En alguna ocasión me dispuse a viajar a otra ciudad para adelantar mis estudios de postgrado y me vi obligado a buscar una casa de familia debido a que no tenía suficiente dinero como para pagar un apartamento para mí solo.
Después de mucho indagar, encontré un apartamento pequeño donde habitaban dos mujeres, madre e hija, ellas me ofrecieron uno de los dos cuartos por una módica suma.
No dudé ni un instante en tomar el cuarto por tres razones: el bajo costo, la cercanía a la universidad donde estudiaría y la belleza de la hija de doña Virginia, dueña de la casa.
Catalina, de aproximadamente 20 años, era una mujer de cabello largo, rubio, una piel canela con apariencia de tersura inigualable, ojos miel, exquisitos labios y rasgos faciales finos.
Tenía unos senos firmes y voluminosos que incitaban a posar las manos sobre las estrechas y escotadas blusas de su dueña, una cintura delgada, un trasero igualmente firme y unas piernas hermosas bien contorneadas.
Catalina sabía lo que tenía y lo mostraba con sus grandes escotes, sus faldas cortas, sus jeans apretados.
Doña Virginia era también una mujer hermosa, joven aún, pero a diferencia de su hija su indumentaria era bastante discreta.
La historia que me interesa contar comienza desde el mismo momento en que comencé a vivir con las dos mujeres.
Lo primero que diré es que desde el primer día mi relación con la señora Virginia fue muy agradable y eso me haría sentir como en casa de no ser porque con Catalina las cosas no eran lo mismo: a pesar de que intenté ser lo más amable y simpático que pude, ella siempre se mostró displicente, antipática conmigo.
Su madre siempre le regañaba porque ni siquiera me respondía cuando la saludaba y en cambio me miraba como si le hubiese dicho algo horrible.
Yo salía todas las mañanas a eso de las 7, a esa hora la señora ya había salido puesto que ella trabajaba, en un almacén, al otro extremo de la ciudad. Para esa misma hora, Catalina ya se había levantado y era su costumbre realizar aeróbicos en la sala.
Como mis clases comenzaban a las 7:15 y de la casa a la universidad me tomaba solo 5 minutos caminando, yo me alistaba un poco antes y desayunaba con mucha calma para tener el suficiente tiempo de observar a la muchacha mientras hacía sus ejercicios, sin embargo en varias ocasiones había descubierto mi entusiasmada mirada y me había devuelto una muy terrible de tal manera que tuve que ser mucho más prudente a la hora del desayuno.
La parte más interesante de este relato comienza cuando un muy buen día me fue necesario devolverme puesto que había dejado unos papeles importantes en mi cuarto y viendo que si me apuraba podría llegar a tiempo para la clase, regresé corriendo a casa.
Al abrir la puerta noté que Catalina ya no se encontraba en la sala haciendo aeróbicos, imaginé que estaba en su cuarto pero unos segundos más tarde escuche su voz pronunciar mi nombre, creí entonces que me llamaba para verificar si era yo el que había entrado al apartamento y cuando me dispuse a contestarle escuché mi nombre por segunda vez, supe que provenía de mi cuarto y por la forma en que lo dijo pensé que le había pasado algo porque era como un gemido, sin embargo la tercera vez que lo dijo me fue más claro que era sonido de mujer excitada.
Me acerqué lentamente al cuarto y desde donde ella no podía verme la pude ver encima de mi cama, la trusa en el suelo, sus senos desnudos y sus manos entre sus bragas… la chica se estaba masturbando, en mi cuarto, ¡mientras pronunciaba mi nombre!.
Pude ver como se retorcía y aprisionaba sus senos uno contra otro, y en el momento en que llevó los dedos a su boca y luego manoseó sus pezones me excitó a tal punto que mis manos fueron al pantalón y comencé a tocar mis partes.
La chica estaba verdaderamente encendida, acariciaba sus piernas, sus nalgas y luego llevaba de nuevo la mano a sus bragas para acariciarse y pronunciar mi nombre con más fuerza cada vez.
Me decidí a abrir la cremallera para masturbarme mientras la observaba, pero en medio de mi excitación descuidé los cuadernos que se fueron al piso produciendo un ruido no muy fuerte pero lo suficiente como para que ella saliera con una sábana encima a percatarse de lo que había pasado.
