Buenas noches, mi nombre es Alejo y para mis amigos y amigas soy El Negro.
Este relato cuenta la historia de una de las nuevas familias modernas, las denominadas “integradas”.
Con 45 años, Raúl, abogado de profesión, decidió volver a unirse a una mujer luego de una pareja que atravesó buenas, malas y muy malas. Con él, se incorporó a nuevo grupo familiar Lucho, hijo del matrimonio anterior. Con 20 años recién cumplidos, cursando una carrera universitaria, Lucho es un muchacho común de los tantos que podemos cruzarnos en la calle: no resalta por su físico aunque hace deportes, lleva el cabello castaño relativamente corto, suele vestirse de manera informal y está habituado a convivir con su padre únicamente.
Berta es una mujer de 40 años, físico cuidado, aunque no exuberante, cabello rubio de peluquería tipo melena, psicóloga de profesión y con una hija de 18 años, Renata. Ambas practican fitness, y provienen de una típica pareja donde el ex de Berta no pudo o no supo cómo manejarse ante mujeres más interesadas en sí mismas que en el grupo familiar.
Corría el mes de Agosto de 2019, cuando durante una cena en un costoso restaurant, Berta y Raúl informaron a sus respectivos hijos que se mudarían a una casa todos juntos. La expresión de los jóvenes no fue de sorpresa, pero sí de asombro. En ese momento supieron que la pareja llevaba casi 4 años saliendo, cuando ellos creían que era solo un año.
Tener que compartir espacios suponía perder buena parte de la intimidad y privilegios que ambos tenían. Renata estaba acostumbrada a pasar casi todo el día en ropa interior, al igual que su madre: solo vestían otras prendas cuando sabían que tendrían visitas o salían a sus actividades. Tenían piezas independientes, aunque las puertas difícilmente se cerraban, al igual que el baño cuando tomaban duchas: era normal que se envolviesen en una toalla para ir del baño a sus habitaciones para mudarse de ropas.
Lucho y Raúl eran más reservados, ya que una señora venía tres veces a la semana a hacer el aseo, tenían como costumbre ordenar cada uno sus cosas y cuando estaban solos, vestían ropas informales y conjuntos deportivos (shorts y remeras).
Los primeros días fueron algo caóticos, compatibilizar costumbres no fue nada sencillo, pero a su vez otorgaba a los varones visiones a las que no estaban acostumbrados: ropa interior femenina en los tendales (algunas muy breves), pasar frente al baño y ver a ambas mujeres casi desnudas. Eso despertó curiosidad en Lucho, quien empezó a verlas con otros ojos y resultaba sencillo que se empalmara con frecuencia. En más de una oportunidad, en la soledad de su cuarto recurrió a la masturbación para bajar la excitación. Tanto Berta como Renata lo inquietaban demasiado. Él trataba de evitar por todos los medios de quedar a solas con ellas, ya que las mujeres seguían manteniendo algunas de sus costumbres habituales.
Raúl lo notó y decidió hablar con Berta, para que modificaran sus hábitos y así se evitaran problemas “Son años de estar solas, no será sencillo pero lo hablaré con Rena” dijo Berta suponiendo que sólo la presencia de su hija inquietaba a Lucho.
El verano fue una etapa a superar: calor y escasas prendas, algunas más que atrevidas. Sumado a ello, le surgió a Raúl un viaje laboral para la segunda semana de Marzo de 2020 al exterior por lo que estaría fuera por al menos 15 días. Aprovechó la situación para proponerle a Berta que lo acompañase así tendrían su postergado viaje de bodas, invitación que fue aceptada de buen grado.
Lucho estaba complicado, dos semanas a solas con Renata, que se mostraba algo molesta por tener que quedarse en casa cuando siempre había viajado con su madre.
Llegada la fecha de partida, acompañaron a Raúl y Berta al aeropuerto para despedirlos. Ya había rumores de la presencia del Coronavirus pero eso no impidió que ambos partieran rumbo a Madrid.
