Capítulo 2
- El sexo como fuente de placer
- El sexo como fuente de placer II
Tuve muchas experiencias con Daniel y Jesús, pero con el tiempo acabaron. Contaré alguna más, pero hago un salto en el tiempo.
Con 30 años, casado, sin hijos, tenía unas ansías de sexo indescriptibles. No podía dejar de pensar en sexo. A veces con otras mujeres, a veces con chicos.
Conocí a un chico, Martín, de 18 años, a través del antiguo chat de Terra. No sé si aún existe.
Era muy simpático, me gustó charlar con él. Intercambiamos nuestro Messenger y hablábamos a través de webcam.
Un día sin venir a cuento me enseñó la polla. Qué polla más gorda. Destacaba y sorprendía por lo flaco que era.
Le enseñé la mía. Se quedó maravillado. Dijo que nunca había visto una tan así. Empezó a llamarme Nacho Vidal. Reíamos mientras nos mirábamos.
Tras muchas conversaciones me dijo que tenía que venir a mí municipio, comentando que estaría bien vernos.
Accedí. Además mi pareja por aquel entonces no estaba. Estaba fuera por una formación de la empresa.
Nos vimos en la calle y lo llevé a mi casa. No quería que la gente se nos quedase mirando.
Estábamos sonrientes y nerviosos.
Me saqué la polla y se abalanzó a chupármela. Con él aprendí el arte de mamar pollas. Tan joven y tenía una destreza enorme. Era un placer continuo.
Le pedí que se bajara los pantalones para chupar yo también. Usé su misma técnica. Se quedó flipando. Intercambiamos mamadas hasta que le pregunté si me quería dar por el culo. Asintió.
Fui al baño y cogí una crema de mi pareja. Le unte la polla y me apoyé sobre la pared echando el culo para atrás. Ese día ya me había hecho una limpieza de la zona porque sabía lo que iba a pasar. Cosas que aprendes con la edad.
Costó mucho que entrara. De hecho le iba a pedir que lo dejara, porque no entraba. Era muy gruesa.
De pronto me dijo ya está dentro, tranquilo. Empezó a moverse muy despacio, pero me dolía. Era un dolor soportable hasta cierto punto.
A los 3 o 4 minutos le pedí que se corriera. No podía aguantar más. Y eso que me penetró despacio.
Se la sacó y se corrió en mi espalda. Qué calentita, nunca había sentido la leche así.
Nos despedimos y prometimos quedar. Y lo hicimos