A por ella I

Mi inicio en el sado fue de lo más normal y fuera del tema. Siempre me había gustado ver fotos y esperaba que un día llegara mi oportunidad para probar, pero nunca me imaginé que fuera con la hermana de mi mujer, que a simple vista es muy modosita pero que le encanta ir siempre que puede de fiesta.

Un viernes llegó a casa para buscar unos zapatos de mi mujer, porque se iba de cena con unas amigas y esos zapatos le quedaban muy bien. Me pilló echándome la siesta y no se qué estaría yo soñando que me levanté con el mástil para subir bandera, pero no me desperté del todo porque venia muy deportista y nada llamativa con una camiseta holgada por fuera de un pantalón de chandal. Le indiqué que pasara y que los buscara ella misma, puesto que mi mujer estaba trabajando y tenía para tiempo.

Después de unos minutos sonó el móvil que tenia en la mesita de noche y me acerqué a la habitación a trompicones. Cristina o Cris como la llamo yo, estaba inclinada entre la cama y el armario mirando dentro dejando su culito en pompas.

-Te llaman por el móvil.- Fue lo único que dijo y siguió remenando el armario sin darse cuenta que no me dejaba pasar. Poniéndome de lado la cogí de la cintura y pasé como pude rozando todas mis partes aún en auge por su culo. Mientras pasaba miré al espejo interior de la puerta. Vi como cerraba los ojos y ponía una mueca de satisfacción que siguió un rato después de que ya hubiera pasado.

Contesté la llamada y mientras hablaba por teléfono comencé a calentarme más y más pensando en la cara que había puesto y el culo que me estaba mostrando.

Después de colgar aún estaba en la misma posición y seguía buscando los zapatos que recordé en aquel momento que los llevaba mi mujer. Sin decir nada me levanté y me dispuse a pasar de la misma forma que había pasado antes, pero esta vez metí las manos por dentro de la camiseta para cogerle la cintura. Sin moverse para dejarme pasar, tuve que abrirme hueco plantando todo mi paquete en su culo.

Esta vez no pasé de inmediato, fingí que no podía pasar y le rocé varias veces mientras miraba por el espejo como con los ojos cerrados se mordía el labio inferior. Entonces fue cuando me vino a la cabeza sacar todo el partido que pudiera y comencé a acariciarle la cintura poco a poco aplicando un suave masaje. Comenzó a mojarse los labios con la puntita de la lengua. Mientras comencé a deslizar mis manos hacia arriba acariciándole también su delgada barriguita, poco a poco y con mucho cuidado hasta que mis manos se toparon con los hierros del sujetador. Como no obtuve respuesta negativa, bajé una mano hacia la cintura del chandal mientras la otra seguía acariciándola dulcemente. Mi mano encontró la cintura del chandal, buscó un hueco y se fue metiendo poco a poco temiendo una brusca negativa que no encontró, ni cuando comenzó a colarse entre sus braguitas. Comencé a acariciarle el pubis y a jugar con la fabulosa mata de pelillos que tenía y lo único que ella hacía era mojarse los sabios y morderse el labio inferior de vez en cuando.

Como ya estaba como una moto cogí el chandal con cuidado y lo bajé lentamente hasta que le quedó por las rodillas. Me asombré de ese culito, puesto que no llevaba braguitas sino un tanga que me dejaba ver esos dos alucinantes glúteos partidos por una pequeña franja blanca del tanga.

Me bajé el pantalón corto que suelo llevar por casa para ir cómodo y dejé libre a la bestia con ganas de entrar hasta el fondo. Pero cual fue mi sorpresa, cuando después de bajarle el tanga me encontré el hilillo de un tampax colgando entre las piernas. Me quede aturdido al ver que se me había acabado la juerga. Mire al espejo y la vi como me miraba con esa mirada de «gozo» y «lo siento».

Entonces fue cuando me salió la vena sado.

-No importa, te la voy a meter por detrás y no vas ha decir nada. ¿Te la habían metido alguna vez por detrás?.

Su rostro cambio al instante, ceñó las cejas con cara de dolor y negó con la cabeza.

