Mi primera experiencia como amo I

Ana era la novia de un amigo.

Recientemente rompieron su relación.

Ana se me había insinuado algunas veces, siendo novia de mi amigo.

Era la típica chica atractiva, consciente de que gustaba a los hombres, y que pensaba que podía hacer con ellos lo que quisiera.

Ana estaba acostumbrada a jugar con los hombres.

Un tiempo después de haber roto con mi amigo, coincidimos en una fiesta.

Ana se me insinuó de nuevo.

Las anteriores veces yo había mantenido las distancias por respeto a la amistad que tenía con el que era entonces su novio.

Ella lo sabía. Y sabía también que a mi me gustaba.

Pronto nos fuimos de la fiesta, para continuarla de una manera más íntima en su casa.

Por el camino, yo iba pensando que estaba siendo el juguete de turno de Ana.

Acostumbrada a salirse con la suya, en cierto modo yo estaba sucumbiendo a sus encantos, y ella estaba dominando la situación, como siempre.

Entonces decidí que eso iba a cambiar. Siempre me ha atraído tener alguna experiencia de dominación.

Cuanto más pensaba en ello, más me excitaba. Y Ana era la mujer ideal para someter.

Cuando llegamos a su casa, Ana me abrazó y comenzó a besarme.

Ella llevaba un vestido negro, corto, ceñido, que marcaba sus sinuosas y atractivas curvas.

Yo la besé también, al tiempo que acariciaba su culo,… pensando que ese culo se merecía una buena polla dentro.

Ana me lanzó una mirada pícara y desafiante, al tiempo que sonreía con cierta perversidad. Decidí pasar a la acción:

– Ana, vamos a jugar a un juego muy morboso.

– ¿Si? ¿A qué juego?

– Al Juego de los esclavos – Ella preguntó entonces en que consistía eso. Le respondí: – Vamos a echar una moneda al aire, a cara o cruz. El que pierda tendrá que someterse a todas las órdenes del otro. Eso sí, si aceptas, luego tendrás que hacer, y aceptar todo lo que decida hacer contigo. Y yo también, claro, si ganas tú, tendré que hacer todo lo que quieras. ¿qué? ¿te animas? Piensa lo morboso que puede ser…

En esos momentos Ana debió pensar que en caso de que ella perdiera, yo tampoco le pediría ninguna cosa «fuerte», ya que soy una persona muy educada y respetuosa… pero también debió pensar en tenerme a su merced.

Su sonrisa y su mirada perversa delataban estos pensamientos.

Lo cierto es que tuve que correr el riesgo de perder, y verme atrapado en mi propio juego.

Pero gané. Y Ana se convirtió en mi esclava.

Me acomodé en el sofá del salón, y le ordené que se quedase de pie ante mí. Lo hizo sonriendo.

– Desnúdate. Quítate toda la ropa, excepto las medias. –

Ana comenzó a desnudarse. Lo hizo lentamente, y de manera insinuante. Aquella situación le hacía gracia.

Pronto comenzaría la sesión de sumisión, y dejaría de hacerle tanta gracia seguramente.

Cuando estuvo desnuda, hice que se arrodillase delante de mí.

Lo hizo con mirada perversa. Ana pensaba que iba a tener que chuparmela, y estaba acostumbrada a hacerlo con otros hombres. Pero no sabía la manera en que lo haría esta vez.

Cogí un pañuelo largo, y le até las manos a la espalda. La puse de pie, y la llevé hasta un sillón.

Ana terminó a cuatro patas en el sillón, la cabeza apoyada en el respaldo, las manos atadas a la espalda, y con sus piernas bien abiertas, y atadas a los laterales del sillón. Ahora ya la tenía como yo quería. Ana todavía reía: «Si nos vieran… yo atada así… jajajaja»

– A partir de ahora solo hablarás cuando yo te dé permiso. Si te tengo que repetir dos veces una orden, te castigaré. Ahora eres una sumisa, una esclava…. ¿y sabes cómo se castiga a las sumisas?-

-No. ¿cómo?

– Enculándolas de golpe, y follandolas por el culo. – Tras decir esto fui al cuarto de baño, y traje un frasco de leche corporal – ¿Sabes para qué es esto? Pues es para lubricar tu ano cuando te encule,… pero eso será si te has portado bien, te lubrificaré el culo si te has portado… . si no te encularé como castigo… y créeme, no te va a gustar así… aunque importa poco lo que te guste a tí… ahora solo importa lo que me guste a mí… lo entiendes?

