Capítulo 2

Buenas noches, mi nombre es Alejo y para mis amigos y amigas soy El Negro.

Este relato cuenta la historia de una de las nuevas familias modernas, las denominadas “integradas”. La relación de Renata y Lucho y la intervención de Berta (madre de Renata y pareja de Raúl, el padre de Lucho).

Pasaron siete días a puro sexo entre Renata y Lucho, ambos estudiaban por la mañana, hacían ejercicios físicos por la tarde y después de la cena, ocupaban la cama de sus padres para tener actividad sexual, intensa y tradicional, se duchaban juntos, se mimaban y acariciaban para volver al lecho y descansar hasta la mañana siguiente. Una rutina que los colmaba a ambos.

Durante las video llamadas con Berta y Raúl trataban de guardar la compostura, pero apenas se cortaba la llamada volvían a las andadas.

El 20 de Abril, durante la comunicación les llamó la atención que Raúl no estuviese visible. “Anoche tuvo una crisis respiratoria y hubo que internarlo” contó Berta, “Está muy bien controlado, pero deberá permanecer al menos una semana en el hospital. Teníamos cupo de retorno para el 25, pero será difícil que suceda. Estoy tramitando el poder quedarme con él, pero será muy complicado que pueda hacerlo. Si me quedo, pasamos al final de la lista, hasta fines de Mayo” explicó Berta.

Lucho llevó las manos a su cara para ocultar las lágrimas, sentía impotencia al no poder acompañar a su padre. Renata lo abrazó y depositó un beso en su cabeza, trató de quitarle las manos del rostro, pero no lo logró. Habían olvidado que Berta los observaba y escuchaba. “Tranquilo amor, es solo por tranquilidad la internación, va a reponerse” dijo Renata mientras lo acariciaba con ternura.

Berta no daba fe de lo que estaba viendo y escuchando, sus sospechas se iban confirmando de manera plena. Vio a Lucho ponerse de pie y salir de la imagen, quedando a solas con su hija.

Berta: Renata ¿qué está pasando entre ustedes?

En ese momento Renata reaccionó a lo que había hecho de manera instintiva, se puso coloradísima y no tuvo más remedio que enfrentar la situación.

Renata: mamá jamás hemos tenido secretos entre nosotras, hay algo que debo contarte.

Tomó aire, coraje y con toda la calma que podía, relató lo sucedido desde que quedaron los dos solos en la casa. “Sé que podés tomarlo a mal, pero la situación nos sobrepasó, las necesidades nos desbordaron y casi sin querer nos fuimos enredando. Lucho me hace muy feliz, me satisface completamente, pero hemos convenido que será solo físico, sin que pase a más” confesó.

Berta no salía de su estupor, dos jóvenes que casi no se toleraban, eran amantes producto de la situación y el encierro. Dudó unos minutos y volvió a tomar la palabra. “Rena, esto no es correcto son hermanos. Entiendo la situación, pero no es correcto”.

Renata: te equivocás mamá, es el hijo de tu pareja, no mi hermano, además es solo sexo: pleno, muy satisfactorio y eso evitó que escape de la casa en busca de calmar mi ansiedad.

Berta: ¿tan así?

Renata: no imaginás la delicadeza y la dulzura que tiene conmigo. Ojalá me enamorase de él.

Berta: debería hablar con él y tratar de entender cómo llegaron a esto.

Renata: dejá a la psicóloga de lado, es una relación entre dos jóvenes, como las que tuve anteriormente, solo que vivimos juntos y es el hijo de tu pareja.

Berta quedó en blanco, no sabía que responder. Solo atinó a saludar a su hija y cortar la llamada. Su cabeza era una revolución: Raúl internado, ella sola en el hotel, la embajada presionando por el retorno al país y su hija confirmando que era amante de su hijastro. Demasiadas cosas para una noche. Pidió que le acercaran a la habitación una botella de whisky, la que recibió y prontamente destapó para servirse un vaso que apuró rápidamente. Las palabras de Renata retumbaban en su cabeza, la presión de la situación con Raúl y a ello debía sumar que debido a la debilidad de su pareja había una abstinencia de sexo importante que creaba un coctel explosivo. Lo que debió ser un viaje de luna de miel se había vuelto una tortura. Tras un segundo vaso apurado, sintió que su cuerpo decía basta. Caminó a la cama, se quitó la ropa y sin dudarlo, se recostó.