“Por favor, compórtense como adultos que son, mantengan la casa en orden y no dejen sus obligaciones. Serán solo dos semanas, una buena prueba para ambos” dijo Berta al despedirse. “Nos mantendremos en contacto a diario, traten de no discutir por pavadas. Los quiero” fueron las palabras de Raúl antes de dirigirse a la sala de embarque.
Los rumores de cuarentena se hacían cada vez más fuerte en Argentina y las familias hacían lo imposible por equiparse con comestibles y artículos de primera necesidad ante los rumores cada vez más intensos.
Renata no daba fe a los noticieros y creía que era un tema más de los servicios informativos que una realidad. Seguía con sus salidas habituales, las juntadas con compañeras de escuela y sus amigos, concurría a diario al gimnasio, sin tomar precauciones.
El 20 de Marzo del 2020, los encontró a ambos solos en la casa familiar, con Raúl y Berta varados en Madrid.
En un primer momento, ambos supusieron que serían solo unos días, pero las noticias no eran las mejores: el encierro sería prolongado, no se sabía cuándo podrían regresar sus padres del exterior. Las llamadas telefónicas se multiplicaban a diario y había poco por hacer encerrados en la casa.
Fue un sábado por la tarde en que realizaron una video llamada grupal y ello provocó angustia en todos los integrantes de la familia. La formación de Berta ayudaba a sobrellevar el momento en la casa y las llamadas eran sesiones de terapia para los todos los integrantes de la familia.
Renata seguía una rutina de entrenamiento en el comedor (espacio mayor de la casa), pero el calor y su vestimenta era una tortura para Lucho: mallas apretadas, muy ajustadas a su cuerpo, sudor que marcaba sus curvas, posiciones sugerentes y la necesidad de desahogarse del joven eran un combo explosivo.
Era normal que él se encerrara mucho tiempo en su cuarto dedicando buena parte del tiempo al estudio y juegos en línea, y ello molestaba a Renata que se sentía sola y aburrida.
Una de las tantas tardes, no soportó más y golpeó a la puerta de la habitación de Lucho. “Tenemos que hablar, Lucho, la casa es un desastre, vamos a distribuir tareas”, dijo pidiéndole que la acompañase al living.
Cuando él entró, la encontró sentada en uno de los sillones, recién bañada, con el cabello húmedo y con una camisola rosa que traslucía la ausencia de brassier y apenas una tanga blanca debajo. La empalmada de Lucho fue automática y notoria, no sabía cómo disimularlo, apenas optó por colocarse un almohadón sobre sus piernas.
Renata: bien sabes que siempre dependimos de María (la empleada doméstica) para limpiar, lavar ropa y hacer la comida, pero ella no está y tenemos que hacer todo nosotros.
Lucho: cada cual tendrá que mantener su habitación en orden y nos turnaremos para cocinar y lavar lo que utilicemos.
Renata: no sé cocinar salvo cosas sencillas, que se van terminando.
Lucho: ok, yo cocino y vos lavas.
Renata: algo más, necesito que me acompañes un poco más, me dejas sola casi todo el día. Este encierro me vuelve loca.
Lucho: sabés que dedico muchas horas al estudio.
Renata: pero no todo el día, quédate más tiempo conmigo.
Llegaron a un acuerdo, él estudiaría por las mañanas, ella dormía hasta más tarde y luego se levantaba a cumplir su rutina de gimnasia diaria, llegado el mediodía se dirigían a la cocina y entre ambos preparaban el almuerzo. Renata acondicionó un sector de la galería del patio para sus rutinas, que daba justo al ventanal de la cocina. Lucho la observaba en detalle mientras preparaba la comida, más de una vez se quedó embobado con la plasticidad de ella y como se flexionaba, haciendo que sus mallas deportivas se incrustaran en su cola o que el brassier pareciera a punto de explotar cuando ampliaba la caja torácica con la inspiración, el físico de su medio hermana lo volvía loco y el encierro hacía el resto.
Renata notado como él la espiaba durante sus rutinas y a modo de seducción extendía en el tiempo las elongaciones para provocarlo. Sabía que cuando desaparecía de la ventana, seguramente se había ido al baño a encerrarse, y quien sabe, a descargarse.
