Tácticas de venta

Hace aproximadamente unos tres años, yo me dedicaba a la venta de productos informáticos para empresas, por lo que tenía que hacer a diario visitas personalmente a fábricas, almacenes y oficinas de mi ciudad.

No es un trabajo especialmente agradable, ya que te pateas todas las empresas del mundo y la mayoría de los días, como se suele decir «no se vende una escoba».

Sin embargo, a veces se pueden utilizar trucos y tácticas de venta muy útiles como la persuasión, la seducción, el engaño, el chantaje, etc…

Dicen que todo vale a la hora de vender.

Yo prefería por entonces utilizar mis propias armas de mujer.

Me explicaré: Siempre me ha gustado llamar la atención a la hora de vestirme, pero además para este tipo de trabajo era un «buen gancho» el ponerse lo más sexy posible. Imagínate, yo por entonces tenía 21 años, muy llamativa, rubia, de pelo largo, ojos verdes, boca sensual, buenas tetas, cintura estrecha, culo redondo, piernas largas… y hoy intento conservar ese tipo, que bastantes sacrificios me cuesta , a base de comer bastante poco (¡con lo que me gustan los dulces!) y de hacer mucho ejercicio.

En cierta ocasión, en una de mis visitas yo vestía con mi atuendo sexy: una blusita brillante, ajustada, de color verde botella con buen escote, una faldita corta de cuero negro que enseñaba bastante mis muslos y unos zapatos de tacón.

Me presenté a la secretaria de recepción de una fábrica de cableado, me acompaño hasta el despacho del jefe de informática y allí esperé a que me atendiera el responsable, un tal Sr. Hernández.

La verdad es que el tío me hizo esperar más de una hora, porque al parecer estaba en una reunión y eso que le había pedido cita con antelación.

Me entretuve ojeando alguna revista de informática y de economía que había sobre una mesita, leyendo los diplomas que tenía colgados en la pared, observando la foto de su mujer y sus dos hijas que tenía sobre la mesa, y contando los adornos que tenía distribuidos por aquella habitación.

El despacho estaba en general bien decorado y era bastante amplio, con un gran ventanal y muchos libros en una gran estantería, un pequeño sofá, una mesa grande de despacho con dos ordenadores y dos sillones frente al sillón principal.

Me senté en uno de ellos y encendí un cigarrillo.

Al rato (bastante rato) entró él, era un hombre de una edad incalculable a simple vista, yo le echaba unos cuarenta años o quizá más, ya que las chicas que aparecían en la foto aparentaban unos 16 o 18 años.

Era fuerte, alto, moreno, con bigote y llevaba gafas.

No era excesivamente atractivo, pero… si lo que yo llamo un hombre interesante.

Vestía una chaqueta color canela, unos pantalones azules y una corbata de jirafas entrelazadas, demasiado modernilla para su edad.

A pesar de que podía ser casi mi padre, aquel hombre me atrajo desde el primer momento.

Yo también le atraía porque nada más verme se le iluminaron los ojos, también es verdad que la minifalda ayudaba bastante y su mirada fue más bien dirigida a mis piernas que yo mantenía entrecruzadas.

Me levanté para saludarle. Él se quedó un poco sorprendido al verme. Su voz era cálida y agradable.

– Perdóneme señorita, he estado en una reunión y no he podido atenderla antes, cuanto siento haberla hecho esperar.

– No se preocupe, estoy acostumbrada. – le contesté cortésmente.

– Por favor, siéntese y si no le importa ¿nos podemos tutear?.

– Encantada, a mi me resulta mucho más fácil si nos tuteamos.

– Estupendo, pues siéntate, por favor. – me dijo señalando la silla que estaba frente a él.

Después de desnudarme con la mirada, se sentó en su sillón y yo hice lo mismo en el mío.

El caso es que fuimos conversando al principio de cosas sin importancia, como el tiempo y esas cosas, me ofreció un refresco, luego un cigarrillo y al rato me pidió que le fuera enseñando los productos de mi empresa.

Me levanté, cogí mi cartera y me situé de pie a su lado, nada más hacerlo , de reojo «inspeccionaba» toda mi silueta, deteniéndose en mi escote y mis piernas que yo movía sensualmente con intención de provocarle.

