impulsada por un resorte.

¡Oiga! ¿Qué le pasa?-

Perdóneme, me imaginé que era otra persona… –

Idiota-

De inmediato colgó el auricular, se dio la vuelta y casi me fulmina con la mirada, ahora me parecía más redondo ese rico trasero que me había hechizado, salió disparada hacía el chiquillo que atónito no comprendió del por qué del jalón que le propinaba la guapa hembra; casi lo arrastró llevándoselo a toda prisa. Ya no tenía caso fingir, ¿para qué? Si no tenía necesidad de llamar. Pero me dije «Algún día caerás, puta»

Volví al siguiente sábado al mismo lugar, pero no la vi. También lo hice, el domingo, y aunque estuve desde las diez de la mañana hasta después de las tres de la tarde, no la vi.

Caminé por los pasillos, entré al centro comercial, comí en uno de los restaurantes de ahí, pero no tuve suerte.

Después de dos fines de semana seguidos que anduve por ahí, la vi dar la vuelta y de inmediato me fui tras ella.

Estaba parada junto a otras personas preguntando por el precio de una chuchería. Supuse que era su mami, la señora que la acompañaba por ser igual de buenota que ella.

Me paré por ahí y distraídamente veía los acontecimientos. Tal vez la mirada fija con que la veía, hizo que volteara a verme, sin prestar demasiada importancia al hecho que la estuviera viendo, volvió a lo suyo; pero como si recordara lo que había pasado, volvió a mirarme con más detenimiento y sus ojos la delataron al imprimir un duro gesto a su mirada que de inmediato pensé que me reconoció.

Salió de ahí llevándose lo que había comprado en una bolsa y se marchó, no quise seguirla por no incomodar más la situación. Pero me quedó muy en claro que sin duda vivía cerca de ahí.

Pasaron más de dos fines de semanas sin que volviera, no fue hasta que tuve la necesidad de comprar algo en ese centro comercial que volví a ir.

Cuando llegué al parking y me estacioné, estaba granizando; muy intensa la lluvia que no se antojaba mojarse; cuando escampó un poco, salí corriendo y entré a comprar lo que necesitaba. Mientras mataba el tiempo, esperando que volviera a escampar y poder volver al coche, recorrí los pasillos viendo los aparadores.

De pronto la vi, estaba recargada junto a una vitrina de cristal y traía el pelo mojado, creo que mataba el tiempo y esperaba a que terminara de llover. Me acerqué contemplando su rico trasero y sus tetonas que me tenían hipnotizado.

Hola…

Silencio.

Hola, ¿me disculpas por lo del otro día?-

Hizo como una mueca de fastidio, pero siguió ahí…

Sé que no estuvo bien, pero me recordaste a una persona que conocí hace tiempo y quizá fue un impulso involuntario que me obligó hacer lo que hice; de ninguna manera quiero molestarte, más bien invitarte un café mientras para de llover…

No hay necesidad del café, con que no me lo vuelvas hacer basta…

Pero aún así, me gustaría mucho invitarte…

¿Y en dónde?…

Aquí mismo, ven…

Caminamos y en poco tiempo estábamos sentados ante dos tazas humeantes de café.

No dejaba de verla, pero ella miraba al exterior, como si en cada gota quisiera disolver ese forzoso momento que vivía. Al principio no hablaba, y me concreté a disfrutar de su presencia mientras ella estaba ausente.

Poco a poco sus palabras fueron fluyendo, empezamos por hablar de su escuela, de sus amigos y de su familia; en algún momento la tomé de las manos y se las apreté para que sintiera mi calor porque las tenía frías. Incluso le di mi número de teléfono y ella me dio el de su celular. Habíamos roto el hielo de la indiferencia…

Sabes… -, me dijo. –Creo que mi mamá tiene razón, me dijo que en parte yo tenía la culpa de que me hayas picado el trasero con tu bulto, porque dice que visto muy descarada, que parezco una puta por mi manera tan cachonda de vestir… Yo no lo creo, se trata más bien de hombres libidinosos que no pierden la oportunidad de hacer de las suyas en cuanto pueden… –

