Un día cualquiera I
Hoy por mañana me despierto cuando algo gordo y duro se abre camino entre mis labios, buscando las profundidades de mi boca.
No podía ser otra cosa que la polla de mi hermano pequeño, al que muchas mañanas le gusta marcharse al colegio tras haber recibido una buena mamada, que yo de buena gana le hago…
Antes de seguir me presentaré, me llamo Javier tengo 18 años y vivo con mis padres y mi hermano pequeño que ya ha cumplido los 17.
Como la casa es pequeña compartimos habitación, así que un día descubrió mis revistas gay y desde entonces me somete a «chantaje», amenazando con contarlo a mis padres si no se la chupo cuando él lo pida.
Ni que decir tiene que me «someto» al chantaje muy gustoso, pues mi hermano es ya todo un ejemplar, viril y masculino, que empezó a afeitarse hace años y ya es un hombre de pelo en pecho, recio y musculoso, dotado de una buena tranca y una gran vitalidad.
En cambio, yo, a pesar de ser año y medio mayor, parezco más joven, pues soy barbilampiño y no tengo vello en el cuerpo, excepto una pequeña mata en el pubis y cuatro pelos en las axilas.
Además mi rostro es bastante aniñado, estoy delgado pero fibroso, con un vientre plano y unos pectorales bien definidos.
Soy rubio y de ojos azules, pero lo mas atractivo de mi cuerpo es mi culo, redondito y apretado, limpio de vello con un ojete sonrosado y tragón, que es para muchos la puerta de paraíso…
Bien, volviendo a mi relato, la mañana comienza con la dura polla de mi hermano dándome los buenos días y como yo soy muy educado no dejo de contestarle.
Sin abrir los ojos abro la boca y me trago su cimitarra hasta el fondo, como a él le gusta, que después de tantas mamadas ya sé lo que pone cachondo a mi hermanito.
Empiezo a succionar con fuerza, lamiendo con mi lengua el frenillo, lo que le hace emitir los primeros gemidos.
Sé que no durará mucho pues las corridas de mi hermano son intensas pero cortas.
A sus 17 años todavía no ha aprendido a controlar su ritmo, así que se desboca enseguida.
Pronto siento los espasmos de su orgasmo y los primeros borbotones de esperma que inundan mi boca y mi garganta.
Me lo trago todo y lo saboreo con fruición.
Me estoy acostumbrando a estos despertares y el día que él no me ofrezca su polla seguro que yo la tomaré sin pedir permiso.
Enseguida me levanto, me visto con mis vaqueros ceñidos, una camiseta pegadita y bajo a desayunar.
Desayuno solo pues mis padres ya se han ido a trabajar y mi hermano ya lo ha hecho antes.
Marcho corriendo al colegio en el que curso C.O.U., llevo conmigo los libros y el equipo de gimnasia, pues hoy daremos clase a última hora.
La mañana transcurre tranquila, incluso aburrida.
Soy bastante buen estudiante, pero hoy no tenemos clase de ciencias y no veré a mi profesor favorito, Juan, que está como un tren.
Cuando sea mayor seré como él.
A última hora tenemos gimnasia y tras sudar un buen rato nos vamos a la ducha, uno de mis lugares favoritos del colegio, donde puedo ver a la vez 24 cuerpos adolescentes en todo su esplendor.
La ducha es como un túnel de lavado con caños a ambos lados, al que entramos todos a la vez.
Yo me pongo siempre en el centro, con vistas a derecha e izquierda y procuro entrar el último, por lo que tengo que cruzar entre mis compañeros, así que es inevitable rozar el culo de uno que se enjabona las piernas, la polla de otro que no se hace a un lado…
Es lo más cercano al paraíso que puedo imaginar.
Muchos de mis compañeros están ya completamente desarrollados y presentan atractivos cuerpos con buenos atributos, hacia los que se me desvía la vista.
Más de uno se da cuanta de mis miradas, pero a mí no me importa, me encanta ver sus reacciones, azorados y tímidos unos, orgullosos y exhibicionistas los mejor dotados.
Supongo que muchos de ellos se imaginan que me gustan los tíos, algo que a mí me trae por completo al fresco.
Sin embargo parece que hoy mi descaro va a tener una respuesta.
Como luego ya no hay clase me recreo en el agua, enjabonándome despacio, sin prisa, así que me he quedado el último en la ducha y al salir he visto que todavía quedaban 4 de mis compañeros, todos ellos del equipo de fútbol, por lo que tienen unas poderosas y musculadas piernas y unos culos bien firmes (mmmm!).
Al frente del grupo está su líder, Alejandro, el más desarrollado de todos, musculoso y atlético, peludo y con un cipote con el que sueño a menudo.
Los otros 3 tampoco están nada mal, aunque no trato mucho con ellos, están en otro rollo.