Saqué los catálogos y empecé a enseñarle las fotografías de todos los productos que pretendía venderle.

Los productos en cuestión eran desde filtros protectores, alfombrillas, ratones, kits de limpieza, etc., hasta ordenadores, impresoras, y todo eso.

Fui mostrándole todos los productos página por página y comentando sus características y precios.

Yo seguía haciéndole algún movimiento sensual de los míos, para que fuese poniéndose más «alegre» y asi poderle vender más cosas.

Ya sé que esta táctica de ventas es un poco a traición, pero es muy efectiva y muchas mujeres deberían aprovecharla mejor para dar mayores beneficios a sus empresas.

Solo es cuestión de ponerse atractiva, hacer cuatro o cinco movimientos sensuales y «echarle morro».

Mientras me agachaba a coger de mi maletín otro folleto, me dijo:

– Oye, perdona… ¿sabes que eres una preciosidad?

– Gracias. – respondí con una sonrisa de agradecimiento.

De pie como estaba, yo movía las piernas cambiando de postura y él sudaba observándome y aguantándose por no meterme mano en algún momento. Volvió al ataque:

– Perdona, pero es que te estoy mirando y tienes un cuerpo maravilloso…

– Vamos, veamos las fotos. – contesté intentando disuadirle, aun sabiendo que él no se iba a rendir fácilmente.

Llegó un momento en el que se le veía más excitado, incluso podía notar su erecto pene a través del pantalón.

Le puse más a prueba y le dije:

– Si no te importa, me voy a sentar en la mesa, para estar más cómoda, y mientras te voy enseñando los catálogos, porque de pie es algo incomodo…

– No, no, claro. – contestó él muy contento.

Asi que me senté sobre la mesa prácticamente frente a él, crucé las piernas a pocos centímetros de su cara, hice mis movimientos súper sexys y le sonreí , pero ya os podéis imaginar: la postura de una joven sexy en minifalda, sentada sobre su mesa al alcance de su mano, pudo más que él, y tan acalorado como estaba, no se pudo resistir más y me acarició una de las piernas desde la rodilla hasta el muslo.

Le tenía en el bote.

– ¡ Oye ! ¿que haces? – protesté yo enfadada mientras le retiraba la mano.

– Perdona… – se disculpó él – pero fue un arranque de locura…

Seguimos viendo fotos de los productos en sus distintas categorías y formas. De nuevo me miró las piernas y el escote y me preguntó:

– Tu te llevarás una buena comisión por todo esto ¿no?

– Bueno, eso depende del volumen de venta. – le contesté .

– Yo te haría un pedido, pero claro, tus precios son más elevados que los de la competencia, si no me ofreces algún descuento o alguna ventaja… – comentó con ironía.

Sin apenas darse cuenta estaba cayendo en la trampa. Con cara de inocente le dije:

– Descuento no puedo ofrecerte, ya que los precios son muy ajustados, y ventaja… no se me ocurre…

– Bien… – dijo él cortándome- yo tengo en la empresa unos 90 ó 100 equipos a los que les haría falta unos filtros protectores para monitores….sería un buen pedido ¿no crees?

Hizo una pausa. Se arrascó la cabeza y siguió:

– …quizás por 90 ó 100 filtros…

– Por 90 ó 100 filtros ¿que? – pregunté con impaciencia.

– Pues que si….¿me enseñarías tus braguitas? – preguntó de repente.

Le mire con cara de sorprendida.

– ¿Como?. Vas muy directo ¿no? – le dije.

– Bueno… tu sacarías beneficio y yo lo sacaré viéndote a ti.

– Para nada, olvídate de ello. – contesté rotunda.

– Anímate chica, recuerda la comisión…

– No , yo no hago ese tipo de cosas, me parece una pasada.

Estaba muy excitado y cada vez más empalmado, su «bulto» quería salirse del pantalón a toda costa.

– Recuerda, son 90 ó 100 filtros… – insistió.

Yo me estaba poniendo excesivamente dura con él.

– No me parece buena idea, además, podría entrar alguien… – le dije.

– No hay nadie, se han ido todos a comer, estamos solos. Solo está el vigilante y no nos molestará – contestó rotundo.

– Me da vergüenza – insistí de nuevo muy recatada.

