Simplemente natural II
Capítulo 2
Muchas veces es difícil definir la sensualidad que despierta en el ser humano tan sólo el aroma del otro, las fragancias recorren el aire y llegan al interior del alma. Octavio es un ser que despierta los más bajos instintos, esos que prevalecen dormidos por el temor a la sociedad, la inmoralidad y la «normalidad». Su cuerpo esbelto, esos ojos almendrados y su piel morena en verdad me trastornaron, con gusto hubiese dejado toda la moralidad y habría hecho gala de esa espontaneidad que tanto debo ocultar para que mi comportamiento sea el de una dama, fascinada habría besado esos labios carmesíes para dar muestra a lo agitado de mí corazón en esos instantes y a lo húmedo de mi ser.
Mientras cenábamos con tía Ana pensaba en todo lo que me había ocurrido las últimas 24 horas, en verdad mi reacción ante el capataz fue tan fría, que lo ocurrido tan sólo la noche anterior era algo sin importancia, todo el placer proporcionado habría quedado allí en el pasado. Me cuestionaba mi comportamiento, qué me estaría pasando.
Chiquilla por Dios, ya estás en la luna, come que se te enfriará – dijo tía Ana.
Por unos momentos pensé en decirle que lo menos que pasaría sería el enfriamiento de lo que muy pronto me serviría.
Cuando me disponía a arreglarme para mi cita con Octavio suena mi teléfono celular, era mi novio preguntando cómo estaba y cuándo volvería. La verdad decidimos tomarnos un tiempo, hace mucho ambos estamos envueltos en nuestro trabajo que el tiempo juntos se había vuelto insoportable, entre peleas, discusiones ya no nos dábamos tiempo para escucharnos el uno al otro, ambos nos queremos pero debíamos saber que era realmente los que nos mantenía unidos esa fue una de las razones por las que decidí estar «sola».
Octavio era un hombre puntual, dicho y hecho nos encontrábamos en un excéntrico bar sirviéndonos un trago. Hablamos de todo, su carrera estaba a punto de terminarla, no tenía novia aunque me imaginaba que las jovenzuelas debían de estar a la orden del día dentro de su alimentación ya que un hombre como ese es digno de ser deseado. Pasadas unas horas fuimos a bailar, todo iba muy bien hasta que la música cambió de toque, esos ritmos lentos le dan sensualidad y agitan hasta al más frío.
No recuerdo la canción, la verdad no me interesa, pero recuerdo notablemente sus manos por mi espalda y las mías alrededor de su cuello, mmmm qué hombre, qué aroma, qué suavidad. Con sus dedos recorría lentamente desde mi cintura hasta el borde de mis jeans, comencé a dar ligeros gemidos complacida por sus caricias, él me apretó junto así y sentí la dureza de su miembro que apresuré a acariciar, era mi oportunidad de otra noche de goce y disfrute.
Salimos apresurados entre risas y algo mareados, nos subimos a su jeep y me llevó a casa de sus padres, estos no se encontraban, me tomó en sus brazos mientras nos besábamos apasionadamente. Cómo describir el sabor de su lengua, la delicadeza de sus manos, me entregué a sus caricias sobre el sofá.
Eres deliciosa, delicada como una rosa, he de tomarte con la dulzura de una flor para que no pierdas la belleza – decía.
Qué hombre más romántico me imaginaba, comparaba la rudeza de la noche anterior con el romanticismo y ternura que ahora se me presentaba.
Sus manos se fueron a mi cuello el que con suma delicadeza acarició y besó suavemente, qué delicia. Nos miramos a los ojos totalmente encendidos, mi ardiente deseo era evidente y además no deseaba ocultarlo, sacó mi polera quedando mi pecho al descubierto.
Qué delicia amor, no usas sostén, qué bellos senos y esos pezones se ven exquisitos. – dijo.
¡Esta noche no! Además deseaba ese efecto en ti, noté cómo tu mirada se desvió hacia ellos tras mi polera blanca – dije mirándolo pícaramente.
Me incorporé dejando que mis senos quedaran frente a su cara, él arrodillado los besó, mordisqueó, sin dejar atrás su delicadeza. Desabotoné su camisa juntando luego su pecho con el mío. Posterior saqué sus pantalones y él los míos, yo llevaba un collales.
