Capítulo 3
La recámara
El sábado continuó bajo una tensa calma. Elena bajó cuando la comida estuvo lista y comimos sin siquiera cruzar palabra alguna. Cuando nuestras miradas se cruzaban ella de inmediato volteaba hacia otro lado evitando todo contacto visual. Yo estaba desconcertado, quería saber qué pasaba por la mente de mi hermana; no entendía nada, pero, sobre todo, mi más grande temor era, que ella se arrepintiera de todo lo que había pasado y se rompiera esa cercanía que siempre tuvimos.
Mis padres llegaron a casa entrada la noche, Elena y yo estábamos en nuestras respectivas habitaciones y en cuanto mamá puso un pie en la casa de inmediato nos llamó para que bajáramos. Conociéndola, querría que le diéramos el parte completo y con lujo de detalle de cómo transcurrió la tarde. Así lo hicimos, mi hermana y yo bajamos fingiendo haber pasado una tarde como cualquier otra.
Elena: ¿Qué pasó mamá? –
Mamá: Eso mismo pregunto, ¿Qué pasó? ¿Acabaron su tarea? – preguntó mientras nos miraba expectante de nuestra respuesta
Yo: Sí… bueno, al menos yo sí terminé –
Mamá: ¿Y tú Elena? –
Elena: Terminé toda la investigación, solo me falta terminar de organizar toda la información y hacer los esquemas y las ilustraciones, pero eso no es tan tardado, mañana lo termino
Mamá solo hizo un gesto de inconformidad, pero ya no dijo nada más al respecto. Papá ya estaba sentado en la sala viendo la televisión y no hizo ningún comentario, es más, ni siquiera nos saludó. Se notaba que estaba molesto.
Mamá: ¿Ya cenaron? – nos preguntó mientras se lavaba las manos en la tarja de la cocina
Yo: No, no hemos cenado – contesté; Elena, estando de pie estaba callada; solo observaba a mamá
Mamá: Estoy muy cansada, ya me quiero dar un baño y acostarme a dormir. Si quieren les sirvo un cereal con leche para que cenen. Si tienen más hambre, ahí hay queso y tortillas para que se hagan unas quesadillas – Nos dijo y esperó unos instantes por nuestra respuesta; esta vez Elena fue quien se adelantó a contestar:
Elena: El cereal está bien por favor –
Mamá: Ok. Luis, pásame las cosas por favor – me dijo mientras sacaba los platos de los gabinetes de la cocina
La verdad es que yo sí tenía hambre, pero no quise contrariarlas así que me tuve que aguantar y saqué la leche del refrigerador y la caja de cereal de la alacena. Al mismo tiempo, Elena se sentó a la mesa en su lugar de siempre, se acercó el frutero que estaba al centro de la mesa y tomó un plátano.
Le llevé las cosas a mamá, quien en apenas 1 minuto sirvió los dos platos de cereal y los llevó a la mesa y acto seguido, continuó su camino hacia su recámara y sin voltear a ver nos dijo:
Mamá: Ya saben, cuando terminen lavan los platos y dejan todo limpio por favor. Ya me voy a descansar –
Entró y cerró la puerta. Yo me senté en mi lugar y volteé a ver a Elena y ella me miró mostrando desconcierto por lo que pasaba. Se notaba que nuestros padres estaban enojados porque se comportan así de cortantes cuando están enojados. De hecho, siempre se van a su recámara juntos y esa ocasión papá estaba sentado en su sillón viendo la televisión.
Elena solamente se encogió de hombros haciendo una mueca demostrando su indiferencia ante tal situación. Después y en un giro inesperado, cambió su actitud y con toda intensión procedió a pelar el plátano para su cereal; pero lo hizo de una forma tan provocadora que fue imposible no darme cuenta. Primero, observó la fruta que sostenía con ambas manos, admirándola como si fuera algún objeto desconocido. Sin voltear a verme, pero con una mirada totalmente morbosa, empezó a pelar el plátano; lentamente fue retirando la cáscara al tiempo que mordía su labio inferior de una manera por demás sugerente y una vez que el plátano estaba totalmente pelado, lentamente lo llevó a su boca y empezó a chuparlo como si fuera un miembro viril.