– Ya veras como te gusta……. -Y si no, te aguantas. Pensé para mi.

Cogí mi verga con una mano y la llevé hasta su ojete mientras que con la otra mano le separaba el culito. Ella ya había cerrado los ojos y había puesto cara de dolor cuando comencé a empujar mi polla dentro de su culo. Cuando había entrado solo la cabeza soltó un suave quejido de dolor y se retiró sacándose la verga de dentro. Con furia le aticé un cachete en el muslo.

-Calla. No he dicho que no quiero oír nada.

Con los dedos marcados en el culo, comencé otra vez a meterla y esta vez ni se movió ni protestó con ningún ruido proveniente de su boca. Estaba agarrada con fuerza a la ropa que había el armario. Comencé a sacarla lentamente hasta que casi estaba fuera, para volverla a meter poco a poco, una y otra vez. Su cara reflejaba el sufrimiento de la primera vez, de no haber dilatado antes esa parte.

-Té duele?

-Sí.- Respondió

– Pues si quieres puedes quejarte, pero no molestes a los vecinos, querida.

Y le volví a atizar con la mano en el culo por hablar sin mi permiso. Soltó un «ay» al que continuo una especie de sollozo. Sin darle tiempo a descansar volví a menearla dentro de su sabroso culito mientras le agarraba de la cintura para acompañarla en el vaivén de las sacudidas. Cuando vi que ya había entendido su papel en el juego, me recliné sobre su espalda para acoplarnos perfectamente y comencé a buscar con mis manos esos enormes melones que tantas veces había ansiado tener en mis manos y probar con mi boca. Encontré de nuevo su sostén que a duras penas podía mantenerlas dentro con tanta sacudida seguida. Fui empujando el sostén hacia arriba para sacárselo sin desabrocharlo, pero el mismo peso de sus pechos lo dificultaba, así que opté por una vía rápida. Cogí la tira del sujetador por los enganches y estire bruscamente rompiéndolo por el cierre, a lo que ella giro la cabeza diciendo un «no» que de nuevo rompía su voto de silencio, y que esta vez se ganó una buena tunda.

La saqué de dentro y antes de que fuera a darle el primer azote, ella ya había entendido su error y cerraba los ojos y apretaba los dientes esperando su castigo. Seis azotes repartí en cada lado de su culo, con tal intensidad que los dedos se quedaron marcados durante un buen rato.

-¿Quieres hablar? Pues habla, venga, que podemos seguir ahora que la tengo fuera.

Movió la cabeza con gestos de negación y estuve esperando un rato pero no respondió ni se movió, como si estuviera esperando que continuara con la penetración.

Le separé el culo para meterla, pero esta vez entró con más suavidad, aunque ella se volvió a quejar con un ruidillo que salió de su boca cerrada. Me junté a ella y busqué sus enormes tetas, una con cada mano. Empecé a sacarla y meterla acompañado por los quejidos de ella, poco a poco y cada vez más deprisa, mientras con mis manos le magreaba las tetas, esas enormes tetas con esos fabulosos pezones.

Después de un rato noté que los quejidos iban desapareciendo poco a poco y se iban transformando en alaridos de placer. Parecía que le empezaba a gustar el juego. Le cogí los pezones y cuando calculé que iba a gemir de placer, se los estiré bruscamente sin avisar, soltó un alarido que casi me dejó sordo. Volvía a sentir dolor. Los solté y volvieron a su posición normal como si de goma se tratase. Esta vez estaba clavando las uñas en la ropa y empezó a respirar rápidamente por la boca como si se ahogara. Sin parar de meter y sacar mi polla, le volví a coger las tetas y se las apreté clavándole las pocas uñas que tenia. Soltó otro alarido más suave que el anterior, y a cada alarido más cachondo me ponía y con más brutalidad la embestía. Estuve retorciéndole los pezones mientras que entre alarido y alarido le daba el suficiente tiempo para que diera un par de bocanadas de aire y otro apretón de tetas. Estuve dándole candela un buen rato. Viendo que me iba a correr, comencé a apretarle las tetas al mismo ritmo que me venía. El alarido continuó aumentando señalando mi corrida dentro de su culo. Seguí dándole un rato más después de haberme corrido dentro suyo.

