Nuevo lubricante

En plena sesión de sexo, un hombre y una mujer, se aman hasta cotas desconocidas.

Son pareja. Hacen casi un año que están juntos y en la cama son dos autenticas fieras.

Él es mas activo que ella, pero a instancias de su pareja, ella ha roto con diversos tabúes de su pasado y ya se atreve con casi todo.

Él sigue intentando convencerla de hacer sexo lesbico y de introducirla la mano en su ano, experiencias que no son aceptadas por ella.

Son dos personas normales.

De las que podemos encontrarnos diariamente en la calle, en la cola del pan o en la parada del autobús.

Pongamos y ficticiamente que el se llama Abdulio y ella Remigia. De 31 y 34 años.

El hecho ocurre en la casa de él.

Están haciendo el amor cuando de pronto él le pide que se ponga a cuatro.

Quiere penetrarla por el ano.

Ella sumisa le obedece, pero antes coge un poco de gel lubricante y se lo unta en su ya adolorido esfínter (basta saber que en tres días han estado haciendo sexo anal hasta cansarse)

-Solo un poco de gel, porque ya sabes que al principio me duele- comenta ella.

-Vale, pero date prisa ¡estoy que exploto!-le contesta él.

Coge el tubo y se pone una pequeña cantidad en la mano. La reparte por su esfínter cuando de pronto dice:

-¡Uy! ¡Me quema!

-No te preocupes, piensa que el gel está frío, y que después de las veces que en poco tiempo te he penetrado, tal vez tengas un poco dolorido el ojete-contesta él, preparándose para penetrarla.

-¡Que no que me quema mucho!-exclama ella.

-¡Seguro que debo de tener alguna venilla rota! Ya te he dicho que con ese pedazo de polla que tienes cada vez que me lo haces me quedo como si me hubiera atropellado un autobús.

-¡Venga tranquila, que lo hago despacio! ¡Verás como en un momento te llega el placer de ser enculada que tanto te gusta!

-¡No sé! ¡Ten cuidado Abdulio, porque esto me sigue quemando!

Él, por su parte apenas hace caso de las quejas de Remigia.

Se coloca detrás de ella y eso sí, con cierto cuidado se la empieza a meter.

Cuando ya la tiene toda dentro, le empieza a besar la espalda, cosa que a ella le encanta. Pero:

-¡Coño, Remi, a mí también me quema!- exclama él.

-¡Ves como lo decía en serio!-masculla ella.

-¡Joder esto no quema! ¡Esto abrasa!-dice él, sacando de rápidamente su polla del ano de ella.

Cuando ya se la sacado, ve como tiene todo el capullo rojo, bueno rojísimo y le escuece como si le hubiera caído agua hirviendo.

Apenas se la puede tocar. Cualquier leve roce le hace ver las estrellas.

-¡Me duele mi amor!-logra decir Abdulio entre dientes.

Remi ya no está en la habitación. Ha ido al baño y se está lavando el ano con abundante agua.

Como puede Abdulio se levanta y con el pene tieso y de un color preocupante llega hasta el baño.

-¡Me va a oír el farmacéutico! ¡Seguro que el gel está pasado de fecha!

-¿Te duele mucho mi vida?-pregunta ella.

-¿Mucho? ¡Es como si me la hubieran pasado por una plancha a todo gas!

-Ven, entra aquí, tal vez el agua te calme un poco el dolor. A mí parece así lo ha hecho.

-¡Déjame sitio!-susurra Abdulio, al que al pobre apenas ya le salían las palabras.

En un rincón de la ducha se sitúa Abdulio, con una cara que daba pena mirarle.

-¡Despacio, mi amor, despacio!-le dice a Remi.

-No te preocupes mi cuchi-cuchi, que lo hago despacio.

Remigia acerca la ducha hasta el pene de Abdulio, que por otra parte sigue en plena erección.

El grito que da él, al contacto con el agua, se ha podido escuchar en varias decenas de metros a la redonda, pero como los vecinos ya están acostumbrados a los escarceos amorosos de la pareja, no hacen el más mínimo caso.

-¿Ha sido él?-pregunta la señora Maria tres pisos más abajo.

-¡Si, esa era su voz! ¡Menuda hembra que tiene que ser la Remi en la cama!-le contesta su amado esposo el señor Pablo, imaginándose que le estará haciendo para que él grite de esa manera.

