Capítulo 7

La guerra del diablo VII: Carne de cañón

En algún lugar:

-¿Dónde estoy?.-fue el primer pensamiento que cruzó por la mente de Garra Roja cuando recobro el sentido. A su alrededor todo era oscuro, sin forma ni sustancia, solo vació. En su mente aparecieron los recuerdo de su última batalla. ¿Acaso estaba en una prisión de máxima seguridad a la espera de un juicio?. Hizo el intento por incorporarse pero no logro mover ni un solo músculo, de hecho no sentía su cuerpo, solo estaba ahí sola… flotando en el éter.

-¿Estoy muerta?.-se preguntó recordando su encuentro con el comando especial, era imposible que hubiera sobrevivido, ¿o no?

-No estás muerta.-le dijo de pronto una voz femenina proveniente de la oscuridad.

-¿Quién eres?.-preguntó sin poder ver nada.-¿Qué quieres de mí?…-

-¿Tienes miedo?.-fue la respuesta.-¡¿Tienes miedo?!.-

-¡No!.-gritó con arrogancia.-¡Aunque este sea el infierno y tú el demonio no tengo miedo!.-

-HAHAHAHAHAHA.-la risa de la mujer resonó por toda la inmensa penumbra.-Créeme querida. El infierno y el demonio de quien hablas son poca cosa comparados con el poder que yo represento.-

-¡¿Quién eres?!.-gritó Garra Roja sintiendo temor por primera vez en su vida.

-Alguien que te conoce muy bien Ivvana.-respondió burlona la voz en las sombras.

-¡¿Cómo sabes mi nombre?!.-interrogó la terrorista sorprendida y furiosa.-¡Hace años que deje de usarlo, y nadie que lo haya conocido vive para contarlo!.-

-Yo lo se todo de ti querida.-respondió calmadamente la misteriosa voz.-Se de tu infancia sumida en la miseria, se de tus robos y de la primera vez que mataste a un hombre, se de ese grupo de tontos «revolucionarios» a los cuales te uniste antes de comprender que los ideales son basura, se de cómo nació Garra Roja templada por la sangre y el fuego. Lo se porque fui yo quien te coloco en el crisol, fui yo quien te hizo lo que eres. Tú eres mía y ya es tiempo de que sirvas a mis propósitos.-

-¡Estas loca.!-grito desafiante la terrorista.-¡Yo no le pertenezco a nadie!.-

-Eso lo veremos querida.-la voz de las tinieblas aun resonaba cuando Garra Roja comenzó a sentir su cuerpo, junto con el dolor de infinitos mordisco que laceraban su carne por dentro y agudas garras abriendo surcos en su piel para verter en ella un líquido ácido que la quemaba como el fuego.

-¡Aaaaaayyyyyyyyy!…. ¡Aaaaaaayyyyyyyyyy!…-sus gritos eran el único sonido que se escuchaba en la oscuridad. Luego sintió que sus huesos eran aplastados, uno por uno, desgarrando sus propios músculos al quedar hechos astillas. Pero cada vez que creía que el dolor no podía volverse más intenso nuevas sensaciones la sacudían, nuevos tormentos la hacían bramar de dolor.

-¡Aaaayyyyyyyy!…. ¡Basta!… ¡BASTA!…-gritó sintiendo que llegaba al limite de su cordura. La voz no le respondió, en vez de eso el dolor creció más.-¡Aaaaaayyyyyy!… ¡YA BASTA!… ¡BASTA….-

-¿Entonces?.-sonó de pronto la voz de las tinieblas.

-¡Lo haré!… ¡Haré lo que quieras!…. ¡Pero ya basta!….-gritó antes de perder la conciencia de nuevo. Cuando despertó sintió su cuerpo flotando en un líquido ardiente, aterrada por la idea de mayores sufrimientos Garra Roja se incorporó, cosa que la sorprendió mucho, aunque no tanto como la visión que se presentó ante sus ojos. Estaba en una especie de baño, construido a la usanza de los conquistadores romanos, con sus paredes altas y recubiertas de hermosas pinturas, con columnas de cuerpo pesados que sostenían pesadas bóvedas, y lujosos pisos de mármol blanco.

Ella estaba desnuda, de pie en una pequeña escalinata que descendía a una cisterna de agua caliente, su cuerpo estaba ileso pese a los horrores que había sentido, ¿una ilusión?, todo era posible. Pero la pregunta seguía siendo ¿por qué?.

-¿Estás cómoda?.-Garra Roja miró rápidamente en todas direcciones al reconocer aquella voz, era la misma que había escuchado durante su tormento, y finalmente la descubrió, flotando tranquilamente en las aguas cálidas, tan desnuda como ella, entonces pudo ver su piel tostada por el sol y su larga cabellera que le cubría toda la cara.

-¿Quién eres?.-

-¿No aprendiste la lección?.-dijo amenazante. La terrorista sintió como si los dedos de un muerto se pasearan por su espalda desnuda y volvió a tomar asiento en la escalinata de mármol.-Así está mejor.-dijo la mujer nadando hacia la escalinata de mármol.

-Puedes llamarme Ixaxar.-

-¿Ixaxar?.-repitió Garra Roja tratando de encontrar un significado para esa palabra en todas las lenguas que conocía, solo para descubrir que simplemente no existía.

-Ama Ixaxar.-corrigió la mujer mientras tomaba asiento a un lado de Garra Roja.-No lo olvides nunca.-la terrorista apretó los dientes, conteniendo el deseo de lanzarse sobre esa bruja y estrangularle entre sus manos. Pero se contuvo, no solo por el recuerdo de los horrores sufrido sino porque de alguna manera podía sentir el poder que emanaba de esa mujer, un poder que superaba cualquier otro que hubiera conocido, aunque no sabía como podía dar crédito a un simple presentimiento.

