Historia de Daniela I
Hacía ya casi un año que Arturo de había ido lejos.
A pesar de lo que sentíamos el uno por el otro, la juventud de su corazón lo hacía mirar un horizonte lejos de aquí, y yo no sería quien le cortara las alas para volar.
Fue una relación, sincera, bonita, inocente, entre dos jóvenes que apenas abandonaban esa confusa etapa de la adolescencia.
Hubieron muchos besos tiernos, caricias inocentes que apenas cuando recién empezaban a despertar sensaciones nuevas… fueron interrumpidas por un adiós.
Mi vida continuaba, salí de la escuela, y por esa búsqueda de independencia y madurez, propia del inicio de la adultez, decidí ingresar a la universidad a estudiar contabilidad.
Debido a mi carácter alegre y amigable, rápidamente formé parte de un circulo de buenos amigos con los que compartía todos aquellos altibajos que la carrera nos presentaba.
Me dedicaba con bastante ahínco a mis estudios, pero mi naturaleza de mujer hacia innegable que pudiera percibir las furtivas miradas que él me dedicaba.
Alto, apuesto, sin tener una carita bonita, Marcelo no destacaba por ser guapísimo sino mas bien ese porte varonil que a las mujeres tanto nos atrae, no podía evitar sentirme algo nerviosa cuando sentía su mirada recorriendo mi cuerpo disimuladamente…
No me considero una supermodelo, pero sinceramente he de admitir que si atraigo miradas a menudo.
De estatura más bien baja, pero curvilínea, proporcionada, con cabello lacio oscuro.
Mi rostro es ovalado, ojos pardos con una mirada picara, nariz pequeña respingada y una boca pequeña.
Según, Shogun, soy bastante atractiva y dice que una vez más yo le confirmo que los mejores perfumes vienen en frasco chico.
A pesar de que no soy vanidosa, no puedo negar que me halaga escuchar piropos, cuando estos son hechos con clase.
Mientras los meses pasaban, todos nos íbamos conociendo mejor y entablando conversaciones en las que nos contábamos un poco acerca de nosotros mismos.
También los estudios nos mantenían constantemente ocupados, preparando carpetas y reuniéndonos a estudiar en grupo.
Casualmente en esta ocasión nos encontrábamos bajo la presión de terminar a tiempo un trabajo para la clase.
La fecha final era mañana y debíamos entregar la asignación a costa de lo que fuera.
Reunámonos en mi casa esta noche – concluye Edward ante la disyuntiva que todos afrontábamos.
Pero vamos a tener que trasnochar para finalizar el trabajo – me oigo decir.
Bueno, haremos lo que sea necesario – Dice Marcelo mirándome fijamente, no puedo evitar sentir mariposas en el estómago, ante la forma que me mira.
Que dices Daniela? Te animas? – me interroga Edward.
A pesar de que no lo miro directamente, puedo sentir claramente la penetrante mirada de Marcelo clavada en mi.
Me perturba, pero el titubeo inicial es interrumpido por la imagen de Arturo en mi mente.
Esto me da una sensación de seguridad que hace que las mariposas en mi estómago desaparezcan.
De acuerdo – contestó decididamente – tan solo déjame llamar a mi casa y reunir mis apuntes…
El trabajo a completar era extenso.
Ya teníamos horas y horas tipeando por turnos el trabajo en la computadora, mientras los otros seguíamos ordenando y recopilando los apuntes necesarios.
Hacía bastante rato que ya habíamos escuchado el reloj de la sala marcando la medianoche, y sin embargo, seguíamos sin acabar.
Después de yo tipear por un par de horas, deje que Edward continuará haciéndolo, yo me dedique a organizar los apuntes junto a Marcelo.
Los ojos se me cerraban… tal parecía que el café cargado ya no surtía efecto alguno.
A eso de las 3 o 4 de la madrugada y les dije a los muchachos que me acostaría por un momento en la parte baja del camarote.
Edward seguía tipeando de espaldas a mi, mientras que Marcelo seguía ordenando los papeles.
La habitación se sentía fría así que decidí cubrirme con el cubrecama.
La tibieza de la cama hacía que mis párpados se sintieran más pesados a cada segundo, cuando vagamente oí a los dos hablando.
Ya termine de recopilar los datos, Eddie – dice Marcelo, con voz cansada – cuando quieras terminaré de tipear por ti.
Ja ja ja! Suenas cansado, hermano.- responde Edward con una carcajada – descansa un poco, para que tomes mi puesto, ok?
De acuerdo – responde Marcelo mientras lo veo acercarse a la cama.
Mmmmm? – medio adormilada, mientras que me sacude suavemente del hombro.
Arrímate, chiquita.- mientras se sienta al borde de la cama.