Yo estaba inmóvil sin decir palabra alguna, solo observaba asombrado lo que mi hermana hacía y claro, sobra decir que de inmediato sentí cómo mi verga empezaba a tener una erección y mi mente empezaba a volar, tratando de conectar la escena que en ese momento estaba presenciando con lo que había pasad horas antes en la sala.
Ambos nos sobre saltamos cuando escuchamos que papá se quejó de lo que estaba viendo en la TV y se levantó de su asiento y la apagó. Refunfuñando se dirigió a su recámara; al pasar junto a nosotros solo nos miró con desdén y sin decir ni una palabra se metió a su habitación y cerró la puerta detrás de él. De nuevo miré a mi hermana exhalando un suspiro de alivio por el susto. Ella, nuevamente se encogió de hombros y se dispuso a comer su cena; yo hice lo mismo y así, nos quedamos cenando sin cruzar palabra ni miradas. Cuando ella terminó, se levantó, llevó su plato al fregadero, dio la vuelta y se enfiló hacia las escaleras y justo al pasar junto a mí, sin hacer contacto visual me dijo:
Elena: Ahí te dejé mi plato para que lo laves –
Yo no pude contestar ya que justo tenía la boca llena, solo pude mirarla cómo se alejó; subió las escaleras y se metió al baño. La situación empezaba a darme coraje, pues ya no me gustaba que mi hermana se aprovechara de la situación para dejarme todo el trabajo a mí y peor aún, que hiciera cosas para calentarme y me dejara así, prendido y sin la posibilidad de poder sacar toda esa calentura. Con enfado y tristeza empecé a aceptar que, de nuevo, tendría que conformarme con las masturbaciones nocturnas y el porno.
Más tarde esa noche, cuando el reloj marcaba la 1:37 de la madrugada, estaba tirando en mi cama tratando de quedarme dormido. La casa entera estaba en total silencio y yo no podía dormir; no podía sacar de mi mente lo que pasó con Elena en la sala. Ya había estado masturbándome durante un buen rato, sin poder disfrutarlo plenamente debido a la incertidumbre y el enojo que sentía al pensar que ya no pasaría nada con mi hermana. Llegó un momento en donde me cansé de no poder conectar y no poder llegar al orgasmo así que preferí dormir; pero después de acomodarme de mil y un maneras, seguía sin poder conciliar el sueño; al cerrar los ojos, todas las imágenes de lo que había pasado regresaban una tras otra. Me obligué a permanecer quieto, con los ojos cerrados esperando a que, en algún momento, el sueño finalmente llegue.
Habían pasado apenas unos minutos, yo estaba acostado de lado, sobre mi costado derecho y empezaba a relajarme y a sentir que por fin podría quedarme dormido cuando de repente, noté una presencia justo detrás de mí y de inmediato di un salto en el momento en que sentí que dicha presencia se sentó en mi cama. No soy mucho de creer en cosas paranormales ni soy asustadizo, pero confieso que, en ese momento, sentí que mi corazón se detendría por el tremendo susto. A pesar del miedo y como acto reflejo me incorporé y volteé para ver qué era y mi sorpresa fue aún mayor al ver entre la penumbra de mi habitación la silueta de Elena.