Ana se había puesto seria. Pero hablé con tanta decisión y firmeza, que solo supo decir: «Si». Esto marchaba. Me desnudé, y ella pudo ver la fuerte erección que tenía. Creo que por primera vez en su vida, Ana sintió algo de temor por lo que una polla dura podía hacerle.

– Ahora vas a darle la bienvenida a la polla de tu amo, vas a comer polla hasta que me corra… verás que rica está… venga, putita, abre esa boca y empieza a mamar polla… – Ana abrió la boca para recibir su ración de polla, pero la postura en la que la había atado no le dejaba alzar la cabeza bien. Tenía que tenerla apoyada en el respaldo del sillón. Esa postura era perfecta para follarla luego por detrás… pero no para que mamáse pollas. Recogí su pelo, y le mantuve la cabeza erguida tirando del mismo. «Ahhhh… me haces daño» El tirón de pelo le estaba doliendo. Aproveché que abrió la boca, y le metí la polla dentro. «Chupa, puta, chupa… y no pares hasta que yo te diga». Ana comenzó a mamar. Lo hacía muy lento. Empecé a follarla por la boca. Ana gemía, intentaba coger aire, y hasta tenía arcadas, sobre todo cuando le metía la polla como si quisiera atravesarle la cabeza. Ana estaba totalmente sonrojada, y apretaba los ojos. El rimel se le había corrido, y el carmín se había emborronado alrededor de sus labios. Cada vez que mi polla salía de su boca, caían hilillos de saliva viscosa. Yo estaba tan excitado que sabía que no iba a tardar mucho en correrme. Entonces recordé una cosa de un relato que había leído, y decidí aplicarlo.

– Voy a correrme en tu boca, puta, y no quiero que te lo tragues… pero tampoco quiero que lo escupas… quiero que te guardes el semen en la boca, de acuerdo? guarda todo el que puedas… si lo escupes o se te sale de la boca, te castigaré… y ya sabes lo que te va a pasar si tengo que castigarte… bien, puta, cuando me vaya a correr te avisaré… «-

Comencé a follar su boca con más fuerza. Y sentí como llegaba el momento de descargar.

– «Me corro, puta, me corro». Me corrí en su boca, gimiendo de placer… estaba teniendo un orgasmo muy intenso… y fue largo, eyaculé semen. Ana cumplió. Algunas gotas cayeron al suelo, y un par de hilillos viscosos le colgaban de la boca. Pero estaba guardando la mayor parte de la corrida. Estaba roja como un tomate, y mantenía los ojos cerrados. «Abre los ojos y mira a tu Amo». Su mirada me excitó de nuevo: era la mirada de una mujer sometida. Seguro que estaba temiendo lo que vendría después. Ana sabía que esto era sólo el principio.

Descolgué un espejo, y lo puse de manera que pudiera ver su cara cuando la follara por detrás… y de paso ella también podía verse. «Bueno, putita, ahora viene lo más divertido… te voy a follar como se folla a una sumisa… a cuatro patas, y por detrás… pero escucha bien esto: si se te cae una sola gota de semen, o te lo tragas, te castigaré, entendido? o sea, que cierra bien esa boca mamadora que tienes…

«Me puse detrás de ella. Vi en el espejo como apretaba los labios, y como me miraba con cierto temor. Puse la punta de mi polla a la entrada de su vagina. Sus ojos se abrieron más. Iba a decir algo, pero como no podía hablar, solo pudo emitir un gemido. «Con la boca llena no se habla, putita»

Su respiración se aceleró. «Bueno, ya sabes lo que tienes qué hacer.» Y tras decir estas palabras, se la metí de golpe, de una sola vez, hasta el fondo. Ana no pudo evitar soltar un grito… «Aaaahhhhhhh»… al gritar escupió parte del semen, y el resto cayó al suelo, colgando desde la boca de Ana hilos de sustancia viscosa…

Lo cierto es que toda la escena me excitó muchísimo. Saqué mi polla de golpe, y le hablé a Ana con firmeza. «Te dije que guardaras la corrida en la boca… » Ana casi me suplicaba con la mirada. Estaba siendo realmente sometida.

– Por favor, para, basta ya… no quiero seguir… – imploró

– ¿Recuerdas lo que nos jugamos a cara y cruz, Ana? ¿no vas a cumplir tu palabra? De acuerdo. Si quieres que lo dejemos, lo dejamos. Yo no te voy a obligar a seguir en contra de tu voluntad. Te desato, me voy, y no me vuelvas a llamar ni a hablar nunca más. Si yo hubiera perdido, hubiera cumplido y aguantado hasta el final. Acordamos que no podría echarse atrás el que perdiese… – Ana se quedó pensativa, y balbuceó: «De acuerdo, seguimos… » Le hice repetirlo en voz alta. Y seguimos.

