Capítulo 1

Prologo

En un mundo antes del mundo. En un tiempo antes del tiempo.

El choque entre los dos ejércitos fue brutal, centenares murieron en la primera embestida y muchos más a lo largo de la batalla.

A su alrededor las estrellas parpadeaban como tímidas velas al viento, los planetas salían disparados como canicas cuando alguno de ellos los golpeaba con su poder; algunos chocaron entre sí y estallaron como pompas de jabón. Pero al final ellos perdieron.

El poder de sus enemigos los superaba a niveles increíbles. El lo sabía, lo había advertido a los demás, que aún no era tiempo de rebelarse contra sus creadores. Pero aquellos brutos embriagados en su poder no lo escucharon.

Ahora todos pagarían las consecuencias. Pero si la victoria estaba perdida, la venganza aún estaba a su alcance. El lo había planeado meticulosamente, y ese era el momento de llevar a cabo su plan, justo cuando a lo lejos se escuchaba la caída de la ciclópea R’ lyeh. Así llamo a aquel que llevaría a cabo su plan. Eso que había creado a escondidas de todos, enemigos y amigos, y que solo él conocía.

Una vez instruido le mando esconderse y esperar. Así el oscuro ejecutor vio la llegada de los vencedores, bajando como remolinos de fuego sobre aquel mundo a medio formar. Vio a su amo ser castigado, junto con sus compañeros, lo miro enloquecer bajo la tortura y ser arrojado a un profundo agujero entre las estrellas.

Miro lleno de odio la partida de los vencedores… y espero. El tiempo, recién creado, comenzó su lento andar y todo se fue modificando.

Aquel desierto donde se libro la última batalla se transformo en un lugar lleno de vida insignificante. Luego vinieron unos torpes y gigantescos reptiles que de nada le servían, así que los aplasto como a la basura que eran. Pero este mundo insistió y entonces llegaron ellos, seres torpes y peludos, por un momento pensó en destruirlos; pero al verlos erguidos sobre sus piernas supo que su espera había terminado. La venganza podía empezar a germinar.

Hacia finales de la última glaciación. 250,000 a. de C.

Bosque de Massachusetts.

Habían sido hermanos, habían cazado juntos a los grandes lanudos, habían compartido el fuego y criado a sus hijos juntos. Ellos y los otros.

Pero ahora los otros se habían vuelto malos, así lo habían dicho los espíritus, así lo había revelado su Shamman. Ahora él debía guiar a los escogidos a la batalla. Aunque no había entendido las cosas que él viejo vidente le había confiado. Le hablo, o al menos eso creía, de una sombra bajada de las luces que brillaban cuando el gran rojo desaparecía. De cosas que no tenían nombre y que eran tan viejas que ninguno sabía de donde habían salido. Pero que representaban al mal más horrible, peor que la ira del gran oso ó del lobo, peor que las tormentas y las aludes de nieve.

El no lo entendía. Solo sabía que los otros habían hecho que su hijo emprendiera aquel viaje, que el Shamman llamaba muerte, y que no lo vería de nuevo hasta que los espíritus le permitieran ir a donde él lo esperaría.

Pero antes tenía que cumplir aquella encomienda, aún cuando algo dentro de si le decía que usar sus instrumentos de caza, hachas de piedra y cuchillos de hueso, sacados de los colmillos del gran lanudo, y sus lanzas de pesca, contra otros como ellos estaba mal. Pero así lo había mandado su Shamman y él siempre hacía lo que aquel le decía. Por eso estaba ahí, acompañado por los mejores cazadores de su clan, corriendo en la oscuridad del bosque hacia aquel lugar que el viejo vidente contemplara en sueños. Justo en el centro del espeso bosque. -Ahí la encontraras.- le dijo.

Conforme se acercaban todos comenzaron a sentir un frío feroz que traspasaba las pesadas pieles que cubrían sus cuerpo, pintados de rojo y con aquella marca hecha de ceniza, y que llegaba como un punzón hasta sus huesos. También escucharon aquellos sonidos que se mezclaban con el rugir del viento.

El les mando detener la carrera y se adelanto, buscando la fuente de ese sonido que lo inquietaba más que el bramido del gran lanudo cuando atacaba. Al fin sus ojos negros descubrieron un caverna, custodiada por dos de los otros, a señas manda a dos de los suyos, los mejores con las lanzas, que despejen el camino.

Los otros mueren sin saber que les paso. El guió a sus compañeros a la entrada, el interior brilla con una luz verde como las hojas de los árboles, pero que le parece extrañamente contranatural. Al grado de que no confió en ella y, extrayendo de sus rusticas ropas unas piedras de pedernal comenzó a golpearlas hasta que el fuego broto, con su propia luz entraron en la fría caverna, los techos llenos de afiladas puntas, al igual que el piso, les daban la impresión de estar entrando en las fauces de algún ser gigantesco. Lentamente descendieron por entre las columnas de piedra, el sonido se hacia más claro y aterrador, algunos comenzaron a retrasarse asustados.

Pero él se mantuvo firme y les dio animo para seguir. Al fin llegaron a una gran bóveda, tan alta que no alcanzaban a ver el techo, ahí la luz era casi algo sólido, algo amenazante, lentamente caminaron junto a las columnas de piedra y miraron hacia la fuente de la luz. Se trataba de un enorme altar de piedra verde, rodeada de agudos pilares de igual material, a su alrededor se encontraban los otros, arrodillados y esperando mientras las más viejas de su grupo cantaban y aullaban cosas que nunca antes había oído.

De pronto, las mujeres jóvenes se pusieron de pie y dejaron que las pieles cayeran de sus cuerpos, ellas también tenían el cuerpo pintado, pero con un color negro donde resaltaba extraños signos labrados en su piel hacia muy poco; lentamente comenzaron a danzar al ritmo de la música que sonaba lenta y monótonamente, con tonos que sacudían cada fibra de quien los escuchara. Las danzantes se movían voluptuosamente siguiendo aquel ritmo arcaico é inhumano.

El resto de los ahí reunidos miraban en silencio hacia el altar, labrado en verde roca, donde la una silueta oscura espera. Hasta ese día nadie la había visto, excepto los Shammanes, solo sabían de ella era una enviada, que ella era la verdadera y única fuente del poder.

Todos contemplaban su esbelta figura, enfundada en un gran manto negro provisto de capucha, sus ojos brillaban como pequeños carbones al rojo blanco mientras contemplaban la ejecución de aquel baile.