Se dio cuenta de que yo había estado allí observándola y entonces lo único que supe decir fue «vine por unos papeles que se me quedaron»…
2 Como ya eran las 7:35 y no me atrevía a salir de mi cuarto, decidí no ir a la universidad ese día. Pensé que lo más conveniente sería irme de la casa y no sabía que iría a hacer si doña Virginia se enteraba de lo que había pasado aunque también pensé qué la chica no estaría muy dispuesta a contarle algo así.
Estuve toda la tarde pensando en la escena que había vivido y me inquietaba demasiado al punto que tuve deseos de salir del cuarto y decirle a Catalina que quería tener sexo con ella.
Estaba casi seguro que ella me deseaba también, de lo contrario no se habría masturbado en mi cuarto y no hubiera pronunciado mi nombre. ¿Estaría pensando en algún homónimo? Al final de la tarde, poco antes de que llegara doña Virginia, no aguantando más, autosatisfice mi deseo.
Tendría que comenzar a buscar otro lugar desde el día siguiente, la vergüenza no me dejaría vivir tranquilo en aquel lugar, pero solo hasta que encontrara otro apartamento le comunicaría a doña Virginia. Ella llegó a eso de las 6:45 y a las 7:30 nos llamó a cenar.
Catalina para mi sorpresa se sentó a mi lado, aunque su cara expresaba tanto o más desagrado que el que acostumbraba a mostrar cuando yo estaba presente.
Doña Virginia, como siempre intentando atenuar la incomodidad que la actitud de su hija pudiera proporcionarme, me preguntó cómo me había ido en la universidad: – no muy bien señora, tenía que entregar un trabajo pero lo dejé olvidado y tal vez mañana no me lo reciban. – Debes tener más cuidado con eso hijo.
En ese momento sentí encima de mi mano, la mano de Catalina… todo ocurrió bajo la mesa mientras hablaba con la mamá. – Veré que puedo hacer para solucionar ese problema. – Y ¿qué tal las otras clases? Llevó mi mano hasta su pierna desnuda y la fue subiendo hasta que toque su falda, corta y holgada. Con mi mano bajo su falda y sobre sus bragas acarició sus partes y entonces ella quitó su mano y dejó que hiciera a mi gusto, mientras… – te pregunté ¿qué tal las otras clases? – Ah? Si señora, perdón, este… muuuuy bien.
En esas no tengo problema. Cuando la señora llevó los platos, Catalina me miró pícaramente, por primera vez me sonrío y me besó rápidamente consciente del peligro de que viniera su madre.
Nos habíamos ido a acostar, ellas a eso de las 10 y yo un poco más tarde pues realicé algunas llamadas para saber que habían hecho en la universidad.
Ya había mencionado que en el apartamento había solo dos cuartos y, por tanto, la señora y su hija dormían en uno de ellos, en camas separadas.
Tal vez una media hora después de haber entrado a mi cuarto, entró Catalina, tenía puesto un camisón largo semitransparente a través del cual se dibujaba la forma de sus senos y su esbelta figura.
Me observó con deseo y mojó sus labios, luego llevó el dedo índice de su mano derecha hasta su boca y lo mordió mientras cerraba sus ojos.
Me besó acaloradamente, la boca, el cuello, el pecho, me dijo que quería tener sexo, pero en el cuarto de ella, yo le dije que era una locura (¿no se acordaba que su madre estaba allí?), entonces ella se levantó, acarició sus piernas mientras levantaba suavemente el camisón, sus manos llegaron a sus senos y cerró nuevamente los ojos, luego caminó hacia la puerta… me aclaró que sería en el otro cuarto o en ningún otro lado, yo no me sentí capaz de seguirla y creí que ella entendería mis razones y volvería a mi lado, no fue así y tuve que masturbarme de nuevo, esa chica me perturbaba.
No pude dormir, pasé la noche pensando. Consideré que lo más conveniente sería no ir a la universidad (aun sabiendo que tenía examen) y me quedaría en casa teniendo sexo con ella mientras su mamá trabajaba. En la mañana, a la hora de los aeróbicos fui a la sala y la tomé por la cintura, lo extraño fue que me miro ofendida, me pegó una cachetada, me insultó y me preguntó que qué me pasaba.
En vista de eso y como ninguna de mis razones la pudo calmar, como si no recordara lo que había pasado la noche anterior, yo me encerré en mi cuarto. Media hora más tarde la escuche en el baño, estaba masturbándose y pronunciando mi nombre, golpeé la puerta pero me despreció y esperó hasta estar segura de que yo estaba en mi cuarto para salir del baño hacia el cuarto de ella. No pude estudiar nada y tenía otro examen para el día siguiente.
