Capítulo 1
Iniciación zoofílica I
La historia que voy a relatar, algo sucedido hace tres años, precisamente ahora en este mes de marzo, cambió por completo mi vida.
Nunca fuimos mi marido y yo una pareja convencional, entiéndase por eso la pareja que mantiene el sexo únicamente dentro de las llamadas cuatro paredes de la habitación, no, por supuesto que no, durante los casi 10 años de matrimonio habían ocurrido ya muchas cosas, no las enumeraré ni relataré al menos en esta parte de mi vida.
Volviendo al principio, decía que hace ahora tres años un acto ocasional cambió por completo mi vida, en lo sexual, naturalmente.
Al menos dos viernes de cada mes, normalmente el primero y el tercero, tres parejas nos reunimos para cenar, todos parejas estables, por lo que nos conocemos bien, nuestros gustos, nuestras fantasías, nuestros sueños y por supuesto nuestras debilidades.
Si en un principio las cenas eran simplemente eso: cenas, charla, una copita y de vez en cuando un baile en el salón de la casa en donde tocara esa noche, poco a poco las cosas fueron cambiando, llevamos cinco años reuniéndonos, lo cual ya es un tiempo, y de los juegos normales de cartas, dados o juegos de palabras, en fin los normales de cualquier familia, se fue pasando a juegos cada vez mas picantes, cada vez íbamos un poco más lejos, primero fueron simples destapes, luego se pasó a besos intercambiados, luego fueron caricias hasta que hace cuatro años se llegó al primer intercambio, luego siguieron camas redondas y hasta en alguna ocasión sesiones de sado-erótico.
Es en este punto en donde empieza a fraguarse el acto que como digo mudó mi vida sexual.
Me sentí bien en el papel de sumisa, en el papel de humillada y de sentir que en cada momento yo estaba al límite de mis posibilidades, yendo cada día un poco más lejos, desde luego en todo momento con el acuerdo de mi pareja.
Una noche, en plena cena, estábamos hablando de cual sería el juego que utilizaríamos esa noche, en realidad cualquiera valía, solo hay que echarle imaginación, desde un poker hasta una simple partida de tute, como digo, todo sirve para desnudarse, o para lo que se nos ocurriese en ese momento.
Javi, el anfitrión, propuso un juego que nos dejó a todos perplejos, lo discutimos unos momentos y acordamos que así se haría, era algo novedoso, atrevido y desde luego tremendamente fuerte, mas bien terriblemente fuerte, pero todas y digo todas, estuvimos de acuerdo.
Consistía el juego en que se jugaría individual pero con la complicidad de la pareja, me explico, el juego consistía en jugar una partida de dados, era muy sencillo, se jugaba al mejor de cinco tiradas, siendo eliminado el jugador de mayor puntuación.
Hasta aquí no tenía nada de novedoso, pero si la que perdía era una de nosotras, tendríamos que realizar lo acordado, si perdía nuestra pareja, nosotras tendríamos que suplirlo a él, pero con la condición de que el miembro masculino de la pareja se tendría que ausentar de la casa durante dos horas.
Es decir no podría presenciar el juego o los hechos que tendría que realizar la parte femenina de la pareja.
Tal vez os parezca un poco raro, pero una vez veáis cual era el motivo del juego entenderéis la ausencia del varón perdedor.
Empezamos la partida y por casualidad quedaron para la última tirada mi marido, Juan, y Ana, la señora anfitriona, mas tarde supe que ella fuera la diseñadora del juego, ¡perversa ella!, y fue mi marido el perdedor, jo, se lo iba a perder, que pena, pero esto puedo decirlo ahora, no en aquel momento, me hubiera gustado que pudiera quedarse, creía que iba a necesitar ayuda, su apoyo, sus ánimos, pero, en fin, las reglas estaban establecidas, todos las habíamos aceptado y eran y son de obligado cumplimiento para todos los miembros del grupo, y no iba a ser esta una excepción.
Juan me dio un cariñoso beso, me abrazó y al oído, mientras me acariciaba la oreja con su lengua me dio ánimos y desde luego me hizo prometer que cuando llegara a casa, ya que decidió irse a dar una vuelta, tomar un café y a la cama, le contaría todo lo sucedido con todo lujo de detalles.
No faltaría mas, como no se lo iba a contar, además sabía que era una de mis fantasías, lo habíamos hablado en varias ocasiones, en una ocasión tuvimos la idea de comprar un perro para casa, por supuesto con doble intención, por un lado que nos hiciera compañía, vigilar la finca cuando estábamos fuera y al mismo tiempo hacer jueguecitos con el animal.
