Muero por mi ama

Ésta es una historia de perdición por mi Ama, debido a celos, traiciones y a una devoción total hacia ella. Es lo máximo que un esclavo puede dar por su Ama, la vida misma…

La servidumbre es mi mayor virtud, y complacer a mi Ama el motivo de mi vida.

Ella trabaja, su marido también, y yo, como su fiel esclavo, me dedico a los trabajos cotidianos de la casa, lavo su ropa, limpio, cocino, plancho; soy su juguete sexual, su perro, ciervo, lacayo, sirviente; soy y hago todo lo que ella me ordena o tan sólo sugiera.

Me suelta la correa y me deja salir de mi cucha a las 8:00. Cuando se va a trabajar, lo hace pues le gustan las tareas sociales, conocer gente nueva, me deja una lista de las cosas que quiere para el día, incluyendo el menú de la cena, y sin más se retira.

Me gusta hacer todo lo que ella me pide y todo lo que pueda para hacerla feliz, atenderla, servirle; durante el día mi trabajo suele ser rutinario y el mayor placer lo encuentro a su regreso (18 horas aproximadamente), apenas escucho la llave en la puerta debo acercarme a cuatro patas y esperar, moviendo la cola, a que entre; luego de una pequeña caricia, cual amo a su perro fiel, debo acostarme en el piso boca arriba y con la lengua afuera, ya que en ese momento debo cumplir con la función de un simple felpudo y lamer, hasta limpiar, toda la suela de los zapatos que usó en el día, luego de ese inmenso placer, y de mis agradecimientos hacia ella por darme tan preciado banquete, con sumo cuidado, le quito los zapatos y, a cuatro patas, voy a traerle las pantuflas en mi boca como perrito. Luego, mientras mi Ama supervisa todas mis tareas del día, para corroborar que estén hechas a su agrado (de lo contrario deberé aceptar el castigo que ella disponga, y suele ser severa, se los aseguro), voy a prepararle su té con masitas recién horneadas (deben ser horneadas en el día, y cada día distintas). Se lo llevo todo, lo coloco junto a ella, que está sentada en el sillón, me coloco en el piso, tipo mesa, pero flexionado, para que ella apoye su bandeja con el té y las masitas y no le quede a una altura elevada; si tengo suerte, cuando termine, arrojará alguna miga al piso para que lo unte con la boca.

Esto es lo cotidiano, lo normal, no quiero entrar más en detalles, ya que el tema es otro, pero les cuento a grandes rasgos, luego preparo el baño de espuma, la cena, le limpio los zapatos que usará el día siguiente y, si tengo suerte, me dejará masturbarme, o tal vez le sirva sexualmente; en otra ocasión les contaré esto en detalle, ya que hay algunos aspectos muy interesantes, pues vive con su marido.

Pero volvamos al tema central de la historia, mi servidumbre y devoción hacia mi Ama llega a tal punto de entregar mi vida para complacerla, y se preguntarán cómo o por qué. Y quiero que lo sepan todo para que juzguen y disfruten; con el paso de los días ella estaba más exigente, al principio eso me gustó, ya que los castigos en ocasiones me excitaban mucho, pero poco a poco fue apartándome de su lado, ya no podía complacerla sexualmente, ni ella a mí, en ningún aspecto. Me sentía inútil, presentí que algo sucedía, algo raro y extraño en su ser.

Hasta que un día, cuando regresó del trabajo mi Ama, entró y lo primero que hizo fue pegarme una fuerte patada en la cara, y luego, a los gritos, comenzó a insultarme y a decirme que yo ya no le servía, que era un perro viejo e inservible, que ya estaba cansada de mí y que si por ella fuera me hubiese sacrificado hacía rato.

Me dejó muy mal todo esto, jamás pensé que mi Ama pudiese ser tan hiriente conmigo, lo tuve que asimilar, no lo podía creer (sé que esto fue debido a que conoció en su trabajo a un perrito, un cachorro, y lo eligió a él, como los niños con un juguete nuevo que dejan el anterior olvidado y toman el nuevo). Pero lo que dijo fue muy duro para mí, habló de sacrificarme como si fuera un animal. A decir verdad, yo era cualquier cosa para ella y mi Ama lo era todo para mí, no quería nada que no fuese a ella o de ella; por eso, cuando se tranquilizó un poco, le pedí permiso para hablar y exponer mi conclusión. Le dije que yo no la quería perturbar sino complacer, pero si no podía lograrlo mi vida no tenía ningún sentido; entonces le pedí, y le supliqué, que me dejara morir a sus pies, tan sólo eso quería yo, entregarle mi vida como gratitud a su ser. Tantas veces disfruté bajo sus pies que esto sería lo más decoroso y placentero.