Yo, sin pensarlo mucho, me arrimo, dejando un espacio, para que el se recueste.
Siento como se deja caer a mi lado, mirando hacia arriba. Inhala profundamente haciendo que sus fuertes brazos se eleven sobre su amplio pecho.
No entiendo por que me estoy fijando en eso en este momento.
Tal vez el cansancio, aunque el sueño se me fue tan pronto como se echo a mi lado.
Brrrr – le oigo susurrar – hace frío!
Sin pensarlo, me veo extendiendo el cubrecama sobre él.
El me mira agradecido y se ladea ligeramente hacia mi. Yo le devuelvo la sonrisa.
Por alguna razón no me sorprendí cuando su mano suavemente tomó mi mentón y me acarició el rostro suavemente.
Su toque era suave, cálido, tierno.
Su otra mano empezó a rozar suavemente la mía y me noté a mis misma correspondiendo a esas caricias.
Nuestros ojos se encontraban en la penumbra, transmitían mucho, sin pronunciar palabra…
Yawwwnnnnnnn! – bosteza Edward sonoramente, mientras Marcelo y yo lo vemos estirar los brazos como un felino que recién despierta.
Un café, necesito un cafecito bien cargado! – mientras se va poniendo de pie – o me voy a dar un cabezazo contra el teclado!
Lo sentimos salir de la habitación rumbo a la cocina.
Le tomará algo de tiempo.- dice Marcelo sonriendo – Yo me termine el café que quedaba.
Yo me sonrío, y el sigue acariciando mi rostro suavemente. Bonito momento romántico con el fondo musical de Edward golpeando los trastos de la cocina tratando de preparar su dichoso café.
Tengo ganas de besarte, Daniela…
Y por qué no lo haces…?- me oigo diciendo.
Tal pareciera que el ruido proveniente de la cocina se silenciara súbitamente, está aún ahí, pero no lo oigo.
Tan solo puedo oír su respiración y la mía, nada más.
Siento esa mirada recorriendo mis facciones, quemándome el rostro. Parecen minutos, horas, antes de sentir como toma mi mentón con suavidad y acerca sus labios a los míos.
Tiemblo casi descontroladamente, y no deseo que él lo perciba, pero no me importa desde el momento que siento su cálido aliento bañando mi cara.
Sus labios, levemente entreabiertos rozan los míos, como acariciándome, haciéndome cerrar los ojos.
Suavemente recorre mis labios con los suyos, se detiene por un instante y me besa muy ligeramente. Una, dos veces, y recién entonces mi boca responde con la misma suavidad.
Los besos se sucedieron, sin prisa, en silencio, como caricias irreales.
Mis labios sin quererlo, ante la ternura con que me besaba se entreabrieron levemente, pero él, conscientemente no trato de invadirme, sino que siguió dibujando mis labios con pequeños besos, sin prisa.
Me estaba provocando y él lo sabía muy bien, dándome de poquitos lo que yo ya deseaba a raudales.
Mi boca se ofreció un poco más y el poso sus labios entreabiertos entre los míos, succionando levemente.
Mi lengua se atrevió a explorar sus labios con extrema cautela, como si fuera un cachorrillo desvalido explorando asustado un nuevo mundo.
Hacía casi un año que mis labios no habían tocado otros, desde que Arturo se fue y me sentía torpe pero mis pensamientos fueron dispersados al momento que su lengua suavemente acaricio la mía.
Tan diferente, tan cálida, tan húmeda…
Sentía esa lengua acariciándome por dentro, rozando mis dientes, mis labios, mi lengua nerviosa pero curiosa a la vez.
Se adentro mas en mi y yo lo recibí cada vez con más avidez.
Su mano, que hasta entonces me había estado acariciando la mejilla, se posó en mi nuca y me atrajo más hacia el, estrechando más el contacto entre nosotros.
Su mano envolvía la mía, sus dedos se entrecruzaban entre los míos con fuerza, pero sin causarme dolor.
Yo me preste también a acariciar su rostro, su cuello, sus hombros fuertes.
No pude sino notar lo agitada que su respiración y la mía se tornaban en esos momentos.
Sus fuertes manos pasaron a recorrer mi espalda, pegándome a él, sintiendo su respiración.
Esto me produjo un estremecimiento profundo que pareció recorrer todo mi cuerpo para acumularse en mi pecho agitado.
Sentí claramente mis pezones en ese momento inhiestos, sensibles al roce de mi propia ropa. Sus muslos fuertes rozaban los míos.
Su masculinidad era realmente apabullante, casi al punto de aturdirme.
No podía entenderlo, pero quería más, sin saber que era.
Y poco a poco empecé a sentir una sensación de congestión, de calor y humedad entre mis piernas temblorosas.
