Capítulo 1

Capítulos de la serie:

Nueva compañera en la oficina

CHARLINES

Me llamo Isabel y tengo sesenta y dos años, estoy cercana a la jubilación. No me conservo mal, mido uno sesenta y tres, cien de pecho y aún tengo una talla decente. Aunque un par de hijos y una vida no muy ordenada, tampoco ayudan mucho. Tengo un buen par de domingas y la verdad, yo me veo bien. En la oficina soy administrativo del estado y ya llevo cuarenta años en esta oficina ¿y la verdad?, es casi como mi casa. Si puedo, que seguro que sí, el próximo año me jubilo y me dedicaré a expandir mis carnes a lo largo de este mundo y ¿Quién sabe? A lo mejor me enseñan por donde se va a Cuenca.

Ahora tenemos una nueva compañera que viene a sustituirme, bueno a ocupar mi plaza cuando yo marché. Es una muchachita de veintinueve años y es muy delgadita, su pecho será, una ochenta, aunque unos buenos pezones siempre apuntan hacia el cielo. Seguro no tiene más de cincuenta de cadera y su culito dará como mucho ochenta. Así que diríamos ochenta, cincuenta, ochenta.

La verdad es una muchacha muy simpática y muy atenta, creo que me ha cogido un cariño especial y pasamos mucho tiempo juntas. Le gusta salir a desayunar conmigo y la verdad es culta y buena conversadora. Uno de esos días al volver a la oficina ya dentro del ascensor, me besó en los labios, un beso dulce y tierno que me dejó sorprendida.

  • Pero María, ¿y esto?
  • Perdona, perdona Isabel, yo, yo, joo
  • Bueno mujer, tranquila, digamos que me ha gustado.

Hacía tiempo que nadie me besaba y yo aún tenía cierto fuego en mi interior. Nunca había estado con otra mujer, pero bueno, todo es empezar y ver qué pasa. La verdad que la muchacha está muy bien y es muy amable, si le apetece volver, no le diré que no.

Ese día, María se pasó el día azorada y me miraba de reojo, yo la sonreía quitando importancia al asunto. No sabía que hacer, la verdad que siempre comía sola desde el divorcio, así que pensé en invitarla a comer.

  • ¿María, te apetece comer conmigo y luego hacemos la tarde?
  • ¿Me lo dices de verdad?
  • Claro, ¿Te apetece?
  • Claro, me encanta.
  • Pues terminemos esto y nos vamos a comer.

Una vez que terminamos el trabajo que estábamos haciendo salimos a comer a mi restaurante favorito. Nos colocaron en una mesa discreta al final del restaurante. Donde pudimos hablar con toda la tranquilidad e intimidad que deseáramos.

Así que aproveché para preguntarle por su vida, por sus amistades, sus padres y esas cosas de la inquisición. Pero ya se sabe que la curiosidad mató al gato.

María me contó que no tenía novio, ni novia y que vivía de alquiler en un pequeño apartamento cerca del trabajo. Sus padres, que eran de mi edad, vivían en el pueblo y ella tuvo que quedarse en la ciudad al aprobar la oposición. Era una chica tímida y salía poco.

Yo le conté que tenía dos hijos y estaba divorciada hacía unos años. Que mi vida transcurría monótona, quedaba de vez en cuando con las amigas y también salía poco.

Entramos en el tema sexual y María me contó que llevaba un tiempo sin tener relaciones, entre la oposición y el trabajo, no tenía tiempo. Yo le conté que era muy fogosa y me encantaba el sexo. Que me gustaba todo y que a mí edad ya no decía nunca que no. Había tenido alguna relación esporádica y había echado muchos polvos nefastos , alguno bueno y pocos muy buenos. Las dos reímos ante mi confesión y María me contó que ella había tenido pocos y lo dejaba en regulares, pues su experiencia no le daba para mucho.

Tras la comida volvimos a la oficina. A la hora o así, pasó el bedel para decirnos que él se iba, que cerrásemos la puerta que ya no quedaba nadie. Le dije que yo me encargaba y se marchó. A la media hora levanté la cabeza y vi a María mirándome. La miré fijamente a los ojos y continúe a lo mío.

María se levantó se acercó a mi mesa y se sentó en ella. Me miró fijamente y acercó su cara a la mía, besándome. Está vez yo correspondí, abrí mi boca y enzarcé mi lengua con la suya. María llevó su mano a mi pecho y gimió. Me lo acarició con mucha suavidad pasando la yema de su dedo por la punta de mi pezón, para apretar este, dulcemente después. Desabrochó un par de botones para acceder a mis pechos desnudos y poder bajar a besarlos. Sus caricias eran suaves y su boca era dulce y cálida. Yo llevé también mi mano a su pecho lo acaricié, tenía unos largos pezones que te llamaban a chuparlos como si de un biberón se tratara. Ella bajó su mano hasta meterla entre mis piernas por debajo de mi falda. Al llegar a mis bragas, gemí, esa mano tan suave se movía con mucha exactitud, lenta y sibilina entre mis piernas. Yo bajé mi mano hasta la bragueta de su pantalón y abrí mi boca desmesuradamente al encontrarme, una bastante buena polla, fina y larga que me esperaba erecta. Levanté la vista y la miré fijamente.

  • María, ¿qué es esto?
  • Es mi polla, soy trans y me gusta serlo. ¿Quieres seguir en mi casa?
  • Claro, encantada.

