Capítulo 3

Tiempo perdido III

Los relatos resultaron ser una buena terapia para mis ansias de follarme a mi madre.

Durante todo el mes de agosto permanecimos en el chalet y las situaciones de tensión sexual entre mi madre y yo que describí en mi primer relato, se repitieron.

Hubo dos días más en los que mi madre me solicitó como masajista y numerosas ocasiones en las que me deleitó con sus famosos topless en la piscina.

Todos esos instantes de máximo deseo y que tanto me costaba controlar para no abalanzarme sobre ella, fueron calmados por feroces pajas leyendo los relatos que yo mismo había escrito.

Fue un mes de una actividad sexual frenética, aunque más bien diría de una actividad onanista. Pero lo cierto es que creía haber encontrado el bálsamo perfecto en esas narraciones, un punto donde podía desearla sin cometer una locura.

En septiembre volvimos a Madrid, mis padres a sus trabajos y mi hermana y yo a disfrutar de un mes más de vacaciones hasta el comienzo de las clases.

En el piso de Madrid tuve la oportunidad de estar solo bastante a menudo.

Mis padres llegaban entrada la tarde y mi hermana preparaba sus exámenes en la biblioteca de modo que yo gozaba de bastante intimidad. Intimidad que aprovechaba para masturbarme viendo el vídeo de mamá, para escribir nuevos relatos, para rebuscar entre su ropa…

En aquellos días tuve momentos en que estaba seguro de haberme vuelto loco.

Si no, era imposible explicar que estuviese dispuesto a llevar a la realidad mi más atrevida fantasía.

Creo que hubo un momento en el que descubrí que, efectivamente, el deseo por mi madre era tan real como el deseo por cualquier mujer y que si la oportunidad de follar con ella se presentaba no iba a desperdiciarla porque fuese mi madre, al revés, por eso mismo, pensaba aprovecharla.

No era mi mejor fantasía, era mi deseo más anhelado.

Cuando empezaron las clases, todo se suavizó un poco.

Tenía otros intereses, otras ocupaciones y la idea de follarme a mi madre ya no era tan obsesiva, aunque seguía ahí.

Poco a poco me fui convenciendo de que ya había tocado techo, que el máximo grado de relación sexual que tendría con ella, serían aquellas pajas leyendo aquellos relatos y los masajes con un claro contenido sexual que cada vez más esporádicamente, le daba.

Así transcurrió el mes de octubre y casi todo el de noviembre y se llegó al día que pretendo contaros, el 23 de noviembre de 1989.

Como hice en el primer relato, creo que es mejor que leáis lo que aquella madrugada escribí en mi diario.

Una última cosa. He recibido un mail recordándome que no me he descrito físicamente ni a mi madre tampoco.

Como en este tipo de relatos es importante saber como es el físico de cada uno, pues allá va.

Por supuesto, son las descripciones de cómo éramos mi madre y yo por aquel entonces.

Yo medía (mido) 1.81, pelo castaño oscuro y corto, ojos marrones. Entonces estaba algo delgado pero con falta de musculatura, el deporte nunca fue una de mis pasiones, no practicarlo.

Mi desnudo era normal para un chico de mi edad.

No era ni guapo ni feo, normal. No tenía un éxito apabullante con las mujeres pero tampoco se puede decir que no me comiera un rosco.

Supongo que debía tener mi punto para las chicas con las que me enrollé. Mi polla es normal, en la media, 17 centímetros y no soy muy peludo, sólo en las piernas tengo algo más de vello pero nada más.

En cuanto a mi madre, procuraré limitarme a datos objetivos aunque queda claro que a mi me parecía una mujer muy, muy atractiva.

La más apetecible del mundo. Medía (mide) 1.68, por aquel entonces llevaba el pelo un poco más largo de la media melena con su color natural, el castaño claro. Sus ojos son marrones.

A sus cuarenta y cuatro años parecía haber hecho un pacto con el diablo y su cuerpo no acusaba el paso del tiempo en la misma medida que el de la mayoría de las mujeres de su quinta aparentando seis o siete años menos.

Sólo sus caderas resultaban un poco más rotundas de lo que era mi ideal. Sus tetas eran bastante bonitas, aún firmes, con unos pezones pequeños y oscuros, sin ser excesivamente grandes poseían un buen tamaño.