Después de todo y estar parado con mi polla dentro suyo apoyándome en ella, me erguí para sacarla. El tampax estaba empapado y casi fuera.

Estaba hecho polvo, había sido un día muy duro en el curro y no podía mas. La dejé allí y me fui a la ducha. Mientras me enjabonaba entró en el lavabo después de picar en la puerta.

-¿Qué quieres ahora?- le dije

-¿Puedo cambiarme?

-Sí, y tíralo en la papelera, aquella.- y seguí con lo mío.

Después de acabar se adecentó y abrió la puerta para irse pero algo la detuvo. Se giró y me miró como si quisiera algo de mí.

-Perdona, ¿los zapatos no sabrás donde están?

-Se los a puesto tu hermana hoy.

Con una cara de tonta cogió se despidió y se fue hasta la próxima, Pero esa es otra historia, y yo ya estaba más preparado.

Después de aquella primera vez tan fugaz comencé a fabricarme y buscar cosas para la siguiente vez, y como tenía a mi mujer en casa todos los días, las busqué de lo más cotidiano y corriente.

Cuatro semanas después del encuentro aún no la había visto y no sabía qué humor tendría ni qué actitud tomaría respecto a mi. Pero tuve suerte que llamo un sábado en que mi mujer había salido a buscar el pan.

Preguntó por su hermana entonces fue cuando yo noté ese tímido timbre de voz cuando le dije que no estaba.

-No está, ha salido…Oye. Hace tiempo que no te vemos, bueno que no te veo, ¿no estarás resentida? Porque había pensado que… El viernes. El Viernes que viene tiene follón en el trabajo y volverá a estar ocupada hasta tarde. Encima yo plego antes. ¿Qué te parece si te vienes?

-Xavi. Es que el viernes me va fatal, he quedado y…

-Bueno, pues el viernes te espero, ven con algo ceñidito y sobre todo puntual, si no ya sabes que hay.

Y le colgué sin tiempo a contestar. Entonces lo fui rematando todo para el viernes, aguantando una ganas locas por pillarla por banda.

El viernes llegó a las cuatro. Puntualmente pensando que se iba a salvar de una buena reprimenda. Después de abrirle la puerta me dirigí otra vez al sofá y me acomodé esperando que se me presentara. Se me quedo mirando desde la puerta y después de un momento la cerró y se me puso de pie delante mío.

-Mira es que hoy había quedado y no he podido anularlo, no puedo quedarme.- me dijo.

-No te dije que fueras puntual, y no me importa si has quedado o no. Además por qué vienes tan ceñidita si no es por que te encanta este rollo.

La verdad es que estaba muy provocadora. Unos zapatos de poco tacón, un pantalón negro ajustado como si fuera su propia piel, y un Top blanco que le marcaban esas grandes tetas que a mi tanto me encantaban. No las tenía exuberantes, pero sí más grandes que mi mujer y eso era lo que me atraía de ella.

-Ven aquí. O aprendes a ser obediente o serás castigada hasta que aprendas. Ven.

Cuando se puso a mi lado la hice arrodillar y luego tumbada boca abajo sobre mis rodillas le bajé los pantalones lo suficiente para que me mostrara sus nalgas. Cogí una paleta de madera que había dejado a mano y le di un primer azote. Esperé un momento pero no protestó ni exteriorizó el dolor con ningún quejido, así que continué sin detenerme entre azote y azote. Después del décimo su mano me agarró de la pierna apretando cada vez con más fuerza pero sin que su boca soltara un lamento. Las nalgas iban tomando un color rojizo, y cuando creí que ya tenia suficiente me detuve tan bruscamente como había comenzado, y ella soltó mi pierna después de comprobar que había dejado la paleta a mi lado.

-No has estado mal, no has gritado pero me has agarrado de la pierna y no me ha gustado.- le agarré de la melena y le levanté la cabeza- Pero el castigo te lo implantaré más tarde, ahora arrodíllate entre mis piernas y pónme la morcillona.