Ella accedió.

Una semana después, luego de que mi Ama planeara la forma, el lugar y los acontecimientos a suceder, estábamos en la casa de una amiga suya. En la pileta de natación, que no era muy grande, flotábamos mi Ama y yo; ella tenía puesto un bikini negro, estaba cubierta por una bata blanca y con unos zapatos… ¡Sí, sus zapatos, que serían la clave de mi delirio, de mi locura y de mi perdición!. Eran unas sandalias negras con un tacón alto, de unos 8 centímetros y 1 centímetro de ancho en todo el largo del talón. Tenía una tira de cuero, de 2,5 centímetros de ancho, que cubría la capellada y dejaba ver sus bellos dedos, su hermosa y firme figura, acabando en un talón equilibrado y elegante. Era algo hermoso, indescriptible realmente.

Estábamos junto a la pileta, yo con mi malla, cuando ella, imponente, me obligó a «tirarme» al piso y a que le lamiese los zapatos, todo sin tocarle los pies con mi lengua. Me dio la suela, que tenía un tanto de pasto y barro debido al rocío matutino. Lamí toda la suela, como ella me lo había pedido, fue hermoso, algo realmente placentero para mí, mi excitación era terrible.

-Ahora puedes acabar, mastúrbate ahí tirado y disfrútalo, ya que será tu última vez -me dijo cuando lo creyó suficiente. Y así fue, acabé dentro de mi malla con una explosión terrible de semen, era algo sublime.

Me ordenó que me pusiera de pie y abrió una carpeta que contenía unos papeles en los que quedaba por escrito la decisión en cuestión: yo me hacía responsable y aceptaba la muerte que me proporcionaría mi Ama. También había un apartado en el que solicitaba que fuese enterrado tal cual me encontrasen ( y ya sabrán el por qué). Al leer eso me volví a excitar nuevamente; lo firmé todo, no había nada más que hacer, salvo complacer a mi Ama y gozar con ello.

Me ordenó quitarle los zapatos y que los tuviera en la mano, ella agarró un pomo de pegamento instantáneo y nos metimos en la pileta. Avanzamos hasta que el agua nos llegó unos centímetros por encima de la cintura, abrió el pegamento y me pintó los labios con él, con bastante cantidad, luego me pidió el pie derecho del zapato, lo tomó y me ordenó abrir la boca. Introdujo el taco tan hermoso que tenía su zapato (en sí todo era bello), me cerró la boca, con el taco dentro, y se puso a hacer presión en mis labios para que se me pegasen a su taco. Yo no podía creer lo que sentía, era una excitación enorme tener el taco de su zapato en mi boca cerrada completamente, Seguía presionando, cada tanto, ella con sus bellas manos y yo, por mi parte, también hacía fuerza. Me lo quería comer -se los aseguro- pese a que me ardía un poco la boca. Siguió la presión hasta que mis labios quedaron pegados por completo, no había forma de soltarlo.

Tiró el pomo de pegamento al costado de la pileta, me quitó el otro par del zapato de la mano y me ordenó que me sumergiese.

Así fue, me hundí en el agua ayudado por ella que empujaba con sus hermosos pies para que pudiese quedar en el fondo y no salir a flote; una vez que logré mantenerme en posición (la espalda en el fondo), calcé su pie derecho en el zapato que tenía en mi boca. Ella se puso el otro y pisó mi pene, que a decir verdad estaba bien duro.

Me embriagué de placer, su zapato en mi boca, su pie en mi pene, yo sin poder respirar, totalmente sometido a ella, dejando mi vida en sus pies. La veía por debajo del agua y sentía un placer inconmensurable; gocé, disfruté, me excité, me sometí, y le entregué la vida.

Todo por mi Ama, todo por placer, todo por amor.

Así fue como dejé mi vida por ella y como, en mi entierro, quedó la marca de mi Ama: su zapato en mi boca.

¿Qué más se puede pedir?