Una talla 95, copa D, como averigüe una tarde que fuimos a comprar ropa interior.

Desde luego eran la parte más apetecible y atractiva de su anatomía. Su tripa no era lisa del todo pero no estaba hinchada como es común a tantas mujeres de esa edad.

De sus caderas, sus piernas y su culo ya he hablado y de su coño, decir que, a veces era un matojo de pelos negros (como el día de la ducha) y a veces lo llevaba perfectamente rasurado (en el vídeo).

Mi madre era una mujer de 44 años bien llevados que aglutinaba miradas de hombres de esa edad atraídos por su sensualidad.

23 de noviembre.

Hoy es el primer día del resto de mi vida. Hoy, 23 de noviembre, es el día más importante de mi vida, hoy he vuelto a nacer.

Son las 3 de la mañana y me he levantado a escribir esto porque no podía dormir. Estaba muy excitado, demasiado para poder coger el sueño. Quiero compartir esto contigo y quiero escribirlo para no olvidarlo jamás.

Hasta media tarde ha sido un día vulgar, un día rutinario. He ido a clase, he vuelto, he comido, he dado una cabezada, me he puesto a estudiar…

Montse se ha marchado a casa de Eva después de comer y pasadas las seis ha llegado mamá. Nos hemos saludado como siempre, hemos comentado como nos había ido el día y ella me ha preguntado por Montse.

Le he dicho donde estaba y que llegaría tarde y ella me ha contado que papá también iba a llegar un poco más tarde. Luego yo he vuelto a la habitación a terminar de leerme los apuntes y mamá se ha ido a cambiar de ropa. Como al cuarto de hora ha llamado a mi puerta.

-¿Estás muy liado?.

-Bueno, no, la verdad es que ahora no estoy haciendo nada. ¿Por qué?.

-Porque me dieras un masaje, es que estoy rota.

-Si, claro –en ese momento he empezado a sentir una ligera excitación. En un par de minutos mamá estaría desnuda sobre la cama mientras yo la masajeaba y he dado por seguro que tendría que hacerme una paja inmediatamente después. Además hacía más de un mes que no veía a mamá desnuda y empezaba a olvidar ciertos detalles, como el lunar que tiene en la parte baja de la espalda. Le he pedido que se preparase mientras yo recogía mis apuntes y cuando he llegado a su dormitorio ya estaba totalmente desnuda, tumbada boca abajo y con la toalla de rigor sobre el culo. «Que bien te sabes la lección ya» he bromeado. Mamá ha sonreído y unos segundos después ya estábamos liados con el masaje. Ha sido un masaje normal, como otros. Es decir, la he tocado, ella se ha relajado, yo me he excitado, he deseado follarla, me he controlado y cuando me he dado cuenta, habíamos terminado. La he dejado sola con la excusa de irme a duchar y ella me ha dado un beso de madre y me ha dicho que se iba a vestir.

Cuando estaba en el baño, preparándome para darme una buena paja antes de ducharme, he caído, no se en que estaría pensando, que no había oído a mamá salir de su cuarto.

Creo que llevado por un impulso fantasioso, he imaginado que estaría haciendo algo de contenido sexual.

Por eso he hecho como si todo estuviese preparado, incluso he dado una voz recordándola que estaba en la ducha.

Después he salido muy en silencio dejando correr el agua y me he deslizado hasta la puerta de su habitación… y en ese momento ha cambiado mi vida. Mamá estaba aún desnuda, todavía tumbada sobre la cama… masturbándose.

Tenía las piernas semiabiertas y sus dos manos frotaban al unísono su coño. Sus tetas parecían de mármol con los pezones duros y oscuros.

Sus ojos estaban cerrados y su cara reflejaba la concentración y la excitación del momento. Mamá estaba muy caliente.

Y a mi me ha puesto a cien. He empezado a tocarme la polla por encima del pantalón, estaba dispuesto a hacerme una paja allí mismo si mamá seguía con su número aprovechando que no me veía.

Y estaba a punto de sacarme el rabo cuando de la boca de mi madre, han salido las palabras que han cambiado mi vida.

Como un susurro, entre gemidos la he oído decir «si, Jose, hijo, que gusto, oh, que bien».

