Janeth

INTRODUCCION

Por fin estaba sentada en el avión, con un sentimiento de alivio por haber logrado finalmente llegar a tiempo para la conexión y coraje porque las prisas de última hora la molestaban terriblemente. Fue casi la última en subir pues su lugar estaba en la primera fila de clase turista, y por lo visto nadie ocuparía el lugar a su lado.

Decidió relajarse y pensar en que disfrutaría el Congreso aunque sintiéndose extraña al no viajar con su marido, después de todo era la primera vez que viajaría completamente sola, sin esposo, sin hijos, sin amigas.

Las quejas de los demás pasajeros la despertaron de sus pensamientos y se percató del retraso del despegue cuando escuchó la explicación de la azafata de que esperaban a un pasajero demorado. Lo único que pensó fue en la mala suerte de que se ocupara el asiento vacío a su lado.

De repente lo vio entrar al avión y bastó una rápida mirada para que su corazón se detuviera. Es increíble lo que una mujer puede ver en tan sólo unos cuantos segundos que fue lo que tardó en llegar a su lugar en la última fila de primera clase, justo una fila adelante y opuesta al de ella; 50 años más o menos, moreno, perfectamente bronceado, ojos negros, alto- tal vez 1:80- musculoso sin exagerar, y seguramente con mucho dinero para viajar en primera, por la ropa de marca y sobre todo por la forma en que se le cuadraban las aeromozas.

Janeth dio un nuevo vistazo al asiento vacío de junto, dejando escapar un suspiro que ni ella supo si fue de alivio o de coraje.

El aterrizaje en Miami la despertó y pacientemente esperó a que el avión se detuviera para salir, al mismo tiempo ambos se levantaron de sus asientos y bastó una fracción de segundo para que sus miradas se encontraran diciéndose la fuerte atracción que se despertaron. Sin hablar ella salió primero sintiendo al pasar el calor de su mirada sobre su nuca y bajando hasta sus piernas. Instantes después y como accidentalmente pasó su mano sobre su pecho para cerciorarse de lo que ya sabía: sus pezones duros a más no poder.

No lo volvió a ver hasta el día final de su Congreso; aburrida y cansada esperaba la ultima conferencia para irse al hotel, hablar con su marido y con sus hijos para decirles que se quedaría el fin de semana para irse de compras, en eso pensaba cuando lo vio entrar y caminar al micrófono para iniciar su conferencia; ahora comprendía que era el famoso cirujano del que todo mundo hablaba. No salía de su asombro cuando por segunda vez sus miradas se fusionaron por una eternidad, él sin interrumpir su exposición le dijo en su mirar lo impresionado de su belleza, lo arrepentido de no haber intentado ligársela y el deseo enorme de acariciar su cuerpo. Ella ya ni siquiera intentó corroborar sus pezones, pues los sentía deseando traspasar su blusa; la humedad entre sus piernas era más que evidente; de manera inconsciente cruzó su pierna y pudo visualizar su clítoris inflamado.

Sucedió lo obvio, se presentó, la invitó a cenar, se negó, insistentemente pero con ternura (y deseo) la invitó a desayunar a su embarcación (así la llamó) y sorpresivamente sin pensarlo más Janeth aceptó la cita en el muelle a las 9 de la mañana. Caminó a su cuarto le temblaba el cuerpo – ¿nervios o excitación?- y cuando llamó a su esposo con la intención de platicarle acerca de su cita y aun sabiendo que nada le recriminaría no pudo hacerlo. No fue por miedo a que se enoje o a celos sino porque en el fondo quería disfrutar de lo desconocido. Después de todo jamás le había sido infiel ni había cogido con ningún otro hombre excepto claro está, de los cachondeos inocentes con sus dos primeros novios Hoy a sus 42 años, insegura ya de su cuerpo a pesar de su gran belleza, no podía arriesgar una cita con un hombre que si pudiera pintar sus deseos no podría pintar con mayor exactitud a su hombre ideal.

PARTE 1. La víspera.

Janeth estaba por demás emocionada y aprensiva también, el deseo y la sensación de no saber si haría bien o mal la tenían en un constante estado de alerta, por lo pronto empezó a revolver el contenido de su guardarropa, quería verse maravillosa por la mañana, así que preparó con tiempo lo que habría de ponerse, como la cita era en un muelle, tendría que llevar ropa cómoda y ligera, pero lo que más interesaba era lo que habría de ponerse como ropa interior, escogió un hermoso coordinado de tanga y brassier de encaje, totalmente coqueto y erótico, uno de los favoritos de su esposo, a ella le gustaba vestir con ropa íntima que la hiciera sentir especial y más mujer que ninguna, por eso siempre usaba lencería que hiciera suspirar a los hombres, aunque en este caso siempre era a su marido nada más ante quien la lucía, el pensar en su marido le hizo sentir nuevamente una punzada de remordimientos, pero nuevamente la emoción de hacer algo prohibido la invadió y provocó en ella una arrolladora sensación de libertad y aventura, hacía mucho tiempo que no se sentía tan viva, tan intrépida.

