Tirados en la carretera con el coche roto y un camionero les da la solución

Esta experiencia nos pasó en un viaje que hacíamos por Túnez.

Habíamos alquilado un 4×4 y estábamos haciendo una excursión por el desierto, por una larguísima carretera, de tierra, con arena a lado y lado.

Se nos había hecho tarde, era de noche y todavía nos faltaban un par de horas para llegar a nuestro destino, cuando el coche que habíamos alquilado se nos quedó parado.

No había nada cerca, hacía mucho rato que no veíamos ningún pueblo ni nos cruzábamos con nadie.

Estuvimos esperando más de una hora sin que pasara nadie.

Cuando ya nos estábamos haciendo a la idea de pasar la noche allí, al final pasó un camión.

Estuvimos hablando un rato y al final nos hicimos entender y el camionero nos dijo que él iba a parar en un descampado donde se reunían los camioneros y que si preferíamos pasar la noche allí en vez de tirados en medio de la carretera, por él no había ningún problema, tenía sitio suficiente en la parte de atrás de la cabina.

No nos hacía ninguna gracia el pasar la noche allí en medio del desierto y el camionero tenía buena pinta (era bastante joven y bien parecido), así que aceptamos su invitación y nos fuimos con él.

Judith, que iba con unos pantaloncitos cortos y una camiseta de tirantes, se sentó en el asiento del medio, ya que yo soy muy alto y no me cabían las piernas en ese asiento.

Durante el trayecto el camionero, que se llamaba Bazir, iba lanzando miradas indisimuladas a las piernas de Judith, y en alguna ocasión, aprovechando la oscuridad que había en la cabina, al cambiar de marcha, aprovechó la ocasión para rozarlas.

Judith no retiraba la pierna y yo me hacía el disimulado, mirando de reojo.

Él, supongo que al ver que Judith no retiraba la pierna, llegó incluso en una ocasión a poner la mano encima de la pierna de Judith, pero cuando empezó a subir por sus muslos Judith la retiró con disimulo.

En media hora llegamos al lugar.

Era una especie de descampado, con cuatro árboles y debían haber otros 5 camiones.

Los camioneros habían hecho un fuego y estaban alrededor de él, calentándose la comida.

Teníamos un poco de hambre y Bazir, nos invitó a unirnos a los otros y cenar algo.

Cuando llegamos donde estaban los otros camioneros, vimos que no tenían tan buen aspecto como el que nos había traído, y aunque la comida tampoco tenía muy buena pinta, habían pasado muchas horas desde que habíamos comido y teníamos un hambre tremenda, así que nos sentamos con ellos.

Desde el primer momento Judith fue el centro de todas las miradas, con sus pantaloncitos cortos y su camiseta de tirantes, que marcaba sus grandes pechos.

Los cinco camioneros, que al parecer por las botellas de vino vacías debían estar bastante animados, no le quitaban ojo de encima y reían y hacían bromas entre ellos, que no lográbamos entender.

Como la situación no era demasiado cómoda, en cuanto acabamos de cenar, dimos las gracias y nos fuimos a dormir.

Bazir, nos deseó buenas noches y comentó algo con el resto de camioneros que se rieron a carcajada limpia.

Nos metimos en la cabina y nos acostamos en una especie de colchón que tenía Bazir, un poco apretados pero bien, al lado de otro que había para él.

A pesar del cansancio, no conseguíamos dormirnos, y mientras, oíamos las carcajadas de los camioneros, que seguro debían estar haciendo bromas sobre nosotros.

Bazir vino al cabo de un rato y se acostó al lado nuestro. Judith quedaba a menos de medio metro suyo.

Al cabo de un rato empecé a notar ruiditos y movimientos extraños.

No tarde en darme cuenta que era Bazir que había alargado el brazo y estaba metiéndole mano a Judith otra vez.

Estaba acariciando el interior de sus muslos…

Yo no sabía si ella estaba despierta o no, pero se dejaba hacer.

Al cabo de un rato le estaba tocando los pechos por encima de la ropa, muy suavemente y muy sigilosamente…

Al cabo de un rato, ya me había acostumbrado a la poca claridad que entraba del exterior y pude ver que Bazir estaba masturbándose al mismo tiempo.

Noté que la respiración de Judith se aceleraba, así que pensé que seguramente no estaba dormida.

Bazir metió la mano por dentro de la camiseta de Judith, que dormía sin sujetadores, y le empezó a acariciar los pechos.