Lo descartamos por que al estar los dos trabajando, a veces fuera de casa uno o dos días e incluso coincidiendo las ausencias de los dos a un mismo tiempo no lo veíamos posible, por lo que había quedado descartado, pero siempre con esa fantasía de tener un perro, de raza mediano o grande, habíamos visto la posibilidad que fuera un pastor alemán o belga en tamaño mediano y un mastín de los pirineos o un dogo alemán entre los grandes.
Una vez que Juan se fue, yo, muy excitada por los besos dados, por las caricias en los pechos, en el culo y sus besos en las orejas y cuello empezamos el juego.
Tengo que decirlo, muy excitada pero al mismo tiempo muy, pero muy nerviosa.
Notaba como me temblaban las piernas, tenía las manos húmedas del sudor, pero también tenía los pechos hinchados, los pezones como guisantes, tengo que decir que mis pechos son pequeños, mido 165, peso 57 kg. y uso una talla de sujetador 85, es decir mas bien pequeños, no quiero ni contar como tenía mi sexo, desde que Javi había presentado el juego, tenía la braga mojada, empapada, estaba con el sexo, rasurado de la noche anterior por Juan, con unas ganas de tener algo dentro que no os lo podéis imaginar, además desde que vi la posibilidad de ser yo la que tuviera el honor de ser la primera en practicar el sexo con el precioso pastor alemán de Javi y Ana, creo que en ese momento, cuando en la penúltima tirada Pedro perdió y solo quedaban mi marido y Ana, bueno, sabía que al menos tenía el 50% de posibilidades.
Lo que de verdad me dolía era que Juan no pudiera presenciarlo, no pudiera ver si era capaz de hacerlo o por el contrario me tendrían que obligar, pero lo que estaba claro es que el juego tenía que ser realizado y sin aplazamiento.
Julia, la compañera sentimental de Pedro desde hacía siete años, sirvió unas nuevas copas, la mía se la pedí de coñac sin hielo, solo, para darme un poco de ánimos, para sentirme un poco mas animadilla, si eso era necesario, dado mi estado de nervios y excitación.
Lo bebí de dos tragos mientras Ana hacía entrar a su precioso perro de nombre Lano, es un perro precioso, con una estampa fenomenal, muy cariñoso, y siempre cuidado como si fuera una joya.
Ana me vendó los ojos y empecé a sentir manos sobre mi cuerpo desnudándome, acariciándome, eran al menos seis manos, mis pechos, mis muslos, mi vientre, mi sexo, …., todo mi cuerpo era acariciado.
Oía la respiración del perro, estaba cerca, no sabía como iba a ser esta sesión, estaba a punto de tener mi primer orgasmo pero ¡ho no!, se dieron cuenta y dejaron de acariciarme.
Oí la voz de Julia dando la orden de parar, no querían que tuviera un orgasmo antes de empezar.
Me condujeron hasta una silla, en ella noté algo atrás contra el respaldo, era un cojín, bueno, mas bien dos, dado que quedé con el culo fuera de la silla, me ataron las manos a la espalda de la silla, sentí como mis piernas eran abiertas, de par en par, expuesta en toda mi amplitud, cuatro cinturones ataron mis piernas abiertas a las patas de la silla.
Estaba inmovilizada, no podía mover los brazos ni las piernas, mi corazón estaba al menos a 150 pulsaciones por minuto.
Sentía miedo, pero al mismo tiempo tenía unas ganas tremendas de sentir por primera vez sobre mi cuerpo la lengua de Lano, quería saber que iba a sentir, si era cierto aquello que había leído, que había visto en algunos vídeos que habíamos visionado Juan y yo cuando andábamos a vueltas con la idea de comprar nuestro perro.
No tardé mucho en sentirlo, se hizo el silencio entre las cuatro personas que estaban a mi alrededor, oí a Javi como le indicaba a Lano donde tenía que lamer.
Estaba claro que el perro no sabía nada, entonces alguien, mas tarde supe que Pedro, fue a la cocina y trajo miel, me puso unas gotas en los labios de mi sexo y de nuevo Javi con el perro, pero ahora si, sentí una lengua larga, áspera, aunque no mucho, caliente y muy mojada recorriendo mis labios externos, no sé cuantas veces pasó esa lengua, mi mente daba miles de vueltas, deseaba sentirla dentro, entre mis labios, no por fuera, pero no tardé en sentir como la lengua, una vez terminada la miel, seguía lamiendo, de pronto entró entre mis labios, lamió la entrada de mi vagina, lamió encima de mi clítoris, huaaaaaaaaaaaa, que sensación, ummmmmmm, era maravilloso, pero mas maravilloso fue cuando de pronto unas manos me acarician los pezones, una boca se acerca a la mía, y siento una lengua dentro, jugando con la mía, y unos dedos, muy delicadamente abren los labios de mi sexo.