Esa noche cenó algo ligero, y vio televisión tratando de apartar un poco de su mente el pensamiento de que pasaría al día siguiente… no lo logró, las imágenes en la tele hablaban de personas haciendo el amor, de besos apasionados, de parejas, todo estaba confabulado para que su excitación creciera a cada momento, el tiempo caminaba más aprisa, así que apagó la tele y decidió darse una ducha e ir a la cama, antes de entrar al baño, se quitó la bata que era lo único que cubría su hermoso y maduro cuerpo, y se vio completa en el espejo del closet, un rostro juvenil aún, como el de una niña traviesa, pero al mismo tiempo con la fuerza y el carácter de una mujer hecha y derecha cuando la ocasión lo ameritaba, unos senos llenos, nada flácidos gracias al ejercicio, siguió su minucioso examen bajando más la vista, su vientre era plano y duras sus nalgas (que era lo que más le gustaba a su marido) eran redondas y paraditas, la delicia de cualquier hombre con ojos en la cara, pero… su tesoro escondido no se quedaba atrás, tenía por costumbre depilarse el monte de Venus, ya que gustaba de usar bikinis y de sentir la lengua de su marido en esa área, por lo cual le dedicaba un cuidado especial, y en este momento se le veía hermoso y apetecible, y por último sus piernas largas y esbeltas, sí… aún podía hacerse desear no de uno, sino de muchos hombres. El saberse con este poder la hizo verse al espejo sonriendo, complacida, entró al baño y se lavó con todo cariño cada una de sus bellas partes, tocándose y explorándose suavemente todos sus rincones, el jabón la recorría por completo, el agua seguía también el camino del jabón y Janeth con sus manos hacía de este ritual algo totalmente erótico y mágico, el darse una ducha era una de sus principales aficiones, ya que era un tiempo sólo de ella y para ella. Salió del baño, se secó y luego volvió a ponerse la bata, esta vez, sin abrochársela, le gustaba la sensación de andar libre de prendas, se tomó su tiempo para ponerse sus cremas para el cuerpo y cara, secó su cabello, y llamó a recepción pidiendo que la despertaran a las 7:00 a.m. con tiempo suficiente para prepararse para su cita, ya por fin lista para dormir, apagó la luz principal de la habitación, sólo quedó encendida la luz de la lámpara del buró, Janeth se quitó la bata dejándola recorrer su cuerpo, la hizo a un lado y se metió entre las frescas sabanas, así desnuda, como siempre dormía junto a su marido, hizo el intento de dormir, pero su mente nuevamente estaba activa, trató de concentrarse en las compras que haría, la ropa linda que llevaría a casa, los regalos para sus hijos y su esposo, los recuerdos para sus amigas, pero todo fue en vano, todos y cada uno de sus pensamientos eran arrasados por los nuevos que se referían a su deseo por ese cirujano, siempre volvía a interponerse en su mente la imagen de ese hombre que tan fuertemente la había impactado, nuevamente con sólo invocar su imagen, sus pezones se ponían duros, y anhelantes, su boca deseaba sentir la de él para saber si sus besos serían algo espectacular como sus ojos prometían, empezó a sentir una leve humedad en su vagina, con sorpresa se tocó y pudo sentir todo lo real que era su deseo, siguió pensando en él, desnudándolo en su imaginación, trayéndolo a su cama con sus pensamientos, de pronto todo era tan real que le parecía que él entraba por la puerta de la habitación y se desnudaba para acomodarse junto a ella en su cálido lecho, sentía sus besos y sus manos recorrerle el cuerpo por completo, ella empezó a arquearse, le dolía su conchita por el deseo de ser poseída, siguió tocándose ella con sus dedos en su interior mientras que con la otra mano, simulaba el camino que su amante imaginario hacia con ella, sus pechos eran tocados y estrujadas por su mano, como si fuera él mismo el que lo hiciera, que agradable sensación, las sabanas fueron echadas a un lado y sólo se veía a la solitaria figura en la cama que se tocaba tan ardientemente y llena de deseo, pidió a su amante con tiernas palabras que la penetrara, que le diera más placer, y como si él estuviera ahí, sintió su respuesta: » un momento cariño, me encanta verte cuando te tocas, sigue así» ella enfebrecida siguió acariciándose, su vagina estaba hinchada, su clítoris era tocado sin misericordia por sus dedos, luego sus dedos pasaban a su cavidad y sacaban más y más jugo de dentro de ella, mientras así se tocaba, su otra mano, se movió por sus piernas delicadamente sólo con las yemas de los dedos, provocando en ella la reacción como de un choque eléctrico, enviando oleadas de placer a través de ella que llegaron a todos sus rincones, no pudo más y uno tras otro los orgasmos llegaron para darle el alivio que necesitaba, que tanto anhelaba, sintió como si su amante le diera un tierno beso en la frente y entones Janeth se fue sumiendo en un profundo sueño, con una sonrisa en sus labios.

PARTE 2. La víspera

Finalmente al despedirse a punto estuvo de darle un beso en la mejilla pero se paralizó en un instante de duda y no le quedó más remedio que estrechar la mano que Janeth le ofrecía. Quiso acompañarla al elevador pero de nuevo como un tonto adolescente se acobardó, sólo la siguió con su mirada anhelando que mientras llegara su elevador volteara a verlo una vez más.

Al perderla de vista movió su cabeza como queriendo sacudir su torpeza reciente. Por segunda ocasión hizo consciente su erección, la que de inmediato cubrió con los papeles que aun tenía en la mano y dibujó una sonrisa de incredulidad pues no creía posible que a su edad un solo apretón de mano le provocara tal reacción, o fue tal vez el azul profundo de sus ojos contrastando con su cabello negro o acaso la anticipación de sus deseos.

Con esos pensamientos entró a su habitación oyendo sin escuchar el saludo de la camarera, se dejó caer en el sillón y vio sin ver los movimientos coquetos que la joven intencionalmente hacia al arreglar su cama, la manera exagerada y lenta con que se agachaba dejándole ver sus piernas y marcando su trasero, se volteó hacia él presumiendo sus pechos pero fue en vano, el recuerdo de Janeth impregnaba su alma.

Al quedar solo llamó a su esposa, quiso hacerlo de inmediato y rápido para darse el tiempo de saborear sus pensamientos. Después de escuchar los problemas cotidianos de su casa dejó un mensaje a su secretaria pidiendo que cancelara sus citas y que no volvería hasta dentro de dos días y que su celular estaba fallando por lo que no se molestara en buscarlo. Al menos un día completo quería desconectarse del mundo para concentrase únicamente en ella.

Ordenó sus papeles de trabajo, se sirvió un whisky en las rocas y con pequeños sorbos sentía que la tranquilidad volvía a su cuerpo. La poca culpa que sentía era por mucho opacada por la gran emoción que anticipaba.