Su miembro rígido erguido brillaba frente a mí, era bellísimo en su punta brillaba una gota anunciando su excitación, lo saboreé como nunca acariciando sus testículos, estos se hinchaban y me regocijaba pensando en que su delicioso contenido pronto lo tendría en mi vientre.
Mi lubricación era extrema, Octavio pasaba su mano por mi vagina y pronto sacó lo poco de ropa que me quedaba quedando ambos desnudos. Besó mis piernas, hasta mis pies.
Posó su pene entre mis piernas y me penetró poco a poco, entre gemidos, era delicioso escucharlo gemir y gritar de placer, muchos hombres se reservan ese bello placer callando.
Nuestro goce fue mutuo, ambos disfrutábamos cada momento cada movimiento y acabamos a la par.
Tras unos momentos me retiré a la sala de baño, me di una ducha y pensé. En verdad era un hombre exquisito, me paré en la puerta y lo miraba mientras él dormía. Tanta fuerza que refleja y en verdad es tan delicado en el sexo. Necesitaba de más, nuevamente sentí calor en mi ser, un calor que no se describe con palabras que quema las entrañas que desea más.
Salí a la terraza y absorbí todo el aire frío del amanecer por mis pulmones, sentí que unas gotas corrían entre mis piernas, comencé a mojarme tan sólo con observarlo. Me senté al borde de la cama, recorrí sus hombros con mis dedos, mordisqueé su pecho mientras permanecía en reposo, bajé entre besos y saboreando con mi lengua hasta su sexo, nuevamente me lo llevé al fondo de mi boca succionando con delicadeza para proseguir con rudeza.
Me paré y me dirigí a mi bolso, saqué una pañoleta que siempre traigo, es de seda roja, tomé sus manos y las até a la parte superior de la cama, él abrió sus ojos se daba cuenta de lo que hacía pero me seguía el juego.
Qué haces – murmuró con voz somnolienta.
¿Tú qué crees? – atiné a murmurarle cálidamente al oído.
Rápidamente corrí la ropa de cama hacia atrás y me monté sobre él. Su erección fue inmediata y entre movimientos intentó penetrarme.
No cariño, esta vez seré yo quien te haga sentir y serás tú quien deseará hasta más no poder, la desesperación por no tener lo que se desea es un placer masoquista que el ser humano persigue aún sin querer- dije- serás verdaderamente mío y consumaré una y mil fechorías que te harán sentir en el Olimpo.
Cerré su boca con un beso, lamiendo sus labios y mordiéndolos sin dejar que me besara, para cerrar su boca con un pañuelo.
Mis manos delgadas y de largas uñas comenzaron el trabajo, arañé lentamente su pecho. Con un hielo endurecí sus tetillas enfriándolas para luego calentarlas con mi lengua. Acaricié con ellas los costados de su cuerpo primero lentamente haciéndolo gemir y luego marcándolo haciéndolo gritar, pero sus gritos eran ahogados por el pañuelo que cubría su boca.
Tomé sus nalgas elevándolas y penetrando mi boca con su sexo, con suaves movimientos y luego bruscos, entrándolo y sacándolo. En verdad pensé que enloquecería mi interior lo deseaba intensamente pero quería hacerlo sentir y eso fue más fuerte que mis deseos de mujer.
Sus gemidos comenzaron a ser más fuertes, su pecho se agitaba cada vez más rápido, noté que se iba a venir y decidí parar lentamente.
Quité el pañuelo de su boca y muy agitado no paraba de decirme lo cruel que era, que se estaba volviendo loco.
Caminé a la cocina, abrí el refrigerador y saqué una deliciosa crema batida y frutillas, qué fruto más sexy es aquel, con su tono rojo y húmedo, ese dulzor ácido, le da el toque a todo lo que planeaba.
