Los juegos y provocaciones sexuales a su tío terminan de forma inesperada
Se había convertido casi en un rito, y la verdad era que lo hacíamos con gusto.
La tía María era muy querida por nosotros de modo que visitarla en su lecho de enferma, aparte de constituir una obra de misericordia, nos proporcionaba el placer de una tarde tranquila.
Puntualmente a las tres mí hermana Eliana ,junto a su pequeño de cinco años, pasaba en su coche a buscarme y tomando de la mano a mi pequeña de seis nos saludábamos alegremente pues sabíamos que una tarde plácida nos esperaba liberadas de la constante presencia de nuestros maridos que a su vez hacía ya rato se habían marchado al estadio para sumergirse en el fútbol.
Llegadas a la casa de la tía. los dos pequeños descendían del coche para abalanzarse sobre Clara, la robusta mujer que la cuidaba y se encaminaban hasta el cercano parque de diversiones donde seguramente serían consentidos por la mujer 7 feliz de ser liberada, aunque fuese por una tarde, del cuidado de la enferma.
El tío Raúl, esposo de mi tía, nos saludaba amablemente encaminándonos hasta la pieza de la enferma y luego se retiraba hasta el hermoso huerto de la casa donde todo tipo de arboles frutales habían transformado el descuidado sitio en las afueras de la ciudad en un verdadero vergel que el hombre cuidaba con esmero.
El tío taciturno, de pocas palabras, bueno de corazón y ahora prácticamente solitario, parecía aceptar con resignación el irrecuperable estado de su esposa.
Eliana y yo llevábamos aire fresco a la pieza de la tía, nuestras risas inundaban la habitación cuando le narrábamos con detalles ,muchos de ellos inventados, los últimos acontecimientos de nuestra familia donde se entremezclaban los chismes sobre las primas los deslices de los maridos, los apuros económicos de los hermanos, hasta que la tía María con una sonrisa en los labios se veía invadida por el sueño de su siesta.
Era entonces cuando Eliana y yo sigilosamente salíamos de la pieza y nos encaminábamos al huerto para poder alcanzar algunas de las frutas que ofrecía.
Las naranjas se nos aparecían desafiantes y no con poco trabajo pudimos acomodar la escalera junto al árbol para alcanzar las más hermosas.
A pesar de ser yo mas robusta que Eliana, ella por temor al vértigo, me pidió que subiera los peldaños, lo que hice gustosa porque siempre me gustó trepar, ella mientras tanto me llenaba de bromas acerca de lo hermoso de mis muslos y lo distinguido de mis bragas, que desde su posición podía observar con detalle.
Fue al descender que mí falda quedó enredada en una rama y Eliana no paraba de reír del espectáculo que yo estaba ofreciendo al mostrar toda mí intimidad en medio del huerto sobre una escalera.
Entonces al volver la cabeza lo vi. y como tenía yo el rostro cubierto por las ramas lo pude ver con calma.
El tío Raúl estaba en uno de los cuartos del patio a unos quince metros, semi escondido tras la puerta entornada y, miraba fijamente hacía el árbol, me miraba, es decir miraba mis piernas mis bragas y pude ver sin lugar a ninguna duda que agarraba con fuerza su miembro por sobre el pantalón.
Logré zafar mí falda desde la rama cómplice y descendí en silencio.
La tarde terminó en forma plácida y el tío Raúl nos despidió amablemente diciéndonos que nos esperaba al domingo siguiente, yo creí verlo esa tarde menos taciturno que de costumbre.
Durante la semana ,tuve la oportunidad de contarle a mi hermana lo que había observado y reímos de buena gana porque pensábamos que el espectáculo observado por el tío era al menos, un buen consuelo para la soledad a la que estaba sometido.
Después de reírnos lo suficiente nos quedamos un rato en silencio bebiendo nuestro café y fue Eliana quien habló
– Estás pensando lo mismo que yo … se te nota en los ojos… – me dijo con picardía. Siempre habíamos sido muy unidas, únicamente nos separaban dos años yo era la mayor y tenía treinta y dos pero casi todo el mundo pensaba que eramos gemelas, bien parecidas conservábamos una figura excelente, aunque con sacrificios tremendos de dieta y ejercicio.