Tan pronto terminó de ordenar sus papeles y notas de trabajo, con prisa se desvistió y utilizando solo el pantalón de su pijama se aventó a la cama, sus pensamientos pasaban de a aquellos ojos azules a la cintura y de ahí a la ternura de su mano. Hizo un esfuerzo de dejar de pensar en ella y concentrarse en lo que le diría mañana y en lo que debía comprar antes de la cita, y decidió solo comprar una rosa roja que dejaría encima de la cama del camarote sólo por si acaso todo pasara como lo deseaba. Una vez que la estrategia estaba definida y ya que estaba en el camarote dejó por fin libre su mente para imaginarse el escenario ideal de su aventura. La imaginó de espaldas a él y acercándose lentamente para acariciar sus hombros desnudos y besar su nuca, bajar sus manos por su espalda, abrazar su vientre para acercar sus nalgas a su pene y sintiendo a través de la ropa sus contornos deslizándose por su lanza ya dura, y dura ya estaba en ese momento pero decidió cancelar de golpe sus pensamientos pues quería estar entero para mañana.

Apagó la luz decidido a dormirse, y sólo logró dormitar a ratos pues la rigidez de su pene se lo impedía. Su verga estaba obstinadamente decidida a no dejar reposar su mente hasta que se le hiciera el debido caso, cual si fuera un ente diferente que se rebelaba a todo su ser.

Acarició su punta, rozó con su dedo todo el largo como presumiéndose lo bien dotado. Jaló de nuevo su imagen fantasiosa, y sintió de nuevo como aún sin voltearla con suavidad quitó sus calzones bajo su falda y continuando sus besos en la nuca pasó su mano entre sus piernas hasta alcanzar su monte para después bajarla acariciando su clítoris y sus labios., su mente conectaba con hilos invisibles su mano que rítmicamente lo masturbaba… su mente veía los pezones que tocaba, y sintió un enorme y henchido clítoris que invitaba a penetrarla; justo al imaginar que su pene besaba su conchita se vino con una fuerza y abundancia que bañó su cuerpo y tranquilizó su espíritu.

Un cirujano plástico como él, escultor de tanta belleza, perseguido por mujeres dispuestas a todo con tal de que sus manos mejorasen el detalle más insignificante de su cuerpo, harto de tantas mujeres a quien había amado, y ahora tan ansioso como a sus 15 años en su primera cita. ¿Qué tenía esa mujer que en tan sólo dos veces que la había visto lo tenía tan excitado? No era su belleza física obviamente, ¿acaso sus pequeñas arrugas en sus ojos? ¿Su mirada? ¿Su inocencia combinada con la experiencia que transmitía su bello rostro? Bueno ¿y si esperaba demasiado?.

Mañana será otro día.

Parte 3 «El día esperado»

Janeth se despertó antes de que le llamaran de recepción, estaba ansiosa por empezar el nuevo día y a la vez nerviosa por lo que ese día le depararía, pero ya no podía dar marcha atrás, el recuerdo de su rica fantasía con el cirujano la noche anterior trajo una sonrisa a su rostro, se levantó y desnuda fue a la ventana a saludar a este nuevo día, ahora tenía tiempo más que suficiente para prepararse, se dio una ducha rápida, lavó bien todos su rincones, se puso antes que la ropa, un delicado perfume que invitaba a la sensualidad, luego, una pequeña tanga (tipo de hilo dental) color melón cubrió apenas su conchita, el brassier que le hacía juego era totalmente de encaje, y convenientemente éste se abrochaba al frente, sin más ropa que esa, se secó el pelo, y lo recogió en una coleta, mientras se maquillaba, recibió la llamada de recepción y pidió una taza de café, un short blanco y una blusa a rayas completaron su vestuario ya que al muelle no era necesario ir muy elegante, luego unas calcetas y unas zapatillas bajas de deporte para poder caminar sin cansarse, su bolso, estaba listo, ya tenía dentro un bikini por si se ofrecía la oportunidad de nadar. Cuando al fin estuvo lista, no quiso darse tiempo a arrepentimientos, pidió en recepción que le tuvieran listo un taxi, bajó y lo abordó, el taxi llegó pronto a los muelles, y la dejó en la entrada de los mismos, Janeth sabía que el Dr. la estaría esperando y así era, estaba (si se podía) más guapo que el día anterior, vestía ropa informal como ella… secretamente Janeth se alegró de su elección en cuanto a la ropa, él vestía pantalón blanco, camisa azul marino, y con su altura se veía imponente, Janeth sonrió tímida y él la ayudó a bajar del taxi, pagó y despidió al taxista y entonces tomando a Janeth de la mano, la hizo avanzar con él hasta el yate. Janeth quedó impresionada con el tamaño de la embarcación, y con la tripulación que en ella estaba, los cuales habían salido a recibirla y después de saludarla cortésmente se habían retirado, dejándolos solos, el Dr. la llevó hasta la mesa del desayuno, la habían colocado en cubierta por ordenes del Dr. para que Janeth se sintiera cómoda y relajada, la mesa estaba llena de exquisitos manjares, todo un desayuno internacional para que ella escogiera lo que quería comer, así disfrutaron ambos de una deliciosa y amena compañía.

Janeth sintió la tentación de ser más atrevida, quería ponerse su bikini para tomar el sol, el Dr. la llevó hasta el cuarto de invitados, ella se cambiaba pensando que de ahí en adelante no había marcha atrás, su bikini era el más escandaloso que tenía, diseñado especialmente para alborotar al más tranquilo de los hombres, Janeth salió hacia la cubierta y vio con agrado que el Dr. también se había puesto su traje de baño, un slip que apenas cubría la enorme herramienta del Dr. ella lo miró ansiosamente a través de sus lentes oscuros, lo memorizó en su memoria para llevar un recuerdo grabado a fuego en su mente a casa, lo vio venir hacia ella, se notaba que hacía esfuerzos por controlar su erección pero Janeth vio que poco podía hacer, ambos se tumbaron en unas sillas para tomar el sol, Janeth sin pensarlo mucho, le pidió al Dr. que le pusiera crema para evitar las quemaduras, él no tardó nada en aceptar el frasco y ella se puso primero de espaldas, desabrochó la parte superior de su bikini para evitar marcas del sol, el Dr. con manos firmes y suaves frotó en todo su cuerpo la crema, desde su cuello hasta sus pies, sin dejar nada sin cubrir, aunque se entretuvo un poco más de la cuenta cuando estaba frotando sus nalgas, Janeth se dio la vuelta, y la parte superior de su bikini fue a dar al suelo, ella estaba totalmente mojada por las caricias del cirujano en su piel y quería más, sintió sus manos sobre ella, sus pezones se pusieron más duros aún, él parecía estar muy cómodo, lo único que lo delataba era la palpitante virilidad que se dejaba ver en su slip. Janeth sentía derretirse por dentro, las manos del doctor, la recorrían por entero, incluso se atrevieron a tocar por debajo de su tanguita su monte de Venus, haciendo respingar a Janeth de la emoción, ella estaba ya de por sí dispuesta a entregarse, a perderse en el mar de sensaciones que el doctor despertaba en ella, su húmeda concha lo sabía, ella lo sabía y ahora el doctor lo sabía.