La cosa se estaba poniendo cada vez más caliente y no sabía cómo terminaría todo.

Nosotros habíamos tenido alguna experiencia con un trío, pero en este caso yo estaba al margen de todo.

Bazir bajó la mano y la metió por dentro de los pantalones de Judith, en la entrepierna, haciendo movimientos de vaivén que aceleraban cada vez más la respiración de Judith.

Estando entretenidos en esto no nos dimos cuenta que había espectadores no invitados.

Los cinco camioneros, que habían estado contemplando la escena, entraron de golpe en la cabina.

Al parecer Bazir les había explicado sus escarceos con Judith y les había dicho que iba a terminar lo que había comenzado.

Ellos fueron a comprobarlo y como vieron que Judith no oponía resistencia, decidieron aprovecharse ellos también de la situación.

Noté como se abalanzaban sobre nosotros y hubo varios forcejeos.

La situación era muy confusa, pero en medio de la penumbra comprobé que dos camioneros estaban sujetando a Bazir, a mi también me tenían cogido entre dos y también me estaban atando de pies y manos.

A Judith la tenía sujetada el más grande de los camioneros, un hombre de unos 50 años, que debía medir más de metro noventa y pesar más de 100 kilos, era enorme.

Judith estaba tendida boca arriba en el colchón de al lado, con la respiración jadeante por el esfuerzo realizado en el forcejeo, su pecho subía y bajaba, ofreciendo una maravillosa perspectiva al hombre que estaba sentado encima de ella, sujetándole las manos con sus enormes brazos y mirándola con una sonrisa de vicio y deseo como no había visto en mi vida. Parecía ser el que lideraba al resto.

Cuando los dos que estaban sujetando a Bazir acabaron su tarea, a una señal del líder se lanzaron sobre ella como hienas.

Mientras con una mano le sujetaban un brazo, con la otra se pusieron a sobarle los pechos por encima de la camiseta, mientras el líder le metía mano entre las piernas por encima del pantalón.

No tardaron en romperle la camiseta, dejando al descubierto los grandes pechos de Judith, dando un grito de júbilo ante el tesoro que acababan de descubrir.

Se lanzaron con bocas, lenguas y manos sobre ellos, mientras el líder le bajaba los pantaloncitos y se lanzaba sobre su sexo, comiéndoselo como si de una fruta madura se tratara. Judith no paraba de gritar, pero era inútil pues nadie podía oírla. Sus gritos pidiendo que la dejaran se ahogaban en el desierto…

Los que me estaban atando acabaron su tarea y se pusieron a ver cómo sus compañeros disfrutaban del festín, esperando su turno, bajándose los pantalones y empezando a masturbarse ante el espectáculo.

Bazir, mientras miraba, lo que hacían los otros y noté como empezaba a crecer un bulto en su pantalón.

Yo tenía mucho miedo, pero poco a poco la excitación y el morbo que me producía la situación fue dominando sobre otros sentimientos.

El camionero que le estaba comiendo el sexo a Judith, se bajó los pantalones sacándose su enorme verga y riéndose les enseño a los otros el sexo de Judith, para que comprobaran que estaba mojado con jugos de la propia Judith.

Todos se rieron y me miraban a mi, diciéndome cosas que no entendía pero que podía imaginar.

En efecto, los gritos y esfuerzos de Judith por liberarse ya no eran tan intensos como antes, no se si porque se le habían acabado las fuerzas, si porque había comprendido que no tenía nada que hacer o porque los tres hombres que estaban sobre ella estaban empezando a darle placer.

El camionero se la metió ante la atenta mirada de los otros, y el grito ahogado de Judith fue una mezcla de dolor y placer.

El tío empezó a embestirla con todas sus fuerzas, mientras los otros dos seguían sobándola por todas partes.

Los gritos de Judith empezaron a ser gemidos ahogados, como queriendo evitarlos, pero que correspondían a cada embestida del camionero, que se movía con movimientos lentos y pesados pero con gran fuerza.

Ellos estaban disfrutando a lo grande: estos hombres sucios y de aspecto más bien gañan, que ni siquiera hubieran podido soñar con rozarle un cabello a una chica como Judith, la tenían a su disposición para saciar sus ansias de sexo, completamente desnuda, y estaban gozando de todo su cuerpo, hasta el punto de hacerla gozar a ella también, cosa que los encendía más aún si cabe.

Al cabo de un rato de follarse a Judith, el camionero más grande se corrió entre grandes gemidos de placer.