– ¡ Vamos bonita ! – me animó – recuerda que sacaras una buena comisión…

Me hice un poco la remolona, pero seguí su juego que al fin y al cabo era el mío, total la cosa no podía acabar muy lejos, o al menos eso creía yo.

– ¡ Esta bien ! , tomaré nota de 100 filtros. – respondía yo mientras apuntaba el pedido en cuestión.

Ya no le hice esperar más y 100 filtros me parecía justo por verme solo las bragas, así que me levanté de la mesa, me solté los botones de la falda, me la bajé lentamente y me la saqué por completo.

Se quedó boquiabierto al verme con mis braguitas de encaje negro que eran bastante pequeñitas con un lacito en el centro y lanzó sus manos hacia mis caderas.

– ¡ Las manos quietas ! – le increpé.

– Esta bien. Veo que me va a costar caro, ¿por 100 alfombrillas y 100 ratones nuevos podría ver tu sostén?

– No sé… – comenté yo.

– Vamos mujer, que te haré un buen pedido, ya veras…

– De acuerdo. Pero solo eso ¿eh?

Asi lo hice, me solté los botones de mi blusa y a través de mi escote le enseñé mi sostén igualmente negro, igualmente sexy e igualmente ajustado y diminuto, con su lacito en el centro.

– Venga, sácate la blusa – me rogó bastante nervioso.

No quise hacerle esperar mucho más y me quité la blusa por completo quedándome en ropa interior frente a aquel hombre que se iba poniendo cada vez mas nervioso.

– 100 alfombrillas y 100 ratones… – comentaba yo mientras tomaba nota del nuevo pedido.

Se quedó observándome de arriba a abajo durante un buen rato. Estaba claro que lo que más le interesaba en ese momento era desnudarme más que la compra de cualquier cosa.

– ¡ Que cosa más linda ! – me soltó con admiración que yo agradecí con una inclinación de cabeza y con un sonrisa.

Hice un giro.

– ¿ Te gusto? – le pregunté con carita de niña buena.

– Me encantas… Dime ¿Que tengo que comprar por quitarte esa ropa interior ? – me preguntó.

– ¿Por quitármelo todo? – le pregunté alarmada.

– Si, amor… dime, ¿cuanto me costaría que te desnudara?

– ¡ No! De eso ni hablar. Creo que eso ya es demasiado. Mejor lo dejamos asi… – dije yo , consiguiendo impacientarle, mientras recogía mi blusa dispuesta a ponérmela.

– Vamos, sabes que estoy en tus manos. Por favor, dime ¿Cual es el pedido por quitarte yo mismo ese bonito conjunto negro?

Me quedé pensativa, intentando averiguar hasta donde llegaría todo aquello.

Lo cierto es que nunca me había lanzado tanto, pero la situación aparte de haber llegado bastante lejos me iba excitando cada vez más, me apetecía mucho darle ese gusto, además de cobrarme una buena comisión,… como esa hasta entonces ninguna otra.

– Yo no me desnudo así como así, delante de nadie. – dije rotunda negando con la cabeza.

– Pero mi vida, tu pones el precio. Puede ser mucho dinero para tu empresa, lo que significará mucho dinero para ti.

– ¿Seguro? – pregunté

– Si, venga, ¿que tengo que pedir por desnudarte?

Volví a pensar mirando hacia el techo.

– ¡ Esta bien ! – dije – El precio son : ¡ 50 impresoras láser !

– ¿Como? – preguntó asustado.

– Pues eso… ¡ 50 impresoras !.

– Cariño, creo que te has pasado.

– No, no me he pasado. Ese es el precio para que me quites la ropa, asi que… tu mismo.

– Mejor lo dejamos en 30 impresoras… – me dijo.

– 40 y cerramos el trato. – respondí.

No lo dudó por mucho tiempo y asintiendo con la cabeza, dejó que tomara nota del nuevo pedido y nos colocamos en pie el uno frente al otro.

Se pasó la lengua por los labios relamiéndose de gusto, preparado para despojarme de mi conjunto negro.

Primero me bajó los tirantes del sujetador y con maestría lo desató por completo en un «visto y no visto».

Mis tetas se le aparecieron redondas duras y con los pezones erectos.