Así transcurrían los días, ambos ya estaban necesitados de salir porque el encierro estaba despertando en ellos algo que no parecía correcto y a fuerza de ser honestos, las empalmadas de Lucho eran cada vez más frecuentes, difíciles de ocultar y Renata no le iba en zaga, se humedecía de verlo espiarla y por primera vez en algún tiempo debió recurrir a masturbarse bajo la ducha para calmar su ansiedad. Era sexualmente activa por naturaleza.
El 4 de Abril marcó un antes y un después en la relación de ambos. En la clásica videollamada con sus padres se enteraron que ellos habían sido aislados en un hotel de Madrid, debido a contagios masivos de Covid y difícilmente volverían en los plazos previstos, dependían de la embajada e integraban una lista de espera para ser trasladados. La noticia cayó como una bomba para ambos. “Lucho, habilité un monto mayor en tu extensión de tarjeta de crédito para la compra de lo que necesiten, úsala con moderación, no hagan locuras” dijo Raúl. “Rena, explicale a Lucho con detalles lo que necesitas para tu uso personal, no tiene experiencia en eso. Sabemos que solo uno puede salir de la casa y emitimos una autorización a su nombre” comentó Berta, antes de cortar la llamada.
Luego de finalizar la llamada, quedaron sentados uno junto al otro en el sillón del living, Renata angustiada y al borde del llanto, Lucho confundido y a la vez entendiendo que debía tomar las riendas del tema. Instintivamente, pasó su brazo por sobre el hombro de ella y la atrajo hacia él, la cobijó mientras ella descargaba su angustia con lágrimas sentidas. Así estuvieron por casi una hora, por primera vez se sentían hermanados, ella recibió aquel abrazo como un manto protector y se aferró a él para agradecer su actitud, sin palabras.
Ella se levantó del sillón y fue rumbo a su habitación, donde permaneció casi todo el día, en tanto él fue a la cocina y comenzó a organizar una lista de compras. Al atardecer, la lista estaba casi completa, solo faltaban las necesidades de Renata por lo que fue a la habitación a buscarla.
Lucho: Rena, vení a la cocina y terminamos la lista, mañana iré de compras.
“Me doy una ducha y voy” se la escuchó decir. “¿Te preparo un café?” consultó Lucho, “mejor un mate” le respondió.
Lucho caminó a su habitación, chequeó que no faltaran desodorante personal, crema de afeitar, filos y otros productos personales. Cuando salió de allí, pasó por el baño y sintió la ducha, algo lo impulsó a espiar dentro y por primera vez vio a Renata sin nada de ropa, con su figura ligeramente deformada por el vidrio que rodeaba la ducha. Se quedó unos segundos observándola, un cuerpo muy tonificado, de buenas formas que era recorrido por la esponja enjabonada y el agua que quitaba la espuma que la cubría por partes. Fue suficiente para empalmarse y que su cabeza volara de deseo. Cuando notó que ella cerraba el grifo, apuró el paso rumbo a la cocina.
Renata creyó ver la silueta de él en la puerta, pero descartó la idea, no sería capaz de llegar a ese extremo pero le provocó una sonrisa pensar que Lucho la espiaba. Se calzó un hilo dental bien pequeño, un short deportivo ajustado y un brassier deportivo por todo atuendo, quería confirmar que él se sentía atraído con su presencia y su físico. Se dirigió a la cocina y lo encontró acomodando el termo con agua caliente y ya había dispuesto el mate y algunas galletas sobre la mesa, junto a eso estaban la lista de compras y un bolígrafo para incorporar lo que faltaba. Se sentó en la mesada, dejó colgando sus piernas entreabiertas y apoyó sus manos en el borde, inclinándose un poco para que sus pechos resaltaran, tenía necesidad de quitarse la duda sobre él.
La vio en esa posición y tragó saliva, la entrepierna de Renata se marcaba de manera casi grotesca sin dejar mucho a la imaginación, los pechos entregaban un canal a la vista difícil de evitar y las gotas que caían de su cabello descansaban en la tela del brassier: una auténtica tentación.
