Capítulo 1
- El placer de la deuda: La víspera del cumpleaños
- El placer de la deuda: Un cine, un sofá y un video sorpresa
- La duda ante la deuda: El trio de Baby con Zarai y Pablo
Los días posteriores al trío con Pablo y Zarai habían encendido un fuego incontrolable en Baby. A sus 28 años, cada llamada con Davit, su pareja de 42 años que estaba en España, era una provocación que la dejaba jadeando, sus manos deslizándose entre sus piernas sin poder contenerse. «Sigue así, amor, que me encanta lo puta que te estás volviendo», le decía él, su voz cargada de lujuria, mientras ella se tocaba imaginando el próximo encuentro. Los mensajes con Zarai eran igual de ardientes: fotos subidas de tono, promesas de más noches salvajes y recuerdos del trío que la hacían mojarse al instante. Baby no podía parar de masturbarse, ansiosa por repetir la experiencia para saldar la deuda que aún pesaba en su relación con Davit. Cuando Zarai y Pablo la invitaron al cine, supo que no sería una salida común. La anticipación la tenía temblando, su cuerpo ya húmedo antes de salir de casa. Se preparó con esmero, eligiendo una falda corta de cuero negro que apenas cubría sus muslos, una blusa de encaje negro semitransparente que dejaba entrever su lencería, y tacones que resonaban con cada paso. Frente al espejo, se miró y sonrió, sabiendo que esta noche añadiría otro capítulo a su deuda con Davit, un juego que la excitaba más de lo que jamás admitiría.
El cine estaba casi desierto, con solo unas pocas siluetas perdidas entre las butacas. Baby se sentó entre Pablo y Zarai, atrapada en un torbellino de nervios y deseo. El aroma dulzón de las palomitas se mezclaba con el perfume embriagador de Zarai, que rozaba su brazo con una intención clara. La película comenzó, pero nadie miraba la pantalla. Pablo fue el primero en actuar, su mano deslizándose por el muslo de Baby con una lentitud tortuosa, subiendo hasta el borde de su falda. Zarai, más atrevida, acercó sus labios al cuello de Baby y susurró: «Tranquila, aquí nadie nos ve». Baby contuvo un gemido, mordiéndose el labio mientras las caricias de Pablo se volvían más osadas, sus dedos colándose bajo la tela de su tanga.»¡Joder, qué húmeda estás!», murmuró Pablo, acariciando su clítoris con movimientos precisos que la hicieron arquearse en la butaca. «¡Mmmm, sí, tócame así, cabrón!», suspiró Baby, su voz apenas un hilo en la penumbra. Zarai, sin quedarse atrás, metió la mano por el escote de Baby, pellizcando sus pezones hasta endurecerlos. «Puta deliciosa, te encanta esto, ¿verdad?», dijo con una sonrisa perversa. «¡Ohhh, qué divino, no pares!», jadeó Baby, sus piernas abriéndose más, invitando a Pablo a profundizar. El peligro de ser descubiertos solo avivaba el fuego que los consumía, sus respiraciones mezclándose en un silencio cargado de morbo.La tensión creció hasta volverse insoportable. «No aguanto más, vámonos al apartamento», gruñó Zarai, sus ojos brillando de lujuria. Baby asintió, su cuerpo temblando de anticipación mientras salían del cine, dejando atrás la película que nunca vieron.
En el apartamento, el sofá gris, testigo de incontables noches de desenfreno, los esperaba como un cómplice silencioso. Baby, con una chispa de travesura, sacó su celular y lo colocó estratégicamente en una estantería, ajustando la cámara para que grabara cada detalle. «Esto es para Davit», pensó, imaginando su reacción al ver el video. Zarai la empujó al sofá con urgencia, arrancándole la falda y la blusa en un frenesí. Pablo se desnudó en segundos, su polla dura y prominente, lista para el juego. Baby se arrodilló frente a él, tomándolo en su boca con una avidez desenfrenada. «¡Chúpamela toda, perra!», rugió Pablo, agarrándola del pelo mientras ella succionaba con hambre. «¡Siii, qué rico, cabrón!», exclamó Baby, su voz temblando de excitación.Zarai, quitándose la ropa, se masturbaba mirando la escena, sus ojos encendidos de deseo. «¡Joder, qué zorra eres!», dijo, antes de unirse, lamiendo los huevos de Pablo mientras Baby seguía chupando. Luego, Zarai se estiró en el sofá, piernas abiertas, y Baby se hundió entre ellas, lamiendo su coño con una devoción casi religiosa. «¡Qué ricoo, Baby, así te quería!», le gritó Zarai a Baby, su voz cargada de morbo mientras sentía la lengua de Baby explorar cada pliegue de su sexo. «¡Cómemela toda, puta!», gimió, sus caderas subiendo para presionar más contra la boca de Baby. Baby, perdida en el placer, respondió: «¡Chúpala, perra!», mientras lamía con más intensidad, sus manos apretando los muslos de Zarai. Pablo, observando el espectáculo, rasgó un preservativo con los dientes y lo deslizó