En cambio, hoy los 4 parecen estar muy interesado en mí y me miran de forma nerviosa, me doy cuenta que todavía no han empezado a vestirse, dos de ellos tienen la toalla alrededor de la cintura pero Alejandro y el otro están en pelota y yo diría que Alejandro está medio empalmado.
Yo, como si nada, me dirijo a mi sitio, pero Alejandro se interpone en mi camino y me increpa:
«¡Tú, maricón, nos hemos dado cuenta de cómo nos miras en la ducha!»
«¿Tú crees?», pregunto yo inocente. Por un momento duda, pero enseguida reacciona:»Pues claro que sí, nenaza, que no estamos ciegos. Y si quieres pollas hoy te aseguro que las vas a tener!» Y me empuja con sus fuertes brazos hacia abajo, hasta que mi boca queda a la altura de su tranca, ya completamente empinada y rezumando líquido preseminal. Los tres compañeros se sitúan alrededor, con sus miembros ya preparados, masajeándose para no perder el tono.
Vaya, la situación ha dado un giro inesperado!
No me van a pegar sino que piensan darme un atracón de polla!
Bueno, no me voy a quejar, aunque estoy algo sorprendido.
Al final resulta que las historias de sexo que circulan sobre los futbolistas en la ducha van a ser ciertas…
Y allí estoy yo, disfrutando uno a uno de cuatro pedazos de carne joven jugosa.
Sigo de rodillas, con los 4 futbolistas a mi alrededor, con la polla de Alejandro en la boca y las de Juan y Carlos en mis manos, masturbándolos lentamente.
Oigo los comentarios que se hacen entre ellos: «cómo la chupa el maricón!», «fíjate cómo disfruta el muy guarro!», «hoy vas a hartarte de polla, mariconazo!»; y otras lindezas por el estilo.
Pero a mí eso caso que me excita más, estoy disfrutando como un loco, con la verga de Alejandro, gorda y dura, hasta la laringe y tres más que me esperan.
Alejandro se tensa de repente y empieza a gritar, «me corro», saca la polla de mi boca y me llena la cara con su leche, que intento recoger con mi lengua.
Sin darme tiempo a limpiarme, uno de tras de otro pasan por mi boca, corriéndose en mi cara, que ahora está totalmente cubierta de semen, creen que así me van a humillar y no saben lo que a mí me excita eso.
A medida que van acabando se visten deprisa y se quedan mirando, cuando el último está acabando se oye una de las puertas del vestuario, «Anda, fray Luis», exclama uno, y salen todos de estampida por la otra puerta.
Y allí me quedo yo, desnudo, empalmado y con la cara llena de esperma y si tiempo para esconderme.
De todos modos, salgo corriendo a las duchas e intento ocultarme ahí, aunque es en vano, Fray Luis, o Fray Sobón, como le llamamos me ha visto y me llama, «Gómez!, salga de ahí que le he visto!».
Así que salgo de la ducha y el puede verme en todo mi esplendor, lo que hace sin recatarse lo más mínimo, dedicando una especial mirada a mi polla, que sigue empalmada, ahora más si cabe por lo excitado que estoy delante de este fraile cuarentón que me mira lascivamente.
«¿Qué se supone que está haciendo? Degenerado! ¿Quién estaba con usted?», me pregunta.
Naturalmente yo no voy a chivarme, así que él se enfada y me amenaza con llevarme al padre Rector, pero yo me mantengo firme.
Ante mi negativa, me hace poner una toalla alrededor de mi cintura y me lleva al despacho de director, mientras me sermonea sobre lo degenerado que soy y la que me va a caer encima.
El despacho del diré está cerca y a esas horas ya no hay gente por ahí, así que llegamos sin incidentes.
El director es un hombre en sus 50, delgado, ascético, pelo corto canoso, nariz aguileña y mirada intensa, es muy estricto y severo y según bromeamos los alumnos siempre «está dando por culo».
Su cara al vernos entrar es todo un poema y Fray Luis le relata brevemente cómo me ha encontrado.
El Rector me dice «límpiese la cara, por favor!», y como yo no tengo otra cosa, me quito la tolla y me limpio la cara, quedándome desnudo en medio del despacho.
«Bueno, ahora me va a contar usted lo que ha pasado. ¿Le han forzado?» Con mucha calma les cuento lo que ha pasado, y durante el relato me vuelvo a excitar y, muy a mi pesar, una erección asalta mi miembro, que comienza a empinarse delante del rector…»Vaya, ya veo que le excita recordar lo que ha pasado. ¿Puedo asumir entonces que no le forzaron a realizar esos actos asquerosos?». Yo, ya puestos en lo peor, le digo la verdad, que nadie me obligó. «Así que encima disfrutó!». Y yo ahí me callé, pues no soy del todo un suicida.
