Capítulo 3
- El padre de mi mejor amiga I
- El padre de mi mejor amiga II
- El padre de mi mejor amiga III
- El padre de mi mejor amiga IV
El padre de mi mejor amiga III
Resulta que ya habían pasado un par de semanas desde mi primera relación oral con Esteban y primera de mi vida, y yo estaba deseando repetir, volver a sentir su lengua caliente y húmeda recorrer mi cuerpo, sus lamidas en lo profundo de mi vagina, en mi clítoris, sus suaves mordiscos en mis labios externos y en mis pezones, sentir su verga entre mis manos, caliente, dura, palpitante de deseo, llenarme la boca con ese pedazo de su hombría, que me transmitía fuego a las paredes internas de mi boca y desde allí una corriente eléctrica a todo mi ser.
Lo deseaba con locura, pero sabía que allí en su casa era imposible.
Él aprovechaba cualquier momentito en que quedábamos solos en la piscina o en la casa para acariciarme el culo o darme un morreo.
Pero yo le decía, cuidado esteban, nos van a pillar. No quiero provocar un escándalo ni la ruptura de tu familia, porque quiero mucho a Leti.
El me decía, ya lo sé, pero no me puedo contener, te necesito. vale, dije yo pero porque no nos vemos en el centro, en algún lado, yo el lunes podría faltar al cole si tu me haces un certificado de enfermedad, y vernos en algún lado.
Vale, sabes que, me dijo, el lunes te vienes a las 9.30 por la clínica, llámame antes así te explico como haremos, vale?. OK contesté yo al tiempo que ya volvían al jardín su esposa y Leti, mi amiga del alma.
Pasamos el resto del día tonteando al sol, y yo no veía la hora de que terminara aquél fin de semana.
El lunes esperé que se fueran mis padres a su trabajo y lo llamé a su móvil. Hola amor, soy Lisa: Hola preciosa, mira vas a entrar en la clínica preguntando por mí. Te dirán si tenías cita y tu contestarás que sí, que tenías cita para un tratamiento de mesoterapia.
Como estos ttos son largos, más o menos 45 minutos, no se extrañarán de que estemos tanto tiempo en la consulta, y además mi enfermera el lunes no trabaja, así que no habrá problemas para estar solos. OK, dije yo en un ratito estoy allí.
Me duché y perfumé, como sé que a él le gusta, me peiné y me arreglé sin maquillaje alguno, porque no le gusta, además se suponía que iba a ver al médico y no de marcha. Ejem…
Me puse un topcito rojo muy mono de licra con una minifalda escocesa en tonos de rojo y blanco. Unas botitas cortas negras sobre calcetines rojos. Debajo llevaba una braguita tanga de encaje rojo muy sexy, a juego con el sujetador.
Mis piernas bronceadas no requerían calzas de nylon ni nada de eso, además hacía calor.
llegué a la clínica como a las diez de la mañana. pregunté por él y me hicieron pasar a una salita de espera muy mona.
A los cinco minutos salió él y me llamó: adelante señorita, tu eres la paciente de la meso verdad?. Sí Dr. contesté en voz alta.
Y pasé al interior de la consulta. Esteban cerró la puerta con el seguro, puso una música de fondo muy suave, pero suficientemente alta como para que de afuera no se escuchara nuestra «conversación», como hacía siempre, según me dijo.
Me arrojé a sus brazos y lo besé con pasión, y él a mí. Al instante sus manos exploraban mis nalgas por debajo de la falda. Estás hermosa me dijo , en un respiro de nuestro morreo. Y que bien hueles Lisa, mi amor.
Oh, papi, tenía tantas ganas de abrazarte, besarte y sentir tus caricias, no tienes idea del esfuerzo que me produce contenerme en tu casa.
Total que en instantes estaba yo solo con mis tanguitas rojas y nada más puesto y el me admiraba con la boca abierta como si fuera la primera vez que me veía casi desnuda.
Yo sentía mi chocho empapado de deseo. me alzó y me colocó sobre una camilla como las de ginecólogo, con estribos.