Me abrí de piernas y ella arrastrando las rodillas se puso delante de mí y comenzó a bajarme la cremallera del pantalón. Me levanté un momento para que pudiera quitármelos y después de quitarme los calzoncillos me volví a sentar con las piernas bien abiertas. Me la cogió y tiró para atrás el prepucio, asomando la pequeña cabeza que se metió rápidamente en la boca. Comenzó primero a chuparla con la lengua y los labios mientras me la cogía con una mano meneándola arriba y abajo. Cuando noté que ya se hinchaba un poquito, le di una palmadita en la mano y le dije que retirara la mano, – solo con la boca- retiró la mano y siguió lamiendo y chupando, noté que no era la primera vez que lo hacia porque de vez en cuando me acariciaba suavemente con los dientes de arriba abajo para seguir jugando con la lengua y sus carnosos labios.

-Métetela hasta el fondo. Toda dentro.

Con mi polla ya en su apogeo y la puntita en sus labios, me miró sin levantar cabeza. Cerró los ojos y se la metió poco a poco toda dentro, sacándola deprisa cuando aún no había llegado a su fin. Las muecas de su cara me mostraban que le habían entrado nauseas. Le cogí de los pelos retorciéndoselos para que no pudiera moverla, y como si me hubiera intuido, me agarró la mano que le sujetaba la cabeza intentando en vano soltarla. Intentó cerrar la boca con la punta aún dentro y me marcó los dientes en ella.

Le estiré del pelo mientras le advertí sobre su acción -Ni se te ocurra de morderme, o quieres agregar otro castigo más a tu lista.

Relajó instantáneamente la boca pero no me soltó la mano aunque ya no luchaba para soltarse. Poco a poco fui empujándole la cabeza, y poco a poco iba entrando mi polla en su boca, poco a poco iba aumentando su angustia y su resistencia se hacia notar. Cuando ya casi no faltaba más que tres dedillos por meter, le empujé la cabeza súbitamente y cerré con fuerza las piernas agarrándole la cabeza sin que pudiera moverla.

Tenia todo mi aparato dentro suyo y sus movimientos para poder soltarse eran vanos. Sus ojos me mostraban su angustia por las arcadas y sus manos intentaban separar sus cabellos de mi mano. Duró unos dos minutos. Después de esto se fue relajando y sus ojos abiertos me volvieron a mirar pero sin soltarme la mano.

-¿Ya te ha pasado? – Me contestó afirmativamente con un pequeño gesto de cabeza.

Abrí las piernas y notando su cuello y cuerpo suelto, comencé a estirar su cabeza para sacársela de la boca, para luego otra vez volver a metérsela toda dentro, una y otra vez, mientras ella apretaba los ojos cerrados de nuevo. Estuve unos cinco minutos y después la solté. Ella no se atrevió a moverse, aún con mi aparato en la boca.

– Ya esta, suelta.

Se la sacó de la boca y se retiró sentándose en el suelo. Cogí un rollo de cuerda de escalar que tenia a un lado del sofá y que ella no había visto y le ordené que se quedara solo con el tanga. Una vez ya desnuda la llevé a la cama donde la estiré mirando hacia abajo. Le até un tobillo a una punta de un palo de un metro más o menos y el otro tobillo al otro extremo, le cogí las dos muñecas y les até con un trozo de cuerda y las pasé por la madera dándole la vuelta a forma de polea. Una vez ya estaban listas las dos comencé a tivar las cuerdas haciendo que las muñecas se fueran acercando a los extremos del palo, primero rápidamente y luego poco a poco hasta que casi llegaron a la altura de los tobillos quedando su cuerpo contorsionado y doblado hacia atrás.

Le miré la cara que esforzaba por no mostrarme el dolor que sentía. Saqué una pequeña pelota de trapo y metiéndosela en la boca se la agarré con un pañuelo largo para impedir que la escupiera. Ahora era toda mía y podía hacer lo que quisiera con ella.

La colgué de una madera especialmente hecha para la ocasión, de tal forma que quedaba colgada en el aire sujetada solo por la madera y sufriendo su peso en tobillos y muñecas. Me estiré en el suelo debajo de ella y le miré a los ojos que suplicaban que parara y no siguiera con mis maliciosas ideas.