No hubo mucho más que hablar porque no era preciso, casi toda nuestra comunicación había sido siempre con los ojos.
El domingo siguiente todo transcurriría como siempre, salvo una leve modificación que solo nosotras sabíamos.
A la hora señalada, salimos al huerto, nos dirigimos a una de los arboles y yo subí.
Ya entre las ramas pude constatar que el tío Raúl, haciéndose el despreocupado, había entrado en una de las piezas y al parecer estaba instalado en su observatorio y se lo informé a Eliana lentamente descendí de la escalera y tomadas de la mano nos encaminamos hasta la pieza donde se encontraba el tío Raúl, lo hacíamos lentamente para darle tiempo a esconderse tras algunos de los viejos muebles que había en la pieza o abandonarla.
Entramos cerró la puerta y en seguida le dije a Eliana
– Quiero que me examines con cuidado porque estoy preocupada ,acto seguido comencé a desnudarme con toda calma. No se escuchaba ni un solo ruido. Saqué con cuidado mi blusa y como no acostumbro otra prenda mis tetas insultantes se mostraron en todo su esplendor, me las acaricié con deleite y Eliana me pidió que gírara para verme mejor.
-No tienes nada- me dijo como con indiferencia. Entonces lentamente dando la espalda hacia el lugar donde estaba el Tío me quité las bragas dejando al aire mi culo redondo y provocativo, Eliana me acarició suavemente los glúteos como buscando algo y de nuevo me dijo.
-Yo no te encuentro nada
Entonces giré, presentándome desnuda ante sus ojos
-Tienes mejor cuerpo que yo- me dijo Eliana en voz baja – mientras se desnudaba, lo hacia con prisa, como para demostrarme pronto que lo dicho era verdad. Cuando estuvo en pelotas nos contemplamos la una a la otra llegando a la conclusión que no había ganadora.
– Vamos, Eliana – le dije – no hay vencedores ni vencidos y la abracé apretándome a ella. Era la primera vez que sentía un cuerpo desnudo de mujer junto al mío. Reímos, nos vestimos rápidamente y salimos de la pieza casi sin poder contener la
risa.
Esa tarde la despedida del Tío no fue alegre, el hombre estaba mas bien tenso y trató de evitar nuestras miradas.
La verdad era que este juego nos estaba entusiasmando mucho porque parecía como salir un poco de la rutina en que estaban cayendo nuestros matrimonios y era para nosotras una alegría nueva y excitante además que sumamente divertida.
Habíamos decidido introducir una innovación de modo que durante la semana y con el pretexto de pedir a la tía unas fotografías antiguas que estaban en una de las piezas del huerto logré abrir dos pequeños huecos en la pared de madera de la pieza contigua al cuarto en que se refugiaba el tío las tardes de domingo.
Ese sería mí observatorio.
Esa tarde como de costumbre salimos al patio, pero no entramos a la pieza donde estaba el tío sino a la contigua con el pretexto de encontrar esas fotografías. y luego de un momento en que fingimos buscar entre los libros viejos Eliana me dijo en voz alta para que escuchara el hombre.
– Yo buscaré en la pieza del lado, espérame aquí – acto seguido salió para entrar en la pieza en que se ocultaba el viejo.
En ese momento me acerqué hasta mi observatorio comprobando que había acertado con su ubicación.
Podía ver el centro de la pieza con toda claridad y al tío que estaba sentado en un taburete entre dos muebles grandes levemente separados y por esa separación él podía observar el resto de la pieza de modo que no existía dudas que el domingo anterior nos había visto desnudas.
Eliana no se anduvo con rodeos, de pie en medio de la pieza se sacó primero la falda y quedó luciendo sus pequeñas bragas blancas que no podían contener un culo que parecía arrancarse.