Apoyó mis pies en ellos y me besó los muslos y el pubis por encima de la braguita, aspirando mi olorcito y dándome el calor de sus labios.
Enseguida me quitó la tanguita y comenzó a recorrer toda mi zona erógena con sus labios y lengua. me daba un placer increíble que llegó al máximo cuando tomo suavemente con los dientes el clítoris, que ya estaba duro y caliente, y mojado con su saliva, y allí tuve mi primer orgasmo de la mañana, arqueando mi cuerpo en el aire, dejando apoyada solo mi cabeza y los pies en la camilla, pegando mi pelvis a su cara.
Sonriendo se levantó y se bajó el pantalón del pijama sanitario y su slip. La parte de arriba se la había quitado yo al entrar porque me encanta acariciar los pelillos de su pecho.
Su verga prometía darme muchísimo placer, ya que estaba enhiesta como una estaca, pero muchísimo más gruesa, y se la veía roja y morcillona, con su glande casi morado y una gotita de presemen en la punta de su agujerito.
Era de lo más erotizante aquella visión.
Yo estiré mis manos y la cogí con ellas empezando a subir y bajar por su tronco hasta sus cojones, tan calentitos, suaves y pesados (cargaditos de su juguito?). Mientras yo acariciaba su polla dura y caliente, suave y deliciosa, el besaba mis muslos, los lamía con fruición.
Entonces pasó sus manos por debajo mío y cogiéndome de las nalguitas me levantó en el aire y agachó su cabeza para besarme y lamerme el culito.
Que delicioso se sentía. OOOHHHH esteban, que rico, papito, dame más de tu lengua, así, asiiiiii!.
De allí, luego de un rato de chuparme el culito y forzar su lengua por mi esfínter, cosa que me hizo estremecer de placer, pasó de nuevo a chupar mi vagina , mis labios que mordía suavemente, produciéndome una corriente eléctrica en todo el cuerpo, y enseguida aprovechando la lubricación de mi anito, me metió con suavidad un dedo.
Pegué un respingo pero me gustó la sensación de ser penetrada por una parte de mi hombre.
Lo metía y sacaba despacito dándome muchísimo placer, mientras seguía comiéndose mis jugos que en ese momento brotaban a raudales, ya que me había vuelto a correr sobre su cara. el se relamía y seguí con su faena bucal y dedil.
Mis jugos y su saliva contibuían a lubricar sus dedos. Sí han leído bien, «sus dedos» ya que para entonces eran dos los deliciosos invasores de mi intimidad posterior.
Yo creía morir de placer. te duele chiquita, me dijo. No por dios sigue haciéndolo que me estás enloqueciendo de placer.
Sabes que pasa me dijo mientras seguía con el movimiento de sus dedos y yo no lograba comprender mucho lo que me decía ya que estaba en el cielo gozando sus dedos y su boca.
Es que no me di cuenta de que no tengo condones, y es mucho riesgo follarte sin ellos, ya que si mal no recuerdo hace dos semanas tuviste la regla, el día antes de nuestra primera relación.
Sí papi pero no me importa, por favor quiero ser tuya, quiero ser mujer al fin, que me desvirgues.
Si tesoro pero no podemos en estas circunstancias, y además me gustaría que el lugar de tu desfloración (yo nunca había escuchado ese término) fuera en un sitio más romántico y cómodo, tu te lo mereces, Gracias papi pero no me irás a dejar con las ganas, no es cierto.
No preciosa por eso estoy masajeando tu culito, te voy a follar por él para darte el gusto de sentirme adentro tuyo. Y mientras yo trataba de asimilar aquello, seguía dándome lengua en la vagina y clítoris y dedos (ahora ya eran tres ) en el culito.
El placer era tan intenso, la sensación de mi esfínter apretando sus dedos, y su lengua acariciando mis partes, que no calibré sus palabras.