Lucho: vení Rena, sentate acá y contame lo que necesitas.
Ella esbozó una sonrisa mientras bajaba de la mesada y se sentó a su lado, revisó la lista de compras y notó que era casi todo lo necesario.
Renata: solo faltan mis cositas por lo que veo.
Él asintió con la cabeza, tomó el bolígrafo y se dispuso a escribir lo que ella le indicara.
Renata: necesito toallas femeninas y protectores diarios, prestá mucha atención porque hay distintos talles y formatos, que ambos sean perfumados y tampones de tamaño medio. Ok?
Lucho: ¿cómo sé cuáles son los tamaños de las toallas y los protectores? ¿Algún perfume en particular?
Ella rió de buena gana, “No tonto, el empaque dice perfumadas no dice fragancias… el tamaño va de acuerdo a cuerpos y prendas que usas”
Lucho: señorita experta, diga lo necesario y listo.
Renata le mostró descaradamente su culo cubierto por el short: “¿qué tamaño me da señor observador?”, el vio como se perdía parte de la prenda entre los cachetes de culo y devolvió la chanza “Tragón importante”. ”Bien que te gusta el tragón ¿o crees que no me doy cuenta? Y no te olvides de incluir bandas depilatorias y cera depilatoria hipo alergénica”
“¿Todo eso necesitas? ¿No alcanza una sola cosa?” dijo Lucho con cara de sorpresa. “Claro nene, no se usa lo mismo en las piernas que en otras partes más delicadas, se nota que no lo usas” aclaró Renata.
Ambos rieron de la ocurrencia y tras una breve explicación completaron la lista. Sintieron que con las bromas había roto una barrera, pero todavía había límites que no cruzaban.
Renata: “¿qué cenamos?
Lucho: colita con vegetales
Renata: ¿seguimos de bromas?
Lucho: para nada. Dame una mano, pelame la batata y un par de zanahorias.
Renata: si claro… falta que me pidas que te muestre la manzana… ¿vos pones la banana para el postre? ¿Viene con cremita?
Aquí en Argentina, se le llama vulgarmente manzana al culo que tiene la forma más redondita y al finalizar tiene pequeños pelos que rodean la base (en este caso el ano). La banana y la cremita hacían obvia alusión al pene y el semen.
Las risas eran protagonistas del momento y las bromas abundaban. En un momento dado, Lucho debía ir al baño y al pasar detrás de Rena, le dio un cachetazo en la cola. “Bueno, bueno… pasá de nuevo nenito” dijo ella, “obvio que sí, cuando vuelva” le respondió él; “aquí estaré esperando” cerró Renata.
Ya no había dudas, el encierro y las necesidades y las hormonas de ambos estaban a flor de piel. Ella confirmó que no le era indiferente, más bien lo atraía y él ya no resistía el verla tan provocativa, se excitaba continuamente.
Estando en el baño, Lucho pensó en dar un paso más: se acarició la verga hasta darle un buen tamaño al llegar a la cocina, la aferraría por detrás y se la haría sentir, pero su idea se fue al diablo cuando entró y la vio apoyada en la mesada de frente a él, con las piernas ligeramente abiertas. La visión de la entrepierna de la mujer le provocó una sonrisa y al instante le surgió una nueva humorada. “Mañana almorzaremos risotto con almejas en su concha” disparó, ella fue rápida en la respuesta “Hay marea roja en estos días, prefiero una picada: chorizo casero, pepino en vinagre y una probadita de lengua” dijo viendo la erección de él.
Eso fue demasiado para Lucho, sintió que lo invitaba a ir por más pero no fue de palabra, pasó a los hechos. Se ubicó entre sus piernas, la atrajo tomándola por la cola, aproximó sus labios a los de ella y le depositó un beso corto. Renata se sorprendió, pero no retrocedió, lo aferró por la cintura y lo pegó a su cuerpo de tal modo que la verga rozaba la raja abierta de su concha. Respondió al beso con uno más intenso y aprovechó la cercanía para enredarlo con sus piernas.
Lucho: me tenés re caliente guachita
Renata: yo estoy recaliente pendejo, necesito sacarme las ganas