Al ver mi gran asombro, de inmediato hizo la seña de silencio colocando su dedo índice derecho en su boca susurrando mientras se sentaba y se acomodaba a mi espalda:
Elena: Shhhhhh… no hagas ruido –
Yo aún estaba inmerso en la sorpresa sin poder decir nada, solo la observé atónito y ella continuó susurrando:
Elena: ¿Te asusté tontito? –
Yo: ¡Claro que me asustaste! – contesté subiendo un poco la voz, a lo que de inmediato Elena puso su dedo índice izquierdo en mi boca y volvió a susurrar:
Elena: Shhhhhh, que no hagas ruido –
Yo: ¿Qué haces aquí? ¿Cómo fue que entraste sin hacer ruido? –
Elena: Ya ves, puedo hacer muchas cosas que no sabes – replicó
Yo: ¿Estás loca? –
Elena: Jajaja… sí, tan loca como tú, ¿O qué? ¿No me digas que no te la pasas pensando en esto? –
Yo: ¿En qué? ¿De qué hablas? –
Elena: No te hagas el tonto Luis. Se perfectamente que en tu mente sucia y morbosa te la pasas pensando en esto. Todo el tiempo te imaginas estar conmigo y hacer cosas indebidas como las que hicimos en la sala cuando regresamos de la iglesia. ¿O qué? ¿Eso no fue una locura? –
No respondí; me quedé callado solo tratando de observar bien y confirmar que realmente estaba sucediendo y no era producto de mi calentura y mi imaginación. Al ver mi negativa para contestar, Elena se incorporó y me dijo en tono amenazante:
Elena: Bueno, siendo así, creo que no tengo nada que hacer aquí, ya me voy –
Amagó con levantarse de la cama y de inmediato la tomé de su brazo derecho y la detuve. Aún en la penumbra que había en mi habitación pude alcanzar a ver su rostro y su mirada. Era una mirada distinta, una que nunca había visto y fue la señal que necesitaba para sacudirme aquella mezcla de susto y asombro que me tenían sin poder responder como realmente quería.
Yo: ¡No!… espera, no te vayas – le dije al tiempo en que me incorporé lo suficiente hasta quedar casi sentado a su lado.
Yo: Sí fue una locura lo que hicimos y es una locura que estés aquí, pero es verdad. No deseo otra cosa más que esto – le dije y de inmediato me lancé hacia ella y la besé.
En cuanto nuestras bocas se tocaron, nuestras lenguas se buscaron y se enlazaron en una lucha audaz, dando paso a la liberación de todas las ataduras que hasta ese momento habían sido cadenas para nuestros deseos más profundos y prohibidos. Hubo cierta torpeza mientras nos besábamos apasionadamente, pues era nuestro primer beso caliente y cachondo; cargado de un tremendo deseo sexual que ambos teníamos acumulado.
Traté de ponerme de pie para abalanzarme sobre ella, pero de inmediato Elena me detuvo:
Elena: Espera, no hay prisa… tenemos toda la noche – me miró llena de deseo y fue ella, quien lentamente se abalanzó sobre mí; me acercó y de nuevo unió su boca con la mía y mientras nos besábamos, nos fuimos acomodando hasta quedar yo acostado boca arriba y ella encima de mí. De inmediato mis manos se fueron directamente a sus nalgas. Usaba únicamente una pequeña camiseta de tirantes de tela delgada; por lo que solo su panty se interponía entre mis manos y la piel de sus glúteos que de inmediato empecé a acariciar con firmeza.
El beso rápidamente se volvió húmedo, lascivo, candente y Elena empezó a mover sus caderas, tratando de generar roce entre su entre pierna y el bulto que ya se había formado dentro de mi bóxer. Luego, como si se tratara de un exquisito manjar, mis manos rápidamente se posaron sobre sus tetas y de la misma forma empecé a apretarlas y a jugar con ellas. Ella soltó un leve gemido, apenas perceptible y en un rápido movimiento se enderezó y se quitó la camisetita; dejando desnudo aquel hermoso par de tetas que me invitaban a que me los comiera.