-Ven.-ordenó Ixaxar al tiempo que se ponía de pie para salir del baño, cadenciosamente subió por la escalinata y al llegar a la parte más alta un singular sirviente, delgado y con la piel amarillenta, salió de entre las sombras para ofrecerle una bata de seda negra. Garra Roja también salió del agua, altiva y orgullosa, sin molestarse en ocultar los encantos de su cuerpo a la vista del sirviente, o de cualquier otro que pudiera estar observando desde atrás de las columnas. Cuando llegó junto a la extraña mujer el criado se retiro rápidamente, dejándolas solas. La terrorista siguió firme en su postura, aun cuando estaba segura de que muchos ojos la miraban desde las sombras de aquel baño romano. La llamada Ixaxar se puso de pie y comenzó a dar vueltas a su alrededor, admirando su cuerpo musculoso y firme, como el de una amazona de las leyendas griegas, sin una molécula de grasa sobrante. Sus anchas espaldas le daban un aspecto hombruno, pero los grandes y hermosos pechos que adornaban su torso desmentían esa primera impresión. Sus abdomen era totalmente plano y sus caderas fuertes, los brazos y las piernas eran físicamente perfectos, y su bello, aunque severo, rostro encajaba perfectamente con el resto de su cuerpo. Lo mismo que su larga cabellera negra donde destacaba un curioso lunar de pelo blanco.

-En verdad eres una hermosa guerrera.-dijo Ixaxar colocando la punta de sus dedos sobre el brillante tatuaje en forma de garra que su «invitada» ostentaba en el hombro izquierdo. Garra Roja se estremeció y se aparto un poco de la mujer llamada Ixaxar.

-¿Qué quieres de mí… ama?.-dijo apretando los dientes, mientras sus ojos azules brillaban llenos de odio.

-Eres altiva y orgullosa. Eso me gusta.-dijo la Ixaxar acercándose a ella. De pronto su mano se movió con la velocidad de un relámpago y sus dedos se cerraron como garfios en el cuello de la terrorista. Esta reacciono instintivamente tomando el brazo de su enemiga con ambas manos para apartarlo, pero pronto descubrió que esa mano era como una pinza mecánica que se aferraba a su garganta como la trampa de un cazador, impidiéndole respirar libremente.

-En primer lugar quiero que recuerdes bien esto: Tus mejores hombres están muertos o encarcelados, tus cuentas bancarias han sido «congeladas» por el gobierno norteamericano, y tu organización se ha dividido en pequeños grupos que difícilmente podrías unir de nuevo. En otras palabras… estas sola. Sin mi ayuda serás como una tortuga vuelta al revez, indefensa, inútil, a la espera de que alguien te mate.-

Ixaxar soltó a su presa. Garra Roja de llevó las manos a la lastimada garganta, las heridas en su cuello eran dolorosas pero no graves, mientras jalaba aire para aliviar la sensación de ahogo que había experimentado.

-En segundo lugar.-continuó Ixaxar.-Quiero que coordines y dirijas a nuestro ejército en la guerra que está por venir.¡Sin errores ni disculpas!-Garra Roja miró asombrada a su «ama», no esperaba algo así. Ixaxar dio una fuerte palmada, cuyo eco resonó en las altas bóvedas del baño. De inmediato el mismo sirviente de piel amarillenta emergió de entre las sombras, llevando una muda de ropa, misma que ofreció a la terrorista. Esta tomo la ropa, se trataba de un ajustado pantalón de poliéster en color negro acompañado de una blusa escotada del mismo color. Mientras se los ponía el sirviente regresó con un par de botas ligeras, tipo mocasín, también en color negro.

Cuando Garra terminó de vestirse se volvió hacia la señora de ese extraño lugar donde se encontraba. Esta ya estaba cubierta de pies a cabeza con una gran capa provista de capucha, que le ocultaba el rostro.

-Ven conmigo.- le ordenó señalándole una pesada puerta que comenzó a abrirse a un lado del baño. Ambas caminaron hacia la entrada, la luz del sol era tan intensa que la terrorista tuvo que cubrir sus ojos por unos instantes antes de poder mirar con claridad. Al hacerlo se llevó una nueva sorpresa, una inconfundible brisa marina le acaricio el rostro, sus pies se hundían en la mullida arena de una playa mientras las olas rompían contra unos grandes arrecifes produciendo un sonido similar al de un trueno. Pero la más impactante fue cuando miro detrás de ella. ¡No había nada a su espalda! ¡Ninguna construcción que pudiera albergar un recinto como en el que había estado hacia solo instantes!.

-¡Esto no puede ser!.-dijo en voz alta mientras miraba en todas direcciones.

-¿Te impresionas por tan poca cosa?.-dijo Ixaxar emitiendo una risita burlona.-Me decepcionas querida.-en ese momento apareció una comitiva en la playa, que se acercó a las recién llegadas sin dudar. Se trataba de un hombre anciano, cómodamente sentado sobre una acojinada silla, colocada a su vez sobre una plataforma que llevaban a cuestas cuatro hombres vestido una extraña ropa de color verde brillante, a su espalda se hallaba un gigante de unos 2 metros de estatura, corpulento y aspecto fiero; y a los pies del anciano estaban dos mujeres jóvenes, gemelas sin duda, cuyas largas cabelleras rozadas de movían agitadas por el viento. El anciano iba vistiendo una especie de túnica blanca y portando sobre la cabeza un sombrero de mimbre al estilo japonés, mientras que las dos jóvenes portaban diminutos bikinis que poco hacían por ocultar las bellas formas de sus cuerpos. Por su parte el gigante que les acompañaba iba vestido muy formalmente, con uno pantalones oscuros provistos de pinzas, unos lustrosos zapatos negros y una camisa blanca adornada con una elegante corbata negra.

Era impresionante ver como solo cuatro hombres, pese a su evidente fortaleza, podían andar tan rápido y sin perder el equilibrio llevando tan singular carga a través de la playa. Al ver a las dos mujeres de pie frente a su comitiva, el anciano hizo una señal al hombre a su espalda.

