Capítulo 2

Capítulos de la serie:

Ellas decidían II

Al día siguiente, en la empresa, Celia vino a mi despacho y levantándose la falda, bajo la cual no había bragas, me mostró un amoratado coño y me dijo escuetamente:

– Creo que en unos días no podre follar, pero si tu dispones lo contrario dímelo.

Y se fue dejándome con la boca abierta.

No volvimos a hablar en dos semanas, pero al cabo de ellas volvió a mi despacho y me dijo: Amo, ya puedes disponer otra vez del uso de mi cuerpo como gustes. ¿mañana?

– Vale. … Y otra vez boquiabierto.

Llegó a casa, me sirvió una copa y me hizo sentar en el sofá, se desnudó lentamente de espaldas y se volvió de repente. Nueva sorpresa. Aunque ya no me tomaba de improviso nada procedente de ella.

La devota esposa, madre amantísima de tres hijos y estricta cumplidora de los deberes religiosos se había hecho perforar los jugosos pezones, los prominentes labios mayores del coño y el abultado clítoris con unos gruesos anillos de hierro.

Además lucía un vistoso tatuaje a lo ancho de su ligeramente curvado vientre secuela de sus embarazos que decía » ESCLAVA DE A.»

– Amo, decidí no hacerme tatuar nada en las nalgas porque he pensado que sería mejor que tu diseñases el distintivo de esclava que me quieras poner a hierro incandescente. Supongo que, con el tiempo, querrás tener una cuadra de esclavas todas marcadas por igual. Mira mis hierros, son de acero inoxidable de la mejor calidad. Me dijo el hombre que me los puso que son lo suficientemente gruesos para que me puedas colgar pesos que me infrinjan dolor o cadenas para sujetarme o conducirme, sin miedo a que se me rasguen los tejidos. No se pueden quitar más que cortándolos con una cizalla o serrándolos. Mira también el collar y las manillas de plata, igualmente permanentes, con unos herrones articulados para que me puedas sujetar a tu gusto y que se camuflan dentro sin que la gente piense que no son sino joyas.

Me levanté y de improviso le asesté un fuerte bofetón.

¿ A ti quién te ha dicho que tomes decisiones por tu cuenta ?

Sin decir más le arrojé un abrigo. ¡Póntelo!. La tomé de la mano y la arrastré hasta el coche. En todo el camino no dije nada y ella tampoco habló. La conduje hasta el gabinete de Palmira. Pregunté por ella, que se presentó al poco vestida de faena.

– Te traigo esta puta que toma decisiones por su cuenta para que la domes. Ha decidido ser mi esclava por su cuenta. Mira lo que se ha mandado hacer sin ningún permiso. Y la quité el abrigo para que Palmira viera sus adornos, desnuda como estaba debajo. – Como comprenderás no puedo tener una esclava que decide cosas. Eso es incompatible con el concepto de esclava.

– No te preocupes. Déjamela una semana y te la devolveré debidamente educada.

Seguidamente pulsó un timbre y al poco rato se presentó una mujer negra tan grandona y fuerte como ella.

– Lucrecia, ayúdame a empaquetar a esta zorra.

La subieron sobre una mesa y le anudaron los tobillos a los muslos.

Después los brazos a lo largo de los muslos.

Le pusieron una barra separadora entre ellos y así quedó, sin posibilidad de moverse, con todo su gran y prominente coño expuesto para efectuar sobre él cualquier maniobra cómodamente.

Después le pusieron un enema y le taponaron el culo con un globo que inflaron mediante un tubito terminado en una pera elástica.

Un artilugio similar pero mucho más grande quedó inflado dentro de su vagina.

Como era de esperar, sus pezones, clítoris y labios vaginales se merecieron unas pinzas de presión graduable fuertemente apretadas.

El último acto fue hacerle ingerir gran cantidad de agua y ponerle una mordaza de bola perforada. A estas alturas, Celia ya soltaba ríos de lágrimas.

– Lucrecia, llévatela a una jaula hasta mañana, que empezaremos las sesiones de doma.

Lucrecia la cogió en brazos como una pluma y desapareció con ella.

– La semana que viene ven a buscarla. Los servicios te costarán 2000 euros, pero tienes garantía. Si no se comporta a tu gusto puedes volver a traerla para otro curso educativo o pedir la devolución del dinero. Como tu elijas.

Cumplido el plazo regresé a buscarla y me la entregaron desnuda y cubierta por una capa, con una cara tan lamentable que creí que la habían estropeado.

– No te preocupes por el aspecto físico, en unos días tendrás ese cuerpo dispuesto para ser usado como te plazca.

Tranquilizado la metí en el coche y la llevé hasta el portal de su casa donde la dejé sin que ninguno de los dos hubiera pronunciado una palabra.

No apareció por la oficina hasta el tercer día. Había llamado diciendo que se encontraba con gripe. Cuando la vi nuevamente quedé ya aliviado. Estaba totalmente recuperada y más guapa. Su cara desprendía algo que causaba sensación de dulzura y sosiego.