En las sombras los músicos tocaban cada vez más rápido, acelerando demencialmente el ritmo. Las danzantes seguían cada nota musical sin dudar, ninguna daba muestras de cansancio a pesar de que sus cuerpos desnudos estaban, literalmente, escurriendo en sudor; ni que las heridas abiertas en su carne sangraran sin parar.

Todas acariciaban los signos sobre piel con devoción, excitadas por su sola presencia sobre ellas, dejando que sus manos apretaran sus pechos mientras intentaban lamerse a sí mismas. Hasta que finalmente una de ellas se lanzo sobre otra para frotar sus heridas.

Su ejemplo fue seguido por las demás y pronto todas se mordían, arañaban y destrozaban entre sí. Todo al compás de la música salida de la oscuridad.

De pronto la melodía infernal se detuvo y todas cayeron por tierra… muertas de cansancio y placer. Todos doblaron las rodillas y miraron pasar a los dos hombres, altos y labrados como las bailarinas, desnudos y sangrantes que conducían a la víctima para el sacrificio. Esta iba envuelta en una blanca piel, semejante a un vestido de novia. Su andar era tambaleante, pues estaba muerta de miedo, pero no intenta escapar, sabía que los que la sujetan no la soltarían ni muertos.

La negra silueta bajó del altar de piedra y con delicadeza tomó a la víctima en sus brazos. Su mano tiró con fuerza del dorado cabello y contempló la belleza virginal de la desdichada.

Con furia la atrajo hacia si y la beso con lujuria.

Luego desató las blancas correas de la piel y esta cayo por tierra, desde las sombras algunos los espías miraron la desnudes de la elegida, algunos sintieron como sus miembros se erguían con él deseo de poder tomar algo semejante para ellos mismos. La negra sombra llevó a la elegida hacia el centro del circulo formado por las danzantes, al tiempo que miraba distraídamente hacia las siluetas que aguardan en la penumbra.

Siluetas largas y delgadas, de ojos llameantes, y rasgos aborrecibles. Una de ellas llevó hasta sus labios una extraña flauta de hueso y comenzó a tocar, los acólitos no escuchan ningún sonido, pero los que miraban aquel cuerpo virgen le vieron temblar y retorcerse como en agonía, no entienden lo que le pasa pero notan que sus movimientos se van haciendo más y más rítmicos, como ocurriría en varios miles de años con las serpientes hipnotizadas por un fakir. Pero su baile resulta grotesco y desgarrador, una convulsión obscena… un espasmo de lascivo deseo, pero sin placer…

Y es que la sonido de la flauta manipula cada músculo de su víctima como un infernal titiritero; provocándole un sufrimiento atroz, una tortura cruel cuyo dolor se confunde con la lujuria.

La silueta oscura miraba impasible aquella escena, sin perder detalle, al tiempo que de sus carnosos labios comienzan a brotar sonidos desconocidos, que nadie llamaría palabras. Al principio solo son murmullos pero conforme la danza gana ritmo se transforman en gritos que retumban en el espacio.

-¡KHATO NAHLA. THOTO SOSGAHATA NEELA PHEETTO! ¡NGTH SHENDOULA! ¡ARAN SOGOTNA!- La sombra levantó los brazos y en respuesta las danzantes se alzaron de nuevo para unirse a la desdichada, esta las mira ir hacia ella y mansillas sus carne con dedos que la queman como hierro fundido, siente como toman sus delicados senos para morderlos con tal fuerza que teme perderlos en cualquier momento. Mientras los acólitos entonan el negro canto que tan bien conocen, llamando a aquello que nunca debió ser llamado.

-¡Iä! ¡Iä! Nyarlathotep… ¡Hei! ¡Aa-sshanta ‘ nygh!- el negro canto se fue haciendo más fuerte hasta que ninguna otra cosa pudo escucharse. A una señal de la silueta las danzantes infernales toman a la víctima y en vilo la llevan hasta el altar, donde la recostaron sobre la fría roca. Su corazón estaba a punto de detenerse por el terror, pero ese consuelo no llegó has ella. En lugar de eso miró a la silueta negra ascender hasta ella, mientras dejaba caer su negro manto, entonces todos se maravillan de su belleza, de su piel canela, de su larga cabellera que le llega a las cederás, de los grandes senos coronados por oscuros pezones. Y cuando mira sus profundos ojos verdes siente que su alma se quema, siente que nada importa sino entregarse a aquella que la llama.

Entonces, a la vista de todos, la mujer en el altar comienza a elevarse, flotando como una hoja en el viento helado que emana de la oscuridad. Suavemente se coloca sobre la elegida, mientras los demás entonan un nuevo canto.

Las danzantes sueltan a la víctima y caen de nuevo en brazos de la eternidad. Todos miran como la blanca beldad se eleva, extendiendo los brazos hacia la mujer que le espera en lo alto, pero también pueden ver como la mujer cambia; como las facciones se borran hasta que en su cabeza no queda más que una enorme boca con dientes de cierra, sus manos se vuelven zarpas huesudas que se abren su cierran convulsivamente.

La música comenzó de nuevo, a un ritmo lento, mientras las dos siluetas se acercaban, todos sientes una mezcla de frío terror y ardiente lujuria, que finalmente los lleva a algunos a despojarse de sus ropas para lanzarse sobre su compañero más cercano. En lo alto la negra bestia espera, en su entrepierna ha crecido una cosa del tamaño de un brazo que se retuerce como un enorme gusano. Abajo los acólitos han formado una alfombra confusa, que se movía incesante, algunos tenían la boca pagada al sexo ardiente y húmedo de alguna mujer ó bien chupaban enardecidos el rígido mástil de otro hombre. Algunos se separaban un poco de para penetrar a su gusto el cuerpo de su pareja.

Había todas las combinaciones posibles, hombres con hombres, mujeres con mujeres, mujeres con hombres. Todos gemían ante la llegada del orgasmo, pero ninguno estaba conforme. En eso un grito horripilante se dejo escuchar y todos levantaron la mirada. La bestia había penetrado a la elegida, su negra verga desgarraba las entrañas vírgenes, mas su presa no luchaba por escapar sino que, cerrando las piernas en torno al cuerpo de ébano se oprimía más contra él, sus labios besaban la piel dura de la bestia mientras aquellas zarpas abrían mortales heridas en su espalda.