Mientras Abdulio, parece que se ha desmayado.

Remi está nerviosa, no sabe qué hacer.

Su amado no contesta.

Tiene los ojos en blanco y sigue con el pene de color morado y en erección.

-¡Mi amor! ¿Qué te ocurre? ¡Dime algo!

-Contesta mi flaco, que me preocupo.

Ante la falta de contestación de Abdulio y viendo que el tortazo que le ha metido en la cara tampoco ha hecho el efecto esperado, Remi vuelve a regarle con la ducha en el ya mencionado miembro.

El alarido que pega esta vez Abdulio, hace temblar los cimientos de la casa, que habiendo sido construida hace 80 años no está para muchos trotes.

-¡Mala puta! ¿Es que me quieres matar?

-¡Mi amorcito, no sabia que hacer! ¡Lo siento! Estabas como alelado. ¿Estas ya mejor?

-¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!-grita Abdulio.

-¡Mi amor que hago! A mí ya no me quema. Me he lavado y ya se ha ido el escozor.

¡Seguro que si lo intentas tú también te resultará!

-Bueno echa un poquito pero que está templadita, ya sabes que no soporto el agua fría.

-¿Preparado?

-¡Si! Échala.

Remi muy voluntariosa ha cogido un vaso y lo ha llenado de agua tibia.

Lo coloca cerca del miembro de Abdulio que sigue como un mástil, y derrama un poco de agua sobre él.

-¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAGR! ¡NO SIGAS, POR FAVOR, NO SIGAS! ¡DEJAME LA POLLA EN PAZ! ¡ME LA VAS A DESTROZAR!

-grita como un desesperado Abdulio.

En el piso de la señora María han vuelto a oír todo.

-¡Dios mío, Virgen santísima! ¿Qué le estará haciendo al pobre muchacho?

-Vete tú a saber. Ahora estos jóvenes les gusta hacer de todo….. que si son masocas, o les gusta hacérselo con animales… ¡vete tú a saber!- dice don Pablo, mientras piensa que: hay que ver lo viciosos que son, con lo modositos que parecen en la calle… no si ya me lo decía mi padre ¡esos son lo peores!

Abdulio se ha recostado sobre la bañera y apenas pude contener las lágrimas.

Remi desesperada ha decidido llamar a un médico de urgencias, pero le han dicho que están a tope de trabajo y que lo mejor es que se pasen por un centro hospitalario o ambulatorio.

Y que las urgencias, no están para problemas de alergia, sino para casos más graves.

Vuelve al baño y ve a su amor.

Le comenta lo que le han dicho por teléfono y que no queda más remedio que ir en un taxi al hospital.

-Yo te busco algo de ropa y vengo enseguida mi amor tu no te muevas de ahí.

Remi rebusca entre los armarios, y prepara una camisa, un jersey y un pantalón.

También calcetines y los zapatos.

Llega al cuarto de baño, ayuda a incorporarse a Abdulio y le empieza a vestir con sumo cuidado.

La camisa, el jersey, los calcetines y por fin el pantalón.

La verga de su amor, sigue bien dura y su color ya es de un morado azulado.

Ante la mera posibilidad de que el roce de la tela le duela, Remi le coloca los pantalones, dejando el pene fuera de los mismos.

Se baja y le pone los zapatos. Abdulio apenas puede moverse, pero mientras no le toquen su polla, todo va mas o menos bien.

Ya vestido, está como siempre, tan solo por un pequeño bueno espeluznante detalle: la polla de color azulado y erecta le sale de la bragueta.

Camina con las piernas muy abiertas, como si le hubieran enculado un ejército de negros, pero logra dar pequeños pasitos.

Ahora lo importante es pensar cómo puede salir a la calle con la polla de esa manera.

Tras mucho pensar, a Remi se le ocurre ponerle una tina a la que previamente ha recortado el bajo.

Se la mete desde la cabeza y poco a poco la coloca en su cintura.

Con un paquete de gasas le empina un poco más el falo, que sigue erecto y de un color que ya no se sabe muy bien cual es, pero que no tiene muy buena pinta, y se la coloca entre la tina y el pene de su amado que al sentir el roce pega un gruñido y vuelve a marearse, sin volver a perder la conciencia.