En un momento de la mañana, vino a mi despacho y, tras besar a Lucía y delante de ella me dijo con aplomo y mirando al suelo:

– Amo, ya estoy dispuesta para el uso como y cuando dispongas.

– Mañana ven por mi casa a las siete de la tarde.

Al día siguiente estaba puntual a la puerta de mi casa vestida con la misma capa con la que me la había entregado Palmira, miraba únicamente al suelo.

En silencio la hice pasar y pude comprobar que se encontraba totalmente desnuda bajo la capa. Le colgué de los anillos de los pezones y del clítoris unas pesas y volviendo a ponerle la capa me la llevé al coche.

Conduje hasta la casa de campo de Alfredo, un amigo de hace tiempo.

Allí teníamos prevista una orgía con matrimonios maduros viejos amigos que organizábamos cada cierto tiempo. Yo, como soy soltero siempre pongo a alguna mujer distinta, por lo que mi presencia es muy solicitada por la variedad que introduzco en el grupo.

Nos abrió Alfredo y nos introdujo en el gran salón donde ya estaba reunido el grupo. De improviso, Celia se adelantó, dejó caer la capa y se presentó sin el más mínimo recato:

– Me llamo Celia, pero podéis llamarme esclava zorra, porque estoy casada, tengo tres hijos y soy la esclava de Alberto.

Me vino a las mientes a Palmira devolviéndome los 2000 euros que me había costado su adiestramiento.

Los asistentes quedaron boquiabiertos por la escena, pero inmediatamente comenzaron a aplaudir.

Allí estaban Alfredo y su mujer, Blanca, de 62 y 54 años respectivamente, ella morenita, muy guapa, de tetas regulares y culito respingón.

Como era muy miope no se desprendía nunca de las gafas. Ni para follar. También estaban Julio y su esposa Lucía, mi secretaria, de quien ya he hablado y que se había follado doblemente con los puños a Celia.

También se encontraban Juan y Teresa, a quien más me interesaba ver, porque Teresa estaba preñada de ocho meses y me las prometía muy felices metiendo mi polla en el culo de una barriguda madura. Tenía 44 años y yo quería saber como le había sucedido aquél accidente a su edad.

Estaba también Rogelio, algo más joven que yo y, para mi sorpresa, no estaba acompañado de su mujer, sino de su suegra Esther, de 65 años y un tremendo cuerpazo, casi tanto como el de Palmira.

Me dijo que su mujer estaba harta de follar con el mismo grupo y se había ido a otra orgía que habían organizado sus amigas con unos negros.

Por último estaba Aurora, la mulatita deliciosa, exuberante, redondeada y mollar criada de Alfredo y Blanca, la única desparejada y que también me interesaba mucho porque sabía que sus grandes, mullidas y jugosas tetas tenían leche. Producto de un reciente descuido de Alfredo que le había conducido a tener un bebé en su casa a su edad.

Mientras Esther la abuelita del grupo se hacía cargo de Celia y examinaba con deleite y minuciosidad su adornado cuerpo, yo me senté al lado de Teresa para iniciar la satisfacción de mi ansia de preñada.

– ¿ Y cómo es que te ves así ? ¿ Sabes de quién es ?.

– Chico, no se cómo pudo ocurrir pero lo sospecho. Es de mi hijo Pablo, al cabrón de él le gusta hacerme fisting porque dice que le pone cachondo el abrir por fuera la puerta que abrió por dentro al nacer. También le encanta abrirme el culo lo más posible y quedarse después mirando como se va cerrando poco a poco. Debió excederse un día en los manejos y desajustarme el dispositivo anticonceptivo. Así me ves. Llevando en la tripa un hijo-hermano suyo. Del cabreo le he prohibido follarme por lo menos en un año. Es el mejor castigo, porque sé que le produce mucho morbo follar a una preñada. De hecho le pidió a Alfredo que le dejase follar a su criada Aurora cuando estaba en los últimos meses del embarazo. Alfredo le autorizó y le costó echarlo de la casa después del parto, porque entonces quería la leche de sus tetas.

– A mi sí que me ha puesto cachondo la historia. Mira como la tengo.

– Pues empecemos a remediarlo. Y, ni corta ni perezosa me desabrochó la bragueta y comenzó a mamarla.

– Oye, por cierto. ¿Tienes ya leche en esas tetorras tan jugosas?.

Paró la mamada un momento para contestarme.

– Hasta ahora no, pero dado lo avanzada que estoy, si me las excitas lo suficiente y chupas a fondo, a lo mejor me sacas ya los calostros.

Y siguió mamando mi polla mientras yo la desnudaba y palpaba su enorme vientre.

Dejó mi polla un momento para gritar: Juan, cornudito mío, mira como alguien me va a follar, para que luego digas que estoy gorda y desagradable

Echando una ojeada pude ver que Esther se había apropiado de mi esclava y la tenía chupando con avidez sus grandes pezones de descomunales areolas que coronaban sus enormes tetonas que ella misma se oprimía con fuerza.