Tenía una forma sexy de decir las cosas y no dejaba de ver su coqueta sonrisa y las ganas que tenía de morderle los cachetes…

Tienes razón, pero creo que tu mami conoce más a la gente y creo que también tiene la razón…

Ah…, me estás llamando puta…

No, más bien estoy de acuerdo que vistes muy sexy y que por ello habemos gente que no nos podemos resistir…

Pero, ¿qué tengo de sexy?-

Todo, la manera como te inclinas, cómo paras las nalgas…

Eso le molestó, porque inmediatamente se puso de pie y gritó:

Eres un degenerado, y por favor no me molestes más…

La gente volteó a vernos y ella se alejó de inmediato, no lo esperé dos veces y la seguí.

Discúlpame, no pensé en ofenderte, ¿ok?-

Por favor, déjame en paz…

No creí que te molestaras con lo que dije…

Pero, ¿es que no me explico o no me entiendes?-

Está bien, déjame llevarte a tu casa…

No quiero que ni te me acerques, ¿ok?-

Permíteme darte un raid…

Déjame en paz… –

Lo dijo de una forma tan autoritaria que me encendí, de inmediato la catalogué como una niña malcriada y fresa, aún la seguí por los pasillos hasta la salida que da a la calle, ahí se detuvo por causa de la lluvia y me siguió ignorando.

Me salió lo macho y me acerqué a ella con el fin de domarla de la forma más humillante. La tomé del pelo y atraje con fuerza su cara hacía mí:

Ahora vas a saber quien manda hija de la chingada-

De inmediato su actitud cambió a una forma dócil y ahí la tuve humillada. Pero no cedí.

Suéltame por favor… –

Quieta cabrona, a cualquier movimiento que hagas te parto tu madre…

De inmediato me vino a la mente llevármela al carro, así que la jalé del pelo y me enfrenté a ella. La así con fuerza y con decisión le estampé un par de bofetadas tan sonoras que me dolió la mano, la muy puta ni siquiera lloriqueó como yo me esperaba, sino que irguió el busto y me retó con la mirada. Pa’ mis pulgas… De inmediato le dije:

Escúchame bien hija de tu puta madre, hoy vas a saber quien será tu padrote perra-

No me hagas daño por favor-

¡Ah!, ¿todavía te atreves a pedir clemencia puta?

No me llames puta…

No me aguanté más y le di otro par de bofetadas, ella inclinó el rostro y todo el cabello le cubrió la cara; poco a poco la fue levantando y cuando la tuve mirándome me acerqué y le mordí el cachete adolorido.

¿Qué eres entonces hija de la chingada?-

Se mantuvo en silencio y apretaba la mandíbula como queriendo contener su ira.

¿Te pregunté hija de la verga que eres?-, y le di otro cachetada, tan fuerte como la de antes.

No soy puta-, me dijo.

Está bien golfa, te lo volveré a preguntar y tienes que aceptar que no eres más que una vulgar puta, una perra en brama esperando que se la monten, ¿o no hija de tu reputa madre?-

Era increíble la forma tan sumisa de comportarse, pude haber escapado y no lo hizo, o quizá gritar, pero me di cuenta que esa perra le gustaba lo que le hacía.

Esperé unos segundos y se mantenía cabizbaja. No esperé más y la volví a tomar del pelo con fuerza, la volví a sacudir con dos buenas cachetadas, pero la putona hembra no chillaba.

Esta bien, soy bien puta y me encanta la verga… –

Así está mejor cabrona-

La fui conduciendo y quizá tuve suerte, porque por la lluvia, aquello parecía un lugar olvidado, excepto por los empleados de algunas tiendas que estaban encogidos por el mal estado del tiempo.

Salimos al parqueo y de inmediato la acomodé a mi lado. Otra vez la volví a encarar, la atraje hacía mí y le mordí la barbilla.