Janeth se acercó al doctor e hizo lo que ambos ansiaban desde el encuentro en el avión, le dio un beso donde le entregó su alma completa, su aceptación, su deseo, le invitó con sus manos a hacer más atrevidas las caricias, no fue desilusionada, unas manos impacientes le recorrían su cuerpo mientras que ella se retorcía de placer, ese no era el mejor lugar para hacer el amor, por lo que Janeth se levantó llevando con ella al cirujano, quiso regresar al camarote de invitados, pero antes de llegar fue jalada en dirección contraria, ahí estaba, el camarote principal, decorado hermosamente con una cama king size en la cual estaba depositada una hermosa rosa roja, ella sabía que era para ella, que esa rosa era especial, la tomó entre sus manos y la olió, tenía un aroma delicioso, sintió los brazos del cirujano alrededor de su cintura abrazándola por atrás, moviéndose inquietas de arriba abajo, tocando todo a su paso, Janeth no podía estar más húmeda, más deseosa, se volvió hacia él y con cuidado le bajo el slip, dejando salir de su prisión la hermosa verga que ahí se encontraba, la cuál salió disparada, directamente a ella, como acusándola de ser la culpable de su estado, Janeth se emocionó, la verga de su marido era grande y gruesa y le daba gran placer, pero esta verga tenía algo especial, algo prohibido que hacía que ella deseara portarse mucho más atrevida que de costumbre, la tomó entre sus manos y empezó a mamarla lenta y suavemente, cual si fuera esta un caramelo, veía al doctor ponerse más tenso cada vez, el cuadro se antojaba demasiado para cualquier observador, él como un dios griego dispuesto a recibir tributos y ella como una simple adoradora que estaba arrodillada dándole placer en su gran verga, ninguno de los dos podía contener la emoción, en un momento, después de estar recibiendo tan glorioso tributo, el cirujano la hizo levantarse y la llevó a la cama, sus cuerpos se fundían pues parecían ser uno solo, luego Janeth le hizo probar su húmeda cavidad, llenándole la boca con sus jugos, los cuales él tomo gustosamente, las posiciones fueron cambiando, y de pronto Janeth se vio puesta a 4 patas en la cama, con la gran verga del cirujano apuntando hacia el estrecho ano de ella, Janeth estaba tan excitada que se olvido que ni a su marido le permitía esas libertades, quiso sentir el sexo en plenitud, y pensó que no había mejor momento que el presente para ser penetrada analmente, el cirujano sabía lo que hacía, la volvió loca de excitación, ella no sabía ya nada de sí, simplemente de la sensación que estaba gozando, poco a poco sintió como la cabeza del pene se iba introduciendo dentro de ella, dolió apenas un poco gracias a lo lubricado que estaba, cada segundo iba sintiendo ella la emoción de verse traspasada por esa deliciosa lanza, pronto sintió los huevos del cirujano golpeando sus nalgas y se dio cuenta que su ano se había tragado completa semejante verga, sintió placer y gozo, y empezó a moverse para disfrutar más la sensación nueva que estaba experimentando, tocó su hinchado clítoris con sus dedos, sintió más placer aún, así que siguió masturbándose mientras oía los gemidos del cirujano que cada vez se hacían más fuertes y anunciaban su inminente orgasmo, pronto los dos fueron presas del primitivo placer del sexo, ambos se vinieron al mismo tiempo y sus gritos fueron escuchados por los miembros de la tripulación quienes sólo sonrieron como cómplices.

Parte 3 «El día esperado». Segundo Tiempo.

Un fuerte brinco del yate la despertó, volteó su rostro y lo vio aún dormido con el cuerpo desnudo apenas tapando un pedazo de sábana sus genitales. Quiso acariciar su rostro pero se contuvo, a punto estuvo de pensar en su marido así que prefirió levantarse silenciosamente para desviar sus pensamientos. Se acercó a la escotilla y pudo ver un mar inmenso de azul profundo, ninguna señal de tierra en el horizonte, sólo la tranquilidad infinita. A pesar de ello en su interior le asaltó un temor por lo que se dirigió de nuevo a él buscando protección. A un paso de la cama vio en el suelo la rosa y delicadamente la tomó y la guardó en su bolsa como el más preciado objeto que hayan tocado jamás sus manos.

Se sentó suavemente junto a sus piernas y comenzó a acariciar con su lengua sus piernas como columnas de mármol. Inició el paseo de su boca en la parte interior de sus muslos que la posición de su amante le ofrecía, quitó la sábana que obstaculizaba el recorrido hasta llegar a la base del pene y fue subiendo lentamente hasta tomarlo entre sus labios, vio con su boca como segundo a segundo crecía primero en tamaño y luego en fortaleza, hasta que le fue imposible abarcarlo con su boca, su tamaño sólo le permitía tomar su punta y acariciar con su lengua cada milímetro de su piel. Sin dejar su tarea se animó finalmente a mirar sus ojos, encontrando una mirada tierna que exigía continuara su labor. Sus ojos negros suplicaban que siguiera, que no parara, que estaba disfrutando cada movimiento de sus labios. Al sentir que ya no podía esperar más, tomó su rostro y la besó con el más dulce de los besos, la recostó e inició ahora su viaje con su boca deteniéndose en su cuello una eternidad; continuó alternando sus besos en sus pechos jalando con sus labios sus pezones, alargándolos de placer.