La sangre comenzó a caer sobre el negro altar. Entonces todos los que copulaban comenzaron a golpearse, pero sin romper el intimo contacto, el hueco sonido de huesos al romperse se dejo escuchar, sangre y líquidos íntimos comenzaron a escurrir por el suelo.

En lo alto la bestia corto la cabeza de su víctima de un solo tajo, la sangre cayo como una cascada carmesí. Abajo las negras siluetas abandonaron su escondite y se lanzaron sobre los infelices acólitos, despedazándolos como si fueran muñecos de trapo, más sangre.

La negra bestia descendió hasta el altar, al llegar era nuevamente la hermosa mujer de larga cabellera, y emitió un sonido…. Al instante la negra mezcla que corría por el suelo cambio de dirección y comenzó a reptar hacia ella.

Con rapidez aquellas serpientes carmesí subieron por su cuerpo desnudo y se desembocaron en sus manos, poco a poco fueron tomando forma y, al final, se fundieron en un negro cristal de forma ovoide.

La sacerdotisa respiraba con dificultad, estaba exhausta. Pero todo había valido la pena.

Por un momento contemplo aquella joya formada de sangre y sueros íntimos, su carcajada resonó por cada rincón de aquella caverna. El y los otros estaban horrorizados, ahora las palabras del viejo vidente tenían sentido. Así dando un sonoro grito de batalla ellos se abrieron paso entre los seres de ojos llameantes, clavando en su carne oscura las afiladas dagas de hueso hechas por su Shamman, rompiendo sus cráneos con pesadas hachas de piedra. Las negras siluetas caen en un principio sin opones resistencia, pero al poco tiempo comienzan a defenderse ferozmente, arrancando los brazos de sus agresores ó cercenando sus cabezas con sus afiladas zarpas.

El logra llegar a donde la mujer, desnuda y sosteniendo la rojinegra gema, ella lo mira con burla; pronto descubre porque. Detrás de ella algo se levanta, algo que no tiene forma pero cuya presencia hace temblar las columnas de piedra. Algo enorme que resplandece con una inconcebible luz negra, algo que lo atrapa con un espantoso y helado tentáculo. Aterrado recuerda el signo en su cuerpo y con trabajos logra despojarse de la piel que lo cubre, la cosa lanza un bramido al ver el signo en su cuerpo y lo suelta, pero al caer la mujer lo espera.

Ella no teme al signo, Ella le arranca el alma con sus garras de bestia y quema su cerebro mortal con visiones de lo que espera a la humanidad. Entonces, en un segundo, él comprende que es solo la primera víctima en una guerra.

Cuando cae el silencio prevalece en la caverna. Todos han muerto. La mujer se recubrió con su capa. Una vez vestida se dispuso a marcharse, pero se detuvo, sus ojos se posaron sobre los despojos de su víctima. Tal vez debía guardar un recuerdo. Con calma tomo la cabeza y beso los labios todavía tibios… había sido tan bella, tan pura, tan… deliciosa. Con amoroso gesto contemplo su rostro; ¿Cómo podía ser tan hermosa un ser tan insignificante, con solo 10 años de vida?. Mientras pensaban en ello se desapareció.

El presente Tokio Japón.

Hacia ya horas que la noche había caído sobre la ciudad de Tokio, sus calles iluminadas por los altos edificios y brillantes carteles de tiendas de departamentos eran circuladas por un buen número de noctámbulos en busca de diversión. Para otros era el momento del descanso. Entre ellos se encontraba una joven de 16 años llamada Serena Tzukino, para el mundo era solo una estudiante se preparatoria, pocos sabían que por un tiempo aquella joven risueña había protegido al mundo bajo la identidad de Sailor Moon. Y menos aún sospechaban que un día regiría al mundo con amor y justicia.

Pero por ahora todo ello estaba casi olvidado. La única preocupación inmediata de Serena era aprobar sus materias en la preparatoria y recibir puntualmente las cartas de su amado Darien, quien se hallaba en Estados Unidos. El mundo no la necesitaría más, según le había revelado su amiga Sailor Plutón la guardiana del tiempo. Por varios meses había llevado la vida de una chica normal… hasta esa noche. Esa noche, como muchas otras, se recorto en su cama y dejo que sus esperanzas tomaran forma en sus sueños, como siempre el éter la llevo a una gran iglesia hermosamente adornada donde se desposaría con su amado a la vista de sus amigos y de sus padres.

Como siempre camino orgullosa hasta el altar donde Darien la esperaba y…. todo se . En un segundo no había más que tinieblas a su alrededor. -¡Darien!… ¡Darien!….- gritaba tratando de descubrir algo en su entorno.

Entonces una luz rompía las tinieblas señalándole un camino. Atrapada en el ensueño Serena camino hacia la luz y se encontró en un estrecho callejón, al otro extremo pudo ver a una pareja de adultos acompañados de un pequeño acercándose a ella.

Serena quiso ir a su encuentro pero entonces alguien mas apareció, una sombra aún más negra que la misma oscuridad y que sin razón ataco a los indefensos caminantes. Instintivamente Serena intento transformarse en Sailor Moon, pero no pudo. Solo pudo ver como morían aquellos desventurados y como la sombra se alejo dejando a un niño de pie, con su inocencia destrozada.

Una vez más ella quiso intervenir pero al dar una paso el escenario cambio de nuevo. Ahora frente a ella se desataba el caos, ciudades enterar ardían, los continentes se rompían como adornos de cristal, ríos de sangre corrían por todas partes, mientras un helado viento alienígena le calaba hasta sus huesos. Serena sentía la presencia de algo totalmente extraño, algo más allá de todas las cosas que había visto; algo aterradoramente inhumano que estaba a punto de caer sobre el mundo. Entonces levanto la cabeza y pudo ver a los que bajaban desde las estrellas… Su corazón estuvo a punto de detenerse.

-¡AAAAAAYYYYYYYYYYYYY!.- el grito de Serena retumbo por toda la casa, despertando a todos sus habitantes, al tiempo que la princesa saltaba fuera de su cama. Su corazón latía tan fuerte que su pecho le dolía. Un sudor helado le cubría el cuerpo y una espantosa desesperación abrumaba su alma.

-¡SERENA!- la voz de su amiga y guardiana la saco al fin de su pesadilla.

-¿Luna?- la joven miró a su alrededor, aún aturdida por las fuertes emociones que la sacudían.

-¿Qué te pasa Serena?- pregunto Luna asustada por la palidez de su ama y amiga.- ¿Porqué gritas como si hubieras visto al demonio?.- Mas antes de que la princesa pudiera decirle algo la puerta se abrió y los señores Tzukino entraron a la habitación.