Luego se libero de la blusa y el sujetador y deslizó con agilidad las bragas por su muslos hermosos luciendo esplendorosamente desnuda.
Tan ensimismada estaba observando a Eliana que recién ahora dirigí la mirada hacía el tío.
El hombre había acusado el impacto de la figura perturbadora de la mujer y maniobraba nervioso en la bragueta de su pantalón.
Cuando par fin logró abrirla la visión me conmovió. Un miembro drásticamente moreno surgió violentamente liberado.
Era de un tamaño algo más de lo normal sin ser gigantesco y de inmediato la inevitable comparación con mí marido.
No me cabía dudas que mi tío estaba mejor dotado, pero lo que más me conmovía no era su longitud sino su grosor, era perturbador era un salame erótico que infundía deseo y temor.
El hombre, sin separar la vista de Eliana, lo tenía agarrado con la mano derecha y evidentemente sus dedos no lo rodeaban entero, no puedo ocultar que sentí un estremecimiento y un latido fuerte y profundo comenzó a originarse en mí vagina, pero ya Eliana había iniciado su numero.
Desnuda se encaminó hacia la ventana como para asegurarse que nadie podía observarla, acomodó la pequeña cortina y retornó al centro de la pieza.
Entonces frente a su observador y fingiendo ignorarlo, separó lentamente la piernas, sus pelos pubianos lucían seductores como un ramillete semí rubio cautivante, se tomó el culo con ambas manos e inició un movimiento circular con la pelvis que yo solamente había visto en el cine.
Eliana se agitaba y cuando vi su rostro me di cuenta que estaba excitada de verdad, sus ojos no podían negarlo.
Miré al hombre, que ahora agitaba su miembro como un mástil y la piel del glande comenzó a deslizarse dejando ante mi vista una cabeza terroríficamente grande y rosada, era la mejor naranja que habíamos visto en el huerto.
Las dos visiones me tenían loca y bajé mí mano entre mis muslos solo para comprobar lo que ya sabía, estaba totalmente inundada de mis secreciones.
Me sujeté la vulva como pude.
Eliana ahora tenía las manos sobre sus tetas y flectaba las rodillas como para mostiarse mejor y en ese momento se produjo algo maravilloso y nuevo para mí, de pronto le pelos de la vulva de Eliana se separaron lentamente y un gran tajo rosado palpitante apareció cortando verticalmente esa selva.
Dos labios se proyectaron hacia los lados y dos pequeñas lenguas palpitantes parecían hacernos señas
El hombre se había puesto de píe y ahora se masturbaba con un ritmo lento y seguro el mismo ritmo conque se agitaba Eliana y el mismo con que yo apretaba mí vulva
Eliana se acariciaba las caderas, cuando un pequeño pero visible río transparente salió desde el centro de su precioso tajo.
El hombre había detenido su mano en la base del miembro pronto a estallar y una descarga blanca increíblemente abundante y espesa surco el aire de la pieza para rebotar sobre uno de los muebles por el cual rodaban luego blancos ríos en figuras caprichosas.
Yo había caído de rodillas apretándome la vulva con un orgasmo suspendido porque a los pocos instantes Eliana entraba en mi pieza a medio vestir.
Tenía el rostro congestionado por el deseo
Se acercó a mi para abrazarme como dándome cuenta del éxito de la operación.
Yo la apreté contra mí pecho y luego agarrándole su culo maravilloso que aún tenía húmedo, le introduje mí lengua en su boca que ella me brindaba anhelante y en ese momento ya no pude contener el orgasmo que compartimos abrazadas.
Los cincuenta y cinco años del tío Raúl parecían cuarenta cuando nos despidió esa tarde entregándonos dos canastos con naranjas.
-El canasto tuyo es más grande- le dije riendo a a mí hermana…. creo que te lo ganaste –
Luego guardamos silencio por causa de los niños, pero intuí que estábamos felices.
Todo este juego había redundado en una felicidad proyectada en nuestros hogares.