-¡Alto!.-ordenó el gigante. De inmediato los cuatro cargadores se detuvieron y, doblado las rodillas, colocaron la plataforma sobre la arena. En ese momento Garra Roja noto algo extraño en ellos, lo que recubría sus cuerpo musculosos era una armadura de tonalidad verdosa y brillante. Sus cabezas estaban singularmente alargadas hacia atrás y sus rostros carecían de facciones visibles. La terrorista retrocedió un paso al comprender que estaba frente a verdaderos robots. Por un momento admiro la perfección de esas poderosas máquinas con forma humana, que reunían una fuerza colosal con una perfecta sincronización de movimientos, lo cual los hacía capaces de realizar tareas delicadas como llevar cómodamente a sus pasajeros.

-Buenos días amado sabio.-saludo la encapuchada haciendo una leve reverencia.

-Bienvenida Señora.-respondió el anciano levantándose de su silla, ayudado por las dos jóvenes. Ixaxar se acercó a él y se colocó a su lado.

-¿Quién es ella?.-interrogó el anciano señalando con una mano deforme hacia Garra Roja.

-Es quien llevara a tus ejércitos a la victoria.-respondió la mujer. El anciano frunció el ceño y miro de arriba abajo a la recién llegada. Luego sonrió maliciosamente.

-¿Te importa si la pongo a prueba?.-dijo volviéndose hacia Ixaxar.

-De ningún modo mí viejo amigo.-respondió zalamera.

-¡Tú!.-dijo el anciano señalando a uno de los robots que sostenían el lado izquierdo de la plataforma.-¡Matala!.-el robot se incorporó de un salto y con grandes zancadas corrió hacia aquella que se había convertido en su blanco. Por un segundo Garra Roja sintió el deseo de huir, pero se dio cuenta de que no podría escapar del asesino mecánico ya que este no solo podía correr más rápido que ella sino que podía hacerlo por siempre si su amo se lo pedía.

-Si voy a morir. ¡Que sea peleando!.-se dijo adoptando una pose de artes marciales. El primer ataque fue sencillo, solo tuvo que dejarlo pasar, pero enseguida el robot verde empezó a lanzar una serie de golpes y patadas cuya fuerza era abrumadora. Garra Roja sintió que sus brazos se rompían cada vez que bloqueaba los golpes de su oponente. Solo sus años de experiencia y alto grado de combate le permitieron soportar, pero sabía que no lo haría por mucho tiempo, debía tomar la ofensiva. Como pudo se apartó de su enemigo y, aprovechando que este le lanzo una patada alta, ella le golpeo el pie de apoyo haciéndolo caer al suelo. Al instante la terrorista dio un poderoso salto y doblando sus piernas se dispuso a golpear con las rodillas a su adversario.

-¡Iiiiiiiiiaaaaaaaa!.-grito un segundo antes del impacto para liberar toda su fuerza interna. El choque fue brutal y un agudo sonido mecánico se dejó escuchar, al tiempo que una lluvia de chispas brillantes salían del cuerpo del robot. Garra Roja giro sobre su enemigo para retirarse, pero el robot verde no estaba vencido y moviendo su brazo a gran velocidad logro sujetar a la terrorista de un pie. Sin piedad, el poderoso ser artificial comenzó a azotar a su enemiga de un lado a otro y solo, haciéndola pasar por sobre su cabeza, a cada golpe Garra Roja sentía que sus costillas estaban por ceder, en instantes el robot verde la azoto sin piedad una docena de veces y solo el hecho de que la superficie en su entorno era arena impidieron que matara a su presa. Al fin el asesino mecánico decidió poner punto final a su ataque y arrojó a la mujer contra una palmera cercana, con la fuerza necesaria para romperle todos los huesos contra el tronco.

Sin embargo, Garra Roja estaba aturdida pero no vencida, tensando sus músculos en segundos se preparó para aprovechar el impulso que había dado su enemigo. Sus fuertes brazos absorbieron el impacto, sus manos se apoyaron en el áspero tronco y sin importarle el dolor de la raspadura giro como una acróbata para rebotar contra su enemigo y estrellar su cabeza contra la suya en un ataque suicida. Las consecuencias fueron devastadoras, la sangre brotó de inmediato de la frente de la terrorista, en grandes cantidades, y solo gracias a su entrenamiento en artes marciales había podido sobrevivir. En tanto el hombre máquina retrocedió emitiendo una serie de rechinidos, su cerebro electrónico realizó una evaluación en segundos, el dictamen era un daño severo en su cuello y en su giroscopio. Sin embargo, esa clase de averías no era suficiente para detenerlo; y una auto-corrección le permitió recuperar la vertical y volver al ataque.

Esta vez Garra Roja no pudo evitar que su enemigo la capturara, tomándola por el cuello con sus manos metálicas, para levantarla del suelo como a una muñeca. La presión era enorme y el cuello de Garra Roja amenazaba con romperse de un momento a otro. Desesperada echó mano de todos sus conocimientos de combate, controlando su respiración para aprovechar el cada vez más escaso oxígeno que llegaba a sus pulmones, tensando los músculos de su cuello al máximo para resistir la fuerza de su enemigo.

La sangre le nublaba la vista y su corazón parecía a punto de estallar por el esfuerzo que se le exigía. Pero su espíritu de lucha seguía firme como la roca. Con determinación tomó las muñecas del robot verde y tiró de ellas con toda la fuerza de su voluntad. Entonces, en un alarde de fuerza digno del mismo Hércules, la terrorista logro apartar las manazas de acero de su cuello, y sin perder un segundo se balanceó en el aire para golpear de nuevo con ambas piernas la cabeza de su adversario. El cuello mecánico dio una agudo rechinido y se rompió dejando que la cabeza del robot colgara grotescamente hacia atrás.