Rogelio y Juan se habían apropiado cada uno de una ubre de Aurora y chupaban como posesos dejando escapar hilillos de leche por las comisuras de sus labios. Esta escena me inquietó pues temía que me la dejasen seca. En cualquier caso mi objetivo inmediato era la zorra preñada.

Lucía tenía puesto un cinturón con un consolador de asolador tamaño insertado en el culo de la dulce Blanca mientras su coño albergaba la polla de Julio. Alfredo intentaba meter su polla en el ano de Lucía pero el vaivén de ésta se lo dificultaba, así que la sujetó un rato, haciendo caso omiso a las protestas de Blanca, hasta que consiguió su objetivo.

Me hice con las tetas de la preñada iniciando el prometido tratamiento para excitar la subida de la leche, hecho que, pese a mi diligencia no pude lograr.

En vista de ello abordé su depiladito coño con mi lengua hasta proporcionarle dos orgasmos. A continuación usé su ano para albergar mi polla, donde me corrí abundantemente.

Ella llamaba a su marido para que viese la enculada pero Juan estaba a su lactancia. Pese a las protestas de la barriguda que quería que le llenase el coño, la abandoné para ir corriendo a quitar a Rogelio de la teta de Aurora ante mi miedo a que quedase seca sin nada para mi.

– Mira gordita, aquí te traigo una polla sin vaciar que llenará mejor tu coño que la mía, que ya ha vaciado sus depósitos. Yo voy a retomar fuerzas con un poquito de lechecita tibia. Si tu me la hubieses dado seguiría comiendo tu lindísimo y suave coñito mientras te acariciaba esa pancita que me pone tan cachondo. De todas formas volveré a por tu agujero delantero, tus jugos saben a gloria.

Volví a la teta de Aurora y comencé a mamar la rica leche, poco a poco, como los lobeznos, me deshice de Juan, quien frustrado por mis impertinentes empellones se acercó a Esther y mi esclava quien, por cierto estaba siendo empleada a fondo.

Esther le había enganchado una cadena al anillo del clítoris y mientras la obligaba a comerle el coño, tironeaba de ella estirándole espantosamente su abultado botoncito.

Me fijé mejor en Esther, a la que no había hecho mucho caso. Era un monumento de mujer pese a su edad.

Opulenta pero sin rastro de celulitis, de cara se notaba que había sido una beldad, su piel era dorada, muslos como obuses, se notaba que hacía ejercicio, el culo aún era prominente y las tetazas mostraban unos hermosos escorzos, sobre todo cuando botaban. Tenía anillos en los gruesos pezones y un tatuaje en la teta izquierda.

También tenía el pubis depilado completamente. Entonces caí en la cuenta de que todas las mujeres estaban depiladas completamente, lo que me alegró. Con la intención de probar seguidamente a Esther, me concentré en aquel dulcísimo y jugoso saco de carne que ahora me estaba dando leche.

– Siga usted señorito, le gusta mi lechita tanto como a mi señorito y a mi señora. Pero no le voy a poder dar mucho más porque tengo que ir dentro de un momento a dar de mamar a mi bebé, no puedo dejarle en ayunas. Si me sobra algo se lo daré a usted, se lo prometo. Ante ello me levante y le pedí que me pajease con las tetas, tarea en la que demostró una enorme habilidad. Como este tipo de actividad le permitía hablar aprovechó a para pedirme una recomendación.

– Señorito, mi señorito me ha dicho que usted es accionista de una empresa productora de películas porno. Verá, tengo una hija de 17 años que dejé en mi país. Recién me escribió que mi esposo, su papá, la colocó para puta en un burdel y que le gusta mucho el oficio. Me envió en la carta unas fotos de su book de promoción en el burdel y se las enseñé a mi señorito y mi señora para que vieran que monumento de hija tengo allá. Los señores me han dicho que, con su cuerpo y su carita, acá podría hacer una gran carrera en el cine porno y que usted podría hacer algo para introducirla en la profesión.

Por lo menos follársela usted una temporada a prueba y ya decidiría. Se lo escribí a ella y responde que le encanta la idea. Además dice que tiene entendido que las actrices porno jóvenes, y con cuerpo de lujo como el de ella, que lo hacen con animales se hacen millonarias en poco tiempo. Dice que tiene un cliente habitual que la contrata para que la folle su perro mientras él mira y se masturba, y que le gusta mucho la follada de los perros, tanto en el coño como en el culo. Otra vez, una señora la alquiló para domicilio y follaron las dos con un mono que le gustó también mucho.

– Bueno Aurora, antes de irme me enseñas las fotos y veré, pero desde luego, hasta que no cumpla los 18 años acreditados con su pasaporte no hay nada que hacer.

Paró su meneo de tetas y bajé la vista para indagar la causa que privaba a mi polla de tan gran placer, viendo su cara compungida.

– Verá señorito, es que realmente tiene 15 años, pero mis papás, mis tías abuelas y mi esposo no pueden esperar. Se van a morir de hambre allá. En su burdel pagan mal.