Las admiró durante un rato como si fuera un pastel en un escaparate.

Algo más nervioso, se arrodilló ante mí y metiendo sus manos en los elásticos de mis braguitas, fue bajando estas por mis muslos hasta sacármelas por completo, admirando mis piernas a medida que avanzaba hacia mis pies.

Toda desnudita me quedé frente a él.

Con sus ojos recorría mi cuerpo por entero y muy especialmente en mi sexo que estaba muy recortadito con una linea de vello negro alrededor de la rajita.

– ¡ Pareces un sueño ! – dijo. ¡ Eres preciosa !

Esas palabras me hicieron sentir un escalofrío de gusto que recorrió todo mi cuerpo, sintiendo como mi chochito se humedecía.

– ¿Que te parece si aumentamos el pedido en otras 40 impresoras de chorro de tinta a color? – le pregunté mientras me pasaba la lengua por los labios y acariciaba mis pechos, mi cintura y mis caderas con toda la sensualidad del mundo.

– ¿ A cambio de que?- preguntó intrigado

– Pues te desnudo yo a tí y dejaré que me acaricies. ¿Te parece caro?

– Me parece que estoy soñando. Toma nota y empieza ya. – dijo él muy excitado.

Le saqué la chaqueta y sus manos agarraron suavemente mi cintura, tenía las manos frías y sudorosas, acariciaba con sus manos mis caderas, luego le solté la corbata y me acarició la espalda, le solté el cinturón y los botones de la camisa mientras sus manos acariciaban mis pechos como si estuviera haciendo una masa de harina.

Se le veía muy nervioso.

Le quité la camisa y le baje los pantalones.

Me arrodillé frente a él y muy despacito fui bajándole los calzoncillos poniéndose frente a mi cara una gran polla tiesa como un árbol.

Le empujé hasta su sillón y se sentó, yo continuaba de rodillas y comencé a hacerle caricias por sus piernas, por sus muslos, por su ombligo, sus pechos, sus brazos, rozaba sus ingles… a cada una de mis caricias su pene daba un bote deseoso de participar en el juego.

Pude observar como se concentraba en mi masaje y cerraba los ojos.

Seguí acariciándole. Tenía un cuerpo bonito, bien proporcionado y cuidado, seguramente practicaba deporte habitualmente, ya que tenía una buena musculatura.

Por otro lado estaba muy bien dotado con un pene que sobrepasaba la media.

Le agarré su erguida verga por la base y con una sonrisa malévola le pregunté.

– ¿Te gustaría que te comiera la polla?

Me sonrió.

– ¿Estas de broma?, es lo que más deseo en estos momentos. – respondió con la voz temblorosa.

– Te costará… 25 ordenadores portátiles.

Ni siquiera discutió el precio ni la cantidad. Apunté el pedido, volví a arrodillarme frente a él que seguía sentado en el sillón.

Le agarré su tieso miembro y suavemente empecé a chuparle los huevos, con mi lengua fui subiendo por todo su polla, notando como brotaban sus primeras gotas por la punta, las relamí, notando su dulce sabor.

Aquella polla fue creciendo a medida que mi lengua trabajaba sobre ella, primero chupaba el glande por la base, luego metía la puntita en mi boca, luego le chupaba de nuevo a lo largo de todo el pene y volvía a la punta sin llegar a metérmela entera.

– ¡Cómemela ya ! – me gritaba desesperado.

Quise darle más gusto haciéndole desear ese momento de introducirme toda su polla en mi boca.

Seguí acariciándole los muslos mientras mi lengua recorría su dura verga. Iba una y otra vez desde la punta hasta la base y viceversa recorriendo aquel pene con la punta de mi lengua.

Él me acariciaba el pelo, las cejas, las mejillas.

Se le veía muy excitado.

Su polla seguía emanando sus fluidos por el glande y yo los degustaba todos.

Era un sabor rico, entre dulce y amargo.

Decidí no hacerle esperar mucho más y me metí todo el glande en la boca.

Su respiración paso de ser acelerada a casi fatigada.

Apreté fuertemente los labios notando todo su perímetro entrando en mi boca.

Empecé a bajar y a subir hasta la mitad del erguido falo, guardándome el resto para el final.