-Cristina, ¿cómo estas? ¿estas cómoda?. No creo, no temas, voy a jugar un poquito contigo, seguro que te gusta, ¿por qué has venido, sino para que juegue y te haga sufrir, porque en definitiva te excita el dolor tanto que ya comienzas a estar mojadita, ¿no?

Dirigí una mano a su entrepierna que aun tenia el tanga, se lo aparté y froté dos dedos por su cueva que ya estaba húmeda y más de lo que yo creía.

-Vaya conque estas disfrutando ¿no?

Me levanté y cogí una bolsa donde tenía algunos trastos que había hecho para la ocasión. Cogí la cuerda e hice un nudo corredizo que metí en su teta izquierda que aprisioné y apreté fuertemente, luego fui enrollando y apretando la cuerda en su pecho durante tres vueltas de forma que quedaba como una seta. Hice lo mismo con su pecho derecho mientras sus ojos se apretaban mientras tiraba su cabeza hacia atrás. Cogí dos pinzas grandes de cocodrilo y se las puse en los pezones para que no se soltaran fácilmente. De las pinzas colgaban dos hilos con grandes tuercas que tirarían sus pezones hacia el suelo. Agarré las tuercas en mi mano dejando holgada la cuerda.

-Cris. Tengo esto aquí. ¿Y no se qué hacer con ello las dejo ir?

Sus ojos se abrieron para mirar y cuando lo vio dirigió rápidamente sus humedecidos ojos hacia mí con una plegaria en ellos y un movimiento de negación en la cabeza. Le lancé un beso y solté los pesos de mis manos. Las tuercas cayeron de golpe estirándole los pezones casi tres centímetos. Un quejido surgió de su tapada boca mientras cerraba con fuerza los ojos y un par de lagrimas caían hacia sus mejillas. Siguió quejándose un ratito hasta que el balanceo se detuvo y dejó caer su cabeza.

-Bueno vamos a ver que hacemos por aquí. -Me dirigí a su entrepierna y recordé que llevaba aun el tanga.- Vaya, si no te he quitado el tanga y para afeitarte el felpudillo primero te lo tendré que quitar, pero ahora que estas atada no puedo. Bueno tendré que arrancártelo.

Cogí las tiras más estrechas con las dos manos y tiré fuertemente de ellas rasgando el tanga por una parte, al arrancar la tira que quedaba su cuerpo se movió un poco por la fuerza del tirón y volvió a levantar la cabeza para intentar ver que ocurría.

Cogí una maquinilla desechable, espuma y me unté bien la mano, para luego extenderle toda la espuma por su pubis con un suave masaje que fui llevando a su entrepierna y sus labios vaginales que comenzaban a soltar un poco de liquidillo. Cogí la maquinilla y con paciencia le fui quitando poco a poco todo lo que pude y dejando pequeñas clapas de pelillos desigualados por todos lados. Cogí más espuma y le apuré bien suave el pubis. Para los pelillos que tenía por el lado de los labios, tenía preparado un martirio mecánico. Cogí la maquinilla eléctrica de depilar de mi mujer, primero ya le había vendado los ojos para que fuera una sorpresa. Primero y durante un rato movió la cabeza suavemente de un lado a otro, intentando que la venda se moviera o se cayera de sus ojos, pero al no conseguirlo cesó en su empeño. Conecté la maquinilla y la puse a velocidad lenta para que el suplicio no fuera tan rápido. Entonces se la acerqué al lado de los labios y comenzó a arrancar pelillos uno detrás de otro, mientras su cuerpo se convulsionaba e intentaba gritar entre la mordaza. Su cuerpo no paraba de moverse y las pinzas de sus pezones aun tiraban más con el vaivén de las sacudidas aumentando más su dolor que se repartía por todo su cuerpo, pero aun le faltaba un lugar y no perdí tiempo en solucionarlo. Paré la depilación y me fui a buscar un pepino de enormes dimensiones que le tenía preparado.