Estaba en el limbo. Cuando de pronto se levantó y sentí su capullo duro e hirviente apoyarse entre mis nalgas y presionar mi ano tratando de abrir mi esfínter.
No, eso no papito me va a doler muchísimo, la tienes enorme, no va a entrar sin rajarme toda, por favor. Tranquila chiquilla, iremos de a poco, verás como te gustará y lo disfrutarás, relájate, no duele más que la primera vez por delante, y enseguida se convierte ese dolor en placer, ya verás, confía en mí.
Confío en ti Esteban, pero tengo miedo. No hay porque tenerlo.
Disfruta el contacto. Y vaya si yo lo disfrutaba.
Su verga caliente con su tronco separando mis prietas nalgas y su glande presionando mi ano que palpitaba de deseo y miedo mezclados, mientras él acariciaba mi vientre y mi clítoris y lamía mis pantorrillas apoyadas sobre sus hombros, me estaban poniendo a diez mil por hora.
Yo no paraba de jadear y gemir, y de a ratos lanzaba algún grito de dolor, hasta que de pronto sentí un dolor intenso y enseguida el calor de su polla inundó mi recto.
Había entrado, me había traspasado el esfínter, que ahora palpitaba mucho más rápido y con más fuerza sobre su tronco.
Me quemaba, ardía por dentro, sentía el calor de su inmensa polla irradiarse a las paredes de mis intestinos. Era un dolor placentero, más cerca del placer que del sufrimiento.
No sabía muy bien lo que debía hacer, una sensación de desasosiego me recorría el cuerpo. gemía, bramaba, suspiraba, sudaba a mares, mi coño chorreaba flujo que caía sobre mis nalgas y su polla, le gritaba que la sacara, que la metiera más adentro, que se quedara quieto, que se moviera más fuerte. en fin no sabía lo que hacía y decía, Solo sentía muchísimo placer mezclado con algo de dolor.
Él seguí penetrando la profundidad de mi recto, hasta que sentí sus cojones en mis nalgas y su vientre contra mi pubis. Quería más, quería que me traspasara con su lanza, quería sentirlo para siempre adentro mío.
Que maravilla, dios. Con mis manos lo tomé de sus nalgas y empujaba hacia él para sentirlo más adentro. Mi vagina se contraía a mil revoluciones por minuto, mi esfínter palpitaba a otras tantas.
Sentía su verga hincharse más y más hasta que estallamos los dos juntos en un orgasmo intensísimo, que a mi me duro varios minutos mientras él llenaba mi culo de semen caliente, que a chorretones pegaba contra mis paredes internas.
Seguíamos el vaivén del mete saca al unísono profundizando la penetración ya que el seguía erecto como si recien empezáramos y yo necesitaba más, maaaas, ohhh, siiiii, papi, sigue, más, maaaaaaás!!! Ahhhhhhhhhhh, me corro de nuevo, siiiiiiiiiii! y entonces me incorporé y abrazando su cintura con mis piernas me colgué de su cuello y lo bese con locura en sus labios sin dejar que la polla apretada por mi esfínter se saliera de mi cueva posterior, pero subía y bajaba por ella impulsándome de su cuello con mis manos.
En esa posición estaba a punto de correrse, cosa que supe por sus gemidos y bufidos y las contracciones de su polla en mi culo.
Me bajé al instante sacándome la polla del culo y arrodillándome ante él la tome con mis labios mientras apretaba sus nalgas y recibí su nueva corrida, tan abundante como la otra en toda mi boca, que degusté como el manjar más exquisito, saboreando mientras bajaba por mi garganta su semen.
Seguí chupando su deliciosa polla hasta que ya no salía ni una gota más y se la dejé limpita, sintiendo como se iba aflojando su dureza entre mis labios.
Quedamos agotados, pero satisfechos.
Relamí mis labios.
Fue maravilloso.
Mi primer sesión de sexo anal había sido sencillamente exquisita, divina, aunque faltaba mi «desfloración», que quedaría para mejor oportunidad, y que cuando ocurra se los contaré con lujo de detalles.