Hay días que todo sale mal o casi todo
CHARLINES
Ese día había roto el automóvil, al subirme sobre un bordillo. Esto hizo que llegara tarde al trabajo y la consiguiente bronca de mi jefe. Él hecho había trastocado toda mi rutina, tenía que quedarme a recuperar las horas y todo mi horario se iba al traste. Además, al no tener mi vehículo, debería utilizar el transporte público y hacía mucho tiempo que no lo hacía. Busqué en la red la manera más fácil de llegar a mi casa y pude observar que el metro era el método más eficaz.
Terminé todo lo que tenía que hacer y bajé al bar de la esquina a tomar algo antes de ir para casa. Estuve hablando unos minutos con el camarero y fui hasta la estación del metro sobre las veinte quince de la tarde. Eso estaba a rebosar y me coloqué, donde creía, pararía el último vagón. Cuando llegaron los vagones del metro, aquello fue un caos, sí que había acertado y entré de los primeros en un vagón que ya estaba medio lleno. Rápidamente accedí al final del vagón y me coloqué en una esquina, mi parada era la última y no quería molestar.
La vi entrar, una muchacha de no más de veinticinco años, yo ya tenía cuarenta. Se dirigía hacia mí, poderosa, radiante, escultural y con unos pechos enormes. La camisa apretada que ese día había elegido, hacía que sus pechos marcasen un canal, imposible de no quedarse fijo en él.
Por fin, la muchacha ya estaba a mi lado y me quedé anonadado mirando esos preciosos pechos que ahora se paraban bajo mis ojos.
- Perdona, perdona
- Eh, sí, sí.
- Puedo sujetarme aquí en la barra.
- Por supuesto, espera que te dejo un poco de sitio.
Me moví hacia mi izquierda para hacerle sitio y ella se colocó, ahí, frente a mí. Me miraba y se reía y yo la miraba e inevitablemente bajaba mi vista a esos pechos, grandes turgentes y duros, pues con el traqueteo del tren se rozaban con mi brazo repetidamente. Este acto había hecho que mi polla estuviera bien dura y al mirar si se notaba, pude apreciar que la muchacha también tenía un precioso culo, casi, casi perfecto. La muchacha era risueña y alegre y con gran desparpajo, me preguntó.
- ¿Te gustan? ¿te gusta lo que ves?
Yo me quedé totalmente perplejo ante la pregunta y tartamudeando, como un tonto le contesté.
- Si, si, si me gusta, me gusta todo lo que veo.
Ella sonrió y ladinamente se restregó sobre mi brazo. Notaba mi polla dura apretarse contra el pantalón, a la vez que observaba los pezones de la muchacha, erectos contra su camiseta. En la siguiente parada entró más gente y tuvimos que apretarnos un poco más.
- ¿Te importa que te de él culito?
Que me iba a importar, todo lo contrario, era más bajita que yo y así tendría su culito pegado y una vista casi perfecta de sus voluminosos pechos.
- No me importa, claro que no.
- Prefiero que me toques tú el culo, que algún cerdo de estos.
Y dicho esto, se clavó contra mí, situando mi polla entre sus dos nalgas. Con esas mayas que llevaba, prácticamente, me estaba haciendo una paja con su culo. Me miró y sonrió.
- Tienes la polla bien gruesa ¿esto se debe a mí?
- Claro preciosa, tú eres la única culpable.
Sonrió y aprovechando el vaivén del vagón, me dio una buena masajeada en mi polla. Otra muchacha de su edad más o menos, se había colocado dándole el culo a mi nueva amiga. También se volvió y sonrió, así se protegía de algún manazas. Otra vez paró el tren y entró más gente.
Ahora ya estábamos casi soldados, mi polla se movía entre esas nalgas con total libertad. La muchacha había tirado un poco de su camiseta hacia abajo y casi le podía ver los pezones, por lo que cada vez estaba más duro.
Estaba deseando tocar esos pechos, comerme esos pezones y atravesar ese culo que me pajeaba deliciosamente.
- ¿A qué te dedicas? – me preguntó
- Soy asesor financiero y corredor de bolsa.
La muchacha silbó y me sonrió a la vez.
- Joder tienes que ganar mucha pasta. Yo soy peluquera.
- Bueno, tanto tienes, tanto gastas. Podría aconsejarte alguna inversión.
- Como no invierta mis tetitas jajajja, no tengo un euro.
- Jajajaj, no sería mala idea invertir tus tetitas, como si fueran bitcoin jajajajaj
Los dos reímos abiertamente y en la siguiente parada, se bajó bastante gente y el espacio volvió a ser medianamente aceptable. Seguimos hablando de trivialidades, ahora se había vuelto a girar y volvía a rozar sus pechos contra mi brazo. Notaba perfectamente sus pezones duros, como se rozaban en mi brazo con todo el descaro.