En ese momento, el corazón se me ha puesto a mil y cuando he reaccionado, me he ido al salón. ¿Qué significaba eso?.

Parecía obvio que mi madre se masturbaba pensando en mi. Eso era evidente. Pero ¿por qué?. Y sobre todo, la pregunta que me acosaba era saber si sólo era una fantasía como yo con ella al principio, o de verdad me deseaba, como yo en ese momento.

No sabía que hacer pero estaba seguro que aquella era la oportunidad que tanto tiempo llevaba esperando y que la aprovechaba o no volvería a gozar de un momento así.

Ahí ha sido cuando he decidido que sólo tenía dos opciones: o entrar en ese mismo momento en la habitación de mamá y ver que pasaba cuando ella descubriese que yo sabía que pronunciaba mi nombre entre gemidos mientras se acariciaba el coño, o esperar a un momento menos comprometido y hablarlo con ella más tranquilamente, por ejemplo, los dos vestidos.

He vuelto al pasillo pensando en quedarme en la puerta de su dormitorio tomando una decisión.

Y en el momento en que lo he hecho, en el momento en que he llegado justo a la puerta de su cuarto, la puerta se ha abierto y ha salido mamá, vestida con su pijama de hombre.

Se ha asustado, yo también. Nos hemos mirados tres segundos en silencio. Ella ha mirado hacia la puerta del baño donde el agua seguía corriendo. Luego me ha mirado. Ha comprendido.

-¿Cuánto tiempo llevas aquí? –quería saber si la había visto masturbarse. Si la había oído pronunciar mi nombre, si sabía que me deseaba. Yo he dudado entre varias respuestas. «Cinco minutos», «el suficiente» o «bastante». Y entonces, todo el deseo de estos meses, todas las pajas hechas pensando en mamá, todas las ganas de poseerla, han podido más que mi sentido de la responsabilidad y que mi cerebro. Sin brusquedad, he cogido su cara entre mis mano y me he inclinado sobre ella para besarla en la boca. Mamá ha dudado unos segundos, no más de cinco, sus manos caídas a los lados de su cuerpo, han actuado y se han posado en mi nuca y entonces mamá y yo nos hemos fundido en un beso de los de película. Mi polla ha alcanzado su máximo tamaño, ha asomado por encima del slip, cuando he sentido la lengua de mamá recorrer mi boca, cuando he probado el sabor de sus labios. Han sido dos minutos en los que mis manos han acariciado sus espalda y por fin he tenido sus nalgas, su precioso culo, entre ellas. Mamá se ha separado de mi y me ha cogido la cara como yo había hecho con ella.

-Hijo – ha sido lo único que ha dicho. Yo la he tomado de la mano y con un escueto «ven», la he llevado a mi cuarto. Nos hemos quedado de pie, junto a mi cama. Mirándonos. Los dos sabíamos que estábamos a punto de cruzar una línea que no se podía cruzar de nuevo, que íbamos a hacer algo de lo que podíamos arrepentirnos pero jamás olvidarnos. Y en ese momento, lo único que deseábamos saber era si el otro estaba seguro.

He estirado mis manos y he desabrochado el primer botón de su pijama.

Mamá me ha retirado las manos, me ha empujado levemente para que me sentase en la cama y después ha comenzado a desabrocharse ella toda la chaqueta, botón a botón, muy despacio.

Su pecho desnudo ha comenzado a aparecer y he comprobado que no llevaba sujetador. Se ha desecho de la chaqueta tirándola al suelo y luego, con la misma sensual lentitud se ha ido bajando los pantalones.

Tampoco llevaba bragas. Mamá estaba desnuda delante de mi. Otra vez. Pero esta vez no era para que la diera ningún masaje. Esta vez íbamos a hacer el amor. Íbamos a joder. A follar.

Se ha inclinado sobre mi y ha vuelto a besarme en la boca. Yo me había quitado la camiseta y sólo llevaba puestos los pantalones de fútbol que uso para dormir.

-Te voy a hacer muy feliz, mi amor, muy feliz. Voy a hacer que te mueras de gusto –me ha susurrado al oído. Entonces se ha arrodillado delante de mí, me ha mirado con una sonrisa lujuriosa y después ha empezado a acariciarme la polla por encima del pantalón para, unos segundos después sacarla de su prisión. Ha vuelto a mirarme e inmediatamente me ha dado tres pequeños lametones, casi toques, con la punta de su lengua, en la punta del capullo. El resto de la polla la tenía sujeta con su mano derecha y al recibir el tercer lametón, un chorro de semen ha salido disparado contra su rostro, el suelo y la cama. Yo me he puesto muy nervioso.