Me enderecé también para quedar sentado y pegado a ella y sin perder ni un segundo, me abalancé sobre aquel manjar que tanto deseaba probar. Las chupé, las apreté, mordí sus pezones mientras Elena acariciaba mi cabello con ambas manos mientras su respiración aumentaba cada vez más, haciendo perceptible su total excitación y manifestando su entrega total. Estuvimos así unos instantes y cuando Elena me separó de su pecho y me empujó para que volviera a quedar recostado, se levantó para quedar hincada y empezó a bajar mi bóxer tratando de despojarme de él:
Elena: Quítatelo… vamos, quítatelo – me dijo con cierta desesperación. De inmediato obedecí y le ayudé a quitármelo. De inmediato quedó libre mi verga totalmente erecta; ella de inmediato la tomó con su mano derecha y empezó a masturbarme. Fueron solo unas cuantas jaladas, ya que me pidió que nos acomodáramos:
Elena: Abre las piernas – me dijo mientras se acomodaba recostándose en medio de ellas, dejando su cabeza a la altura de mi pelvis y sin que yo se lo pidiera, nuevamente tomó mi verga con su mano derecha y sin dudarlo se la metió en la boca y empezó a mamar. Yo no lo creía, a pesar de tenerla ahí, llegó un momento en que pensé que todo era un sueño. Con mis manos tomé su cabeza como para acompañar los movimientos que ella hacía mientras engullía mi falo; mamando la cabeza, luego lamiendo el mástil hasta llegar a mis huevos. Era la primera vez de ambos en todo; nunca me habían hecho sexo oral y sé que mi hermana nunca lo había hecho antes, pero parecía toda una experta. Lo hacía con tal delicadeza y precisión que cualquiera con experiencia diría que ya lo había hecho antes.
Yo estaba en las nubes, sintiendo la cálida saliva de Elena empapar mi pedazo erecto, sintiendo su lengua recorrer a lo largo y ancho mi miembro alternando sus mamadas con jaladas precisas que poco a poco me empezaron a llevar al callejón del orgasmo. Por un lado, quería llegar y explotar, pero quería seguir disfrutando, pero Elena no me dio opción, pues de nuevo se metió mi palo en la boca y empezó a alternar mamadas y succiones que rápidamente me pusieron en la antesala del éxtasis; yo apenas pude articular palabra:
Yo: Espera… espera… me voy a venir – le dije casi tartamudeando por el placer que me estaba dando, pero al contrario de parar, Elena clavó su mirada en la mía y continuó mamando y masturbando con sus manos mi miembro hasta hacerme explotar de una manera deliciosa:
Yo: Me vengo…aaahhhh – le dije conteniendo con todas mis fuerzas el gemido que le avisó la explosión de mi leche que inundó su boca
Elena bajó el frenesí de la mamada, pero no dejó de moverse y de chupar, exprimiendo hasta la última gota del semen que me ordeñó tan deliciosamente. Una vez que su lengua limpió todo, se incorporó y de nuevo se recostó encima de mí, dándome otro candente beso con el que me hizo probar mis propios sabores.
Elena: Te toca – me dijo; se incorporó y cambiamos de lugares; ahora ella quedó acostada boca arriba y yo encima de ella. De nuevo nos besamos, pero de inmediato mi boca recorrió el camino de sus labios a su cuello; primero de su lado derecho, luego cambié a su lado izquierdo. Luego continué besando su cuerpo, pasando de nuevo por sus pechos, en donde me tuve unos instantes para volver a saborear y disfrutar de ellos. Continué el camino y al llegar a su cadera tomé la panty y la deslicé hasta quitársela. La boté y de inmediato hundí mi cabeza en medio de sus piernas; mi boca se posó presta en el inicio de su raja buscando su clítoris, el cual encontré rápido y mis labios y mi lengua lo hicieron preso de sus caricias.