Seguí apretando mis labios para ofrecerle el mayor placer posible.

Me lo agradeció una y otra vez.

– ¡ Que maravilla, que gusto me das !… Nunca me lo habían hecho así.

Seguí en mi labor de entrar y salir hasta la mitad de su miembro, pero noté como estaba a punto de eyacular y decidí entrar y salir pero más a fondo, como si fuera ganando terreno cada vez más.

Yo notaba como aquello le producía un gusto enorme, por fin metí todo aquel trozo de su cuerpo en mi boca, notando el glande en mi paladar y fue el momento en el que no pudo aguantar más y se corrió con fuerza en mi boca.

Noté chocar todo su semen en mi garganta, mis dientes y mi lengua.

Prácticamente llenó mi boca con toda su leche.

No pude tragármelo todo porque se me desparramaba alguna gota por la barbilla y el cuello.

Me relamí los labios por si pudiera quedar algún resquicio en ellos de ese mágico fluido. Después terminé de limpiarle todo su miembro con mis labios.

Me incorporé de pie y abrí las piernas dejándole a la vista mi coño. Se quedó observando toda mi desnudez. Le pregunté:

– ¿Te ha gustado?

– ¿Que si me ha gustado? . Ha sido… ¡ Memorable ! – me dijo con admiración.

Me sentí halagada. Volví a pasar la lengua por mis labios recogiendo las ultimas gotas y le contesté sonriendo:

– Gracias.

Siguió observándome.

– ¿Completamos el lote y te como ese precioso coño…? – dijo eufórico señalando a mi ardiente sexo.

– Apuntaré 10 ordenadores completos con CD-ROM. – comenté tomando nota en mi bloc del nuevo pedido.

Me tumbé sobre la mesa poniendo mi coñito en el borde, mientras abría las piernas.

Acercó su sillón de ruedas y puso su cara a unos centímetros de mi húmedo sexo.

Se quedó un buen rato mirándolo, observando cada centímetro, explorando cada curva, cada pelito, olisqueándome…

Luego posó una de sus manos en mi monte de venus, rozando con su pulgar mi vello. Sentí un escalofrío y al mismo tiempo mi chochito soltaba los jugos del placer.

Mientras acariciaba mis zapatos de tacón negros como si fueran de cristal, con su lengua recorría lentamente una de mis piernas, desde el tobillo hasta el muslo, volviendo a bajar por la otra pierna en sentido contrario, volvía a la otra, haciéndome unas medias con su saliva, hasta llegar a mis ingles depiladas, donde yo no pude reprimir un gemido, que el agradeció acariciando suavemente mis tetas con unas caricias que rodeaban los pezones que se endurecían entre sus dedos y mi sexo no dejaba de emanar más y más líquidos, hasta que puso sus labios casi pegados en mi coño, por un momento creí que le hablaba porque le oía decir cosas extrañas, de pronto pegó sus labios en mi rajita y con su lengua recogió el flujo que yo no dejaba de emanar, me miraba a los ojos con ternura y me sonreía, volvía una y otra vez con su lengua y yo sentía dentro de mi un placer intenso, notaba como me bombeaba el corazón con fuerza y notaba mis pulsaciones en el clítoris, con sus ardientes labios me comió literalmente todo el coño restregando su nariz contra mis pelitos y moviendo la cabeza como si fuera un hambriento, yo le agarré por la cabeza para sentirlo contra mí, su lengua empezó a acariciar mis labios vaginales de arriba a abajo, luego de abajo a arriba y cada vez, mas profundamente, introduciendo su lengua en mi vagina y notando todo su aliento sobre mi excitado clítoris que reaccionó y noté como mis pulsaciones se aceleraban y como todo mi cuerpo comenzaba a sudar hasta que llegué a un orgasmo que recorrió todo mi interior.

– ¡ Mmmmmmmm !, ¡ que gusto!, ¡ que rico ! – gemía yo.

Fue todo muy rápido, pero él no dejó de chuparme y de acariciarme por todo el cuerpo, sus manos pasaban por mis muslos, por mis tetas, por mis caderas y por mi cara y al mismo tiempo no dejaba de lanzarme frases de admiración.

Todo aquello provocó en mi un segundo orgasmo que aunque con menos intensidad, fue también maravilloso.