-¡Serena hija!- Ambos padres se acercaron a su hija con la preocupación reflejada en sus rostros. -¿Estas bien? ¿Qué esta pasando?- interrogo su padre mientras la hacia sentar en la cama. Serena no pudo dar una respuesta y solo acertó a refugiarse entre sus brazos para llorar.

Ciudad Gótica. Estados Unidos.

El ciclo de la noche continuó su camino, atravesando las vasta regiones del mundo hasta llegar a los Estados Unidos de América. A una elevada colina junto al mar, donde se erguía una siniestra construcción; semejante a un viejo castillo, que al amparo de la noche parecía tallada en la negra roca.

El lugar era conocido como la mansión Wayne, y en su interior solo se percibía la figura de su dueño, Bruce Wayne, el «soltero más codiciado» según las revistas de moda. Para el mundo él era solo otro playboy a quien el destino le dio todo.

Pocos sabían la negra historia que le había enlutado el alma desde la niñez. Y menos aún conocían la manera en que mitigaba su dolor, no era lago que cualquiera pudiera entender.

Porque cada noche el tomaba el manto del murciélago y salía a luchar por los inocentes, ya fuera en contra de un simple ladrón o de un súper criminal, él estaría dispuesto a enfrentarlo… porque él es Batman.

Ahora, cerca del amanecer, el caballero negro regresa a su casa y se dispone a reponer sus fuerzas a través del sueño. Con desgano se deja caer sobre la cama y cierra los ojos en busca de reposo.

Pero sabe que no va a disfrutarlo. Una vez más se ve a si mismo como aquel chiquillo que solo sabía de alegrías, al lado de sus padres, una vez más salen juntos de aquel cine y su padre decide tomar un atajo… entonces todo se desvanece.

El pequeño Bruce solo puede ver oscuridad a su alrededor. Luego un rayo de luz aparece indicándole un camino, él lo sigue llamando a sus padres.

Al fin entra en la luz y ante su mirada se presenta un hermoso jardín, lleno de flores cuya belleza nunca ha sido vista por un mortal, sobre su cabeza se extiende un el cielo claro y ahí, para su sorpresa, descubre la cara azul de la tierra.

Por un momento queda maravillado.

Luego escucha una armoniosa voz cantando en una lengua que no entiende, pero que le transmite un mensaje de paz.

Al mirar detenidamente descubre a una chica, vestida de blanco, con un largo cabello rubio curiosamente peinado, ella mira con dulzura todo lo que la rodea, y él se siente en paz en su presencia. De pronto todo estalla en un mar de fuego y sangre.

De todas parte llegan gritos de muerte mientras alguien ríe con odio infinito, Por un momento el siente que debe luchar, no es un niño indefenso, él es un guerrero. Pero nada puede hacer y la joven de la mirada dulce muere ante sus ojos.

Horrorizado se da la media vuelta, pero lo que descubre a sus espaldas es peor. Porque ahora reconoce la ciudad en llamas, su ciudad, reconoce los cuerpos de los muertos a pesar de que están destrozados. Ve los continentes romperse como adornos de cristal, ríos de sangre corriendo por la tierra hacia algo que los devora insaciablemente. Siente el hiriente resplandor de colores y formas extraterrestres cuya presencia constituye una blasfemia contra la naturaleza. Percibe un hedor mortal que amenaza con deshacer sus pulmones y… entonces levanta la cara para ver lo que baja a la tierra desde las estrellas… La visión lo lleva al borde de la locura.

-¡NOOOOOOOOOO!- Bruce Wayne se incorporó sobre su cama, sus ojos recorrieron su entorno varias veces, hasta convencerse de que estaba a salvo en su habitación. Un sudor frío le corría por la espalda, mientras luchaba por recobrar el control de sus emociones. Por primera vez en años sintió la sangre golpeando sus sienes, sintió su cabeza a punto de estallar. Sintió el impulso de abrir las cortinas para dejar pasar los cálidos rayos del sol. Pero aún así el miedo seguía presente pues… de alguna forma, presentía que la causa de ese miedo no había desaparecido… solo esperaba.

Capitulo I (Sombras sobre la luna)

Aquel día todo parecía normal en la escuela preparatoria Juuba, ciudad de Tokio, en uno de los salones, el 1° A, Mina Aino tomaba nota de la lección del día cuando un sonido sordo llegó hasta sus oídos, por unos instantes no supo que podía ser, mas cuando lo identifico una gruesa gota de sudor apareció en su cabeza. Lentamente, para no llamar la atención, volvió la cara y descubrió que no se había equivocado.

¡Serena estaba durmiendo y había comenzado a roncar!. Asustada miro al maestro, que aún estaba escribiendo en la pizarra, rápidamente de volvió y comenzó a mover a su amiga en un intento por hacerla reaccionar.

-Psss…Psss… Serena… Serena despierta por favor…- en eso estaba cuando una tos áspera sonó a su espalda.

-Cofff… cofff… ¿Señorita Aino que esta pasando aquí?- Antes de que Mina pudiera pensar en alguna excusa un nuevo ronquido de Serena se dejo escuchar. El maestro, incrédulo, miro detrás de Mina y se encontró con la durmiente. ——-¡Señorita Tzukino!.- Serena despertó sobresaltada y dijo lo primero que se le ocurrió.

-Te castigare en el nombre de la Luna.- todos rieron menos el maestro. Así las cosas Serena y Mina terminaron castigadas el resto de la clase.

-¿Qué te pasa Serena?- pregunto Mina, un poco enojada con su amiga. – Yo… no he dormido bien.- respondió Serena con el rostro ruboroso de pena. Por un momento la joven princesa pensó en contarle a Mina sobre su sueño, pero esta se veía tan molesta que Serena desecho la idea. Más tarde, durante el descanso, Serena acudió a los sanitarios de la escuela y, entrando a un apartado, libero a su vejiga del exceso de carga.

Sus ojos le dolían por la falta de sueño. Pero casi tenía miedo de cerrarlos, la pesadilla de la noche anterior aún estaba presente en su mente, tenía miedo de recordar las formas de esas sombras que había visto; aunque se daba cuenta de lo ridículo que sonaba. En eso el apartado se sacudió con violencia al tiempo que dos voces airadas discutían al otro lado de la puerta.

-¡Aléjate de mi novio!-gritaba una chica.