Elena empezó a gemir conforme mi lengua acariciaba cada centímetro de su vagina, alternando lengüetazos en sus labios, en la entrada de su húmeda cueva y sus ingles. Sus manos me tomaron por el cabello y acompañaban los movimientos de mi cabeza mientras yo disfrutaba como loco de aquel tesoro que me tenía ebrio de placer. Su sexo se mojaba cada vez más y sus mieles íntimas empezaban a mezclarse con mi saliva, haciendo que su excitación fuera en aumento:
Elena: Así… así… no pares, así… – entre gemidos ahogados me suplicaba mi hermana a la vez que su cuerpo empezaba a temblar
Sin pensarlo y aprovechando que Elena estaba hundida en su placer, llevé mi mano a su entre pierna y sin dejar de mamarle el clítoris, lentamente introduje el dedo índice en su vagina, a lo que ella respondió con un gemido. Levanté la mirada buscando su reacción y vi cómo se tapó la boca con su mano izquierda, buscando ahogar el sonido y lejos de poner alguna resistencia, con su mano derecha empujo mi cabeza como tratando de pegarla a su entrepierna. Para mí esa era la señal de que podía continuar, y así lo hice.
Empecé a meter y sacar el dedo que ya estaba internado en su virginal cavidad, con cuidado y delicadeza fui acompañado las lamidas de mi lengua con el mete y saca de mi dedo. Elena respiraba más rápido y sus gemidos ya salían con cada metida del dedo. Mi calentura y excitación me llevó a meterle también el dedo medio, a lo que ella respondió con más excitación y placer. Seguía ahogando sus gemidos con su mano y entregándose al placer que estaba sintiendo. Yo seguí con lo mío y en cuestión de un par de minutos noté cómo la vagina de mi hermana se mojó totalmente y ella apretó mi cabeza con sus muslos; arqueó su espalda y en medio de espasmos que la hicieron temblar, estalló su orgasmo dejando salir ríos de sus líquidos sexuales que yo con placer y locura lamí y bebí.
Como pudo logró ahogar su gemido, pues la excitación y el placer eran tantos que por un momento pudo haberse escapado el ruido. Por fortuna, la habitación de nuestros padres está en la planta baja junto a la cocina; en la parte de atrás de la casa y mi habitación está en la planta alta, hacia el frente; justo en el extremo opuesto. Aún así, la calentura era tanta que yo ya no pensaba en eso; solo quería seguir y no parar hasta poder culminar el que hasta ese momento había sido mi más grande deseo. Lentamente me incorporé y subí colocándome entre sus piernas y así, acostado sobre mi hermana la besé y ahora yo le di a probar el sabor de su intimidad.
Ese beso, igualmente caliente y húmedo como el anterior, aunado a la posición en donde por primera vez nuestros sexos se encontraron y se sintieron mutuamente, fue suficiente para que mi verga reaccionara y en menos de un minuto, ya estaba totalmente erecta. Elena lo sintió e instintivamente empezó a mover sus caderas para rozar su vulva contra mi miembro. Fue una sensación que hizo que mi sangre hirviera y mientras mi boca estaba enlazada con la de mi hermana, me acomodé de tal forma que quedé en una posición más óptima para poder maniobrar.
Detuvimos el beso por un breve instante, en donde nos miramos fijamente el uno al otro; yo diciéndole con la mirada que ya no aguantaba más y quería metérsela ya; ella, pidiéndome con la suya que lo hiciera. Con voz entre cortada y con la respiración agitada, los labios de Elena se abrieron y entre susurros dijo:
Elena: Métemela –
Fue la música más hermosa que hasta ese momento mis oídos habían escuchado. Mi corazón empezó a latir tan rápido y tan fuerte que podía sentirlo al borde de mi pecho. Sabía lo que venía, sabía que estaba a punto de pasar y hacerse realidad mi más grande sueño, mi más grande anhelo. Por fin, iba a dejar de ser virgen; iba a coger y mejor aún; iba a meterle la verga a la mujer con la que he soñado los últimos años de mi vida.
Elena: No me importa nada… ya métemela – insistió al ver que me estaba tomando más tiempo del debido
Con mi mano derecha me ayudé a colocar mi miembro en la entrada del sexo mi hermana; ella abrió más sus piernas, flexionándolas y dejando al aire sus pies; llevó sus brazos alrededor de mi cuello y sin dejar de mirarme directamente a los ojos, relajó su cuerpo en espera de ser penetrada por primera vez.