– No sé, habrá otra solución mientras tanto. Por ejemplo, ya que tus señoritos son ricos, la pueden emplear con buen sueldo de putita privada para uso personal y de sus amigos como yo y de paso se va entrenando para actriz.

– ¡Ay! señorito, que buena idea, convenza a mis señores. A lo mejor piensan que tienen bastante con lo que me pagan por mis servicios adicionales.

– Creo que les parecerá buena idea follarse a una madre y su hija al mismo tiempo.

– Quizá si. Bueno señorito, discúlpeme, voy a amamantar al niño de mi señorito y después vuelvo a darle lo que sobre.

A la vista del abandono sufrido me acerqué a mi esclava y Esther. En ese momento mi esclava Celia tenía el brazo metido hasta el codo en el culo de aquella magnífica jaca que, a cuatro patas, le decía:

Cuando retires el brazo hacia atrás abre la mano todo lo que puedas, y cuando la metas cierra el puño, y hazlo así cada vez más rápido, sacando fuera casi todo el brazo pero sin que salga la mano. Como lo hagas mal te lo voy a hacer yo a ti igual de mal. Le agarré sus pendulonas tetazas que casi llegaban al suelo y le dije: Buenas noches señora, creo que no nos han presentado. Me permitirá echarle un polvo?.

– Si hijo mío, pero tendrás que utilizar mi boca o entre mis tetas, los otros dos agujeros están ya tan dilatados que no encontrarás mucho placer. Aunque no tengo inconveniente que me los uses.

– Seguro que exagera usted. Déjeme ver. Palpé su coño y mi mano entró igual que en el bolsillo de mi pantalón.

– Ves, te lo dije. Pero sigue con la mano dentro y muévela hasta que tu y tu esclava me hagáis correr. Se corrió en poco tiempo y sacando mi mano me puse bajo ella con mi boca buscando su coño para saborear sus flujos. Menuda sorpresa. Aquello era una deliciosa catarata, creo que bebí más de su coño que de los pezones de Aurora. Mientras tanto, como Celia seguía pistoneando su culo tuvo otro violento orgasmo que me bañó toda la cara.

– Mis tetas, dijo, por favor muérdeme fuertemente los pezones.

La mordí como pedía un pezón y pellizque y tironeé vigorosamente del otro.

– Inútil, cabrón, más fuerte. ¿es que eres mariquita?

– Mordí hasta el extremo que temí quedarme la carne entre los dientes y tironeé del otro con todas mis fuerzas.

Alcanzó la vieja tal orgasmo que comenzó a tener espasmos sobre el suelo saliéndose la mano de mi esclava de su culo.

– ¡ Ya , ya, ya llego ! ¡Ah, mi clímax especial!. Asombroso, todavía le faltaba algo.

Se levantó del suelo, agarró por los pelos a mi esclava y comenzó a orinar sobre ella mientras seguía con los espasmos y gritos.

La meada salía copiosamente en todas direcciones ya que no controlaba. Todos los presentes pararon su faena para ver el espectáculo. Al parecer su orgasmo máximo llegaba orinando tras alguna actividad sexual, los orgasmos previos solamente eran un aperitivo.

Ya apaciguada se tendió en el suelo y pinzando suavemente el anillo del clítoris de Celia la atrajo hacia ella y le dijo: Anda puta, sigue comiendo mi coño. Y tú, dirigiéndose a mi, hazme un favor y trabaja otro rato mis tetas hasta que me prepare para mi trance.

Desconcertados empezamos amo y esclava a trabajar los campos asignados, curioso yo por saber qué demonios sería el trance.

En aquél momento mi polla estaba a punto de explotar pero mi curiosidad era mayor. Mientras laboraba en sus tetas me puse a examinar y explorar más detenidamente el cuerpo de la vieja y tuve que reconocer que era una hembra excepcional para aquella edad. Probablemente resultaría apetitosa hasta los noventa si no moría de un infarto en un clímax de los suyos.

También eché una ojeada al resto del grupo.

Alfredo y Julio estaban ahora haciendo un sandwich a Teresa que les recriminaba su falta de delicadeza con su barriga:

Qué queréis, ¿sacarme el niño a presión? Si me lo queréis sacar que sea porque me lleguéis con la polla al útero y lo perforéis, pero eso no lo conseguís maricones. Tu Julio, mi culo necesita algo más gordo que tu polla, así que mete al mismo tiempo algunos dedos. ¡Qué desastre!

Blanca, que no había perdido sus gafas en ningún momento del cuarteto anterior, era ahora la que tenía el cinturón con el consolador enorme y dilataba la entrada del coño de Lucía, mientras Aurora, que ya había vuelto de dar de mamar al niño, estaba sentada sobre la boca de su señora que le comía el coño.

Agarrándose los pechos los estrujó hacia mi soltando unos chorros para indicarme que aún le sobraba leche y la tenía reservada conforme a lo prometido.