Sentí como la lengua del perro, al estar mi sexo totalmente abierto, por la postura y las manos que lo ayudaban, recibía una caricia interminable, la lengua era rapidísima, no sentía cuando subía y bajaba, solo sentía la caricia continua, era maravilloso, sentí como mi cuerpo se tensaba, como un maravilloso orgasmo subía desde mi sexo hasta mi cerebro, sentí como miles de estrellas se acercaban y me iluminaban, sentí ese primer orgasmo con una fuerza que me hizo perder la noción del tiempo por unos segundos, pero tras ese, sin darme tiempo a recuperar sentí otro, y otro, y otro, dios, perdí la cuenta, perdí por completo la noción del tiempo, del espacio, de mi misma, solo pensaba en Juan, en que se estaba perdiendo un espectáculo que yo misma me imaginaba tremendamente erótico.
Sentí que una mano me acariciaba el cuello, que me soltaba la venda de los ojos. La luz me molestó en los primeros instantes, pero una vez acostumbrada, miré las caras de mis amigas y de sus parejas, no hacía falta decir nada, estaban con una excitación enorme por el espectáculo que acaban de presenciar.
Juan me dijo que nunca había visto a ninguna mujer tener tantos orgasmos juntos, que nunca supuso siquiera que eso pudiera ser cierto.
Yo no aguantaba mas, al soltarme los brazos y desatarme las piernas, intenté ponerme en pié pero fue imposible, no me sostenían, había sido demasiada la emoción, demasiada la excitación, demasiados los orgasmos, y lo peor es que aquello no estaba ni por la mitad.
Cuando por fin conseguí recuperarme, después de tomar un café cargadito, observé las caras de mis amigos.
La cara de Javi y Pedro, todo un poema, no daban crédito a lo que habían observado, Ana y Julia me preguntaban con sus miradas. Solo respondí que había sido una experiencia maravillosa, digna de ser probada por las demás.
Esperaba que todo quedara ahí cuando Javi me indicó la mesa de la sala, la mesita de centro, baja, cuadrada, de madera.
Javi me indicó que me colocara sobre la mesa, a cuatro patas.
Mis pensamientos estaban lejos de lo que iba a suceder, me ataron las manos y las piernas, muy abiertas, a cada una de las patas de la mesa, estaba con el culo y el coño totalmente ofrecidos. Javi me preguntó si sabía lo que iba a pasar a partir de ese momento, por supuesto mi respuesta fue negativa, podía tener una ligera idea de lo que pretendían, pero el hecho de que me ataran a la mesa me hacía divagar demasiado sobre las posibilidades de lo que podría ocurrir.
Prefería esperar los acontecimientos, no sin una gran dosis de morbosidad por mi parte.
¿Sería Pedro y Javi los encargados del fin de fiesta? o por lo contrario estarían pensando el algo mas fuerte?, bueno, el tiempo lo diría, y la verdad es que el tiempo fue muy corto.
Llamaron a Lano, de nuevo sentí su lengua pero esta vez sobre mi culo, pero fue muy poco tiempo, oía las risitas de Ana y Julia, no veía a nadie, los cuatro estaban a mis espaldas.
Entre risas oí la voz de Julia diciendo que ella sería incapaz de aguantar aquello dentro. Jo, ¿que estarían pensando estos malvados?. Pronto lo supe, sentí las patas del perro sobre mi espalda, luego a ambos lados, apoyadas en la mesa, algo caliente, puntiagudo estaba intentando penetrarme, ¡¡ho no!!, iba a ser poseída por Lano, iba a tener una relación sexual con un perro, no me lo esperaba, no era esta la sorpresa que me había imaginado y desde luego no era este el final de fiesta que yo había imaginado una vez comenzado el juego.
El perro, tras varios intentos fallidos consiguió acertar en mi sexo, primero con empujones suaves y rápidos, pero una vez que el mismo detectó que había encontrado la vagina, sus movimientos fueron rápidos y fuertes.
Su pene era largo, lo sentía húmedo, caliente y largo, si, era largo, me llenaba en casi mi totalidad.
La sorpresa de los primeros momentos dio paso a una excitación que subía desde mi sexo a mi cerebro, el morbo era superior al miedo.
No se el tiempo que transcurrió, pero el primer orgasmo llegó, intenté no ser escandalosa, aguanté casi en silencio, me llegó casi por sorpresa.
Fue maravilloso ver como después de este primer orgasmo mi cuerpo se relajó y empecé a sentir de verdad lo que estaba dentro de mí, empecé a saborear aquel pene en mi interior, no era nada conocido, era algo nuevo y casi maravilloso.