Sin dejar de verla a los ojos, empecé a empujar y poco a poco fui hundiendo mi verga en la virginal cueva de mi hermana. Mientras mi pedazo de carne se iba abriendo paso, Elena empezó a esbozar un leve rictus de dolor, pero yo no me detuve. Seguí empujando y me seguí hundiendo hasta que sentí cómo se rompió algo dentro de su sexo; ella abrió la boca y ahogó el quejido por el dolor, cerró los ojos y me jaló para fundirnos en otro beso. Me quedé inmóvil solo un instante, rindiéndome a aquella sensación indescriptible. Era mi sueño y pasaba todas las noches masturbándome imaginándome cómo se sentiría estar dentro de una mujer. La sensación casi me lleva a las lágrimas y mi sangre ya hervía en todo mi cuerpo así que empecé a bombear; primero lento, metiendo y sacando mi verga como en cámara lenta.
De nuevo nos miramos fijamente, ella derramó algunas lágrimas, pero en su mirada, más que dolor, empecé a ver placer, lo cual me motivó a aumentar la velocidad y fuerza de mis embestidas. Elena empezó a gemir suavemente al rimo en que mi verga la penetraba, cada vez más fuerte, cada vez más profundo.
Elena: Aaaahhh… así, así… métemela así… – empezó a susurrarme entre gemidos
Elena: Así… aaaahhhh… así… cógeme así… – continuó y eso me ponía más y más caliente
Yo: Ahhh… ahhh… – sucumbí ante el placer empecé a gemir
Elena: Esooo… así… ¿Te gusta?… –
Yo: Sí… me encanta… ahh
Elena: ¿Te gusta cómo se siente?… –
Yo: Sí, me encanta…
Elena: ¿Sientes rico?…
Yo: Sí… estás muy rica… ¿Tu sientes rico? –
Elena: Sí… aaaahhh… se siente rico… sigue… aaahhhh… cógeme rico… –
Elena empezó a mover su cadera tratando de sincronizarse con el vaivén de mis embestidas. Sus brazos se apretaron y me hicieron pegarme a ella dejando mi cara hundida en la almohada a su lado derecho. Me acomodé y empecé a alternar movimientos rápidos y fuertes con otros más lentos y suaves y ella acompañaba con gemidos todos esos movimientos.
Estuvimos así por unos minutos hasta que ella tomó la iniciativa:
Elena: Espera, quiero cambiar –
Yo me detuve y la miré, esperando su indicación.
Elena: Ahora tú acuéstate –
Así lo hice; cambiamos posición y en cuanto me acosté boca arriba ella se subió para cabalgarme. Con cuidado se situó encima de mi falo, lo tomó con su mano derecha para colocarlo en la entrada de su sexo y poco a poco se sentó, clavándose hasta el último centímetro de mi verga. La sensación fue indescriptible. Automáticamente mis manos se posaron en sus hermosos senos, pero Elena las retiró y las llevó a sus nalgas y después, con ambas manos se recargó en mi pecho e inició el movimiento, de adelante hacia atrás y lo alternaba subiendo y bajando.
En pocos minutos ya me estaba cabalgando con total frenesí, ahogando en la medida de lo posible los gemidos que iban saliendo cada vez que su vagina devoraba mi pedazo de carne. Mis manos agarraban sus nalgas, tratando de acompañar los movimientos rápidos y precisos de sus caderas mientras ella parecía estar en un trance total.
Empecé a sentir que mi orgasmo estaba cerca, pero vi a mi hermana tan concentrada que no quise interrumpir su placer, seguí disfrutando de todo lo que estaba sintiendo y de aquella excitante escena en donde mi hermana cabalgaba mi verga como si no hubiera un mañana.