La máquina comenzó a mover los brazos como aspas de molino, buscando dar el blanco sin contar con sus receptores ópticos. Pero antes de que lograra su objetivo Garra Roja lo embistió y lo llevó directo a las aguas de la playa, para arrojarlo dentro de ellas. Con su armadura rota el robot se sacudió violentamente presa de innumerables cortocircuitos causados por el agua salada que invadía sus sistemas. Al fin se derrumbó en sobre al agua emitiendo una serie de chispas multicolores. Mientras Garra Roja caía de rodillas en la arena, sintiendo como la sangre escurría por su frente y caía en pesadas gotas sobre la arena caliente.

-Impresionante.-comentó el viejo.-Muy impresionante.-

-¿Entonces tiene tu venía amado sabio?.-preguntó la mujer de la capa.

-Si.-dijo el anciano a regañadientes.-Le daré el mando de mis fuerzas. ¿Pero no pudiste encontrar a una japonesa en vez de a esta… extranjera?-

-No te preocupes.-le respondió Ixaxar acercándose a su oído.-Solo es carne de cañón. Créeme no tendrás que darle ninguna recompensa.-

-¡Sea!.-respondió el anciano. La mujer hizo una reverencia y desapareció en un resplandor rojizo. Daimón volvió a su silla ayudado por las jóvenes y ordenó al gigante que permanecía impasible detrás de su asiento.-Jato pide que nos manden otro robot de la serie XA-78 para que podamos continuar con nuestro paseo.-luego se volvió hacia las chicas.-¡Oka!, ¡Uma!, ¡llevan a esa mujer al palacio y curen sus heridas!. ¡Más tarde hablaré con ella!.- las dos chicas hicieron una reverencia y partieron en ayuda de Garra Roja.

-Es perfecta.-se dijo a si mismo mientras contemplaba las verdes olas del mar.-Todo está listo ahora. Todo.-

Ciudad Gótica.

A las tres de la madrugada, como cada cuatro días, Harvey Bollock llego a su apartamento, hambriento, con ganas de echarse sobre su cama y dormir una semana entera. Como siempre se despojó de su pesada gabardina y de su saco, lo cuales dejo sobre el perchero, y se dirigió a la cocina a prepararse una taza de chocolate, poco le importaban las cucarachas que merodeaban por entre los estantes y demás muebles de la cocina, alimentándose de las sobras de pizza que el grueso policía dejaba por todas partes. Después de todo él pasaba días enteros fuera de ese lugar, durmiendo en su auto patrulla o donde fuera necesario, así que no tenía prisa por mandar llamar a un exterminador o cosa parecida. Para eso estaban los otros inquilinos y el odioso afeminado del administrador.

Cuando el chocolate estuvo listo Bullock volvió a la sala de su departamento y se dejó caer en uno de los sillones carcomidos que le quedaban, sin importarle lo que pudiera haber sobre el mueble, y abriendo la caja de rosquillas que había comprado camino a casa empezó a devorarlas una tras otra. Despreocupadamente tomó el control remoto de la televisión y estaba a punto de encender el aparato cuando el timbre de su puerta se dejó escuchar. Instintivamente miró hacia el calendario pegado a la pared, donde una chica semidesnuda le mandaba una sonrisa congelada, para ver si acaso era día de pagar el alquiler. No lo era.

-Vete al diablo amigo.-pensó mientras encendía el televisor y buscaba alguna cosa de interés, tal vez una película porno. Pero el visitante no parecía dispuesto a rendirse y el timbre siguió sonando hasta que el obeso policía terminó por fastidiarse. Violentamente se levantó de su asiento y llegando hasta la puerta la abrió impulsivamente para enfrentar a quien osaba molestarlo en su día de asueto.

-¡Y bien! ¡¿Qué demonios quieres hijo de…?!.-Bullock no pudo terminar la frase. Ante sus ojos estaba una joven, alta y esbelta portando un impecable traje del ejército de salvación, saco y falda recta hasta las rodillas, camisa blanca, y un pequeño sombrero tipo bombin, con medias negras y zapatos del mismo color. Pero lo que lo dejó sin habla fue el rostro de la chica, un rostro que no veía hacía años.

-A mi también me da gusto verte Harvey.-le dijo la joven sin inmutarse.

-Err… Yo… lo siento…-balbuceó el policía mientras se hacía a un lado.-Pasa.-la chica entro en el departamento y miró asombrada el desorden que imperaba en él, por no hablar de la insalubridad, Bullock solo acertó a rascarse la cabeza, eran pocas las veces que se avergonzaba de su «modus vivendi», pero esa era la peor de todas.

-No has cambiado nada.-comentó la chica mientras colocaba su sombrero en el perchero.-Si mamá te viera.-ese último comentario pareció romper el encanto que había caído sobre Harvey y reasumiendo su usual actitud de prepotencia se enfrentó a su invitada.

-¿Qué es lo que quieres Sally?.-dijo mientras volvía a tomar asiento en su sillón, sin ofrecer nada a su visitante, quien paulatinamente había comenzó a levantar un poco el tiradero del lugar.

-Yo… necesito tú ayuda.-Harvey la miró un tanto sorprendido, pero sobre todo molesto.

-¿Tu?… ¿Tú necesitas mi ayuda?… ¿la niña perfecta de mami y papi necesita que su horrible hermano mayor la ayude?. ¡Vaya ahora si puedo morir en paz!.-dijo mientras daba un sorbo a su chocolate, ya casi frío, ella lo miro con tristeza, recordando su infancia y los motivos de su distanciamiento. Desde muy niños ambos eran como el día y la noche, Harvey era rebelde, poco dado a los estudios, y siempre metido en algún problema del cual su padre tenía que sacarlo. En cambio ella, Sally, siempre había sido la «niña perfecta de papá», respetuosa de las reglas, estudiosa y siempre dispuesta a ayudar a los demás. Así las cosas sus padres cometieron el error de compararlos constantemente, restregándole a Harvey los logros de su hermana, lastimándolo con su menosprecio y sus exageradas muestras de cariño hacia ella. De hecho Sally, en la ignorancia de la niñez, les seguía la corriente cada vez que tenía la oportunidad.