Repentinamente la vieja dijo: ya ya ya ya ya estoy lista, y se levantó, fue a por un gran tapaculos de plástico que había dejado en un estante y se lo endosó en su orificio, se enganchó la cadena de mi esclava a los anillos de sus pezones y nos dijo:

Esclava, cuando me coloque en posición me metes la mano en el coño y bombeas rápido hasta donde no puedas seguir. Muy rápido. Tú – por mi- tomas la cadena y me das fuertes tirones hasta que mis pezones no estiren más.

También muy rápidos. Y se colocó sobre el respaldo del sofá con el culo en pompa. Celia obedeció metiendo su mano en aquel enorme coño y comenzando a bombear y yo cumplí mi cometido observando bien por si le rasgaba los pezones.

Me adapté al ritmo de Celia de tal manera que yo estiraba cuando ella hundía su mano y aflojaba cuando la retiraba. Así estuvimos diez minutos en los que veía cómo la abuela sudaba a mares y se le iba desencajando la cara.

Repentinamente soltó un aullido, el tapaculos salió disparado que casi le salta un ojo a mi esclava y la muy puta de Esther comenzó a cagarse entre estertores y nuevo clímax de los suyos.

Se derrumbó sobre el sofá entre sus heces y estuvo cinco minutos de orgasmo seguido, después cada diez minutos, en un estado casi cataléptico, mostraba orgasmos de dos minutos. Bestial. Como mis testículos estaban a punto de estallar busqué alguna hembra que tuviera un agujero vacío. No importaba cual salvo mi esclava, a la que quería seguir manteniendo sus agujeros en ayunas de mi polla.

Teresa, que era una de mis preferidas por su barriga, seguía con los dos agujeros fundamentales tapados por Alfredo y Julio, esta vez al revés en la posición.

Rogelio follaba lentamente a Aurora por el coño, como si quisiera disfrutar a fondo de las exóticas, aromáticas, sensuales y exuberantes redondeces de sus carnes. Parecía una follada de enamorados. No me extrañaba, porque aquella mujer era la culminación de la atracción sexual:

Un cuerpo diseñado magistralmente para satisfacer al sexo opuesto o al propio indistintamente, perfeccionado por la madurez y con una mente dispuesta para el uso de esas dotes, pero con la ingenuidad que concede el no ser consciente de su posesión.

Quedaba libre la dulce Blanca que seguía aparejada con Lucía. Lucía no me atraía en esta situación ni yo a ella, ya que, siendo mi secretaria, la follaba sin tasa cuando quería y, además, muchos fines de semana nos juntábamos en su casa con su marido y mi asistenta para montar un pequeño grupito de sexo.

– Lucía, déjame con Blanca asolas y vete a ayudar a Rogelio con Aurora proque temo que la criada es demasiado para él. No la chupes los pechos porque la leche que le queda está reservada para mi.

– Blanquita mía, mi amor, mi dulzura, ya sabes que si alguna vez he sentido amor ha sido por ti solamente. Tengo los huevos estallando y quiero descargarlos en tu acogedora vagina mientras beso tu inolvidable boca.

– Déjame en paz, desgraciado, prefiero que me viole cualquier indigente deforme de la calle antes de que me toques.

– Pero bueno ¿Qué te ocurre?

– Lo sabes muy bien. Olvídame.

– Quiero que me lo digas.

– Te odio, cuando me puse a tus pies pidiéndote ser tu esclava porque te amaba más que a nada en la vida me rechazaste y me presentaste a Alfredo. Con el tiempo he visto que me manipulaste a tu gusto. Realmente, mientras que yo pensaba que me colocabas con Alfredo para esclavizarme y que él fuese el cornudo pagador de mi cuerpo, te desembarazaste de mi en mala forma. Y ahora veo que tienes una esclava, ¿ No te servía yo ?.

– No Blanca, porque a ti te amo. Te endosé con Alfredo para que no sufrieses viéndome con otras mujeres.

– Hubiera soportado perfectamente verte con miles de mujeres mientras me dejases estar a tu lado aunque fuera como esclava.

– Precisamente porque te amo no quería que fueses mi esclava. Una esclava debe ser usada sin contemplaciones y contigo no hubiera podido hacerlo. Además, en aquel entonces me parecías demasiado mayor para mi. Yo tenía 18 años y tú 42. A esa edad mía de entonces se es muy inseguro. Creeme que me costó mucho, y lo hice por tu bien, acercarte a mi tío Alfredo.

– Bueno, vale de discusión, el caso es que no quiero que me folles. Y se acercó a beber la lenta pero constante catarata de flujo que salía de la vagina de Esther murmurando » esta vieja nos va a salir cara en la limpieza del sofá, más vale que limpie yo previamente».

Visto lo cual, hube de practicar las reglas de economía y, ya que tenía un cuerpo gratuito, me acerqué a Celia y le solté el contenido de mis cojones en la garganta.

Después vacié en su boca mi vejiga y me la llevé al baño para que me frotase en la ducha ya que daba por terminada la orgía.

Estaba cabreado ya que mis relaciones con Blanca siempre habían sido perfectas. Era, pese a su matrimonio con mi tío, mi madre, mi esposa , mi amante y mi puta. La conocía desde que nací, ya que había sido siempre la vecina de la casa de al lado de la de mi familia.