– De acuerdo, puta, como has tenido el valor de seguir, te voy a dar una segunda oportunidad, pero si desobedeces de nuevo, serás castigada.-

– Gracias Amo – Estas palabras de Amo me excitaron muchísimo. Me acababa de llamar «amo». Se estaba metiendo en su papel de sumisa. La estaba logrando someter.

– ¿Sabes lo que vamos a hacer? Como tenemos toda la noche por delante, vamos a empezar de cero. Vas a mamarme otra vez la polla, y a guardar la corrida en la boca. ¿verdad que está rica la polla? Porque veo que te ha gustado esto de comer polla… venga puta, empieza a chupar… – La cogí de los pelos, y se la metí en la boca. Esta vez fue distinto. Ana chupaba incluso con más ganas que antes. No era que tuviera más ganas, sino que había aceptado resignada su destino de sumisa. Me corrí en su boca, y puso cuidado de que apenas cayese nada fuera. Pero claro, era la segunda corrida mía, y ahora necesitaba más tiempo para recuperar fuerzas. «Lo ves, putita, ahora tendrás que esperar a que me excite de nuevo. Cuida bien de que no se caiga ni una gota de tu boca.» Me acomodé en el sofá, encendí el televisor, y estuve viendo una serie de misterio, y luego otra de policías. Me tomé una cerveza, y me hice un par de sandwiches. Mientras tanto Ana aguantaba, con su boca cerrada, e inundada de semen. De vez en cuando la observaba, y podía ver que le estaba costando no abrirla. Estuvo casi dos horas así. Apagué el televisor, y volví a la faena.

– «Bueno, cielo, ya sabes lo que viene ahora… vamos a ver si ahora te portas mejor».-

Le puse la punta de mi polla dura en su vagina… y se la metí de golpe.

Emitió unos sonoros gemidos… pero no abrió la boca.

Era increíble. Nunca pensé que Ana aguantara algo así.

La situación hizo que yo alcanzara de nuevo un grado alto de excitación.

Sentía que mi polla estaba muy dura otra vez.

La agarré por la cintura, y empecé a follarla. Ana gemía, su respiración se aceleraba, pero no abría la boca. Su cara era un poema: estaba roja, con los ojos cerrados, la boca hinchada, y la cara manchada de semen.

Procuré aguantar todo lo que pude, para que Ana sintiera durante el mayor tiempo posible como se la follaban.

Antes de terminar, estuve unos minutos entrando y saliendo de ella al mayor ritmo que podía.

Sus gemidos subieron de tono. Pero no abrió la boca. Cuando sentí que iba a correrme, saqué la polla, y me corrí en su espalda.

Luego le dí un masaje por todo su cuerpo con el semen de mi corrida. «¿Te das cuenta de que estás cubierta de semen? Bueno, hoy dormirás así, sin ducharte… te estás portando bien, eres una buena puta.»

Lo cierto es que tenía otros planes para la corrida que guardaba en su boca… pero yo ya me había corrido tres veces esa noche, y no podía más. «Lo ves, putita, si no hubieras tirado la primera corrida, habríamos seguido… pero ahora estoy cansado… trágatelo todo, y nos vamos a dormir.» Ana abrió los ojos, suplicando con la mirada que no le hiciera hacer eso. Seguro que nunca había tragado «eso». Tuve que imponerme de nuevo: «Si en un minuto no te lo has tragado,… ya sabes lo que te espera.» Y me puse a cronometrar el tiempo.

La expresión de su cara fue tremenda: cerró fuertemente lo ojos… y tragó todo. Luego abrió la boca: «aaahhhhh»… escupió al suelo, pero casi ni lograba escupir… la saliva le quedaba colgando, viscosa…

Pensé en hacer que se acostara así, sin lavarse, para que se sintiera sucia… pero como al final se había portado bien, nos dimos ambos una ducha antes de irnos a dormir. Hice que se duchara conmigo. Ana no se atrevía a hablar. Pero seguía obedeciendo a todo.

Yo estaba muy sorprendido: Ana se había convertido en mi sumisa.

Nos acostamos en la misma cama… no sin antes darle una serie de instrucciones a mi sumisa: » Mañana, cuando nos despertemos, desayunarás polla, ya sabes que está muy rica… cuando te despiertes, y yo me despierte, sin que yo te lo diga te pondrás a mamarmela, hasta que me corra… y por supuesto, guardarás la corrida en tu boca,… hoy ya has aprendido a hacerlo.»

¿Qué pasó al día siguiente? Eso lo contaré en el próximo capítulo…