Lucho: sos mi hermana
Renata: soy la hija de tu madrastra, no tu hermana
Lucho: ¿qué esperamos entonces?
Renata: que me desnudes y me la metas.
Rápidamente Lucho le sacó el brassier y se prendió como desaforado a las tetas de Renata, las chupaba y mordía, primero una y luego la otra, ella se inclinaba hacia atrás para que él tuviese toda la comodidad al comérselas. Torpemente le bajó el short a él, le liberó la verga palpitante y se frotó más y más, empapando la malla con sus flujos y el líquido que brotaba de la verga. Él la levantó en andas y tironeando, dejó al descubierto una conchita rosada, apenas cubierta por vellos cortos, brillante de excitación. Trató de acomodarse para hacer resbalar la cabeza de la verga por la raja, pero algo le impedía penetrarla.
Renata: te dije que había marea roja, me estás hundiendo el Tampax más adentro.
Lucho: no seas yegua, déjame ponerla.
Renata: que hoy solo sea franeleos y roces, para mañana estará lista.
Eso no fue motivo para que ambos siguieran con los intentos, roces y manoseos, hasta que ambos acabaron: el la regó de leche y ella lo empapó en flujos. Ambos estaban agitados pero seguían con deseos de sexo, ella bajó de la mesada, se dio vuelta y le ofreció la raja abierta para que le frotara los labios vaginales con la verga, desde atrás. Él entendió la idea y se acomodó a sus espaldas para colocarla entre las piernas de ella y comenzó a moverse atrás y adelante, mientras ella jugaba con su clítoris en busca de un segundo orgasmo que demoró poco en llegar, el tardó algo más pero aprovecho la ubicación para derramarse en el culo de ella.
Se fueron juntos a la pieza de la pareja y tras una ducha conjunta se fueron a la cama, pasaron la noche entre besos y caricias, pero sin avanzar mucho más, se disfrutaron mutuamente y aplacaron sus necesidades entre masturbaciones y caricias muy íntimas, hasta dormirse.
El sonido del teléfono celular despertó a Renata, era la hora en que se comunicaban con Berta y Raúl. Se levantó rápidamente de la cama, se calzó una remera larga y fue a atender.
Berta: hola hermosa, ¿cómo estás?
Renata: bien Ma, me despertaste.
Berta: ¿tan tarde? Son las 14 horas allá.
Renata: si Ma, nos quedamos viendo unas pelis anoche y nos dormimos re tarde.
Berta: ¿y Lucho?
Renata: duerme Ma, te dije que me despertaste
La charla se extendió por casi 30 minutos, desde Madrid las noticias eran preocupantes. Los casos se extendían y la cuarentena era más estricta, el hotel se había convertido en una cárcel, apenas si podían acercarse al comedor en etapas para almorzar, el servicio de habitación era solo para cosas imprescindibles y compras necesarias de los ocupantes de la habitación.
“Cuando Lucho despierte, que lo llame a Raúl, está preocupado porque está sintiendo síntomas” dijo Berta antes de cortar la llamada.
Renata dejó el teléfono en la mesa del comedor y suspiró aliviada porque Berta no había sospechado nada. Pensó en lo sucedido la tarde anterior y la noche vivida con Lucho, no sentía culpa más bien tranquilidad pues sabía que ambos guardarían el secreto y quizá volviesen a repetir lo experimentado. Fue al baño, se dio un baño rápido y verificó que su período había concluido: estaba lista para entregarse por completo y disfrutar a pleno del sexo con Lucho. Se perfumó adecuadamente y en áreas especiales, se calzó un hilo dental limpio y se volvió a la habitación donde él dormía aún. Se metió bajo las sábanas, lo pensó unos segundos y finalmente decidió pasar a la acción. Lo acarició suavemente en el pecho y bajó su mano temblorosa rumbo a la verga, que como es de imaginar estaba en su máxima expresión, típico de los jóvenes al despertar. La rodeó con su mano y de manera suave comenzó a desplazarla arriba y abajo.