El contacto diario me hizo tomarle casi más cariño que a mi madre, ya que ésta siempre estaba fuera y quien me atendía de niño era Blanca.

Quedó viuda a los 40 años con un montón de deudas que mis padres le ayudaron a sobrellevar. Yo tenía 16 y la líbido ya me levantaba demasiado a menudo la pilila. Mi desesperación por no poder follar me condujo a fijarme en ella y, día a día de verla y apreciar su cariño, me hizo concebirla como el sumum de mi atracción por el sexo opuesto.

Cada minuto que pasaba me encandilaba más de ella. Dejé de fijarme en las chicas de mi edad y acabé totalmente enamorado.

En mi perversa e inexperta mente se introdujo la idea de que la única forma de poseer a aquel tesoro era chantajearla en base a las deudas que mis padres le ayudaban a pagar.

Cuando intenté la artera maniobra, ella, con su encantadora calma y agradable voz me dijo que si mi problema era follar ella me aliviaría, pero que no pensase que era por ninguna presión, ya que siendo viuda y sin hijos no admitiría jamas ningún chantaje.

Que si se lo hubiera pedido directamente ella se hubiera prestado por el cariño que me tenía.

Ella me enseñó todos los entresijos del sexo, incluso se prestó a todas las experiencias que ella no había tenido con su marido pero de las que yo le hablaba. Así se prestó a entregarme su culo virgen, a prácticas sado, a exploraciones y todo tipo de manipulaciones en su acogedor cuerpo.

Varias veces ejerció de puta callejera para conseguirme el exceso de dinero que yo gastaba y mis padres me restringían.

A los 17 años comencé a tener éxito con las jovencitas y, como no podía follarlas en mi casa, las llevaba a la suya incluso estando ella. Muchas veces la hacía participar en tríos o más componentes y ella jamás se opuso. Los problemas comenzaron cuando empecé a excederme y organizar orgías haciéndola protagonista a ella de las ocurrencias perversas, ya que nunca se me oponía.

La hice follar por todo el que pasaba por la casa y un mal día que me llevé a una señora de 50 años, su hija de 28 y el perro de ambas, que no tenían dónde dejarlo, se me ocurrió, después de someterla a toda clase de las sevicias demandadas por la señora, hacerla follar por el perro delante de las dos. Ahí terminó su paciencia, eso si, una vez follada por el perro, y me expulsó de su casa.

En mi desesperación por mantener de alguna manera el contacto con ella le presenté al crápula de mi tío Alfredo, con el cual congenió y, ella por necesidad económica y él por apagar su fama de solterón putero que ya se extendía entre sus jefes en el trabajo, se casaron.

Pasado un tiempo ella me perdonó y me permitió visitarla en su actual casa y follarla y hacerle mis confidencias, volviendo a ser mi mujer amada.

Eso lo hacía con permiso de mi tío, preocupado más por sus conquistas. Algunos días en que mi tío no se calzaba a ninguna putona veíamos los tres hogareñamente alguna película porno, yo con, mi ahora tía, resguardando mi estimada mi polla amorosamente en uno u otro agujero y él masturbándose ante el morbo de la situación.

En el transcurso de los doce años pasados así, mi tía Blanca se fue acostumbrando y gustando de las perversiones y entró abiertamente en la participación de nuestros festivales de sexo.

Sin embargo, siempre nos reservamos un rato entre los dos solos para hacer el amor dulcemente con entrega personal de ámbos y no practicar simplemente el sexo.

La seguía amando y me mortificaba su actitud de rechazo. Como la causa había sido mi esclava, descargué mis iras en ella.

Nada más ducharnos juntos quité la alcachofa de la ducha y estiré el canutillo de plástico del agua sacándolo del flexo, lo puse muy caliente e inserté el conducto en el culo de Celia invadiendo sus intestinos con su caudal, cuando consideré que era bastante tomé un frasco de colonia de un estante y se lo metí en el ano para taponarlo. Ella, mansamente me dijo:

Amo, todavía me cabe más agua. No le hice caso y le metí el tubo del agua en la vagina taponándola después de llenada con un bote de spray. Con una toalla y cinturones de albornoz le aseguré los improvisados tapones de sus orificios y le junté y até las piernas a sus muslos.

A continuación le trabé las muñecas a los anillos de los pezones y le metí el tubo del agua por la garganta hasta alcanzar el esófago. Observé como su barriga se hinchaba como si estuviese preñada y se lo saqué. Así dejé a mi esclava en el baño y regresé al salón.

Allí había una bronca fenomenal. Teresa protestaba: En estas mierdas de orgías pasa siempre lo mismo, siempre hay más número de mujeres que de hombres. Sabéis de sobra que las mujeres necesitamos más marcha y que hace falta por lo menos el doble de hombres para saciarnos.

Esther, que parecía recuperada de su catarsis la jaleaba. Blanca y Lucía asentían más comedidas. Aurora, callada en su condición de criada, se dedicaba a intentar limpiar las meadas y cagadas que Esther había dejado.