-¿Tú novio?.- replicó otra burlonamente.- Que raro. ¡No recuerdo que tuviera tu nombre escrito en su cuerpo! Tal vez deba fijarme mejor la próxima vez.- aquel comentario irritó a Serena y mentalmente animo a la ofendida a poner a esa engreída en su lugar. Pero había algo en aquella voz irritante… algo familiar.

-¡Te lo advierto Ami!… ¡Déjalo en paz!.- la princesa de la luna estuvo a punto de caer de asiento. ¿Ami? acaso… -Imposible- pensó. Al otro lado de la puerta la discusión subía de tono. -¡No me amenaces perra estúpida!.- esta vez no había duda.- ¡Ami!- grito Serena desde el interior del apartado.

-¿Quién esta ahí?.- preguntaron al mismo tiempo las dos rivales. Serena se subió las bragas y se acomodo la falda lo más rápido que pudo, abrió la puerta y tuvo que recargarse en el dintel para no caer. ¡Era su amiga Ami Mizuno quién discutía con aquella chica!.- Serena.- dijo Ami al verla. La chica ofendida miro con odio la recién llegada y, creyendo hallarse ante dos enemigas, dic un paso atrás. -¡NO HEMOS TERMINADO!- gritó antes de salir corriendo. Desconcertada Serena miro a la joven salir del baño, su mente era un mar de confusión. El sonido del grifo del agua la hizo volver a la realidad, a su lado Ami se lavaba las manos, sin preocuparse por lo ocurrido.

-¿Ami?.- dijo Serena acercándose a ella.- ¿Qué fue todo eso?. ¿Porqué discutían así?- Ami no le respondió, ni siquiera la miro, estaba ocupada admirando su reflejo, acomodándose el cabello y la ropa con indiferencia, al terminar comenzó a caminar hacia la salida. Confundida la princesa de la luna intento detenerla, pero antes de que su mano pudiera tocar el brazo de Ami esta se volvió y de un fuerte manotazo la hizo desistir. -¡Metete en tus asuntos Serena!- el dolor paralizo a la joven rubia, pero no tanto como el miedo que le provoco ver a Ami de frente. El mismo cabello azul, corto y sedoso, los mismos rasgos de singular belleza… Pero esos ojos… esos ojos eran fríos y crueles, más que los de sus antiguos enemigos, y esa sonrisa parecía la mueca de un animal feroz.

La princesa de Mercurio se acercó a Serena y esta retrocedió, tenía miedo, por suerte un grupo de jóvenes entro al baño y Ami se retiro hacia la salida. A sus espaldas quedaba una chica confundida y temerosa.

El resto de la jornada transcurrió sin que Serena pudiera concentrarse en otra cosa que no fuera la extraña conducta de su mejor amiga. Al sonar la campana de salida Serena se apuro a ganar la puerta principal, sabía que Ami saldría a la misma hora ese día, tenía que hablar con ella. Atentamente vio pasar a los demás estudiantes hasta que finalmente ella apareció. Ami paso a su lado como si no estuviera y camino rápidamente calle abajo, Serena decidió arriesgarse y comenzó a seguirla, pero cuando ambas llegaron a la esquina un automóvil se detuvo frente a Ami y alguien abrió la puerta. La chica del pelo azul hizo un caravana y se dispuso a subir al vehículo.

-¡Ami espera!.- el grito de Serena la detuvo. Al llegar junto a Ami la joven princesa noto algo sorprendente, ella estaba sonriendo y la expresión de su rostro era tan dulce como siempre. Pero antes de que Serena pudiera decir algo el conductor se apeó del carro y con pasos rápidos se colocó a un lado de Ami. Era un hombre de unos 40 años, alto y de complexión atlética, su rostro era muy varonil y hasta podía decirse que era guapo. Su cabello era negro aunque algunas canas se hacían presentes en sus sienes. Llevaba unas gafas oscuras y una chaqueta de piel color café, pantalones de mezclilla y unas botas de aspecto militar. -¿Ocurre algo Ami?.- pregunto aquel desconocido.

-No papá.- respondió la chica del cabello azul mientras tomaba el brazo de ese hombre. Las palabras de Ami resonaron en la cabeza de Serena. -¿Papá? ¿Aquel hombre era…?-

-Serena te presentó a mi padre.- dijo la princesa de Mercurio como si adivinara la pregunta que su «amiga» estaba a punto de hacerle. Serena solo acertó a hacer un caravana como saludo. Las palabras estaba atascadas en su garganta.- Mucho gusto señorita.- dijo el hombre cortésmente.- Ami me ha hablado mucho de usted.- Serena río tontamente, estaba al borde de un ataque de nervios, mientras miraba al supuesto padre de su amiga.

-Debemos irnos.- dijo con autoridad y Ami salto literalmente dentro del coche, la puerta se cerro casi con violencia, él hombre corrió a su lugar y también abordo el vehículo. Sin mas arrancaron y desaparecieron entre el transito. Serena los vio perderse en la lejanía antes de caer de rodillas, estaba conmocionada por todo aquello.

Ciudad Gótica.

Las patrullas estaban estacionadas arbitrariamente fuera del restaurante «El feliz Joe», situado en el centro, detrás de los coches varios policías apuntaban sus armas, escopetas y revólveres, contra aquel lugar.

A sus espaldas la unidad especial se preparaba; hombres equipados con escudos de acero, chalecos antibalas cascos protectores. Armados con rifles de asalto y granadas de gas lagrimogeno.

Solo esperaban la orden. En medio de aquel caos se encontraba el comisionado James Gordón, expectante y nervioso, esos casos eran los que lo hacían desear no ser un policía. Adentro del restaurante había al menos veinte rehenes en manos de un loco que horas antes había asesinado a su esposa y a sus dos hijos, de 5 y 10 años respectivamente, para luego salir disparando contra sus vecinos.

Alguien llamo a la policía y se inició un persecución que termino en aquel lugar, cuando los disparos de sus hombres hicieron que el loco se estrellara de frente contra aquel establecimiento, la carrocería incrustada en el escaparate lucia como una curioso anuncio; pero no había sido suficiente el tipo salió del cocha accidentado disparando una subametralladora y asesinando a cuatro policías. Entonces llegaron los refuerzos y el desgraciado no tuvo otro camino que parapetarse, junto con los comensales sobrevivientes, para enfrentar a las autoridades.

-Estamos listos comisionado.- la voz del obeso teniente Bullock lo saco de sus reflexiones.