Tenues gemidos empezaban a escapar de mi garganta que él trataba de acallar con más besos pero lo único que hacían era provocarlos aún más…
Más café! Quién quiere? – interrumpiendo bruscamente tan delicioso momento.
Edward parecía no haberse dado cuenta de nada. Se dejó caer en la silla, se sirvió un sendo sorbo de café humeante y volvió a repiquetear las teclas con renovadas energías.
Marcelo me miraba con una sonrisa y yo sentí como se dibujaba una igualmente en mi rostro.
Me besó muy suavemente, esta vez sin la ansiedad de momentos antes, aunque los fuertes latidos de mi corazón me recordaban lo sucedido.
Nunca había tenido estas sensaciones tan intensas cuando Arturo me besaba, nunca había deseado algo más…no así…
Momentos después Marcelo se levantó para continuar tipeando nuestro trabajo, y Edward, visiblemente cansado se echó en la misma cama, de lado de la pared, dejándome a la orilla, observando a Marcelo de espaldas a mí, frente a la computadora.
El sueño retornaba, y mis ojos, a pesar de querer contemplarlo más, se cerraron…
No recuerdo lo que soñé, pero me sentí arrastrada de mi sueño por un delicioso cosquilleo en mi oreja, abrí los ojos y lo vi a él, reclinado sobre mi, besando mi oreja. Vi a Edward roncando profundamente de espaldas a mi, y lentamente me voltee, y me presté a ese delicioso juego de silenciosos besos y sutiles caricias con Marcelo.
Al poco rato, la hora de dirigirnos nuevamente a la universidad llegó. Por que pasa el tiempo tan rápidamente cuando se la está pasando bien?.
Habían pasado algunos días desde aquel incidente, y debo admitir que en el fondo yo debatía entre el sentimiento de haber defraudado a Arturo y el desear que Marcelo me besara nuevamente.
Pero algo me inquietaba…tal parecía que Arturo me evitaba, pero sin dejar de ser gentil conmigo.
Los días pasaban y cuando finalmente le pregunté que era lo que pasaba me dijo.
Daniela, no quisiera hacerte daño – en tono grave- o dañarme a mi mismo.
Por que dices eso? – interrogo confundida – no te das cuenta de que tu a mi también me gustas?
No se – algo perturbado
Decidí no seguir tocando el tema por el momento, y aunque seguíamos viéndonos y alternando con nuestro amigos no podía evitar sentir confusión ante su presencia.
Tal parecía que me temiera y deseara mi cercanía a la vez.
Era como si luchara contra lo que estaba sintiendo.
Conversábamos casualmente, pero alguna que otra vez se le escapaba un gesto que me desconcertaba.
Hasta luego, Dani! – me dice dándome un ligero beso en los labios, dejándome confundida.
Así seguíamos tratándonos hasta que una tarde mientras nos encontrábamos charlando en una banca, se quedó callado, mirándome fijamente a los ojos, y lentamente se acerco a mi y me beso nuevamente, luego casi un mes sin sentir sus labios.
Poco a poco pareció sentirse más relajado y aún más debido a que percibía, al principio con desconcierto y luego con satisfacción, que yo lo empezaba a conocer mejor que nadie. Yo podía casi percibir lo que él estaba sintiendo frente a mi.
Nos encontramos nuevamente ante la responsabilidad de otro proyecto para la universidad y esta vez nos reunimos en casa de Miguel, mi mejor amigo.
No pude evitar buscar su mirada con la mía por un breve instante.
Luego de algunas horas trabajando allí, los muchachos (yo era la única mujer allí) decidieron salir a comprar unas cervezas. Pero Marcelo decidió quedarse para acompañarme.
El y yo seguimos trabajando hasta que ellos retornaron al rato.
Ya se había hecho bastante tarde y algunos de ellos se había retirado, quedando solamente Marcelo, Miguel y yo para concluir la asignación.
Tras la aburrida rutina de tipear y compaginar el trabajo me encontré finalmente descansando en la amplia cama de Miguel, quien se encontraba hacia el otro lado, mientras yo descansaba en la orilla.
Nuevamente me despierta esa familiar sensación de la boca de Marcelo, besando y acariciando mi oreja.
Se había recostado en un pequeño espacio que yo deje en la orilla de la cama.
Suavemente me arrime, con cuidado de no despertar a mi amigo que roncaba sonoramente.
Nuestros besos, y caricias se dieron esta vez con mayor naturalidad y mi excitación creció con mayor rapidez, probablemente por el deseo contenido de sentirnos, acariciarnos.
Luego de acariciar mis manos y hombros por un rato, sus manos fueron lentamente descendiendo por mi cintura.