Cuando volví había parado de sacudirse y estaba quieta pero atenta a cualquier ruido que pudiera captar y darle una pista de que se le venia encima. Conecté la radio despertador con música bien alta para que no pudiera escuchar ningún susurro que me delatara los movimientos y me quedé inmóvil esperando su completa relajación.

Tardó un rato y cuando creí que pensaba que me había ido le aticé sin previo aviso con la tabla de madera en el trasero. Su susto fue tal que una de las pinzas se soltó con la sacudida de dolor y miedo. Después de ponérsela otra vez le di dos azotes más que no tuvieron contestación. Entonces sigilosamente la dejé y me fui al comedor a fumarme un cigarro.

Después del cigarro volvía a estar desinhibida y la desperté con dos fuertes azotes que volvieron a sacudirla. No esperé más y cogí el pepino. Con una mano separé sus glúteos dejando el magnifico ojete a la vista. Apunté el pepino en el y empecé a apretar cuidadosamente. Cuando comenzó a moverse mascullando algo que no entendí. Comencé a azotarla hasta que paro. Por debajo de la venda asomaron dos lagrimas. Y proseguí. Comencé a apretar el pepino. Hasta que no entró la punta costó un poco dada su medida descomunal, pero todo fue mejor una vez ya estaba en el buen camino. Fui metiéndoselo poco a poco mientas la mordaza apagaba sus gritos de dolor. Cuando ya tenía casi todo el pepino en el culo volví a la maquinilla y a la total depilación de su entrepierna. Sus movimientos se volvieron bruscos y continuos mientras la maquina arrancaba todos sus pelillos uno a uno y sus lamentos fueron cada vez a más mientras duró la depilación.

Una vez acabado la dejé que se tranquilizara y después de un ratito le saqué la mordaza. Cogí el pepino y comencé a moverlo un poco adentro y afuera. Me desnudé y con el pene ya erecto se lo encaminé hacia sus labios.

-¡Cris! Chúpamela y trágatela entera- le grité secamente.

Al momento abrió la boca y comenzó a buscar mi miembro a ciegas. La acompañé hasta su boca y se la metí hasta que su nariz me toco. La fui sacando y metiéndola con un cierto ritmo, para de vez en cuando dejar que me chupara sólo el capullo.

Después de un rato de mamada, le saqué el pepino, la descolgué y la desaté sin quitarle la venda de los ojos. Se quedó sentada en el suelo con los brazos cruzados y pegada la espalda a la pared sin moverse ni atreverse a toser.

-Bien, Cristina, como aún no eres digna de ver a tu amo, pues te portas muy mal. Te he de atar un momento.

Le cogí las manos y cruzándole las muñecas se las até, dejándola atada a la madera que quedaba por encima suyo. Le saqué las pinzas que le colgaban de los pezones y cogí otras que sólo tenían unas cuerdas y eran un poco más grandes y cerraban con más fuerza. Le puse dos en los labios vaginales y dos en los pezones. Después de hacerla poner de puntillas, tensé las cuatro cuerdas y las até también en la madera superior, de tal forma que si relajaba un poco los pies las pinzas tirarían de sus partes irremediablemente.

Me estiré en la cama relajadamente y esperé. Como no le había dicho nada más y no veía la trampa que le había colocado, flexionó los pies para descansar la planta en el suelo. Lo hizo tan rápido que un alarido salió de su boca cuando las cuatro pinzas le estiraron los pezones y los labios, no tardando en ponerse otra vez de puntillas.

-Sigues siendo mala. ¿Te he dicho que podías descansar?

Al no contestar le azoté una teta y volví a preguntarle.

-¿Te lo he dicho?

-No

-No ¿qué?