– ¿Listo para qué?- dijo Gordón mirando a los hombres armados.

-Para detener a ese loco.- respondió Bullock cortando cartucho en su pistola.

-¿Se olvida de los rehenes teniente.?-

-No.- respondió el grueso policía impaciente por entrar en acción.- Es por eso que debemos actuar ya.- Gordón no confiaba en Bullock, era un buen policía, pero demasiado impulsivo y ansioso de «patear traseros». Aún así, esta vez podía tener razón.

Gordón estaba a punto de otorgar el permiso cuando una gran sombra paso sobre ellos. -Esperaremos.- ordenó mientras observaba atentamente el local, él había llegado.

El interior del restaurante se encontraba casi en penumbras, el choque del Datsun sospechoso había provocado un corto circuito, y el intercambio de fuego con la policía había acabado con varios focos y lámparas.

Solo quedaban algunas luces de emergencia y los faroles del auto para iluminar aquella escena. El sospechoso se mantenía detrás del vehículo, amartillando su sub.-ametralladora, a sus espaldas varios comensales permanecían juntos, como niños asustados, varias mujeres lloraban y otros, que habían resultado heridos en el tiroteo de quejaban de dolor.

El suelo estaba cubierto de café, crema y azúcar, pedazos de pastel y hamburgesas. Las luces de las torretas se deslizaban por las paredes como burlones fantasmas.

-¿Qué esperan?- murmuro alguien en las sombras.

– Que los libere.- dijo el sospechoso volviéndose hacia sus víctimas.- O que lo mate de una vez.- Un helado silencio cayo sobre todos. El hombre vio un brazo que salía de abajo de su auto, alguien había muerto atropellado cuando su Datsun entró al restaurante, luego miro hacia el fondo del local, ahí pudo contemplar tres cadáveres, todos por heridas de bala, estaban recargados sobre la pared, donde negras manchas marcaban el lugar de su muerte.

-¿Saben?.- dijo casi sonriendo.- Si ellos hubieran sabido lo que viene me hubieran pedido que los matara de todos modos.- nadie respondió.- Si… creó que debo liberarlos también a ustedes.- todos sintieron un vuelco al corazón cuando el sospechoso levanto su arma contra ellos. Ninguno supo de donde salió aquella cosa brillante, solo escucharon el silbido en el aire y vieron como su captor bajaba el arma presa de un agudo dolor en su brazo. Lo vieron mirar algo al fondo del local y comenzar a disparar. Luego algo salió de las sombras, algo que les dio miedo, pero también esperanza.

-¡Batman!- grito alguien. Al tiempo que el señor de la noche descargaba su puño sobre la mandíbula de aquel demente. Este intento accionar su arma una vez más, pero una tremenda patada halló blanco en su estomago, sintió que sus viseras estallaba por la fuerza del golpe, y lo mando a estrellarse contra el mostrador. -¡SALGAN AHORA!- ordenó su salvador. Al instante todos, aún los heridos se levantaron y salieron por el agujero en el escaparate. Afuera los policías, un poco sorprendidos, los ayudaron a ponerse a salvo.

Mientras tanto, en las sombras del local, la batalla no había terminado. El sospechoso comenzó a disparar a tontas y locas, intentando herir a aquel intruso. Pero todos sus disparos rebotaban salvajemente contra las paredes. Como pudo se puso de pie é intentó escapar por el fondo del restaurante, sólo para sentir de nuevo el impacto de un puño poderoso estrellarse contra su rostro. El loco cayo de nuevo y esta vez Batman pudo patear lejos a su mortífera acompañante.

-¡Tú no lo entiendes.!..-balbuceo el hombre.- ¡Ellos vienen!… ¡El cielo esta por caer…! ¡Los días del hombre están contados!- Batman lo miraba inmutable, aún que de algún modo sus palabras lo hicieron recordar la pesadilla de la noche anterior. El hombre seguía delirando, cada vez más violentamente, hasta que rompió en verdaderos alaridos. -¡Llll-NGLUI, NNN-LAGL, FHTAGN-NGAH, AI YOG-SOTHOTH!… ¡CUANDO LAS REJAS SE ABRAN Y LAS CADENAS SE ROMPAN EL SERA EL PRIMERO EN LLEGAR!… ¡ENTONCES ENVIDIARAN A LOS MUERTOS!- los gritos del hombre no se detuvieron aún cuando la policía entro al restaurante. De inmediato los agentes rodearon al hombre arrodillado, encañonándolo con sus armas, pero él no les presto atención. Sus ojos estaban fijos en la nada, su cuerpo se movía como un grotesco péndulo, y de sus labios rotos por los golpes no dejaba de brotar aquel extraño rezo. Todos los presentes pudieron sentir que la temperatura bajaba, como si el calor escapara de alguna forma incomprensible, al tiempo que la oscuridad se hacia más intensa. Algunos incluso miraron a su alrededor, como esperando que de un momento a otro algo surgiera de entre las sombras.

-¡CÁLLATE DE UNA VEZ HIJOPUTA!.-rugió el teniente Bullock dándole al hombre un fuerte puntapié en pleno rostro, varios dientes salieron volando.

– ¡BASTA TENIENTE!.- gritó Gordón, que en ese momento entraba al local.- ¡NO TOLERARE ACTOS DE BRUTALIDAD EN MI UNIDAD! ¡¿QUEDA CLARO?!- Bullock bajo la cara, parecía sorprendido de su propio acto. Batman observaba todo en silencio, era tiempo de marcharse, pero al dirigir una última mirada al sospechoso tendido en el suelo una gran mancha negra llamo su atención.

-¡Jim!.- grito al tiempo que se acercaba al hombre tendido. Todos lo vieron cuando levanto la cabeza del hombre, dejando al descubierto el manantial de negra sangre que le brotaba por la boca. Gordón se volvió furioso hacia Bullock pero Batman hizo un anuncio estremecedor.- ¡Se ha cortado la lengua!.-

-¡UNA AMBULANCIA!.- gritó el comisionado. Los oficiales retrocedieron, aquello los había tomado por sorpresa. Más tarde, cerca del amanecer, Gordón y el caballero negro se reunieron en la comisaría. -Esto es de locos.- comento Gordón dejándose caer pesadamente en su sillón. A su lado Batman revisaba el expediente del extraño maniático. Sus ojos se movían rápidamente y su semblante, oculto bajo la mascara, se tornaba cada vez más duro.