Lucho sentía una sensación placentera, lentamente abrió los ojos y se encontró con ella mirándolo con expresión tierna. “Buenas tardes caballero, ¿está dispuesto a atender a esta dama?” dijo Renata mientras aceleraba un poco los movimientos. “por supuesto señorita ¿qué desea?” respondió. “Todo lo que ayer no pudo ser…” dijo mientras tiraba de las sábanas para mostrarse casi desnuda.
Lucho entendió lo que procedía, primero se deleitó con las tetas paraditas, de pezones erguidos, mientras su mano derecha viajaba en busca de la tela que cubría la conchita ardiente de Renata. Sin desplazar la tela, acarició la raja, de arriba abajo, provocando humedad casi al instante, dudó unos segundos si correr la tela para jugar directamente con la piel de ella.
Renata: ya está lista y preparada, es toda tuya.
Dejó los pezones libres y bajó lentamente llenando de besos el vientre de ella, que levantó su culo para facilitarle el quitar la única prenda que la cubría. Abrió sus piernas, esperó la primer embestida de la lengua de Lucho en su raja, que no se demoró, desplazando los labios hacia los costados y entregando su clítoris para ser torturado con besos y mordiscos. Renata estaba en la gloria, oleadas de placer recorrían su cuerpo con cada recorrida de la lengua por su raja, sentía latir desenfrenadamente su corazón y palpitar la vagina como nunca antes.
Renata: COGEME!!!! NO ME HAGAS SUFRIR MÁS!!!
Era un grito desesperado que brotaba de la garganta de ella. Obediente, Lucho se ubicó entre sus pernas, las apoyó en sus hombros y lentamente fue entrando en el cuerpo de ella, disfrutando de aquella cueva caliente y húmeda. Cuando hizo chocar sus huevos contra la entrada de la concha, se detuvo unos segundos, para luego comenzar a bombear lenta y profundamente: los gemidos de la mujer eran agudos, casi gritos y las uñas de ella se clavaban en la espalda de él, demostrando cuanto disfrutaba del momento.
Renata: más rápido, más rápido, apura que me vengo
Lucho aceleró un poco los movimientos y ella comenzó a sacudirse con violencia. “ACABO, ESTOY ACABANDO, LLENAME DE LECHE!!!” dijo segundos antes de tensarse abruptamente, él aprovecho la situación y embistió duramente hasta cumplir con lo pedido. Ambos se relajaron, ella pareció desmayarse y él cayó sobre ella con todo su peso.
Pasaron minutos antes que alguno se moviera, él salió del cuerpo de ella y se ubicó a su lado. Ella respiraba agitada, lentamente fue recuperando el aliento y la tranquilidad.
Renata: que bien me cogiste, tuve un orgasmo brutal.
Él la miró con una sonrisa de satisfacción, si bien no contaba con mucha experiencia en el sexo, una veterana conocida le había dado clases prácticas de como satisfacer a una mujer y obviamente había aprendido bien. Se levantó y fue a darse un baño, se cambió y tomando la lista se fue de compras.
Renata, tendida en la cama, estaba feliz y satisfecha, jamás había imaginado que su propio hermanastro fuera capaz de hacerla gozar de tal manera. Solo un detalle la preocupaba: ella tenía plena confianza con Berta y seguramente su madre notaría que su hija había tenido sexo y solo Lucho podía ser quien se lo hubiese proporcionado (en la condición de encierro), sus conocimientos en psicología descubrirían la situación, más allá de no haber secretos entre ambas. Era un secreto que no demoraría en revelarse, ya que fue la misma Berta quien descubrió la perdida de virginidad de Renata antes de cumplir los 17 años y sabía que solía tener relaciones cada tanto. La masturbación no le era suficiente, necesitaba sentir como le llenaban de semen y adoraba las sensaciones de sentirse penetrada. Incluso Berta la acompañó a su doctora y fue testigo de la declaración de su hija, cuando afirmó haber perdido la virginidad con un muchacho durante las vacaciones de verano en las playas de Cariló.
Era un tema que debía hablar con Lucho cuando regresara, pero se prometió disfrutar mientras el encierro y la soledad de la casa se lo permitieran.