Apenas duró instantes despierta, el alcohol la venció, pero las palabras de Renata la llevaron a una serie de sueños y pesadillas: se veía en la puerta de la habitación matrimonial, observando cómo su hija y Lucho tenían sexo de manera descontrolada, la oía gemir, gozar y a él moviéndose sobre su hija, penetrándola salvajemente. Se despertó sobresaltada, y notó que su almeja había despachado flujos espesos que empapaban su tanga, instintivamente bajó su mano derecha a la zona y se masturbó furiosamente mientras la mano izquierda pellizcaba sus pezones hasta llevarla a un orgasmo brutal, ahogó un grito mordiendo la almohada.

Brotaron lágrimas de sus ojos, no podía comprender como ese sueño la llevó a esa situación. Trató de dormirse nuevamente, pero la pesadilla volvió a su mente: ahora se veía ella como partícipe del acto sexual, pero no era Raúl quien le proporcionaba placer sino Lucho que la montaba y la penetraba con vehemencia hasta hacerla acabar. El estallido de él en su interior la hizo despertar, volvió a bajar la mano a su entrepierna y notó como los flujos corrían otra vez por sus piernas como ríos desbordados.

Se levantó rápidamente de la cama, corrió al baño y se duchó furiosamente como si ello le ayudase a borrar sus pesadillas además de quitarse los vestigios de los orgasmos que tuvo. Un vaso más de alcohol y al fin pudo dormirse.

En la mañana, se comunicó con el hospital donde estaba internado Raúl. Recibió el informe médico satisfactorio y pudo hablar con él, se lo notaba muy mejorado. “La empresa contrató un grupo médico para los controles y supervisión, no dejes la oportunidad de volver a casa, con los chicos” le pidió casi como un ruego. “Voy a estar bien y en unos 15 días vuelvo a casa. Andá tranquila”, ella quiso negarse pero el insistió hasta que logró convencerla. “Solo te pido un favor, mañana me pasan a sala privada, vení a despedirte”, ella derramó una lagrimas ante el pedido y se comprometió a ir.

Se tomó el día para asegurar su partida en la noche siguiente desde Barajas. Confirmó el horario de partida del vuelo, se sometió a los controles médicos de rigor que le permitirían volver al país y una vez superados fue al hospital a ver a Raúl.

Se presentó en la sala de admisión, le ordenaron cambiar sus ropas por vestimenta esterilizada: una bata blanca, calzado de quirófano y su ropa interior era todo cuanto podía vestir. Al golpear la puerta, salió del interior una joven rubia con indumentaria similar a la suya, le sonrió y le indicó que solo disponía de 40 minutos para permanecer en el lugar. Entró rápidamente y vio a su pareja en la cama, de buen semblante y animado. Casi se abalanzó sobre él y lo besó efusivamente. Raúl se sorprendió de tanta intensidad, y trató de responderle de igual manera, extendió una mano desde el interior de la cama y la depositó en la entrepierna de Berta, que le entregó camino libre para acariciarla íntimamente.

Raúl: amor, quise darte más atención pero esta maldita enfermedad no me dejó.

Berta: no hables, méteme los dedos adentro, necesito calmar mi ansiedad.

Apartó la tela de la tanga y metió los dedos dentro de la vagina de su pareja, la masturbó como pudo hasta que su mano se llenó de esos flujos que tantas veces había bebido en diversos hoteles en sus escapadas.

Berta ahogó los gemidos hundiendo la cabeza en la almohada y escurrió su mano bajo las sabanas buscando la verga de él que no reaccionaba producto de los calmantes y medicación. Sintió algo de frustración por no poder devolver la gentileza, pero comprendió la situación. Tan pronto como llegó al orgasmo se quitó la tanga con su aroma y se la dejó bajo la almohada, para que la recordase hasta que volvieran a estar juntos, recompuso sus ropas, habló con él hasta que la rubia volvió a ingresar indicándole que el tiempo había concluido.