-Mama, yo… lo siento… es que… –ella ha sonreído y se ha limpiado el semen con la mano para luego chupársela lujuriosamente.

-¿Ves?, no pasa nada. Esta bien, cielo, está bien –se ha incorporado y ha vuelto a la cama conmigo. Primero se ha sentado a horcajadas sobre mi, nos hemos besado y magreado durante unos segundos, luego hemos caído sobre la cama, los dos tumbados, ella sobre mi.

-Llevaba tanto tiempo deseando esto… –he suspirado entre beso y beso.

-¿Si?, cuanto tiempo. Dime, cuanto tiempo hace que me quieres follar, eh, hijo, cuanto hace que deseas a mamá –me ha dicho ella incorporándose, quedándose sentada sobre mi estómago.

-Demasiado, mamá, hace mucho que te quiero joder –la he mirado y he sabido que a ella también le producía mucha excitación saber que era con su hijo con quien estaba haciendo aquello, que también disfrutaba como yo del incesto.

Entonces he deslizado mi mano por mi vientre hasta situarla debajo de ella, hasta tenerla pegada a su coño.

Mamá se ha estremecido y se ha inclinado sobre mi a besarme dándome más maniobrabilidad con su rajita.

Le he metido tres dedos en el coño y he empezado a masturbarla mientras nos morreábamos.

Mi mano estaba acariciando su clítoris, como ponía en mi relato, estaba tocando a mamá en sitios prohibidos, allí donde un hijo jamás toca a una madre.

He pasado la otra mano por su espalda y he buscado el agujero de su culo para meterle dos dedos.

He estado masturbando a mamá al menos tres minutos, sin dejar de besarnos, hasta que ella se ha corrido.

Ha gemido y ha lanzado unos suspiros de placer antes de volver a tumbarse completamente sobre mí.

Nos hemos abrazado y yo me he quedado encima suya. La he empezado a besar en el cuello y en seguida me he bajado a las tetas porque estaba deseando comerla los pezones.

He agarrado una de ellas con la mano y he empezado a dar lametones a su aureola, pequeños y en círculo, para que mamá se estremeciese. Se le han puesto enormes y durísimos y ha seguido gimiendo.

-Oh, si, mi amor, si, cómemelas, cómeme las tetas como cuando eras un bebé, hijo, cómele a mamá las tetas así –la petición me ha excitado y me he lanzado a una frenética mamada de los pezones de mamá. Tenía las tetas sujetas con mis manos y la boca llena de su pecho, lamiendo con ansias su pezón, sorbiéndolo. Me he cambiado de teta y he sentido como mamá me empujaba la cabeza hacia abajo, quería que le trabajase otra parte de su cuerpo con la lengua.

-Espera, espera –me ha dicho. Entonces ha hecho que me pusiese nuevamente boca arriba y ella se ha colocado encima mía de forma que su coño quedaba justo encima de mi cara. Aunque había metido los dedos, aunque había masturbado a mamá, no había tenido tan cerca en ningún momento aquella parte que constituía el fin de todos mis deseos y fantasías.

He colocado mis manos en sus nalgas y con la lengua he empezado a comerle el coño a mamá.

Trabajando el clítoris, lamiendo los labios, metiendo la lengua hasta donde me era posible. Mis manos no se separaban de sus nalgas y mamá ha empezado a gemir bastante alto.

-Ooooh, si, si, siiii, hijo, oooooh, que bien amor, oooooh, que gusto, si, hijo, por favor, no pares, no pares, me muerooooo –yo no me he parado a pensar en lo que estaba sucediendo realmente pero lo cierto es que le estaba comiendo el coño a mi propia madre y que dentro de algunos minutos estaría metiendo allí la polla, el sitio por donde había venido al mundo.

Mamá se corrió y volvió a tumbarse, esta vez a mi lado.

-Ufff, cielo, que bien, esto es increíble.

-Ya lo sé mamá. Aún creo que estoy soñando –se ha sonreído y me ha besado.