Al paso de los años Harvey abandonó los estudios en la preparatoria, a donde llegó gracias a una beca deportiva, y se metió en la academia de policía, cosa que decepcionó a su padre. Sally entró a la universidad y se tituló como psicóloga, para luego unirse a las hermanas de la caridad; si la bella Sally era una monja, aunque rara vez portaba el habito. Luego llegó ese día, cuando sus padres murieron, ese día todas las palabras de despedida fueron para ella, Harvey solo escuchaba y resistía en silencio. Luego en el funeral todos los viejos amigos le dieron a ella el pésame, mientras él permanecía lejos mirando el sepelio. Desde ese día no se habían vuelto a ver, y ahora ella lo necesitaba, después de tanto tiempo solo su hermano podía ayudarla.

-Harvey.-dijo ella acercándose a su hermano.-Lo siento.-

-¿Lo sientes?.-repitió Bullock sonriendo amargamente.

-Sí. Siento que papá no aprobará tu forma de vivir, siento que mamá se pasara la vida comparándonos y haciendo parecer ante todos que yo era mejor que tú y…Siento… siento mucho haberme aprovechado se su necedad para hacerte sentir mal cada vez que peleábamos. ¡Lo siento está bien!-grito antes de romper a llorar. Harvey la miró de reojo, sintiendo que el corazón se la ablandaba, aunque no mucho.

-¿Cuál es tú problema?.-dijo secamente. Sally sacó de su bolso un porta retratos y se lo extendió a su hermano, este lo tomo y miro la foto que contenía. Era de un hombre joven, unos 29 o 30 años, de piel bronceada y cabello castaño oscuro, ojos azules y dientes perfectos; vestía un traje barato de dos piezas en color gris. A su lado Sally aparecía sonriendo con un vestido de fiesta en color negro. Harvey frunció el ceño, aquella parecía la típica foto de dos novios, aunque la posibilidad de que hubiera alguien en la vida de su hermana era escasa, por obvias razones.

-¿Quién es él?.-preguntó mientras seguía contemplando la foto.

-Su nombre es Alex Doyle, es pasante de derecho y nos ayuda en el centro comunitario.-

-¿Qué centro comunitario?.-interrogó devolviéndole la fotografía.

-El que está a un lado de la iglesia de St. Pedro en Sutter Lane.-respondió Sally con naturalidad. Bajo su aparente indiferencia Bullock quedó sorprendido. Él conocía aquel vecindario, un verdadero nido de criminales de baja y alta escuela, de prostitutas y de vagos adictos a toda clase de drogas. ¿Qué diablos tenía que hacer una monja en semejante lugar?.

-¿Y este Alex es…?-

-Un amigo.-respondió rápidamente la joven adivinando las dudas de su hermano. Bullock se disculpó con un bufido y termino de beber su taza de chocolate.

-De acuerdo Sally. ¿Dime que pasa con este tipo?.-dijo Harvey poniéndose de pie y acercándose a su hermana.

-A desaparecido.-le dijo ella con el gesto contraído por la angustia.-Desde hace seis días.

-¿Cómo sabes que simplemente no se cansó de lidiar con vagos?. Después de todo no sería raro que buscara algo más lucrativo que la caridad.-dijo Bullock minimizando la preocupación de su hermana.

-¡No son vagos!.-replicó Sally en total desacuerdo con la imagen prejuiciosa que su hermano, y mucha gente, tenía de los habitantes de los barrios pobres.-Son personas que han caído en una situación desesperada, que han sufrido abusos por parte de gente malvada, que han visto la violencia y sufrido sus efectos. Pero aún así tienen esperanzas, sueños de levantarse y salir adelante, solo que nadie quiere darles la mano. Todos los condenan porque no visten ropas elegantes, ni viven en los departamentos de «Las Torres Góticas». Es más fácil decir que solo son vagos, ¿no es así Harvey?.-

-Calma.-dijo el grueso policía acomodándose en su asiento.-Solo quise decir que tu amigo tal vez decidió buscarse un mejor empleo. Eso es todo.-

-Alex no es así.-insistió Sally.-Es un joven empeñoso y comprometido, que creé firmemente en la que hacemos para ayudar a la gente. Y, en todo caso, no tenía ningún motivo para marcarse sin avisar.-

-¿Entonces qué supones?.-

-Creo que le paso algo malo… tal vez este muerto.-la voz de la chica se quebró, sus ojos se pusieron húmedos y su cuerpo se estremeció al pensar en esa última posibilidad. Bullock guardó silencio, en realidad no era difícil que algo malo le pasara a un chico idealista en un barrio como aquel, nada le sorprendería que alguna de esas «personas desafortunada» le hubiera abierto la garganta solo para robarle la cartera.

-¿Tienes algún sospechoso?, es decir… aparte de todo el barrio.-dijo sarcástico. Sally miró a su hermano con furia contenida, sintiendo una profunda frustración ante su actitud indiferente.

-Fue un error venir a verte.-dijo la joven religiosa caminando hacia la puerta.-Adiós Harvey. Y gracias por nada.-Bullock la miró un momento, sintiendo un cierto remordimiento, después de todo era su hermana menor y… a pesar de todo era una de las pocas personas que ocupaban un lugar en su duro corazón.

-¡Espera!.-exclamó levantándose de su asiento. Sally, quien ya tenía en su mano el picaporte, se detuvo sin volver la vista hacia su hermano.-Lo siento. No quise ser insensible. Es solo que en un barrio como ese pudo pasarle cualquier cosa y tu deberías saberlo.-Sally volvió sobre sus pasos y le miró de frente.