Los hombres ya con las pollas fláccidas estaban sentados abochornados. Alfredo dijo tímidamente: Hay consoladores de sobra para que podáis seguir entre vosotras hasta que nos repongamos.

– Una mierda, le respondió Teresa. Yo necesito semen en cantidad saliendo de un calentito pedazo de carne. Tengo furor uterino. Voy a llamar a mi hijo Raúl a ver si está disponible con algún amigo. Por lo menos no me ha defraudado nunca y se que tres corridas ya me echa.

– Teresa, dijo Juan, le castigaste a no dejarle follarte por haberte preñado.

– Pues le levanto el castigo. Y le llamó por el móvil. – En un hora dice que está aquí.

– Buena idea, intervino Esther. Yo voy a llamar a alguno de los de mi grupo de BDSM a ver si alguien está libre.

Durante la espera todos fueron a ducharse y, al llegar al baño Julio me recordó que había dejado a Celia empaquetada.

La solté y la iba a sentar en la taza para que se vaciase cuando me lo impidió Esther, que la metió en la bañera y se puso bajo ella para que se vaciase encima, orden que mi esclava cumplió con gran alivio para ella, aunque seguía teniendo la barriga un tanto hinchada.

Al tiempo prometido se presentó Raúl, que venía acompañado de otra mujer y provocó las iras de todas las hembras presentes. ¡ Otra más ! Pero es que estos hombres son idiotas.

No protestaron demasiado porque la recién llegada nos llamó a todos la atención.

Tenía un cuerpazo escultural pero con unas curvas aún muy inmaduras, como de adolescente. De la cara no se podía decir nada, puesto que tenía la cabeza cubierta totalmente con una capucha de látex y los ojos vendados.

Pero donde todas las miradas se posaron fue en el espectacular y extravagante aspecto de sus senos y pubis. Tenía los pezones enormes y nada acordes con la delicadeza del resto del cuerpo.

Los llevaba atravesados por un pasador muy grueso, sería de 1 cm, y éste iba apoyado en una especie de soporte metálico con base en un aro que rodeaba la areola, de tal forma que el artilugio estiraba desmedidamente los pezones hacia afuera.

Lo del pubis era casi indescriptible. Tenía unos labios mayores insultante y obscenamente abultados y prominentes. Enrojecidos hasta tonos carmesíes.

No parecía tener capuchón en el clítoris y éste, también de proporciones desmesuradas aparecía adornado con una gruesa argolla metálica, no un anillo.

El grosor de la misma era igual que el del pasador de los pezones y su diámetro de unos 10 cm. Era obvio que no tenía función decorativa y que se había aplicado para tirar de ella con una cadena, cadena que, para ilustración de quien careciese de imaginación, colgaba de la argolla y terminaba en las manos de Raúl.

Aquellos lúbricos labios estaban traspasados por tres candados que impedían el acceso al dulce agujero.

La esclava tenía las manos sujetas a un cinturón de acero parecido al de Celia. Esther y Teresa se acercaron a ella muy interesadas en examinarla y Celia, tras pedirme permiso, también estuvo curioseando aquellos órganos tan maltratados.

– Callaos zorronas, dijo Raúl, que esta no va a follar, la tengo en fase de adiestramiento y tiene los dos agujeros tapados, el de delante con candados como podéis ver y el de atrás con una pelota inflable desde fuera . La traigo porque me ha dicho mi madre que hay otra esclava y quiero que vea como debe comportarse. Mamá, es cierto que me vas a dejar metertela.

– Si, pero solo porque me ha entrado un furor uterino que estos mierdas no me pueden calmar. No creas que te perdono el haberme hecho esta barriga.

– Estás más hermosa y apetecible así. Ojalá no parieses nunca. Te voy a soltar tal cantidad de leche que te voy a apagar ese fuego del coño.

– Si hijo si, inúndame el culo. Dime lo que me vas a hacer. Dime como me vas a follar por todas partes. Enséñale a papá como se me debe joder para tenerme contenta.

– Por sus marcas y anillos veo que esa puta de ahí es la otra esclava. Mírala perra, le dijo a la suya quitándole la venda de los ojos. Y aprende de su comportamiento.

Cuando miró a su alrededor aquel escultural cuerpo tan lasciva y despiadadamente tratado se tambaleó un poco y, tirando levemente de su manga, se acercó a murmurar algo a su oído. Cuando acabó de escucharla, Raúl empezó a reír con un gesto malsano.

– Creo que después tendremos alguna sorpresa emocionante y morbosa.

Despertada la curiosidad de todos, amarró la cadena de su esclava a una lámpara de techo dejandola incómodamente tirante y de pie y se acercó a su madre y la sentó sobre el sofá mientras le estrujaba las tetas y le sobaba la barriga. – Lástima de leche, comentó.

Fué después a por Aurora y la llevó a sentar en el respaldo del sofá con las piernas a los lados de la cabeza de Teresa para que ésta le comiese el coño a la criada.