Me dirigí a la cama donde la víctima esperaba desesperada su tormento, cogí una de las deliciosas frutas que llevaba y humedecí sus labios permitiéndole extraer un pequeño mordisco, con el resto de ella humedecí su cuello, su barbilla para saborear con mi lengua y labios su delicioso sabor. También lo hice con su pecho, la entrepierna y esas bellas bolas tan llenas de la deliciosa leche que pronto sería mi premio a la tortura que aplicaba, para ese entonces su miembro habría aumentado fácilmente al doble, se veía reluciente, hinchado, rojo delicioso,… calma me dije.
Por favor déjame penetrarte no doy más voy a explotar si no te tengo – gritaba.
Sonreí maliciosamente. Estaba logrando lo que deseaba, de ese tierno hombre ahora estaba creando un excitado ejemplar dispuesto a devorarme si lograba liberarse, eso me gustaba.
Monté sobre él jugando con su miembro alrededor de mi vagina, metí su cabeza a mi ardiente vientre y realicé algunos movimientos circulares, que lo excitaron aún más, Octavio intentaba por todos los medios incorporarse y penetrarme pero no lo lograba.
¡Maldita, te voy a dar hasta por las orejas si no me desatas ya! – gritaba.
Puse crema en mis senos y los llevé a su boca… ahora sus caricias no eran suaves sino que engullían mis senos y devoraba mis pezones era exquisito sentir su desesperación, gozaba imaginando que su descarga seminal sería infernal y llenaría mi matriz de su cándido ser.
Me dirigí a su sexo poniendo el mío en su boca, penetró toda su lengua tan exquisita que me fui en su boca, le hice sentir cómo acababa y yo succioné su miembro al punto de su casi eyaculación… me aparté… u grito parecía de horror ahora sus bellos ojos almendrados eran ojos rojos de desesperación, rompió sus ataduras y se fue hacia mi como un energúmeno me penetró fuertemente que casi me desgarra, el dolor se mezcló con placer y tras unas cuantas embestidas se vino a mí como un toro enfurecido cayendo luego a mis pies.
Es indescriptible el placer que sentí aquella noche, me retiré entre las penumbras de la casa dejando a Octavio rendido en la cama.
La luz del día acompañó mis pasos a casa de tía Ana el caminar me hizo bien despejó mi mente, el aire puro me tranquilizó, me dirigí a las caballerizas y entre las rendijas vi a Pedro sacando uno de los potros para comenzar su trabajo diario.
Buenos días qué tal ha amanecido – dije – es un bello día.
Bajó de su caballo me miró fríamente, pasó su mano agresivamente por mi cintura y llevó mi boca a la suya.
Creo que el Sr. Octavio le ha dado una noche de placer, pero sé que volverá a pedirme estar con usted – mencionó, montando raudamente en su caballo y dejándome estupefacta.
Me dirigí a casa de tía Ana ahora dispuesta a pasar el bello día en la cama, pero esta vez durmiendo. Quería un descanso, aún sentía en mi vientre la mezcla de los jugos primero de Pedro y ahora de Octavio. ¿Realmente valía la pena lo que estaba haciendo?, Acaso la naturaleza era tan capaz de despertar estos instintos más que humanos animales o es que esta sociedad hace que nos sintamos así de culpables y quizá sucios por disfrutar del placer carnal que muchas veces la iglesia juzga de satánico.
Mi mente deambulaba mientras me recostaba en aquella tibia cama, tía Ana no preguntó nada, era una vieja pícara y nada tonta, sabía que yo no era ya una niña sino una mujer. Cerré mis ojos y sentí como a hurtadillas entró y dejó un vaso de rica leche tibia y un delicioso vaso de jugo de naranjas recién exprimido sobre la mesita que adornaba mi cuarto.
Pensé en mi vida citadina y en lo que me había esforzado por tener, mi vida era perfecta, un trabajo en una gran empresa, colegas dispuestos a ayudar y trabajar fuertemente en equipo, y un novio con un buen puesto laboral y deseoso de formalizar… pero esa vida perdía importancia cuando pensaba que recién ahora disfrutaba de esos placeres que muchas veces habían sido tan solo fruta prohibida y con grandes palabras denominadas «Pecado», la verdad llegué a la conclusión que el disfrute, el goce pasa por sobre toda las leyes morales, siendo uno mismo dejándose llevar y disfrutar cada momento, el sentirse VIVO. Bueno ahora sólo deseaba dormir y después pensar.