Pero empecé a recordar historias leídas con anterioridad sobre relatos de zoofilia en los que el momento crucial era cuando el perro antes de iniciar su eyaculación y con todo el miembro dentro de la vagina se formaba el abultamiento que se produce en la parte trasera de su pene.
Tuve un momento de terror, el miedo se estaba apoderando de mi, pero pensé que no debía ser tan terrible cuando era mas frecuente de lo que la mayoría de la gente se creía. Traté de relajarme todo lo que mi mente me permitía en aquella situación.
Lano siguió empujando, ahora con mas fuerza, parecía imposible con el peso que tenía pudiera dar los empujones que estaba dando, que tuviera la fuerza que me estaba demostrando, el nudo de su pene estaba empezando a formarse en la entrada de mi vagina, y como trataba de que entrara en su totalidad.
Ana se puso a mi lado, con su mirada me interrogaba, le dediqué una sonrisa, indicándole que estaba bien, que no pasaba nada, que estaba disfrutando a tope, y no mentía, estaba a punto de tener el segundo orgasmo cuando todo aquello entró en mi interior, me sentía llena, que llena, llenísima con aquel tremendo pene en mi interior.
Empecé a notar como poco a poco mi vagina iba recibiendo el esperma del animal, no paraba, a cada tres o cuatro sacudidas unas gotas de liquido caliente iban llenando mas y mas mi interior.
Tuve un tercer y último orgasmo, mas fuerte que los anteriores, y en esta ocasión si que me fue imposible mantenerme en silencio, empecé a chillar, no lo podía controlar, era el orgasmo mas maravilloso que recordaba.
Largo, intenso, me quedé exhausta, pero feliz, sentía como el sudor me corría desde la frente por las sienes, las mejillas y como algunas gotas caían de mi barbilla al suelo.
Mis ojos estaban llenos de lágrimas, si, lágrimas, no de llorar sino de placer, de felicidad, por que no decirlo.
Lano no se soltaba, pero sabía que tampoco era nada extraño, tardaría unos minutos en bajarle su erección por lo que no debía impacientarme, había que tener paciencia y esperar.
Javi se quedó atrás con el perro y Ana, Julia y Pedro estaban delante de mi, ahora ya no preguntaban con la mirada, lo hacía de viva voz, si estaba bien, si estaba nerviosa, si había disfrutado, si era tan maravilloso como les había parecido a todos.
Creo que mis ojos todavía estaban en blanco, no veía nada, entra las lágrimas, el sudor y también la excitación que aún sentía, solo oía sus voces.
Por fin el perro se soltó, noté como el semen caía por mis piernas, como mis muslos se bañaban de aquella mezcla de jugos, los míos y los del perro, era un líquido caliente que llegaba hasta mis rodillas pero al mismo tiempo sentí una sensación de vacío en mi interior.
Me desataron y mientras lo hacían los caballeros, mis compañeras me limpiaron con una toalla.
Me senté sobre la mesa, pedí una copa y les dediqué una sonrisa mientras me tomaba aquel maravilloso coñac que me había servido Javi.
Solo les dije que eran unos cerdos, unos maravillosos cerdos.
Les di un beso a cada uno de los cuatro, me vestí y les prometí que no sería la última vez que lo hiciera.
Había tenido uno de mis mayores experiencias sexuales, y desde luego, aunque con mucho miedo sobre todo al darme cuenta que iba a ser penetrada por un perro, esta no sería la última vez que lo hiciera.
Me habían quedado ganas de repetirlo, no sabían ninguna de ellas lo que se siente cuando el perro introduce todo su miembro en tu interior, cuando sientes que tu vagina ya no puede más y de pronto descubres que aún le quedan unos cms, de margen para que aquella tremenda masa de carne entre en tu interior, como te llena, como te hace sentir harta de sexo.
Fue magnífico y desde luego repetible.
La velada se terminó cuando les dije que por favor me acercaban a casa o llamaba a Juan para que viniera a recogerme, muy amablemente Pedro y Julia se ofrecieron para llevarme ya que les quedaba justo en camino.
Bueno, viven en el lado opuesto a donde yo vivo, pero no era motivo para que no pudieran hacerlo.
Nos despedimos todos y durante el camino no hubo mas conversación que la pregunta de Julia si había sido tan maravilloso como había dicho, sino me daba asco que en mi interior estuviera la polla de un animal, un perro.
Mi mirada y mi sonrisa le sirvieron como respuesta.
Cuando llegué a casa Juan estaba dormido.
Fui directa a la ducha y luego, después de fumarme un cigarrillo tranquila, relajada y sola en la sala, mientras recordaba lo que había pasado aquella noche, me acosté con la esperanza de poder dormir lo que quedaba de noche, eran las cinco de la madrugada.
Solo esperaba que mi compañero no hiciera preguntas hasta el día siguiente.