Elena: Ahhh… ahhhh… qué rica es tu verga… –
Yo: ¿Te gusta mi verga? –
Elena: Siiii… ahhhhh… me encanta tu verga… qué rica la tienes… ahhhhh –
Yo: Es tuya… para que te la cojas así de rico –
Elena: Sí… es mía…quiero que sea mía… ahhhh –
Yo: Así… aahh… así… cógete mi verga así… –
Elena: Siiii…. Ahhhhh… mmmm…. Ahhhhh –
Nuevamente sentí cómo su cuerpo empezó a temblar entre espasmos:
Elena: Aaaahhh… me voy a venr… me voy a venir… ahhhhh –
Yo: Sí… así… así… –
Elena: Me vengo… ahhhh… ahhhh… – con ambas manos tapó su boca para silenciar el gemido que acompañó el orgasmo que estalló en su interior y que bañó mi verga de ese delicioso líquido caliente. Al terminar, se desplomó en mi pecho con la respiración agitada y sin aliento. Con mis manos alterné caricias entre sus nalgas y su espalda.
Yo: Me toca – le dije y sin darle tiempo a recuperar un poco de aliento, hice que se levantara y le dije que se pusiera en cuatro y yo me coloqué por detrás. Me acerqué, coloqué mi verga en la entrada de su inundada vagina y en un solo empujón se la metí hasta el fondo.
Elena: Aaaahhhh… – gimió al sentir cómo la cabeza de mi miembro llegó hasta lo más profundo de su ser; con ambas manos agarró la almohada y la apretó; tratando de canalizar la intensidad que sentía al estarla penetrando en esa posición. Con ambas manos la tomé por la cadera y empecé a bombear cadenciosamente, provocando el choque de mi pelvis con sus nalgas. Los movimientos eran tan marcados y las embestidas tan profundas, que sentí cómo chocaban mis huevos con su pubis.
Elena: Aaahhh… mmmm… ahhhhh…-
Yo: Qué ricas estás… ahh… qué ricas nalgas tienes…
Elena: Aaaahhh… ¿Te gustan mis nalgas?… mmmmm… –
Yo: Mmm… sí, me encantan… qué rica estás… –
Elena: Aaaahhh…. ¿Te gusta cogerme por atrás?… –
Yo: Me encanta…mmmm… qué rico… –
Elena: Mmmm… ahhhh… mmmm… así… cógeme así… –
La excitación estaba a tope, ver todo aquello y estar dentro de mi hermana me enloqueció y empecé a penetrarla con más fuerza, haciendo que el ruido de choque con sus nalgas fuera más intenso y fuerte hasta que sentí nuevamente que el orgasmo empezaba se anunciaba. Me detuve para cambiar.
Yo: Ponte boca arriba – le dije después de sacarle la verga y moverme para que pudiera acostarse como le indiqué y así lo hizo. Se acostó boca arriba y abrió sus piernas totalmente, dejando en primer plano su sexo de donde escurrían sus jugos. Rápidamente me acomodé entre sus piernas, me acerqué para besarla al tiempo que coloqué mi miembro frente a su sexo y sin necesidad de ayudarme con la mano, se hundió fácilmente.
Sin dejar de besarla empecé los movimientos de bombeo, lentamente fui hundiéndome cada vez más; aumentando también la velocidad de las embestidas. De nuevo nuestros cuerpos empezaron a chocar, esta vez mis huevos golpeaban su perineo; Elena colocó sus manos en mi cadera para acompañar sus movimientos mientras la penetraba con total frenesí.
Elena: Aaaahhh… siiiii… así… aaaahhh… cógeme así… –
Yo: Mmmm… aahhh… qué rica estás… –
Elena: Asíii… así… aaaahh… mmmm… así… no pares… cógeme así…
Me acomodé quedando como si fuera a hacer lagartijas y aumenté la velocidad y la fuerza de las embestidas, admirando los gestos de placer de mi hermana mientras gemía y el rebote de sus tetas al ritmo de mis embestidas.