-¿Nick Callagan?.- dijo sorprendido.- Pero si es uno de los Parapsicólogos más respetados de Ciudad Gótica.-

-Tal vez de todo el país.- afirmo Gordo. -No tiene antecedentes de ningún tipo, no es adicto a nada extraño y sus ingresos mensuales son de 50,000 dólares por concepto de libros vendidos y conferencias. ¡Por Dios Batman que le paso a ese hombre!- Batman no respondió estaba mirando las fotos de la casa de Callagan, las figuras en tiza de los cuerpos de su esposa é hijos. ¿Qué le había ocurrido a Nick Callagan?. Nada que tuviera que ver con Dios seguramente.

-Además no es él único.- dijo Gordón casi para si mismo. Batman se volvió hacia su amigo, quien en silencio le extendió varios expedientes; todos relacionados con psíquicos. Algunos eran meros adivinos de barriada con nombres tan estrafalarios como «El admirable Waite» ó «Lobo negro Donnan». Pero había también nombres de respeto como el Dr. Marc Hutson físico, químico y experto en fenómenos paranormales; con un titulo reconocido por la universidad de Miskatonic. Un hombre respetado y admirado incluso por los escépticos. También estaban otros que no perecían tener relación con cosas sobrenaturales como el Dr. Charles LeFanu, lingüista, antropólogo cultural y arqueólogo graduado en la universidad de Yale. Todos habían muerto en el transcurso de un mes. Treinta personas suicidándose sin razón aparente, sin dejar notas que explicaran el motivo de su fatal decisión.

-Por suerte casi todos vivían lejos de sus familias.- comento Gordón. -Solo Callagan los tenía a su alcance.- Batman se guardo los expedientes, sabía que para eso se los había dado el comisionado, para investigar fuera de las ataduras de la policía. -Estaremos en contacto Jim.- dijo acercándose a la ventana.

En ese momento el timbre del teléfono se dejo escuchar.- Gordón.- dijo el viejo policía levantando el teléfono. Su rostro se torno pálido y colgó sin decir nada. -Callagan murió.- Batman salió por la ventana.

En algún lugar del océano Pacifico.

La suave brisa procedente del mar acariciaba los amplios ventanales de aquella habitación. En su interior reinaba una pesada oscuridad, interrumpida solamente por la pálida luz de las pantallas de televisión, cuatro en total, que colgaba del techo como grotescas arañas de ojos brillantes.

Recostaba frente a ellas, en una cama por demás amplia, se encontraba un figura grácil, cubierta por un exquisito kimono de color azul, cuyos ojos grises estaban fijos en las grandes pantallas donde se proyectaban crueles imágenes de soldados, o al menos hombres con trajes militares, violando salvajemente a un grupo de mujeres de nacionalidad desconocida.

Todas recibían golpes, patadas y, tarde o temprano, la muerte. Algunas eran colgadas de los pies y degolladas, otras eran mutiladas poco a poco con gruesas pinzas de hierro y recibían descargas eléctricas que les producían negras quemaduras.

Ella se arqueó ligeramente mientras sus manos abrían los pliegues del kimono, no llevaba nada debajo, dejando que sus piernas quedaran al descubierto. Suavemente comenzó a frotar sus muslos, sintiendo un intenso calor que le nacía entre sus piernas. Se incorporó un poco para ver mejor, dejando que la tela resbalara por sus hombros, la humedad de su vulva escurría hasta las sabanas de seda; casi tan rápido como la sangre en las pantallas. En la medida en que la violencia aumentaba su respiración se fue convirtiendo en un jadeo.

-¡Aaaayyyyyy!…. ¡Aaaaaayyyyyyyyy!….- eran los únicos sonidos que se escuchaba, pero no venían de los aparatos, ya que los videos no tenían audio, sino del otro lado de la habitación. Por un momento desvió la mirada hacia las sombras, donde dos siluetas resaltaban, una era otra indudablemente femenina, de larga cabellera que le llegaba por debajo de la cintura, con delgados brazos que permanecían sujetos al techo por una gruesa cadena, sus pies estaba sujetos también; impidiéndole escapar de los latigazos que le propinaba la otra silueta. Esta era casi indefinida, encorvada y famélica, de miembros largos y deformes. Sus manos estaban provistas de delgados dedos, aunque no los tenía completos, que sujetaban con fuerza aquel látigo de cáñamo con el cual laceraba a su víctima. A sus pies se notaba un bulto adherido a su entre pierna.

-¡Aaaaayyyyyy!… ¡Aaaaayyyy!… ¡Por favor Amo!… ¡Piedad!… ¡Ya no amo!… ¡YA NOOOO!- pero aquellos gritos de dolor no obtenían otra respuesta que el silbido del látigo rasgando el aire. Extasiado aquel oscuro verdugo contemplaba los negros canales, de bordes rojizos, que el látigo dejaba sobre la piel de la chica colgada. Desde la cama, ella veía el brazo descargar su furia una docena de veces, antes de volver la mirada hacia los televisores que en ese momento mostraban una serie de accidentes, todos sangrientos, choques automovilísticos y tiroteos. Pero la visión de aquel cuerpo contorsionándose en la oscuridad la atrajo de nuevo, la humedad en su entrepierna era incontenible, la intensidad y frecuencia de los golpes aumento cuando el verdugo se percato de que había llamado su atención.

-¡AAAAAYYYYYY!…. ¡Noooo!… ¡YA NOOOOO!…- sollozaba la víctima, gritando cada vez que el látigo le quemaba la carne. Cansado el hombre se detuvo y dejo que el cruel instrumento cayera de sus manos, de un manotazo aparto al bulto que estaba a su pies y camino hacia la chica, al hacerlo la suave luz de las pantallas lo hizo un poco más visible. Dejando ver aquella piel manchada y reseca, brillante por el sudor, cubierta de profundas cicatrices que le recorrían todo el cuerpo como si se tratara de un rompecabezas viviente. Pero lo más perturbador era su rostro, si lo que tenía en la parte delantera de su deforestado cráneo se podía llamar así, carente de labios y nariz como una calavera apenas cubierta de piel, uno de sus ojos era una masa azulada é inservible que permanecía fija como el ojo de un buitre. Su otro ojo estaba inyectado de sangre y lujuria, y se movía compulsibamente. Aquel extraño espectro volvió a desaparecer en la penumbra.