Bajó con su lengua por su vientre pasando de largo hasta sus piernas, besó sus pies y cada uno de sus dedos e inició el viaje de regreso ladeando sus rodillas hasta llegar al centro de su existencia. Deleitó su vista con su pubis divinamente rasurado y vio su clítoris que travieso se asomaba entre sus labios. Saboreó sus labios vaginales, uno a uno y en silencio, pasó mil veces su lengua alrededor de su clítoris cuidándose de no tocarlo y repentinamente atacó dibujando sobre él letras con su lengua. Ningún manjar se acercaba en su sabor, mezcla de azúcar y sabor a rosa, succiones suaves seguidas de caricias a diestra y siniestra, y de norte a sur, sin formas escritas pero con ritmo que no cesaba una y otra vez hasta que el mar se cimbró en la profundidad de su cuerpo y alma y como un sinfín de olas rompiendo en la playa llegaban a su clímax.

Parte 4 «El día esperado »

Yacieron nuevamente desnudos en la cama, ambos agotados por el ejercicio pero satisfechos y colmados de una intensa sensualidad que se sentía en el camarote, no querían salir de ahí, nunca, se tocaron suavemente pero sólo como el contacto de un ser humano a otro, sólo para sentirse cerca, hablaron de su noche previa y uno a otro se confesaron entre risas que habían fantaseado entre sí, y como sus manos les habían dado el alivio necesario, estaban contentos, felices, llenos de dicha, pero ambos acordaron que sólo tenían ese día para ser felices juntos, no habría más oportunidades, no podía ser.

Janeth sabía que en su matrimonio no habría ningún problema por esta situación, su esposo era un hombre bueno y que la amaba, estaba segura que comprendería que esta clase de pasión se daba pocas veces en la vida, así que Janeth se había sentido incluso obligada a tomarla, bueno, esa fue su excusa, pero era buena ¿no? .

Por su parte, el doctor, no le diría nada a su esposa, sabía que ella también tenía sus aventuras cuando él viajaba, así que ninguno esperaba más del otro, que simplemente continuar con su vida de matrimonio ejemplar delante de sus hijos, así era como se respetaban más. Janeth había tocado muy hondamente su vida, pero respetaba su decisión de que no se vieran más.

Negándose a desperdiciar el tiempo valioso que tenían ambos decidieron volverse a poner sus trajes de baño, salieron a la cubierta y descubrieron que la tripulación los había llevado a una playa desierta, era inaccesible por tierra, de ahí que no hubiera un alma a la vista, se lanzaron al agua, deseosos de sentir en su piel el delicioso liquido, el agua estaba templada, muy agradable y ambos juguetearon un rato en ella, persiguiéndose, tocándose, besándose, por fin el cansancio los hizo buscar la playa, se sentaron a disfrutar de la arena, mientras en el yate la tripulación se encargaba de prepararles la comida, ambos se sonreían como enamorados, se veían y con la sola mirada parecían estar haciendo el amor, él le dijo que se quitara el bikini para que se asoleara mejor, ella se rió y le dijo que seguramente la tripulación se darían un festín viéndola desnuda, a lo que él contesto, que no se preocupara, al fin y al cabo la tripulación no la conocía ni ella los volvería a ver, Janeth en ese momento se sintió turbada, pero después de pensarlo un poco, se dijo: «¿por qué no?» entonces ella, levantándose y poniéndose delante de su amante, empezó a danzar eróticamente moviéndose sensualmente para él, se quitó la parte superior de su bikini, dejando al descubierto sus hermosos senos, la verga de él empezó a dar señas de vida, luego ella quitó su bikini y se mostró tal cual era, completamente hermosa, bailo un poco más así, desnuda como estaba, dando el espectáculo no sólo para su amante sino para la tripulación (que como ya había visto el doctor, estaban pendientes de todo el baile) él se levanto y la abrazó con su cuerpo, la tocó completa, y luego se quitó su slip, quería que ella sintiera lo que había provocado, seguramente muchos de los miembros de su tripulación estarían ahora en un momento de intimidad con su mano, pero él tenía con quien desahogarse perfectamente, la llevó corriendo al mar, se adentraron hasta que el agua cubrió por completo sus cuerpos, el cirujano la tocaba, la besaba, la abrazaba como no queriendo dejarla ir, tocó su húmeda conchita, movió apuradamente su dedo, sintió su clítoris hinchado y siguió masturbándola mientras ella se aferraba con fuerza a su cuello, él le provocó un maravilloso orgasmo, pero ahora quería lo suyo, la sacó medio desfallecida nuevamente a la playa, esta vez, no dieron el espectáculo a los tripulantes, se fueron detrás de una roca y ahí en una toalla que llevaban consigo él pudo penetrarla completamente, la amó más que a ninguna mujer que hubiera amado, la quería satisfacer en todo momento, su verga estaba dispuesta a aguantar el tiempo necesario hasta que ella pudiera correrse con él, lo cual era su mayor placer. La hizo apoyarse en la roca, y abrir sus piernas en posición V invertida, así detrás de ella, empezó a acariciarla, a volverla loca de deseo, primero, se metió debajo de ella, y mamó su conchita, sintió sus jugos en su lengua, se los tragó poco a poco, pero aún la dejó mojadísima, cuando ella, le dijo que si no paraba se vendría, él paró… se puso detrás de ella, y sin más preámbulo la penetro así, por su vagina, la delicia que sentían ambos no podía ser igualada, el doctor se agarró de sus pechos para darle más empuje a su verga, para meterla más a fondo, Janeth sentía desfallecer, pronto sus gemidos anunciaron su clímax, ambos se corrieron con deliciosa pasión, primero Janeth, luego él, apenas sacó a tiempo su verga para vaciarse en la espalda y en las nalgas de Janeth, ella se sintió agradecida de que la cuidara, aunque un poco molesta porque habría querido sentir la leche caliente de su amante en su interior, ambos se miraron, y se dieron cuenta de lo que la pasión les había hecho hacer, sus sonrisas de satisfacción lo decían todo, regresaron a la playa, se vistieron y nuevamente nadando regresaron al yate.