Elena: Asíii… así… así… cógeme así… no pares… aaaahh… no pares que me voy a venir… –
Seguí bombeando y disfrutando de su cuerpo, sintiendo el placer como nunca lo había sentido y mirando como mi verga, entraba y salía de la vagina de mi hermana mientras ella me pedía más.
Elena: Asíiii…. así… aaaahhhhhh… me vengoooo… ahhhhhh… –
Entre gemidos sentí nuevamente los espasmos de su cuerpo al momento en que explotó su orgasmo, más intenso y profundo. Pude alcanzar a ver que con el mete y saca de mi miembro brotaron más líquidos vaginales, sintiendo cómo mojaron toda la zona pélvica de ambos.
Sentí que yo también estaba por explotar, la sensación se intensificaba así que me concentré en disfrutar al máximo esos momentos; sabía que no faltaba mucho y aunque quería prolongarlo más y más, sabía que no lo lograría. La calentura y la excitación eran tantas que quería abandonarme y entregarme a todo ese mar de sensaciones que me tenían preso, así que me dispuse a atesorar esos breves instantes.
Cambié la cadencia de las penetraciones, alternando embestidas fuertes y profundas con otras suaves y sin llegar al fondo.
Yo: Aaaahhh… mmmmm… aaaahhhhh – estaba por explotar
Elena: Aaahhhh… así… aaahhh… cógeme así… ahhhh… cógeme así y vente… – entre gemidos me dijo mientras veía cómo disfrutaba hasta el último momento de estar dentro de ella, penetrándola, cogiéndola con total placer y lujuria
Yo: Aaaahhh… me vengoooooo… – alcancé a decir justo antes en de detener las embestidas, sacar mi verga y con la mano derecha masturbarme hasta explotar y vaciar abundantes chorros de semen que cayeron y terminaron de empapar los vellos púbicos de mi hermana.
Yo: Aaaaahhhhh… – gemí mientras me jalaba la verga y me vaciaba encima de mi Elena, quien atónita observaba la candente escena
Una vez que cayó la última gota de mi descarga, ella, con ambas manos, se embarró toda mi leche en su vellosidad y en su vientre, como si se estuviera poniendo una crema. Yo estaba tembloroso, así que me dejé caer a un costado de ella, tratando de recuperar el aliento.
Yo: Qué rico…
Elena: Si… qué rico
Nos abrazamos y nos fundimos en un beso húmedo, pero cálido y más que sexual, fue un beso de amor; pues era más para sellar aquel encuentro con profundo amor y verdadero cariño.
Nos quedamos un largo rato así, abrazados, sin decir palabra alguna; solamente dándonos sutiles caricias con nuestras manos mientras pareciera que admirábamos el silencio que nuevamente había en aquella habitación.
Yo: Te amo… –
Elena: Yo también te amo –
Nos quedamos dormidos.Afortunadamente, Elena despertó aún de madrugada; se vistió, me dio un beso de despedida y se retiró a su habitación. Me quedé acostado, sintiéndome como el hombre más feliz del mundo; pues en aquel justo momento no me importaba nada más de lo que sentía y de la felicidad que me provocaba lo que había ocurrido unas horas antes.
Después de aquella noche, la relación entre mi hermana y yo se hizo más cercana y fuerte; nos convertimos en amantes furtivos, que le dieron rienda suelta a sus más bajas pasiones y deseos durante algunos años más; hasta que ambos seguimos nuestros propios caminos y destinos. Ella conoció a alguien en la universidad, con quien a la postre terminó casándose. Yo tuve varias relaciones hasta que también conocí a alguien especial y con quien formé una familia.
A pesar del paso del tiempo, Elena y yo nunca olvidamos aquella experiencia y cada vez que podíamos, lo recordábamos con nostalgia y complicidad. Tuvimos oportunidad de repetir un par de veces más y fue igual de intenso, de caliente y de morboso.