Pero ella pudo ver como llegaba hasta la chica atada.- Amo- gimió al sentirlo cerca.- Perdóname amo… por favor… perdóname….- él no contesto. Solo contempló el cuerpo desnudo, convulsionado por el dolor y las lagrimas. Una mueca ilumino su cadavérico rostro, un chasquido se dejo escuchar en la habitación, al momento el bulto se puso de pie y camino de prisa al encuentro del hombre. Se trataba de otra chica, con la cabellera igualmente larga, sus pechos se agitaron al postrarse ante su amo. Este le señaló a su víctima y ella se acercó al punto. Sin decir nada se arrodillo detrás de la otra y sin miramientos le separo las lastimadas nalgas para hundir su lengua en ano, la chica torturada se estremeció, todo su cuerpo ardía a causa de los golpes, pero aquella caricia le brindo un alivio casi milagroso, y es que todo era parte de un juego cruel que su amo les había enseñado hacia mucho, pronto se sintió excitada cuando los dedos de su compañera comenzaron a explorar su ano, lubricándolo con la saliva que le había dejado antes.

Entonces el amo apartó a su compañera y colocando su gruesa verga en la entrada del esfínter la penetro sin piedad, hasta el fondo. Enseguida comenzó a moverse frenéticamente para que ella padeciera el rigor de su arma amatoria.

-¡Aaaaaaayyyyyyy!… ¡Aaaaayyyyyy!.- gemía al sentir como los movimientos de su jodedor abrían de nuevo las heridas en su cuerpo. Pero su amo estaba ansioso, enloquecido, y los grito solo le daban fuerza para moverse con más entusiasmo. Aquella cosa de descomunales dimensiones entraba y salía del tentados culo de la víctima.- ¡Aaaahhhhh!…¡Aaaahhhhh!… ¡Amo!…¡AMO!- exclamó moviéndose al ritmo que le imponía su feroz cabalgador. El amo se aferró a sus pechos y los apretó con rabia mientras hundía más aún su erecta lanza. -¡TOMA!… ¡TOMA!…- grito él, con un voz que sonaba metálica é inhumana. La observadora respiraba ya sonoramente, frotándose los muslos entre sí, sus sensaciones eran cada vez más poderosas. Pudo sentir como iban tomando forma a medida que la humedad escurría con mayor fuerza, mientras sus dedos jugueteaban con su clítoris; sus pechos se sentían dolorosamente erectos bajo la palma de su otra mano. Por un momento se recostó totalmente dejando que su larga cabellera plateada se desparramara por las almohadas. Pronto adivino que él estaba por terminar y resoplando se incorporo para no perder de vista las siluetas.

-¡AAAAAAAAHHHHHHHH!- gimieron al mismo tiempo y alcanzaron el clímax. Jadeando la figura fantasmal se apartó de su presa y, poniéndose una bata, salió de la habitación. Sin prisa se acomodo la bata, su lacerado cuerpo se mostró claramente, pues en esa otra habitación las luces estaban encendidas. Con pasos lentos llegó hasta una pequeña barra y se sirvió una copa de aromático Oporto. Sin embargo, la falta de labios lo obligo a colocar una pajilla en la bebida para poder ingerirla. Aún así la disfruto. Orgulloso miro por los grandes ventanales y contemplo su propiedad, aquella gran mansión construida al estilo de los altos señores del Japón feudal, provista de altos techos de teja y terrazas, rodeada de muros y puestos e vigilancia. Pero sobre todo le encantaba el lugar donde se levantaba. La isla Gojira, su isla privada, rodeada de arrecifes y altos picos de piedra que hacían casi imposible que alguien llegara hasta su casa, a no ser que usara el puerto que el había construido. Todo eso le había costado un fortuna.

Pero tenía el poder para hacerlo, porque él era Hota Daimon, dueño de una de las más poderosa compañías multinacionales, cuyas ramas iban desde los negocios hasta la industria militar, pasando por el desarrollo científico en todas sus áreas. Pero aunque tenía aquel poder, y los placeres que este le brindaba, había algo que anhelaba, VENGANZA. Venganza contra aquellos diablos blancos que habían dejado caer aquel infierno sobre su nación, que lo habían convertido en aquella masa informe y grotesca. ¡Venganza! era lo único que quería. Estaba a punto de dar otro sorbo a su bebida cuando una voz sonó a sus detrás de él.

-Tú momento ha llegado amado sabio.- Hota se volvió sorprendido. A sus espaldas se encontraba una mujer alta y esbelta, envuelta de pies a cabeza en una gruesa capa negra. Al verla detenidamente su alma se agito.

-¿En verdad eres tú?.-preguntó incrédulo. Por toda respuesta la mujer se hizo a un lado, dejando ver el objeto detrás de ella. Se trataba de un gran cofre de piedra verde, labrado con extraños símbolos y una escritura tan antigua que resultaba espantosa a simple vista. Pero Hota no dudo en acercarse al cofre y dejar que sus manos lo tocaran, las retiro de inmediato al sentir el calor que emanaba de aquel objeto.

-¿Esto es…?- las palabras murieron en su garganta. Ella se había ido. Sino fuera por el pesado y antiguo cofre que permanecía frente a él hubiera creído ser víctima de una alucinación. Ansiosamente examino de nuevo aquella cosa. La puerta se abrió y la chica del kimono entro mirando en toda direcciones. Era una chica de unos 14 años, esbelta y bien formada, de senos medianos y caderas delicadas, su larga cabellera plateada le daba un aspecto casi celestial. -¿Con quien hablas padre?-

– La fiesta termino.- dijo Hota sin molestarse en responder a su hija. Esta no insistió y, descubriendo aquel objeto de piedra, se acercó al viejo espectro quien lo examinaba lleno de curiosidad.

-¿Qué es eso padre?- Hota no le contesto. Simplemente comenzó a darle ordenes en tono imperativo. – Dile a Jato que venga y lleve este cofre al laboratorio. Ayuda a Noa a desatar a su hermana(Uma) y que las dos me esperen abajo en una hora… y tú…. mí querida Yoshira sabe que pronto tendremos lo que tanto hemos esperado. – Sin decir más el señor Hota partió hacia su habitación para cambiarse de ropa. Yoshira lo vio partir y volviendo sobre sus pasos se dispuso a obedecerlo.

Afuera, de pie sobre la torre más alta, una mujer envuelta en negra capa miraba lo que había pasado en la mansión.

-Pobre .- pensó antes de desaparecer sin dejar rastros.

Continuará…

Continúa la serie