Hacíamos todo con más gusto, con mas motivación, estábamos siempre alegres y nuestros maridos estaban gratamente sorprendidos de la manera como se había renovado nuestro desempeño en la cama durante las dos últimas semanas sin imaginar jamás de donde salía la energía y la inspiración para tan innovadoras actuaciones
Con Eliana, nos habíamos acercado más que de costumbre y cuando le conté lo que le había observado al tío Raúl, lo que su visión había provocado en él demostró una curiosidad mas allá de lo normal, confesándome que ella nunca había visto un miembro de esas dimensiones y hacía bromas respecto de su marido de manera que dispusimos las cosas para en la próxima sesión ella pudiese observarlo con detenimiento.
Ese domingo observamos desde una ventana como el tío Raúl entraba en la pieza del huerto y al poco rato nosotros salimos por la fruta, recogimos algunas naranjas y en seguida nos dirigimos hacía las piezas entrando ahora Eliana en el observatorio y yo en la pieza donde se escondía el tío.
Desde el momento en que entré fingía sentirme excitada, apoyaba mi culo contra la muralla y me restregaba con fuerza lentamente fui levantando mi falda para mostrarme y luego me saque las bragas y el sostén.
Ni un solo ruido se escuchaba en la pieza.
De pronto escuché que alguien golpeaba a la puerta y me puse rápidamente el vestido dejando mí ropa íntima en el suelo.
Abrí la puerta y pude ver a Eliana de acuerdo a lo que habíamos convenido aguantándonos la risa entramos en la pieza del lado.
En silencio ocupamos los orificios para observar al viejo.
El tío al parecer se había asustado cuando sintió golpear la puerta y durante un lapso no se movió, pero al cabo de algunos segundos salió de su escondite y avanzo hacia el centro de la pieza, al parecer con la intensión de abandonarla, pero en ese momento vio mi ropa íntima en el suelo, la misma que me había visto sacarme.
Se detuvo un momento y luego con cuidado la tomó en su mano levantando las pequeñas bragas hasta cerca de sus ojos y luego se las llevó a la cara para olerlas.
En ese momento notamos como su delgado pantalón mostraba la insolente protuberancia de su erección.
El hombre dejó las prendas sobre una silla, cerró la puerta con firmeza y acto seguido se saco sus pantalones dándonos la espalda, solamente le veíamos el culo y su raja cubierta de pelos negros, pero al momento giró y lo vimos de frente.
Eliana casi no pudo contener un pequeño grito cuando vio su verga monumental.
En realidad yo, que ya la conocía pensé que de alguna forma había crecido y debe haber sido así porque ahora me parecía de unos veinticinco centímetros y su grosor deslumbrante.
El espectáculo del hombre era realmente más que provocativo y excitante para nosotras.
Con las piernas separadas, lucía una impresionante mata de pelos negros que ascendía alto en su vientre duro bajo la cual colgaban dos testículos poderosos, perfectos, redondos y peludos y emergiendo de esa selva apuntando directamente hacia nosotras un tronco carnoso aterrorizante y deseable, temido y desafiante.
Era la imagen del macho maduro y seguro, del dominador y frente a esa imagen nuestros maridos nos parecían pequeños juguetes veleidosos.
El hombre se movía e impulsaba su pelvis hacía nosotras y cuando se puso de costado lo percibíamos aún más grande 7 parecía crecer y lentamente fue mostrando la cabeza.
En ese momento sentía la mano de Eliana que bajo mí falda me tomaba el culo desnudo pero yo también me había excitado y en forma diligente le sacaba sus bragas para tomar su mata de pelo que siempre me había atraído.
El tío Raul, recogió entonces mis bragas desde la silla en que las había colocado y abiertas las puso sobre su miembro monumental al momento que se llevaba ahora el sostén a la narices.
Mí olor, que seguramente aun conservaba la prenda, pareció enardecerlo porque tomándose el pene desde la base tiraba con fuerza la piel hacía atrás permitiendo mostrarnos su carne rosada y palpitante.