En un momento dado el tren frenó y tuve que sujetarla, para que no terminara en el suelo del vagón. Mi mano se quedó pegada a su pecho y la otra a su cintura. El tacto de ese pecho era duro y mi mano no lo podía abarcar en su totalidad.
- Que tonta soy casi me doy de morros contra el suelo, gracias tío.
- De nada guapa, me alegra haberte podido ayudar.
Sonreímos y ya en la siguiente parada pudimos sentarnos, ya que casi el vagón se había vaciado.
- ¿Tú también te bajas en la última?
- Si, iré a cenar un poco por ahí, si quieres te invito.
- Si…, ¿de verdad?
- Claro mujer, será un placer.
Después que aceptó mi invitación, nos presentamos. Ella se llamaba Andrea y tenía como bien había calculado, veinticinco años. Había estudiado peluquería y aunque donde trabajaba estaba un poco lejos de su casa, también se cobraba un poco más.
Me contó que vivía sola y que andaba buscando una persona para compartir el piso, para ella sola era mucha pasta. Ahí vi una gran oportunidad y me lancé sin red.
- ¿cuánto pagas por el piso?
- Más de novecientos euros, y cobro mil cuatrocientos, tengo que hacer malabarismo si no encuentro a nadie.
- Yo también vivo solo, podría alquilarte una habitación por quinientos euros, tendrías tu propio baño dentro de ella y la cocina y el salón serían comunes.
- ¿Qué dices?, eso sería magnífico.
Le comenté que, tras la cena, si le apetecía podíamos ir a verlo y si le interesaba la habitación era suya. Ella estaba contenta, de momento le solucionaba el problema y la opción parecía muy buena.
Le pregunté si quería cenar formal, o prefería ir de picoteo. Ella prefirió ir de picoteo, pero ya me dijo que no tenía pasta. Yo ya me lo había imaginado y le reiteré que le había dicho que la invitaba.
Hablamos de todo un poco, mientras recorríamos los locales de la calle. Ella me contó que lo había dejado con su novio, que este era muy posesivo y prácticamente no le dejaba hacer nada. Yo entendí que había hecho bien y así se lo expuse. Le conté que no quería líos, que prefería el aquí te pillo aquí te mato. No me gustan los compromisos y valoro mucho la libertad. Ella también opinaba así, pero claro la diferencia de edad era sustancial y eso hacía que las posturas fueran algo diferentes.
Le propuse tomar una copa en el piso, que viera la habitación y así podría hacerse una idea de lo que le ofrecía. Ella aceptó encantada.
Por el camino le conté mi odisea del día y que lo único bueno de ese día había sido conocerla. Andrea se ruborizó en ese momento y me contó que se había fijado en mi, antes de subir al vagón y se había decidido a ir cerca de mí, pues le daba confianza.
Llegamos al portal y Andrea dio un silbido.
- Joder tío, urbanización de lujo. ¿seguro tenéis piscina y todo?
- Pues sí, has acertado y está climatizada. ¿Quieres verla?
- Joder, claro.
Con mi teléfono móvil accedí a la piscina, teníamos una aplicación que abría la puerta. Andrea entró y abrió los ojos como platos.
- ¿Esto también entra en los quinientos euros?
- Claro, todo va en el precio. Además, cuando me vean contigo se morirán de envidia.
- Que bobo eres.
Tras visitar la piscina, subimos al apartamento, este era un ático de noventa metros cuadrados, con dos habitaciones con baño, una en cada esquina de la casa y la cocina y el salón en medio. Se entraba directamente al salón y desde este, se accedía a las habitaciones y la cocina. También había una terraza que daba toda la vuelta a la casa y tenía acceso desde las habitaciones y el salón.
- Joder tío, se me caen las bragas. ¡¡Menudo piso!!
- Jajajjaja que bruta eres, tampoco es para tanto.
Nos sentamos en el salón y le pregunté qué quería, me respondió que le daba igual y saqué una botella de whisky con unos hielos. La verdad es que seguía sin poder apartar la mirada de esos pechos que me tenían loco y Andrea se daba perfecta cuenta de ello.
Hablamos de todo un poco y tras el segundo whisky, Andrea empezó a tartamudear. Le dije que se quedara a dormir que así no podía ir a casa y tras un amplio debate, aceptó. Le pregunté a qué hora se levantaba y como era la misma que la mía le dije que yo la llamaría al día siguiente. Le pregunté si necesitaba una camiseta o algo para dormir y mirándome con sorna, me contestó que dormía desnuda. La acompañé hasta la habitación y me volví a la mía.