Lucho parecía flotar mientras hizo las compras, su cabeza estaba en el cuerpo y la satisfacción que obtuvo al encamarse con Renata. No pensaba en el futuro donde hablarían con Berta y Raúl, solo se imaginaba volviendo a casa para tener más actividad. Pasó por una farmacia, compró lubricantes vaginales, unos preservativos y apuró el paso de regreso
Al oír las llaves en la puerta, Renata se levantó y fue al encuentro de Lucho, dejó que descargara las bolsas en la mesa y luego literalmente le comió la boca a besos. Permanecía desnuda, lo que facilitó las caricias intimas y profundas de él, que la llevaron nuevamente a un alto grado de excitación. “te quiero comer la almejita Rena” dijo Lucho mientras desplegaba todo un arsenal de besos y caricias. “Vas a tener que esperar, Raúl espera tu llamada, eso dijo Berta cuando habló conmigo hace un rato”, balbuceó Renata haciendo un esfuerzo por no entregarse al deseo que la invadía. “Puede esperar un poco más, pero yo no” dijo mientras la subía a la mesa y la dejaba al borde, de piernas abiertas en tanto se arrodillaba para quedar a la altura justa. “No la chupes, cógeme de nuevo, te prometo que esta noche dejo que me hagas lo que quieras, pero ahora cógeme”. Él no se hizo rogar, se puso de pie, bajó su jogging hasta los tobillos y sin demora la puso en la entrada de la vagina: un movimiento certero de ella lo llevó adentro, colocó sus piernas como candado en la cintura de su amante para evitar que saliese y lo instó a moverse rápido, no podía esperar más. Fue un polvo rápido, potente y vigoroso que arrancó gritos de placer de ambos hasta llegar a un nuevo orgasmo, el primero mutuo. Ella aflojó las piernas y él se inclinó a besarla, internando la lengua tan profundo como le fue posible.
Renata: guau!!! Qué manera de coger!!! Si no fuera por las pastillas, me embarazas seguro guachito…
Lucho: sos una gata en celo, andá a vestirte que tengo que reponer fuerzas, si seguís en bolas te voy a sacudir de nuevo.
Ella bajó de la mesa, lo volvió a besar y se fue dando saltitos a su habitación, en el camino dejaba un reguero de la leche que escurría de la concha.
Lucho acomodó su ropa y tomando el celular llamó a Raúl. Cuando escuchó la voz de su padre, lo notó débil y tosiendo en exceso, se ahogaba al hablar “Te paso con Berta, te quiero mucho hijo” murmuró antes de entregar el teléfono a su pareja. “Lucho, tu padre tiene fuertes síntomas de COVID, si no mejora en 24 horas lo internarán para más controles, no te preocupes que está medicado y muy bien cuidado” fueron las primeras palabras de Berta. La charla rondó sobre el tema y las precauciones que ella les pedía a ambos, desde la distancia solo podía reclamarles eso.
“Tranquila Berta, sólo yo salgo por algunos minutos para compras y lo hago cada dos o tres días, con todas las precauciones. Estoy tratando a Rena como una reina y la cuido como tal” dijo Lucho, cosa que agradeció la madre pero le dejó una sensación de que algo más había de fondo. “Mañana los llamo nuevamente y te comento las novedades. Cuídense” remató la llamada previo a cortar.
Dejó a Raúl descansando en la habitación y fue a la antesala a sentarse en un sillón, café en mano. Los dichos de Lucho la inquietaban, jamás había hablado de su hija como “Rena” y mucho menos era tan afectivo con ella, si a eso le sumaba la expresión de alegría que había visto en el rostro de su hija y lo alborotado del cabello, la poca ropa que vestía durante la video llamada y la certeza con la que Renata confirmaba que él dormía, hizo que sospechara. Su hija no ingresaba al cuarto de Lucho sino avisaba previamente, él solía despertarse muy temprano para estudiar y nada de eso había sucedido, según interpretó. Era más que evidente que algo ocurría en la casa.
En tanto en Buenos Aires, Lucho vació las bolsas de compras y se dispuso a guardar cada cosa en su lugar. Renata entró en la cocina y le ayudó en la tarea. Cada vez que se cruzaban, había besos y caricias íntimas.
Renata: Luchi, ¿comemos algo livianito y nos vamos a la cama a ver unas pelis?
Lucho: ok Rena