Escondido el miembro por debajo de la tina, y está sujeta a las caderas de él con cinta adhesiva, tan solo falta disimular la tina.

Ni corta ni perezosa cogió una falda suya y se la mete desde la cabeza.

Abdulio parece que está embarazado y no le gusta la idea pero como dice Remi:

-¿No hay hombres que usan faldas? ¡Pues tu no ibas a ser menos, mi cuchi-cuchi!

Abdulio suelta otro pequeño rugido y por fin deciden salir a la calle. ¡Bueno son las 2:30 de la madrugada y no habrá nadie que me vea con esta pinta!- piensa para sus adentros.

¡Pero se equivoca! En su misma calle y desde hace un tiempo se ha instalado una familia de rumanos. Una familia nada natural porque se compone de 65 miembros (los abuelos, los tíos, los sobrinos… etc)

Todos están en la calle. Hay una redada donde viven y la calle está atiborrada de coches policiales y funcionarios uniformados realizando su trabajo.

Además el ruido de las sirenas ha despertado a media calle y los vecinos están asomados a las ventanas viendo lo que sucede con los rumanos.

Ya en la calle y viendo el espectáculo, Abdulio decide regresar a su casa, pero con lo despacio que va y con lo rápido que se cierra la puerta de la calle, se queda a un palmo de poder acceder de nuevo a la entrada de la comunidad.

-Las llaves Remi, las llaves. ¡Rápido!

-¡Ay, cariño, no te lo vas a creer pero con las prisas me las he olvidado arriba!

Abdulio masculla unas palabrotas en voz baja y con resignación empieza a caminar hacia donde está el tumulto, acompañado de su amorcito.

El primero que los ve venir es un policía antidisturbios que con una grave voz les dice:

-Alto ¿No sabe usted que los carnavales ya han pasado?

Abdulio no pude gesticular palabra, esta muy cabreado por lo que es Remi, quien coge la voz cantante:

-No señor agente, es que vamos al hospital. Hemos tenido un accidente y….

-Bueno entonces no se preocupen. Nosotros estamos aquí haciendo nuestro trabajo. ¿Pero me pude decir que ha pasado para ponerlo en el parte de incidencias?

Y como a Remi, desde pequeñita le dijeron que no se debía mentir y menos aún representante de la ley, se lo dice todo, con pelos y señales.

El policía, con una cara extraña se acerca a Abdulio, que empieza a ser el blanco de todas las miradas de su convecinos, se agacha y mira por debajo de la falda.

Se levanta, pone una mirada como de sorpresa y se pone a reírse como un loco. Sus demás compañeros llegan hasta donde está él, y le preguntan, pero cómo sigue riéndose, de nuevo Remi, les cuenta lo ocurrido y todos en tropel miran por debajo de la falda que lleva Abdulio y empiezan a carcajearse como energúmenos.

Llega el jefe del operativo policial y con cara de pocos amigos, pregunta que porque esas risas.

Sus subalternos se lo dicen. Al hombre no le hace ni pizca de gracia, ya que explica que a él hace unos años se la pillaron con la puerta de la nevera y sabe muy bien lo que tiene que estar sufriendo Abdulio.

-¡Tal vez por eso le llaman el «Pichacorta»!-dice un policía que no para de reírse.

Y sin más preámbulos y abriéndole camino le meten en una furgoneta policial, que bajo las órdenes del oficial se dirige hacia un centro hospitalario.

Los policías que le acompañan no paran de mofarse y reirse, pero hace rato que a Abdulio ya le da lo mismo, solo quiero llegar lo antes posible a un hospital…

Al cabo de 1 mes le dan el alta médica y su pene vuelve a estar de nuevo perfecto para seguir taladrando el culo de su Remi.

Pero ya han tomado sus precauciones:

Han comprado un bote de a kilo de gel lubricante.

Abdulio ha hecho con el ordenador una pegatina que pone «ES ESTE».

Y por supuesto jamás dejarán cerca un tubo de gel FELDENE (que es un antiinflamatorio) en la mesilla de la cama de matrimonio (más que nada porque ya han comprobado que usado en ciertas partes del cuerpo quema al más mínimo contacto)

Es más han dejado de usar este medicamento y cada vez que tienen lumbalgia, utilizan una manta eléctrica por si las moscas.