Esa noche tardé en dormirme, el calentón del tren y la vista de esos pechos, me tenían muy caliente. Opté por masturbarme, para relajar mi cuerpo.
Imaginé mis manos abarcando esos pechos, mis labios besándonos y mi lengua recorriendo cada porción de carne. Mis manos apretando su culo y acercándola a mí. Desnudarla, besarla y penetrarla. Por fin escupí sobre mi mano. Me levanté al baño, me lavé y me quedé profundamente dormido.
A la mañana siguiente desperté a Andrea que se levantó despeluzada y con la camisa y las mallas puestas para salir a desayunar. La visión de sus pechos sin el sujetador era sencillamente espectacular. Se apreciaban unas grandes aureolas y unos pezones gruesos como un garbanzo. Mi cara debía ser de asombro total, pues Andrea me preguntó.
- Joder tío, ¿quieres verlas?
Yo abrí mucho los ojos, no me lo podía creer.
- Claro que quiero, ¿cómo no iba a querer?
Andrea me miró a los ojos, lentamente se desabrochó la camisa y tras terminar con el último botón, se la quitó dejándola colgada de la silla.
- ¿Qué, así mejor?
- Joder niña, mucho mejor. ¿puedo tocarlas?
- Vale, tócalas.
Me acerqué a Andrea y bajé mi mano a su pecho. Su piel era suave, muy suave y sus pezones eran muy sensibles, pues nada más tocarlos se pusieron duros como mi polla. Le acaricié el pecho con suavidad, recorriéndolo con mi mano, apretándolo y pellizcando su pezón. Andrea gemía y me miraba la entrepierna, acercó su mano y apretó mi polla por encima del pantalón.
- Ahora no podemos niña, hemos de ir a trabajar.
- Luego llamaré al casero y esta misma tarde me cambio de piso, esto es una maravilla.
Dejé de acariciar sus pechos y ella soltó mi polla, nos vestimos y salimos hacia el trabajo juntos. Otra vez el trayecto en el metro, con mi polla entre sus nalgas y otra vez un calentón terrible. Tomamos un café rápido y tras entregarle por si acaso un juego de llaves, nos despedimos hasta la tarde.
Llegué caliente al trabajo y algo aturdido, pues me costó una hora centrarme en mis asuntos. Esa niña me tenía hechizado. Ese día terminé pronto, fui al taller donde había dejado el auto y me dijeron que tardarían como poco una semana en arreglarlo. Me pensé la situación, una semana era mucho tiempo, por lo que decidí alquilar un vehículo para esos días. Esto me llevó algo más de tiempo de lo que tenía pensado y no llegué a casa hasta casi las cinco y media de la tarde. Cuando llegué, Andrea ya estaba en la casa y tenía con ella un par de bolsas.
- ¿Tienes más cosas?
- Si, unas cuantas bolsas más.
- Vale, te acompaño con el auto y las cargamos todas en él, he alquilado uno.
- Por mí, perfecto, vamos entonces.
Fuimos a su antiguo piso, recogimos todas sus pertenencias, las cargamos en el auto y volvimos a mi apartamento. Subimos todas las bolsas y Andrea se pasó la tarde colocando sus cosas, mientras yo me encargaba de la cena. La tarde pasó rápida, aunque yo no hacía más que recordar la situación vivida durante el desayuno. Aún sentía en el tacto de mis manos, la suavidad y la turgencia de esos pechos. Irremediablemente, mi polla iba adquiriendo un grosor que la hacía notarse en los pantalones deportivos que había elegido para esa tarde. Cuando llegó Andrea riendo, me preguntó.
- ¿En qué piensas cerdo?, mira como estas.
- Pues en lo mismo que todo el día, en la tersura y suavidad de tus pechos.
Andrea reía a carcajadas y se volvió a la habitación.
Tras un buen rato, volvió envuelta en una gran toalla, con el pelo húmedo y cara de pícara.
- ¿te has duchado?
- Si estaba toda sudada y me olía muy mal.
Me acerqué a ella, había usado mi gel, pues me resultaba familiar el olor. Me acerqué y como un perrillo le olisqueé el cuello y los hombros. Andrea estiró su cuello ofreciéndomelo y yo, lo besé, lo besé suave, mientras mis manos soltaban la toalla. Desde su espalda pude apreciar sus turgentes pechos y sus erectos pezones que me miraban desafiantes. Subiendo mis manos por sus caderas, me acerqué a sus pechos, pellizqué sus pezones y acaricié esa suave piel. Intenté abarcar con mi mano esos pechos, pero no podía. Los acariciaba con suavidad, hasta que me paré en sus gordos pezones. Los apreté con una fuerza mediana y tras un rato, los solté y los acaricié.