Mis manos acariciaban sus fuertes brazos con complacencia.
Su tacto me causaba un agradable hormigueo en la piel y no pude, o no quise decir nada cuando sus manos finalmente se posaron en mi redondo trasero, acariciando suavemente al inicio y masajeando mis nalgas con mas ganas luego de unos minutos.
No pude evitar dejar escapar unos gemidos ante la sensación.
Me sentía confundida y arrastrada a la vez por sus caricias, tan nuevas para mi.
Cuando sus manos recorrían mi vientre, ascendiendo hacia mi pecho, que temblaba visiblemente…
Nunca antes he hecho esto…- sintiéndome algo avergonzada por lo que pudiera pensar de mi – Arturo y yo nunca…
Pude notar un evidente gesto de desconcierto en su rostro.
Pero me sonrío, y depositó un beso en mis labios nuevamente.
Cerré los ojos y sentí como sus manos empezaron a recorrer áreas que nunca antes habían sido exploradas.
Mi cuerpo se sentía bien ante esto, pero no podía evitar sentir algo de nerviosismo.
Sentí como su mano descendía por mi vientre para pasar a acariciar mi cintura y luego mi muslo que rozaba el suyo.
De repente note como su mano pasó lentamente hacia la cara interior, buscando mi húmeda entrepierna. Mi vagina palpitaba, humedecida, pero mi temor pudo mas…
No, por favor …-le suplique
Su mano ascendió nuevamente por mi costado acariciándome, para luego llegar a mis senos y juguetear con mis pezones que, traicionando mi recato, no se intimidaban ante sus avances.
Sus caricias me tenían enormemente excitada y la curiosidad me llevó a posar mi mano sobre su pecho, acariciar suavemente su tenso estomago y descender finalmente a rozar el evidente bulto que su pantalón fallaba en ocultar.
Lo rocé, suavemente al inicio y luego trate de abarcarlo a través de la tela.
Uhmmmm- ruge él suavemente, con satisfacción.
Mirándolo a los ojos, hago que mi mano ascienda levemente para llegar a su cintura y en un rápido movimiento, introduzco mis dedos por dentro del elástico de su pantalón, sintiendo su quemante piel.
Mis dedos súbitamente chocan con algo caliente, rígido. Él resopla complacido.
Primero toco con la punta de los dedos esa cabeza inhiesta y palpitante, que no puedo ver.
Nunca he visto una, pero deseo tocarla, deseo palparla, abarcarla con mi mano. Puedo sentir una ligera humedad surgiendo de un pequeño agujero en la punta. En mi ignorancia, pienso que tiene ganas de ir al baño. Pero sus gemidos me dicen otras cosa que falló en entender…
Te gusta esto? – pregunto algo inquieta por mi falta de experiencia.
Me aloca – contesta el con ojos penetrantes.
Mi mano se aventura un poco más y puedo sentirlo mejor ahora.
Parece que tocara una barra de acero caliente, pero con vida propia, que palpita y tiembla cada vez que mi mano la toca torpemente.
Lo recorro con los dedos y veo como cierra sus ojos.
Puedo sentir unas suaves y tibias bolsas de carne recubiertas de suave vello que se enreda entre mis dedos.
Asciendo mi mano nuevamente y la posó sobre ese tronco fascinante, agresivo, pero sensible a la vez. Mis dedos envuelven ese palpitante grosor y noto como se muerde los labios.
Muévelo, de arriba abajo – susurra él
Mis dedos, a pesar de la inexperiencia parecen tener una ligera idea de lo que deben hacer. Envuelvo el tronco con mis dedos y recorro la piel en un suave movimiento de bombeo, que arranca gemidos de su pecho.
Ohh! Asii, Daniela, así…. – gime
Mi mano aceleran el movimiento al sentir como sus caderas se impulsan con más fuerza hacia mi.
Su respiración se acelera visiblemente.
Aquel mástil parece crecer aún más en mi mano, que continúa deslizándose sobre el.
No sabia por que, pero yo sentía una gran satisfacción de ver su rostro excitado por lo que yo le hacía. No podía imaginar lo que él estaba sintiendo…
Para, para….- despegándose súbitamente de mi, se levanto acomodándose el pantalón que se muestra enormemente abultado mientras que se dirigía al baño. Desde donde a pesar de tener la puerta cerrada lo pude oír gemir con fuerza.
Luego de un rato retornó, y se echó nuevamente a mi lado, abrazándome.
No supe que decir, solo me encontraba algo confusa sin saber realmente lo que había pasado. El parecía estar tranquilo ahora, sin yo saber por qué…
Nos quedamos dormidos y nos levantamos horas después para dirigirnos a la Universidad.
Continuará…