En la noche, cuando doña Virginia nos llamó para la cena, Catalina se volvió a sentar a mi lado, en esta ocasión la señora no preguntó nada a pesar de que su hija me hizo la peor cara de todos los días, sin embargo, la chica volvió a juguetear debajo de la mesa.
Esta vez no llevó mi mano hacia ella, sino que abrió mi cierre y acarició mi miembro hasta que su madre se paró de la mesa y ella se fue a colaborarle con los platos, yo estaba realmente excitado…
Esa noche volvió a mi cuarto y me propuso lo mismo del día anterior, yo seguía pensando que era una locura pero accedí pues mi grado de excitación no daba para menos. Al entrar, verificamos que la señora estuviese dormida, la luz permaneció apagada.
Comencé por besarla mientras acariciaba su trasero por encima del camisón, luego metí las manos por debajo y le quité las bragas, para ese momento ya estábamos tendidos sobre la cama. Manoseé sus partes y noté lo excitada que estaba, mi dedo índice y corazón sobre la parte superior de sus labios intensificaron su excitación: se retorcía. Sus manos acariciaron mi miembro una vez mis boxers estuvieron abajo.
Estrujé sus senos y besé sus pezones durante largo rato, luego besé sus partes y ahí su madre estuvo a punto de despertarse pues Catalina gemía mientras parecía convulsionar.
Ella besó mi pecho y estimuló oralmente mis partes, yo deseaba no terminar pero las cosas terminaron, eso sí, nos pasamos toda la noche jugueteando, creo que en esa ocasión experimenté tres orgasmos.
A la mañana siguiente no fui a la universidad, porque me desperté tardísimo y porque quería volver a estar con Catalina pero en cuanto me le acerqué me miro como lo hacía siempre y comencé a entender que esa chica solo le gustaba el sexo en las noches y en con la cercanía de su madre. Tal vez el peligro la excitaba más.
Pasaron al menos diez espléndidas noches antes de que su madre se levantara y se diera cuenta de lo que estaba pasando. Aunque la señora no me lo pidió, al siguiente día en la mañana yo ya no estaba en aquella casa…
III Dos días más tarde me encontré a doña Virginia en la universidad, me estaba esperando a la salida de clases, yo intenté evadirla pero ya era tarde. Me entregó un papel, no dijo nada y se fue. «Quisiera hablar con usted, lo espero esta noche en mi apartamento para cenar, por favor no falte porque es importante lo que tengo que decirle».
Al llegar a casa de la señora lo primero que noté fue su cambio de aspecto, tenía un vestido ceñido al cuerpo. Me di cuenta que los pantalones anchos que llevaba al almacén donde trabajaba ocultaban unas hermosas piernas que ahora se mostraban bajo unas medias veladas negras y agresivas.
El vestido era bastante corto como para notar que la señora tenía un liguero y escotado como para darme cuenta también que en tanto tiempo no había admirado esos prominentes senos. Su rostro no era tan hermoso como el de Catalina pero se había maquillado y se había arreglado el cabello.
Esa mujer tenía en ese entonces 38 años, lo puedo asegurar porque en alguna ocasión lo había visto en un documento que había dejado olvidado en su casa.
Me senté a comer, la señora no solo estuvo amable sino insinuante. Cuando estaba por terminar, bajó Catalina que se había arreglado y estaba más hermosa que nunca. No me saludó sino que se ubicó detrás de mí y me besó la nuca, fue desabrochando mi camisa y su madre debajo de la mesa abrió mi cierre y chupó vehementemente mis partes.
Me llevaron contra la pared y Virginia (que ya no era tan doña) acarició mi miembro con su trasero y mis manos se introdujeron bajo su falda, la mujer desabrochó su vestido y desajustó sus bragas. Mientras la penetraba, su hija acariciaba mis testículos.
Estimulé mi miembro con los senos de una y otra y mientras penetraba a Catalina, besaba las partes de su madre.
Acaricié las piernas de las dos mujeres, acaricié sus nalgas, sus senos y no hubo nada que me detuviera esa noche excepto lo extenuado que quedaba orgasmo tras otro.
Pasaron muchos meses, en los que noche tras noche tuve sexo con las dos mujeres sin inhibición alguna.
Hace dos meses estoy viviendo con ellas nuevamente porque madre e hija están embarazadas y lo peor de todo es que no paramos de tener sexo, al punto que ya me echaron de la universidad… ya no me queda tiempo para nada.