“Esté usted tranquila señora, lo deja en buenas manos. Lo cuidaré hasta el alta” dijo la rubia mientras Berta se despedía de Raúl.

Pasó nuevamente por el cambiador, tomó una tanga de repuesto que llevaba en su cartera, se la colocó y volvió a vestirse con sus ropas de calle. Pasó por la oficina de los médicos para recibir el último parte y se retiró rumbo al hotel en busca de su equipaje para ir luego al aeropuerto a abordar su vuelo.

En Buenos Aires, las cosas seguían con el ritmo habitual. A diferencia de otros días, ese lunes Renata le pidió a Lucho compartir una sobremesa tras el almuerzo, con un café y dispuestos a una charla especial.

Lucho: ¿qué pasa Rena? Estás inquieta

Renata: debo confesarte algo

Lucho: no te hagas la misteriosa, larga el rollo

Renata: prométeme que vas a escucharme sin reproches

Lucho: dale, habla tranquila

Renata: antes de ayer, cuando Berta nos contó lo de Raúl, vos te fuiste a la habitación y nosotras seguimos hablando

Lucho: si ¿y?

Ella tragó saliva y se despachó sin reparos. “Ya sabe de nosotros, me pisé en algunas actitudes ese día y no pude ocultarlo más, le conté todo con lujo de detalles”. Él la miró incrédulo “¿Todo?” murmuró, “Sí absolutamente todo, lo que hacemos, lo que siento y lo bien que me hace ser tu amante”.

Lucho no daba fe a lo que oía, Renata se explayaba totalmente en su explicación. “Es más, le confirmé que mientras esto siga así, seguiremos juntos” remató. Se puso de pie, se acercó a él y sin dudar un segundo lo besó en los labios y bajó su mano rumbo a su verga, que masajeó vigorosamente. “Vamos a la cama, quiero pasar toda la tarde cogiendo con vos” y lo tomó de la mano casi arrastrándolo a la habitación. Se sacó la ropa rápidamente y se tendió de piernas abiertas, invitándolo a acompañarla. “Estas loca Rena” dijo él, “Si loca por tener sexo con vos” respondió mientras golpeaba el colchón con la palma de la mano. Él dudó unos minutos pero la atracción que sentía por ella era superior, se desnudó y saltó a la cama. La abrazó, la besó,quiso ser dominante pero ella no lo dejó, lo hizo girar y lo montó. “Voy a cogerte como nunca, te pienso exprimir los huevos hasta dejarlos secos” dijo mientras se sentaba sobre él y se enterraba la verga a fondo, para luego cabalgarlo de manera desenfrenada. Fueron 10 minutos de furia sexual, que terminaron en un orgasmo bestial de ella en medio de un grito de placer infinito. Se apoyó en su pecho y sin dejarlo salir, se movía lentamente como si estuviese reponiendo energías para una nueva batalla.

La tarde fue muy intensa, ella sobre él, él sobre ella y finalmente ella en cuatro patas recibiendo las embestidas desde atrás. Cuando ésta última sesión estaba por concluir, el sintió el deseo de algo más y dejando caer saliva en el agujero del culo de Rena, le metió un dedo en el apretado orificio: ella tuvo un espasmo al sentir como se hundía el dedo en su interior, pero no lo rechazó, apretó al máximo el esfínter y lo retuvo dentro mientras llegaba a un último orgasmo feroz. Cayó rendida en la cama y él sobre ella.

“¿Querés mi culito? Todavía no, es virgen y necesitará trabajo, hoy no es el momento” dijo ella entre quejidos de dolor y placer.

Se durmieron desnudos, después de una tarde agotadora.