Uno de los que estaban sobando a Judit ocupó su puesto, mientras el otro colocaba su polla en la boca de Judith para que esta se la chupara. Judith giró la cara, pero entonces uno de los que esperaba me dio una patada que me dejo un poco «grogui», indicándole a Judith que si no lo hacía lo podría pasar mal.

Yo, me hice el desmayado.

Así que Judith se introdujo la polla del camionero en la boca, mientras el otro se la follaba también a todo trapo, y los otros dos se lanzaban a por ella chupándole y mordiéndole los pezones.

Yo sabía lo que a ella le excitaba esto y junto con las folladas que estaba recibiendo, sus gemidos, aunque ahogados por la polla del camionero, eran cada vez más intensos.

El segundo camionero tampoco tardó en correrse, en medio de un grito de placer, mientras el que estaba recibiendo la mamada de Judith, también se corrió en su boca.

Ambos fueron substituidos por sus compañeros, ávidos de disfrutar de lo que los otros ya lo habían hecho.

Estos prefirieron cambiar de postura a Judith y la pusieron a cuatro patas, y mientras uno se la metía por detrás, el otro se arrodillaba delante de ella para que se la chupara.

Judith ya estaba gozando y no lo disimulaba demasiado.

Las sucesivas folladas y los toqueteos y lameteos a que había sido sometida la habían puesto muy caliente y se notaba que estaba disfrutando.

Los dos se volvieron a correr casi a la vez, entre gritos de placer, bombeando por detrás y por delante a Judith.

Estando ya satisfechos se fueron y nos dejaron solos.

Tras marcharse, vi que Bazir había logrado soltarse y enseguida vi sus intenciones: él también se había dado cuenta que a Judith le gustaba disfrutar a tope con el sexo y ahora quería hacerlo él con ella, así que se quitó la ropa, se acercó a Judith y empezó a sobarle tocándole el culo y las tetas.

Así como los otros tenían un aspecto bastante desagradable, gordos, mayores y más bien sucios, Bazir, que era más joven, tenía un aspecto bastante atlético y una polla de tamaño considerable.

Judith, que en lo que se refiere al sexo no tiene fin, seguía caliente y con ganas de seguir disfrutando, y más si era con Bazir.

Él se estiró delante de Judith, con la polla enhiesta hacia el cielo y Judith no tardó en ponerse a lamer, con más gusto si cabe, la enorme polla de Bazir, que para entonces ya estaba a reventar. Judith se recreaba en la mamada a Bazir.

Bazir, entonces, atrajo hacia si a Judith y se la colocó encima, a horcajadas, y le colocó su enorme polla en la entrada del sexo de Judith.

Ella empezó a jugar con ella, metiéndosela un poquito, restregándola por su clítoris, mientras Bazir se incorporaba un poco, le acariciaba sus grandes pechos y le lamía sus erectos pezones, cosa que acabó de poner a mil a Judith, que se metió la polla de Bazir hasta el fondo y empezó a cabalgar sobre él como una poseída, con sus manos sobre el pecho de Bazir y la cabeza mirando al cielo, dando gritos de placer.

Era un verdadero espectáculo ver a una hembra como Judith follar de esa forma tan salvaje con un desconocido.

Sus instintos más primarios estaban desatados y lo único que ella quería era satisfacerlos.

Mientras Bazir disfrutaba de ser el destinatario de la follada y correspondía a Judith, comiéndole los pechos con fiereza y siguiendo los movimientos de su cadera.

Al cabo de un rato, se levantó manteniendo a Judith ensartada por su estaca y la colocó encima de un lavabo que había allí, con la espalda contra la pared y sujetándole las piernas abiertas con ambas manos y apoyadas sobre sus hombros, dejando el camino libre para que su poya jugueteara con el sexo de Judith.

Así estuvo un rato, metiéndole y sacándole la punta, poco a poco, a lo que Judith correspondía con jadeos de placer.

Hasta que al final empezó a embestirla con todas sus fuerzas.

En esta posición, llegaba a lo más hondo de Judith, que no podía más de tanto placer, hasta que al final Bazir se corrió dentro de ella, inundándola al mismo tiempo que ella tenía un enorme orgasmo.

Yo seguí haciéndome el dormido, hasta que al cabo de un rato vinieron a reanimarme, como si nada hubiera pasado entre ellos.

A la mañana siguiente, pudimos solucionar el problema del coche y ya no volvimos a saber de Bazir nunca más.