-Es verdad que Sutter Lane es un lugar peligroso. Pero créeme, nadie le hubiera hecho daño, a ninguno de nosotros. Además no es solo él, últimamente muchos de nuestros pacientes y voluntarios han desaparecido.-

-Explícate.-dijo Harvey tomando asiento de nuevo é invitándola a hacer lo mismo.

-Todo comenzó hace algunos meses. Cuando algunos de nuestros voluntario empezaron a quejarse de que estaban siendo hostigados por un grupo llamado «los hijos de Chadhel». Quienes reclamaban como «su rebaño» a los habitantes de Sutter Lane y barrios adyacentes, impidiendo que otras asociaciones brindaran apoyo a sus moradores.

-¿Quiénes son esos tipos?.-pregunto Bullock con un súbito interés.

-Nadie lo sabe. Lo único que pudimos averiguar es que son dirigidos por un tal Amos Kraft. A quien describen como algún tipo de Mesías, incluso dicen que hace milagros.-la joven parecía ahora molesta y resentida al hablar del extraño grupo.- No hubo amenazas ni nada parecido, simplemente llegaban y predicaban mientras repartían comida y mantas entre la gente.-

-Eso no suena mal.-comentó el policía en voz alta.

-Lo sé.-respondió Sally visiblemente dolida, antes de seguir con su relato.-Muchos nos abandonaron, impresionados por sus alardes de riqueza y la promesa de una solución inmediata sus problemas. Y los que siguieron con nosotros fueron paulatinamente dejados de lado por la comunidad de conversos. Lo raro fue que de pronto muchos de esos conversos, empezaron a desaparecer.-Bulock frunció el ceño cada vez más interesado.

-¿Así nada más?.-

-En efecto. Pero eso no es todo, la gente del barrio empezó a contar cosas raras sobre el grupo de Kraft, decían que detrás de ellos caminaban cosas que se escondían en la luz, los culpaban de la aparición de grandes ratas y hablaban de extrañas luces y música que salía de su albergue. Pero sobre todo los acusaban de matar a la gente que se les había unido, pues casi todos ya habían desaparecido para entonces.-

-¿Qué tiene que ver tu amigo en todo eso?.-

-Alex sospechaba que había algo de verdad en esos rumores, sobre todo en cuanto a las desapariciones, así que desde hace meses los estuvo espiando, siguiéndolos en sus actividades y vigilando su cuartel general, un viejo edificio en el centro del barrio. Luego empezó a ausentarse por días enteros y, cada vez que regresaba, se le veía pálido y ojeroso, como si no hubiera dormido por semanas. Yo trate de que compartiera conmigo algo de lo que había averiguado, pero lo único que me dijo es que había descubierto algo horrible; pero que no podría denunciarlo a menos que consiguiera pruebas para apoyar sus palabras. Finalmente, hace seis días, le pidió al padre King, diácono de St. Pedro, que lo escuchara en confesión, después tomó el pobre equipo de filmación que teníamos para hacer documentales de propaganda y me dijo que esa noche iba a ocurrir algo importante y que él lo filmaría para demostrarle a todos el peligro que corríamos. No sabemos nada desde entonces.-

-Muuuu. ¿Con que así es la cosa?.-comentó el grueso policía mientras se pasaba una mano por su áspero cabello negro.-Esta bien Sally. Te ayudare a buscarlo..-dijo al fin.

-Gracias.- la joven miró agradecida a su hermano mayor, quien reasumió su papel de hombre rudo.

-Solo voy preguntar un poco por él en el barrio. No estoy prometiendo nada.-dijo Bullock no deseando sembrar falsas esperanzas en su consanguínea.

-Con eso es suficiente.-le dijo ella, al tiempo de abrazarlo fraternalmente. Más tarde, casi al amanecer, Bullock escoltó a su hermana hasta la iglesia de St. Pedro, el barrio estaba más decadente que la última vez que su labor como policía le había llevado ahí. Cuando Sally estuvo a salvo él regresó a la estación de policía, necesitaba la ayuda de su compañera Montoya para entrar a los registro computarizados. Estaba seguro de que sería un asunto rápido, sin sobresaltos ni sorpresas. No se dio cuenta de que alguien lo vigilaba, agazapado en la oscuridad de un callejón, vestía un traje barato de color negro con botonadura dorada y en una de sus solapas brillaba un distintivo en el cual podía leerse «los hijos de Chadhel». El espía emprendió la marcha detrás de Bollock, con la mano derecha oculta en el bolsillo de su saco donde una navaja de muelle esperaba el momento de actuar.

Tokio Japón. El presente:

Las agudas notas del violín era todo lo que se escuchaba en el interior de la casa de campo. En la cocina, Haruka Tenou lavaba los platos de la cena, algo que odiaba realmente, pero todo era mejor que quedarse en la sala y mirar a Michiru tocando el violín. No había nada más irritante para ella que ver a su amada sumida en ese éxtasis, lejos de ella, deslizándose de un lado a otro, como si danzara para un amo invisible que la seducía con una voz construida de gemidos y llantos, en un lenguaje que le era incomprensible. Haruka nunca admitiría ante nadie, ni aún ante si misma, lo celosa que se ponía cada vez que Michiru practicaba, era como si un amante invisible la arrebatara de su lado. Si, eso era el violín, un amante que podía enardecer la sangre de Michiru, llevándosela lejos sobre las alas de sus agudas notas, haciendo que su corazón palpitara a cada golpe del arco sobre las cuerdas.

Haruka lo sabía, o como lo sabía, muchas veces después de los conciertos Michiru le esperaba en los vestidores, impaciente, encendida de pasión por las notas del violín; entonces era cuando los celos la herían más, se sentía como un sustituto, como un paliativo que la diosa de Neptuno usaba para calmar las ansias que le había despertado su frío amante de madera vieja y cuerdas hechas de tripas de gato. Entonces la odiaba, pero la visión de sus ojos húmedos de deseo la atrapaban como la mítica red de Vulcano, y nada podía impedir que la tomara entre sus brazos, que la besara, que le diera todo su ser.

