El baño

Podía sentir cómo la sangre que bombeaba mi corazón llegaba a mi cabeza; las palpitaciones eran cada vez más intensas; mi respiración acelerada entre cortaba los leves sonidos guturales que emanaban de mi boca como resultado de estarme jalando la verga vigorosamente al tiempo que era testigo de cómo escurrían los jugos vaginales por sus piernas mientras ella introducía sus dedos medio y anular de la mano derecha en su virginal coño.

La imagen era candente, Elena esta frente al espejo del baño, recargada en el lavabo y levantando levemente las nalgas, con las piernas lo suficientemente abiertas para poder darle acceso a su mano diestra, con la que se estaba tocando su vulva y metiéndose cuidadosamente los dedos en aquel coño, del cual emanaba líquido con cada metida y cada digitación que ella se hacía. Su panty blanca estaba enredada en sus tobillos. Una pequeña y ligera playerita de tirantes azul cielo cubría su dorso, a excepción de su teta derecha, la cual se asomaba por encima de aquella delgadísima tela.

Con los ojos cerrados y jadeante, seguía dándose con los dedos mientras era evidente que cada vez era más complicado mantener la posición debido a los espasmos que su cuerpo lanzaba al ir incrementando el placer. Por la postura, su cara estaba muy cerca del espejo, el cual se iba empañando con el aliento que Elena exhalaba con aquella respiración agitada. Yo permanecía detrás de la puerta del baño, aprovechando la abertura que había ya que seguramente, por las prisas ella no se percató que la puerta no cerró bien. Era una casa vieja, con detalles por todos lados y particularmente, la puerta de ese baño no cerraba bien; tenías que fijarte bien al momento de cerrarla y colocar el seguro. El desgaste de la cerradura y un leve desnivel en las bisagras, provocaba que la puerta se abriera.

La puerta estaba a espaldas de ella, por lo que no se había dado cuenta que estaba abierta y que yo, estaba ahí, en la penumbra viendo toda la escena con la verga de fuera y más dura que nunca mientras me la jalaba como loco al ver como ella se masturbaba y se daba placer. Los movimientos de sus dedos se hicieron más marcados e intensos y ella, sin querer, dejaba escapar leves gemidos que retumbaban en mis oídos y hacían que me la jalara más rápido. Llegó un punto en donde ambos, ella adentro del baño recargada en el lavabo y yo, afuera parado junto a la puerta, estábamos dándole rienda suelta a nuestros deseos con intensidad y total excitación.

Elena: Mmmm… mmmm… aahhhhh… mmmm

Empezó a dejar salir pequeños gemidos mientras sus caderas empezaban a moverse de atrás para adelante, haciendo el movimiento cada vez más marcado.

Elena: Aaahhhh… mmm… mmmm… aaahhh… aaaahhhhhh

Sus dedos, ya empapados por los jugos de su coño, se aventuraban y se hundían más profundo y más rápido en aquella vagina que no podía dejar de ver.

Elena: Aaahhhh… mmm… mmmm… aaahhh

Gimió un poco más fuerte y mientras se dedeaba más rápido sus piernas empezaron a temblar y tuvo que incorporarse un poco para poder taparse la boca con la mano izquierda, la cual estaba usando para sostenerse del lavabo.

Contuvo como pudo un gemido más grande y se agachó un poco y pude ver cómo su orgasmo explotó de tal forma que alcanzaron a caer al piso varias y copiosas gotas de ese mismo líquido que ya escurría por el interior de sus muslos y llegaba hasta los tobillos. Yo estaba a tope, jalándome la verga con tal vehemencia que en cualquier momento llegaría mi turno de explotar.

Al terminar su orgasmo, Elena sacó su mano de su entre pierna y la apoyó en el lavabo para poder recargarse bien, pues se veía que sus piernas podrían doblarse en cualquier momento.

Y fue cuando pasó.

Al sentir cierto alivio, abrió los ojos para verse directamente en el espejo, pero vio más que su rostro ruborizado, sudoroso y jadeante por la excitación del momento; en el reflejo vio que la puerta estaba un poco abierta y que yo estaba ahí, siendo testigo de todo mientras mi mano derecha jalaba mi verga dura y caliente a punto de explotar. Llegó un instante en el que nuestras miradas se cruzaron, ella, a través del espejo y yo, viendo su reflejo. Fue como si el tiempo se detuviera y todo hubiera desaparecido y solo Elena y yo quedamos ahí, mudos, inmóviles, perplejos.

Todavía el día de hoy no sé cuánto tiempo pasó, tal vez fueron solo unos segundos, tal vez fueron minutos; no sé. Pero me pareció una eternidad en la que ambos estuvimos sin movernos y sin decir una palabra, solo cruzando la mirada a través de aquel espejo. Ella, dándome la espalda, recargada en el lavabo del baño con la panty en los tobillos, mostrando en todo su esplendor sus hermosas nalgas, redondas, firmes; y su delicioso coño; del cual aún escurrían sus jugos vaginales. Yo, con el short a la mitad de los muslos mientras mi mano derecha sostenía mi verga totalmente parada y lista para estallar.

De repente, Elena fue quien logró salir del estado de petrificación y en un rápido movimiento se agachó para subirse la panty y eso me sacó a mí de aquel estado casi catatónico porque en cuando vi que ella se agachó yo me di la vuelta y corrí a mi habitación y cerré la puerta detrás de mí. Hasta seguro le puse.

Mi respiración estaba agitada, pero esta vez por la impresión de lo que acababa de pasar. Una extraña mezcla de miedo, preocupación y excitación me invadió. Por un momento pasé por alto mi calentura y me puse a pensar en lo que iba a pasar después. Mil ideas invadieron mi mente y sentí una extraña y terrible ansiedad que nunca había sentido. Me acosté en la cama y mi mente no dejaba de bombardearme con las consecuencias que podría enfrentar después de lo ocurrido. Pero tan solo unos instantes después, llegaron a mi mente las imágenes previas a que Elena me descubriera espiándola. De nuevo, vi cómo paraba aquel culo y mostraba sus hermosas nalgas. Cerré los ojos y volví a ver aquel coño, empapado con los líquidos vaginales que ella misma se sacaba con los dedos cuando se los metía o acariciaba su zona genital. La erección que por un momento pensé que había perdido regresó y sin más, de nueva cuenta tomé mi verga y me la jalé mientras repetía mentalmente todas y cada una de las imágenes que mi hermana me regaló mientras se dio placer. Fue cuestión de un minuto para que mi verga explotara y lanzara chorros y chorros de mi semen. Y así, con el short abajo y todo embarrado de mi leche, me quedé dormido cuando el reloj marcaba las 3:41 de la mañana.

Unas horas más tarde, cuando sonó la alarma del despertador a las 8:00 de la mañana y desperté, llegó de golpe el recuerdo de lo que había pasado en la madrugada y de inmediato me invadió esa sensación de cruda moral mezclada con angustia. No podría quedarme en mi habitación todo el día y toda la vida; tarde o temprano tendría que salir y enfrentar la realidad. Lamentablemente para mí, en esa ocasión sería más temprano que tarde.