Capítulo 2
- Adorando a Mariela
- Adorando a Mariela II
- Adorando a Mariela III
Adorando a Mariela II
CHARLINES
SEGUNDO CAPÍTULO
Esa noche tuvimos un sueño plácido y cuando desperté, Mariela ya no estaba. Escuché el agua de la ducha caer y me acerqué hasta ella.
- ¿Dónde vas? jajajaj, marcha a la cocina
Bajé a la cocina y preparé dos desayunos potentes, hoy tendríamos un poco de todo. Mariela bajó radiante con una camiseta de tirantes que apenas tapaba sus pechos, donde sus pezones eran los protagonistas. Me la quedé mirando, diría que con descaro.
- ¿Así quieres que me esté quieto?
Mariela sonrió y siguió con el desayuno.
- ¿Qué me tienes preparado para hoy?
- Pues hoy iremos a ver el monasterio de Silos, el monasterio de Arlanza y el desfiladero de la Yecla.
- Parece una buena ruta.
- Vístete cómoda que hay que andar un poco.
Mariela se vistió con unas mayas que marcaban a la perfección su culo, una camiseta que a su vez marcaba sus pechos, con una chaqueta por encima y unas deportivas. Yo como siempre, mis vaqueros y mi camisa blanca, con unas deportivas también. Quise empezar por el desfiladero de la Yecla que la verdad se hace en poco más de veinte minutos incluyendo las paradas.
De ahí fuimos a silos, donde entramos en su precioso monasterio con una visita guiada. Aquí nos explicaron su historia de la cual solamente relataré un escueto principio. Ya en tiempos de los visigodos hubo allí un cenobio dedicado a San Sebastián, que en la época del conde Fernán González fue restaurado y ampliado. Pero algo después, hacia 1042, el edificio sufrió otra profundísima renovación, bajo la iniciativa de un monje nacido en Cañas, La Rioja, de nombre Domingo. En el este del edificio se encuentra un reclinatorio donde se escribía a mano las obras maestras de aquel entonces.
Tras observar este precioso lugar, nos desplazamos a comer al pueblo de Covarrubias, aquí comimos y charlamos sobre lo visto hasta el momento. Como hacia buen tiempo, salimos a tomar el café y una copita a la terraza. El sol nos iba calentando poco a poco.
Tras terminar la copa, nos dirigimos al monasterio de San Pedro de Arlanza. A orillas del río que le da nombre, fue uno de los centros monásticos más importantes del condado y luego reino de Castilla. Aunque los restos más antiguos existentes hoy en el conjunto monacal, correspondientes a la iglesia, datan de 1080, la congregación fue fundada en 912 como un eremitorio, de ruinas aún visibles, en la parte alta de las paredes que flanquean el valle. Este monasterio recibió el apelativo de «cuna de Castilla» y estuvo en funcionamiento hasta la desamortización de Mendizábal en 1835. La verdad es que la visita estuvo muy bien, ya que la señorita que cuida el lugar nos explicó su historia y sus curiosidades, como que fue un centro de refugio de templarios.
Ya partiendo del monasterio, conduje con tranquilidad por esa bastante mala carretera. Mi mano se acercó a los pechos de Mariela donde apreté sus pezones.
- Ay, ya sabes que así, en frio, no me gusta.
Bajé mi mano a su sexo y lo acaricié por fuera de las mayas. Ahora Mariela no decía nada y se dejaba hacer, acercó su sexo al borde del asiento, para hacerme más fácil mi labor. Los kilómetros iban pasando y Mariela cada vez se calentaba más. Sus pezones ya se marcaban poderosos bajo la camiseta. Mi mano seguía incansable acariciando, ese ya mojado sexo, bajo las mayas.
- ¿No piensas parar?
Ya la noche cubría la carretera y decidí parar en un bar que tenía una especie de aparcamiento entero, este estaba vacío, por cierto. Nada más parar Mariela soltó su cinturón y se lanzó a por mí polla.
- Dame tu polla cabrón que llevo todo el viaje caliente.
Se lanzó entre mis piernas y la verdad, me devoró la polla con gran pasión. Se la metía en la boca y cabeceaba follándome ella, con esa cálida y húmeda boca. La pena fue que otro vehículo, aparcó cerca y tuvimos que dejar la felación, para mejor ocasión.
- De esta te has librado, cabronazo.
Yo reí ladino, ¿Qué más hubiera querido, que llenar su boquita con mi espuma? Entramos al bar y tomamos unos refrescos, con unas banderillas. Volvimos al auto y fuimos directos hasta casa.