Me quedé con los ojos cerrados durante un rato.

– ¿Que tal? – me preguntó, aun sabiendo que me había hecho gozar como a una loba.

– ¡Fantástico! – respondí satisfecha.

– ¿Seguimos? – preguntó con ganas de completar la faena.

Yo sabía que aquello no se iba a quedar así, pero quise ponerle aun más cachondo y excitarle a tope.

– No. Creo que ha sido suficiente – le dije mientras me incorporaba e iba recogiendo mi ropa.

– ¡Vamos muñeca!, apunta 30 o 40 aparatos más o lo que tu quieras pero yo te tengo que follar.

Mientras me decía esto, su miembro iba creciendo alegrándose de las palabras de deseo de su dueño.

– No, lo siento, yo solo dejo que me folle mi novio. – le mentí, ya que por entonces yo no tenía pareja.

Me dirigí hasta una de las sillas colocándome el sostén, haciéndoselo desear de veras.

Se abalanzó sobre mi y prácticamente me arrancó el sujetador llegando a romper los corchetes.

Me agarró con fuerza por los brazos y me empujó contra la librería que tenía al fondo de aquella habitación.

– ¡ No me vas a dejar así, puta ! – me gritó.

Yo gozaba viéndole fuera de sus casillas y me había dado tanto gusto al comerme el chochito que estaba como loca por que me penetrara. Pero aun así me hice la dura.

– ¡ No por favor ! – le decía mientras intentaba zafarme de él.

Me agarró por las manos y las subió por encima de mi cabeza mientras su boca comenzó a morderme las tetas, dándome mucho gusto y al mismo tiempo algo de daño.

Me sentó en una de las baldas de la librería que casualmente situaba a la misma altura nuestros chorreantes sexos.

Me abrió las piernas.

Yo seguía empujándole y arañándole sin apretar demasiado, cosa que le hizo enloquecer aún más, se agarró su duro pene por la base y colocó su punta en mi coño, al hacer esto sentí un gusto increíble humedeciéndome a tope.

Entonces le agarré por el culo e hice que se metiera dentro de mí.

Se coló sin problemas y yo notaba como la largura de aquella preciosa verga se introducía en mí.

Los dos empezamos a gemir y a acariciar nuestros cuerpos, yo su espalda, su cuello, su culo, sus muslos y él mis caderas, mis tetas, mis piernas.

Permaneció unos segundos con toda su polla dentro de mi, tensando su musculatura.

Comenzamos con un ritmo acompasado, primero lentamente y luego acelerado, volvíamos a frenar el «bamboleo» y luego volvíamos a acelerar. ¡Que gusto! ¡Que bien me estaba follando aquel tío! ¡Que hermosa polla tenía dentro de mí ! ¡Deseaba que aquello no acabara nunca!…

Nuestros cuerpos sudaban envueltos en un maravilloso polvo.

Apreté los músculos para apretar ese falo en mi interior.

¡ Que bien me follas cabrón !. ¡ Como te siento dentro de mí !.

Mis propias palabras y lo bien que me estaba jodiendo aquel hombre hicieron que tuviera un orgasmo fantástico que hizo que soltara gemidos y gritos como si fuera una gata en celo.

Notaba como la boca se me quedaba seca, como los pezones se me endurecían, y como mi coñito se estremecía de placer.

Mis gemidos hicieron que él llegase al clímax y poniendo los ojos en blanco se corrió en mi interior como un chaval.

Sacó su pene chorreante de mi cueva y esparció la leche que le quedaba por mis muslos y por mi pubis.

Nos abrazamos y nos entregamos en un dulce y profundo beso que entrelazó nuestros labios y nuestras lenguas.

Me quedé observándole y sonriendo le dije:

– No es necesario que hagas este pedido, he disfrutado como pocas veces, ha sido realmente excitante…

– De ninguna manera, ese pedido está hecho y te lo has ganado preciosa, tú si que me has hecho gozar, follas de maravilla

Nos vestimos y después de hacerlo nos fumamos un cigarrillo, terminamos con otro ardiente beso y nos despedimos con un cordial apretón de manos.

Aquella táctica de venta me sirvió para hacer una buena venta y al mismo tiempo para sentir una explosión de placer…