Nos besamos, cerramos los ordenadores y salimos hacia su casa. La suavidad y la sorpresa de esa polla me había puesto muy caliente. Nunca había tenido una experiencia de ese tipo, y la verdad, Me apetecía y mucho. María era tierna y sabía que sería un buen polvo. Subimos basándonos en el ascensor, mis bragas estaban empapadas y la verdad hacía tiempo que no me mojaba tanto. Al entrar en su casa nos besamos más fogosamente y de la mano me llevó hasta su habitación. Ahí empezó a desabrochar los botones de mi blusa hasta sacarla por mis brazos, me desabrochó el sujetador y mientras besaba mis pechos, me chupaba los pezones dándome pequeños mordisquitos en ellos. Bajó su mano a los botones de mi falda y los fue soltando con mucha lentitud. La dejó caer a mis pies y fue bajando por mi cuerpo hasta llegar a mis bragas, las cuales bajó hasta mis tobillos. Su boca caliente y suave se acercó a mi depilado coño y lo acarició con su lengua. Mil sensaciones recorrieron mi cuerpo, cuando alcanzó mi clítoris. Gemí, gemí alto, sujetando su cabeza contra mi sexo y apretándola contra mí. Me tumbó en la cama, completamente desnuda y se quitó su ropa para quedar como yo, completamente desnuda. Se tumbó a mi lado con su cabeza en mi sexo y su erecta polla muy cerca de mi boca. A la vez que ella atacaba mi clítoris, yo engullí su polla, lamiendo y saboreando su capullo. Esa lengua hacía diabluras sobre mi clítoris y presentía un temprano orgasmo. Mi boca acogía dentro de ella la totalidad de esa fina polla que traspasaba mi garganta. María empezó a moverse, follándome la boca, a la vez que mi orgasmo se desencadenaba con fuerza dentro de mí. Mi cuerpo hervía y mis flujos se derramaron en su boca. Sacando la polla de María de mi boca, le pedí a María que me follara. Ella amable, subió lamiéndome hasta mi boca y metiendo una almohada bajo mi cuerpo, me sujetó por las muñecas y acercó su polla a mi encharcado coño. Me miró, bajó su mano hasta su polla y me fue penetrando muy lentamente, hasta llenarme de ella. Notaba esa fina y dura carne entrar en mi y rozar las paredes de mi sexo. María gemía en su lentitud y me miraba fijamente. Yo me relamía de gusto, pensando en el placer que me daba. Era una follada cariñosa, ya habría tiempo de más cosas. Esa niña tenía potencial y esa tarde, tenía pensado volverme y volverla loca.

María seguía su lento mete y saca, respirando cada vez con más intensidad, su orgasmo estaba próximo, sus ojos brillaban y su boca se abría para recoger la máxima cantidad de aire. Sujetó con fuerza mis piernas, me atrajó hacia ella y con una furia hasta ahora oculta, me penetró por unos pocos segundos hasta vaciarse dentro de mí. Se dejó caer sobre mi cuerpo, a la vez que besaba mi boca. Había sido un polvo dulce y romántico.

María me sujetó los pechos desde atrás, a la vez que besaba mi cuello.

  • Isabel, me ha gustado mucho. ¿Y a ti?
  • Me ha encantado cariño, me ha gustado mucho, muy dulce y muy diferente.

Me volví y la apreté con fuerza.

  • Cariño, hoy te volveré loca e intentaré descubrirte un mundo nuevo.

Estuvimos tranquilas, relajando el cuerpo durante casi media hora, fui bajando por su cuerpo hasta llegar a su polla. La lamí y la abracé con mis labios rodeándola con mi lengua.

  • María, ponte en cuatro.

María se colocó en esa posición y yo sujetando su polla por detrás de su culo, comencé a pajearla muy lento a la vez que lamía su culo e introducía mi lengua dentro de él. La polla de María cada vez estaba más dura y yo, ahora metía dos de mis dedos en su estrecho canal a la vez que chupaba su polla. Metía mis dedos lentamente, haciendo que María gimiera y gritara. Con mi mano libre, azoté su culo y María gimió, me pidió más. Yo le di más a la vez que mis dedos aumentaban el ritmo y María follaba mi boca con todas sus fuerzas. Tenía que contener las arcadas, pues traspasaba mi garganta continuamente, a la vez que forzaba con mis dedos una penetración más intensa y rápida.

María gritó con todas sus fuerzas, a la vez que me clavaba la polla hasta la garganta y apretaba su culo contra mi mano. Su corrida en mi boca fue abundante y no dejé nada, se la limpié hasta dejarla brillante.

María se lanzó a mi sexo húmedo por la excitación y empezó a chuparme el clítoris con pasión.

  • Te voy a romper el culo, putita. – me dijo

Yo no dije nada y abriendo mis piernas todo lo que pude, me dejé hacer. Un dedo de María entró en mi culo, a la vez que su lengua acariciaba mi clítoris. Otro dedo sentí entrar en mí y al poco otro más.

  • No pares, niña, no pares.

María seguía tranquila, impasible su penetración en mi ano. Un cuarto dedo me traspasó y me estaba volviendo loca. Noté como metía su último dedo, abriéndome el culo, como nunca nadie me lo había abierto. Su mano fue entrando en mi hasta estar toda dentro. Su boca en mi clítoris y su mano en mi sexo, terminaron de volverme loca y alzando la cadera, regué a María de arriba abajo sin dejar parte de su cuerpo sin regar. Caí desvanecida, era mi primer squirt en toda mi vida y la vida se me fue con él.

Cuando desperté, María ya había sacado su mano y me abrazaba con cariño besando mi mejilla.

  • ¿Ya has vuelto?
  • Pensé en volverte loca y fuiste tú quien me volvió loca a mi.

Esa tarde fue fantástica y en ella empezó una gran amistad. Ahora tenía lo que quería, la potencia de un joven y la dulzura de una joven. A partir de ese día realizamos multitud de aventuras que por no extenderme igual os cuento otro día.

Continúa la serie