Preparé una cena ligera, con una lechuga unos espárragos, un poco de bonito y unos pimientos rojos embotados. Cuando terminé subí a la habitación y me cambié, poniéndome un pantalón corto y una camiseta. Al bajar cenamos y nos sentamos a ver una serie.
Mariela se recostó sobre mis piernas y el calor de su cuerpo me la puso morcillona. Su boca casi caía a la altura de mi polla, por lo que la saqué de su escondite.
- Termina lo que empezaste en el coche.
- Como eres jajaj eres incansable.
Mariela abrió su boca y sin moverse, metió en ella el trozo de polla que estaba a su alcance. Chupaba y lamía mi capullo, de vez en cuando sorbia de él moviendo un poco la boca para albergar más trozo dentro. Yo estaba en la gloria y la dejaba hacer, me gustaba como me comía así, sin prisa. Lentamente se fue poniendo de rodillas sobre el sofá, hasta albergar mi polla completa en su boca. El placer me llenaba el cuerpo.
Le bajé sus mayas y sacándolas por sus pies, coloqué el coño de Mariela sobre mi boca. Mi lengua fue directa a su clítoris, lamiéndolo eternamente con una velocidad constante y no muy exagerada. Mariela se tragaba mi polla entera, siguiendo la velocidad que yo le marcaba. Yo de vez en cuando sorbía su clítoris tirando de él. Mi dedo anular se acercó a su culo y lo acarició. Esta caricia hizo que Mariela se corriera sobre mi boca. Mientras se corría, se tragó toda mi polla y traspasó su garganta, la arcada me regaló un chorrito de sus jugos que tragué ávidamente. Amarrando con fuerza sus caderas, seguí degustando ese manjar que se abría a mi lengua y me regalaba el maná. Imparable seguía recibiendo las eternas corridas de Mariela que ahora botaba sobre mi lengua. Mi polla se escondía en su garganta y Mariela la follaba con ella.
De repente, se paró, se salió del tacto de mi lengua y se montó sobre mi polla. Me cabalgó con todas las ganas, bailando sobre ella y gimiendo, no sé qué decía, pero hablaba algo inconexo. Botaba y botaba sobre mi polla, hasta que, apoyando sus manos en mi pecho, empezó a balancearse, mientras gritaba de placer.
- Si, que bueno, si, joder, que bueno.
Mariela se salió de mí, me besó con ganas en la boca y me dijo.
- Fóllame, fóllame fuerte, haz que mis tetas boten como flanes.
Me puse sobre ella, levanté sus piernas y rodeé con ellas mi cadera, le metí la polla, sintiendo la calidez y la humedad de su coño. La miré a los ojos que tenía cerrados mientras se lamía los labios. Entraba en ella de momento despacio elevando el ritmo lentamente, hasta que sujeto a sus caderas le di fuerte, con todas mis fuerzas mientras veía como sus tetas bailaban al son de mi música.
- Si, así querías, ehhh, así querías, toma, toma, toma.
- Si, dame, dame, dámelo todo, todo, todo.
Los dos caímos sobre la cama, yo encima de Mariela, mientras besaba su boca y recogía los últimos latidos de su orgasmo.
- Joder, cabrón, ha sido intenso y humm joder, me he derretido entera.
- Me ha gustado sentirte temblar bajo mis brazos. Mañana no te tendré piedad.
Y así terminamos ese largo día, al día siguiente, nos tocará la catedral de burgos donde hay mucho que ver y por la tarde el museo de la evolución, pero eso será mañana.
Desperté con una de las tetas de Mariela en mi mano y mi polla dura, bañada por la humedad de su coño. Casi ni empujé, y ya estaba dentro. Me movía muy lento desde atrás sintiendo como me abrazaba ese coño, como me envolvía en su humedad y como Mariela gemía a mi lado.
- Te despertaste certero y con ganas.
- Me lo pusiste muy fácil, casi la tenía dentro.
Seguí despacito disfrutando del roce de ese coño y de los pezones de Mariela que apretaba entre mis manos. Extrañamente, notaba que me iba acorrer y llevaba relativamente poco tiempo.
- Mariela me voy a correr.
Ella empezó a menear su culo, también sin prisa y la dejé hacer, esto retrasó mi orgasmo y acelero el suyo, consiguiendo que ambos estallásemos juntos. Besé a Mariela en el cuello mientras apretaba mi polla dentro de su coño que ahora me tenía abrazado, estrujándome hasta sacar la última gota. Permanecimos abrazados mientras apretaba sus pezones y los acariciaba con mimo.
- Anda vamos, que, si no, no salimos de la cama.
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