-¿Puedo pedirte algo? –le he dicho con una repentina idea en la cabeza.

-Lo que quieras.

-Ponte como si fuera a darte un masaje –ella no ha dicho nada y se ha sonreído colocándose como yo la había pedido. Entonces me he colocado encima de ella, tal y como hice el día de la piscina. He empezado a masajearla durante unos segundos y después me he sacado la polla del pantalón de deporte y la he colocado en su culo. He empezado a deslizarla suavemente por la rabadilla, entre las nalgas.

-Que culo tan precioso tienes, mamá. ¿Te gusta esto? –he dicho sin dejar de restregarme por su trasero.

-Oh, si hijo, si, ya lo creo.

-Me gusta mucho tu culo, mamá. En todos los masajes que te he dado siempre he soñado con jodértelo. Con metértela por el culo.

-Pues hazlo, amor, hazlo. Jódeme el culo. Es tuyo. El culo de mamá es para ti, amor.

-Te lo voy a joder, mamá, llevo meses deseando follarte por este precioso culo que tienes y ahora te lo voy a joder –entonces, violentamente, después de unos segundos de excitante frote con sus nalgas, le he metido la polla a mamá por el culo. Los dos hemos gemido de placer. Ella ha levantado las caderas para facilitarme la tarea. La he agarrado por la cintura y he empezado un frenético mete-saca. Mi polla se deslizaba por el culo de mamá con dificultad. Era un estrecho túnel.

-¿Te gusta mamá, te gusta como te jodo, como te reviento el culo?.

-Oh, si, hijo, si, que gustooooo –ha exclamado deslizando su mano hasta su entrepierna y comenzando a masturbarse. Al contrario que cuando la estaba comiendo, en ese momento me he dado cuenta de que era mamá, de que estaba sucediendo de verdad, de que me estaba follando a mi propia madre en mi cama, que mamá estaba a cuatro patas recibiendo mi polla en su culo y que eso podría suceder muchas más veces. Entonces me ha entrado una especie de ataque de ansiedad y excitación y comenzado ha follarla más velozmente. Como si estuviese desesperado. Me he inclinado sobre su espalda y he cogido sus tetas en mis manos. Mi polla salía y entraba a gran velocidad de su culo. Estábamos sudando. Los dos gemíamos dominados por el deseo.

-¡¡Aaaaaaaaah, si, si, siiiiiii, aaaaaaah, aaaaaaah, oooooohh, si, si, siiiiiii!! –gritaba ella.

-¡¡Aaaaaaah, mamá, mamá, oooooh, si, si, siiiiiii, mama, mamáaaaaa, siiii!! –gritaba yo. Entonces he sentido que me iba a correr. Y así se lo he hecho saber.

-No, cielo, no. Espera, espera, no te corras, aún no, aún no –me he quedado quieto sobre mamá. Luego he sacado la polla del culo –eso es, amor, eso es – se ha dado la vuelta y me ha besado.

-Quiero que te corras en mi coño, hijo, quiero que te corras dentro de mi coño –nos hemos tumbado sobre la cama, besándonos y ella se ha quedado encima de mí. Entonces ha agarrado mi polla con la mano y la ha llevado a su coño. Me he sentido más feliz, satisfecho y pleno que nunca cuando mi polla se ha deslizado dentro de mamá, cuando he estado dentro de ella definitivamente. Ese era el final de todos mis anhelos: penetrar a mamá por su rajita, volver con mi polla al sitio donde había «habitado» nueve meses.

Mamá ha empezado moviéndose muy lentamente, no quería que me corriese aún.

-Dime hijo, dime cuanto te gusta esto, cuanto te gusta follarte a mamá.

-Mucho, mamá, ooooh, si, me gusta mucho, quiero follarte, quiero follarte siempre, ooooh, si, mamá, quiero estar siempre así, ooooh, dios, que bien, que bien follas, mamá, no puedo más –entonces mamá ha empezado a moverse más deprisa. Mientras mis manos estrujaban sus tetas, pellizcaba sus pezones… mamá se ha inclinado sobre mi, me ha besado en la boca, nos hemos magreado, he acariciado y estrujado su culo y ella ha gemido y yo he gritado cuando el mayor orgasmo que jamás ha tenido ha llenado a mamá de todo mi semen. Ella ha seguido moviéndose unos instantes hasta que también se ha corrido. Entonces, los dos, agotados de darnos tanto amor, nos hemos tumbado sobre la cama. Sobre mi cama, desnudos, besándonos, acariciándonos.