Quiero que te quedes calladita o de lo contrario te parto tu madre. ¿Está claro?-

Ella no contestó:

Te estoy hablando hija de tu puta madre-

Si-, dijo entre dientes.

Salimos del parking y empecé a dar vueltas, no encontraba algún lugar apropiado, pues todos me parecían demasiado vigilados.

Ella se mantenía aún desafiante, como una yegua cerrera, pero dentro de mí, esperaba ese momento de poderla domar.

De verdad que me la imaginaba como una auténtica yegua, por lo parado de sus pompas que se me hacían las mejores ancas que me iba a coger.

Deambulábamos en el auto de aquí para allá hasta que descubrí un callejón. No era el lugar perfecto, pero si el mejor en ese momento.

Me estacioné, pero no apagué el limpiaparabrisas, ya que deseaba poder ver quien se acercaba, si es que esto sucedía, bajé un poco el vidrio de las ventanillas y acomodé los asientos para permitir las maniobras.

Me le quedé viendo y ella seguía en su indiferencia y su mutismo, así que la observé, la jalé del cabello hasta hacerla que quedara acostada en mis piernas.

Ve acá puta-

La acomodé bocabajo y sin soltarla del pelo le restregué toda la cara en el bulto de mi verga y le hundí el rostro en mi entrepierna.

Ella respiraba agitadamente, pero no sollozaba, y a mí, más morbo me daba.

Recorrí con mis manos el redondo trasero y justo en la entrepierna, la humedad era patente, no supe si era por causa de la lluvia o por sus jugos vaginales.

Me entretenía apretando sus nalgotas y de pronto sentí una mordidita en la verga por encima del pantalón; así que con mayor ahínco seguí apretando su rico trasero.

Las mordidas fueron más continuas e intensas, y yo de plano la nalgueaba a todo placer. Ella se agitaba bocabajo, sin dejar de empinar las nalgas y sentir como la estaba manoseando.

Ya sabes lo que quiero puta-

No sé, dime… –

¿Cómo que no sabes hija de la chingada?-

Es que nunca he mamado una verga…

Bien que sabes hija de tu puta madre-

No sé, te lo aseguro…

Pues hoy vas aprender perra-, y le di otra fuerte nalgada.

Se incorporó poco a poco y empezó a bajarme el zíper, metió la mano en mi bragueta y me sacó la verga.

La tenía súper dura y muy cabezona, ella la siguió apretando con la mano derecha y la vi empinarse más y con la izquierda se desabrochó su propio pantalón. Se bajó la cremallera y volvió acomodarse. Entonces sí, manitas pa’ que las quiero.

Fui bajando lentamente su pantalón y poco a poco fue apareciendo su pantaleta color blanca, engolosinado metí la mano por debajo de la misma y pude saborear a todo sabor las amplias ancas de la puta que me estaba mamando la verga.

Tímidamente se la acercó a los labios y cuando sentí un lengüetazo en la punta de mi pito, sentí un toque eléctrico que hizo detenerme justo antes de apretarle una nalga.

Le bajé el pantalón hasta las rodillas y me di vuelo que ese rico culote. Le hundí la pantaleta en medio de sus pompas y la jalé para incrustársela entre los labios de la cuca y las nalgas.

Ella dejó de mamar por un instante, al tiempo que gemía, un rico olor a néctar invadió el carro y metí los dedos hasta su encharcada papaya, ¡la muy puta se había corrido!, otra serie más de nalgadas y la volví a jalar del pelo.

Ya me cansé de tus mamadas, así que quítate todo porque te la voy a meter-

Nunca lo he hecho, pero si tú quieres…

No quise romperle el himen, así que le dije:

Serás quinto, pero hoy tu culo come verga-

No, por ahí no, me va a doler-

La jale del pelo y la hice arrodillar en el piso del carro, ella se acomodó entre mis piernas y me agarré la reata para darle una serie de cachetadas con la verga, ella sacaba la lengua, pero la muy hija de su reputa madre, intentaba atraparlos con sus labios.