Un ruido en la puerta de ingreso despertó a Renata, el peso del cuerpo de Lucho cruzado sobre ella le impidió levantarse rápidamente, cuando pudo liberarse giró su cabeza y vio a Berta parada junto a la puerta, observándolos desnudos en su cama y con rastros de la batalla de la tarde anterior en las sábanas y con un inconfundible olor a sexo en la habitación.

Berta: buenos días, espero no haber interrumpido nada

Renata: mamá, no sabía que llegabas hoy

Le aplicó un codazo en las costillas a Lucho, que con un quejido se despertó y miró hacia la puerta.

Lucho: Hola Berta

Berta: voy a la cocina, báñense, vístanse y después de sacar las sábanas a lavar, los espero allá.

Giró sobre sus talones y salió rumbo a la cocina. La imagen de su hija desnuda, embadurnada en semen, Lucho igualmente desnudo y con una erección matutina importante, la perturbó.

Los amantes se sonrieron, se besaron y a punto estuvieron de tener un encuentro fugaz, pero desistieron por temor a ser interrumpidos si demoraban en llegar a la cocina. Cumplieron con lo pedido y juntos ingresaron al lugar, Renata dio un beso a su madre y se sentó frente a ella, en tanto Lucho lo hizo al lado de Renata.

Berta bebía un café, su rostro denotaba cansancio. Inició lo que debía ser una charla que transformó en monólogo: primero les informó de la salud de Raúl, su estado clínico y las sugerencias de los médicos españoles que lo estaban tratando, incluyendo un posible traslado a otra ciudad donde el aire fuera más puro y colaborase con la recuperación. Luego pasó a lo ocurrido entre ellos, se tomaría el tiempo necesario para analizarlo y si bien comprendía la situación, no la consideraba adecuada; les aseguró que Raúl desconocía la relación entre ambos porque no quiso agregar una preocupación más a su salud. Finalmente, comentó que tomaría el resto del día para descansar y liberarse del cansancio y la tensión, pero pretendía que durante ese tiempo no hubiese “motivos” que interrumpieran el descanso. “Creo haber sido clara y bastante comprensiva, cada cual en su habitación”.

Dicho esto, se puso de pie y abandonó la cocina rumbo a su cuarto. Desarmó la valija en la cama, guardo las prendas que estaban limpias y tomó el resto, junto con un camisón y se dirigió al baño. Al colocar la ropa sucia en el cesto, observó las sábanas que habían estado en su cama durante la noche, notó las manchas y en un acto irracional las acercó a su rostro: aspiró fuertemente y el perfume invadió todos sus sentidos. Bajo la ducha reparadora, volvió a masturbarse, de manera más delicada y profunda, llegando a un orgasmo intenso.

Completó la higiene y cerró el grifo, abrió la puerta divisoria de la ducha. Recién en ese momento se dio cuenta que había dejado la puerta del baño abierta y seguramente Renata y Lucho habían escuchado sus gemidos si habían ido a sus habitaciones. Se metió rápido a su pieza, cerró la puerta, se vistió y se acostó. Durmió de corrido hasta el día siguiente, ayudada por un sedante suave.

Abrió los ojos pesadamente, se vistió con ropas livianas y caminó rumbo a la cocina. Allí encontró a Renata que desayunaba sola.

Berta: buenos días hija.

Renata: Hola mamá.

Berta se sirvió un café y se sentó junto a su hija. Bebió el primer sorbo, dejó la taza en la mesa y miró a Renata. “Hija, necesito hablar a solas con Lucho y saber qué piensa de la relación de ambos” dijo mientras tomaba una de las galletitas del plato. “Mamá, será complicado, no se puede abandonar la casa” respondió la hija. Tras otro sorbo de café, Berta volvió a tomar la palabra: “Hablaré con tu padre para que te aloje unos días, así será intensiva la charla. Bien sabés que los recién llegados debemos cumplir un período de encierro, lo aprovecharé.”

Renata no estaba muy de acuerdo pero le pareció lógico, tomó el celular y lo llamó, arreglaron para esa misma tarde y por cinco días para salida.