-Que cruel eres Michiru.-pensó mientras terminaba con el último plato. La música callo. Haruka sintió que un delicioso escalofrío le corría por la espalda y espero. Michiru entró en la cocina con una amplia sonrisa, fruto de su desliz con la música, y sin decir nada se sirvió un vaso de agua fresca.

-¿Qué te pareció?.-preguntó a su compañera antes de beber el vital líquido.

-Estuvo bien.-dijo Haruka sin demostrar el más mínimo entusiasmo.

-¿Solo bien?.-exclamó la princesa de Neptuno sintiéndose ofendida.-A veces pienso que no te importa lo que hago.-

-Sabes que si me importa.-replicó Haruka.- Es solo que no me siento capaz de juzgar tu arte. Es todo-

-¿Solo es eso?-interrogó Michiru acercándose a Haruka, quien de inmediato sintió una ola de calor emanando del cuerpo esbelto de la bella violinista.-¿De que tienes miedo Haruka?.¿Qué es lo que te hace huir cada vez que tomó el violín en mis manos?.-

-No se de que hablas.-replicó la princesa de Urano, maldiciendo la forma en que Michiru podía ver dentro de su alma. Las manos de la joven violinista se posaron sobre los pechos de Haruka, ocultos tras un apretado corpiño, acariciándolos suavemente. La chica rubia sintió arder sus mejillas, pero no se movió, solo se dejo hacer.

-Me voy a la cama.-dijo Michiru emprendiendo el camino hacia sus habitaciones. Haruka se quedó unos minutos más en la cocina, inmóvil, como si dudara del significado de las palabras de su amada. Al fin abandonó la cocina y lentamente subió las escaleras, en el camino pensó en lo sola que estaría la casa en unas horas. Hotaru, después de que Rini regresara a su tiempo, había aceptado estudiar en un internado y no la verían hasta las vacaciones, en cuanto a Setsuna, esta había alquilado un departamento en la ciudad, razones de trabajo les dijo, pero Haruka presentía que le incomodaba estar a solas con ellas.

Casi de puntitas la princesa de Urano llegó hasta la puerta de la recamara y, sigilosamente, la abrió. Michiru estaba tendida en la cama, desnuda como una diosa pagana esperando al héroe que le haga mujer, Haruka admiro su belleza, su cabellera verde como el mar se desparramaba libremente sobre la almohada, sus bellos ojos estaban cerrados dándole un aspecto de ensueño.

Los ojos de la princesa de Urano descendieron hasta el valle donde se alzaban los espléndidos senos de su amada, coronados de areolas rosadas, que se movían suavemente al compás de su respiración, luego miró su delicada y estrecha cintura y sus caderas firmes, las esbeltas y firmes piernas y por fin el índigo delta oculto entre sus blancos muslos.

Haruka entró en la habitación y se fue acercando hacia la cama. Todo su ser ardía en un fuego de pasión avivado por la visión de esa diosa de los mares. Delicadamente se arrodillo a un lado de la cama y posó su mano sobre la tersa piel, rozándola apenas, su calor era delicioso y el aroma que emanaba de ella era embriagador. Una sonrisa pícara apareció en el rostro de Haruka al darse cuenta de lo mucho que debía parecerse en ese instante al ficticio príncipe que había encontrado a la bella durmiente, aunque dudaba que aquella fuera la mitad de hermosa que su compañera. En todo caso, decidió «seguir con la argumento» y tomando entre sus brazos a Michiru depositó su mejor beso en sus labios carnosos.

Pronto sintió que los delicados brazos de su «bella durmiente» se cerraban en torno a su cuerpo, al tiempo que sus labios se abrían para permitir el paso de la ansiosa lengua del «príncipe encantado» que la despertaba de su sueño. Ambas bebieron la humedad de sus bocas mientras sus lenguas se entrelazaban como dos serpientes enfrascadas en un duelo mortal.

Haruka tuvo que separarse unos instantes de su amada para despojarse de la camisa, el corpiño y los pantalones que portaba. Desde la cama, Michiru admiro a su vez la belleza de su «príncipe» sus hombros eran un poco amplios para una chica, pero suaves como tiernas palomas, sus cintura estrecha y sus caderas amplias, sus torso estaba adornado con dos pechos pequeños, como los de una colegiala, que a veces parecían desaparecer dándole un aspecto masculino. En verdad no era raro que muchas chicas le tomaran por un varón, a veces ella misma lo creía, sobre todo con esos rasgos indefinidos, pero hermosos, que le adornaban el rostro, su cabello rubio y corto era otro detalle encantador.

Haruka volvió a su lado y nuevamente la beso, mientras sus manos firmes tomaban sus senos para oprimirlos con gentileza. Por largo tiempo solo estuvieron así, juntas, disfrutando el simple hecho de estar una en brazos de la otra. Sin embargo, la pasión de Haruka necesitaba más que eso para saciarse, y abandonando los labios de Michiru empezó a recorrer su delgado cuello, sus hombros y bajar finalmente hacia las montañas que le esperaban ansiosas.

-¡Aaaggggggg!… ¡Muuuuuu!..-gimió la princesa de Neptuno cuando los labios de Haruka se cerraron en torno a uno de sus pezones, el cual se endureció como la roca al tiempo que un profundo hormigueo le recorría todo el cuerpo. Haruka recorrió lentamente los generosos pechos de su amada, lamiendo cada tramo de su piel, degustando el sabor salino del sudor que brotaba por sus poros. Así la princesa de Urano besaba, lamía y mordisqueaba las carnes trémulas de Michiru, para luego seguir su camino a través de su abdomen, dedicándole unos momentos de atención al hueco del ombligo donde su lengua perforó un poco haciendo saltar a su presa.