«El día esperado» Parte 5

Por fin, ya en el camarote del yate, se vistieron con propiedad para disfrutar de la comida, la cual estuvo deliciosa, Janeth y su amante estuvieron todo el tiempo compartiéndola entre ellos, dándose pequeños bocados uno al otro, Janeth inició un pequeño juego de sensualidad con el doctor, comiendo esos bocados, como si de una gran verga se tratara, con ansia y deseo, relamía sus labios y esto hacía que el doctor sintiera pequeñas punzadas en su verga, la cual, a estas alturas, aunque quería ya no podía levantarse más pues había agotado sus reservas por un rato, pero la ansiedad que sentía no se podía evitar, Janeth sabía lo que le pasaba al cirujano, y disfrutaba atormentándolo con sus coqueteos, eso la hacía sentirse más femenina, más mujer.

El doctor, la invitó entonces a salir a pasear por Miami, ella como no deseaba que el día terminara, aceptó, la embarcación enfiló nuevamente hacia los muelles, por fin en tierra, tomaron un taxi que los llevó al centro de la ciudad, y disfrutaron de las tiendas, el doctor notó que Janeth prefería las cosas sencillas para ser feliz, no le interesaban las cosas costosas de los aparadores, ella seguía hurgando entre cosas simples pero bonitas, compró los recuerdos que llevaría a casa, y mientras ella estaba distraía en esto, el doctor se fue a la sección de joyería donde había visto una hermosa cadena para el cuello finamente labrada, delicada y hermosa como la misma Janeth, también encontró un dije con la forma de una rosa, no pudo resistirse y los compró para su amada amante. Regresó al lado de Janeth quien no notó nada extraño, y luego salieron de ahí para buscar algo que Janeth deseaba, ella no dijo de qué se trataba, pero el doctor lo intuyó cuando fueron a dar a una tienda especializada en lencería, la ropa íntima que ahí se exhibía podía hacer levantar a un muerto, y vaya que Janeth tenía buen gusto, escogió un hermoso coordinado de bra y pantis en color rojo pasión, luego también un liguero que haría lucir sus piernas en forma espectacular, las medias debían tener el mismo tono, pero en esa tienda, encontró todo, de sólo imaginarla con esas prendas el doctor notó cómo su erección se hizo más y más intensa, tuvo que cubrirse un poco, aunque no antes de que Janeth se diera cuenta de lo que había provocado, ella simplemente sonrió, con una sonrisa que le llegó al alma del doctor, luego la acompañó al hotel, y la invitó a cenar, ella gustosa aceptó la invitación, él fue a cambiarse de ropa a su embarcación, llegaría por ella un poco más tarde, reservó mesa en un lujoso restaurant, se dio un regaderazo y nuevamente recordó a Janeth y a su ropa interior, ¡guau! La erección nuevamente no se hizo esperar, pero sólo era una erección de reconocimiento, de espera, el doctor se sintió feliz de ver como su miembro respondía al menor estimulo de Janeth, salió de la ducha, empezó su ritual para verse bien, se rasuró, se puso su loción , se peinó adecuadamente, empezó a vestirse y todo el tiempo pensaba en lo que le depararía la noche, por fin estando listo, sacó la cadena y el dije de sus envolturas, los acomodó y los metió en su bolsillo, preparados para dárselos a Janeth, un vez listo, salió con ganas de ver nuevamente a esa mujer que lo tenía cautivado.