Fue a su habitación, acomodó algunas ropas en un bolso. Pasó por la habitación de Lucho, que estaba estudiando, le explicó la situación y aprovecharon unos minutos para tener una despedida acorde: se masturbaron mutuamente y tras besarse, salió rumbo al acceso de la casa. Sonó el timbre, Berta abrió la puerta y vio a su ex marido, rápidamente dio detalles del aislamiento y ambos partieron.

Ya a solas, Berta llamó a Lucho al living y se sentaron frente a frente. “Necesito, como madre y profesional, entender la relación tuya con Renata” dijo Berta. “Todo empezó como un juego de bromas, luego de manos y finalmente no resistimos la tentación” comentó Lucho.

Berta: podrían haber recurrido a otras maneras de satisfacerse o calmar la ansiedad, masturbación por ejemplo.

Lucho: ¿cómo la tuya ayer en la ducha?

Ella quedó pálida y muda, él la había escuchado o lo que es peor, haberla visto.

Berta: ¿cómo se te ocurre decirme eso?

Lucho: vamos Berta, somos grandes. ¿No pudiste resistirte?

Berta: no pienso responder a eso.

Lucho se puso de pie y se dirigió a la cocina, antes de salir le dejó un comentario que la inquietó “El encierro, las emociones y las necesidades son difíciles de controlar”. Tomó una botella de agua de la heladera y se retiró a la habitación.

Berta pasó buena parte de la tarde sentada en el living, reflexionando en los dichos de Lucho. Se había masturbado 3 veces en dos días, más la vez que Raúl lo hizo en el hospital. Eso no era normal en ella, pero evidentemente algo de razón había en el pensamiento del joven.

El resto del día transcurrió normalmente, Lucho estudiaba y Berta buscaba información y consultaba a colegas sobre situaciones de encierro. Llegó la noche, cenaron y se volvieron a sus habitaciones.

Cerca de la medianoche, Berta escuchó que Lucho hablaba con Renata por celular, sigilosamente se acercó a la puerta y sin que él la viera, trató de observar y escuchar la charla: era de alto contenido sexual, seguramente una video llamada donde ambos estaban teniendo sexo virtual.

El voltaje de la llamada era altísimo, su hija pedía que él le mostrara cómo se pajeaba y le retribuía las imágenes con las suyas. Eran dos animales en celo, terminaron casi al unísono y segundos después cortaron la llamada. Lucho se puso de pie para ir al baño y Berta se escabulló a su habitación.

Cuando el silencio se apoderó de la casa, ella fue al baño y vio el bóxer de él impregnado en semen sobre el cesto de la ropa. Estuvo tentada de agarrarlo, pero algo la detuvo, quizá pudor. Volvió a su habitación y volvió a acostarse, el calor era intenso, por lo que solo quedó en ropa interior sobre las sábanas. Se durmió profundamente, tanto que se despertó sobresaltada la mañana siguiente.

Tal como estaba, se levantó y se encaminó al baño. Al pasar por la habitación de Lucho, lo observo dormido, casi tan desnudo como ella y con una erección matutina importante. Ahora era ella quien se sentía inquieta por la presencia de él y por lo que acababa de ver.

Estaba aseándose, cuando Lucho entró al baño (esa maldita costumbre de no cerrar la puerta). “Buenos días Berta, necesito el baño urgente” dijo mientras trataba de disimular la erección. Le dedicó una mirada exploratoria intensa: la pareja de su padre tenía buenas formas, se la veía tonificada, firme, de piernas fuertes, abdomen bastante plano y pechos medianos coronados por pezones puntiagudos.

Al salir, Berta lo rozó accidentalmente, haciendo que su culo entrara en contacto con el pene erguido. Lucho suspiró, cerró la puerta y como pudo bajo el bóxer liberando la verga erecta.

Berta estaba confundida. El amante de su hija había rozado su culo, la verga del joven la atraía pero era hijo de su pareja… Se puso una camiseta larga y lo esperó a Lucho en el living, retomaron la charla del día anterior pero ya las preguntas eran mucho más directas y trataban sobre las relaciones que mantenía con su hija, quería definir si era solo sexo o si estaba naciendo algún otro sentimiento.