La dejé que mamara verga otro rato y le subí la playera, dejé escapar ese par de chichotas que la muy zorra ostenta con orgullo, la atraje de los pezones hacía mí y la besé; ambos sacábamos la lengua y buscábamos ese delicioso beso de lujuria:

¿Qué tan caliente estas hija de tu reputa madre?-

Mucho… Como nunca antes… –

¿Y cuántas veces te has corrida, puta?-

Dos veces…

¿Y si te hago esto cabrona?-

Le apreté los pezones con el índice y el pulgar, se los retorcí ambos a la vez y la jale tan fuerte como pude, ella gimió y se contorsionó hasta lograr otro orgasmo. La hija de la verga estaba más caliente que un fogón…

Jódemelos otra vez-

¿Otra vez puta?-

Por favor, otra vez…

El gemido que salió de su garganta se pude haber escuchado, pero gracias al chipiteo de la lluvia, nadie se percató. La dejé por un momento y ella volvió a mamar verga. Le acaricié la cara con la verga y volví a cachetearla con la misma.

Pélamela toda y vuélvela a mamar-

¿Así…

Qué bien sabes perra, seguro que lo aprendiste de la puta de tu madre…

Ya no aguantaba, así que me pasé al asiento del copiloto y para esto, ella ya sólo traía la pantaleta, la playera arremangada y con sus chichotas afuera. La acomodé bocabajo y mi intención era volver a nalguearla, pero al ver ese culo enrojecido, opté mejor por mordérselas. Ella a cada mordida que le daba, pegaba un gemidito de placer.

¿Te gusta golfa?-

Muérdemelas un poco más fuerte-

Así perra…

Un poquito más…

La hija de la chingada era más masoquista de lo que pensé, así que levanté la mano tan alto como pude y le estampé una sonora nalgada. Le apreté la nalga adolorida y la volvía a nalguear, sus jugos me manchaban la pierna derecha y con ellos aproveché para mojarme los dedos y hundírselos en el culo. Al sentir el contacto, ella se agitó y quiso escapar, la volví a nalguear al tiempo que la reprendía:

Si te mueves hija de la verga, te parto tu madre-

Es que me duele…

Es que me duele-, la imité con voz de burla. –Pues afloja el culo hija de puta que quiero dedearte-

Así fue como me di gusto, pero ya quería venirme. Y como ya la nublada tarde hacía el ambiente más oscuro. La senté de frente a mí y sobre mi verga (sin metérsela), ella se acomodó a lo largo de mi leño y se empezó a mover de atrás hacía adelante. La agarré de sus nalgotas y al tiempo que le mordía y mamaba sus pezones, le hundí todo el dedo anular en el culo.

Me dices cuando te vayas a venir perra-

Ya no aguanto…

Espérame un momento-

Le saqué medio dedo del culo y atrapé el pezón entre mis dientes…

¿Lista?-

Ajá-

Ahora si que chingaste a tu madre…

Y le hundí el dedo en el culo y mordí el pezón hasta sangrarlo, al sentir el dolor, la muy puta se dio una serie de restregones por toda mi verga entre sus nalgas y su puchita, pero sin metérsela. El gemido que pegó al explotar fue tan alto, pero ya no importaba porque estábamos en la parte final. Yo también me corrí y la abracé con ternura. Nos quedamos un rato hasta que el temblor fue desapareciendo de nuestros cuerpos.

Vístete porque te voy a llevar a tu casa-

Ella se acomodó la ropa y yo me subí el pantalón. La dejé donde me indicó y cuando llegué a la casa, después de veinte minutos, lo primero que hice fue tumbarme en la cama. Traía una súper erección, porque sólo había eyaculado una vez. Sonó el teléfono y era ella…

Me sangraste el pezón, perro-

Te lo merecías putita. ¿Sigues cachonda?-

Ay sí, pero te llamo para que me cojas-

¿Ahorita?-

Claro, pero por teléfono. Dime todas las guarradas que se te ocurran y goza a la puta que se te brinda-