«¿Sabe usted que eso es pecado mortal? ¿Sabe usted lo que le puede pasar? ¿Qué piensa decirle a sus padres?».
Y al mencionar a mis padres empiezo asustarme, pues no me gustaría involucrar a los pobres, tan inocentes ellos. El rector ha visto el susto en mi mirada y cambia de actitud:
«Claro, que hay otras maneras de resolver esto de un modo discreto y entre nosotros, ¿verdad, Fray Luis?»
Y me giro y veo al buen fraile, sonriendo, mirándome lascivamente, que se ha quitado la sotana, desabrochado el pantalón y se masajea una polla no muy grande pero negra y gruesa.
Ya no hacen falta más palabras y yo siento un gran alivio, pues no me van a pedir nada que yo no pueda darles.
Me arrodillo enfrente de Fray Luis, tomo su rabo en mi mano y lo acercó a mi boca, acariciándolo con mis labios.
Pensé que si les hacía disfrutar de verdad, la cosa se olvidaría ya que todos tendríamos algo que ocultar.
Así que me dediqué a lamer la polla de Fray Luis, de arriba abajo, lentamente, con mucha saliva, a acariciar el glande entre mis labios y, finalmente, empecé a introducirla en mi boca.
No podía olvidarme del rector, a quien de veras debía satisfacer, de modo que le ofrecí mi mayor tesoro, me incorporé y puse mi trasero en pompa, abriendo los cachetes con ambas manos, sin dejar de mamar la pija de Fray Luis.
«Vaya, ya veo que entiende usted rápido», dijo el Rector, y oí como se acercaba y sentí sus manos acariciar mis glúteos, disfrutando su textura.
Luego noté su lengua ensalivando mi agujero y enseguida uno de sus dedos entrando en él.
Estaba claro que me iba a follar a conciencia.
Al primer dedo le siguieron dos y más saliva, de modo que me dejó perfectamente dilatado y lubricado, este hombre sabía lo que hacía, era un gran experto.
Luego sus dedos me abandonaron y, tras una pequeña pausa, noté la presión de su glande en mi esfínter, que ya estaba preparado para recibirle.
Todavía no había podido ver su rabo, pero por el dolor que me produjo al entrar de golpe pude imaginarlo inmenso, largo y muy grueso, no pude chillar porque tenía la polla de Fray Luis en la boca, que si no…
Bueno estuvieron así un rato, hasta que el Rector dic la orden de cambiar de postura.
Me hicieron tumbar atravesado en su mesa, boca arriba, con la cabeza asomando por un lado y el culo por el otro.
Fray Luis me enculó enseguida y yo incliné mi cabeza hacia atrás, para que el rector tuviera un buen ángulo y pudiera follarme la boca. por fin pude ver su herramienta, mientras la veía por debajo mientras pasaba delante de mis ojos hacia la boca.
No sé cuantos cms mediría pero era de lo más hermoso que nunca he podido disfrutar, abrí mi boca todo lo que pude y de un solo movimiento me la metió hasta la laringe, quedando sus huevos, gordos, peludos, apoyados en mi nariz.
Empezaron a follarme los dos de nuevo, cada vez con un ritmo más intenso, la mesa se movía y gemía, pero lo ninguno de los dos emitía un solo gruñido, debía de ser la costumbre de hacerlo en silencio.
Finalmente Fray Luis se corrió dentro de mí, con 4 o 5 convulsiones, pero el Recto aún continuó un buen rato.
Cansado de mi boca, ocupó el lugar de Fray Luis, puso mis piernas sobre mis hombros, me abrió bien y me empalo de nuevo con su tranca gigante. Yo disfrutaba como un loco y empecé a gemir y a gritar, de modo que Fray Luis tuvo que tapar mi boca con su mano.
Durante 10 minutos más, el padre rector me folló intensa, brutalmente, su polla salía por completo de mi agujero y entraba de golpe hasta el fondo.
Sin poderlo resistir me corrí sin tan siquiera llegar a tocarme, tan intenso era el placer que sentía. Poco después él comenzó a descargar sus trallazos de semen en mi culo, uno tras otro, en un torrente de leche sin fin que llenó mis entrañas.
Acabó y esperó a que su polla se desinflara antes de sacarla de mi culo, que al pronto se sintió vacío. Al momento mi agujero empezó a rezumar esperma, tal era la cantidad que había recibido.
Finalmente, ambos recuperaron la compostura y me despidieron, recordándome que a partir de ese momento el incidente quedaba olvidado para los tres.
Yo regresé al vestuario, me metí de nuevo en la ducha para limpiarme, pero allí tuve que masturbarme de nuevo por lo excitado que estaba.
Eran las 6 y media de la tarde cuando salía del cole.
Hasta las 8 que empezaba mi clase de natación aun tenía tiempo de pasarme por el centro comercial para ver si ligaba con alguien.
La tarde todavía era joven…