Vacaciones particulares II
Después del incidente del Hotel, llegué sano y salvo a casa de mis tíos, en el pueblecito gallego donde vivían, dispuesto a pasar unos días de tranquilidad en un entorno apropiado para ello.
Mis tíos son gente de campo, acostumbrados a las labores diarias y curtidos en el trabajo rural.
Mi tía, de unos cincuenta años, es una hembra imponente, entrada en carnes, pero con un brillo en la mirada que hace pensar en fantasías ocultas de mujer de pueblo.
Mis primos, de mi edad, son Braulio, el mayor, de unos 25 años, y Ricardo, el menor, de 22 años.
Braulio ayuda en las tareas del campo, es un auténtico mulo, en el buen sentido de la palabra, que no teme al trabajo, mientras que Ricardo, algo más delicado está estudiando en la capital en aras de un futuro mejor que el que le ofrecen sus padres.
El caso es que me recibieron con los brazos abiertos.
Hacía años que no nos veíamos y habíamos cambiado mucho, tanto ellos como yo.
Como Ricardo no estaba, me alojaron en su habitación y cenamos abundantemente antes de dirigirnos cada uno a nuestros aposentos a descansar como es debido.
Pero al rato de acostarme me entraron ganas de beber agua, debido seguramente a la copiosa cena que habíamos engullido momentos antes.
Así que a tientas me acerqué a la cocina y llené un vaso de agua con la intención de llevármelo a mi habitación por si la sed volvía a lo largo de la noche.
Al pasar por la puerta de la habitación de mis tíos me pareció oír algo raro y, como soy curioso por naturaleza, acerqué el ojo a la cerradura.
Lo que vi me dejó pasmado.
Mis tíos no perdían el tiempo.
Mi tía Antonia, mostrando su oronda anatomía junto a mi tío, practicando guarreridas sexuales en su cama.
¡Vamos que estaban fallando como conejos!
Yo dejé el vaso de agua en el suelo y me saqué la polla dispuesto a hacerme una soberana paja al ritmo de sus jadeos…
Casi en la penumbra distinguía los movimientos de mi tía, que le estaba chupando el cipote, mientras él le manoseaba concienzudamente las tetas y los pelos del paparrú.
Cuando Antonia hubo lubrificado como se debe la polla de su marido, le susurró algo al oído y, tras abrirse de piernas se sentó sobre el empinado falo y dejó que éste penetrara por entre los anhelantes labios de su coño.
Mi tío jadeaba como un cochinillo y Antonia le repasaba la oreja cosa mala.
Los cuerpos se convulsionaban acompasadamente y a través de la cerradura, observaba – o mejor dicho, imaginaba – el entrar y salir de la polla en aquel frondoso pubis de mujer madura.
Los jadeos, el sonido característico del falo penetrando entre los jugos, el olor a coño y a polla en plena faena, me tenía a cien.
Yo me meneaba mi pene frenéticamente pero necesitaba algo más.
Me bajé los calzoncillos y acto seguido mojé uno de mis dedos en el vaso de agua para a continuación introducírmelo en el ano.
Entró suavemente y comencé a autofollarme con el dedo mientras con la otra mano seguía moviendo la polla, que había alcanzado un tamaño y grosor considerables.
Mientras mi tía se estaba sacando la polla del coño y se acariciaba con ella el ojete del culo.
El hombre jadeaba como un animal.
Ella le decía obscenidades, que si bien apenas yo entendía, debían ser bastante fuertes en vista de las reacciones que en el hombre producían.
Yo me introduje otro dedo en el culo, que me exigía llenarlo cuanto antes.
Entonces observé cómo el hombre apartaba por unos instantes su picha de las nalgas de mi tía.
A continuación se mojó dos dedos en saliva y con ellos lubrificó la punta de su masculinidad.
Acto seguido capulló y descapulló un par de veces, golpeó con ambas manos los glúteos de su mujer y sin mayor pérdida de tiempo, embistió contra el expectante culazo.
Mi tía lanzó un grito, entre placer y dolor, al sentirse invadida en su interior por la considerable verga.
Él la llamó puta y después le dijo que la quería, que le iba a romper el culo, y que tras el paso de su polla jamás desearía probar otra.
Aquello me sacó de mis casillas, me volvió loco.
Deseaba tener aquella polla en mi interior.
Noté como el semen escapaba de mi polla, chorreándome por las piernas y me imaginaba el efecto de aquella polla en el culo de mi adorable tía.
Ellos seguían dale que te pego.
La enculada era brutal.
Mi tío golpeaba rítmicamente con sus huevos en las nalgas de ella y esta se deshacía en gritos y gemidos de placer.
En una de esas embestidas la verga quedó al descubierto y Antonia, al darse cuenta, giró sobre sus rodillas buscando atrapar el falo entre los labios.
Lo consiguió. Se lo metió en la boca y lo devoró en toda su longitud.
El hombre estaba fuera de sí, tan fuera de sí como yo lo estaba.
Note como el culo se me hacía gaseosa y dejé caer mi cuerpo sobre mis tres dedos, que atravesaban bruscamente mi ano.
En ese momento, mi tío empezó a bramar como un cerdo en celo y se corrió abundantemente sobre el rostro de mi tía.
Esta secundó su acción e hizo lo propio entre espasmos, gemidos y un alud de palabras obscenas.
Después agarró la verga aún empinada y se la restregó por la cara haciendo que el semen resbalase hacia su boca.
Yo, por mi parte estaba a punto de experimentar mi segunda corrida cuando noté que algo acariciaba mis nalgas.
Me di la vuelta, con los dedos aún clavados en el culo, y descubrí frente a mis propias narices una de las mayores pollas que recuerdo haber visto jamás.
Grande, empinadísima, gorda, aquel pedazo de carne que mi primo Braulio me ofrecía sonriendo estaba diciendo cómeme.
Y yo como no podía hacer menos me la comí.
La agarré con ambas manos, me arrodillé frente a ella, y tras acariciarme la lengua con los labios, la engullí en su inmensidad.
Era un vergajo increíblemente gordo, apenas podía respirar con él dentro.
-Chupa guarro – me dijo mi primo Braulio con los ojos fuera de sí.
Yo chupaba como podía y le rogué que me follara.
-Calla y chupa maricón – contestó. Y acto seguido y con un fuerte movimiento de cadera, inició un bamboleo intermitente similar al que se realiza en plena cópula.
El muy perro estaba follandome por la boca.
Entonces cogió el vaso de agua e introdujo su colgajo dentro para correrse inmediatamente después llenando el vaso con su semen cálido.
-Quiero que te lo bebas cabrón.- me dijo.
Yo caliente como estaba y fuera de mi, me bebí todo el contenido del vaso, excitado por la situación.
Él me miraba satisfecho, mientras yo engullía los líquidos con inusitada sed.
Una vez terminado me acerque a su pene, ahora flácido para reclamar los últimos restos de aquella leche tan deliciosa de macho español
Después me dio las buenas noches y se metió en su habitación, dejándome solo en el pasillo, con un vaso medio vacío y los calzoncillos en los pies.
Me dirigí a mi habitación pensando que quizá no había sido tan buena idea la de pasar las vacaciones en aquel lugar donde el sexo animal era la comida de todos los días.
Y los hechos de los días posteriores me darían la razón… (continuará)