lentamente sobre su miembro, asegurándose de que estuviera bien colocado. Se posicionó detrás de Baby, aún a cuatro patas, y la penetró con un movimiento firme. «¡Siii, reviéntame, qué divinoooo!», gritó Baby, su cuerpo vibrando con cada embestida. El tamaño de Pablo la llenaba de una manera abrumadora, recordándole la intensidad de su encuentro anterior. Zarai, debajo de ella, lamía su clítoris con furia, intensificando el placer hasta que Baby explotó en un orgasmo que la hizo gritar: «¡Joder, qué ricoooo, me corro!».Por más de una hora, el sofá gris fue escenario de una danza frenética. Cambiaron posiciones sin pausa: Baby se colocó a horcajadas sobre Pablo, quien estaba sentado en el sofá, pero de frente, mirando hacia adelante, no hacia él. Esta era una de sus posiciones favoritas, una que casi nunca hacía con Davit porque su tamaño no era suficiente para llenarla como le gustaba en esa postura. Subía y bajaba con un ritmo hipnótico, su cuerpo temblando de placer. «¡Ohhh, métemela más, cabrón!», jadeó, sus manos apoyadas en los muslos de Pablo para mantener el control. Zarai se acercó por detrás, besando su cuello y pellizcando sus pezones, susurrando: «¡Si Davit te viera lo perra que estás, se muere!».Luego, Pablo cambió a Baby de lado en el sofá, levantando una de sus piernas para penetrarla profundamente. «¡Aaaaaa, qué divino, reviéntame!», gritó ella, su cuerpo convulsionando con cada embestida. Zarai, a su lado, lamía sus tetas, succionando sus pezones con una intensidad que la hacía temblar. El clímax llegó cuando Pablo, al borde del orgasmo, se retiró y eyaculó sobre los senos de Zarai, que yacía junto a Baby en el sofá. Los chorros cálidos cubrieron su piel, y Baby, con una sonrisa traviesa, se inclinó para lamer el semen de los pechos de Zarai, saboreando el gusto salado con una lentitud deliberada. Luego, le dio un beso profundo, sus lenguas enredándose en un acto de puro morbo.Pero la noche no terminó ahí. Pablo, aún algo erecto tras su orgasmo, se giró hacia Zarai, penetrándola con un movimiento rápido mientras ella gemía: «¡Mmmm, sí, dámelo todo!». Baby, aprovechando el momento, se subió sobre la boca de Zarai, apoyándose en la parte superior del sofá, su rico culo parado y expuesto mientras se movía sobre la lengua de Zarai. «¡Cómemela toda, puta rica!», gritó Baby, sus caderas ondulando con frenesí. Pablo, excitado por la vista, comenzó a darle fuertes nalgadas a Baby, cada golpe resonando en la sala y dejando marcas rojas en su piel. «¡Siii, pégame, cabrón, qué ricoooo!», exclamó ella, el dolor y el placer mezclándose en una explosión que la llevó a otro orgasmo.Exhausta, Baby se desplomó en el sofá, su cuerpo aún temblando. Poco después, su teléfono vibró: era su mamá, que había ido a buscarla. Con una sonrisa cansada, se vistió rápidamente, recogió su celular con el video aún grabando y se despidió de Pablo y Zarai con un beso prometedor. «Nos vemos pronto», susurró Zarai. Baby salió y se fue a casa con su madre, el secreto del video quemándole en el bolsillo.
Esa noche, Baby llamó a Davit, su voz ronca y cargada de una energía que lo puso en alerta al instante. «Amor, hoy fue una puta locura», empezó, su tono tan cargado de morbo que Davit sintió un calor inmediato. «En el cine, Pablo me metió los dedos hasta casi correrme, y Zarai me susurraba guarradas al oído. Grité ‘¡Mmmm, sí, tócame así, cabrón!’ como loca. Luego, en el apartamento, lo grabé todo para ti». Hizo una pausa, dejando que la intriga lo consumiera. «Sí, Davit, tengo un video donde me ves chupándole la polla a Pablo mientras él gruñía ‘¡Chúpamela toda, perra!’. Le comía el coño a Zarai y me gritaba ‘¡Qué ricoo, Baby, así te quería!’ y ‘¡Cómemela toda, puta!’, Cuando Pablo me cogió, se puso un preservativo, pero joder, su tamaño me reventó. Estábamos en el sofá, y me monté encima de él, de frente, subiendo y bajando, una posición que me encanta, pero que contigo casi no hago porque no me llenas igual. Grité ‘¡Siii, reviéntame, qué divinoooo!’ hasta correrme. Zarai lamía mi clítoris, diciendo ‘¡Si Davit te viera lo perra que estás!’, y yo solo gemía ‘¡Mmmm, cómeme todo, puta rica!’. Luego, de lado, Pablo me dio tan fuerte que grité ‘¡Aaaaaa, qué divino, reviéntame!’. Al final, se corrió en las tetas de Zarai, y yo lamí todo antes de besarla, compartiendo su semen. Pero espera, amor, porque después él seguía algo duro y se la metió a Zarai, y yo me subí en su boca, moviéndome mientras ella me lamía y Pablo me daba nalgadas que me dejaron marcada. Grité ‘¡Siii, pégame, cabrón, qué ricoooo!’ hasta correrme otra vez. Todo está en el video, amor, te lo envío ahora».