Lucho: Berta, es solo sexo, no busques nada más

Berta: ¿sabés si ella piensa lo mismo?

Lucho: creo que sí, al menos eso me dijo.

Berta: entonces, si el encierro hubiese sido entre nosotros ¿hubieses hecho lo mismo? ¿Aun siendo la pareja de tu padre?

Lucho rió de buena gana ante la pregunta de Berta, no creía que una psicóloga tuviese esas inquietudes. “Sería difícil que sucediese, aunque nada puede descartarse” le respondió sarcásticamente.

Esas respuestas la enervaban, pero él estaba siendo absolutamente franco. La charla se extendió por casi dos horas, en las que ambos cambiaban de posición buscando comodidad, pero ella no se dio cuenta que había dejado las piernas demasiado abiertas y le mostraba hasta el nacimiento de su ingle. Los ojos del joven oscilaban entre las piernas, los pechos y los ojos. Para cuando ella lo notó, ya había un bulto algo prominente en el short de él. Se ruborizó, trató de ocultar su ropa interior, pero él ya había disfrutado del paisaje. El sonido del celular de Lucho cortó el momento. Era Renata, hizo una seña de silencio y respondió la llamada que se extendió por unos 10 minutos. Berta aprovechó el momento y se fue a su cuarto. Lo había estado provocando inconscientemente y él había respondido a la provocación.

Tras el almuerzo, ella fue a su cuarto para dormir una pequeña siesta, encendió el ventilador y se tendió en la cama. Habría pasado una hora cuando él golpeó el marco de la puerta de la habitación.

“Perdón Berta ¿puedo pasar?” dijo mientras asomaba en el cuarto, “Sí, pasá” respondió ella. Se sentó a su lado y no dudó en contarle que desde que ambas vivían con él y su padre sentía inquietud por la presencia de ellas y que las costumbres que tenían lo habían molestado un poco pero que ver cuerpos de mujer con tan escasas de ropas era para él algo chocante, agradable, pero chocante.

Ella lo escuchaba con detenimiento y analizaba las confesiones del joven, sin tomar en cuenta que en ese mismo momento la escases de ropa se repetía. “Te digo algo más, realmente envidié a mi padre cuando los sentía tener sexo, me enojaba y me excitaba por igual”.

“Lucho, podría ser tu madre…” dijo ella, “Lo sé, pero hasta ese momento mis relaciones sexuales estaban dominadas por una mujer mayor que vos, colega de mi padre” se sinceró. “¿Me estás diciendo que te atraen las mujeres maduras?” preguntó Berta, “definitivamente, aunque con tu hija he logrado una satisfacción increíble” remató Lucho.

La charla estaba al límite de la transgresión, la tensión en la habitación era importante, ella se sentó en la cama y quedó a escasos centímetros de Lucho y él podía sentir la respiración de ella, algo intensa. Tuvo un segundo de duda, pero se decidió y se lanzó a besarla, ella se sorprendió por el hecho pero no tuvo tiempo de retroceder. La tomó en sus brazos y con la sorpresa como aliada, metió su lengua en la boca de Berta, que en un intento de detenerlo abrió sus labios, dándole el espacio suficiente para que recorriera su boca, las manos de él fueron directo a los pechos, amasándolos y presionando los pezones. Allí cayó una de las últimas barreras de Berta. Se entregó al beso y correspondió a la invasión de la lengua de él, sintió cierto placer mientras el magreaba sus tetas de manera intensa, estaba perdida por el deseo cuando sintió como una de las manos del joven bajaba por su vientre hasta instalarse entre sus piernas. Sólo reaccionó cuando un dedo explorador trazaba una separación entre sus labios vaginales por sobre la tela de la tanga. Se separó de él con cara de asombro, sin emitir palabra alguna, con su sexo ardiendo de deseo y su cerebro tratando de dominar sus sensaciones.

Berta: Lucho estás loco, ¿cómo se te ocurre hacerme esto?

Lucho: me excitas mucho y desde que tengo sexo con Rena, no paro de tener erecciones y querer más y más.

