En vivo y en directo

Era una de esas noches donde el aburrimiento a uno lo obliga a entrar en alguna sala de chat y ver que se puede encontrar.

Después de varios minutos frustrantes llegó a mi un mensaje de «Dardo», 19 años, periodista, de un pueblo de Buenos Aires a varios kilómetros del mío. El encuentro era imposible.

Chateamos durante casi una hora donde nos contamos varias cosas, hasta que por supuesto, el sexo entré entre nuestras palabras y como la cosa se iba poniendo caliente, me sugirió seguirla vía webcam, puesto que yo no tenía cámara, él se ofreció a mostrarse.

Yo acepté. El recuadro que se abrió ante mí dejaba ver un chico muy lindo, aunque la imagen era media difusa se adivinaba un chico con todas las de la ley.

Y por supuesto, comenzó a desvestirse hasta que pude ver una pija de unos 19 cm muy bonita. Nuestro chat caliente continuaba y él se pajeaba cada vez más rápido ofreciéndome unos planos dignos de película porno.

Yo estaba a mil, me pajeaba siguiendo su ritmo, hasta que acabamos casi juntos de una manera brutal.

Días después recibo un mail donde Dardo me avisa que por unos días iba a venir a capital, y que si quería nos podíamos ver. De inmediato le respondí dándole mi dirección y mi teléfono. Pasaron unos días más, yo me encontraba en casa leyendo unas revistas, y el sonido del teléfono me hizo recordar la imagen la webcam…¿Sería él? Sí, lo era.

Quedamos en que esa noche pasaba por mi casa para cenar. Preparé una rica comida, y a las ocho en punto el timbre me anunciaba que mi nuevo amigo había llegado. Al verlo comprobé que era realmente bonito, estaba vestido con unos jeans y una camisa. Esos pantalones dejaban ver un bulto considerable que hizo que mi imaginación se dispare por las nubes y mi calentura creciera terriblemente.

La cena fue divertida, nos reímos y nos contamos muchas cosas.

Mientras yo preparaba café, Dardo sintonizó en el televisor el canal porno, y obvio, se empezó a calentar. Le pregunté si no quería ponerse más cómodo, y sonriendo me dijo que sí. Se sacó sus zapatillas, y se bajó los pantalones.

El verlo en calzoncillos y camisa me superó, le dije que si se quedaba mucho tiempo más así no respondía de mí. Él volvió a reír y me dijo «hacé conmigo lo que quieras, para eso vine, Gato».

Dejé la preparación del café de lado, y me acerqué al chico. Uno a uno fui desabrochando los botones de su camisa, si bien a mi me gustan los chicos lampiños, y Dardo no era uno de ellos, el tenerlo tan cerca me calentaba muchísimo.

Comencé a pasarle la lengua por las tetillas, dando suaves mordiscos en cada una de ellas, una de mis manos ya se había adueñado de su pija por sobre la tela del calzoncillo, y le hacía una especie de paja que le advertía a ese miembro lo que vendría después.

Dardo cerró sus ojos y se dejó caer sobre el sillón que estaba a su lado. Yo me arrodillé frente a él y comencé a pasarle la lengua por la zona del ombligo.

Los gemidos iban en aumento hasta que escuché medio entrecortado «Ga…ga…to….chupámela». no lo hice desear más, le bajé los calzoncillos y esos 19 cm de carne húmeda ya por los líquidos preseminales quedaron al aire libre y a entera disposición de mi boca.

La punta de mi lengua empezó a jugar con su glande mientras una mano mía envolvía ese tronco y lo pajeaba con suavidad.

Mis labios comenzaron a succionar la cabeza de la pija de Dardo, para finalmente deslizarse hasta la garganta.

Me tragué esa pija llenándola de saliva una y otra vez, metiéndomela bien hasta el fondo y sacándola despacio dejando un hilo de saliva que hacía las veces de lubricante facilitando el sube y baja que se estaba dando.

Estuve así unos cuantos minutos, hasta que sentí que se vendría, entonces me la saqué de la boca y comencé a trabajar en sus huevos.

Estos eran grandes y hermosos. Pasaba mi lengua entre y sobre ellos.

Atrapaba uno con mis labios y lo retenía en la boca unos instantes, para luego dejarlo caer y agarrar el otro.

Este jueguito ponía loco al chico, me decía que siguiera, que le gustaba mucho eso. Y yo seguía. Para eso están los amigos pensé . Mientras, me fui bajando los pantalones y con mis propias manos lubricándome con mi saliva fui dándome pequeños masajes en mi culo.

Cuando me noté bien lubricado, me senté encima de él, colocando una de mis rodillas a cada lado de su cintura, facilitando de esa forma la entrada de su pija en mi culo.

Entró toda de un golpe. Fue espectacular, mis movimientos y los de él empezaron a marcar un ritmo que hacía que prácticamente mi cuerpo se deslice sobre el suyo.

Yo subía mi cuerpo para luego dejarme caer hasta el fondo otra vez y sentir como uno a uno los 19 cm de carne se deslizaban en mi interior.

Los movimientos se hicieron cada vez más rápidos.

Dardo me avisó que estaba por acabar, entonces me salí y tirándome a su lado me llevé esa pija nuevamente a mi boca que estaba lista parta recibir sus jugos. Se la chupé unos instantes y unos chorros de esperma caliente inundaron mi boca.

Él me pidió que me lo tragara y así lo hice, para luego seguir chupando y limpiando bien esa pija que tanto placer me había dado.

Yo estaba totalmente al palo, entonces le pedí a mi amigo que me apretara las tetas, que jugara con ellas, y así lo hizo, con una mano apretó un pezón y la otra empezó a buscar mi culo nuevamente hasta encontrarlo, y dos de sus dedos comenzaron a jugar allí provocando en mi una acabada de lujo.

Nos quedamos un rato allí, disfrutando de una escena que en la TV mostraba a un rubio impresionante dándole por el culo a una pelirroja.

La tentación se adueñó de mi una vez más y al notar que la pija de Dardo volvía a crecer, comencé una segunda chupada. Esta vez más rápida, casi con desesperación.

Él gemía y apretaba mi cabeza enterrándome su pija hasta más allá de mi garganta. Hasta que explotó nuevamente, mientras decías «acá está la leche para el gatito». Yo tragué y tragué.

Luego, nos fuimos a bañar. Allí sucedieron algunas cosas más que interesante que hicieron que Dardo se quedara tres días en mi casa disfrutando del buen sexo.

Y les aseguro, que en vivo y en directo, no se compara con las camaritas.