-No puedo creer que haya esto, mamá. No puedo creer que hayamos follado de verdad. Lo deseaba tanto…

-Yo también, amor, yo también lo deseaba mucho –nos hemos mirado sonriéndonos y nos hemos besado –si me cuentas como empezaste a desearme te cuento yo como empecé a desearte yo –me ha dicho sin separarse de mi. Entonces yo le he contado todo. Todo lo que tú ya sabes. Lo del día que se cambió delante de mi. Lo del día de la piscina, el masaje. El día de la ducha, el del probador… todo eso. He omitido lo del vídeo. Hasta llegar a aquella tarde.

-Ahora te toca a ti –le he dicho al acabar.

-Verás. El día que me diste el primer masaje, en la piscina, me excité. Primero fue el masaje, que me puso un poco caliente. Después tuve, durante un segundo, la sensación de haber notado tu verga dura en mis nalgas. Ahora sé que era verdad pero entonces pensé que me equivocaba. El caso es que cuando te fuiste me quedé igual de confundida que tú el día del vestido. No podía creer que me hubiese excitado con un simple masaje de mi propio hijo. Pero tampoco podía sacármelo de la cabeza. Aquella misma noche hice el amor con papá pero después no me pude dormir porque durante todo el tiempo había estado pensando que eras tú el que me follaba. Y fue uno de los mejores polvos en mucho tiempo. Tardé unos días en aclararme y cuando lo hice, me di cuenta de lo mucho que deseaba hacerlo contigo. Me sentía sucia y enferma, creía que estaba loca pero la única locura era la que me provocaba no poder tenerte, no sentir tu verga dentro de mi. Estaba segura de que si te enterabas huirías despavorido al saber que tu madre era un ninfómana loca que quería follarte. Por eso procuraba controlarme. Cuando te pedía un masaje era porque ya no podía más y la idea de que me tocases era lo suficientemente excitante como para arriesgarlo todo por un segundo de ofuscación que me llevase a cometer una locura. Lo mismo que te sucedía a ti. El caso es que estuve pensando en mil maneras de seducirte, en mil maneras de dártelo a entender sin decírtelo. Pero nada. Siempre me entraba el pánico de última hora.

Y luego estaba la mala conciencia por desear engañar a papá. Me había resignado, estaba convencida de que nunca lo haríamos y empezaba a contentarme con masturbarme y follar pensando en ti.

Desde aquel día, siempre que lo he hecho con papá, he imaginado que eras tú el que estaba conmigo. Hasta hoy. Que estás aquí. Que estamos aquí –nos hemos besado. Ha sido increíble saber que nos hemos estado deseando mutuamente este tiempo y que al final hemos conseguido lo que tanto deseábamos los dos. Aunque también hemos lamentado el tiempo que hemos perdido. Las ocasiones que hemos tenido para hacerlo y nos ha dado miedo lanzarnos.

-Pero ahora tenemos todo el tiempo del mundo por delante, ¿verdad amor? –me ha dicho ella.

-Si, mamá. Seré siempre tu amante, todo el tiempo que tú quieras.

-Siempre. Y yo seré tuya, podrás tenerme, podrás follarme siempre que lo desees –entonces nos hemos quedado un rato abrazados, sin decirnos nada, disfrutando del contacto de nuestros cuerpos desnudos. Cuando han dado las ocho, nos hemos vestido y yo he ido a ducharme de verdad. Después lo ha hecho mamá. Mientras estaba en el baño, ha llegado Montse y me ha parecido que era una extraña, una especie de extraterrestre, como si el mundo de sexo, pecado y lujuria que acabábamos de crear mamá y yo dejase a todo el mundo fuera, como si nada fuese real nada más que ella y yo follando.

Así concluí aquella noche el relato del que fue mi primer polvo con mi madre. Del día que descubrí el goce del incesto. Hubo muchos más, mi madre y yo fuimos amantes más de cinco años. En ese período hubo tiempo para que sucediese de todo. Y de ello tendrías noticias en próximos relatos.

Continúa la serie