-No, amo

Y me quedé en silencio un buen rato. Esperé a que sus fuerzas flaquearan y no tuve que esperar mucho. Pronto sus pies comenzaron a temblar e hicieron alguna tentativa que fue rechazada al notar como las pinzas la tiraban los pezones y los labios. Tal vez su afición al aeróbic, le había dado esa fortaleza que me hacia esperar tanto. Encendí un cigarro y me acerqué a ella en silencio. Le di una buena calada para formar más brasa y se lo acerqué al ombligo sin que le tocara pero lo suficiente para que notara el calor que desprendía. No tardo en notarlo y se movió perdiendo el equilibrio cayendo y notando el extremo dolor que las pinzas ejercían sobre sus labios y sus pezones. Después de un alarido se volvió a poner rápidamente de puntillas. Esperé y volvi a acercarle el cigarrillo a su bonito culito. Esta vez no cayó, dio dos pasitos de puntillas separándose y se detuvo. Volví otra vez y otra, mientras sus fuerzas se agotaban con el movimiento. Pronto sus dos piernas comenzaron a temblar y su cara mostraba el esfuerzo que tenía que hacer para aguantarse de puntillas. Finalmente y antes de que cayera cogí las cuerdas con la mano y tiré fuertemente de ellas sin que ella se lo esperara. El grito de dolor casi no salió de su garganta, del intenso dolor que estaba recibiendo. Y a mí se me había puesto dura como una roca.

Le saqué las pinzas y le ordené que se arrodillara en el suelo. Le saqué la venda de los ojos. Ahora venía la gran prueba, para comprobar si de verdad haría a partir de ahora todo lo que yo le ordenara.

-Abre la boca. Ahora vas a tragarte todo mi meado sin que se te derrame ni una sola gota o me verás muy cabreado. ¿Entendido?

Cerró los ojos poniendo cara de asco y afirmó moviendo la cabeza y abriendo la boca al finalizar. Acerqué mi polla a su boca y comencé a descargar poco a poco mientras se le llenaba la boca.

-¡¡¡Traga!!!- le ordené al ver que no lo hacía. Y poniendo cara de asco y tras mitigar alguna que otra arcada comenzó a tragar toda la orina que iba expulsando mi cuerpo.

Después de acabar y muy satisfecho por la actuación de mi sumisa la llevé al comedor, aparté el jarrón de la mesa y cogiéndola por los pelos le obligué a tumbarse sobre la mesa dejándome expuesto su tremendo culito. Me la cogí y la dirigí a su ojete que ya estaba dado de sí por el pepino. Comencé a metérsela poco a poco peso sin gran resistencia, hasta que una vez metida toda dentro de ella comencé a sacarla y meterla rítmicamente y sin parar de tirarle de los pelos como si estuviera cabalgando con una yegua. Mi placer aumentaba a medida que sus quejidos iban desapareciendo y cuando ya casi estaba acostumbrada le comencé a tirar otra vez de los pezones, cada vez con más intensidad de tal forma que sus gritos iban acorde con mis embestidas. Los dos nos corrimos a la vez, yo de placer y ella de dolor.

Después de sacarla le ordené que me la chupara para limpiármela bien limpia y se trago los restos de semen que quedaba , no sin poner cara de asco y como no, algún amago de arcada. Una vez bien limpia la incliné otra vez sobre la mesa. Cogí las pinzas con las tuercas y se las coloqué en los labios vaginales, dejándolos caer de golpe. Su cuerpo volvió a estremecerse junto con un agudo grito de dolor. Después se la volví a meter pero esta vez en ese jugoso coñito ya humedecido de tanto placer o tendría que decir de tanto dolor. Se la iba metiendo y sacando al mismo ritmo que las pinzas con los pesos tiraban de los labios haciéndole sufrir por ese movimiento pendular causado por las embestidas de mi polla dentro suyo. Otra vez le agarré del pelo y fui tirando de él para acompañar su cuerpo en el vaivén de las sacudidas, mientras ella soltaba algún que otro lamento. Me entró un escalofrío cuando ya casi iba a correrme la saqué corriendo y se la volví a meter por el culo de una sola embestida se la metí toda dentro y no tardé mucho en descargar otra vez dentro de ella.

Después de eso y como era tarde le ordené que se cambiara y se fuera. Le acompañé a la puerta y le pregunté.

-¿Vendrás algún otro día?

Mirándome con ojos tiernos respondió- Cuando me lo pida mi amo, aquí estaré.

Ha pasado una semana más o menos y otra vez tengo ganas de tenerla en mi poder, espero que pronto tengamos otra sesión, porque he pensado nuevas cosas para ella.