Después tomó a mi esclava Celia de los anillos de los pezones y tirando de ellos fuertemente la llevó hasta el grupito y le dijo:

Tu me chuparás el agujero del culo y me meterás un par de dedos mientras follo a la zorra de mi madre. Por último tomó a Esther también por sus anillos y la acercó diciéndole: Estruja bien las tetas a esta puta para que suelte la leche que tengo ansias por recordar como sabía.

– El resto de las señoras tendrán que componerse solas de momento, anunció mientras se untaba vaselina en la mano. Llevó la mano al ano de su madre y comenzó a lubricárselo metiendo y sacando primero un dedo, después dos, hasta que introdujo los cuatro paralelos y metió el pulgar en la vagina. Así agarrada comenzó a tirar de ella levantándola y dejándola caer alternativamente sobre el sofá con un ritmo endiablado y violento, como una batidora.

A Teresa, con ese tratamiento de sus bajos y el amasado de sus tetas se le subió la líbido hasta límites insospechados y ya comenzó tener orgasmos al poco rato.

– ¡ Así bastardo ! ¡ Así se trata a una madre! Fuerte, más fuerte, AAAAHHHHH, me corro. Mátame. Destroza mis agujeros, son tuyos. Tira más fuerte. AAAHHHHH, si si si hijo mío, así asíiiiiiii, assssssí, mi clítoris se te olvida, machácalo.

Oyendo aquello, Esther apartó una mano de sus tetas y aferró el clítoris de Teresa entre el pulgar y el índice tirando de él con todas sus fuerzas, mientras que Aurora, que no conseguía de Teresa la debida atención a su coño, se dedicó a la teta liberada tironeando también con fuerza del pezón.

Mi esclava cumplía su cometido de lameculos con toda devoción. La agitación a que estaba sometida la puta preñada le impedía a Esther tironear el clítoris porque se le escapaba, así que optó por aprisionarlo entre sus uñas y acompañar el ritmo.

Raúl preguntaba a voces a su madre que le contestaba igualmente en voz alta:

_¿Te importa que tu marido que es mi papa nos vea follando?_….._noooooooo hijooooo, nooooooo_. _¿te importa que tus amigos y amigas vean como te la mete tu hijo por el culo mama?_……_noooooooo metemela ahoraaaaa corazon….._¿ te importa que sepan que te gusta la verga de tu querido hijo?_.._quiero la verga de mi hijo dentro de mi culo a perpetuidad, y si no en mi boca, o en mi coño hijo, donde tu quieras_… ¿Te importa mamá que todos sepan que tu panza te la he hecho yo? – No, cariño no, que lo sepan todos. Que tu me has preñado. ¿ Te importa mamá que todos sepan que te follo desde mis 15 años?…. – No no me importa, amor. Quiero que todos sepan que a tus 15 años me bebí por primera vez tu leche. ¿Te importa mamá que todos sepan que te hemos follado al mismo tiempo tu marido y yo ?. Noooo, no me importa, me gusta que los padres de mis hijos me compartan. Quiero que mis amigos sepan que soy una furcia hijo. Pero por diossss métemela ya en el culo. Y ponme en buena posición para que lo vea tu padre. ¿Te importaría mamita que nos hiciesen fotos de mi polla en tu culo para que todos lo recuerden?…..Nooo qué me va a importar, que salgan las fotos en los periódicos, que todo el universo sepa que me gusta que mi hijo me rompa el culo y el coño.

La vista del espectáculo nos la fue levantando al resto de los varones y yo se la hinqué en el culo a Lucía, ya que Blanca no me lo permitía.

Al poco Juan se ocupó de su coño y se llevo un bonito sandwich. Otro se lo hicieron Julio y Rogelio a Blanca. Alfredo prefirió no perder el espectáculo de la preñada y se pajeó mientras atendía con su otra mano el extenso culo de Esther, puesto a una altura idónea para el observador.

Raúl terminó de agitar a su madre y le metió su respetable verga por el ano trabajándoselo durante diez minutos.

Después estuvo otros diez alternando entre los dos orificios mientras sobaba la enorme barriga o atizaba fuertes nalgadas a Esther, quien le animaba a hacerlo más fuerte. Teresa ya prestaba atención con su lengua y labios al jugoso coño de la criada, labor que abandonaba esporádicamente para expresar estridentemente los frecuentes y violentos orgasmos que experimentaba.

Alfredo se animó por fin a utilizar el ano de Esther con su polla y allí todo el mundo estaba feliz otra vez. Casi todos los hombres nos corrimos al mismo tiempo soltando nuestra lefa por los cuerpos de nuestras respectivas putas y el olor a semen impregnó el ambiente. Raúl soltó su carga en la boca de su madre que se lo tragó sin dudar, ante la frustración de Esther que esperaba una corrida en el coño o el culo de la zorra mamá para poder sorber el semen cuando se levantase y le resbalase por el muslamen.

Después de ducharnos nuevamente, Raúl pidió atención para desvelar su sorpresa. Aproximó hacia sí a su esclava que se resistió débilmente y le quitó la capucha de látex.

¡ LAURA ! Se oyó exclamar por dos voces.

Continuará…

Continúa la serie