Completaron la faena, prepararon unos sándwiches y cenaron acompañándolos con una cerveza bien fría. Juntaron y lavaron todo y apagando la luz de la cocina fueron a la habitación de sus padres, la que ya habían tomado como propia. Renata tomó el control remoto, encendió la televisión y juntos eligieron la película “Las 50 sombras de Grey”.
Hacían comentarios respecto de cómo se manejaban los protagonistas y las situaciones que vivían. Tras unos 25 minutos de película, ya estaban abrazados, mimándose y provocando excitación el uno al otro. Unos 15 minutos más y ya no prestaban atención a las imágenes, estaban protagonizando su propia versión del film, sin rudeza pero con todo el voltaje. Él se puso de pie y buscó en el ropero un par de corbatas, ella hizo lo propio con un antifaz de viaje, se desnudaron y fue Renata la primera en volver al lecho, se colocó el antifaz y extendió sus brazos hacia el cabezal de la cama. Él le ató las muñecas a los extremos y repitió la operación con los tobillos, dejándola totalmente abierta y expuesta a sus ojos. Con un pañuelo de seda, le recorrió los pechos, apenas rozándolos, provocando el endurecimiento de pezones y el erguido de los pechos, bajó lentamente el roce por el centro del vientre hasta rodear el pubis, generando el erizado de los pocos vellos que ella tenía. Los gemidos de Renata eran delicados, pero intensos. La excitación de ella crecía a pasos agigantados, mientras destilaba jugos propios del momento, la erección de él era casi dolorosa estaba a pleno, faltaba solo un paso más.
Ella sintió el aliento cálido de su amante muy próximo a su vagina, intentó levantar el vientre para forzar el contacto pero las ataduras se lo impedían, él entendió la señal y comenzó a depositar cortos besos en los labios vaginales, para luego recorrerlos a plena lengua. “qué dulce tortura, dame más, quiero más” murmuró entre gemidos Renata y él obediente, ayudado por una de sus manos los abrió para pasar bien adentro la lengua. Esos jugos sabían a gloria y el clítoris inflamadísimo era centro de los ataques. “YA NO AGUANTO MÁS, METELA Y LLENAME DE LECHE” pidió casi a gritos, él jugó unos momentos más y cuando notó que la cantidad de flujos era casi un torrente, ubicó una almohada bajo la cintura de ella y entró tan a fondo como pudo en la ardiente vagina. Retuvo unos segundos la penetración a fondo, para luego comenzar un movimiento intenso que provocó su explosión y la consecuente regada de leche. Se quedó unos minutos dentro de ella, hasta que su dureza comenzó a decrecer, salió de su interior, la desató de pies y manos, retiró la máscara y se tendió a su lado.
Renata: me matás en cada polvo. No soy una putita, pero jamás me han dejado tan satisfecha al coger.
Lucho: se agradece, he tenido una buena profesora.
Renata: ¿coges seguido?
Lucho: cada tanto con una mujer con experiencia, conocida de mi padre.
Renata: entenderás que esto durará mientras Berta y Raúl no estén en casa
Lucho: va a ser difícil tenerte cerca y no comerte la concha o llenarte de leche.
Renata: ya veremos cómo hacemos, por ahora quiero que me cojas todos los días y me hagas sentir tanto placer.
Lucho: ¿solo coger?
Renata: si, no debemos ir más allá.
Remataron la noche con otro polvo majestuoso, algo se gestaba entre ellos y duraría mientras siguiera solos en la casa.
La situación les proporcionaba buenos momentos, pero la historia tendría algunos cambios que conocerán en el próximo relato.
Espero sus comentarios, y más que nada sus opiniones..
Saludos,
Alejo Sallago – alejo_sallago@yahoo.com.ar
 
												
												
											 
												
												
											 
															
														 
												
												
											 
												
												
											 
											 
											 
											 
														
													 
											 
														
													 
          
         
          
         
          
         
          
        