Berta: soy la pareja de tu padre

Lucho: sos mujer, muy atractiva y según veo necesitada, tanto como yo.

Le señaló la puerta y casi al borde del llanto le ordenó que saliera inmediatamente de allí.

Él se puso de pie y salió sin emitir palabra alguna. Ella no sabía por qué había accedido y muchos menos por qué había correspondido al muchacho, se puso de pie y cerró la puerta, incluso con llave desde el interior, no fuera el a regresar.

Volvió a la cama, se sentó a los pies de la misma, quiso alinear sus ropas y notó como se había mojado su tanga: había una mancha evidente.

El resto de la tarde pasó sin novedades, al anochecer fue a la cocina, tomó algunas cosas de la heladera y volvió a su habitación. Al pasar frente al cuarto de él, lo vio acariciándose la verga por sobre el bóxer mientras observaba un video en su notebook que supuso era pornográfico.

El silencio dominaba la casa y las sombras de la noche se filtraban por la ventana entreabierta. Lo escuchó ir a la cocina, hubo ruidos de platos y vasos, seguramente estaba cenando, luego apagó las luces y volvió a su habitación. Cerca de la medianoche, salió de su encierro para ir al baño y darse una ducha, tomó la precaución de cerrar apropiadamente la puerta, abrió el grifo y dejó que agua caliente recorriera su cuerpo.

Mientras se duchaba, seguía rondando en su cabeza lo ocurrido en la tarde, necesitaba aclarar lo ocurrido para cerrar el círculo. Se secó y se vistió con un conjunto de ropa interior y un camisón veraniego. Se aproximó a la puerta de la habitación de Lucho, escuchó que él permanecía despierto frente al ordenador, golpeó la puerta y esperó la respuesta desde el interior.

“Pasá Berta, está abierto” se escuchó la voz del joven. Ingresó al mismo momento en que el giraba la butaca para enfrentarla.

Berta: Lucho, entiendo lo sucedido hoy, pero creo que estas muy confundido

Lucho: explicate

“Esta situación de encierro puede aumentar sensaciones, deseos y liberar ciertas conductas” dijo valiéndose de sus conocimientos como psicóloga. “Imaginate si lo ocurrido llegase a oídos de tu padre o de Renata, ¿cómo crees que reaccionarían?” continuó con su exposición. “eso sería causal de separación con Raúl y conflicto muy serio con mi hija” concluyó.

Lucho: no niego que tengas razón, pero ¿decime si no lo disfrutaste?

Berta: no puedo responder a eso, solo sé que no puede ni debe volver a ocurrir y trabajaremos sobre eso.

Se aproximó a él y deteniéndose muy cerca, repitió “Nunca más”.

Lucho se puso de pie, redujo a nada la distancia entre ambos y la abrazó, apoyando la cabeza en su hombro, ella aceptó el abrazo como una muestra de afecto y comprensión. Pasó su mano por la cabeza de él y acarició sus cabellos, el retribuyó la muestra con un beso suave en el cuello.

Se miraron a los ojos, ambos emocionados, y casi sin querer, se fundieron en un beso profundo. Ella aceptó el momento y él la abrazó con fuerza, atrayéndola a su cuerpo, haciendo que notase su excitación, sin despegarse, comenzaron a prodigarse caricias, ella por los cabellos de él y él recorriendo la espalda desde el cuello al nacimiento de la curva de su cola. Con mínimo esfuerzo, levantó la suave tela del camisón y apretó firmemente los cachetes del culo de ella, pegándola en su máxima expresión. Ella sentía como la verga de él rozaba su vientre y empezaba a humedecer el bóxer con los movimientos de ambos.