- Otra vez.
Estas palabras me sorprendieron, por lo que los apreté con más fuerza, cuando llevaba medio minuto.
- Ahora, suelta ahora.
Los solté y los acaricié con las yemas de mis dedos. Andrea gimió y un leve escalofrío recorrió su cuerpo.
- Más, quiero más.
Me coloqué frente a ella y pude ver como al apretar sus pezones ella cerraba los ojos.
- Suelta, suelta ahora.
Solté, pero esta vez acerqué mi boca a su pezón.
- Oh siii, joderr
Así estuvimos un buen rato hasta que bajé mi mano a su sexo que estaba totalmente mojado. Lo acaricié sin separar mi boca de su pecho y uno de mis dedos entró en él. Era un coñito estrecho y apretaba mi dedo con fuerza.
- Tienes un coñito muy apretadito.
- Está en garantía aun
Andrea al decir esto esbozó una ligera sonrisa a la vez que abría más sus piernas. Acercó su mano a mi polla y la sacó afuera, bajando un poco mi pantalón de deporte. Me pajeaba suave, mientras yo le hacía lo mismo. La empujé sobre la encimera de la cocina, aplasté sus pechos contra ella y tras un azote en su culo, coloqué mi polla en la entrada y la penetré muy lentamente.
Ese coñito apretaba mi polla mientras la dejaba deslizarse dentro de él. Por fin toqué fondo y Andrea gimió.
Un ritmo lento hacía que sus pechos se bambolearan sobre la encimera en un lento baile. Yo los acariciaba desde atrás, apretaba los gordos pezones y me iba encendiendo poco a poco. Acaricié sus brazos hasta llegar a sus muñecas, tiré de ambas hacia atrás, dejando sus pechos suspendidos sobre la encimera. Mi polla se clavó en su sexo y aceleré mis embestidas, viendo ahora como esos pechos chocaban con fuerza entre sí. Le daba fuerte, muy fuerte y Andrea gritaba, pedía más, pedía más fuerte. Le di tan fuerte, que noté como un gran reguero de mi esperma, llenaba su coño. Como Andrea temblaba sobre mi polla y cómo gritaba de placer, mientras aplastaba sus pechos sobre la encimera.
- Joder tío, menuda follada, nunca me habían follado con esa fuerza.
- Espero que no sea la última vez.
Después del salvaje encuentro, cenamos y nos sentamos a ver un poco la televisión. Andrea se tumbó colocando su cabeza en mis piernas, acariciando mi polla con su carita. Moviéndose como un felino, fue acercando su boca a mi polla, hasta morder suavemente mi capullo. Mi polla ya estaba dura. Andrea la buscó con la mano, para dejarla libre. La sacó de su prisión y acercó lentamente su lengua a mi capullo. Lo lamió largo rato, produciéndome un excelso placer. Por fin, acercó su boca y fue tragando mi polla hasta tener mi capullo dentro. Con su mano me pajeaba, mientras acompañaba con movimientos de su cabeza. Me estaba volviendo loco y la notaba gemir con mi polla en la boca.
Lentamente me fui dejando caer hasta llegar a su coñito, tiré de las mallas hacia abajo y metí mi cabeza entre sus piernas. Para dejarla mayor movilidad la situé sobre mí y yo debajo de ella. Al recorrer su sexo, mi lengua se llenó de sus flujos y nada más acariciar su clítoris, se corrió sobre mi boca. Apretó su boca contra mi polla y consiguió introducir en ella la mitad de mi vástago. Seguí lamiendo y sorbiendo su clítoris mientras ella cabeceaba sobre mi polla. Sus jugos llegaban a mi boca como el caudal de un río y yo bebía de ellos.
Empezó a botar sobre mi boca, gemía, sacaba mi polla, la volvía meter, chillaba y se atragantaba con mi polla. Se estaba volviendo loca y clavaba su coño en mi boca, se restregaba sobre ella y gritaba.
Se sacó la polla de la boca y se sentó sobre mi polla. Se la metió entera de una y me cabalgó con furia, como la mejor amazona. Yo apretaba sus pezones, acariciaba sus pechos y llenaba mi vista de su cara de zorra. Me cabalgó con fuerza mientras los orgasmos la llenaban, la desbordaban y le hacían gritar sujeta a mi pecho. La visión de sus pechos chocando entre sí, del sabor de sus pezones en mi boca y de su sucio idioma sobre mí. Me llevaron a terminar en un largo orgasmo que disfruté clavando mi polla en lo más hondo de Andrea y llenándola con mi esencia de vida.
- Hoy si te apetece te dejaré dormir conmigo, pero no pienses que siempre será así.
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