Eliana se había desnudado y me había sacado el vestido que era lo único que yo conservaba.
Rozaba su muslo con el mío, sentía su vulva restregarse contra mi culo prominente y su mano ahora había buscado también mi vulva.
Ambas secretábamos abundante jugo que ya corría plácidamente por nuestros muslos.
El tío agitaba su mástil casi en un paroxismo aumentando nuestra calentura y de pronto se detuvo, pero fue un corto momento, ahora su miembro tenía un inclinación hacia arriba y se veía curvado.
Yo recorría las tetas de Eliana y apretaba su pezones dilatados al máximo al paso que ella recorría mi mojada raja.
Todo nos palpitaba y no podíamos despegarnos de la pared.
El Tío Raúl entonces. con el rostro casi desfigurado por el deseo levantó mis bragas en el aíre, las hizo girar y las extendió con sus manos y lentamente puso la parte que mi vulva había humedecido, sobre la inmensa cabeza de su verga.
Mis bragas estaban tensadas al máximo por la presión de su carne ardiente y fue en ese momento que una mancha gris se expandió por ellas y que súbitamente la delicada tela se rompió partiéndose por la mitad y a través de esa abertura el miembro fabuloso arrojo frente a nosotros el torrente de semen más impresionante del que tenemos recuerdo.
El hombre se deslizo hasta el suelo con las rodillas dobladas y nosotros ya no mirábamos porque nos estábamos besando con furia, con pasión, con deseo infinito y nos penetrábamos mutuamente nuestras dilatadas vaginas haciendo surgir más y más jugo apretando nuestros muslos húmedos juntando nuestras tetas duras hasta que dos descargas brutales nos hicieron caer apegadas a la pared y abrazadas hasta el suelo donde el orgasmo nos encontró abrazadas como nunca lo soñamos.
Esa tarde terminamos rendidas por el deseo y el placer.
Hicimos el camino de regreso sin hablarnos pero cogidas de la mano, las dos entendíamos que no había nada que hablar.
Cuando Eliana me dejó en la casa solamente nos miramos para despedirnos.
Durante la semana hablamos detenidamente sobre lo que estaba pasando, nos dábamos cuenta que nuestro juego inicial se había transformado en algo definitivamente importante, porque habíamos accedido al sexo de manera diferente.
Sin alterar para nada la relación con nuestros maridos habíamos descubierto una faceta inconfesable y subyugante, estábamos anhelantes respecto de lo que sucedía, andábamos permanentemente excitadas, nos llamábamos por teléfono para contarnos lo que estábamos sintiendo y llegamos a la conclusión que todo ello había sido desencadenada por la presencia perturbadora del tío sin el cual nada de lo descubierto tenía sentido.
Nos dimos cuenta que el juego tenía una consecuencia lógica y natural que iba más allá de nuestras propias y perturbadoras sensaciones y nos confesamos mutuamente que deseábamos ese miembro tanto como nos deseábamos nosotras.
Estábamos conversando en mí pieza y la conversación nos había excitado al máximo.
Eliana se puso de pié y levantándose la falda me dijo que había soñado varias veces traspasada por ese miembro, se bajo las bragas y me mostró su vulva palpitante, yo no pude sino hacer lo mismo y arrodilladas sobre la alfombra nos masturbamos feroces a una velocidad increíble solamente pensando en el domingo.
Cuando nos hubimos calmado ultimamos los detalles para el domingo y nos despedimos.
Ese domingo llegamos especialmente alegres y como de común acuerdo prolongamos un poco la espera antes de acudir al huerto.
Cuando al final hubo tranquilidad en la casa entramos tomadas de la mano a la pieza donde sabíamos estaba refugiado el tío Raúl.
Nos desnudamos con pausa y cuando estuvimos desnudas, nos miramos Lucíamos hermosas teníamos una pequeña cinta en el pelo cada una como una muestra de coquetería para nuestro poseedor, eramos dos mujeres hermosas dispuestas para el subyugante sacrificio.