Así en la penumbra que proyectaba la pantalla del ordenador, siguieron con caricias, besos y arrumacos. Ella no se resistía, es más, ya estaba excitándose demasiado, se estaba entregando al momento. Él la levantó en vilo hasta que su verga rozaba su vagina, ella puso sus piernas alrededor de la cintura de él, se despegó unos segundos de sus labios y musitó “No sigas o no podré resistir”. Contrariamente al pedido, caminó con ella cargada hasta llegar a la pared, donde la afirmó de espaldas, movió sus manos hasta tirar del elástico de la tanga para desplazarla y dejar al aire su vagina caliente y mojadísima. Hizo un movimiento para levantarla unos centímetros más y cuando comenzó a bajarla, le demostró que ya el bóxer estaba había descendido y la verga estaba libre, a punto de entrar en ella sólo necesitaba un movimiento más. “Aquí no, así no, vamos a mi cama” dijo ella ya resignada y entregada al deseo.

Sin bajarla, eludió la puerta de su habitación y sin dejar de besarla, se encaminó hacia el cuarto de ella. Entraron chocando con el marco de la puerta, y trastabillando llegaron al borde de la cama.

Ella bajó sus piernas, se sentó en la cama y bajó el bóxer de él, para arrojarlo a un costado. Luego se tendió en el lecho y dejando sus piernas en el borde del mismo le permitió sacarle la tanga, levantado el trasero. Él se arrodilló entre sus piernas y comenzó una comida de labios vaginales, hundiendo la lengua en la raja de la concha, chupando intensamente el clítoris que ya se notaba abultado. Los gemidos de Berta eran intensos ante cada recorrida de la lengua, los flujos eran un torrente de lava, ella llevó sus manos a los pechos y comenzó a masajearlos, pellizcando los pezones hasta el borde del dolor.

“¡¡¡Cuánta razón tiene Renata, sos un experto en el sexo, qué placer!!!” gritaba mientras resistía a un orgasmo que avanzaba desbocadamente.

Cerró las piernas, oprimiéndolo para que no dejara de comerle la concha mientras acababa escandalosamente con un grito que retumbó en la habitación, la concha le palpitaba violentamente. Aflojó la presión de sus piernas y él aprovechó el momento para enterrarle la verga a fondo, montándola, con las manos afirmadas en el colchón. Comenzó a bombear dentro de ella que no paraba de gemir y gritar, hasta regarla completamente de leche caliente. Él podía sentir las contracciones de los músculos vaginales, exprimiéndole cada milímetro de semen.

Cuando ambos se detuvieron, se miraron y ella comenzó a sollozar. “Esto es una locura, primero mi hija y ahora yo, ¿qué voy a decirle?” dejó escapar de sus labios. “Absolutamente nada, será nuestro secreto y aquí estaré cuando me necesites” respondió el.

“Si esto será así, quiero que esta noche hagas conmigo lo que quieras, pero solo por hoy, no habrá otra vez” dijo ella entre lágrimas.

Lentamente, la desnudó por completo, la hizo girar y colocarse con el culo en pompa. Le ayudó a flexionar las rodillas y ubicándose tras ella, comenzó a restregarle la punta de la verga por toda la raja, valiéndose de los jugos de ambos para lubricarla: apuntó la verga al centro de la vagina y la empotró. La dejó metida bien a fondo, por un momento y segundos después comenzó a moverse atrás y adelante, penetrando tan profundo como le era posible. Ella acompañaba cada embestida con un gemido, hasta que hubo recuperado energía y se acopló a los movimientos en busca de un segundo orgasmo que se hacía rogar. “Me cuesta llegar de nuevo” le dijo y él recurrió a la misma estrategia utilizada con Renata, dejó caer saliva en el agujero del culo y lentamente fue metiendo el dedo mayor.

“¡¡AHHHH, mojalo más que me duele!!” gritó, pero no pidió que lo sacara. Volvió a descargar saliva en el culo, movió el dedo, humedeciéndolo. “Si así, ya viene, no pares, no lo saques” agradeció mientras las descargas eran intensas. El segundo orgasmo fue desfasado, ella primero y segundos después él.

La sacó y se tendió a su lado, mientras ella bajaba las rodillas y se quedaba inmóvil en la cama.

La noche era única, o al menos eso creían…

Espero sus comentarios, y más que nada sus opiniones…

Saludos,

Alejo Sallago – alejo_sallago@yahoo.com.ar