Janeth por su parte, en cuanto el doctor la dejó en el hotel, corrió a hacerse un corte de pelo, afortunadamente en la estética del hotel la atendieron rapidísimo, y pudo ver cómo su pelo era cortado para darle forma más cómoda y a la vez elegante, ahora su cuello lucía mucho más que antes, terminado esto subió a su habitación y se metió en la bañera, quería tener el cuerpo de lo más suave y perfumado para su amante, sabía que no debía de tardarse mucho así que salió de ahí, sintiéndose realmente sexy, su nuevo corte, le daba una confianza extra en si misma, se lo arregló como le dijo la estilista, y el resultado fue fenomenal, se puso la ropa intima que había comprado esa tarde, ya que ella esperaba usarla para el doctor, al verse en el espejo, se sintió complacida pues el tono rojo de las prendas hacía destacar su piel, por el vestido no se había preocupado, ya que entre su guardarropa llevaba un vestido de noche… en el mismo tono rojo de su ropa interior, antes de ponerse el vestido se maquilló cuidadosamente, resaltó sus ojos y sus labios, los cuales se veían anhelantes de besar y ser besados, por fin se dio cuenta que el tiempo avanzaba y se puso su vestido, los zapatos y el bolso ya estaban listos, dio un vistazo rápido a la habitación, afortunadamente no había hecho mucho desorden y lo poco que había se podía arreglar rápido, lo cual hizo, le llamaron de la recepción, diciéndole que el doctor la esperaba, ella bajó a recepción en el elevador, en cuanto sus puertas se abrieron, ella pudo distinguir a su amante más guapo que antes, estaba para comérselo entero. Ella no notó que él la veía a ella con la misma mirada hambrienta, qué bella estaba, parecía otra con ese nuevo corte de pelo, pero era su Janeth, se dirigió a ella resueltamente pero recordó dónde estaban y por ello solamente la saludó con un delicado beso en la mano, pero con su mirada le dijo cuánto anhelaba que estuvieran solos, ella lo entendió perfectamente pues sentía el mismo hormigueo por su piel, salieron de ahí, como dos perfectos acompañantes pero, en cuanto subieron al taxi y se alejaron del hotel, dieron rienda suelta a sus deseos, se besaron apasionadamente, y por fin cuando pudieron recuperarse, él le dijo lo hermosa que ella estaba, y como lo había impactado al salir del elevador, ella sonrió coqueta y le dijo que se sintió exactamente igual llena de deseo de sentirlo nuevamente en ella, al oír esto la verga del doctor respondió inmediatamente poniéndose dura, creando una incomodidad para el doctor, pero Janeth sólo rió y tocando su pene le prometió que le haría todo lo que quisiera pero más tarde, el doctor tuvo que separarse un poco de Janeth para que la verga pudiera tranquilizarse nuevamente, por fin llegaron al restaurant, el doctor pagó al taxista y entraron en el lujoso lugar, los llevaron a su mesa, pidieron sus aperitivos y se dispusieron a charlar de diferentes temas, Janeth traviesamente se quitó su zapato y con su pie, buscó por debajo la pierna del doctor, tocó con la punta de su pie la orilla del pantalón y poco a poco iba metiendo su pie ahí, provocando que el doctor primero se asombrara y luego se quedara totalmente tieso, sintiendo deseos de poseerla ahí mismo, por fortuna el aperitivo llegó distrayéndolo momentáneamente de la situación erótica en la que Janeth lo había puesto, ella estaba como si nada pasara, sólo el brillo travieso de sus ojos la delataba, les dieron la carta para que ordenaran su cena, ambos lo hicieron rápidamente pues querían estar solos, al irse el camarero, Janeth le dijo al cirujano que nunca había pasado un día tan intenso y erótico en su vida, él le dijo lo dichoso que había estado de conocerla y mucho más por el privilegio de poseerla, aunque fuera sólo ese día, ya que él tendría que partir al día siguiente, pues su agenda estaba llena con compromisos contraídos de mucho antes, Janeth no pudo disimular su desilusión, pero sabía que no podía hacerse ilusiones con el guapo médico, sabía que ella también partiría pronto, pero aún así no se sentía preparada para abandonar las ricas sensaciones que la acompañaban desde que las miradas de ambos se habían encontrado, aprovechando que estaban en una mesa apartada de la vista de los demás comensales, ella se acercó a él y plantó en su boca, un beso de anhelo y de deseo, su lengua se movía incansable jugando con la de él y provocó una inmediata respuesta en su verga, ahora él también la besaba sin importarle nada, deseoso de sentir su cuerpo junto al suyo, de sentirla totalmente entregada a él, al separarse, pudo ver en los ojos de Janeth un deseo tan fuerte como el que él sentía en esos momentos, y no pudo contenerse, se levantó de la mesa, sacó su billetera, y dejó la suficiente cantidad que cubriría la cena que no habían probado, se llevó apresuradamente a Janeth de ahí, ante la mirada atónita de los meseros y de los otros comensales, le pidió a Janeth que no dijera una sola palabra, subieron al taxi, y llegaron al hotel, en cuestión de minutos, los cuales se le hicieron eternos al médico, aún tomándola de la mano, y sin tomar tantas precauciones como cuando salieron, el médico pidió la llave de la habitación de Janeth, la recepcionista se la entregó y ambos fueron al elevador, había gente ahí, así que la espera por estar solos se hacía cada vez más insoportable, por fin llegaron a la habitación, la puerta se abrió pero antes de entrar, el doctor tomó entre sus brazos a Janeth y así, cargándola entró con ella a la habitación , ella se sintió transportada como entre nubes, parecían dos recién casados y la verdad, en ese momento así se sentía ella, como si le perteneciera para toda la vida a su amante, al llegar a la recámara el doctor, la puso de pie, haciéndola resbalar por su cuerpo para que ella sintiera la dureza de su excitación, la besó apasionadamente, boca, cuello, hombros, no podía dejar de besarla, ella sentía sus piernas sin fuerzas por lo excitada que estaba, sentía cómo se iba mojando su conchita, lo abrazó fuertemente como si no quisiera dejarlo ir nunca, sus manos luego fueron hasta su cabeza, y sus dedos se enterraron en su pelo, tocándolo, grabando su textura en su memoria, luego, el doctor hizo un movimiento y le desabrochó el vestido, el cual cayó a los pies de Janeth, casi provocando que se parara el corazón del doctor con la visión que se presentó ante él, la ropa íntima que había comprado esa tarde, se veía mucho mejor de lo que él en sus más locas visiones había imaginado, el liguero le daba un toque de erotismo, con sumo cuidado, sentó a Janeth en la cama, le quitó los zapatos, luego el brassier, ella lo dejaba hacer lo que quisiera, una vez liberados sus senos, él los tomó en sus manos y les dio un reconfortante masaje, haciendo que sus pezones se endurecieran aún más de lo que ya estaban, luego con reverencia, tomó uno de ellos y los chupó como si fuera un bebé amamantándose, luego hizo lo mismo con el otro, mientras Janeth se retorcía de placer, ella le pidió que se quitara la ropa, él se levantó y se quitó todo, quedando esplendorosamente desnudo para el deleite de ella, su virilidad estaba en su máxima expresión, pero no dejó que ella lo tocara aún, sino que acomodándose le bajó su calzoncito y la dejó en puro liguero y medias, ella hizo el intento de quitárselas, pero él no lo permitió, el verla solamente con el liguero le daba una nueva dimensión a la situación que estaban viviendo, era una situación llena de erotismo en toda su expresión, acercó su pene a la conchita húmeda de ella, para que sintiera su dureza, con él, tocó repetidamente el clítoris hinchado de Janeth, lo hacía con movimientos tan deliciosos que Janeth se sintió transportada a otro mundo, ella sentía cómo la humedad de él se mezclaba con la de ella, luego la dejó pero sólo para empezar a besarla desde su cara, hasta sus pies, poco a poco y sin prisas, la fue recorriendo por entero, haciéndola gritar de placer, le hizo darse la vuelta para besar también su espalda, y su trasero, abrió sus nalgas y ni la entrada del ano se salvó de sus besos y lengüetazos, Janeth, al sentir su lengua en ese lugar, alzó sus nalgas con ansias ya que la sensación que le estaba provocando era deliciosa, el doctor luego tomó con sus dedos la humedad de la conchita de Janeth y usó esa humedad como lubricante para el ano, la tocó delicadamente mientras con la otra mano, tocaba su vagina, para que ella sintiera doble placer, Janeth se sentía perdida en un mundo nuevo de sensaciones le pidió al doctor que hicieran un 69 porque ella también quería sentir la verga en su boca, él la complació y estando ella abajo, él quedó arriba, besándole y comiéndose la húmeda cueva, Janeth con unas ansias locas devoraba la verga de su amado casi en su totalidad, tocando también sus huevos, sintiendo en la dureza de estos, lo cargados que estaban de leche, mientras tanto el doctor, siguió excitando el ano de Janeth, mientras metía su lengua en su cueva, sus dedos inquietos habían logrado entrar al ano, sin producirle dolor a Janeth sino una muy agradable sensación de placer, poco a poco ella se había relajado y el doctor pudo ir introduciendo más dedos en ella, cuando tuvo 3 dedos en el ano de ella, se decidió a intentarlo con el pene, ya que Janeth parecía decidida a hacerlo venir con su boca, él se quitó de encima de ella, y se puso en posición para penetrarla, Janeth abrió sus piernas ansiosa, pero el doctor no tenía prisa en darle ese gusto, siguió estimulando el clítoris con sus dedos, mientras su verga empezaba a acomodarse en la entrada anal, su liquido seguía saliendo así que no había falta de lubricación, poco a poco, al ver cómo Janeth se estaba relajando, él empezó a empujar su pene contra la entrada, Janeth se sorprendió pero no lo quitó, él prometió que si ella lo deseaba se quitaría, pero ella lo dejó seguir, él siguió inclinándose hacia ella, metiendo también su verga en el ano de ella, en cuanto veía que Janeth hacia una mueca de dolor, dejaba de empujar, pero en cuanto ella se relajaba volvía a insistir, y así fue como de pronto ella misma levantando sus piernas y poniéndolas alrededor de las nalgas de él lo atrajo más hacia ella y pudo meter su verga completamente en el ano, ella al principio tuvo un leve dolor, pero al empezar él a moverse dentro de ella, la sensación de dolor cambió por una de placer, le gustaba el tener una verga en su ano, ella se tocó entonces con sus manos en su cueva y en su clítoris, y eso aunado al placer que sentía , pronto la hicieron que tuviera un orgasmo delicioso y largo, él doctor al sentir las contracciones de Janeth no pudo hacer nada para evitar que también su leche se corriera dentro de ella, y él quedó conmocionado un instante, antes de salirse y acostarse junto a ella, quien se veía agotada, pero no tanto como para no darle un beso y decirle lo mucho que había disfrutado, él se sintió orgulloso de haber sido el primero que le enseñara a disfrutar ese placer, estuvieron así, un momento descansando, luego ella se levantó, se quitó el liguero y las medias, llenó la tina de baño y se sumergió ahí, al ver que ella no regresaba el doctor se levantó y se metió con ella en la tina, ambos se abrazaron tiernamente y se besaron con pasión, pero con la calma que el haberse desahogado les daba.