-No por favor.-se quejo la princesa de Neptuno por la intrusión de su compañera en esa parte de su cuerpo, pero no hizo nada por apartarla. De todos modos, Haruka ya seguía su camino hacia su entrepierna, besando las ingles y los muslos tersos de Michiru, antes de hundir su cabeza rubia entre ellos para alcanzar su meta y posar sus labios sobre la vulva de su amada.

-¡Pronto!.. ¡Pronto!… ¡Hazlo como solo tu sabes Haruka!… ¡Tómame como tu sabes!.-gemía Michiru al tiempo que abría ampliamente las piernas para rendir su intimidad a su impetuosa compañera de armas. Esta dedico unos momentos a morder suavemente los abultados labios de la vulva, ocultos detrás de una espesura verdosa. Luego dejó que su lengua, ágil y hábil, penetrara entre ellos para tomar posesión de la vagina y hurgarla profundamente, para lamer los néctares que su amante le ofrecía como recompensa por su devoción. Haruka tomaba de esa fuente como si la vida le fuera en ello, pero también se daba tiempo para sentir como los néctares de Michiru resbalaban por su garganta. Por su parte la princesa de Neptuno acariciaba entre sus manos la cabeza de su amante, hundiendo sus dedos en el cabello rubio y sedoso la princesa de Urano.

-¡Sigue!.. ¡Sigue!… ¡No te detengas Haruka!…-tartajeo la bella artista.-¡Aaaaaaggg!… ¡Que me corroo!.-Estremeciéndose convulsivamente Michiru descargo a raudales su placer, inundando la boca ansiosa de Haruka. Pero esta, en lugar de detenerse, arremetió con más enjundia haciendo que su presa experimentara un nuevo orgasmo en pocos segundos. Después, sin esperar a que Michiru se recuperara, Haruka se tendió nuevamente sobre ella, incrustando su muslo derecho entre las piernas de su amada, la cual acomodo a su vez su muslo entre las piernas de Haruka, para poder frotar con su piel el ardiente botón de la princesa de Neptuno.

Eran dos fieras en celo que no estaban dispuestas a dar ni pedir cuartel. Michiru se desmadejó entre los brazos de Haruka, gozando del placer que solo su compañera podía darle, aceptando mansamente que aquella levantara una de sus piernas para apoyarla en su hombro, permitiendo así que sus vulvas se encontrara para comenzar a frotarse en un beso

Sáfico que las llevaría a ambas al más grande éxtasis. Sus clítoris se raspaban deliciosamente a cada embestida, mojando las blancas sábanas con sus derrames de placer.

-¡Ohhhhh!… ¡Haruka!.. ¡Haruka!…¡Te amo!..-gemía Michiru sintiendo la deliciosa muerte del orgasmo cernirse sobre ella.

-¡Si!… ¡Siii!… ¡Dilo fuerte!… ¡Dime que me amas!…-reclamo Haruka sintiendo la proximidad de su propio orgasmo.

-¡Te amo!.-grito Michiru mientras se meneaba hacia atrás y hacia delante para frotar sus pechos contra los de su compañera, al tiempo que sus uñas se hundían en la espalda de Haruka en una dolorosa caricia de pasión.

-¡Yo también te amo Michiri Kaiou!… ¡Te Amo!..-respondió Haruka apretando desesperadamente el cuerpo de la princesa de Neptuno contra su torso, frotando salvajemente su clítoris contra el de Michiru hasta que el cause se rompió y sus entrañas destilaron una lluvia de secreciones que mojaron sus piernas, dejándolas húmedas y tibias, mientras sus cuerpos temblaban a causa del placer que juntas habían alcanzado. Haruka se dejo caer sobre su amante y por un rato permaneció así, unida a la persona que daba sentido a su vida. Por su parte Michiru cerro los ojos y pensó en su próximo viaje a los Estados Unidos de América, debía partir al día siguiente, para estar presente en el Museo Metropolitano de Nueva York donde, junto con otros pintores, se montaría una exposición de arte japonés contemporáneo. Además tendría la oportunidad de tocar el violín ante la crema y nata de los artistas americanos durante la inauguración.

-Que cruel eres Michiru.-reclamo Haruka sacándola de sus pensamientos.-Me abandonas justo cuando creó tenerte más a mí lado.-

-Tonta.-dijo Michiru acomodándose entre los brazos de su amante.-Si estoy lamentando no tener alas para volar de regreso a tu lado apenas termine mi presentación.-

-No te vayas.-suplicó Haruka como solo una persona enamorada puede hacerlo, aún conociendo de ante mano la respuesta que ella le daría.

-Tengo que ir.-respondió Michiru con tristeza.

-Lo se. Pero tenía que pedírtelo.- Ambas princesas guardaron silencio y se fueron sumiendo en el delicioso sopor reservado a los amantes satisfechos. Por varias horas el silencio reino en la casa de campo, hasta que ella apareció, un sombra que se deslizaba de un lado a otro, frenética y astuta, reptando llegó hasta el lecho de las princesas y sopló sobre ellas. Haruka y Michiru se estremecieron intranquilas, pero de inmediato volvieron a caer en profundo sueño, que fácil sería matarlas en ese momento, pensó su visitante. Si no fuera por que eran piezas valiosas para su juego. Lentamente llegó hasta el tocador y tomo en su mano la delicada polvera de Michiru, lentamente la abrió y depósito en su interior un polvo blanco que se mezcló de inmediato con el talco.

-Ah, Urano.-dijo la sombra mirando hacia Haruka.-Amante de este cuerpo, esclava de esta alma. ¿Qué harías si supieras lo que ha de venir?.-

-Ahora todo está listo.-se dijo a sí misma colocando la polvera en su sitio.-Llego la hora.-sentenció al desaparecer.

Continuará…

Continúa la serie