Queríamos excitarlo al máximo antes de descubrirlo.
Nos acercamos lentamente la una a la otra, excitadas por nuestra propia visión, nuestras tetas duras avanzaron al encuentro y nos tocamos deliciosamente con los pezones dilatados en un contacto que desencadenó una respuesta eléctrica que invadió nuestros cuerpos.
Este movimiento lateral lo repetimos varías veces.
En seguida giramos y nos rozábamos con los culos haciendo sonar levemente nuestros glúteos.
Nos pusimos frente a nuestro escondido observador y sentíamos como nuestras vulvas se habrían, no abrazamos para besarnos con pasión pasándonos luego nuestras lengua por el rostro.
De frente separamos las piernas para permitir que nuestros jugos corrieran por su interior y cuando nuestros vaginas vibraban como dos instrumentos diabólicos, corrimos detrás del mueble donde se escondía el tío Raul y sin darle tiempo lo abrazamos una por delante y la otra por detrás tapándole la boca para apagar su sorpresa y solamente entonces nos dimos cuenta que estaba desnudo Le cogimos su miembro monumental, nuestras dos manos no alcanzaban para cubrirlo completo y pudimos sentir el contacto de esa carne tantas veces observada. Latía en nuestras manos como un corazón asustado.
Yo me incliné y me acaricié el rostro con él. oh su cabeza y ese olor me aturdió de deseo Eliana lo cogió luego y se lo rozó por su vulva jabonosa de placer.
Yo le acariciaba su mata de pelos y tomado el miembro por la base le daba con él golpes en el rostro a Eliana, ella abría su boca y yo se lo ponía en los labios.
Nos arrodillamos junto él y se lo besábamos con deleite desde la base hasta la cabeza y en ese punto nos besábamos con Eliana.
Nos pusimos de pie y él nos hizo girar y nos pasaba alternativamente su verga por nuestras rajas.
Yo sentía que mi ano aún virgen se humedecía por el deseo, presto para ser desflorado
Mire el culo de Eliana y estaba aún más dilatado que el mío.
El miembro del tío parecía seguro de poder completar todas las tareas que nosotros le exigiríamos.
Entonces nos retiramos unos pasos y de frente a él le ofrecimos nuestras vulvas abiertas, para que el eligiera a cual de las dos iba a destruir primero porque eramos suyas y lo seriamos siempre.
El nos hizo una seña que nos tendiéramos en el suelo obedecimos porque ya estábamos traspasadas de deseo y prácticamente implorábamos por la penetración.
Tendidas con las piernas abiertas nos ofrecimos, el avanzó y separando sus piernas dirigió su arma torturante hacía nosotros y una avalancha de semen amarillento comenzó a brotar de su dilatado orificio.
El semen salía de esa cabeza prodigiosa a torrentes y caía sobre nuestras tetas nuestros rostros nuestros labios, y seguía sugiendo sin detenerse, lo recogíamos en nuestras manos y nos empapábamos mutuamente con el traspasándonos de su aroma.
Pero lo más maravilloso fue que cuando estábamos ya empapadas, ese miembro seguía tan erecto como al comienzo y en ese momento el tío Raul se puso de rodillas poniéndome su miembro monumental en la entrada, cerré los ojos deseando sentirme definitivamente partida en el momento que sentimos a los niños golpeando la puerta.
Apresuradamente nos vestimos como pudimos, mientras el tío Raul permanecía en el suelo inmóvil.
Aun cargadas de una calentura definitiva logramos salir con nuestras vulvas desbocadas e insatisfechas que agitaban nuestras bragas e inundaban nuestras piernas.
Estaba visto que el juego habría que terminarlo al domingo siguiente, pero ya todo estaba claro, por lo menos hasta esa tarde porque al día siguiente la oscuridad sepultó el juego al parecer para siempre.
El tío Raul fue encontrado desnudo en la pieza del huerto fulminado por un infarto.
Sus amigos aseguraron en el funeral que tenía un rostro feliz.