Regresaron a la habitación ya secos pero aún desnudos, él le dijo que no se pusiera nada encima, ya que quería disfrutarla el tiempo que les quedaba, el doctor se acercó a su ropa, buscó entre ella y le pidió a Janeth que cerrara los ojos, ella lo hizo un poco intrigada, luego sintió un frío metal que se acomodaba en su cuello y entre sus senos, abrió los ojos sorprendida, y descubrió la cadena y el dije, tan hermosamente labrados que llevaba, el doctor pudo ver su cara de placer, y le dijo que era algo para que no lo olvidara, así como ella se había comprado esa ropa para darle placer a él, él había querido darle un placer a ella, y a la vez, un recuerdo del bello día que habían compartido, Janeth sintió las lágrimas en sus ojos, pero el doctor, al darse cuenta, besó sus párpados para secárselas, probando el sabor salado de las mismas, Janeth se sintió transportada nuevamente al placer y besó a su amante con nuevas ansias; llegaron nuevamente a la cama, entre besos, risas y deliciosas caricias se amaron nuevamente casi hasta el amanecer.

El doctor se despertó con una sensación de gozo indescriptible, se sentía en paz consigo mismo y feliz, al moverse un poco vio la causa de su dicha, esa hermosa mujer que se había entregado por entero a él, ahora las cosas debían retomar su cauce, él debía irse, no quería despertarla, sabía que si lo hacía, no querría salir de ahí jamás, así que sin hacer ruido se levantó, se vistió y dejó una nota en la que le entregaba por entero su amor y devoción por el resto de su vida, él siempre la recordaría, tendría el lugar más importante en su corazón, y si alguna vez ella lo necesitara o quisiera ponerse en contacto con él, dejó su tarjeta con mil datos de cómo localizarlo, ya no podía hacer más, debía irse, se acercó de nuevo a ella y tiernamente besó su mejilla, ella apenas se movió, vio brillar el dije que le había regalado y supo con certeza que una parte de él siempre la acompañaría. Salió de la habitación sin darse cuenta que Janeth había estado despierta todo ese tiempo y que las lágrimas se deslizaban por sus mejillas en una muda protesta por su ida.

Ambos se habían dado cuenta que habían encontrado un amor tan especial del cual sólo podía pensarse que eran invenciones por lo maravilloso que era, pero sabían que ese no era el momento ni el lugar para continuarlo, no sabían cuándo ni dónde, pero tal vez podrían ser nuevamente felices.

Desenlace.

El viaje de regreso fue rápido. La invadía una sensación de bienestar y ligereza que comparaba con la nubes algodonadas que veía a través de la ventanilla.

Su encuentro con su marido fue agradable como siempre, todo o más bien casi todo le platicó, sólo enmudeció medio segundo cuando le preguntó su impresión sobre el famoso cirujano que conoció, la respuesta no importó, es increíble lo que en ocasiones puede un hombre escuchar en medio segundo de silencio.

Ya era tarde cuando llegaron a su casa y rápidamente se re encontraron en la cama, a punto de besarla vio la nueva cadena que descansaba sobre sus pechos… nada dijo, sólo la amó con la misma intensidad de su primera noche.